La historia de Clara 3

El nivel de Sadismo de Ramón sigue creciendo hasta cuotas difíciles de imaginar, pero ocurre un hecho inesperado que cambiará la vida de Clara para siempre.

Destrozada mental y físicamente debido a la brutal humillación y a la salvaje paliza recibida, Clara apenás si podía seguir caminando.

Avanzaba simplemente por pura inercia.

Por supuesto, a Ramón esto le daba igual.

El sádico que había en él solo contemplaba el sado como una tortura física y mental.

La tortura física pensaba administrarla de forma habitual, en forma de dolor prolongado o de manera puntual.

En cambio la tortura mental debía ser continua, sin piedad y sin límites.

Cuando se lo contó a un amigo este se rió de él.

“La peor tortura que se le puede administrar a una sumisa es no hacerla ni puto caso. Así que, ¿Qué vas a hacer cuando tengas una sumisa en propiedad, no tocarla nunca?”

“La pienso hacer de todo”

“Vas a convertirte en su juguete, pero es asunto tuyo”

-Gilipolleces – se dijo a si mismo Ramón mientras recordaba esta conversación.

Echó un vistazo a Tragamierda. Estaba realmente deshecha, pero aparentaba estar más tranquila que antes.

“No tenías que haberla azotado” comentó su amigo en su cabeza.

“Lo he hecho porque puedo y porque me apetecía”

“Ya, ya” y se echó a reir.

-Estoy pensando Tragamierda que tus padres no deben ser los únicos que sepán lo tuyo. Aquí tengo los correos de tus amigas, amigos y demás compañeros de clase.

-No, por favor, no lo hagas... Mi madre será incapaz de resistirlo. Haré todo lo que tú quieras, pero no hagas eso, por favor...

Rompió a llorar.

-Te entregaste a mi sin límites ni palabras de seguridad, así que no puedes ofrecerme lo que ya es mío.

-Pero ellos no tienen la culpa de nada – dijo entre sollozos – dejé que hicierás eso porque no me iban a ver más y pensé que era mejor que lo supieran a que no supieran donde estoy.

-Oh, pensasté. Las mierdas no piensan. Podías haberles dejado una nota de despido o lo que sea, pero no, permitiste que lo hiciera.

-Pero ellos son inocentes.

-Son culpables de traer una mierda como tú al mundo.

Y lo mandó mientras Clara lloraba desconsoladamente.

-Obediencia.

Clara seguía llorando.

-O lo haces o te dejó aquí tirada para que te recoja el primero que pase.

Siguió sin moverse, así que quien se movió fue Ramón.

Clara vio como su amo se alejaba, sin mirar atrás.

Fue la que se lavantó y salió corriendo detrás.

-Amo, por favor, espere.

Mucho más joven que él no tardó en darle alcance para ponerse en posición de humildad delante de él.

-Por favor, perdone a esta esclava.

Pensó en ignorarla, en seguir adelante como si nada.

“¿Y qué vas a hacer, no tocarla nunca más”? Comentó su amigo en su cabeza mientras se reía.

-Suck

Tragamierda inmediatamente adopto la postura para tragar lo que fuera.

Hay muy pocas cosas más repulsivas y asquerosas para una chica criada en la ciudad que los insectos.

Su amo recogió con la mano unos pocos de los que muchos que había en el suelo y los volcó sobre el rostro y la boca abierta de su esclava.

Y Cara comenzó a masticar y a tragárselo.

-Sula.

Clara inmediatamente se tiró en el suelo con las piernas lo más abiertas posible.

Su amo abrió su coño y la metió algunos insectos más.

Clara podía sentirlos dentro de ella, andando, revoloteando y escarbando.

Su amo volvió de nuevo a su rostro. Había encontrado un trozo de mierda medio reseca por ahí de vete a saber a que bicho pertenecía y que estaba lleno de moscas.

Clara abrió la boca.

-¿Ves? Esto es lo que eres, Tragamierda. Un saco de mierda, bichos y fluidos. Nada más.

Su amo se levantó y la dejó ahí tirada.

Clara no sabía que hacer.

Estar con ese hombre solo la iba a traer más dolor y más sufriento. Pero por otra no podía estar sin él.

Ya lo había intentado y sabía que no era lo suficientemente fuerte para lograrlo.

Por eso había aceptado. Por eso había corrido detrás de él. Y por eso correría otra vez detrás de él.

Se incorporó como pudo.

Sentía unas nauseas como nunca antes había sentido y eso que ya tenía cierta experiencia previa en tragar asquerosidades.

Intentó retener el vómito pero no pudo, terminó a cuatro patas vomitando el contenido de su estómago.

Bajó la cabeza y comenzó a comerlo compulsivamente.

-¿Puedo preguntarte a que sabe eso?

La voz del chico le sacó de su estado. Clara fijó la mirada en él.

Era simplemente un chaval, más joven que ella, que la miraba entre divertido y curioso.

-Debes ser Tragamierda, la esclava de Ramón.

-Sí, soy... Tragamierda – respondió Clara.

-¿Cuánto tiempo llevás con él?

-Un día.

-¿Y antes hacías estás cosas con otro amo?

