La historia de Claudia (17)

Nelly usaba un arnés similar al de Blanca. Se introdujo en la concha el dildo posterior y dirigió el otro hacia la grupa de Claudia, a la que tenían de rodillas con la cara y las manos en el piso.

La historia de Claudia (17)

Nelly usaba un arnés similar al de Blanca. Se introdujo en la concha el dildo posterior y dirigió el otro hacia la grupa de Claudia, a la que tenían de rodillas con la cara y las manos en el piso.

Amenazada por ambas mujeres con seguir azotándola si no dejaba de llorar, la pobre trataba de controlarse, ya liberada de las esposas.

Estaba seca, producto del miedo y la angustia que la embargaban, y esto disgustó a sus atacantes. Sin embargo, en la certeza de que más violencia sólo serviría para conflictuar aún más a la sumisa y mantenerla seca, comenzaron a acariciarla como quien intenta calmar a una perra nerviosa.

Las manos de ambas mujeres la recorrían entera una y otra vez y Claudia sintió que, a pesar de la situación, empezaba a excitarse. Las caricias y besos iban envolviéndola en un manto de calentura que poco a poco cubría también su mente y le quitaba raciocinio y, con él, la posibilidad de pensar sobre su situación.

Sintió que se mojaba y al notarlo, Nelly y Rosario intercambiaron una sonrisa cómplice.

Mientras tanto, la cachorra se sentía aprisionada entre el dolor que experimentaba en la lengua y la excitación creciente que le iban provocando los dedos de Julia en su concha mientras Leticia le acariciaba las tetas y jugaba con sus pezones ya erectos y duros.

Estaba echada de espaldas, tenía detrás de ella a la rubia, que ahora le sorbía los pezones, y a Julia entre sus piernas abiertas. Fue ésta quien dijo:

-Oíme, Nelly, ¿cómo les está yendo a ustedes con esa perra? La nuestra empezó a mojarse de lo lindo, jejeje...

-Y ésta ni te cuento. Al principio estaba seca, pero bastó que la manoseáramos un poco para que empiece a mostrar lo que es, una puta calentona... –contestó la dueña de casa mientras con una amplia sonrisa apuntaba el dildo hacia la concha de Claudia y la penetraba arrancándole un largo gemido de placer.

Cuando Nelly empezó a mover las caderas ya Claudia era un animal sin ideas ni recuerdos. Jadeaba de goce como una perra. En un momento, Rosario se le deslizó por debajo armada de un arnés igual al de la dueña de casa y le pidió a ésta:

-Cogela por el culo, Nelly, que yo me ocupo de darle por la concha.

-Con gusto, querida. –contestó Nelly y rápidamente cambió de sendero para dar cabida a Rosario.

Así, doblemente clavada y con las manos de Rosario en sus tetas, Claudia tenía la mente a oscuras y temblaba estremecida por fuertes y placenteras sensaciones mientras el flujo le corría por los muslos.

La cachorra, entre tanto, jadeaba con dos dedos de Julia en su concha y Leticia ocupándose hábilmente de su clítoris mientras le lamía y le chupaba los pezones. La arrebataba esa mezcla del placer con el dolor por los broches en su lengua y los relámpagos de angustia fugaz y profunda cuando atravesaba su mente la conciencia sobre su situación en manos de esas mujeres que acababan de secuestrarla junto a Claudia, que cerca de ella había empezado a gritar sintiendo todo su cuerpo como una brasa.

Ambas acabaron una detrás otra en medio de convulsiones, gemidos y la sádica diversión de las cuatro mujeres, que las cubrían de insultos entre carcajadas ofensivas.

Sin darles respiro las pusieron de pie y mientras las toqueteaban por todas partes Nelly les dijo:

-Bueno putas, las hemos hecho gozar como yeguas, así que ahora les toca a ustedes y les va a convenir esmerarse. Lo primero que van a hacer es desvestirnos... ¡vamos! ¡vamos!

