La historia de Chema V: complicaciones
Chema se ha acostado con Chuso y con su hermano, pero el pequeño piso aún da mucho de sí.
La noche siguiente Sito tenía la esperanza de que ocurriera de nuevo, pero Chema no estuvo por la labor y él lo dejó pasar. Sin embargo, resistir una segunda noche era demasiado para él, y más sabiendo que las dos siguientes Chuso no trabajaba. De nuevo se encontró con el rechazo de su hermano, pero Sito no estaba dispuesto a que éste se saliese siempre con la suya.
-¿Por qué tiene que ser sólo cuando tú digas? -indagó-. Esto es cosa de dos, ¿no crees?
-Ya, Sito, pero creo que esto que hacemos no está bien.
-Vaya, ahora al señorito le entra la decencia. ¿Y no lo podías haber meditado antes?
-Ha sido un error. Lo siento.
-Pues hay que ser consecuente, Chemita. Pero no está bien que juegues con los sentimientos de los demás.
-No era mi intención.
-¿Y cuál era? Después de meses haciéndonos pajas mientras me besabas me vienes con esto… ¿Y ahora? ¿Ahora te entran los remordimientos?
-Somos hermanos, Sito.
-¿No me digas? -sonó sarcástico.
-¿Y si se entera alguien? ¿Y si nos pilla Chuso?
-Sabes que está trabajando.
-Ya, pero igual tenemos un desliz, o decimos algún comentario. Que tú eres muy bocas.
-Venga sí, ahora échame a mí la culpa. ¿Pues sabes lo que te digo? Que me he cansado ya de tus paranoias, así que dile a tu amigo que me vuelvo a mi cuarto.
-Sito, no te enfades. Dame tiempo a ver qué se me ocurre.
-Sí, si yo te doy tiempo, pero mientras lo piensas me vuelvo a mi dormitorio.
-¿Y qué le digo a Chuso?
-Eso es cosa tuya. Pero bueno, igual deberías irte tú a mi cuarto y que se venga él aquí conmigo. Seguro que no dirá que no a un buen polvo.
-No lo haría, eres como un hermano para él.
-Pues siento decirte que no sería la primera vez.
-¡¿Qué!?
-Lo que oyes. Nos lo montamos al poco de venir aquí.
-¿Y por qué nadie me lo ha contado?
-Porque ocurrió y ya está. Luego se lió con Juanra, yo con David…
-Este tío es gilipollas. Verás cuando venga.
-¡No! No vas a decirle nada.
-Vaya que no.
-¡Chema! Como montes el pollo me piro de aquí.
-Pero Sito, ¿cómo voy a compartir piso con él sabiendo eso?
-Apáñatelas.
-Si lo hubiera sabido antes…-se lamenta.
-¿Qué?
-¡Pues que no le hubiera dejado quedarse! Ah vale, ya entiendo ese tonteo que os traéis de vez en cuando.
-No te pongas paranoico porque no ha pasado nada.
-¿Seguro? Ya no me fío.
-Pues es la verdad. Pero vamos, que a mí no me importaría, así que se viene conmigo aquí.
Chema no soportó la idea de que se liaran, apoderándose de él unos celos que era incapaz de controlar. Odió a su amigo por haberle quitado a Sito, aunque fuera hacía meses y algo puntual.
-Venga, hagámoslo entonces -le sugirió.
-Ahora sí, ¿no? Como te he amenazado con Chuso…
-No, no es eso.
-¿Te crees que me chupo el dedo? Ah, ¡claro! Ahora lo entiendo todo: nos liamos el otro día porque temías que me fuera con él, ¿no es así?
-No -negó tajante.
-Vaya que no. Creías que si echábamos un polvo me conformaría. Como una limosna para contentarme, ¿verdad?
-Que no, coño. Si además yo también me he acostado con él.
-¡Mentira!
-Sí, cuando fuimos a Mojácar.
-¡Pero entonces eres un maricón perdido!
-Me dio pena. Me contaba que las cosas no iban bien con su novio y que quería que le folla…-se interrumpió-. Me dijo que había estado enamorado de mí toda su vida.
-O sea que sexo por compasión, ¿no? Como conmigo. ¿Te das cuenta de que todo es jodidamente raro? ¿Por eso se ha quedado aquí, no? Nos querías tener a los dos comiendo de tu mano.
