La historia de mi vida sexual (3)
Volvía ver a Paulina y me encantó mi mamá salió de viaje y mi tío se encargó de cuidarme. uhmm!!
Hola a todos. Disculpen la tardanza de mi tercer relato, pero he estado muy ocupada, pronto sabrán porque. Gracias por sus mails y por las fotos tan excitantes que mandan. Empezaré.
No podía dejar de pensar en paulina, y de lamentar que ese fin de semana fuera tan largo, era algo muy raro, pues con mi tío y Marcelo no me pasaba lo mismo, realmente disfrutaba lo que hacía con ellos y cuando estaban lejos, deseaba hacerlo, pero en realidad lo que extrañaba era la sensación, el placer; esta vez en cambio me moría de ganas por ver a Paulina.
¡Por fin era martes! Llegué a la escuela y me moría de ganas por salir al receso. Creo que ella también me extrañó pues cuando salí de inmediato me alcanzó. Se veía tan feliz de verme como creo que también me veía yo.
Hola Karen.
Hola Paulina.
Que bonita te vez.- Me dijo, sonrió y cerró el ojo.- No puedo hablar mucho, sólo pedí permiso para salir al baño y poder verte rápido.
Me sentí muy triste, pero se me quitó pronto. De verdad aun recuerdo la sensación de ese momento, ahora que lo escribo sonrió porque me siento un poco como cuando me sentí en ese momento con sus palabras siguientes.
¿Puedes convencer a tu mamá de que te deje ir a mi casa después de clase?- Preguntó tiernamente.- Tal vez puedes decirle que vas con otra amiga de tu salón...no sé cualquier cosa.
Claro. Mi mamá sale tarde del trabajo. Nadie se va a dar cuenta si llego a mi casa antes de las seis.
Vale. Ven conmigo.
Fuimos al baño, que estaba vacío. Cerró la puerta y me sonrió de una forma tan linda que yo no supe que hacer. Pero ella al parecer lo tenía todo calculado; se agachó un poco y posó sus labios sobre los míos, que se abrieron para recibirla. Su piel fría me gustaba, y la textura de sus labios carnosos invadiendo mi boca me dio un gozo indescriptible, era como si nos contáramos sin palabras los mucho que habíamos deseado este momento durante todo el fin de semana. Yo estaba tan metida en el beso que cuando quitó los labios fue como si me arrancaran de mi sueño.
Debo de irme. Paro te veo a la hora que sales.-
Echó a correr y me preparé para otras cuantas horas de impaciencia.
Caminamos hasta su casa, y si dijimos más de diez palabras fue mucho. Las dos nos moríamos de los nervios, pero ninguna lo diría. A pesar de lo que había pasado el viernes en la escuela, sabíamos que estábamos a punto de vivir algo nuevo y diferente.
Su casa era bonita, pero estaba decorada de una forma muy rara, demasiado color rojo, pero era la tendencia entonces. Al llegar y cerrar la puerta tras nosotras nos quedamos de pie mirándonos un rato, sin decir nada. Yo sentía claramente como la sangre se agolpaba en mis mejillas, era como inflar un globo sin pensar que podía reventar.
¿Quieres tomar algo?
Sí gracias.
Después te puedo mostrar mi cuarto.
Su cuarto resultó ser muy bonito, el típico cuarto de adolescente, de ese entonces claro. Nos sentamos en la cama y aunque parezca raro, debimos estar platicando como una hora, y sin tocarnos. Pero de pronto Paulina se acercó a mí, pasó su mano por detrás de mi espalda y se recargo en la cama, de forma que quedó medio acostada, pero no del todo. Ahora fui yo la que puse los labios sobre los suyos, que de inmediato reaccionaron y parecían devorarme. La piel fría que bese en la escuela, ahora ardía como brazas.
