La historia de Clara
Un sádico frustrado se encuentra ante la oportunidad de su vida.
Don Ramón siempre había querido ser amo, tener a su disposición a un trozo de carne completamente sumisa a sus deseos y perversiones, pero nunca se había atrevido a dar el paso a pesar de su avanzada edad.
Por eso cuando Clara declaró que haría cualquier cosa, casi le dio un infarto.
Requirió de todo su autocontrol para
-Señorita Clara, entiendo que este desesperada. La nota que exigen para lo quiere hacer es mucha y por supuesto esto es un grave traspiés, pero lo que acaba de decir no es algo que debería salir de su boca.
-Por favor, solo dígame que debo hacer.
Prácticamente estaba suplicando que la usará.
-Verá, yo...
Echó un vistazo a la chica. Clara era una de las chicas más inteligentes de su promoción. También una de las más guapas que había tenido nunca en clases. Alta, morena, de ojos azul profundo.
Y estaba hundida en la miseria.
Verdaderamente hundida.
Pero no se apiado de ella.
Esa era la oportunidad que había estado esperando toda su vida.
-Levantate y apoya las manos en la mesa.
Clara le miró sorprendida.
-Ya me ha oído. - dijo con la seguridad del que no tiene nada que perder.
Durante unos segundos que parecieron siglos, no pasó nada.
Despacio, ella se levantó de la silla en la que estaba sentada y se apoyó con ambas manos en la mesa, inclinando su cuerpo hacía delante y separando ligeramente las piernas.
Ramón no podía creer lo que estaba pasando.
Se levantó también y se colocó detrás de ella. Metió sus manos por debajo de la falda de su estudiante y la bajo las bragas.
A continuación, posó sus manos en los muslos de la chica y subió hasta acariciar su sexo.
Estaba muy húmeda.
-Eres toda una cerda. Estás deseando que tu profe te la meta.
Clara no entendía porque estaba tan sumamente excitada ante la idea de ser desvirgada por aquel viejo.
Pero su coño no dejaba de segregar flujo desde el mismo momento en que el que abrió la boca.
Ramón, sintiéndose por vez primera amo y señor de la situación, empujó la cabeza de Clara para pegar toda la parte superior del cuerpo de esta contra la mesa.
Esta emitió un leve gemido.
Separó un poco más sus piernas.
Y la penetró.
Su coño era una delicia.
Tierno, apretado, caliente y húmedo.
Y suyo.
Ramón había notado que estaba explorando zonas vírgenes pero eso no lo iba a detener.
No ahora.
La chica se corrió.
-Pero que puta eres. - Aseguró mientras la penetraba con más fuerza que antes.
Tras follarla todo lo duro que pudo, se corrió dentro de ella.
-Esta bien – dijo al terminar – te has ganado una oportunidad. Ahora sal de aquí y tómate la pastilla del día después o lo que sea que hagáis las putas como tú para no quedar embarazadas.
-No soy ninguna puta – dijo ella entre jadeos.
-Has vendido tu cuerpo, que es lo hacen las putas. Y estabas empapada, que es como están las cerdas. Y yo creyendo que eras otra cosa.
Clara no replicó.
-Así que voy a tratarte como la cerda que eres. Quítate la falda, quiero verte el coño.
Clara no dio crédito a lo que estaba escuchando.
-No pienso repetirlo.
-Creí que ya habíamos terminado.
-Eso fue antes de descubrir lo cerda que eres. Así que si quieres subir nota, ya sabes.
Humillada por los comentarios vejatorios de Ramón, y a la vez excitada por lo que estaba haciendo, Clara llevó sus manos a la cremallera de su falda y la bajó.
Esta no tardó en caer.
A Ramón le gustó el detalle de que Clara se agarrará fuertemente a la mesa con ambas manos y que mantuviera las piernas separadas.
Agarró el móvil que tenía en el bolsillo y le hizo un par de fotos.
Una al coño.
La otra, de cuerpo entero.
-Lo quiero depilado para mañana. Nos inventaremos clases extra o algo así para poder quedar.