Cuando estuvieron desnudas, Nelly y Rosario se sentaron en un sofá tapizado con cuero de color marrón oscuro y la dueña de casa propuso:

-Cambiemos de perra, ¿les parece, chicas?

Las demás estuvieron de acuerdo. Claudia sería de Leticia y Julia y a la cachorra le tocaría satisfacer a Nelly y a Rosario.

...............

A esa hora, precisamente, Paola trataba en vano de concentrarse en el apunte que debía estudiar para un parcial en la facultad. En su mente sólo había sitio para Laura y ese misterio que se empeñaba en ocultarle.

Con un gesto brusco apartó el apunte, cerró con llave la puerta de su cuarto, por si a su madre se le ocurría invadirla con una visita inoportuna, y se tendió en las cama de espaldas para sumirse en sus reflexiones.

"Es una sumisa" –se dijo. "Estoy segura de que es una sumisa... ¿Y yo? ¿qué soy yo?... ¿qué soy desde que descubrí que ella me calienta tanto?... ¡Ay, Dios!... ¡¿Yo, lesbiana?!.. ¡¿Yo caliente con una chica?!... ¡¿ Yo pensando en ella todo el tiempo?!... ¡¿Yo sumisa también?!... ¿Qué estaría dispuesta a hacer por ella, para tenerla conmigo en la cama?" La respuesta fue: "lo que me pida."

Sin pensarlo se fue despojando de sus ropas y con todo el cuerpo ardiendo se entregó a una afiebrada masturbación mientras sus labios pronunciaban una y otra vez el nombre de Laura entre jadeos y largos gemidos.

.................

Mientras tanto, las cuatro secuestradoras seguían jugando con Claudia y la cachorra. A Laura le habían hecho ponerse un dildo con arnés y al verla así armada Nelly exclamó:

-¡Pero Miren qué lindo chico tenemos aquí!... jejeje... vení, rico... vení, que me das mucho morbo...

La cachorra se acercó turbada por esa alusión en masculino. La dueña de casa le tomó la cara entre las manos y le dijo rozando sus labios contra los de su presa:

-Ahora nos vas a coger a Rosario y a mí y la puta de tu amiga va a hacer lo mismo con Julia y Leti... Y pobre de ustedes si no nos hacen gozar a fondo...

El ánimo de Claudia y Laura iba del miedo a la excitación, y esa mezcla hizo que ambas se allanaran sin vacilaciones a cumplir con lo ordenado.

Rosario sugirió que fuera en la cama y Nelly contestó:

-Me parece buena idea, pasemos a los dormitorios. –y dirigiéndose a las sumisas les ordenó:

-Sígannos en cuatro patas, perras. ¡Vamos!

Había dos dormitorios en la casa, uno junto al otro en un pasillo y ambos con camas muy amplias.

Nelly entró al que ocupaba habitualmente y luego de ordenar a la cachorra que aguardara en cuatro patas sobre la cama sacó del placard una caja donde guardaba sus juguetes sexuales.

Las otras miraron los aparatos entre exclamaciones de entusiasmo y Leticia tomó un vibrador que se accionaba por control remoto, con forma de cono, de quince centímetros por cuatro en su base, que era plana y rectangular.

-Te quiero ver con esto en el culo mientras me hacés gozar, puta. –le dijo a Claudia con una sonrisa lujuriosa. Después eligió otro vibrador de 24 centímetros por 4 para que la sumisa la cogiera y dejó su lugar a Julia. Ésta se decidió por un dildo con arnés, hizo que Claudia lo tomara entre los dientes y con Leticia se la llevaron al dormitorio contiguo mientras Nelly y Rosario comenzaban el jugueteo con la cachorra después de haberle quitado los broches de la lengua, considerando que el castigo había sido ya suficiente.

Rosario, tendida debajo de la sumisita atrajo hacia si su cabeza y la besó largamente en la boca mientras Nelly, echada sobre su espalda, le masajeaba las tetas intercalando suavidad con violencia.

