La historia de mi vida (8)
Lo que sucedió conJaimito y Roberto (a) el Burro....
La historia de mi vida (8)
Aprovechando que estaban en mí recamara. Los acosté a los dos en mi cama. Y los empecé a desvestir. Jaime se me resistió un poco. Pero al fin lo convencí dándole un tremendo beso en la boca y metiéndole completamente mi lengua en la suya y jugueteando con la suya. Sentí que se calentó por el bulto que empezó a elevarse en su entrepierna. Al retirarle la última pieza que vestía, que era una especie de suspensorio deportivo. Como impulsado con un resorte se elevó a toda hasta su tremenda verga. No tan grande como la de Roberto, pero no les pedía nada a otras que había visto en las películas porno.
Con Roberto no tuve ningún problema, pues mientras estaba batallando con Jaime; él se retiró el bóxer que traía. Así los dos quedaron recostados en sus espaldas y con los pies tocando la alfombra. Me puse entre los dos y los empancé a masturbar muy lentamente. Utilicé mi saliva como lubricante para que mis manos pudieran resbalar mejor sobre esas dos vergas, tan magníficamente erectas que estaban.
Como yo estaba hincada y dándoles la espalda a su cara. Ellos se dedicaron a acariciarme mis nalgas. Roberto era el más atrevido, por eso fue el primero de juguetear con mi ano. Se ensalivó sus dedos y los empezó a meter uno por uno, después de hacer un lado la tanga que traía. Esto me calentó aun más. Entonces empecé, en forma alternada, a mamarles la cabeza de sus vergas. Después de las mamadas que les di. Observé sus vergas de mayor tamaño y saliéndoles líquido seminal. Con mi lengua les limpié el líquido a medida que iba saliendo. Me gustó como sabían los dos. Uno estaba más acido que otro. Esto hizo que tuviera una erección. Mi verga se puso también dura. Roberto lo notó y empezó a masturbarme. Pero de una manera que me estaba volviendo loca y casi me vengo en su mano.
Les dije que me iba a sentar en sus vergas. Que la primera sería la de Jaime, ya que era de menor tamaño y esto me prepararía para recibir la de Roberto. Le pedía al Burro que me mamara el fundillito mientras continuaba con la verga de Jaime en mi boca. Así lo hizo y en la forma en que lo hizo me di cuenta que era un experto, en esas artes de mamar el fundillo. Al principio me dio de lengüetazos, después empezó a meter la punta de su lengua y por último sentía casi toda su lengua dentro de mi ano. Luego la empezó a meter y sacar como si me estuviera cogiendo con ella. Con esto sentí que mi culo empezó abrirse y cerrarse rítmicamente. Se relajo mi fundillo poco a poco lo que permitió que a parte de su lengua me metiera dos dedos en mi culo y me masajeara mi próstata en forma divina. Que hizo que tuviera una violenta venida, con grandes espasmos en mi cuerpo y culo.
En lugar de bajarme la temperatura me subió al máximo. Estaba como olla a presión que casi explotaba. Así que con un movimiento rápido me monte sobre la verga de Jaimito y me la metí de un solo golpe hasta que su pubis tocara mi rodete anal. Fue una sensación de dolor intenso, que inmediatamente fue substituido por un placer indescriptible. Como estaba dándole la cara a Jaime pude ver que primero puso la cara de sorpresa, pero después cerró los ojos y empezó a gozar. Con cada movimientos que hacía de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo, con mis caderas, lanzaba quejidos, bufidos y me decía que era su mujer, su princesa. Supe que había empezado a aumentar su gozo cuando me dijo perra muévete, puta como vergas comete toda esta verga.
Así continúe, sintiendo como aquel trozo de carne abría mi fundillo al máximo. Por lo que empecé a contraerlo cuando iba saliendo la verga, de mi culito humillado, y lo aflojaba cuando iba entrando. Esto aumento mi placer al máximo y sentí como volvió a elevarse mi verga al máximo y logrando un grosor que nunca lo había visto (esas sensaciones fueron distintas a las que me hizo sentir Benjamín en su momento). Jaimito no pudo resistir más tiempo esa opresión y roce de su verga con mi fundillo. Y se vino con una abundante cantidad de leche que llenó mi intestino. Yo seguí moviendo mi cadera hasta que sentí que la verga de Jaimito se salió sola al terminar su erección. Mientras me estaba cogiendo Jaime, Roberto empezó a mamarme mi verga hasta que me hizo explotar antes de que eyaculara Jaime. Y entre mis espasmos, causados por mi eyaculación; pude ver a Roberto como se llenaba su boca con mi leche. Para después de que habíamos terminado Jaimito y yo. Él me la ofreció, dándome un beso. Con esto me pasó casi la totalidad del semen que me había mamado.
