La historia de Rosa y Raúl III (La Vuelta a Casa)
Mario lleva a Rosa en su coche de vuelta a su casa, desnuda y exhibiéndola por la ciudad
Llegó el lunes y suponía que en algún momento volvería a casa, la verdad es que estaba deseando ver a Raúl, saber que había hecho mientras yo estaba fuera, contarle todo lo que Mario había hecho conmigo y descubrir que tendríamos que hacer para continuar mi relación con Mario, si Raúl estaba de acuerdo.
Mario no hizo ningún comentario sobre cuando podría volver a mi casa hasta las diez de la noche que me dijo que era hora de volver con el cornudo de mi marido, que mi vestido, como era de suponer, al dejarle tirado en el rellano de la escalera había desaparecido y que si no había sido precavida de traer alguna prenda de repuesto en el bolso, Él tampoco me pensaba proporcionar ninguna, lo cual implicaba que debería volver a casa desnuda, tan solo tenía los zapatos y por suerte metí el bolso en la casa.
Estaba muy confusa, no podía salir así a la calle y coger un taxi, para empezar dudaba que alguno me parase y si lo hiciese, como poco sería pensando que era una puta o muy posiblemente en follarme. Por suerte Mario me dijo que Él mismo me llevaría en su coche, siempre que me comprometiese a seguir obedeciéndole hasta que entrase en mi casa, esa sería la última prueba para considerar que cumplía con lo necesario para poder ser la puta que buscaba e iniciar mi adiestramiento en menos de una semana. Antes de que le respondiese me dijo que, si no quería que Él me llevase, podría llamar a Raúl para que viniese a recogerme con algo de ropa, aunque llamarle implicaba salir inmediatamente de su casa, esperar a Raúl en la calle hasta que llegase y no volver a saber nada de Mario.
Estaba segura que, además de ir desnuda durante todo el trayecto hasta llegar a casa, Mario ya tendría planificado algo para seguir humillándome. A pesar de todo, me figuré que yendo en su coche me vería menos expuesta que esperando a Raúl desnuda en la calle y le dije que me llevase Él, pero evidentemente me equivoqué.
Para empezar no me dejó bajar al garaje en el ascensor y tuve que hacerlo por las escaleras desde el quinto piso en el que vivía, no contento con ello, no pude hacer otra cosa que esperarle casi diez minutos en la puerta del garaje hasta que apareció. El garaje era inmenso y su coche estaba al fondo del aparcamiento, junto a la rampa de salida, así que para llegar hasta el tuve que caminar un buen rato, además, Mario me ordenó que lo hiciese lentamente y por el centro del carril, por lo que si entraba o salía algún coche me verían perfectamente. Una vez que llegamos al coche, Mario, en vez de abrir las puertas con el mando, solo abrió la suya con la llave, se metió dentro y con mucha calma revisó que los espejos estuviesen colocados, ajustó el asiento, el volante, se puso el cinturón y no se cuantas cosas más hasta que me abrió la puerta, estoy convencida de que lo hizo para que yo tuviese que seguir expuesta a quien pudiese entrar al garaje, por suerte de momento no me había cruzado con ningún vecino. Cuando por fin pude entrar al coche y me relajé creyendo que dentro estaría a salvo de las miradas, Mario accionó la capota dejándome a la vista de cualquiera y los primeros en verme fueron un par de parejas cercanas a los cincuenta que cruzaban la salida del garaje en el preciso momento en que salíamos, los hombres sonrieron al verme, lo cual les costó una bronca por parte de sus esposas que no se cortaron en referirse a mi como "esa guarra".
En otra de las cosas que me equivoqué fue en que, en vez de ir por La Castellana que era el camino más rápido y discreto, Mario prefirió dar un rodeo por las zonas donde se concentran los locales de copas. Al darme cuenta del camino que iba a coger, le dije que temía que me pudiese ver alguien conocido, me mandó callar diciéndome que si tenia alguna pega me bajase y volviese a mi casa como pudiese, le pedí perdón y me callé.
Pasamos por esa zona en la hora de más bullicio, entre las calles estrechas y la gente que andaba por medio de la calle, provocó que por momentos fuésemos casi parados convirtiéndome en el centro de todas las miradas y comentarios, incluyendo bastantes groserías que me resultaron muy humillantes, aunque más humillante fue que Mario, no solo les riese las gracias a algunos de sus autores, si no que les invitó a meterme mano, cosa que varios y como me llevaba pasando desde que vi a Mario, mi excitación era proporcional a mi humillación.
Cuando por fin llegamos a mi casa, Mario, en vez de parar el coche en la puerta, lo hizo unos doscientos metros antes, al indicarle que era un poco más adelante, me miró sonriendo y me explicó lo que tendría que hacer para superar mi última prueba.
Mario - Lo sé, pero si de verdad eres la zorra que busco deberás de estás dispuesta a que cualquiera pueda descubrir que eres una puta, así que ahora quiero verte caminar hasta tu casa, despacio, sin correr, llamar y esperar a que el cornudo de Raúl te abra la puerta. Cuando lo haga abrázale, bésale metiéndole tu lengua lo más profundo que puedas y no te separes hasta que suene el teléfono. Cuando le oigas, descuélgale, pon el manos libres y Raúl sabrá directamente por mi que espero de vosotros si aceptáis mis condiciones.
Sonreí, me bajé del coche y caminé hasta mi casa tal y como me había ordenado, no sabía si algún vecino me estaría viendo, pero era muy posible que fuese así, lo cual me resultaba muy excitante. Al llegar a mi casa toqué el timbre, pasado un tiempo volví a llamar extrañada por que Raúl no me hubiese abierto todavía, al ver que seguía sin abrir pensé que posiblemente Raúl no estaría en casa, lo cual me puso algo nerviosa por que me fui sin llaves, así que llamé una tercera vez esperando que por fin abriese la puerta, aunque haciéndome a la idea de que tal vez tuviese que llamarle al móvil y esperarle desnuda en mitad de la calle.