-No, no es así exactamente… Yo te quiero, Sito.
-Me quieres cuando te conviene y para lo que te da la gana. ¡Esto se acabó! Hoy duermo en el sofá, pero mañana aclararemos las cosas los tres.
-¿No le contarás lo nuestro? -preguntó atemorizado.
-¿Crees que soy idiota?
Sito se fue de la habitación notablemente cabreado y confundido, sintiéndose humillado y utilizado por su propio hermano. Aunque lo intentó, no podía dormir, por lo que se puso a ver la tele hasta que aguantase con intención de no tener que pensar, pero la programación a esas horas no le ayudaba a quitarse a Chema de la cabeza. Chuso se sorprendió al encontrársele allí.
-¿Qué haces todavía despierto?
-No podía dormir y me he venido para no molestar a Chema -mintió.
-¿Y eso? ¿Te pasa algo?
-No, nada.
-Venga, me lo puedes contar. ¿Te apetece una birra?
Aceptó, y mientras Chuso iba a la cocina trató de pensar qué podría contarle.
-¿Algún noviete? -se interesó.
-Qué va. Si no me pasa nada, de verdad.
-Bueno, no voy a insistirte.
Se tomaron la cerveza mientras Chuso le contaba alguna anécdota del trabajo, ajenos a que Chema estaba al otro lado de la puerta escuchando todo, al igual que hacía cuando vivían en el pueblo por temor a que su padre fuera en busca de su hermano.
-¿Y sabes algo de Juanra?
-No, y es mejor así.
-¿Y no has conocido a ninguno desde que llegaste?
-Bueno, alguno hay… -se rió.
-Chss, que vas a despertar al ogro.
-No hables así de tu hermano, hombre.
-Es un quejica, ya lo sabes.
-Un poco a veces sí. A ver si se echa una novia.
-O un novio -musitó.
-¿Cómo dices?
-Nada, nada.
-¿Y a ti qué te pasó con el último? Era bastante guapete.
-Ya, y no veas que pollón tenía.
-¿Sí? Ja, ja, ja.
-Más de veinte centímetros fijo.
-¿Y por qué le dejaste escapar?
-Chema le pilló en el gimnasio tonteando con otro.
-Pues vaya subnormal.
-Lo que pasa es que…-se interrumpió-. Bah, nada.
-¿Qué?
-Pues que fue raro, porque Chema le dijo que me dejara y él le pidió que le hiciera una mamada a cambio.
-¿A Chema?
-Sí. Y él le hizo un lametón.
-¡¿Cómo?! ¿Chema le hizo un lametón? ¿Para qué?
-Imagino que para que yo lo viera.
-Joder, sí que es raro todo.
Los dos comenzaron a darle vueltas a la cabeza pensando en las veces que Chema se había comportado de forma extraña con ellos, pero ninguno dijo nada. El silencio de sus reflexiones les llevó a darse las buenas noches para intentar dormir.
-Buenos días -saludó Chuso en la cocina.
-Hola. ¿Café? -ofreció Sito.
-Sí, gracias. Oye, me gustó mucho la conversación que tuvimos ayer, así que me puedes contar lo que quieras cuando sea, ¿vale?
-Ok. Yo también me lo pasé bien. Pero tengo que confesarte algo porque no fui del todo sincero.
-¿Qué? -preguntó Chuso con interés.
-Le conté a mi hermano lo nuestro.
-No jodas, Sito.
-Bueno, y él me contó lo que pasó entre vosotros.
-¿El qué?
-Lo de Mojácar.
-Hostia tío. ¿Y qué dijo?
-Le hice prometer que no te diría nada ni montaría un numerito.
-Ya, me va a matar.
-Fue algo que quisimos los dos, así que no te preocupes.
-Buah, ya verás cuando venga.
-Chuso, lo que no entiendo es por qué os liasteis. Quiero decir, después de tantos años y sabiendo que mi hermano no es… ya sabes.
-Yo qué sé, Sito. El alcohol, un calentón… No sé.
-¿Y te besó?
-No me pidas que te dé detalles, por favor.
