La historia de la cantante una dama y su poeta III

Justo cuando más estaba disfrutando el fabuloso tamal, de pronto sentí un estruendo terrible. Al levantar la vista lo primero que vieron mis ojos fue una persona volando como si fuera un muñeco, un auto y una motocicleta pequeña haciendo añicos.

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Luego de una  obligada siesta y una ducha, puse la ropa en el clóset de la habitación y volví a la cama.

MÉDICOS SIN FRONTERAS. Esta era mi respuesta, por esto había venido. Este había sido siempre mi sueño, trabajar en una organización internacional humanitaria. Miré la hora y eran las 8 de la noche.  No había comido nada, el estómago me sonaba, pero preferí quedarme en la habitación a la espera del nuevo día para recorrer el pueblo, caminar y quizá encontrar un lugar donde tener algunas comidas decentes.

Un reflejo de dolor en la espalda me despertó esa primera mañana. Maldito colchón!!! La sensación del vacío en el estómago se hizo más evidente. Con ambos, hambre y dolor de espalda, fui a la ducha y salí de ella. El ánimo de vestir algo decente se me pasó rápidamente, solamente me puse un jean, una camiseta, los tenis viejos de siempre, los que solía usar en las largas jornadas de trabajo en el hospital en Tailandia. Como extrañaba mis chicos y mis chicas!! Había hecho una vida en corto tiempo, incluso el idioma me salía perfecto, hasta me sentía extraña hablando de nuevo español.

Pero ya estaba hecho!!! Eso fue lo que me dije cuando daba los primeros pasos caminando hacia el parque. De nuevo la pregunta ¿Ahora que? PUES COMER!! Eso fue lo que respondió el estómago.

  • Eso de allí es un tamal, verdad? - La amable sonrisa de la señora se hizo más evidente con el acento foráneo de mi español.

  • Si, los tengo de carne, de pollo, o de cinco carnitas. - Pero mas divertido me pareció el acento suyo.

  • Deme uno, y una Coca-Cola. - Maldición, la Coca-Cola era un veneno, a nadie se lo recomendaba, y sin embargo, habían unas cosas que no  podía comerse con un simple jugo. Además hacia muchísimo calor!!

  • Usted no es que por aquí, verdad? - No había que ser un genio para darse cuenta.

  • Pues no de acá... - Respondí recibiendo el envuelto en hojas que incluso desde lejos olía rico. Ese tipo de cosas, los sonidos, los olores, los colores de un lugar siempre me parecía como un tipo de bienvenida, la manera en que un lugar te dice "que bueno que estas aquí", lo había experimentado en Tailandia y ahora acá. Luego de pagar busqué asiento en cerca a una de las mesas que daba cerca al parque.

Justo cuando más estaba disfrutando el fabuloso tamal, de pronto sentí un estruendo terrible. Al levantar la vista lo primero que vieron mis ojos fue una persona volando como si fuera un muñeco, un auto y una motocicleta pequeña haciendo añicos.

Mi instinto me hizo reaccionar de inmediato poniéndome de pié. Mientras los gritos de la gente alarmada por el accidente apenas se escuchaban, yo ya estaba corriendo a la escena. El muñeco volador que yo había visto era una chica, por cierto muy bonita, la sangre comenzaba a correr por su cabeza, estaba inconsciente. La gente comenzó a abarrotarse.

  • Todo el mundo a un lado! - Dije con autoridad tratando de apartar a todo el mundo. - Soy medico, dejen pasar el aire!!!. - La chica aun respiraba. Valoré su pulso y procuré estabilizar su cuerpo lo mejor que pude. Noté la forma irregular de su pierna y los raspones de sus brazos. Hice lo mejor que pude con la fractura en la pierna mientras escuchaba a la gente escandalizada por la sangre.

  • Que paso acá? - Un agente de policía hizo presencia, luego le acompañaron otros más. - Hay que llevar a la chica al hospital!! - De pronto los agentes se dispusieron a intentar levantar a la chica, cosa que evité urgentemente.

  • Están locos?? -  Protesté alarmada. - Soy medico!! Puede tener una lesión en la columna!!

  • Mejor que se quede inválida a que se muera. - Respondió el policía literalmente haciéndome a un lado.

  • NOOO!!! - Le devolví el empujón, luego me incliné para intentar inmovilizar el cuello de la chica. - Intenten elevarle el cuerpo en línea recta mientras yo sostengo el cuello y la cabeza. - El policía pareció un poco intimidado por mi reacción y pidió a sus compañeros que elevaran el cuerpo de la chica.

Luego de lograr mi cometido logrando que los agentes no terminaran de empeorar el estado de la chica, la transportamos en la parte de atrás de la camioneta policial. Durante todo el recorrido logre mantener estable su cuello hasta llegar a la clínica. Yo esperaba algún tipo de preparación, es decir, que quizá el policía hubiera llamado a alguien en la sala de urgencias, pero no, fue uno de los agentes el que tuvo que ir por una camilla para llevar a la chica.