Laura empezó a excitarse en tanto el dolor en su lengua iba atenuándose y sentía la presión de la base de cuero del arnes contra su concha. Repentinamente pensó en Paola, en poseerla con un arnés como el que ahora le habían hecho colocar. En medio de su calentura sintió angustia al temer que no volviese a verla. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Ella y Claudia eran ahora prisioneras de esas mujeres. ¿Cómo serían sus vidas de allí en más? ¿Las mantendrían encerradas en esa casa o les permitirían salir a diario para que hicieran la vida de siempre?

Las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras las manos y las bocas de Nelly y Rosario la recorrían entera.

A todo esto, en el otro dormitorio, Claudia admiraba el cuerpo magnífico de Leticia, que con una sonrisa lasciva alzó su mano para mostrarle el dildo cónico.

-Miralo bien, puta. –le dijo. –Te lo voy a meter ya mismo en ese hermoso culo que tenés. Julia, ponela en posición.

La otra tomó a Claudia como si se tratara de un paquete y la puso en cuatro patas en la cama, con la cara en el cobertor.

-Toda tuya, querida. –le dijo a Leticia curvando sus labios en una sonrisa perversa mientras entreabría las nalgas de la sumisa para dejar bien a la vista el orificio anal. Leticia se acomodó entre las piernas de Claudia y fue acercando lentamente el vibrador a su objetivo. Apoyó la punta en la pequeña entrada y tras presionar un poco accionó el control remoto a máxima velocidad, provocando un estremecimiento en Claudia y el sádico regocijo de Julia, que dijo:

-Clavala, Leti...

-¿Te parece? –preguntó la rubia con ironía.

-Sí, metéselo de golpe; que le duela, quiero escucharla gritar.

Leticia entonces exploró con una mano la concha de Claudia y dijo:

-¿Podés creer que está empapada la muy puta?

-De una perra así puedo creer cualquier cosa. –contestó Julia. –Están hechas para que se las ultraje y se las haga sufrir. En eso está su placer.

-Es cierto. –dijo Leticia. –Y a nosotras nos encanta y excita hacerla sufrir, ¿cierto, Julita?

-Cierto. –sentenció la otra. Leticia tomó entonces el vibrador y empezó a hundirlo en el trasero de Claudia, que respondía contorsionándose y gimiendo ante el dolor que la penetración le provocaba. Cuando el vibrador en su avance alcanzó la parte más gruesa los gemidos se transformaron en gritos y las contorsiones se hicieron tan violentas que obligaron a Julia a sujetarla con fuerza. Los cuatro centímetros de ancho le dilataban el ano muy dolorosamente y hacían que su cuerpo empezaba a cubrirse de sudor.

Leticia detuvo entonces la acción vibradora del dildo, sabedora de que ese dolor inicial dejaría inevitablemente lugar al goce, y eso fue lo que ocurrió. Poco a poco Claudia fue sintiendo, con alivio, la transición gradual y muy sutil del sufrimiento al placer. El dildo le dolía cada vez menos, o quizás se hubiera acostumbrado al dolor al punto de asimilarlo y convertirlo en una forma de placer, hasta que finalmente ansió sentir otra vez la vibración dentro de su culo. Leticia accionó nuevamente el control remoto y esta vez las contorsiones, gemidos y jadeos de la sumisa expresaron todo el goce que estaba sintiendo.

Julia dijo entonces:

-Bueno, Leti, que esta perra nos haga gozar de una buena vez... quiero que me coja ya, ponele el arnés.

Leticia la complació colocándole el arnés a Claudia y una vez lista la puso entre las piernas de Julia, cuya concha estaba ya mojada y hambrienta.

-Vamos, perra, a trabajar... –le ordenó.

-No me metas eso enseguida, puta. –le dijo Julia. –Primero quiero sentir tu lengua... –y se llevó una mano a la concha, hundió un poco dos dedos y los acercó a la boca de Claudia.