Todo estaba listo para el gran momento. Recibir en mi culo abierto el gran instrumento del Burro. Ya estaba dilatado mi ano, estaba lubricado con la abundante leche de Jaime. Así que me pidió que me colocara mi espalda en la cama y elevara mis piernas y las pusiera en sus hombros. Con su manos, con las dos, volvió a dilatarme mi ano, metiendo cuatro dedos de cada mano hasta que sus pulgares se detuvieron en la orilla de mi culito. Con la leche, que se habían llenado sus manos, se lubricó su monstruo. Me pidió que diera una inspiración profunda y que la fuera soltando poco a poco mientras fuera metiendo su instrumento en mi culo. Con mis dos manos traté de abrir lo más posible mis nalgas para ofrecer mi culito completamente abierto.
El colocó su cabeza rozando mis arrugas de mi culo. Y empezó a darle, a su aparato sexual, un movimiento circular y pequeños empujoncitos para tratar de acomodar lo mejor posible su cabeza y empezar su introducción. Después de que quedó la cabeza acoplada a mi culo abierto procedió a dar pequeños empujones logrando con esto insértame parte de su cabeza en mi ano. Después muy despacio continuó su labor de introducción. Yo sentía como se dilataba mi ano hasta un máximo. Y cuando había metido casi completamente la cabeza yo sentía que me partía en dos. Su verga fue detenida por mis huesos de mi cadera. Eso hizo que se detuviera unos momentos. El dolor era intenso, pero con tal de que me metiera todo eso trozo de carne, no me quejaba. Únicamente dejaba escapar un que otro quejido. Lo que hacía que Roberto se detuviera y me preguntaba que si deseaba que continuara. Yo le contestaba únicamente con movimientos afirmativos de cabeza.
Continuó, con una maniobra, en la que movió su cabeza de tal forma que una de sus orillas pasó el hueso. Como si se hubiera enganchado y después se movió en sentido contrario logrando que pasara la otra orilla de su cabezota. Con esta maniobra pasó el último escoyo. Y pudo meter su tremenda verga en mis intestinos. Sentía que las paredes de mis intestinos quedaban como un guante cubriendo su verga. Todo esto fue con un intenso dolor que casi me hace perder el conocimiento. Pero yo únicamente me quejaba, pujaba y se me salían mis lágrimas. Jaimito, asustado me preguntaba si me sentía bien pues me veía pálida y sudorosa.
Ya cuando no sentí dolor. Entonces, Roberto, procedió a moverse muy lentamente. Entonces para mí empezó otro problema. No tenía sensaciones placenteras. Tenía unas sensaciones tremendas de evacuar mis intestinos. Pues tremendo monstruo confundía a mi cuerpo. Así que nos quedamos en esa posición por varios minutos. Después reinició a metérmela muy lentamente y sacarla en igual manera. Hasta que sentí como rozaba esa cabezota en mi próstata y empezaba a desencadenar sensaciones placenteras. Al principio fue como una leve brisa para después transformarse en un huracán. Grite, maldije, insulté a Roberto (con todos los insultos que se me venían a la cabeza). Hasta que tuve un mega orgasmo que hizo que me sintiera que estaba flotando, temblaba, tenía espasmos como convulsiones, hasta que mi cuerpo quedo hecho un guiñapo. Sin fuerzas a merced de los tremendos envites que me daba con la tranca, Roberto, metiendo y sacándome su verga de mi culo. Mezclándose con sangre las secreciones de mi intestino. Haciendo que la verga de Roberto se tornara con una coloración rojiza.
Roberto terminó con una tremenda venida. Rugió con tal fuerza que hizo que temblara la ventana de mi recamara. Yo en cambio sentí como aumentaba de tamaño ese instrumento y más me comprimía mi próstata.
Esa cogida la goce como una loca. Sentí todas las sensaciones que pudiera tener con una relación. Así continuamos enchufados hasta que poco a poco se fue saliendo solo. Cuando, Roberto, saco su tremenda verga de mi culo se dejó caer a un lado mío. Parecía un atleta que había corrido la maratón. Y Yo a su lado como un trapo. Ninguno de los dos podíamos movernos de lo agotados que estábamos. Así me quedé dormida con una sonrisa de satisfacción. Ya mañana sería otro día.
Esta historia continuará ..