Su mano rodeo mi cintura y empezó a recorrer mi cuerpo; pronto llegó a mis piernas y empezó a recorrer mi falda en busca de su fin, para poder tocar mi piel. Yo por mi parte puse mi manecita en su cara y empecé a recorrerla desde la base del cuello hasta su frente. Metí mi mano entre sus cabellos suaves y brillantes, y la tomé por la nuca para tenerla más cerca; justo como Cristian hacía con migo.
Nos separamos y nuestros corazones parecían estallar, sentía mi pulso en mis propios oídos, fue un momento alucinante. Pero ella era otra persona, su expresión era de deseo, amor e impaciencia, me tomó por los hombros y me tiró en la cama, de una forma dura, pero muy rica, sin pasar un límite. Empezó a besar mi cara y mi cuello. Su lengua empezó a recorrer mis labios hasta entrar en ellos de nuevo. Sus manos sacaron mi blusa de la falda y empezó a frotarme el abdomen y los pechos cada vez más arriba. Yo estiré las manos y me sacó la blusa. Ahora me empezó a besar todo el cuerpo, besos cortos pero suaves, que me hacían sentir la humedad de sus labios en cualquier parte que los ponía.
Levantó mi corpiño y mis pequeños pechos brotaron, que aunque daban señales de crecimiento aun eran pequeños. Los lamió como si fuera la única vez que pudiera hacerlo, besó mi abdomen, me bajó la falda y me sacó los zapatos; estaba en ropa interior ante ella. Paulina se arrodilló en la cama y se quitó la blusa, sus pezones rozados y erectos se transparentaban por el sostén; luego se sentó y le ayude a quitarse la falda y los zapatos.
Te ves preciosa Karen.
Y tú.
Entrelazamos nuestras piernas y nos abrazamos. Nos reímos un rato, realmente de felicidad de estar juntas. Nos besamos, yo empecé a besar, soplar y chupar debajo de sus orejas, pues así lo hacía mi tío y me encantaba. A ella la enloquecí, pero me correspondió poniendo la mano sobre mis bragas y comenzado a frotar mi rajita virgen. Ahora fue ella quien se tiró de espaldas en la cama, se quito el sostén y yo el corpiño. Me recosté sobre ella y nuestros pechos se movían en pequeños círculos, mientras ella me guiaba poniendo sus manos en mis nalgas.
Yo comencé a bajar y comencé a lamer sus pechos de inmediato, que rico sabían, creo que era el sudor en mi boca, o tal vez el suyo, pero me encantó; no pude resistirme y los mordí.
Hay Karen, te adoro.
Yo no respondí pues quería seguir chupando como si fuera una bebe. Sus manos abrieron mis piernas y esta vez se metieron incluso dentro de mis bragas, el masaje sobre mi rajita fue fácil, pues me encontraba muy húmeda, su dedo invadió mis labios externos; yo dejé de chupar y me abracé a ella, pues la sensación más hermosa que había tenido en mi vida estaba a punto de llegar, de la mano de mi amigas Paulina: Un orgasmo.
Que increíble era lo que me estaba pasando, me aferre a su cuerpo con más fuerza y mis dedos rozaron el resorte de sus bragas, empecé a recorrer todo su contorno, pasando mis deditos por las caderas de paulina, quien tenía la boca entre abierta y gemía bajo y rítmicamente; todo mientras su dedo continuaba causando una revolución en mi cuerpo. Mis dedos bajaron al contorno de sus piernas y de ahí al triángulo que las bragas dibujaban en su cuerpo.
Quiétamelas.- Dijo Paulina mientras se tiraba de espaldas y se recargaba un poco en la cabecera.- Quiero sentir tus dedos en mí, Amor.- Yo me levanté y le bajé las bragas, su cuerpo olía de una forma muy extraña, pero rico y atrayente. De pronto una idea llegó a mi cabeza tan intempestivamente que no pude rechazarla. Yo le iba a hacer a Paulina lo que a mi hermano y a mi tío le encantaba hacerme.