-Limpialos, perra, bebé mis jugos... –y la sumisa obedeció mientras corcoveaba estimulada por el vibrador que Leticia había encendido nuevamente. Acercó su cara a la concha de Julia, en cuyos labios externos se veía el brillo del flujo y sin pensarlo comenzó a pasar la lengua por ellos provocando gemidos en la secuestradora.

-Así, puta... así... aahhh...

Leticia, tendida al lado de Julia y sosteniendo el control remoto en su mano derecha, la miraba hacer a Claudia.

"Es increíble..." –pensó. "Yo en su lugar me sentiría desesperada, incapaz de todo esto, pero ella, con angustia y todo, se entrega al sexo así, totalmente, como un animal en celo... ¡y qué buena está la muy perra!..."

Ya muy cachonda dejó el control remoto accionado y arrodillada tras la sumisa comenzó a acariciarla entre besos en la nuca, en los hombros, en el cuello, deslizando después sus labios y su lengua por la espalda, lentamente, muy lentamente hasta llegar a las nalgas voluminosas, regodeándose con la suavidad de esa piel tibia y un tanto morena, con la morbidez de esa carne de hembra que Inés le había enseñado a apreciar derribando hábilmente las barreras de su resistencia inicial.

Claudia, ardiendo por las caricias y los besos de Leticia, tenía su lengua hundida en la concha de Julia, moviéndola entre los ríos de flujo que no cesaban de brotar. Apresó el clítoris erecto y duro entre sus dientes y entonces la secuestradora gritó:

-¡¡¡Cogeme, grandísima puta!!! ¡¡¡Cogeme yaaaaaaaaaaaaaa!!!...

Ante la orden Claudia se enderezó, se limpió los labios con el dorso de una mano, tragó los abundantes flujos que había en el interior de su boca y hundió el dildo en esa concha hambrienta para después empezar a mover rítmicamente las caderas.

Leticia entonces, con las mejillas rojas y calientes, se arrodilló frente a ella por sobre Julia, con las piernas a los lados del cuerpo de su amiga y le entregó a Claudia el vibrador que había elegido para que la cogiera.

La sumisa lo tomó mecánicamente y sabiendo lo que la rubia quería lo dirigió hacia su concha mientras Leticia se entreabría los labios genitales. El aparato, accionado por Claudia a máxima velocidad, entró velozmente.

-¡Movelo! ¡Movelo! –exigió Leticia llevando sus manos a las tetas de Claudia, que con los pezones erectos se balanceaban tentadoramente al ritmo que imponían las caderas en sus embates.

Los gemidos y jadeos de las tres se entremezclaban en un coro orquestado por la excitación extrema que las abrasaba, hasta que con diferencias de escasos segundos acabaron entre gritos y convulsiones derrumbándose una sobre otra con sus cuerpos bañados en sudor caliente.

................

En el otro dormitorio, Laura también había sido usada a fondo.

Nelly, al verla con el arnés, dijo:

-Mirala, Rosario, así pelada y delgadita como es, ¿no parece un chico?... ¡Qué morbo me da!...

--Sí. –coincidió la otra. –Claro que parece un varoncito... y muy lindo... ¡Muy lindo!...

-Ya lo creo que sí, y decime, Rosario, ¿no querés que este lindo varoncito te coja?

-¡Claro que sí!

-Me va a coger a mí también y después nosotras lo cogemos a él. Fiesta completa, jejeje...

La cachorra las escuchaba conmocionada emocionalmente. Hablaban de ella como si fuera un chico de verdad y ella no lo era. Era lesbiana, le gustaban las mujeres pero era una mujer, no un varón. No era suyo ese pene que le surgía de entre las piernas, era un artificio y sin embargo para esas dos mujeres pervertidas ella era un chico. Tuvo ganas de gritar pero se contuvo, sabiendo que si lo hacía iban a castigarla severamente.

