La historia de Chema VII: fin
¿Es ese inusual trío de los dos hermanos con su mejor colega el final de la historia de Chema?
Exhaustos y desnudos sobre la cama, ninguno de los tres se atrevía a romper el hielo y decir algo, si bien tenían en común las ganas de repetir cuando las imágenes de lo que acababa de ocurrir se les pasaba por la cabeza, recibiendo un cosquilleo en sus pollas que no podían ni querían tratar de evitar. Pero cada uno sumido en su propia recreación de los hechos, no eran conscientes si los otros estarían pensando en lo mismo. Probaron a mirar de reojo para obtener alguna pista y extraer una conclusión, pero la relajación era plena en apariencia, ignorantes de lo que cada uno reflexionaba para sí. Para Sito y Chuso la situación les excitaba de nuevo ansiosos por ese afán que tenían de probar cosas nuevas, pero para Chema todo era más complicado, pues tampoco es que tuviera una necesidad específica…
-Bueno tíos -Sito era el más descarado, así que había de ser él quién hablara primero-, ¿qué hacemos?
Los otros se incorporaron para mirarse, pero no dijeron nada.
-¿Seguimos o qué? -continuó el pequeño.
-Eres insaciable.
-¿No os apetece?
Que lo dijera Sito estaba bien, pero los otros temían confirmar lo que estaban pensando, sobre todo Chuso, dudoso de que una situación como esa se le volviera a presentar a corto plazo.
-Buah tío, la verdad es que sí -dijo medio sonriente.
-¿Chema?
-Lo que queráis -apuntó sin más.
- Acho , si lo dices con esas ganas… Chuso, vamos a hacer que le apetezca…
Sito se acercó a su amigo y comenzaron a besarse con pasión al tiempo que se acariciaban la espalda o los culos hasta que uno se decidió a agarrar la polla del otro para estrujársela con calma y reactivarla de nuevo. Chema permanecía quieto mirándoles conocedor de lo que su hermano pretendía. Éste se puso en pie frente a la cama quedando su polla delante de la cara de Chuso. Sin avisar le metió el rabo en la boca, le agarró el cabello con la mano y empezó a empujarle la cabeza con cierta brusquedad para que se lo tragara. Al amigo le sorprendió, pero no le molestó en absoluto, pues le ponía bastante que hubiese cierta “violencia” en alguna de las posturas. Sito lo sabía, y por ello quería que se excitase rápido, así como que su hermano reaccionara y se uniera cuanto antes. Chema no decía ni hacía nada, pero su verga ya había cobrado vida otra vez, así que sobraban las palabras. Sito empujó a Chuso para que éste quedase recostado sobre la cama, le levantó las piernas y se dispuso a comerle el ojete. El alarido que soltó el colega retumbó en toda la casa, provocando también a Chema, quien parecía que por fin iba a unirse. Se ve que tratar a su amigo de esa manera un tanto sumisa era lo suficientemente excitante.
Se puso de rodillas sobre el colchón acercándose a él por un lado dejando su polla a la altura de su cabeza. Se la giró para que tuviera acceso a ella, y sin mucha dilación Chuso se la tragó. Como hizo su hermano, le agarró del pelo para guiarle en sus movimientos, también bruscos y decididos, metiéndola y sacándola de la boca de su amigo a su antojo sin que Sito parara de provocarle placer estimulándole el culo con su lengua. Sin embargo, comenzó a ir introduciéndole dedos abriéndole el esfínter con un par de ellos, escupiéndole para dilatarle, lengüetearlo… Todo lo que se le iba ocurriendo. Aunque no pudiera corroborarlo con sollozos porque su boca estaba ocupada, a Chuso le encantaba ser sometido por los dos hermanos y que hicieran con él lo que les diera la gana. Y desde luego ese parecía el plan. Porque el más pequeño le ordenó que se pusiera de rodillas sobre el suelo, animando a Chema a que se colocara a su lado ofreciéndole así las dos pollas. Otra vez Sito le folló la boca con rudeza, con un par de embestidas enérgicas que daban paso a que lo hiciera su hermano. Así, se fueron intercalando la boca de su colega sin darle margen para coger aire, notando cómo enrojecía y sus ojos se encendían.