Clara, humillada y avergonzada, recogió su falda y sus bragas.
-No, eso no, son mías.
Las soltó, se colocó la falda y salió del despacho del profesor.
No sabía que acababa de pasar. Cuando ella aseguró que haría cualquier cosa se refería a trabajos extra no a... sexo.
Lo peor es que la había gustado.
Le había gustado que la ordenaran que hacer.
Le había gustado que la llamaran puta y cerda.
Le había gustado que le fotografiaran la entrepierna.
Le estaba gustando ir por ahí sin bragas.
Y le había gustado que la follaran duro.
Siempre había tenido miedo de la primera vez, por el dolor. Por eso que Dón Ramón se la hubiera metido sin miramientos, como si fuera una cosa, una maldita cosa, la había excitado muchísimo.
Se encamino directamente a los servicios de chicas y se metió dentro.
A solas en el retrete, se quitó la falda para examinarse.
Los restos del sexo duro eran clamente visibles en su zona íntima.
Estaba manchada de restos de semen, fluidos vaginales y sangre.
Arrancó algo de papel higiénico para limpiarse pero se detuvo.
Observar su coño recién estrenado todo sucio le daba morbo.
Pasó su dedo por uno de los pegotes de semen que tenía pegados a su cuerpo y se lo observó.
Abrió la boca, pero la cerró.
No, no iba a hacerlo.
No sin que estuviese él presenté.
Se levantó y volvió ponerse la falda.
El resto del día fue muy extraño para Clara.
Como de costumbre se sentó junto a su mejor amiga en el autobús, pero no estuvo en absoluta atenta a la conversación que esta inicio.
Solo tenía la mente en que iba por ahí sin bragas y que era mucho mejor que no su falda no se levantará.
Ya en la seguridad de su hogar, cogió la maquinilla de afeitar con la que se depilaba y se quitó la falda.
Se fijó en si aún se notaban los restos del sexo en ella.
Se desnudo completamente y se hizo una foto.
Por un momento pensó en mandarle a Ramón la foto que se acababa de hacer. Como su estudiante tenía su correo electrónico, pero no sabía que podía pasar si lo hacía.
Ni si quiera sabía porque estaba haciendo lo que estaba haciendo.
Cogió espuma de afeitar y comenzó a depilarse el coño.
Se hizo una foto de la entrepierna, así como de cuerpo entero, y luego se fue a duchar.
Se quedó en su habitación, esperando no sabía qué. No salió de allí hasta que sus padres la llamarón para cenar.
-Estás rara, hija. ¿Qué te ocurre?
-Nada, mamá, yo... No es nada.
Tras comer y tal, se levantó de la mesa y volvió a encerrarse de nuevo.
Ramón no se había puesto en contacto con ella.
Tampoco esperaba que lo fuera a hacer, pero quería que lo hubiera hecho.
Y justo cuando estaba maldiciendole, llegó una notificación suya.
“¿Lo has hecho ya, cerda? Quiero asegurarme de que lo hayas hecho bien”
No era el correo oficial de la escuela.
Clara no tardó en enviarle las fotos que se había hecho.
“Eres una cerda muy obediente. ¿Te has masturbado recordando lo nuestro?”
¿Qué clase de pregunta era esa? ¿Qué le importaba a ese viejo si se había tocado o no?
Ramón no estaba seguro de como reaccionaría Clara ante semejante invasión de su intimidad. Pero tampoco le importaba mucho.
Si le decía que sí, le contestaría que era toda una cerda.
Si le decía que no, le ordenaría que lo hiciera.
Y si le mandaba a la mierda, ya se encargaría de dejarle claro quien mandaba en su siguiente encuentro.
“Sí”
“Estás hecha toda una guarra ¿Dónde lo has hecho?”
“En la ducha y en la cama”.
“Hazlo de nuevo. En directo, una videollamada”
Cuando Clara leyó esto casi la explota el corazón. Ya había pasado una vergüenza increíble reconociendo que se había masturbado recordando los sucesos del día. Y ahora esto.