Algo de la que sentía debió reflejársele en la expresión, porque de pronto Nelly la tomó de un brazo y mirándola con una sonrisa burlona le dijo:

-¿Qué pasa, bebé? ¿te molesta que te tomemos por un chico?

Laura sintió miedo y no supo qué decir. Entonces la mujerona la sacudió y su voz sonó dura:

-Oíme bien, rico –y acentuó esta palabra. –Si se nos antoja que sos un varoncito, lo sos. ¿oíste? Vos sos lo que a nosotras se nos ocurra que seas, te guste o no. ¡¿Oíste?!

La cachorra sintió que estaba a punto de ponerse a llorar, de rabia, impotencia y temor, pero al fin pudo decir en voz muy baja:

-Sí... sí, señora Nelly...

-¡Muy bien, precioso! ¡Muy bien! ¡jajajajajajajajajaja!

Rosario acompañó con una risita cruel la carcajada de la otra y tomando con una mano el dildo que calzaba Laura le dijo besándola rápidamente en la boca:

-Bueno, precioso mío... quiero sentir esto en mi culo... –y dándose vuelta agregó: -Mirá que lindo culo tengo... ¿te gusta?

Estaba muy caliente y eso de tratar a la perrita como un chico la excitaba de un modo muy especial, muy morboso.

Laura le miró el trasero y en su ánimo convulsionado hubo no obstante un espacio para apreciarlo. Se trataba un buen culo, grande, redondo y bastante firme a pesar de que su dueña ya no era precisamente una jovencita.

-Sí, señora Rosario... me... me gusta... –contestó sabiendo que siempre debía responder cuando se le preguntaba algo.

Rosario rió satisfecha e inmediatamente se puso en cuatro patas sobre la cama:

-Bueno, vení... –dijo mirando a la cachorra por sobre el hombro con sus labios abiertos en una sonrisa plena de lascivia.

Nelly la empujó hacia la cama y cuando Laura había tomado posición de rodillas a espaldas de la otra le acercó el vibrador cónico a la cara.

-Mirá qué lindo chiche, rico, jeje...

Al verlo, la cachorra se estremeció sabiendo que ese aparato estaba destinado a su cola. La señora Blanca nunca la había cogido por ahí con algo tan ancho como ese vibrador lo era en su base. Iba a sufrir mucho, sin duda, pero no podía evitar nada de lo que esas mujeres quisieran hacerle.

Sintió que Nelly, mientras reía, apartaba la correa del arnés que nacía en la cintura y pasaba por entre sus nalgas, para después meterle un dedo.

-mmmhhhhhh... qué culito tan cerrado tenés... se ve que mucho no te cogieron por acá todavía... –y mientras decía esto movía el dedo de atrás hacia delante una y otra vez haciendo que Laura corcoveara un poco entre gemidos.

La mujerona se dio cuenta de que la penetración la hacía gozar y sin interrumpirla inclinó un poco la cabeza, la besó en el hombro, en el cuello, en la mejilla y le dijo:

-Te gusta... te gusta sentir mi dedo en el culito, ¿eh, rico?...

-Sí, señora Nelly... sí... aahhh... sí, me... me gusta... –musitó la cachorra moviendo las caderas de un lado al otro mientras la acción hacía que el dildo que calzaba se refregara contra las nalgas de Rosario aumentándo en ésta aún más la calentura y el deseo de ser tomada.

-Vamos, precioso (el trato a Laura ya era decididamente en masculino), cogeme de una buena vez.

Nelly río ante la urgencia de la otra y dijo:

-¡Ay, querida, un poco de paciencia que primero le quiero poner algo en el culo a nuestro amiguito, jeje...

Ante lo cerrado del sendero, Nelly se dijo que había que lubricar un poco el vibrador y quitó el dedo, tomó de la caja un pote de crema y untó el aparato, para después poner un poco en la pequeña entradita.