No hubo nadie que recibiera a la paciente, incluso por el contrario, había tranquilidad. ¿Qué clase de servicio de salud era esto? Hasta en Tailandia en las partes más remotas los médicos se alarmaban cuando llegaba un accidentado.

  • Hay!!! ayuda!! - Grité con todas mis fuerzas, veía que a la chica le costaba respirar y estaba cada vez más pálida. De pronto un medico vino a nuestro encuentro. - Paciente de accidente automovilístico, veinte años, respiración estable hasta hace 3 minutos, 15 minutos de inconciencia desde que ocurrió el accidente, fractura cerrada de pierna izquierda y laceraciones varias. - Entendiendo mi lenguaje, el medico observó la manera en que estabilizaba el cuello de la paciente y me permitió continuar hasta la sala de urgencias.

  • Usted es medico? - Asentí mientras rompía el pantalón de la paciente para exponer la fractura. - Tome esto. - Recibí el estetoscopio y me dedique a auscultar el pecho de la paciente mientras el medico la conectaba a los aparatos. Prontamente comenzaron a llegar las enfermeras y otros pacientes. - Creo que ya no es necesaria su ayuda, debe retirarse de la sala.

  • Muy bien... - Salí de allí al menos con el alivio de que por lo menos la paciente estaba viva. Eso había sido intenso. Justo en ese momento caí en cuenta de que esa chica estaba sola, de que quizá nadie sabía que había tenido un accidente y permanecí afuera de la sala de urgencias.

Pasaron algunos minutos, muchos a decir verdad, y el medico salió de la sala. Parecía estar buscando a alguien.

  • Su nombre es...? - Dijo con sonrisa amable extendiendo su mano. Por un momento no supe como obrar, el tailandés no saludaba de ese modo. Luego recordé que este saludo era el colombiano, el normal.

  • Estefanía del Castillo. - Dije respondiendo el saludo.

  • Doctora? - Dijo como examinándome. - Manuel Gómez. - Dijo.

  • Así es... Manuel. - Sonreí. El tipo era bastante amable.

  • Yo soy el jefe de urgencias de este hospital, y.... - Dudo un segundo antes de preguntar. - Próximamente vendrá a trabajar con nosotros una especialista en traumas con ese mismo apellido, no será usted?

  • Creo que si... - Dije encogiéndome de hombros.

  • Cree? - Dijo con una sonrisa.

  • Acabo de llegar al pueblo apenas, y vi este accidente, ya sabe... - Intenté salir bien librada de la pregunta.

  • Bueno, espero verla el día de su comienzo de labores, si se trata de usted. - Dio una revisada a las hojas que parecían ser la historia clínica de la paciente. - En cuanto a la chica, tengo que decirle que si usted no hubiera estabilizado el cuello de la paciente, hubiera quedado parapléjica.

  • Lo sabía... - Dije con una sonrisa. - No imagina la manera en que los policías querían transportar a la chica.

  • No hay que culparlos, el déficit de ambulancias hace que ellos carguen con una responsabilidad que debería ser del servicio de emergencias, pero no podemos contar con eso acá. - Dijo el colega con algo de frustración.

  • Es una pena... Y como está la chica?

  • Deberá ser remitida a una clínica mas especializada, acá no podemos hacer mucho por ella mas que estabilizarla para ser transportada a la capital. - La frustración del hombre se hizo más evidente. - Por ahora está despierta y está siendo monitorizada.

  • Y sus familiares? - Repliqué.

  • Ya los llamamos.

  • Bien, entonces creo que ya hice lo que debía hacer, es tiempo de que me vaya. - Justo en ese momento recordé mi tamal.

  • Muy bien, hasta otra ocasión. - De nuevo con una sonrisa amable el que potencialmente seria mi colega en ese hospital se despidió y volvió a la sala de urgencias. De nuevo, surgió la pregunta ¿Y ahora que?.

De algún modo me las arreglé para volver al puesto donde la misma señora hacia un par de horas antes me había vendido el fabuloso tamal que había dejado tirado y que por supuesto, no apareció por ningún lado.

  • Otro tamal doctora? -Dijo la misma señora del puesto cuando me vio llegar.

  • Si, eso creo. - De nuevo pagué de nuevo el valor y me senté con la esperanza de poder comer tranquilamente sin ningún nuevo incidente.

Ese día me dediqué a recorrer el pueblo eso si, después de alquilar una motocicleta por poco dinero. Vaya manera la que tenía la gente de hacer dinero, y no era cosa solamente de este pueblo, en Tailandia la gente conseguía el dinero de las maneras mas insospechadas. Bien lo decía mi padre, que el dinero estaba hecho y que solo había que ir por el. Dejando a un lado mis pensamientos y ya en la motocicleta me di a la tarea de conducir por el pueblo. Identifiqué lugares clave, por ejemplo, la estación de policía, la alcaldía, la iglesia, el mercado, carreteras de acceso, incluso, aproveché para seguir conociendo la gastronomía del lugar. También pasé por el hospital nuevamente y tuve la oportunidad de preguntar por el estado de la paciente que había ayudado más temprano. Para mi sorpresa encontré a los padres de la chica quienes me agradecieron por haberla auxiliado, desde luego, yo solo argumenté que ese era mi trabajo.