-Joder, entiéndeme… Descubrir así de repente que tu hermano de casi treinta tacos es gay…
-No creo que lo sea. Fue un favor más bien -Chuso no sabía si en realidad lo que estaba diciendo era verdad o mentira…
-¿Un favor?
-Le conté que Juanra y yo no estábamos muy bien, que a mí me hubiese gustado hacer otras cosas en la cama…
-¿Y se ofreció?
-Más o menos. ¿Qué te ha contado él?
-No dio muchos detalles. Ya sabes cómo es.
-Pues mejor que le preguntes a él, de verdad.
-Vale, vale.
Dejaron el tema y se pusieron otro café quizá para tener una excusa con la que seguir conversando.
-Entonces, ¿con Juanra mal?
-Qué cotillas eres.
-Me lo puedes contar, joer.
-Mal no, pero era un poco aburrido.
-Pero si no parabais…
-Me refería en la cama.
-Ah, vale.
-¿Era siempre lo mismo? Supongo que el activo eras tú, ¿no?
-Sí.
-Oh, con lo macho que parecía.
-¿Y qué tiene que ver?
-Nada, sólo bromeaba. Y tú querías probar también, ¿no?
-Algo así. Pero sobre todo que no fuera siempre lo mismo.
-Te entiendo. Con Raúl me pasaba igual. A veces quería metérsela yo o que me la chupara y no lo hacía.
-Vaya. ¿Y por qué aguantaste? Ah bueno, imagino que por lo que me has dicho de su…
-No sólo por eso, pero me gustaba que a veces fuese brusco. Me da un poco de vergüenza contarte esto…
-No pasa nada.
-Pues que le molaba ir de machito y me decía guarradas o se ponía algo violento… Bueno, violento no es la palabra… Que le iba lo duro, no sé si me entiendes.
-Sí. Y a ti eso te pone, ¿no?
-A veces. Ya te digo que no es que me tratase con desprecio, aunque es verdad que era bastante chulito… No sé, las mamadas no eran sólo eso, ¿sabes?
-Ya. ¿Ves? Yo echaba de menos eso cuando estaba con Juanra. Era siempre todo tan tierno y calmado… Y me daba corte pedirle ciertas cosas. Es lo que tú dices, no siempre, pero de vez en cuando algo que se salga de lo habitual…
Se quedaron pensando el uno en el otro deduciendo todo aquello que tenían en común y deseando que las cosas fueran de manera diferente, porque lo suyo no parecía viable por la posible reacción de Chema.
-Ains si tuvieras unos años más.
-¿Y qué tiene que ver seso? Juanra es mayor que tú.
-Cuatro más o menos.
-Joder, conmigo te llevas seis.
-¿Me estás entrando? -bromeó.
-Es que parece que tenemos mucho más en común de lo que pensaba.
-Pero yo creo que es sólo que queremos probar. Como pareja no duraríamos nada.
-¿Quién ha hablado de emparejarse?
-Bueno, interpreté eso…
-Yo me refería al sexo.
-¿Y tu hermano?
-Ya, no debería enterarse.
-Pues mejor que lo dejemos estar.
-¿Es verdad que estabas enamorado de él?
-¿Te lo ha contado? Qué cabrón.
-No pasa nada. Es entendible. Lo que no comprendo es que hayas aguantado tanto tiempo en el armario.
-Allí en el pueblo… Ya sabes.
-¡Hostia! Mira qué hora es, voy a llegar tarde. Piensa en lo que te he dicho.
-No, Sito. No voy a pensarlo. No es buena idea y punto. Y además…
-¿Qué?
-Eso del sexo sin sentimientos…
-Pero si somos amigos desde hace años. Bueno, me piro.
“Joder, una propuesta para tener sexo”, pensó Chuso. Sin embargo, su máxima preocupación era Chema por el hecho de saber lo suyo con Sito y por haberle revelado lo que ocurrió en Mojácar. Pasó la mañana intranquilo, pero al acercarse las dos sus nervios eran más evidentes. Su colega resultaba un tío de lo más impredecible, por lo que cualquier cosa podía pasar y de nada servía decidir si sacaba él el tema, se disculpaba, se explicaba…
-Hola -saludó Chema.
-¿Qué tal?
-Bien. Tenemos que hablar -Chema no perdía el tiempo.
-Ya me imagino.
