La historia de Paquita

Paquita era joven, Paquita era guapa y Paquita era inteligente. Tenia todo cuanto deseaba ya fuese utilizando su hermosura, su inteligencia o incluso su juventud.

LA HISTORIA DE PAQUITA

Estrategias, estrategias. El mundo se mueve por estrategias. Todos movemos nuestras piezas con algún fin, sea el que sea, intentando derrotar (doblegar) al contrario. Incluso hay quienes utilizan la estrategia de perder para ganar. Esta es la historia de una mujer que tuvo que aprender que perder todo era la manera de llegar a conseguir todo cuanto quería. Bueno, no exactamente, no lo perdió todo ni tampoco lo consiguió todo. Pero es una buena manera de explicar lo que sucedió –mas o menos- y llamar la atención del lector. ¿Una frase pedante? Quizás si. Como el autor. Pero no estamos aquí para hablar de mi sino de la protagonista de nuestro relato, una muchacha llamada Paquita, nombre escasamente glamoroso para una mujer como aquella. Paquita era joven, Paquita era guapa y Paquita era inteligente. Tenia todo cuanto deseaba ya fuese utilizando su hermosura, su inteligencia o incluso su juventud. Todos la deseaban y todas la envidiaban. Paquita tenia el pelo largo, rojo y ondulado. Era lo primero que advertías en ella, aunque estuviese a cientos de metros, su pelo rojizo brillaba con el sol lanzando destellos por doquier, deslumbrando a mujeres y a hombres. Sus labios eran finos pero prominentes, sus ojos grandes y verdes, su nariz pequeña y su cara llena de pecas. Una pelirroja pecosa, si. Una de esas ninfas apeteciblemente jóvenes. No pasaría de los veinticinco años pero su cuerpo era el de una adolescente con mas curvas que sentido común. Sus pechos eran grandes como grandes eran sus caderas, su cintura estrecha, como estrechos eran sus brazos o sus tobillos. Toda ella era una contradicción de unas curvas que rozaban la perfeccion. Los hombres la miraban y giraban la cabeza a su paso, no importaba si estuviesen cruzando la calle y se arriesgasen a ser atropellados o caminasen junto a sus mujeres y corriesen el riesgo de ser golpeados por el bolso de ellas.

Pero un día Paquita se enamoró de quien no debía, como siempre sucede cuando nos enamoramos realmente, Paquita se enamoró del único hombre que no iba hacerle caso. Y no porque a el no le gustasen las mujeres sino porque ese tipo se creía el ultimo hombre fiel sobre la capa de la tierra. Ya era mala suerte. Ese hombre se llamaba Francisco. Si, llegado a este punto el lector habrá adivinado ya el nada sutil juego de nombres: Paquito y Paquita. Pero las cosas sucedieron así y no por mas casuales dejan de ser mas reales.

Francisco (o Paquito) era un hombre de mediana edad, mas cerca de los cincuenta que de los cuarenta. Bien vestido, amable, simpático, considerablemente atractivo e inusualmente honesto. Paquita se había enamorado de él en la parada del autobús, como suceden los mejores enamoramientos, desde el silencio y la distancia. En alguna ocasión ella le había sonreído y el le había devuelto una amable sonrisa pero poco más. En alguna ocasión ella había intentado entablar conversación con él pero Francisco, sin ser maleducado, tampoco se presentaba conciliador en exceso. En otra ocasión Francisco subió con otro hombre, parecían conocerse y esa era la mejor oportunidad de Paquita quien, sabedora de que el amigo de su amor no dejaba de mirarle las tetas, le siguió cuando se bajaron del autobús y le abordó en medio de la calle. Media hora mas tarde Paquita y el amigo de Francisco estaban follando en la habitación de un hotel, ese hombre, además de tener el pene tan pequeño como su capacidad de follar, también era casado, pero carente de la esagerada moralidad de Francisco. Todo, en exceso, es malo. Incluso la fidelidad. A través del sexo y mediante sutiles estratagemas Paquita consiguió saber todo cuanto quería saber de su amor secreto. Con la polla del amigo de Francisco dentro de su boca, Paquita dejaba de chupar para preguntarle distraídamente por el hombre del autobús y el amigo de Paquito contestaba solicito a cualquier pregunta con tal de que ella siguiese chupándole, solícitamente de arriba abajo y de abajo a arriba. Porque aquí hay que decir que Paquita, además de ser un excelente ejemplo de la raza femenina, era una experta en casi todo lo relaccionado con el sexo. Ella era como el mas letal de los escorpiones, cuando te inocula su veneno ya no puedes hacer otra cosa que firmar tu testamento. A no ser que te creas el tipo mas invulnerable del mundo. O el mas fiel.