No pensaba hacerlo pero su coño la decía otra cosa.
Miró a la puerta y a la ventana.
Comenzó a bajarse los pantalones del pijama y las bragas, a pasarse los dedos por ahí.
Le dio al botón de la videollamada y empezó a masturbarse en serio.
El morbo de la situación hizo que se corriera en seguida.
“Que cerda eres”
“Soy tu cerda” escribió Clara para despedirse.
Estuvo ausente durante todo el día. Lo único que esperaba eran que finalizasen las clases de una vez con todas para ir al despacho de Ramón.
Para ser follada por él.
La simple idea de que eso iba a pasar la excitaba.
Así que mientras todos los demás se iban fuera del instituto, Clara se dirigió hacía la zona de profesores y llamó a la puerta.
-Adelante.
Cerró la puerta tras de si.
-Quítate los zapatos y las medias, cerda.
Deseosa de obedecer, Sandra se descalzó en la puerta, arrojando sus prendas a un lado.
-Entra y sientate en la mesa, cerda
Clara avanzó despacio, paso a paso. Llegó hasta la mesa y se sentó en ella, para inmediatamente tumbarse.
Ramón salió de detrás de su escritorio, levantó su falda, bajó sus bragas y abrió sus piernas.
Ver un coño despejado y limpio dispuesto para su uso hizo estremecer de placer a Ramón.
Comenzó a tocarlo, a manosearlo y a hurgarlo.
Quería hacerlo suyo si es que no lo era ya.
Por lo que podía ver, Clara no tenía la menor intención de cerrar sus piernas.
Alargó sus manos hasta la camisa de la chica y comenzó a desabrocharla, botón a botón, dejando su sujetador a la vista.
Agarró unas tijeras y cortó su sujetador dejando sus pechos al aire.
Llevó su boca a uno de ellos y comenzó a chuparlos al tiempo que la penetraba con fuerza.
Clara estaba totalmente entregada a los deseos del hombre que la estaba poseyendo.
Y luego comenzó con los chupetones.
Tremendamente agradables, pero muy difíciles de disimular, marcas inequívocas de que había tenido sexo.
Cuando llegó a casa se los examinó. Le había marcado el cuerpo a base de bien en cuello, muslos y pechos y no había hecho nada para impedirlo.
Tenía incluso una marca de mordisco en un pecho.
Se hizo una foto y se la mandó.
“Mira como has dejado a tu cerda”
Definirse a si misma como Cerda era algo que en el fondo la gustaba.
Ver su cuerpo marcado por un hombre, también.
Ramón le había ordenado que cuando llegará a casa encendierá el móvil y se masturbará para él.
No tenía ganas de hacerlo, pero si ganas de complacerlo.
Así que lo llamó desde su habitación y se llevó la mano a su coño para masturbarse mientras él observaba.
“Así cerda, así”
Ramón tenía cristalino que Clara era sumisa y que la estaba convirtiendo en su cerda.
Solo había un par de problemas: Los encuentros eran demasiado cortos y no podía hacer lo que verdaderamente quería hacer.
Y mientras meditaba sobre el asunto, Clara buscó información sobre lo que la estaba pasando.
No tardó mucho en descubrir las palabras sumisa y amo, y en reconocer que encajaba como un guante en la primera descripción y Ramón en la segunda.
La idea de que se estuviera convirtiendo en la esclava de Ramón hasta el punto de que pudieran hacer con ella lo que le diera la gana la asustó y al mismo tiempo la excitó.
-¿Hasta dónde piensa llevarme? - preguntó en su tercer encuentro.
Ramón analizó con cuidado las palabras de Clara. Estaba ahí plantada, en mitad del despacho y con la mirada baja. Había aceptación y también resignación en su voz.
-Soy un sádico – aseguró sin rodeos Ramón. - Y tú no eres más que mi esclava y mi juguete. Tu placer y tu dolor ahora son míos. Haré de ti lo que quiera.
Clara apenás podía respirar ante las afirmaciones del hombre que tenía delante.
