La historia de Chema IV: todo llega

Chema se ha follado a su mejor amigo, pero la cosa no ha ido del todo bien. Menos mal que aún le queda su hermano...

Cuando Chema entró en casa la canción de moda sonaba a todo volumen alterando la tranquilidad que romper un cristal le acababa de conceder. Fue raudo al dormitorio de su hermano para que la apagara, y al abrir la puerta se le encontró haciéndole una mamada a su novio.

- Acho , ¿qué haces aquí tan pronto? -le preguntó sobresaltado apartándose veloz.

Sin embargo, Raúl ni se inmutó, dejando ver un enorme pollón tieso apuntando al aire brillante por la saliva de Sito. El chico, lejos de querer taparse, le lanzó una mirada lasciva y engreída por lo que tenía entre las piernas.

-¡Largo! -le gritó Chema.

-Pero chacho -protestó su hermano.

-¡Y quita la maldita música!

-¿Qué te ha pasado? -Sito se alarmó al ver la sangre.

Chema le ignoró y se metió en su cuarto.

-Será mejor que te vayas -le pidió a su novio.

-Joder con tu hermano, vaya formas.

-Le ha debido de pasar algo.

-¿Has visto cómo me miraba el rabo? -preguntó arrogante.

-Como para no fijarse…

Tras despedirle, Sito se dirigió en busca de Chema, que estaba en su baño lavándose la herida.

-¿Cómo te lo has hecho? ¿Te has peleado con Chuso?

-Déjame ahora, te lo pido por favor.

-Ni hablar, a ver la herida. ¿Vamos al médico?

-No es nada.

-Pero si tienes un montón de sangre.

-Es sólo por el corte, Sito, de verdad.

-¿Corte? Bueno, al menos sé que no es por haberle dado un puñetazo al grandullón.

-Ese no tiene ni media hostia.

-Uy uy uy. ¿Os habéis enfadado?

-No quiero hablar del tema.

-Ya, lo contrario sería una novedad porque nunca me cuentas nada.

-¿Por qué te lo llevas todo siempre a tu terreno? ¿A qué viene hacerte la víctima ahora? ¿Me meto yo en tu vida?

-Joder, acabas de echar a mi novio de nuestra casa.

-No me gusta ese tío, que lo sepas.

-Me da igual, a mí sí.

-Lo que te gusta es comerle el rabo.

-Qué gilipollas eres.

Sito se marchó enfadado harto de las impertinencias de su hermano. Éste se quedó frente al espejo del baño con ganas otra vez de darle un puñetazo. Vio cómo sus ojos se encendían y las facciones de su cara se tensaban por la rabia. Odiaba lo que veía y en lo que se había convertido. No entendía su actitud; eso de culpar a su padre por cómo se comportaba ya no era una excusa. Estaba perdiendo todo lo que más quería por su propia voluntad, incapaz de ver feliz a nadie a su alrededor, dejándose llevar por una conciencia perversa falta de escrúpulos. Una lágrima brotó se su ojo; no recordaba cuándo fue la última vez que lloró. Desde luego habían pasado años, y quizá lo hizo porque pensó en la mierda de vida que llevaba. Justo lo que piensa ahora. Veintiocho años de infelicidad inmerecida con visos a que su vida se vuelva todavía más miserable. Y ahora no hay nadie más a quien culpar. Únicamente al que ve reflejado en el espejo.

Con los ojos aún vidriosos salió en busca de Sito. Le encontró tirado en su cama sin hacer nada.

-Sito, perdóname.

-Déjame en paz -le dio la espalda.

-Por favor…

Sito notó el tono lacrimoso en la voz de su hermano. Se giró de nuevo para fijarse en sus ojos húmedos y enrojecidos.

-Eh, venga, ¿qué pasa?

Se levantó para consolarle mientras le acariciaba la mejilla para después rodearle con los brazos apretando el pecho contra el suyo con firmeza. Chema le correspondió al abrazo y se echó a llorar como un niño chico. Así permanecieron un rato sin decir nada hasta que el mayor se relajó. Cuando aflojaron el achuchón Sito le pidió que se sentara para contarle qué ocurría.

-Soy una mala persona -se atrevió a confesar al tiempo que se dejaba caer sobre el colchón.

-No es verdad -le animó su hermano tumbándose de lado junto a él-. ¿Qué has hecho?

Chema se frotó los ojos y se colocó frente a Sito, contemplándole mientras esbozaba una frágil sonrisa.

-¿Sabes? -volvió a hablar el pequeño-. Te sienta bien llorar porque ahora mismo te veo más guapo que nunca.

Volvió a sonreírle mientras le colocaba el pelo por detrás de las orejas aprovechando para acariciarle la mejilla con delicadeza envueltos en un silencio sobrecogedor. Sus ojos centelleaban al tiempo que se clavaban en los del otro. Chema trazaba con un dedo líneas por el rostro de su hermano, deslizándolo por sus mofletes hasta rozar los labios bajando después a la barbilla y recorriendo el camino de vuelta con sutileza sin detenerse en ningún punto. Sito se limitaba a observarle agradeciendo el cosquilleo que su hermano le provocaba, si bien su mueca era menos risueña por lo inusitado de la situación, expectante a lo que Chema hiciera después pese a que él se había creado su propia fantasía que aceleraba el ritmo de sus pulsaciones con sólo imaginarse que acabarían besándose. Y efectivamente, Chema acercó sus labios a los suyos para fundirse en la mayor muestra de cariño que le profesara jamás.