-¿El qué? Bueno, da igual. Sito quiere volver a su cuarto, así que a ver cómo lo hacemos.
Chuso se quedó confundido pues desde luego no era esa la conversación que esperaba. Y además el pequeño no había hecho mención a ello esa mañana, así que todo era de lo más extraño. “¿Una excusa de Chema para que se marchara? ¿Cobardía de Sito al no pedírselo él?”, pensaba mientras meditaba la respuesta.
-Si me dejáis me puedo quedar en el sofá un par de días hasta que encuentre algo.
-No te lo he dicho para que te marches.
-¿Y entonces?
-Sito está medio cabreado conmigo y anoche durmió en el sofá. Y como es muy cabezón será mejor que le devuelvas el dormitorio.
-Pero Chema, que tú y yo durmamos juntos no sé si es una buena idea.
-A mí tampoco me lo parece, pero es lo que hay.
En realidad a Chema le parecía la mejor idea del mundo porque si Chuso se quedaba con él Sito no intentaría nada.
-Quizá podríamos buscar un piso más grande para los tres -propuso arriesgándose a que los otros aceptaran.
-No sé, Chema. Sería mejor que lo hablásemos los tres.
-Sito querrá porque tiene un interés especial en ti.
-¿Cómo dices?
-Me contó lo vuestro y está dispuesto a repetir.
-Chema, hemos hablado esta mañana y le he dejado claro que aquello pasó una vez y ya.
-Ya te he dicho que es muy cabezota y sabes que te insistirá hasta que lo consiga.
- Acho , que estamos hablando de algo para lo que se necesitan dos. ¿Qué pasa, que mi opinión no cuenta?
-¿Lo tienes claro?
-¿Que no quiero liarme con tu hermano? Pues sí.
-Pues en ese caso a ver qué hacemos.
-Hombre, lo de un piso más grande no es mala idea si le dejamos las cosas claras a Sito.
-Eso tendrás que hacerlo tú.
-Pues igual se piensa que es porque tú y yo… Como le has contado lo de Mojácar…
-Yo no soy marica -se defendió con desprecio.
-Bueno, no voy a discutir contigo lo que eres o dejas de ser.
-Es que no hay nada que discutir.
-Ya veo. ¿Sabes? Creo que ni siquiera sé ya si somos amigos así que será mejor que me vaya.
-¿Y ahora por qué te enfadas?
-Porque no puedes hablar así a la gente, Chema. Y porque estoy un poquito harto de tus cambios de humor.
-Venga va, perdóname. No he dicho lo de marica para ofenderte.
-Claro, ahora vienen las disculpas y… hasta la próxima.
-No sé qué mosca te ha picado. Parece mentira que no me conozcas. Y al contrario que tú yo sí creo que somos amigos. Al menos yo te sigo apreciando mazo.
-Pues demuéstralo.
-¿Estás insinuando que nos acostemos?
-¡Vete a la mierda! No entiendes nada. Demuéstralo en tu forma de comportarte, en tus contestaciones y tus desprecios, en tus actos…
-Joder Chuso, si tienes razón… No hago más que cagarla. Mi hermano ayer, hoy tú… No sé, es que no estoy… No sé cómo explicarte. No llevo la vida que esperaba, te echaba muchísimo de menos al mudarme aquí, luego todo ese tiempo sin saber de ti… Y luego lo de Mojácar, que no sé si debió ocurrir o no…
-Para eso ya no hay vuelta atrás. Mejor lo olvidamos porque además ya has dicho que tú no eres marica, así que no tiene sentido que lo sigamos mencionando. Si quieres hablamos con Sito cuando venga de currar y decidimos.
Chema no estaba muy convencido porque además la cosa no estaba saliendo como él pretendía, así que la reunión de la tarde iba a ser toda una incógnita.
-A mí me parece bien lo del piso con tres habitaciones -habló Sito.
-Pero quizá deberíamos esperar a que Chuso encuentre un trabajo más estable.
-El dinero no es problema, en la disco me pagan bien.
-¿Entonces dejamos las cosas como están mientras encontramos algo? -Chema se dirigió a su hermano con la intención de disuadirle de marcharse a su cuarto-. No vas a estar durmiendo en el sofá -miró ahora a su amigo.
-Que duerma contigo.
Chuso y Chema se miraron conscientes de que no era buena idea.