Ni uno se cansaba de mamar ni los otros de dar rabo, alentados por algún morreo esporádico también con inusitada rudeza, casi como lengüetazos sobre los labios del otro llevados por la excitación y adoptando ese papel porque sí. Intentaron que Chuso se las metiera al mismo tiempo, y el chaval ponía empeño en conseguirlo llenándose la boca sin dejar escapar una pizca de aliento rozando todo lo que daba de sí la comisura de los labios con esas dos pollas, tan diferentes entre sí casi como lo eran los dos hermanos. Sí que compartían ese repentino interés en someter a Chuso, actuando de esa manera tan brusca sin saber muy bien por qué. Ello les llevó a querer romperle el culo a su amigo clavándosela los dos sin darle opción, o a que uno le follara mientras aquél se la mamaba al otro o le comía el ojete. Estuvieron así hasta que los dos se corrieron en la cara de Chuso, quien se puso las botas al tragarse la leche de ambos sin dejar una gota. Él se masturbó esos últimos instantes que aún tenía los dos rabos frente a él, aunque ya casi flácidos. Quedaron de nuevo relajados sobre la cama dudando ahora de querer repetir por tercera vez.
Pasado un lapso de tiempo Chuso fue el primero en hablar, aunque más bien empezó con un tonteo queriendo llevar ahora la iniciativa. Le guiñó un ojo a Sito y sin mediar palabra se colocó encima de Chema para inmovilizarle mientras le sonreía. El pequeño se mantuvo al margen hasta averiguar qué se traía entre manos el otro.
-Me encantaría hacerte todo lo que me acabas de hacer tú a mí -Chuso habló a Chema y le besó acto seguido para no permitir que le rechazara.
-Sí, vamos a romperle ese culito virgen -se burló Sito, aunque era consciente de que no iba a ocurrir.
-¿Quieres eso, Chemita? -pero de nuevo no le dejó responder.
Sito se acercó y entraron los dos en un tonteo que al mayor no parecía hacerle gracia. Trató de soltarse, pero por mucho músculo que tuviera gracias al gimnasio, aún no podía con la fuerza bruta de su amigo. Éste acercó su verga a la entrada del culo de Chema, aunque no tenía intención de metérsela, sino únicamente seguir con el jueguecito. Tanto él como Sito parecían ver en esa situación una especie de venganza por lo que Chema les había hecho pasar, haciéndole sufrir un poco y ver hasta dónde llegaba. No obstante, Sito quería retirarse ya consciente de que la línea entre la broma y lo serio era muy fina y no debía traspasarla, pero Chuso denotaba casi un cabreo que resultaba evidente, no pudiéndolo ocultar entre risas y comentarios obscenos.
- Acho , suéltame ya.
-No te vas a librar, Chemita. ¿Quién le folla primero, tú o yo? -se dirigió a Sito.
-No me vais a follar ninguno, cabronazo.
-Ya verás que sí. Y hazme caso, si no te resistes duele menos.
Llegó un punto en el que ya no se sabía si Chuso estaba de broma o en serio, comenzando a restregar su polla por la entrada del culo de su amigo.
-Que yo no soy marica, joder. Quítate ya, hostias.
Chuso se detuvo a pensarlo un instante. Ese comentario no hizo más que aumentar sus ganas de darle a Chema su merecido, pero el enfado que le provocaron sus palabras al final pudo más.
-¿Por qué tienes que estropearlo todo siempre? -le dijo mientras Chema se levantaba.
-¿Yo? ¿A qué coño viene eso de querer follarme? ¿Te crees que soy como tú?
-¿Ahora te haces el macho? ¿Después de haberte tragado dos rabos? Vete a la mierda, Chema. Así de claro te lo digo.
-Chuso -trató Sito de calmarle.
-No, Sito. ¡Hasta aquí hemos llegado! Paso de sus cambios de humor, sus paranoias, sus malas formas…
-No, si encima se ofende.