Guiada por su aroma, tan rico, me dirigí a la fuente. Mi cara y mi boquita se acercaron lentamente al punto de unión de sus piernas, empecé a besarlas. Paulina abrió los ojos sorprendida, puso sus manos en los costados de mi cara y me empezó a acariciar.
Mi cara llegó al fin de su camino, su vagina rica, húmeda, y llena de bello estaba tan cerca de mí que sólo tuve que sacar la lengua para probar su humedad por primera vez. Lo gemidos de Paulina salieron de inmediato, y aumentaron de volumen conforme mi lengua ponía más presión sobre ella. En un par de minutos la estaba devorando, ella chorreaba, y yo tenía la cara empapada de ella. Me tomó las manos y me las puso sobre sus pechos, y los comencé a estrujar de inmediato. Ella no dejaba de gemir y mover las caderas intensamente.
Quité una mano de su pecho y me aventure a internar dos de mis dedos en su rajita, la cual se abrió generosa a ellos, se empezó a mover como mi mamá cuando mi tío le hacía el amor; yo sólo deje mis dedos en una posición y ella se los metía y sacaba con sus movimientos. Pronto empezó a gritar más duro y su vagina y mi boca se inundaron de jugos; apretó mi cabeza contra su cuerpo durante todo el tiempo que duro su orgasmo.
Esa vez con Paulina fue increíble, me encanto que nos descubriéramos de esa forma, lamente que tuviera que regresar a casa a tan temprana hora; claro que ella me acompaño, y arriesgándonos mucho, nos despedimos dándonos un beso en la boca.
En mi casa las cosas siguieron igual unos meses más, yo ya tenía como once años y medio, los baños con mi tío, darle sexo oral a él y a mí hermano ya eran algo más que común. Pero un fin de semana mi mamá salió de viaje para ver a una tía suya que estaba muy enferma; esta tía no era familiar de mi tío. Mi mamá deseaba llevarnos con ella, pero el dinero no le alcanzaba para el viaje. Mi tío habló con ella y le dijo que no había problema en que me dejara y que fueran ella y Marcelo; pero mi mamá decidió dejarnos a los dos.
Mi tío habló conmigo y me dijo que me tenía preparada una sorpresa; claro que él no podía dármela, a menos que estuviéramos solos. Así que me di a la labor de convencer a mi mamá de que se llevara a Marcelo; claro que mi tío me estaba aconsejando. Empezamos con el argumento de que el viaje era peligroso y no queríamos que se fuera sola.
Mi mamá no quería aceptar, incluso yo empecé a temer que mi mamá sospechara algo. Pronto descubrimos que el problema de mi mamá no era la desconfianza en mi tío, sino en mí; ella temía que si me dejaba sola yo me portaría muy mal y haría pasar un mal fin de semana a mi tío. El habló con mi mamá, y como seguramente lo hizo en la cama después del sexo, no le costó mucho trabajo convencerla de que no tenía ningún problema en que me quedara.
Yo obviamente sabía cual era mi sorpresa, pero me moría de nervios, era lo que llevaba esperando por meses, pero estaba aterrada. Mi tío nos llevó a la estación y ahí dejamos a mi mamá y a Marcelo. De regreso mi tío me llevó a comer y después fuimos a pasear. Cuando llegamos a la casa nos bañamos. El me desnudo y me talló con una esponja, todo mientras me besaba y recorría mi cuerpo con esos labios que yo ya conocía muy bien.
Me sacó de la regadera y me secó muy metódicamente; cada rincón de mi cuerpo, mientras lo besaba y lo recorría con sus manos. De una bolsa sacó ropa interior nueva para mí; toda era completamente blanca. Unas bragas de encaje y un corpiño, además un camisón de tirantes delgados y cortos. Me cepilló y me peino poniendo dos moños también blancos en mi pelo. Me pinto los labios de un color rosa muy suave.