Después de aquella, mas que discreta, sesión de sexo. Pudo saber Paquita que Francisco, que así se llamaba, estaba felizmente casado, tenia dos hijas, una espléndida mujer, casa, perro y trabajaba en una empresa de seguros. De ahí el traje y el maletín. así pues Paquita, se plantó al día siguiente en la salida de la empresa donde trabajaba Francisco y se hizo la encontradiza cuando el salía a media tarde.

-Oh vaya, hola –dijo ella.

-Hola –respondió el.

-Que casualidad.

-Si.

-¿Trabajas ahí? –preguntó ella señalando el grandioso edificio de color azul cielo.

-Si. Seguros, ya sabes, un aburrimiento.

-Diablos, que casualidad. Tengo un problema y necesito un consejo de alguien que sepa de seguros. ¿Tu no podrías…?

-Quizás podría dirigirte a otro colega- ¿De que problema se trata?

-Bueno, es algo personal. Preferiría no hablar con desconocidos. Quizás podríamos tomar un café, ahí delante –dijo ella señalando una cafetería al otro lado de la calle- y te explico.

-Si es rápido

-Rapidísimo, creeme.

Caminaron juntos hasta el bar. Ella le dijo que se llamaba Francisca y el sonrió al contestar que se llamaba Francisco, pero fue también una sonrisa amable, cortés. Nada mas. Pidieron dos cafés y ella comenzó a hablar.

-Veras, se que lo que te voy a contar parece una locura –comenzó ella- pero quiero asegurar mi boca.

-¿Tu boca?

-Si, y me ha vergüenza ir a cualquier compañía de seguros.

-¿A que te refieres con que quieres asegurar tu boca? ¿Tus dientes? ¿Tu voz?

-No, no… te explico… es embarazoso… los hombres, como cualquier otro animal, os movéis dentro de unos parámetros bastante básicos. Yo, como muchas mujeres, me aprovecho de esa circunstancia. No creo hacer nada malo. Vosotros queréis algo y yo os lo doy. Gracias a mi boca he conseguido muchas cosas en mi vida, también gracias a mi inteligencia o a mi empeño. Muchas otras mujeres tienen el mismo empeño e inteligencia que yo. Pero no mi boca. Es asi de simple.

-No lo entiendo –dijo Francisco dando unos pasos hacia detrás.

Por supuesto que Francisco lo había entendido.

-Hago las mejores mamadas que nunca nadie podrá experimentar –contestó ella simplemente.

-Me estas tomando el pelo ¿verdad?

-No. Simplemente me preguntaba si eso se puede asegurar. No es ninguna proposición deshonesta ni nada por el estilo.

-Si, supongo que si. Debería preguntar… pero vaya… hoy en día todo es susceptible de tener una póliza de seguros. Es nuestro negocio, lo aseguramos todo, o casi todo… vaya.

-Si quieres te demuestro de lo que te hablo.

-¿A que te refieres? No… -comenzó Francisco sin dejar de separarse de ella- no es posible. Yo… me marcho ahora, tengo prisa, adiós.

Y diciendo esto Francisco desapareció dejando a Paquita y a un involuntario espectador de lo sucedido solos en la barra del bar. El espectador, un hombre de mediana edad bajito y con cara de desearlo todo y no conseguirlo nada miró a Paquita y sonrió. Aquel día ese hombre tampoco consiguió nada. Evidentemente la historia de Paquita era, aunque no del todo cierta, tampoco totalmente falsa, cierto era que gracias a su boca alguna veces había conseguido algo que no hubiese conseguido de otra manera, pero huyendo de machismos mal entendidos se ha de decir que tambien habia sucedido eso con sus manos, su inteligencia o su sonrisa. El sexo era una manera mas –la mas efectiva, eso si- de abrir algunas puertas que parecían atrancadas.

