La historia de mi vida (7)

Lo que paso despues de mi aventura con Benjamín

La Historia de mi vida (7):

Desperté muy entrada la mañana. Aun todavía no llegaba Benjamín. Así que decidí marcharme a mi casa. Para ello me tuve que vestir con mi disfraz de preparatoriano.

Durante un tiempo, Benjamín, estuvo llamando a la casa pero siempre me negué hablar con él. Entonces me enviaba regalos. Que iban desde dulces, chocolates y en una que otra ocasión lencería, pantimedias, tangas de hilo dental, zapatos. Los cuales recibía con gusto pues pensaba que me los merecía como una compensación por lo que me había hecho. Un día me envió una gran caja que casi no pesaba. Cuando la abrí cual sería mi sorpresa que traía una gran cantidad de premarin en ampolletas y una carta de Vanessa en la que me daba instrucciones para usarlas. Esa fue la última cosa que recibí de ellos. Jamás supe lo que fue de sus vidas.

Por lo tanto me dedique a mis estudios. Y en mis ratos libres me vestía con mi lencería nueva. También, compré un nuevo dildo; de aspecto muy natural, de grandes dimensiones. Pues medía de largo 12 pulgadas y de grueso 3 pulgadas. Tenía a demás tremenda cabeza. Lo bautice con el nombre de Goliat. Tarde en estrenarlo ya que por múltiples causas nuca me quedaba solo en casa.

Pero un día hubo oportunidad. Mi padre se llevó a mi madre aun viaje de negocios y tardaría aproximadamente 10 días en regresar y en mi escuela hubo 6 días de asueto. Así que vi mi oportunidad para hacer todo lo que yo quería. Y claro, lo que más quería era meterme en mi colita a mi Goliat.

El día que salieron mis padres; me di un largo baño de tina a la que le puse sales aromáticas. Al salir me depilé con un rastrillo todo el cuerpo. Esto me hizo sentir tan cachonda que antes de terminar ya llevaba dos pajas hechas. Después me apliqué abundante crema hidratante. Después me pinte mis uñas de las manos y pies de un color rojo intenso. Me puse un baby doll transparente de color rojo, medias rojas con elástico a nivel de los muslos y unas sandalias doradas con una plataforma transparente con 15 cm. de tacón. Toda la tarde la pase viendo mis DVDs de mis artistas preferidas.

Cuando ya estaba muy caliente y casi a punto de venirme. Fui por mi Goliat. Lo coloqué en un banco del bar y lo fije con la ventosa que tenía. Al verlo empecé a sentir cosquillas en mi culito y una necesidad de tenerlo adentro que me puso más cachonda. Entonces le empecé a pasar mi lengua por toda su extensión, a darle de besos y por más que trate de meterlo en mi boca, lo único que conseguí es que la cabeza apenas entrara en la misma. Mientras hacía esto con otra mano me acariciaba y untaba mi fundillo con lubricante especial para penetraciones anales.

Después de meter varios dedos en mi culo y sentirlo relajado decidí probar con Goliat, a este lo embadurne todo el lubricante que pude. Me paré sobre el banco y sentí que la cabeza, de mi Goliat, me rozaba las arrugas de mi culito. Y este en forma instintiva se abría y se cerraba. Así que hice una inspiración profunda, tomé mis cachetes de mis nalgas y las separé con mis manos y empecé a sentarme. Al principio mi ojete se negada a recibir tamaña cosa. Pero después de varios intentos logré pasar el primer esfínter, no sin antes lanzar un estridente grito de dolor. Así me quedé por algún momento, mientras pasaba el dolor, y luego intente meterlo más. El dolor impidió lograr mi objetivo.

Le puse más lubricante a Goliat y a mi culito. A este último lo volví a dilatar con mis cuatro dedos de mi mano derecha. Cuando me sentí satisfecha, procedí nuevamente a intentar meterlo. Ahora con más ganas quería recibirlo todo. Volví a sentarme sobre esa cabeza, de Goliat, y separé mis nalgas para dejar más al descubierto mi culito. Y poco a poco fui sintiendo como iba abriendo mis carnes. Paso el primer esfínter, ahora con menor dolor; pero donde volví a detenerse fue en el segundo esfínter. Pues había dolor y una fuerza que se oponía a ser penetrada.

No desistí. Así me quedé por un tiempo. Luego fui sentándome poco a poco sobre Goliat; empecé a sentir como se desgarraba mi culo pero aun así continué y después de un dolor intenso, mayor que el anterior, pudo penetrar la cabeza completamente. Entonces empecé a sentir muchas ganas de evacuar, era la respuesta de mi recto al ser invadido por tremendo instrumento. Me quede sin moverme y respirando muy profundo hasta que todo pasó. Continué con la introducción poco a poco hasta sentir lo frío del banco en mis nalgas. Me detuve un momento ya que continuaban, pero con mayor intensidad, las ganas de evacuar.