-Bueno, precioso... –dijo la dueña de casa. –Ya estás listo... –y mientras Laura temblaba de miedo y ansiedad apartó otra vez la correa del arnés, apoyó la punta del vibrador en el orificio, lo encendió y comenzó a introducirlo sujetando con el brazo libre por el cuello a la cachorra, que en un acto reflejo se había movido hacia delante al sentir el contacto.

Nelly, sin soltarla, la fue penetrando lentamente, centímetro a centímetro, gozando con los gemidos y corcovos de Laura, que temblaba sintiendo que el dolor se iba incrementando a medida que entraba la parte más ancha del vibrador.

A su espalda, pegada a ella, haciéndole sentir la presión de sus grandes tetas, Nelly emitía una risita sádica que se acentuó cuando el vibrador estuvo todo adentro y Laura se quejaba de dolor entre súplicas que no hacían sino excitar todavía más a su violadora. El vibrador, a máxima velocidad, sacudía a la cachorra con ramalazos de dolor que llenaban sus ojos de lágrimas. Nelly volvió a colocar en su lugar la correa del arnés, le dio un chirlo en la cola y empuñando el control remoto del juguete se inclinó hacia Rosario, cuya cara lucía arrebatado por la calentura.

-Ya es todo tuyo, querida... –volvió hacia la cachorra y tomando el dildo que surgía enhiesto desde su entrepierna lo tomó y resueltamente lo fue introduciendo en el culo de Rosario, que recibió la penetración con un prolongado gemido de intenso placer.

-¿Te duele el chiche en el culito, rico? –le pregunto Nelly con un tono burlón a la cachorra viendo que la cara de la sumisa estaba contraída en un rictus de sufrimiento:

-Bueno, pero con dolor y todo empezá a moverte y cogete bien a Rosario, porque si no se va a enojar mucho y no te lo recomiendo...

Laura apoyó sus manos en ambas nalgas e impulsada por la amenaza empezó a moverse.

-Muy bien, precioso... Muy bien... –le dijo Nelly con una sonrisa de satisfacción. –Así me gusta, que seas obediente...

La mente de Laura giraba en un vértigo hecho de confusión y sensaciones intensas. Le chocaba que esas dos perversas se empeñaran en desconocer su condición de mujer y la trataran como si fuera un chico. La angustiaba saberse prisionera de esas mujeres que se habían adueñado de ella y de Claudia para someterlas a un destino que imaginaba plagado de infamias y degradación. Sintió que las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras seguía moviendo las caderas y el dolor en el culo la iba abandonando. Ese dolor le había servido de aliado para sentirse desdichada, para sentir que se estaba cogiendo a Rosario porque no le quedaba otro remedio, para confiar en un milagro que pronto la liberara de sus secuestradoras y le permitiera volver a la señora Blanca. Pero ese dolor la abandonaba para dejar su sitio a un placer cada vez más intenso que el vibrador le provocaba ahora envolviéndola en algo así como una corriente eléctrica que nacía en el interior de su culo y la recorría entera acompañando el desplazamiento de las manos de Nelly por todo su cuerpo, que ardía en sudor y excitación creciente.

Impulsada por una fuerza ajena por completo a su conciencia fue acentuando los embates de sus caderas. Respiraba agitadamente por la boca, con las manos crispadas sobre esas nalgas que sentía apretadas a sus muslos mientras a su espalda Nelly seguía acariciándola, besándola y murmurándole obscenidades al oído, sin darle tregua.

Rosario se estimulaba el clítoris con dos dedos entre jadeos casi animales y clamaba a los gritos por la explosión final:

-¡¡¡¡Sí, precioso, sí!!! ¡¡¡¡Así, así!!!!.... ¡¡¡¡¡Aaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhh!!!!!

Finalmente la mujerona empezó a temblar violentamente, tanto que el dildo se salió de su culo y ella cayó desmadejada sobre la cama, disuelta en un prolongado orgasmo.