-Pero es que… A las horas que yo llego del curro no es plan de despertarle, que él madruga mucho. Me quedo en el sofá, de verdad. Tampoco creo que nos cueste mucho encontrar piso.
-Joder, ahora me voy a sentir yo mal -dijo Sito.
-No tienes por qué. Fui yo quien invadió tu espacio. No te ralles.
-Claro, y los días que no curras te tienes que esperar a que nosotros nos vayamos del salón para acostarte, ¿no? Bueno, mira, me quedaré contigo, pero nos ponemos a buscar ya.
Chuso se conformó a medias, Sito no pudo ocultar cierto enfado y Chema se quedó satisfecho porque su hermano volvía con él. Esa misma noche no intentaría nada porque el colega estaba en casa, pero le besó con ternura disculpándose por lo que había hecho y Sito lo dejó pasar. Éste retomó la conversación con Chuso a la mañana siguiente.
-¿Entonces de lo que hablamos ayer? -parecía haber recuperado el descaro que le caracterizaba.
-Sito, no puede ser. Y deberíamos dejarlo claro antes de mudarnos.
- Acho , pero si lo tenemos a huevo. A los dos nos molaría probar cosas nuevas, ¿por qué no intentarlo? ¿No te gusto?
-No es eso.
-¿Entonces?
-Pero ¿y cuándo? Si estamos siempre con Chema.
-Este sábado por la mañana le toca currar.
-Ya, pero yo llegaré de la disco súper tarde, que los viernes cerramos a las tantas.
-Bueno, pues salgo yo con alguien de fiesta y nos volvemos juntos cuando Chema se haya marchado.
-No sé, Sito.
-No hay más que hablar.
Se levantó para irse a trabajar, pero al pasar a su lado le susurró:
-Voy a follarte hasta reventar, campeón.
La siguiente noche que Chuso trabajaba Chema se insinuó a su hermano, pero éste no claudicó porque aún estaba enfadado y por darle la razón en que aquello que hacían no estaba bien. Obviamente se guardó para sí la excusa de su plan con Chuso, lo cual tampoco era óbice para sentir lo que sentía por Chema, pero en el fondo era consciente de que no llevaría a nada bueno, y un par de besos le bastaban para demostrarse ese especial cariño que se tenían.
-Tengo que salir más -dijo Sito-. Creo que el viernes me iré con los del curro. Y tú deberías hacer lo mismo, Chema. Salir un poco y divertirte.
-Puede que tengas razón.
-Ja, ja, ja -se rió Chuso al verle en la puerta de la disco-. ¿O sea que iba en serio, no?
-¡Claro! Intentaré que mis colegas aguanten hasta que cerréis.
-Vaya sinvergüenza estás hecho -un cosquilleo recorrió la verga de Chuso tras confirmar que su plan era real y estaba a punto de cumplirse.
-Si nos invitas a unos chupitos seguro que les convenzo.
-Toma, anda -le dio unos flyers con consumiciones gratis.
Gracias al alcohol la noche pasó rápido para Sito, aunque no tanto para Chuso, deseando acabar por la excitación que el otro le había provocado. La hora del cierre se hizo de rogar, pero finalmente se encontraron los dos solos caminando hacia el coche.
-Aún es pronto, ¿dónde nos podemos tomar una?
Se fueron a uno de los pocos garitos que quedarían abiertos hasta hacer tiempo para que Chema se marchara a trabajar. Quizá por los nervios o por ponerse al nivel de su amigo, Chuso se bebió la primera copa casi de un trago.
-¿Sabes que con tu hermano también fue premeditado?
-¿Ah sí?
-Ajá -asintió-. Estuvimos bebiendo también antes de irnos al hostal para… ya sabes.
-Qué morbo. Yo estoy cachondo perdido. ¿Qué vamos a hacer?
-Lo que nos apetezca.
-Podré besarte, ¿no? ¿O te harás el machote como la otra vez?
Como respuesta Chuso se le acercó y le besó en los labios.
-Buf, madre mía qué calentón.
-Ja, ja, ja.
-¿Tú no?
Era evidente que sí, así que en cuanto dieron las ocho se marcharon para casa. En el coche Sito comenzó a sobarle el paquete por encima del pantalón hasta notarlo duro mientras se sonreían con lujuria.