Pero Chuso le ignoró mientras se vestía y se marchó sin decirle nada más. A Sito se limitó a mirarle, pero éste no sacó ninguna conclusión.
-Ve con él -animó su hermano.
-No voy a ir a ningún sitio. ¿A qué venía eso?
-¿Me vas a dar la chapa?
-¿Lo vas a pagar conmigo? ¿No has visto que era una broma?
-¡Y una mierda! Tú no le estabas viendo como yo. Esa mirada…
-Chema, era una broma y punto. No te tenías que haber puesto así ni decirle lo que le has dicho.
-Venga, tú defiéndele. Buah, si es que me da igual.
-Mira tío, me voy a mi cuarto. Sólo espero que pienses lo que has hecho cuando te hayas calmado.
Lejos de calmarse, la ansiedad se apoderó de Chema durante los días sucesivos. Trataba de evitar a su hermano a toda costa, así que pasaba más tiempo en el gimnasio que de costumbre, y si llegaba a casa y estaba él se metía en su cuarto y no salía ya hasta el día siguiente pese a la insistencia del pequeño. Porque Sito no se daba por rendido, y lo que más le preocupaba era que su hermano estuviese bien a pesar de todo. Pero llega un punto en el que uno se cansa de querer ayudar a alguien que no se deja, por lo que Sito le fue dejando su espacio para poder seguir así con su propia vida. Continuó su relación con Chuso algo indeciso, pues le quedaba la duda de que éste siguiera estando con él por descarte y al que prefería realmente era a su hermano. Dedujo que, aunque sintiera algo muy fuerte por Chema, Chuso iba tratar por todos los medios apartarle de su vida si él quería avanzar con la suya. Meditó también querer apartar a Sito y empezar de cero, pero el chaval no se lo merecía y además le quería también de forma especial, por mucho que no fuera tan intensamente como a Chema.
Él casi se alivió al notar que su hermano iba a dormir a casa con menos frecuencia, y aparecía sólo a ratos como para hacer acto de presencia. Lo que a Chema se le pasaba por la cabeza era una tormenta de pensamientos y sensaciones que iban desde los celos, la empatía y alegría por ellos, la rabia, la impotencia… Le costó, pero determinó que lo mejor sería liberarles, así que tendría que inventarse algo para que Sito le abandonara definitivamente. Probó a animarle a que se marchara a vivir con Chuso de manera permanente, pero no le hizo caso, pues Sito aún quería que ambos se reconciliaran, si bien cada vez lo veía más difícil. Un día Chema siguió a su hermano para averiguar dónde vivía su amigo, y tras hacerlo, ideó otro de sus maquiavélicos planes. Después de asegurarse de que Sito estaría en el trabajo, decidió ir a casa de Chuso por sorpresa.
-¿Qué quieres? -le dijo seco al verle en el umbral de la puerta.
-Hablar contigo.
-Chema, no tenemos nada de qué hablar.
-Quiero que convenzas a Sito de que se venga a vivir contigo.
-Eso lo tiene que decidir él. Pero no te creas que vaya a dejarte tan fácilmente.
-Alejarse de mí es lo mejor que le puede pasar -admitió Chema.
-Sí, en eso estamos de acuerdo. ¿Algo más?
-¿No me vas a dejar entrar?
-¿Para qué?
-Ayúdame a que entre en razón.
Chuso se ablandó dejándole pasar. Se sentaron en el sofá en silencio y Chema, al ver que su amigo no estaba muy receptivo, optó por quemar su último cartucho. Se colocó al lado de Chuso, le besó con pasión al mismo tiempo que comenzó a sobarle la polla por encima del pantalón. El otro le apartó con brusquedad.
-¿Qué coño haces? -el enfado de Chuso era evidente.
-¿No quieres que lo hagamos?
-Tío, estás enfermo. Vete de mi casa.
-Chuso, yo…
-¡Largo!
A pesar de todo, Chema se fue contento si finalmente su plan salía bien. Y así fue, porque al rato Sito apareció en su casa con un notable cabreo y ojos medio llorosos.
-¿En serio, Chema? ¿En serio has ido a casa de Chuso para follarle?