Te ves hermosa Karen.
Gracias tío.
Tan pura y tan deseable. ¿Sabes lo que vamos a hacer?
Sí bueno, creo que sí.
¿Quieres hacerlo?
Sí.
El blanco es el color de la pureza, perfecto para que te conviertas en mujer, nenita mía.
Se inclino y me besó en los labios, yo le correspondí; y al aproximarnos, noté que su corazón latía casi tan rápido como el mío. Me tomó de la mano y entramos a su recamara, la cual estaba medio oscura con dos velas encendidas y una lámpara con un foco muy tenue.
Cristian me tomó en sus brazos y nos besamos de nuevo, luego me recostó suavemente en su cama. Se quitó la bata y quedó completamente desnudo ante mí. Su pene poderoso y viril como siempre apuntaba directo a mí, impaciente como su poseedor. Yo doblé las piernas de lado y me senté en la cama, a la espera de lo que hacía él. Tomó su falo y empezó a masturbarse frente a mí recorriéndome con la vista, sin que un solo centímetro de mi cuerpecito se le escapara.
Me encantas pequeña. Apenas puedo creer que estoy apunto de hacerte mía.
Su pene no dejaba de crecer, ni su mano de masajearlo lentamente. Subió a la cama y se sentó junto a mí, alejó de mi cara un mechón de mi cabello rubio, y con el mismo movimiento recostó mi cabeza sobre la almohada. Quedé de espaldas y pronto él se puso sobre mí con mi torso entre sus piernas, como si estuviera arrodillado. Su pene me rozaba la barbilla. Como ya nos conocíamos muy bien le vasto con una mirada para indicarme que quería que lo masturbara.
Con una de mis manos tomé su verga y empecé a moverla lentamente, con la otra tomé sus testículos y empecé a frotarlos lentamente. Cristian cerró los ojos y se abandono a mis atenciones; empezó a soltar pequeños gemidos de placer y después de un par de minutos se hizo un poco hacía adelante; de inmediato lo entendí. Levanté mi cabeza un poco y alcancé su glande sólo con la punta de mi lengua, pues quería gozarlo; era la primera vez que no teníamos prisa. Alejé mi lengua y un hilo de líquido colgó entre la punta de su pene y la punta mi lengua. Mi boca regresó a él, pero esta vez para absorber todo su glande y empezar a frotar en círculos con mi lengua; siempre sin dejar de masturbarlo y sobar sus testículos.
Él, impaciente, empezó a balancearse sobre mí metiendo cada vez más su verga en mi boquita; y sin darme cuenta cómo, por primera vez pude tragar más de la mitad del pene de mi tío; aunque claro, no me entró toda. Le di sexo oral por unos cinco minuto, hasta que el empezó a retirarse, seguramente porque no quería eyacular tan rápido. Mi boca estaba completamente inundada de su sabor, cada parte de ella; y me encantaba.
Esta vez fue él quien se tiró de espaldas en la cama. Me tomó con sus manos, las cuales casi rodeaban toda mi cintura; me levantó y me sentó sobre él, justo sobre su pene, el cual ponía una tremenda presión en mí, empezó a mover mi cadera, y yo seguí el ritmo, era como masturbarlo, pero de otro modo.
Dime qué eres de mí nenita.
Tu sobrina.
¿Y qué edad tienes pequeña?
Once.
Me encanta que lo digas nenita.
Tomó mi camisón desde abajo y lentamente lo fue sacando de mi cuerpo. Levanté mis brazos y la tela rozó todo mi cuerpo, al igual que sus manos. Se levantó y me besó de nuevo, era como si nunca se saciara de mi piel, como si le encantara el sabor o el contacto. Me desabrochó el corpiño, pero no me lo quitó. Comenzó a pellizcar mis pezones con sus dedos pulgares e índices, luego bajó una mano y tomó mis nalgas con fuerza para devolverme la cadencia que yo había perdido por el placer.