-Tengo muchas ganas de probarla de nuevo.
-Y yo de comerme la tuya.
-Bien, veo que se te ha pasado la vergüenza -apreció el chaval.
Nada más cerrar la puerta se besaron con pasión como si el tiempo apremiase. Se fueron desnudando por el pasillo sin separarse mostrando unas ganas irrefrenables de entregarse el uno al otro después de tanto preparativo. Sin embargo, al entrar en la habitación que ocupaba Chuso y al acabar de desnudarse se quedaron parados como si no supiesen qué hacer.
-Bueno, ¿y ahora qué?
-¿Qué te apetece?
No es que les entraran las dudas, pero quizá al haber forzado la situación se encontraron en el punto en el que tocaba la espontaneidad, lo cual no resultaba tan sencillo.
-Pues lo que hemos hablado, ¿no?
-¿Qué fue exactamente?
-Joder, vaya dos.
Se quedaron pensativos un instante con cierta vergüenza evitando ser el primero en hablar sin saber muy bien el porqué. Chuso esperaba que Sito se mostrara tan descarado como siempre, y éste suponía que su colega tendría las cosas más claras y le pediría algo, aunque fuese sólo por una cuestión de edad.
-¿Empezamos con un sesenta y nueve?
-Vale.
Al menos ya tenían un comienzo aunque no fuera lo que más les apeteciese. Chuso se tumbó en la cama y Sito se colocó encima de él para que cada uno tuviera acceso a la polla del otro. No tardaron en chupárselas, apreciando ambos el intenso olor y sabor acumulado tras una larga noche con todo lo que ello suponía. Pero más allá de protestar, los matices les resultaron agradables, por lo que mamaron con más ganas. Sito hacía gala de su mayor experiencia chupando pollas, estimulando cada centímetro con sus labios y su lengua desde la base hasta el rosado capullo de Chuso. Él también disfrutaba a su manera, si bien la succionaba de una forma algo más mecánica sin detenerse tanto a lamerla. Cuando Sito se comió sus cojones le imitó chupeteando los suyos atraído por el penetrante aroma que emanaban. Llevado casi por inercia por la costumbre que tenía con Juan Ramón, toqueteó el culo de Sito con un dedo.
-¿No querías que te follara yo? -habló el pequeño al notarlo.
-Sí, bueno…Eso lo he hecho sin doble intención.
Sito tomó su respuesta como la confirmación y se aprovechó del parón para cambiarse. Le dio un par de lengüetazos en los labios y se colocó con el rabo tieso frente a su amigo dispuesto a taladrarle el culo. Chuso apartó las piernas para facilitar el acceso y sin demora recibió la ardiente polla en su agujero. La metió con decisión al tiempo que intercambiaban lascivas miradas que corroboraban el placer que ambos sintieron mientras se acoplaban. La fue metiendo y sacando a un ritmo ágil, pero sin resultar brusco en absoluto.
-Esto… -balbució Chuso-. Hazlo más rápido si quieres.
Sito sonrió y sus embestidas se tornaron más enérgicas, notando cómo su rabo entraba en lo más profundo del otro mientras gemían y sus ojos se perdían por la habitación que se hacía eco de sus jadeos. Permanecieron así hasta que alguno consideró que la follada se había vuelto algo monótona a pesar de la brusquedad de las acometidas. Chuso se giró quedando de lado sobre la cama, levantó una pierna para que Sito se la agarrara y volvió a pedirle que le follara. Al meterla notó que su polla se estrujaba más en el agujero gracias a la nueva postura, lo cual agradeció por proporcionarle aún más placer debido a la fricción. Chuso lo sintió así también, percibiendo el rabo de Sito rozarle con mayor firmeza cuando se la metía. Imploró con la mirada que acelerara el ritmo, y Sito le complació agilizando sus embestidas con fuertes movimientos de pelvis mientras se agarraba a la robusta pierna de su amigo. A veces la sacaba unos segundos y se la volvía a clavar de un estoque suscitando un mayor placer, sobre todo en el culo de Chuso.
-¡Joder!
-¿Te gusta así?
-Ya te digo.
-Si quieres probamos de otra manera -sugirió Sito.
-¿Qué se te ocurre?