Al pasar de esas ganas. Empecé un movimiento de abajo hacia arriba y de arriba abajo. Muy lentos. Al principio la sensación fue muy ambigua. Sentía dolor, cierto placer y ganas de evacuar el intestino. Pero no ese placer tan intenso que ya había sentido. Entonces inicié un movimiento combinado hacia arriba y hacia abajo y también hacia adelante y hacia atrás. Con esto logré estimular mi próstata al máximo y tuve una abundante venida de leche viscosa y un orgasmo prolongado que me hizo temblar por dentro y casi caerme al sentir muy débil mis piernas. Entonces me senté y me quedé con el dildo clavado hasta sus pelotas. Poco a poco me lo fui sacando hasta quedar libre, por completo, de él. Al verlo tan parado e imponente me lo comí a besos y lo limpie a lengüetazos.

Limpié todo y me dispuse a cenar para reponer energías. A pesar de todo me sentía sola. Así que dejé la cocina como la había encontrado y me dispuse a dormir. Por la mañana, me despertó el timbre de la puerta que sonaba muy insistentemente. Me levante y nada más me puse una camiseta deportiva y un pantalón y unos zapatos deportivos y abrí. Cuál sería mi sorpresa que era Jaime y venía acompañado por otra persona. Me dijo que era Roberto. Era un muchacho, delgado pero musculoso, más alto que los dos y más bien feo.

Pasaron a la casa. Y los invite a desayunar. Les hice el desayuno ya que el par de inútiles ni eso sabía hacer. Al sentarnos los tres. Jaime inició la plática diciendo que Roberto era un compañero de un intercambio escolar y que iba estar por 3 meses. Platicamos de distintas cosas, cuando pasamos a la sala. Primero de nuestros gustos, artistas preferidos, etc. Llegamos a los apodos que nos decíamos. Jaime dijo que a él le decían pocas pulgas, porque fácilmente montaba en cólera. Yo les dije que a mí no me decían un apodo en especial, pero Jaime me sacó de mi error al decirme que me decía el enfermo renal, por aquello de estar re-nalgón. Entonces le dije que a él le decíamos el semen porque o salía con una mamada o con alguna jalada. Esto lo molestó, pero Roberto nos dijo que calmados. Que a él le decían el burro y que no era precisamente por tener malas notas en la escuela. Y si quería nos demostraba el porqué.

Le dijimos que no le creíamos. Que haber si lo podría demostrar. Entonces se baja los pantalones y deja salir tremendo instrumento. Se veía más monstruoso debido a que estaba circuncidado y lo recorrían unas venas del calibre de mi dedo meñique. Se lo empezó a acariciar con las dos manos ya que con una no le alcanzaba. Si hubiera estado mi Goliat se hubiera ido por vergüenza. Mientras, Roberto, se lo ponía erecto; yo me quedé fijamente observándolo y en forma instintiva me saboreé. Esto lo noto Jaime y empezó a burlarse de mí. Pero Roberto muy serio me dijo que si lo quería tocar podía hacerlo. Se me hizo tarde para tocarlo, acariciarlo y empezar a masturbarlo. Jaime me dijo que estás loco. Le respondí que no estaba loco, que estaba loca. Todo paso tan rápido, que al darme cuenta de mis acciones estas ya no las podía echar para atrás. Así que me dispuse a responder por estos actos.

Les dije que era algo que no podía reprimirlo. Que me gustaba vestirme de mujer y sentir una buena verga en mi culo. Que lo había descubierto cuando habíamos visto esas películas de transexuales en la casa de Jaime hacía varios meses. Que por más esfuerzos había hecho no había logrado quitarme eso de la cabeza.

Nunca supe porque había actuado así. Si fue por haber estado tanto tiempo en ayuno, o por haber tenido esa noche tan tremenda. No se pero lo confesé en ese instante y parecería como si me hubiera quitado un peso de encima.

Luego subimos a mi habitación y les mostré toda mi ropa, mis zapatos, mi maquillaje y mi peluca. Me reí a carcajadas al ver su cara de sorpresa y lo más chistoso era que Roberto aun traía su verga de fuera. Después de haber pasado la sorpresa les dije que si aprovechábamos este tiempo de receso para pasarla bien. Ellos serían mis hombres y yo su mujer. El que respondió inmediatamente fue Roberto, dijo que sí. A Jaime lo vi más desconcertado, incluso con ganas de salir corriendo. Entonces le dije; mira Jaime conmigo vas a tener a la mejor amante y sin reclamos ni peligro de embarazos y ni que te niegue que me la metas por el fundillo. Te conviene. Prueba y si no te gusta nos dejas a Roberto y a mi gozar. Nada más mucha discreción. Que todo lo que ha sucedido o suceda no deberá salir de esta casa.

Me dijo que él no podría verme nunca como una mujer. Entonces le dije que esperar un poco. Me di un duchazo. Me vestí con la misma minifalda y la misma blusa con la que había ido a la fiesta con Benjamín. Me maquillé y me puse mi peluca, las sandalias de plataforma. Me vi por última vez en el espejo, gustándome lo que reflejaba: toda una mujer con un culo de antología. Y salí del baño para que los dos me vieran. Se quedaron boquiabiertos y me dijeron que hermosa estaba. Esto convenció a Jaime