Se había estado acercando despacio hacía ella hasta estar a su altura, hasta respirar encima de ella.
-Desnúdate – ordenó.
Clara no se movió.
Los amos con los que Ramón había hablado le habían contado que las sumisas hacían de todo y se dejaban hacer de todo siempre y cuando confiaran en su amo, siempre y cuando notarán que estaban siguiendo los deseos de su amo.
En ese punto Ramón no podía vacilar ni dudar.
Debía ser ella la que sintiera la vergüenza, la humillación, el nerviosismo, la que dudará.
También le habían contado que debía dar a la sumisa lo que necesitará en cada momento.
Y en este momento necesitaba una demostración de que era suya.
Volvió a la mesa y cogió las tijeras que estaban encima de ellas.
Y le rajó la camisa y el sostén ante la pasividad y sorpresa de Clara,
Luego tocó el turno a la falda y a las bragas.
Fue ella misma quien se quitó los zapatos para quedarse desnuda ante él.
Su amo se dirigió a la puerta y la abrió.
No estaban estrictamente solos en el edificio, ambos lo sabían, aunque era muy complicado que alguien los descubriera.
-Ven, adelante.
Clara dio un paso y luego otro hacía la puerta hasta que quedó desnuda como estaba en mitad del pasillo.
Ramón cerró la puerta tras ellos.
-Vamos - dijo.
Ambos empezaron a caminar sin rumbo por el pasillo.
Clara de vez en cuando echaba miradas furtivas a su compañero incapaz de entender como era la única de los dos que estaba nerviosa.
En un momento dado este le palmeo el culo y ella tuvo que ahogar un grito.
Se detuvó.
Clara aún tenía las dos manos en su boca cuando su amo alargó su mano para acariciar su sexo.
Esta estaba tan excitada que se tuvo que apoyar en el cuerpo de su amo para no caerse mientras la acariciaba.
Se corrió al poco de empezar.
Siguieron avanzando pues Ramón tenía una idea clara de donde iba a ir.
Abrió la puerta de los servicios de hombres y la invitó a pasar.
Clara se quedó plantada en mitad de la sala.
Ordenó a su esclava que se arrodillara y abrierá la puta boca.
Luego descubriría que esa posición se llamaba suck.
-¿Sabes lo que se hace en estos sitios, verdad?
Introdujó su polla dentro del agujero abierto de su esclava y comenzó a mear.
Ramón se había meado únicamente en la boca de las putas. Incluso pagaba a una para verla comer su mierda.
Así que sonrió satisfechó cuando notó que su esclava se lo estaba tragando.
Paró la micción y sacó la polla.
-Soy una cerda – aseguró ella plenamente consciente de lo que acababa de hacer.
Los últimos chorros fueron a parar sobre su cara y su pelo.
Para Ramón mearse encima de una chica tan guapa sin pagar por ello era un sueño hecho realidad.
La polla le palpitaba con fuerza.
Para Clara todo era un descubriento de su propia naturaleza.
Estaba asqueada de si misma, sentía repulsión por esta parte suya, al tiempo que gozaba de lo que le hacían.
Cuando se tragó su meada o fue orinada, se sintió más ella misma que nunca.
Ramón levantó la cabeza de su esclava por la barbilla y la introdujó de nuevo la polla dentro de la boca.
Fue una follada de boca, un aútentico abuso para alguien sin experiencia en esas lides.
Se corrió sobre su cuerpo y pelo, llenándola de semen.
-Vamos, levanta. Es hora de irse.
Desnuda, meada y manchada de semen como estaba, Clara volvió al pasillo.
Ya no la importaba si alguien la veía.
Se había entregado al sucio placer de que le proporcionaba ser utilizada por un hombre, su amo.
Juntos se dirigieron hasta el cuarto del conserje. Era un hombre mayor que dada su escasa jubilación, vivía allí y hacía trabajos para aumentarla.
-Voy a enseñarte como debes comportarte. Ahora te quiero en posición de Slave-lips. ¿Sabes que significa eso?
-Labios esclavos.