-Que te sientes sobre mí, aunque no sé si aguantaré tu peso.
-Pues otra cosa entonces.
-Pero es que así da mucho gusto, ya verás.
Sito se sentó apoyando la espalda en el cabecero de la cama para que Chuso se la clavara como le había indicado. Se puso a horcajadas sobre él sin dejar caer del todo su cuerpo y fue recibiendo la polla en su culo mientras se besaban. Una vez metida comenzó a cabalgar sobre él sin dejar de besarse mezclando sus lenguas con viveza, mordisqueando los labios del otro o dándose lametazos de manera más impulsiva. Al flaquear sus fuerzas Chuso se dejaba caer más de la cuenta haciendo que la polla de Sito entrara todavía más, notándola en lo más profundo de su agujero agradeciendo su despiste porque aquello le hacía estremecer. Sito se percató por los gemidos que exhalaba el otro, así que acompañó sus embestidas con movimientos de su pelvis que empujaba con firmeza al compás de los vaivenes de Chuso, que a su vez empezó a mover el culo haciendo círculos intensificando todo mucho más.
-¡Joder! Como sigamos así me corro -anunció Sito.
-¡Nooooo! ¡Todavía no!
-Tampoco pasa nada, me recuperaría rápido.
-Eso lo dices ahora con el calentón, pero luego…
-Que no. Déjame que me corra y luego te la chupo yo a ti.
Chuso aceptó sin moverse hasta que Sito descargó dentro de él. Escuchó su agudo gemido mientras se contraía y notaba los chorros de leche deslizarse. Seguía tan excitado que le costó apartarse y sacarse la polla, así que Sito tuvo que pedírselo porque aquello le parecía hasta tortuoso. Tal como prometió, se dispuso a chupársela dejando caer su cuerpo para que Chuso la colocara delante de su cara sin moverse. Le tentó la idea de follarle la boca con cierta brusquedad, por lo que probó a empujar su pelvis para ver cómo el otro reaccionaba. Al no decir nada siguió penetrándole con su verga hasta la garganta sacándola cuando veía que Sito necesitaba tomar aire. Como ya le había comentado, que le hicieran eso le ponía bastante, así que tal como predijo se excitó de nuevo alentándose con la pretensión de tragarse el semen de su amigo, quien no paró hasta correrse. Sus convulsiones hicieron temblar la cama mientras sus gemidos retumbaban en la habitación.
-¡Joodeeeeer!
Al relajarse besó a Sito apreciando el sabor de su propia corrida entremezclado con la saliva que sus lenguas intercambiaban.
-Mira, yo me he empalmado otra vez -anunció Sito-. Pero seguro que ahora eres tú el que no quiere…
-Ja, ja, ja. ¿Eso crees? ¿Te gustaría follarme la boca?
-Wow, no me esperaba eso.
Se besaron de nuevo a modo de despedida porque los labios de Chuso iban a estar ocupados un buen rato. Rememoró las posturas que probó con Chema y optó por tumbarse boca arriba al borde de la cama. Indicó a Sito que se pusiera de pie junto a él, giró la cabeza, y abrió la boca dispuesto a que se la follara. A partir de ahí fue el más joven quien dirigió los movimientos, comenzando por agarrarle de la cabeza para que no se fuera hacia atrás por la fuerza con la que se la clavaba o cuando decidía dejársela dentro empujándole al mismo tiempo la pelvis hasta que Chuso enrojecía por la falta de aire. Sin embargo a éste no le molestaba, sino todo lo contrario, disfrutando por cómo la verga de su amigo le llenaba sus tragaderas ya fuera con movimientos bruscos o con una tortuosa parsimonia. Y es que para Sito era algo casi novedoso, fascinado por esa forma en que su polla rozaba con el paladar o por cómo los mofletes cedían a su capullo intuyéndolo debajo de ellos.