-No, es mi primer... amo.

Se sentía muy rara hablando de esto con un desconocido.

-Así que eres masoquista y él un sádico

-Sí – confirmó Clara, aunque sabía que no era una pregunta.

-Increíble. Anda, levántate, y toma, un poco de agua. - Dijo el chico mientras se acercaba. - Enjuagate la boca.

Clara obedeció y cogió la botella que le ofrecían.

Dudo.

-No te preocupes, hay una fuente aquí cerca y yo tengo otra botella. - dijo mientras hacía referencia a su mochila.

Clara se enjuagó la boca, se echó un poco de agua por el rostro y se sacó alguno de los insectos que aún tenía dentro del coño.

Todo delante del chico que no paraba de sonreir. Ni de mirarla.

-Estás muy buena. Tienes un cuerpazo, buenas tetas y un coño muy bonito.

-Gracias – dijo Clara sonrojándose.

-Así que te acepto como mi esclava.

Clara quedó sorprendida.

-Yo ya tengo amo.

-Como no le has besado los pies eres del primero que pasará por aquí. Y ese soy yo.

-¿Estabas ahí?

-Os llevó siguiendo desde que me corrí encima de ti.

-Así que eras uno de ellos.

-Sí.

Clara lo miró de nuevo. El chico desbordaba confianza.

-No soy tuya. - Dijo Clara.

-¿Y qué piensas hacer?

-Yo... - Miró al horizonte sin ver rastro alguno de su amo.

-Yo sé donde está, porque sé donde vive. Y te aseguró que o te lleva alguien o no lo vas a encontrar.

Clara iba a reponder que le preguntaría a alguien, pero luego cayó en la cuenta de la desnudez de su cuerpo. Y en ese momento sintió vergüenza y se tapó.

El chico sonrió.

-No necesitas taparte, te tengo muy vista. - Clara no le hizo caso – Él no va a venir. Te va a dejar aquí tirada.

-Vendrá.

-No vendrá porque ya le están comiendo las dudas. El sabe que solo tienes dos opciones, quedarte aquí o arrastrarte de puerta en puerta hasta encontrarlo. Y como te conoce, sabe que te quedarás aquí a esperar el tiempo que haga falta. Y dadas sus dudas y su nivel de sadismo, nunca le parecerá suficiente tiempo de espera.

-Mi amo no duda.

-Pero que ingenua eres. Bien, hagamos una cosa. Puedo llevarte con él e informarle de que te he encontrado y ahora eres mía o bien te vienes conmigo a mi casa como esclava y que le den por culo por dejarte tirada.

-No soy tuya. - Mencionó de nuevo Clara.

-También te puedes quedar aquí sentada sobre tu propio vómito, pero sinceramente, creo que no es una buena opción.

El chico comenzó a andar y Clara lo siguió, porque tampoco tenía nada mejor que hacer.

Antes de continuar el chico sacó un par de sandalias para que sus pies no se estroperan.

Clara dudo antes de aceptarlas. Hacerlo suponía para ella traicionar a su amo, y lo que era peor, aceptar al chico como su nuevo amo.

Se dirigieron a una fuente con agua y Clara bebió y se limpió.

Luego comenzaron a andar de nuevo.

-¿Cómo te llamás? - preguntó Clara al cabo de un rato.

-Amo.

-Me refiero a tu nombre.

-El puto Amo.

-Te lo estás pasando bien conmigo.

-La verdad es que sí. Por cierto, es aquí.

La casa de Ramón estaba mucho más cerca de lo que parecía.

-Has estado dando un rodeo.

-Sí. - Aseguró el chico mientras llamaba al timbre de la verja.

Ramón no tardó mucho en salir al porche.

-Hemos venido a decirte que me la he encontrado por ahí y ahora es mía.

-¿De qué demonios estás hablando?

-En ningún momento te ha besado los pies. Así que ahora pertenece al primero que ha pasado por ahí.

-¿Y eso quién lo dice?

-Lo has dicho tú.

-Escucha, maldito mocoso. Ella es mía, ¿Me oyés? Mía.

Ramón había echó a andar hasta llegar a la altura de los dos jóvenes.

-No desde que la dejaste tirada. De todas formas, soy un chico generoso. Si te besa los pies, aceptare que sigue siendo tuya.

-Obediencia, Tragamierda, Obediencia. - Mencionó frenético.

-Así no vas bien – dijo el chaval.

Clara no se movió. Para ella estaba claro que Ramón había perdido el control.

-Si no obedeces te voy a dar la paliza de tu vida.

-Si la pones un dedo encima antes de que vuelva a ser tuya, te mató.

Clara comprendió que el chico no hablaba por hablar. Era perfectamente capaz de cumplir su amenaza.

Ramón también lo entendió así.

-Es mía. - repitió

-¿De verdad pertenecías a este ser tan patético?

-Sí – dijo Clara avergonzada.

-Locuras de juventud. Bien, creo que aquí ya hemos terminado. Obediencia, Lassie.

Clara se agachó para besar los pies de su nuevo amo.

Ramón solo pudo verlos partir.

-¿Y qué piensas hacer con ella?

-Lo que me de la gana. - Contestó él.