-Lo siento, Sito.
-¡Eres un cabrón!
-Sito, yo no…
-¡Cállate! No quiero saber nada de tus neuras. Si eres marica búscate a otro. Primero David, luego Raúl, y ahora quieres quitarme a Chuso… ¡Estás mal de la cabeza!
Sito se metió en su cuarto para salir poco después con una maleta llena de ropa. Chema seguía en el salón, pero ni se miraron. El pequeño le tiró las llaves al sofá junto a él y se fue sin más. Aunque triste, Chema estaba satisfecho por haber conseguido que su hermano por fin se marchara, aunque a costa de utilizar a Chuso. Su plan había salido bien.
Unos meses después…
-Sito, ¿qué te pasa? -Chuso le notaba un tanto decaído.
-Mañana es el cumpleaños de Chema.
-¿Estás pensando en llamarle?
-No lo sé. Después de todo este tiempo sin saber de él.
-Estará bien. De lo contrario nos hubiéramos enterado, ¿no crees?
-Pues no estoy tan seguro.
-Bueno, pues mañana le llamamos y así salimos de dudas -Chuso lo dijo para complacerle, porque en realidad no le apetecía correr el riesgo de que Chema entrase de nuevo en su vida.
-Igual bajo a Murcia a verle.
-¿Lo dices en serio? Yo no creo que pueda acompañarte.
-Se lo puedo pedir a Fernando.
-¿Quieres que te quite otro novio? -Chuso hizo el comentario casi sin pensar.
-Eso no ha tenido gracia.
-Lo sé, perdóname. Ha estado fuera de lugar.
-Además Fer no es mi novio. Nos estamos conociendo.
-A ver cuándo me lo presentas.
-Tú no me presentas nunca a ninguno de tus ligues.
-Porque son eso, ligues nada más.
-A este ritmo Chueca se te va a quedar pequeño -Sito se burla por la ajetreada vida sexual de su amigo.
-Pues nos volvemos a mudar, ja, ja, ja.
-Calla, con lo bien que estamos aquí en Madrid.
-La verdad es que sí -reconoce-. Huimos del pueblo, luego de Murcia… Puede que al final hayamos encontrado nuestro sitio.
-Puede.
Sito se queda pensativo mientras le mira. Es consciente que como pareja no hubieran durado nada, y más si lo que pretendían al mudarse a Madrid era empezar una nueva vida. No puede evitar excitarse al recordar los polvos que han echado, aunque desde el último han pasado ya unas semanas, justo después de conocer a Fernando, del que le habló cuando creyó que la cosa podía ir en serio. Chuso se alegró por él, repitiéndole por enésima vez que él no quería ataduras con ningún tío, que era su época de experimentar y tirarse a medio Madrid. Le cree a medias, porque a veces le parece un poco fanfarrón y duda de si todos los ligues que cuenta son reales. Pero en el fondo le da lo mismo, le ve feliz al igual que lo está él. Pero el cumpleaños de su hermano es una fecha demasiado señalada como para ignorarla. Lo consulta con la almohada, y al despertarse cree que lo mejor es llamar a su hermano.
Chema no se sorprende al ver su nombre reflejado en la pantalla del teléfono, pero decide no responder y vuelve a dejar el aparato en el asiento del copiloto. Su angustia se intensifica cuando lee el letrero de entrada a su pueblo. “No ha cambiado mucho”, piensa. Conduce por la carretera desde la que se ven los invernaderos rememorando tiempos que nunca le parecieron felices. Se para en la puerta de la finca de Juan Ramón, el agricultor que le arrebató a su mejor amigo, pero no le ve. Sí que atisba algunos trabajadores, entre los cuales reconoce a los dos moros que violaban y robaban a su hermano pequeño. Les ve entrar perfectamente aseados y vestidos a la casa del dueño como si fuera la suya propia creyendo que Juan Ramón ha encontrado su propio harén. “Maricones”, masculla. Sigue conduciendo hasta aparcar en la calle donde vive su padre y el nudo en el pecho le aprieta tanto que se replantea seguir con su plan o volverse a Murcia donde la soledad los últimos meses ha sido su única compañera. Apaga el motor, posa su mano en la manecilla y duda de nuevo, pero al igual que le ocurría de adolescente, casi hipnotizado se ve ya en la puerta de la casa tocando el timbre.