Cuando vio la foto que le mostró su amo no se lo podía creer, ¿De verdad quería que utilizará esa pose?
Se trata de un posición donde la sumisa se sienta en el suelo con las piernas separadas, los pies plantados en el suelo y los brazos apollados en las rodillas.
Es una posición que se utiliza para permitir deleitarse a su amo con su cuerpo.
Y lo iba a hacer delante de su amo y del conserje.
-Ahora solo eres un juguete. - Respondió ante la mirada interrogativa de su esclava.
Y Clara lo hizo.
Se sentía humillada, avergonzada, dominada.
Le mostró una foto de la posición de la posición que debía adoptar para caminar, la posición de condución, y otra más, la She-sleen, la posición animal.
Incluso la mostró unas cuantas fotos más.
Sabía que su esclava era una chica lista y no necesitaba mucho más para aprenderlas.
-Cada imagen tiene un nombre, y cuando lo mencione, es para que la adoptes. No me decepciones – dijo mientras llamaba al timbre.
Le iba a tratar como un perro bien adiestrado delante de un hombre que conocía.
-Hola Jorge, ¿Podemos pasar?
Este no podía creer lo que sus ojos veían.
La diosa del instituto, desnuda, apestado a orina y en posición frente a él.
-¿Tienes una cerveza?
-Sí, alguna queda.
-¿Admités cerdas mal olientes?
-Podemos sacarla al patio, junto al perro. – mencionó Jorge.
Cuando escuchó eso, el corazón de Sandra latió con fuerza.
Conocía de sobra a la mascota del instituto. Era lo suficientemente grande como para poder follarla.
Pero no estaba lista para entregarse de esa manera.
Ni remotamente lista.
Su amo la sacó de sus pensamientos cuando la ordenó que adoptará la postura de conducción.
Así que Clara se levantó para situarse detrás de su amo, con la cintura doblada y las manos en la espalda, lista para ser conducida por el pelo o el collar.
Era buena señal que no le hubiera ordenado la postura animal.
La condujó hasta el patio.
-Animal.
Clara no se movió.
-Animal – repitió el con seguridad.
Y Clara comenzó a moverse, a flexionar las rodillas hasta colocarse en la posición que debía estar.
-Sé lo que estás pensando. Si Toby te va a follar ahora o dentro de un rato. Yo tampoco lo sé.
Y se fue, dejándola ahí.
Ya, en la cocina, Jorge preguntó a Ramón.
-¿Cómo lo has hecho?
-Es masoquista, Jorge. La gusta que la humillén, que la utilicen, que la exhiba, que la dominen, del dolor. Si te contará como la desvirgue.
-Cuenta tío.
-Pues verás...
Clara escuchó toda su historia quieta, en silencio, pendiente de si la mascota de la escuela venía a ella o no. Había cierto orgullo en la voz de su amo.
Y eso la gustaba.
-Y no veas como se tragó la meada... Enterita y sin rechistar.
Los dos hombres salieron al patio.
-Suck
Arrodillada, sentada sobre sus talones, con las manos en los muslos, la cabeza hacía atrás y la boca abierta, lista para que su amo metiera la polla dentro.
En cuando lo hizo comenzó descargar las cervezas que se había tomado.
Para ella Jorge que observaba la escena hipnotizado no existía. Todo su mundo era su amo y complacerlo en sus deseos.
Luego le tocó su turno, pero él no quería hacer eso.
-Cabello.
Prácticamente idéntica a la posición de conducción, es cuando la sumisa ofrece su cabello para que su amo haga lo que le de la gana con él.
Para Clara era algo tan duro como que se mearan dentro de su boca. Estaba ofreciendo por orden de su amo una de las partes de su cuerpo de las que más orgullosa se sentía.
Jorge tiró fuertemente del pelo que se le ofrecía y lo llevó hasta su polla, para frotarse con él hasta correrse.
Clara echó un vistazo al goterón de semen que se había quedado impregnado en su cabello.
-¿Qué se dice, cerda?
-Gracias por usarme.
Su amo no quedó muy covencido.
-En azote.