Al tener que flexionar las piernas la postura no le resultaba lo suficientemente cómoda para alargarla demasiado, así que se le ocurrió ponerse a los pies de la cama pidiéndole a Chuso que se acercara. Él ya sabía lo que pretendía por lo que no hubo necesidad de que le explicara nada. Estiró el cuello y abrió la boca expectante por repetir en aquella posición que tanto le agradó cuando lo hizo con Chema. A Sito le parecía que por la forma que quedaba su garganta no debería metérsela con la misma brusquedad, pero cuando la introdujo comprobó lo bien que entraba y se deslizaba hasta lo más hondo. Tanto que decidió apretarle la cara para obtener una mayor fricción consciente de que el otro aguantaría menos, pero aunque fueran menos en número, los embistes le parecían de lo más placenteros. Cuando la sacaba para que Chuso pudiera respirar no le daba tregua, pues golpeaba su polla contra sus labios o la pasaba por su barbilla recogiendo rastros de saliva. Nunca pensó que esa rudeza o la sumisión del otro le excitaran tanto. Y por miedo a correrse propuso cambiar.
-¿Te apetece follarme? -le preguntó.
-Sí, claro.
-Pero a ver, hagamos algo…
-¿Salvaje? -recomendó Chuso-. Ja, ja, ja.
-Ja, ja. Sí.
Sito se tumbó boca abajo y le indicó a Chuso que tratara de metérsela de esa forma. A éste no le pareció demasiado salvaje al principio, pero cuando la introdujo su amigo le pidió que lo hiciera con fuerza situándose encima de él. Al ver que no separaba las piernas entendió que ahí estaba el motivo de su propuesta, pues al ir metiéndola el roce hacía que le presionara la polla aumentando así el gozo. Embistió entonces con viveza mientras Sito se estremecía y él mismo gemía con ímpetu por la crudeza de sus movimientos.
-¡Oh sí! ¡Fóllame! -pedía ya sin un ápice de vergüenza.
Y Chuso acataba su orden obediente imaginándose qué sería lo próximo. Porque estaba claro que si de experimentar se trataba no acabarían así, por lo que Sito se adelantó e hizo que se apartara. Se dio la vuelta quedando ahora boca arriba, lo que a priori tampoco resultaba muy excepcional, pero de nuevo se precipitó en sus conclusiones. Sito flexionó las piernas hasta dejarlas junto a su torso lo más atrás que pudo ayudándose de los brazos de su amigo, quien ya se había acercado situándose por encima hasta poder besarse. Mientras lo hacían le fue follando dejando caer todo su peso sobre él sollozando al unísono sin separar los labios que se frotaban con la misma furia con la que la polla de Chuso entraba y salía del culo de Sito.
Fue éste quien volvió a proponer cambiar dejándose llevar por todo lo que se le pasaba por la cabeza, ya fuera por haberlo visto en alguna película porno o porque se le ocurría sin más. Ahora se colocó de lado en posición fetal sin separar las piernas preparado para recibir rabo de aquella manera. A Chuso le gustó la idea atraído por el hecho de que su verga tendría que sondear las nalgas hasta alcanzar el agujero con lo que aquello suponía de cara a estimularle todo el cipote. Su capullo fue haciendo hueco recibiendo un deleitoso cosquilleo que pronto se convirtió en una punzante fruición que le recorría todo el tronco pese a no llegar a meterlo entero. Pero esa combinación de culo y nalgas se le antojaba de lo más estimulante con sensaciones contrastadas entre la suavidad de los cachetees al rozarle o la constricción que el esfínter causaba en la punta de su polla.
Tanto fue así que creyó que sería la postura definitiva para correrse, por lo que trató de acceder a la verga de Sito con la intención de pajeársela, aunque para él no era la postura perfecta en ese sentido. Así que como Chuso sólo lograba alcanzar el capullo se escupió la mano para masajearlo con movimientos circulares que parecía que al otro le gustaban a tenor de sus jadeos, pero a pesar del estímulo, el grandullón fue el primero en descargar, haciéndolo dentro del ojete del pequeño mientras éste le acompañaba en sus sollozos.
-¡Hostia tú! Qué pasada…
Sacó el rabo, pero no paró de pajearle hasta que hizo que se corriera, lanzando los trallazos sobre su propio vientre ante una sonrisa lasciva de Chuso y una mirada de satisfacción por parte de ambos. Un último morreo les sirvió de despedida yéndose cada uno a un baño para darse una ducha rápida antes de dormir. Eso sí, ambos sucumbieron al sueño pensando en el otro y en todo lo que podrían llegar a experimentar si las cosas no fueran tan complicadas, si bien se reducían a un solo nombre: Chema.