-Vaya, ha vuelto el hijo pródigo -saluda un desmejorado padre al que los años parecen haber castigado.
-He venido a por mi regalo de cumpleaños -admite Chema aparentando seguridad.
-¿Te has vuelto marica?
-En lo que me he convertido es por su culpa -le reprocha.
-Pues yo no quiero maricones en mi casa, así que vete por dónde has venido.
-¿No me va a dar el regalo? -insiste.
-Ya no tienes edad para recibir regalitos.
-Precisamente, ahora es cuando tengo edad para ellos.
El padre se limitó a darle un par de palmadas en el hombro mientras esbozaba una sonrisa y con las mismas cerró la puerta. Chema se quedó parado sin sentir absolutamente nada. No estaba ni cabreado, ni liberado, ni sorprendido ni tampoco decepcionado. Se montó en el coche y condujo de vuelta a casa con la mente en blanco. Al llegar miró la hora en el móvil, pero aún le quedaba tiempo para su cita. Se fijó en el símbolo rojo de la llamada perdida de Sito, ignorándolo por segunda vez. Se duchó, bajó las persianas para dejar la casa en penumbras y se sentó a esperar que el timbre sonara. Llegada la hora escuchó la cerradura como estaba planeado, así que se alegró de que el otro no se hubiera echado para atrás y que hubiese sido capaz de coger la llave del buzón. Intuyó su silueta al entrar al salón como dudando de dónde le encontraría.
-Marica, ¿dónde estás? -le escuchó.
Chema carraspeó y vio cómo el otro se iba acercando hacia donde estaba. La poca luz que se colaba por las persianas le confirmó el parecido con quien él esperaba, lo cual le alegró también.
-Desnúdate -le ordenó el hombre.
Chema obedeció quitándose la camiseta y los calzoncillos con decisión. El desconocido le agarró de la cabeza empujándola contra su paquete por encima del pantalón. La refregó en un par de sacudidas para después echarle hacia atrás de nuevo. Cogió ahora una de las manos de Chema y se la llevó al mismo sitio. Empezó a sobarle hasta notar cómo su polla se endurecía por debajo de la tela, y en otro arrebato el hombre volvió a acercarle la cabeza para restregarla contra ella de nuevo.
-Quítame los pantalones.
Tras hacerlo Chema percibió ahora un olor más intenso en su entrepierna, agradeciendo que otra vez le agarrara hasta que su cara quedó frente a ella. Inhaló el aroma a sudor de macho al tiempo que sus labios rozaban el rabo que ya había cobrado forma tratando de hacerse un hueco en el calzoncillo. Hizo lo propio con la mano apreciando el tamaño de la polla, acariciándola con la palma mientras el otro exhalaba algún sollozo. Sin liberarla, repitieron la escena unas cuantas veces hasta que habló de nuevo:
-Empieza a masturbarte.
La polla de Chema estaba también tiesa debido a la excitante situación, aprovechándose de las gotas que había soltado ya para pajearse tratando de moderar su respiración acelerada. Cuando sus gemidos rompieron el silencio el otro le mandó que se detuviera.
-Levántate y quítame los calzoncillos -dijo con brusquedad.
Mientras lo hacía se fue arrodillando frente a él quedando con su polla a escasos milímetros de su cara. Sin embargo, el hombre no le pidió nada y él mismo se agarró el cipote y comenzó a restregarlo con cierta calma por la cara de Chema. Recorría con él sus mejillas humedeciéndolas por el precum que ya había soltado, la deslizaba por la frente o la ponía en sus labios, pero sin detenerse demasiado tiempo en ningún sitio. Chema notaba las caricias del miembro caliente y duro esperando instrucciones o que el otro se decidiera a hacer algo más. Sin hablar dejó caer el capullo sobre sus labios, pero Chema no se inmutó. Acto seguido le apartó y el desconocido se sentó en el sofá.