Arrodillada, dejando caer su cuerpo hacía delante, con los brazos extendidos y cruzados y las palmas en el suelo, dejando la espalda y el culo para ser usado.
Su amo se quitó el cinto.
-¿Sabes por qué estoy haciendo esto?
El primer golpe llegó en su espalda.
-Porque le he decepcionado.
Llegó un segundo azote en su espalda.
-¿Y sabes por qué?
-No me he portado bien con tu amigo.
Su amo descargó sobre su espalda y culo hasta diez cintazos. Lo que de verdad impresionó a Jorge es que Clara aguantará el castigo sin rechistar.
-Sula.
O recostada boca arriba con las piernas muy abiertas y los brazos a un costado.
-Sula-Ki.
Recordando lo que había memorizado, Clara apoyó sus pies en el suelo y elevó sus caderas, dejando su coño bien a la vista de los dos hombres.
Soltó un corto gemido cuando recibió el primer azote en el coño.
Y al segundo, y al tercero... De nuevo fueron diez azotes los que recibió como castigo.
Cuando su amo acabó, Clara seguía ahí, disponible para lo que fuera.
-Meala, la gusta y lo necesita. - Mencionó Ramón a su amigo.
Jorge se sacó la polla y comenzó a orinarse encima del cuerpo completamente disponible de la esclava que tenía delante.
Hay terminó la sesión.
Clara pudo bañarse y vestirse con una bata como si no hubiera pasado nada, pero había pasado por mucho.
Ahora ya no era Clara la cerda, era Clara la estudiante, una chica confundida por lo que llevaba dentro de si.
-Te deseo – comenzó Ramón – para usarte todos los días y a todas horas. Pero no tienes porque tomar la decisión ahora, puedes ir a tu casa y tomar tranquilamente la decisión.
-¿Eso que implica?
-Debes dejar todo atrás. A tus amigos, a tus amigas, a tus padres y cualquier sueño que tengas para tu futuro.
-¿Para ser usada como hoy?
-Para esto y mucho más. Serías mía. Ya lo eres de hecho.
Clara se mordió los labios.
Solo quería vestirse y salir de ahí.
Y olvidar.
Esa parte que Ramón había sacado de ella no la gustaba.
Era ella y no era ella.
Una vez en su casa, no tenía órdenes ni nada que hacer. Solo ser ella misma, pero no sabía quien era.
Y lo peor, es que no se podía poner en contacto con su amo, no, su amo no... Con Ramón hasta que no tomará la decisión.
Cuando al día siguiente se marchó a casa en lugar de ir a su despacho se sintió vacía.
Los estudios, las aficiones y los amigos no la llenaban. Nunca lo habían hecho en realidad.
Así que una noche, ocurrió lo que su amo sabía que iba pasar.
“Acepto”
“Mastúrbate para mi, cerda”
Clara... No, Clara no, Cerda bajó su mano a su coño y comenzó a tocarse para ella y para su amo.
Absolutamente convencido de la decisión que la cerda iba a tomar, Ramón aprovechó el tiempo para poner en orden su situación.
Dada su edad podía jubilarse sin mayor problema y escapar a una finca adaptada a sus necesidades.
En cuanto a Cerda, era mayor de edad y por tanto nadie, salvo sus padres, la buscaría.
Y estos iban a conocer desde el primer momento en que se había convertido su preciada hija.
Eso sería la primera de las muchas torturas a las que iba a someter a su cerda.
Tras la aceptación de la Cerda, Ramón ordenó a esta que se quedará en casa, desnuda, encerrada en su habitación, haciendo sus necesidades en un cubo, esperando.
Había otra orden más.
Cerda debía indicarle que iba a hacer antes de hacerlo, debía esperar confirmación antes de hacer nada y debía mandar un vídeo de ella haciéndolo.
Ah, y no debía limpiarse.
Ella no lo entendió, pero no necesitaba entenderlo.
“Su Cerda lo hará, mi Amo y Señor”
Así que cuando se fueron sus padres, Cerda salió desnuda de su habitación, cogió uno de los cubos que había por la casa, y volvió a encerrarse.
