La historia de Clara 2
Tras tener por fin una esclava entregada a él en cuerpo y mente, Ramón empieza a dar rienda suelta a su sadismo
La siguiente historia es simple ficción. Este relato en modo alguno pretende ser un manual de instrucciones o la representación de este mundo.
Apestaba a animal, a meados, a mierda.
Un lugar adecuado para un cerda como ella.
Una cerda capaz de tragarse el vómito de otra persona para complacer a su amo.
Era algo que aún la revolvía el estómago.
Lo peor es que era solo el primer día. Su amo seguramente iría exigiendo de ella cada vez más y más y ya sabía que no tenía fuerzas para negarle nada.
Lo sabía desde que no pudo aguantar más que no la hiciera el menor caso.
Por eso iba desnuda en posición animal encadenada al suelo en un transporte sucio utilizado para transportar ganado.
El coche se detuvó y al poco tiempo abrieron la puerta de atrás.
-Pues si que es verdad que hay una guarra aquí.
La voz que hablaba tenía un fuerte acento sudamericano.
La palmeó fuertemente en el culo mientras que con la otra mano frotaba violentamente su coño.
A continuación, abrió los cachetes de su culo y la penetró sin contemplaciones hasta el fondo.
Clara reprimió el impulso inicial de gritar.
Mentalmente se repitió que solo era una esclava, una esclava, una esclava, una cosa al servicio de su amo.
Que ella no era nada.
Embestida a embestida, penetración a penetración, la parte sumisa y masoquista que había en ella iba ganando terreno a la parte racional que aún quedaba en ella.
Cuando el hombre terminó, un segundo hombre tomó su relevó.
Al acabar de satisfacer sus necesidades con la sumisa, cerraron la puerta dejándola de nuevo sola con sus pensamientos y su dolor.
Había acabado disfrutando de lo que la hacían, ¿Pero cuál era el precio?
¿Y cual era el precio de no hacerlo?
“No pienses, solo eres una esclava, una esclava, una esclava...”
Su amo llegó un rato más tarde.
Colocó un plato en el suelo.
No era comida.
-Vamos cerda, come, aún están calentitas.
Clara bajó la cabeza.
Lo que tenía delante era la mierda de su amo.
Simplemente el hecho de tenerlas delante para poder degustarlas debía verlo como un privilegio.
Que alguien como ella pudiera si quiera tenerlas delante era ya de por si motivo de alegría...
Así que abrió la boca y dio un bocado. Y otro, y otro, y otro más...
-Para, golosa, para.
Ramón había levantado la cabeza de su esclava por el collar. Cogió un trozo de mierda con la mano y se lo rebozó por la cara y por el pelo.
-Puedes seguir.
Cerda volvió a bajar la cabeza para terminar con lo que estaba haciendo.
Viendola deleitarse con su mierda Ramón era el hombre más feliz del mundo.
Por supuesto era plenamente consciente de que había tenido una suerte loca.
Para llegar a este calibre, las sumisas necesitan mucho entrenamiento, mucho adiestramiento y no todas estaban dispuestas a hacerlo, algo de lo que Clara carecía completamente.
Así que la veía como un regalo de los cielos.
Se le pasó por la cabeza las ideas de acariciarla o regalarla un orgasmo, pero las deshechó en seguida.
La cerda debía aprender que la única misión de su vida era servir a su amo sin esperar nada a cambio.
No servía para nada más.
-Dormirás aquí. En cuanto a mi, ya me has pagado la habitación. Por cierto, mañana vendrán de nuevo a darte otro repaso para cobrarse el desayuno. No temás, no te miraran a la cara, solo les interesa tu culo. Eres libre de mear y cagar, pero no te masturbes, no tienes permiso. Ahora puedes descansar.
Sintiendose incapaz de cumplir con los deseos de su amo, Clara se tumbó boca abajo con las palmas de las manos en la tierra.
En ese momento necesitaba sentirse nada para poder aguantar las ganas de quitarse la mierda que tenía rebozada en la cara.
Era algo que su amo la había hecho y por tanto hay se debía quedarse hasta que él quisiera.
¿Y si decidía mostrarselo a alguien?
Ya la habían mostrado meada y llena de semen, pero con la cara llena de mierda era otra historia.
No, no debía pensar en lo que podía o dejaba de poder hacer su amo.
Su amo haría con ella lo que le diera la gana.
Ella solo era su juguete, solo vivía para servirlo porque sabía lo que era vivir sin él.
No pudo pegar ojo en toda la noche.
Cuando Clara notó que los hombres hurgaban la puerta del remolque se sintió aliviada.
Se colocó en posición, que es a cuatro patas lista para ser tomada por detrás.
-Mira que perra.