La cachorra, agitada, se echó hacia atrás en brazos de Nelly, supercaliente y con la esperanza de ser cogida por la mujerona, pero no era ése el plan de la dueña de casa, que le dijo después de buscar a tientas el control remoto y detener el vibrador:

-Estuviste muy bien, rico, y ahora me vas a coger a mí... Vas a saciar ya mismo el hambre de mi culo... Andá al baño, que está al final del pasillo, lavás ese juguete que tenés entre las piernas y volvés inmediatamente, ¿oíste?

Laura sintió que la angustia y la ansiedad la ahogaban. Su concha chorreaba flujos y sus ojos, lágrimas de impotencia. Por un momento sintió el impulso de suplicar, pero abandonó de inmediato esa idea sabiendo que no le serviría de nada. En cambio, bajó de la cama y con la cabeza gacha y paso lento, agobiada por el peso de tanta tensión, salió del dormitorio escuchando a sus espaldas la risita de Nelly.

Ya en el baño y mientras se quitaba el arnés para lavar el dildo sintió la tentación de autosatisfacerse y calmar así la enorma calentura que experimentaba. Su concha chorreaba flujos, pero se contuvo temiendo que Nelly pudiera aparecer en cualquier momento, sorprenderla en tales menesteres y castigarla. Exhalo entonces un largo suspiro de resignación, se puso nuevamente el arnés y volvió a la habitación. Allí la dueña de casa, sentada en la cama, conversaba con Rosario, echada de espaldas junto a ella.

Al verla entrar interrumpió la charla y la llamó chasqueando los dedos:

-Vení, mi precioso, vení.

Laura se le acercó despacio, luchando por contener los sollozos que le atenazaban la garganta y Rosario dijo incorporándose:

-Bueno, querida, me voy a dar un buen baño... que disfrutes la cogida que te va a dar nuestro lindo chiquito, jeje... –y salió de la habitación estirando los brazos para desperezarse.

Nelly yacía ahora de espaldas en la cama, sonriéndole lascivamente con sus piernas flexionadas y abiertas, exhibiendo su concha rasurada y masajeándose las tetas cuyos pezones se veían bien erectos.

Laura, ardiendo de calentura, la miró toda y de rodillas se fue acercando a ella para ponerse entre sus piernas con las mejillas quemándole.

-Tenés la cara roja, queridito... Estás caliente, ¿eh?... –le dijo Nelly, y la cachorra contestó con la esperanza de ser satisfecha:

-Sí... sí, señora Nelly... no puedo más.

Pero la respuesta fue una carcajada:

-¡jajajajajajajajajajajajaja!... Ya te cogimos, rico... Y sin embargo seguís teniendo ganas... sos insaciable, por lo que veo... y seguro que morís por sentir otra vez vibrando ese chiche que tenés en el culito...

-Sí, señora... sí...

Entonces el tono burlón con que hablaba la dueña de casa viró hacia la dureza:

-¡Date vuelta! –ordenó, y Laura, asustada y con rabia al mismo tiempo, vaciló un instante. Nelly se incorporó como impulsada por un resorte, le dio una bofetada y repitió la orden elevando la voz. La cachorra estalló en un llanto nervioso y giró hasta darle la espalda. Entonces la mujerona corrió un poco la correa del arnes y extrajo el vibrador con un gesto brusco.

-Nada de gozar. Acá la única que va a gozar soy yo. –le dijo mordiendo casa palabra y disfrutando voluptuosamente de su propia crueldad. Después tomó de los hombros a Laura, la puso otra vez de frente y volvió a tenderse en la cama.

-Vamos, chiquito. Vas a cogerme por el culo y quiero tus dedos en mi concha.

La cachorra respiraba con fuerza, desbordada emocionalmente, con su rostro bañado en lágrimas y su concha empapada bajo el cuero del arnés.

-Si no tengo ese dildo adentro en cinco segundos te despellejo el culo a cintarazos... –la amenazó Nelly y empezó a contar:

-Uno... dos... tres...