Al día siguiente volvía a estar esperándole vestida con una falda por encima de la rodilla y un jersey escotado. Todos, absolutamente todos los hombres que salieron del edificio, giraron sus cabezas al pasar junto a ella. Todos menos Francisco que hizo ver que no la había visto y continuó su camino. Paquita dio unos pasos rápidos y se puso a su altura. Se saludaron y ella le preguntó acerca de lo que habían hablado el día anterior.

-No, no lo he comentado en el trabajo –dijo Francisco- aunque tampoco se si es buena idea. En realidad no creo que sea ese el motivo por el que me abordaste ayer. ¿Qué quieres realmente?

-A ti. Soy tuya. Haz lo que quieras conmigo.

Paquita le había contestado lo que miles de hombres habían querido escuchar. Pero aquel hombre simplemente se encogió de hombros, dijo que no era posible y se fue de allí caminando en dirección a la parada de autobús. Paquita estaba realmente sorprendida. Nunca antes nadie le había rechazado de esa manera, así que volvió al día siguiente, vestida de manera aun más provocativa, y al otro y al otro y así durante dos semanas, obteniendo siempre la misma respuesta por parte de Francisco. "Lo siento, soy fiel a mi mujer". No podía entender ella como podía negarse el a poseerla, sabedora ella de su letal influjo. La picadura de la escorpiona, por primera, no funcionaba. así que una tarde ella le siguió hasta su casa y comprobó que la realidad de él eran dos niños, un perro y una mujer bastante normal, ni fea ni guapa, simplemente pasaba desapercibida. Y Francisco parecía feliz jugando con sus hijos en el parque. así pues la letal escorpiona se dio cuenta entonces que había utilizado el veneno cuando no debía y al día siguiente acudió a la cita diaria con su victima, esa cita donde el siempre la rechazaba, vestida de la manera mas normal, si maquillar ni tampoco peinar, tal y como se había levantado de la cama. Y se plantó frente a el y le dijo lo siguiente:

-Se que nunca podré competir con tu mujer, tampoco con la felicidad que te ofrecen tus hijos, se que mi belleza no es suficiente motivo para arriesgarte a perder todo eso. Se que nada de lo que te pueda ofrecer será suficiente. Aquí me tienes, soy toda tuya. Solo quiero que me hagas el amor una vez, una única vez. No negaré que me he enamorado en silencio de ti pero no puedo pretender que tu te enamores de mi porque ya estas enamorado y el amor, solo tiene una dirección. Solo quiero que por unos instantes olvides todo eso, hagas el amor a esta mujer que tienes delante y después te olvides de mi.