Esta vez fue mucho más gratificante, casi gozoso. No por que los hombres lo hicieran menos doloroso que la vez anterior.
Era por ella.
Había cumplido con su deber hacía su amo y no la importaba nada más.
Cuando los hombres terminaron, Clara se tumbó de nuevo en la posición en la que no era nada.
Su amo no tardó mucho en llegar.
Verla así le gustó.
Para que fuera aceptando todo lo que pensaba hacer con ella, no debía de quedar ni un rastro de autoestima en ella.
-Suck.
Clara se posició inmediatamente para servir de nuevo de retrete a su amo.
Pero no llegó a levantar la cara. La daba mucha vergüenza que le vieran la mancha de mierda que tenía a plena luz del día.
-Suck, y no me hagas repetirlo, Cerda.
Cerda mostró su rostro.
Su amo sacó el móvil, le hizo una foto y se la mostró.
-Mira, esta eres tú.
Clara vio como le mandaba la foto a alguien. No quería pensar en quien era.
-¿Te has masturbado?
-No, mi señor.
-¿Has estado toda la noche en posición floor?
-Sí, mi señor.
-Una postura bastante adecuada para una mierda como tú incapaz de refrenarse de otra manera. Ahora ya sabés lo que toca.
-Sí, mi señor.
Clara abrió la boca para tragarse la meada matutina de su amo y señor.
Este por supuesto lo estaba grabando todo para volver a mandarlo.
-Deberías sentirte bien por preocuparme de darle uso a una mierda como tú.
-Sí, mi señor.
Al terminar colocó un pie en el suelo del remolque para que Cerda lo besará.
-Gracias, mi señor.
Este dejó en el suelo del remolque un plato con sobras de la cena y un cubo con meados
-Comida y agua más que digna de una mierda de tu calibre. Posición animal, que nos vamos.
El coche arrancó mientras ella se comía las sobra de la cena de los comensales.
La siguiente parada sería su nueva residencia.
Se trataba de una granja en un pueblo de mala muerte que había comprado hacía un tiempo por si acaso alguna vez disponía de una cerda para poder utilizarla.
Sacó a su sumisa en mitad del campo, al lado de un camino..
La ordenó colocarse en posición de examinar.
Tenía a su lado un cubo con agua y jabón, así como una esponja. Limpió con cuidado los restos de mierda que quedaban en el pelo y la cara de su esclava.
La ordeno ponerse en posición de conducción y comenzaron a caminar en dirección a la granja.
Caminar descalza por un camino polvoriento no es fácil, más con los pies tan delicados que tenía.
Por eso su amo no iba deprisa.
Pero debido a su desnudez integral, ir despacio a plena luz del día a Clara la estaba provocando ansiedad. El riesgo de que alguien la viera era enorme.
Recordó que ya había ido desnuda y meada una vez. Y que ya la había visto así ya un conocido suyo.
Eso la calmo.
-Joder tío. Que buena esta.
-Hola chicos. ¿Vais a jugar al fútbol?
Clara solo podía verlos las piernas. Eran un total de una docena de chicos adolescentes, seguramente quinceañeros.
-¿Queréis correros encima encima de ella?
-Joder, eso no se pregunta.
-Suck, Tragamierda, Suck.
-¿Se llama Tragamierda? - preguntó uno entre risas mientras Clara adoptaba su postura.
-Si, claro, fijaos.
Su amo mostró las fotos y vídeos que tenía de ella. Incluso abrió su boca para mostrarles el hedor que salía de ella.
Clara no había sido tan humillada en toda su vida. Las risotadas de los chavales eran extremadamente crueles.
-Podeís correros encima y mearla.
-¿Y follarla?
-Todo a su tiempo, todo a su tiempo.
Los chicos no tardaron en sacar sus pollas y empezar a pajearse y mearse encima de Tragamierda.
-Conducción, Tragamierda.
Clara obedeció por inercia.
Toda esta experiencia la había herido profundamente, pero no la quedaba nada más que obedecer a su amo.
La actitud de Tragamierda no pasó desapercibida a su amo.
Su instinto le dijo que lo que ella necesitaba ahora mismo era dolor, puro dolor físico.
-Sula-Ki.
¿Qué? ¿Ahora? Pero Clara no estaba para pensar, estaba para obeceder, así que se tumbó ofreciendo su vagina a su amo y señor.
Este recogió una vara dal camino, larga y flexibe, y asestó un impacto directó en su vagina.
Clara gimió de dolor y placer.
Y recibió otro, y otro, y otro.
Recibió hasta que su coño se pusó rojo y sus labios hinchados.
Su amo terminó la sesión con dos varazos en el interior de sus muslos.
-Obediencia.
Reventada por el dolor, Clara solo pudo moverse despacio para besar los pies de su amo y señor.