-¿Quieres probarla? -le preguntó con desdén.
Chema asintió olvidándose de que el otro apenas podía verle.
-No te oigo -repitió.
-Sí.
-Acércate -le pidió.
Se abrió hueco entre las velludas piernas hasta posicionarse de rodillas delante de la polla notando de nuevo ese olor a rancio que él mismo quería.
-Huélela -escuchó decir-. ¿Te gusta cómo huele? ¿Sí? Venga, ahora los huevos, olísquelos.
Estrujó la nariz contra ellos sintiendo el duro vello en ella, aspirando el fuerte aroma que desprendían.
-¿Estás listo?
-Sí.
-Pues venga, cómemela. Pero despacito, que disfrute bien de cómo me la mamas.
Le agarró con firmeza la polla por la base y acercó la boca al capullo. Sacó la lengua para empezar a acariciarle con ella la punta y así probarla por fin. En ese instante recordó ese sabor tan particular que no había vuelto a encontrar ni en Chuso ni en su hermano. Es verdad que le causó algo de rechazo al principio, pero al evocar los matices se excitó decidido a no dejar de chupar. Lengüeteó despacio el capullo escuchando los sollozos del otro como muestra de que le gustaba. Recorrió después con la lengua todo el tronco, también con suavidad, deslizándola hasta rozar su propia mano, por lo que subía de nuevo y alcanzaba el glande que se fue introduciendo poco a poco en la boca. Tras ello, estaba ya dispuesto a tragársela entera, así que la fue metiendo sintiéndola dura y vibrante por la comisura de los labios succionándola con la garganta hasta tenerla toda dentro. El hombre se estremeció evidenciando un gemido más grave que se suavizó cuando Chema fue modelando sus movimientos sacudiéndola con la boca sin llegar a sacársela entera, y ayudándose ahora de una de sus manos para masajearla al mismo tiempo.
-Estás hecho un buen mamador -le decían mientras el otro se recolocaba en el sofá acomodándose con los brazos abiertos dejando que le dieran placer.
Chema también disfrutó todo lo que podía, pero más por las connotaciones que aquello tenía que por estar chupándosela a un desconocido. Prefería que éste le diese órdenes, así que le molestó un poco que hubiera parado de hacerlo y permitirle que se la mamara durante tanto tiempo, pero era consciente de que tenía que acatar lo que el otro dijese, no sin cierta preocupación de que no cumpliera con todo lo que él esperaba. Sin embargo, se adelantó a los acontecimientos, pues justo en ese instante le ordenó que parara y se pusiera en pie. El hombre se incorporó quedando él ahora delante de la excitada polla de Chema. Sin decirle nada se la llevó a la boca, pero apenas la mantuvo unos segundos hablándole de nuevo para que se girara. Le ofreció el culo y el otro le apartó las nalgas para acceder a su ojete. Escuchó que lo escupía y poco después se estremeció al sentir su lengua en él.
-Voy a follarte este culito, ¿quieres?
Contestó y sintió sus fuertes manos en su cintura que le fueron empujando para dejarse caer. Con el cuerpo inclinado, fue buscando la polla del otro, quien ya se la había agarrado para tratar de metérsela. Otro escalofrío al sentir el capullo en contacto con la entrada de su culo.
-No te preocupes, que sé que te va a gustar.
Que le gustara o no era en realidad lo de menos. Gruñó al ir recibiéndola pese al aparente cuidado que el otro ponía, pues se la iba clavando poco a poco. Una vez dentro, terminó de dejar caer su cuerpo quedando casi sentado sobre el rabo de aquel hombre, que empujaba la pelvis con movimientos cortos y decididos taladrándole el ojete a su gusto. Los músculos de la cara de Chema se tensaron, dejando ver una mueca un tanto ambigua, como si no quisiese acabar de rendirse al placer de la follada. No obstante, comenzó ahora a contusionar el cuerpo al ritmo de las embestidas, por lo que el otro se relajó dejando que fuese el joven quien cabalgase sobre su polla por mucho que aquella no fuese la postura ideal. Por ello Chema deseó que le ordenara parar y se recolocaran, pero al no hacerlo determinó que tendría que hacérselo entender aunque fuese sin hablar. Se detuvo entonces sin llegar a sacársela, y por suerte su amante se percató de lo que pretendía. Le volvió a agarrar con firmeza de la cintura, se levantó y le empujó de forma brusca contra el sofá. Chema se apoyó en respaldo arqueándose lo suficiente para ser follado de nuevo.