Entonces Laura, aterrada, tomó el dildo con una mano, lo acercó al orificio anal de la mujerona que la miraba con suficiencia, apoyó la punta y después de presionar un poco lo metió furiosamente, descargando así todo el miedo, la angustia y la rabia que la embargaban. Y empezó a mover las caderas velozmente mientras entreabría los labios vaginales de Nelly, que brillaban de flujos, y metía sus dedos entre ellos.

La cogió con furor, rabiosamente, en medio de un llanto crispado que no cesaba.

Por fin Nelly lanzó un grito ronco cuando alcanzó un orgasmo violento y prolongado que la mantuvo entre convulsiones durante algunos segundos, con la cachorra sobre ella balbuceando súplicas que no serían escuchadas.

Un rato más tarde, cuando la dueña de casa estuvo recuperada, hizo que la sumisa se quitara el arnés y la arrastró al baño para meterla bajo la ducha fría. Laura tiritaba con los brazos plegados sobre el pecho y una pierna cruzada por delante de la otra, arqueándose y volviendo a enderezarse una y otra vez mientras Nelly la observaba sádicamente divertida:

-A ver si así te enfrías, precioso –le dijo-, -que ahora vos y esa puta de tu amiga nos van a contar algunas cosas.

La temperatura no era excesivamente baja, pero si lo suficiente para ir atenuando el deseo sexual de Laura por efecto del agua fría que seguía cayendo sobre su cuerpo desnudo. La calentura se había reducido a la idea del placer, su mente continuaba excitada, pero su concha estaba seca.

Nelly tomó un toallón, le secó la entrepierna, la tocó fugazmente y sonrió complacida.

-Muy bien, ricura, muy bien. –dijo. Le arrojó el toallón y le ordenó:

-Secate.

Después se la llevó al dormitorio, la arrojó sobre la cama boca abajo, le ató las manos a la espalda y luego los tobillos, con dos cinturones, para impedir que se tocara y regresó al baño a tomar una buena ducha caliente.

Cuando apareció en el living llevando a Laura de un brazo ya estaban allí Rosario, Julia y Leticia, sentadas en círculo con Claudia de rodillas ante ellas.

Empujó a la cachorra hacia Claudia ordenándole que se arrodillara también, acercó una silla y se sentó junto a las otras.

-Esta perra nos estaba contando algunas cosas. –le dijo Julia señalando a Claudia. –Su historia con Blanca. Nos dijo que la prestaba y que para el martes se la tenía prometida a una tipa, una farmacéutica lesbiana.

En ese momento, cuando Nelly abría la boca para decir algo, sonó el timbre.

La dueña de casa se puso de pie y dijo sonriendo:

-Llegó. –y se encaminó hacia la puerta de calle mientras ambas sumisas intercambiaban una mirada inquieta.

Un momento después Nelly volvía precedida por Inés, que ingresó al living con andar majestuoso vestida con un tailleur negro, blusa blanca, zapatos también negros de altos tacones y cartera al tono.

Claudia y Laura la miraron con la boca abierta por el asombro y la peluquera las saludó con una sonrisa perversa mientras dejaba la cartera sobre la mesa principal.

-Hola, perras... qué sorpresa ¿cierto?...

-Señora Inés... –dijo Claudia con tono balbuceante. -¿Pero qué... ???

Inés se arrellanó en el centro del amplio sofá de cuero marrón y dijo con tono de mando:

-Arrodíllenlas frente a mí.

Entonces Leticia y Nelly tomaron a las sumisas y las colocaron en el sitio indicado.

-Leti, dame un cigarrillo... –pidió la peluquera. La rubia se lo alcanzó encendiéndolo después con gesto solícito.

-Gracias, querida... –dijo Inés luego de dar una larga pitada y expeler lentamente el humo.

Claudia y Laura se movían inquietas y ansiosas por escuchar lo que les diría Inés para explicarles su presencia allí. ¿Qué significaba eso?

Y entonces la recién llegada comenzó a hablar.

(continuará)