Era increíble estar a disposición de mi tío ser suya y dejarlo hacer lo que deseara, porque todo lo que hacía, para mí era placer y todo me agradaba. Me tiró en la cama, terminó de sacar mi corpiño y se agachó para besar pis pechos y mis pezones, mis pechos eran apenas una protuberancias tímidas, pero ya visibles y palpables, lo cual él estaba comprobando muy bien. Me besó y de un movimiento bajó hasta mi rajita y empezó a soplar aire caliente a través de mis bragas. Lamió mis piernas y me mordió muy quedito. También lamió mis bragas hasta empaparlas, con su saliva y con los jugos que comenzaban a salir. Levantó mis piernas hacia el techo y las juntó, me escupió sobre las bragas y puso su verga entre ellas. Empezó a moverse como si me penetrara, pero entre mis piernas, lo cual parecía volverlo loco.
De pronto se detuvo regresó a mi cara y me besó apasionadamente, metiendo su lengua hasta mi garganta; y yo lo más dentro que podía de su boca.
¿Estás lista Amor?
Sí.- dije o creo que lo suspiré, no lo recuerdo.
Sin quitar sus ojos de los míos me bajó las bragas y luego las sacó de mis pies. Metió su cara entre mis piernas y empezó a frotar su lengua en mi rajita; de inmediato la llenó toda de saliva, lo cual hizo todo más placentero. Calentó mi vagina e hizo que mis labios se abrieran un poco, luego hizo algo increíble que me llevó al clímax sin que aun me hiciera suya: Empezó a lamer como un loco, para después frotar su barbilla en mi rajita. Eso me puso tan caliente como nunca lo había estado; todo un mundo se abría ante mí, como mis piernas ante mi tío.
Se levantó y me sonrió tiernamente. Me tomó de las piernas y me jaló hacía él; levantó mis piernas y se metió entre ellas. El momento estaba llegando. Sentí la presión de su glande en mi vagina, la cual de inmediato empezó a ceder, era como si no le costara trabajo, o eso creía yo. No sentía dolor, sentí tan rico que creí que ya me había penetrado, pero no.
El dolor llegó de golpe, y de golpe empezó crecer. Conforme mi vagina se abría ante la verga de Cristian, el dolor incrementaba. Gemí y una lágrima se me escurrió por el ojo, pero como si fuera todo por arte de magia, cuando por fin estuvo todo dentro de mí, el dolor empezó a ceder, más lento, pero el placer crecía al mismo ritmo. Ya no era virgen, mi tío me lo hizo a mis once años. Se recostó sobre mí y empezó a envestirme como antes lo hacía con mis piernas, pero ahora dentro de mi cuerpo, estábamos unidos, y el placer no dejaba de crecer en mi; un orgasmo como nunca lo tuve me inundo; pero digo como nunca, no por el placer si no porque fue rápido y así de rápido se fue, dando paso a un rico placer pero no tan tremendo. Mi tío clavo su lengua en mi boca y nos fundimos en un tremendo beso. Se levantó y me envistió con más velocidad.
Abre la boquita nena.- Dijo entre jadeos y suspiros.
Sacó la verga de mi le dio dos jalones duros y chorros de esperma brotaron y cayeron sobre mi, sobre mi boca, mi cara y mi cuerpo. Él se desplomó sobre mí, tomó su semen con el dedo, y de su dedo yo lo chupe todo hasta que quedé limpia.
¿Te gustó nena?
Sí tío, pero sentí algo raro, creí que sería diferente.
Es la primera vez nena. La segunda será inolvidable, estarás más dispuesta.
¿De verdad tío?