Tal y como había ordenado su Amo, pidió permiso antes de mear y cagar.
Sintió una humillación tremenda cuando lo escribió y necesitó de todas sus fuerzas para mandar el mensaje.
Pero así era la vida que había escogido.
Y se sentó a esperar hasta que su amo le dio permiso.
Completamente entregada a los deseos de su amo, se sentó encima del cubo, pusó en marcha el vídeo y comenzó a realizar sus necesidades.
La humillación de mandar algo así fue tremenda. Era algo prácticamente físico, a la altura de cuando la uso de retrete delante de Jorge o cuando la azotó.
A media mañana Cerda comenzó a sentir sed y hambre.
No mucha, pero no para una chica como ella no comer nada desde la mañana era ya suficiente para sentir hambre.
No pensaba molestar a su amo por algo así.
Además, sabía perfectamente con que iba a llenar su estómago si molestaba a su amo por algo así.
Cerda llamó a su amo un par de veces más para pedir permiso para mear.
El día en si estaba resultando bastante duro.
Y aún así no se iba a echar para atrás.
Su cuerpo y su mente pertenecían a su amo.
Eso lo había descubierto cuando se quedó sin él.
A media tarde estaba hambrienta y sedienta. E impaciente.
Se acercaba la hora en la que sus padres regresaban y su amo aún no había venido a buscarla.
Y fue cuando se dio cuenta de que en realidad no vendría hasta después de venir ellos.
Se había entregado a un sádico.
Sus padres eran buenas personas. No necesitaban saber que clase de hija habían tenido. Pero también se dio cuenta de que irse sin decir nada es seguramente la peor de las torturas.
No, no merecían a la hija que habían tenido.
Sus padres llegaron a la hora de costumbre.
Clara no abrió la boca cuando la llamaron, así que pensaron simplemente que estaba en casa de alguna amiga.
Su amo llegó justo en la noche.
-Su hija es una masoquista y se ha entregado a mi como esclava.
Los padres de Clara no daban crédito a sus oídos.
Ramón no se pusó nervioso ante los gritos del padre y los sollozos de su madre. Simplemente con subir todos juntos a la habitación de su hija se darían cuenta ellos solos de lo que estaba pasando.
La habitación apestaba a meados y mierda mientras contemplaron a su hija en posición de humildad.
Esto es arrodillada, dejando caer su cuerpo adelante, con los brazos extendidos y cruzados, apoyándose con las palmas y la cabeza en el suelo.
Ramón examinó el cubo que Cerda había utilizado durante todo el día, y sonrió satisfecho.
-Suck.
Como una perra bien entrenada, Cerda obedeció al instante.
Arrodillada con la boca abierta, sabía lo que la tocaba hacer, lo que había anhelado todo este tiempo.
Su amo vertió el contenido del cubo dentro de su agujero.
Su madre, incapaz de resistir la escena, vomitó la cena.
-Correa
Su amo sacó un collar que traía con él en la bolsa y se lo colocó.
-Obediencia.
Consisté en besar los pies de su amo.
-Conducción.
Ramón agarró a Cerda por el collar.
-No tengo nada más que demostrar. Su hija se ha entregado a mi de forma voluntaria. Y pienso disfrutarla como siempre he deseado.
Empezaron a andar, pero se detuvo al ver el vómito de antes.
-Cometelo, Cerda.
Clara se arrodilló, plantó la cara en el suelo y comenzó a lamer y comerse el vómito.
A Ramón la polla le palpitaba en el pantalón, así que sin dar más explicaciones, se sacó la polla, y se corrió encima del hermoso pelo de su esclava.
-Por cierto, no se corté. Si quiere follarse a su hija, que se la chupe o correrse encima, digamelo y lo hará.
-Salga de mi casa.
-Con gusto. Vamos Cerda, conducción.
Salieron de la casa.
El padre de Clara no pudo contenerse y echó un vistazo por la ventana. Vio como el amo de su pequeña la metía en un remolque para transportar ganado.