Francisco la miró y no dijo nada. En realidad no sabia que decir. Ella le cogio del brazo y le llevó a un hotel cercano donde le desnudó completamente, después ella a su vez se dejó desnudar. Ella estuvo tentada de arrodillarse y demostrarle a aquel hombre que no bromeaba cuando le decía que tenia la mejor boca que nunca nadie conociese pero sabia que eso, no serviría para retenerle a su lado así que ella, por primera vez en su vida, renunció a todo cuanto era, a todo cuanto creia que eran sus armas y se dejó hacer el amor. Por primera vez ella hacia el amor. Hasta entonces ella siempre se había follado a quien había querido, por el motivo que fuese, utilizando sus mejores artes. Pero ahora era diferente, ahora aquel hombre estaba bajo sus piernas, mirándola y sonriendo, mientras su penen entraba y salía lentamente de la vagina de ella. Con suaves movimientos, nada del típico polvo salvaje. El la cogia de las caderas y la levantaba levemente para después dejarla caer penetrándola hasta el fondo, también el flexionaba las rodillas pemitiendo que el culo de ella reposase en sus muslos a modo de asiento, facilitando la penetración. Las manos de el acariciaban los pechos grandes y sonrosados de ella. Masajeándolos con amor, con autentica delicadeza, como nunca antes nadie había hecho. Ella le pregunto si le apetecía alguna cosa mas, algo que su mujer no quisiera hacerle, ella se ofreció a cualquier cosa que el quisiese, incluso la que mas repugnancia o dolor le causase. Pero el se negó a todo, simplemente quería hacerle el amor a aquella mujer, de la manera mas lenta y placentera posible. Para recordarlo despues. Para que ella aprendiese la diferencia entre sexo y amor, al menos, aquel era un comienzo para que ella reflexionase sobre todo cuanto tenía. Estuvieron así, ella moviéndose encima de él, por espacio de mas de media hora, ella intentó en algún momento salirse de encima y cambiar de posición o meter la polla en su boca, ambos lo deseaban pero el no se lo permitía, asiendo sus esplendidas caderas, acaciriando sonrosada piel, cada centímetro de esa piel llena de pecas, con la punta de sus dedos, haciendola temblar de puro escalofrio. Ella se corrió cuatro, quizás cinco veces. El ninguna y cuando al cabo de una hora ella tuvo que pedir que parasen el accedió simplemente, quitándose el preservativo y guardándolo cuidadosamente en un pañuelo de papel.

-¿No quieres correrte? –pregunto ella.

-Preferiría que no.

-¿Por que? ¿No te gusto? Puedo hacer lo que desees.

-Preferiría no correrme. Cosas mías.

-¿Es por tu mujer?

-En parte si.

Ella se deslizó por encima del estomago de el y cogió su pene con una mano, no era demasiado grande pero estaba erecto y brillante, iba a metérselo en la boca pero el se lo impidió.

-Déjame chupartela, correte en mi boca.

-No es necesario.

Ella volvió a intentarlo pero el glande de el apenas entro unos centímetros en sus labios y luego el lo volvió a quitar.

-Prefiero que no –repitió el.

-Haz lo que quieras conmigo. ¿Quieres sodomizarme? Átame, golpeame, fóllame por donde quieras y como quieras. No me importa, soy capaz de todo. Cualquiera de tus fantasias, yo la haré realidad.

-Ese es el problema. Siempre has conseguido todo cuanto querías. ¿Verdad? Siempre has sido capaz de colmar la fantasia de cualquier hombre.

-Si.

-Alguna vez te enamoraste de alguno de esos hombres.

-Creo que si.

-Pero no estas segura.

-No.

-No me correré dentro de ti, tampoco fuera. No te preocupes. Has disfrutado y has tenido lo que querías. Yo ahora volveré a mi casa y me sentiré mal. Pero a ambos se nos pasará. Nos olvidaremos el uno del otro.

-Entonces, si tan enamorado estas de tu mujer… ¿Por qué has hecho el amor conmigo?

Francisco no contestó, ambos continuaron haciendo el amor un rato más, en la misma posición, ella cabalgando sobre él. Sin que el se corriese aunque ella se corrió dos veces mas. Después se ducharon, por separado y salieron a la calle. había comenzado a llover. Se dieron un beso en la mejilla.

Ella no volvió a buscarle. Tampoco el a ella. Ya ninguno necesitaba al otro. Ambos habían aprendido algo. Ella que el disfraz de escorpiona es solo eso, un disfraz. El escorpión es un animal que cuando pica, mata. Se había equivocado de disfraz. Llevaba demasiados años dentro del disfraz equivocado. Francisco también aprendió algo. Le dijo a su mujer que le había sido infiel, era su manera de ser, no podía mentirla y decirla despues que la amaba, la dijo que no sabia porque pero que se había visto obligado a enseñarle a aquella mujer la diferencia entre hacer el amor y follar. Francisco y su mujer no se separaron por eso, cierto es que pasaron unos meses difíciles pero lo superaron. Aunque estaban demasiado enamorados, eran racionales. Al igual que la escorpiona supero su necesidad de ir inoculando su veneno por doquier. Ambos habían aprendido algo. Algo realmente valioso.