Claro, el sexo es como cualquier cosa, es cuestión de desarrollar habilidad.- Me tomó entre sus brazos.- Veras que antes de que tu mamí regrese lo dominaras mucho más y te agradara mucho más. Mira.- Tomó mi mano y la puso en su verga que ya estaba totalmente erecta.- Pronto tendrás más, lo haremos todo el fin de semana. Veras que pronto estarás gozando todas esas poses en las que has visto a tu mamá.
En la noche nos bañamos de nuevo. Con una esponja removió la sangre seca, que si he de ser sincera no era mucha. Nos acostamos a dormir juntos, pero de inmediato el comenzó de juguetón, me quitó la ropa interior de inmediato. Nos besamos, nos dimos sexo oral al mismo tiempo. Una vez más me tomó por la cintura, pero esta vez presiono su verga tan rápido que creí que no me penetraría, pero lo hizo.
Ah! Tío.-
¿Te dolió?
No, me gusta.
Se quedó quieto y empezó a moverse lentamente, cada vez aumentando la velocidad, como era posible que mi cuerpecito pudiera absorber toda esa verga, que me volvía loca. Tomé sus brazos con las manos y lo jalé hacia mí. Sentía como la humedad chorreaba por mi vagina. Se empezó a mover en círculos, lo cual hizo mi placer indescriptible. Sentí como mi vagina se contrajo y presiono más su verga, creo que el lo sintió también pues empezó a gemir y a manosearme por todo el cuerpo.
Sí, tío no dejes de moverte así tío. ¡Hay hay hay¡
¿Qué era lo que sentía? Era un orgasmo o algo más rico y cautivador. Mi cuerpo no me respondía a mí, sino a los movimientos de ese cuerpo que no era el mió, pero que se adueñaba de mí. Yo sólo gemía del cansancio cuando el placer disminuyó, pero eso no era todo. Me tomó y me indicó como ponerme, era la pose en la que tantas noches había visto a mi mamá, pero ahora era yo la estelar, vi el biombo donde yo me ocultaba. Me puso en cuatro patas, y empezó a lamer mi vagina y mi ano, el cual casi penetra con su lengua. Tomó mis nalgas con las dos manos, y de inmediato sentí como su verga se puso en la entrada de mi rajita, el contacto era delicioso, el muy malvado, no me penetró; la puso ahí y empezó frotar, creo que desde esa segunda vez no puedo estar callada, siempre que lo hago gritó como loca.
Por fin me penetró, era delicioso, sobre todo que sus manos tuvieran prensadas mis nalgas, casi causándome dolor. Se empezó a recargas más en mi cuerpo, empujando más mi cara en la cama y empinando más mi culito, eso mejoro la posición y se tradujo en más placer.
¡Tío me encanta!
Ya se, eres igual de putita que tu mamí nena.- Se empezó a mover más rápido, sentía como sus huevo golpeaban mi colita.- ¿Te gusta así Karen?
Mucho tío. Me gus.. Hay sí, sí tío.
Me tomó por la cintura y se recargo todo en mí, mi cuerpo no aguantó y caí boca abajo en la cama, sin que él dejara de penetrarme, su cuerpo entero provocaba que su falo enorme se clavara más en mí. Ya no era más una niña, ahora estaba siendo cogida como toda una mujer, esto era delicioso, y ahora sabía que el sexo era bueno, ya no tendría más dudas. Y para confirmarlo llegó mi tercer orgasmo, este nació en mi ano y se expandió, mis pezones explotaban. Gemí, grite y mordí la almohada; creo que hasta patalee.
Levántate nena.
Yo sabía para que y así lo hice. Mi tío soltó chorros en mi boca, tanto que parecía que no se había venido antes, una gran cantidad de semen escurrió por las comisuras de mis labios y cayó en mi pecho. Esta vez mi tío lamió su propio semen de mi cuerpo. Nos besamos y me dormí abrazada a su cuerpo toda la noche. Saben, él tenía razón, el domingo antes de que mamá llegara ya lo había hecho nueve veces.
Les mando besos y les agradezco su tiempo. Mua.
Karen O.