Al final de día estaba tan cansada y tan azorada por el calor que busqué refugio en mi habitación muy temprano, eso si, asegurándome de traer una que otra delicia de las que había comprado en mis recorridos. - Engordaré... - Dije mientras comía y buscaba en mi iPod uno que otro tema para acompañar la cena. Y Coca-Cola. Que tenia la Coca-Cola de este lugar? Sabía demasiado bien.

Ese primer día estuvo perfecto, pero para el segundo toda la novedad se había ido. De pronto mi visión de turista mutó a la de observadora crítica. Supe por ejemplo, que la señora que me había vendido los tamales el día anterior había enfermado, que el que me había alquilado la motocicleta era un chico que trabajaba solo desde los 15 años, que el hospital no tenia ambulancias, que el alcalde del pueblo se robaba todo el dinero y que tenia varias casa incluyendo una en la capital con el dinero que el gobierno le daba a la población. Era por eso que varias de las carreteras estaban sin asfalto, y desde luego, el mismo motivo iba para la falta de un buen sistema de salud. Para acabar de ajustar, y según la información de algunos de los lugareños, algunos terroristas de vez en cuando pasaban por el parque del pueblo en largas travesías buscando que comer, desde luego sin pagar. La intuición me decía que mi existencia no iba a ser pacifica en ese lugar.

Al tercer día de estar allí, afortunadamente, el jefe de la misión médica me contactó. Era hora de entrar en acción. La verdad nunca había trabajado en algo como eso y esperaba casi cualquier cosa, desde luego, dentro de ciertos intervalos de normalidad de lo que se consideraba "cualquier cosa". El tipo que me contactó parecía tener acento extranjero, posiblemente americano y sus indicaciones fueron increíblemente ambiguas "vas a conocer al equipo y al trabajo". Siendo fiel a las demás instrucciones, al cuarto día esperé muy temprano la llegada del auto de la misión. Cerca de las seis de la mañana vi venir un viejo y sucio campero.

  • Estefanía del Castillo? - Preguntó un tipo asomándose por la ventanilla. Asentí un poco insegura. - Médicos sin fronteras, vamos! - Alguien abrió la puerta de atrás del campero. Yo me quedé ahí unos segundos aun dudando puesto que no había ningún aviso, ni siquiera de la cruz roja internacional.

Que tal todos? - Mi jodido acento tailandés mezclado con español salió cuando mas necesitaba que fuera neutral. Tres tipos y una mujer estaban ahí conmigo y me miraron como si yo fuera de las que finge el acento. Uno de los médicos me extendió la mano.

George Gómez. - Tuve que aguantarme una risita interna. El tipo tenía demasiado aspecto americano para tener una mixtura de nombres como esa. Yo y mis pensamientos fabulosos en los mejores momentos. PFFFFF.

Mucho gusto... - Respondí el apretón de mano tratando de sostenerme del asiento maltrecho que aguantaba mi trasero.

Ellos son Martha, Andrés, y Oscar, todos cirujanos, especialistas en trauma y cardióloga, cirujano plástico y ortopedista. - George explico rápidamente mientras yo intentaba grabarme al mismo tiempo la información. - Chicos, ella es cirujana, neumóloga y especialista en trauma.- Todos saludaron con un "hola" apresurado y me extendieron la mano. Mientras yo respondía los saludos. - Vamos a conocer ahora el trabajo. Misael, más rápido!! - El auto de pronto comenzó a sacudirse con más violencia haciéndonos mover como si fuéramos muñecos de trapo.

Luego de casi media hora sacudiéndonos en el interior del auto, finalmente llegamos a nuestro destino, cualesquiera que fueran. Al bajar me di cuenta de que estábamos literalmente rodeados de vegetación.

Es por acá. - Este era... el lugar de trabajo? Tragué fuerte. - Estefanía... tu equipo. - Vaya sorpresa. Era una enorme y sucia mochila. Estas condiciones eran desconocidas y desconcertantes, sin embargo, no mostré ninguna de estas emociones y me limité a recibir la pesada mochila.

Sintiendo todo el peso de la mochila sobre mis hombros caminamos por espacio de diez minutos por un sendero entre la selva llevamos a un pequeño caserío. La gente parecía que nos estuviese esperando, los niños nos rodeaban curiosos como con una mezcla de curiosidad y alegría, se le veía a todo el mundo esa especie de emoción por recibirnos. Por unos segundos me sentí apabullada por la situación.

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