Así el otro tenía más libertad de movimientos, por lo que impuso su propio ritmo que se volvió cada vez más rudo y frenético, escuchándose el eco de sus embistes o sus huevos alcanzar los de Chema, que trataba de amortiguar sus sollozos, aunque de vez en cuando alguno se le escapaba. El otro sin embargo no hacía por ocultarlos, avivándolos cuando algún arrebato le llevaba a penetrarle con más fuerza. Cuando lo hacía, Chema temía que el tío fuese a correrse, porque aquello no era lo pactado, así que además de cierto dolor y el placer, su preocupación era también evidente por si no cumplía con el trato. Pero otra vez se anticipó, pues de repente se vio desprovisto del rabo que le perforaba y vio cómo el otro se sentaba a su lado para acabar de pajearse él solo con energía casi frenética. Él se limitó a mirarle hasta sentir que se contraía cuando un agudo gemido parecía avisar que iba a descargar su leche. Y así fue. Sus gritos se volvieron casi coléricos al tiempo que el sonido de los movimientos de su paja se ralentizaba. Chema se agachó a coger sus calzoncillos para dejárselos al lado. El desconocido los usó para limpiarse la leche que había ido a parar a su vientre o los restos que quedaron sobre su cipote. Tras frotárselos hasta mancharlos bien con su semen se los tiró a Chema.
-Huele, maricón -le ordenó.
Chema se los llevó a la nariz pringándose del líquido, pero aspirando para impregnarse del olor.
-¿No la vas a probar? -le animó.
Cogió con el dedo los restos de su nariz y se los introdujo en la boca saboreando su amargor antes de tragar saliva. Ambos se quedaron quietos unos instantes.
-¿Ya? -preguntó el desconocido.
-Sí, puedes irte.
-¿Me dejas usar el baño?
Chema se cabreó porque prefería no hacerlo, pero aceptó tras la insistencia del otro. Al volver repitió que no veía nada y encendió la luz haciendo que pudiesen verse con claridad, lo cual cabreó a Chema por si no era como él esperaba prefiriendo convencerse de que sí.
-Vaya cuerpazo tienes -le alabó el otro, pero Chema ni le miró.
-Vístete y vete.
-¿No me vas a explicar a qué venía todo esto? -se interesó el hombre.
-Ya lo hablamos en el chat; nada de preguntas.
-Es que al ver cómo eres me extraña mucho, tío.
Chema fue a apagar la luz, y aunque un instante dudó en si mirarle o no, prefirió no hacerlo y quedarse con la imagen de la foto que le había mandado a través del móvil y que le hacían lo suficientemente parecido a su padre como para idear todo aquello. El otro se dio por aludido despidiéndose sin insistir más pero seguramente satisfecho de haberse tirado a un tío mucho más joven y atractivo sin detenerse en pensar en sus motivos. Al quedarse solo Chema recuperó sus calzoncillos y los olió de nuevo. Se sentó con ellos en la mano abstrayéndose a tiempos pasados cuyo nexo era únicamente ese día; el día de su cumpleaños cuando recibía el inusual regalo por parte de su padre y que hoy se había negado a darle. Por ello agarró con más fuerza los calzoncillos sucios apretándolos como si lo fuera, o al menos en esencia.
Sin saber cuánto tiempo había transcurrido, el móvil le sacó de la ensoñación. Volvió a ver el nombre de su hermano en la pantalla y volvió a ignorarlo. Justo después escuchó el sonido del telefonillo del portal, el cual le sobresaltó, si bien creyó que no había sido real. Acto seguido recibió un mensaje en el teléfono: “Ábreme”.