Al sentir que Raúl se acercaba por el pasillo respiré aliviada. Cuando abrió la puerta se quedó atónito al verme allí desnuda y sonriendo, sin darle tiempo a decir nada le abracé y le besé sin soltarle, como Mario me había ordenado, hasta que sonó mi teléfono.
Mario - Hola Raúl, escúchame bien y no digas nada.
Se que te gusta ser un cornudo, Rosa me ha lo contado todo, pero lo que tu no sabes es que ella deseaba ser tratada como una vulgar puta y para eso ha estado conmigo estos días. Durante el tiempo que ha estado conmigo la he humillado y denigrado sin parar, la he follado a mi antojo, la he exhibido por Internet e incluso la he prostituido alquilándosela a unos amigos durante varias horas y reconozco que he disfrutado de pocas tan zorras como tu mujer, por eso creo que podría ser la zorra que andaba buscando.
Acabo de mandar un mail al correo de Rosa con todos los detalles sobre lo que espero de ella si se convierte en mi zorra, pero básicamente tendrá que hacer todo lo que la ordene, entre otras cosas sólo follará cuando, como y con quien yo decida, por supuesto tu seguirás sin poder follar con ella ni con nadie, como hacen los verdaderos cornudos. Habrá ocasiones en las que podrás presenciar como usamos a tu mujer y aunque puede que no sean tantas como te gustaría, no te preocupes, ella te lo contará con todo lujo de detalles.
Quiero la respuesta antes de dos días y por cierto, me ha encantado estrenar su culo, la primera vez tuve que ponerme duro con ella y darle un par de cachetes, pero esta tarde ha sido ella misma quien me ha rogado que lo hiciese.
Colgó, Raúl se quedó mirándome sin ser capaz de asimilar que acababa de suceder. Escuché como Mario arrancaba el coche y me volví para verle pasar. Miré a mi marido y le sonreí preguntándole si nos íbamos a quedar allí toda la noche para que los vecinos me viesen desnuda, entonces reaccionó, me dejó pasar, cerró la puerta y me siguió sin decir nada. Fui directa al salón, me senté en el sillón, abrí mis piernas, le dije que me comiese el coño y que mientras lo hacía le contaría todo lo que había pasado desde que salí de casa. Raúl dudó, me miró y antes de que pudiese decir nada le inste a que hiciese lo que le había mandado.
Rosa - ¿A qué esperas? Cómeme el coño ya mismo y no digas nada. Hoy deberías sentirte más cornudo que nunca y te aseguro que Mario podrá conseguir que lo seas mucho más aún, puede que hasta te arrepientas de haber querido serlo.
Raúl me obedeció instantáneamente metiendo su cabeza entre mis piernas, abrió la boca metiéndose todo mi coño en ella y empezó a chuparle con tal ansia que demostraba lo cachondo que estaba. Pensé en que Mario se había corrido varias veces en todo mi cuerpo, incluyendo mi boca, mi culo y mi coño, además no me había dejado lavarme en los tres días, me sentía sucia y que Raúl estuviese saboreando los restos del semen del hombre que me había estado follando, humillando y exhibiendo durante tres días era muy morboso y quería comprobar si Raúl seguiría o le daría asco.
Rosa - HMMMM, si cariño, sigue así ¿Notas lo dilatado que está? Eso es por que Mario tiene una polla muy grande y me ha estado follando constantemente, además lo ha hecho sin condón y no me ha dejado lavarme en ningún momento, así que espero que te guste su sabor, a mi me ha terminado por gustar tanto su semen que hasta cuando no se corría en mi boca lo recogía con mis dedos para comérmelo.
Al escucharme, Raúl aumentó la intensidad de su comida y empezó a sorber como si quisiese rebañar todo lo que hubiese dentro de mi coño. Al cabrón de mi marido parecía que le gustaba comerse la corrida del tío que me había follado, era algo nuevo para los dos ya que hasta ese momento siempre me habían follado con condón, pero con Mario ni me planteé decirle que se lo pusiese, así me sentía más puta, además, había descubierto el deseo de que Mario me tratase sin pensar más que en su propio placer y por la reacción de Raúl parecía que él también estaba dispuesto a someterse.
Estuvo cerca de una hora comiéndome el coño y me corrí varias veces gracias a su lengua, pero una de las cosa que más me gustó fue que me levantase las piernas para poder lamer mi culo, no era la primera vez que lo hacía, pero si la primera que lograba meter su lengua dentro y no se si me dio más placer sentirla dentro, que pudiese meterla gracias a lo abierto que le había dejado la polla de Mario o que el cornudo de Raúl quisiese rebañar todo el semen que Mario hubiese dejado dentro de él.
Cuando se decidió a parar estaba agotada, entre las folladas de Mario y la comida de coño que me acababa de hacer Raúl creo que debí correrme casi doscientas veces en estos tres días, pero tenía que hablar con Raúl, quería saber lo que había hecho mientras estaba con Mario, quería saber si estaba dispuesto a que me convirtiese en la puta de otro hombre, pero sobre todo quería saber hasta qué punto estaba dispuesto a ser humillado y degradado por Mario, seguramente también lo harían sus amigos, por que estaba segura que entregarme a Mario como su zorra implicaría volver a ser prostituida de manera habitual y sin respetarme lo más mínimo, por lo tanto a Raúl menos aún.