No fue un simple y tierno beso que durara un par de segundos, sino que sus labios no se separaron durante un buen rato, y aunque pasional no era la mejor definición porque no se atrevieron a jugar con sus lenguas, sí que pasaron a besarse con ansias de un deseo carente de lujuria, pero sí rebosante de sensualidad. Ninguno sabía en ese instante por qué lo hacían, pero el escalofrío que les recorría el cuerpo de vellos erizados era demasiado placentero como para interrumpirse y preguntar. Aquel silencio turbador cedió al sonido de sus labios besuqueándose, un eco de lo más sugerente, y por el cual Sito se sintió totalmente atraído. Por ello comenzó a acariciar la espalda de su hermano, subiendo la mano hasta su cabello para apretarle la cabeza con la intención de no dejarle escapar. Luego la volvía a bajar, tentado por el firme culo de Chema, al que después de un rato se decidió a sobar.

-Sito, no hace falta que sexualices todo -le regañó separándose de él por primera vez.

Pero ante la mirada decepcionada de su hermano que obtuvo como respuesta, Chema volvió a besarle de la misma manera y Sito no lo volvió a intentar. Por tanto, no ocurrió nada más que aquel extraño y prolongado beso que duró más tiempo del imaginable hasta que sus labios se resintieron. Y es que notaron cómo languidecían por el roce, cómo se fueron secando en ese lapso en el que no se separaron. No dejaron de mirarse tras liberarse, quizá creyendo que extraerían alguna conclusión a través de sus ojos. Obviamente Sito quiso preguntar, pero si era verdad que conocía a su hermano pese a que aún tuviera la capacidad de sorprenderle, determinó que aquel momento no era el idóneo, conocedor de su singular manera de comportarse a la hora de demostrar sus sentimientos.

Tras esa experiencia tan demoledora parecía que el problema de Chema no era la falta de felicidad o que le molestara que los demás la tuvieran. Lo que denotaba su conducta era una total carencia de afecto y cariño, los cuales habían escaseado a lo largo de casi toda su vida a excepción de los pocos años que estuvo con su madre. Sin embargo, con las pocas personas con las que se había sentido apreciado fue cruel y egoísta, comportándose de aquella incomprensible manera con el difuso objetivo de hacerles desdichados tal como lo era él. Pero era ese anhelo de recibir afecto el que le llevó a sentirse irracionalmente celoso, queriendo acapararlos en cuanto los otros comenzaron a ser felices, temeroso de que eso significara que se olvidarían de él o no tendrían la suficiente capacidad para quererle si en sus vidas había otras personas.

Ese pensamiento le llevó directamente a querer deshacerse del novio de su hermano. Al día siguiente en el gimnasio le dijo que quería hablar con él a solas, y que aprovechara la ausencia de Sito porque tenía prácticas en el instituto para subir a verle. Si el plan era el mismo que con el anterior novio esta vez le salió mal, porque Raúl no apareció por su casa, así que enfureció por su desobediencia y le asaltó en cuanto le volvió a ver en los vestuarios del gimnasio.

-Quiero que dejes a Sito -le ordenó.

-¿Y por qué iba a hacerlo?

-Porque lo digo yo y punto. No te acerques más a él.

-Porque tú lo digas. Con lo bien que me la chupa.

Su comentario le enervó hasta el punto de agarrarle por la pechera con la intención de agredirle.

-Estás avisado.

-Le dejaré con una condición -planteó Raúl-. Quiero que me la chupes.

-Eso no va a ocurrir.

-¿No? Vi cómo me mirabas la otra tarde -su arrogancia era irritante.

-A ver si te crees que yo soy marica como tú -trató de atacarle.

-Pues sin mamada no hay trato.

Sin detenerse a reflexionar, Chema se acercó hasta Raúl y le mordió el cuello con la intención de dejarle la marca de lo que parecería un lametón.

-A ver cómo le explicas eso a Sito.

Se marchó medio satisfecho, pero con dudas de que su plan fuera a salir bien. Esa misma tarde Raúl apareció en su casa al poco de llegar Sito. Al verle llevando un fular creyó que le había salido bien la jugada.

-¿Qué haces con eso en el cuello? -se extrañó Alonso.

Chema esperaba ansioso la respuesta.

-Para tapar esto -se lo quitó enseñando el moratón dejando a Chema confundido.

-¿Y eso? Acho , parece un lametón. ¿Quién te lo ha hecho? -el mosqueo de Sito era evidente.

-Pregúntaselo a tu hermano -le retó.

Sito le miró con desconcierto.

-Se lo he hecho yo -confesó.

-¿Tú?

-Sí -reconoció Chema-. Pero que te diga por qué -ahora fue él quien quiso desafiarle.

-Me pidió que te dejara -la seguridad que tenía en sí mismo parecía ir desvaneciéndose.

-No entiendo una mierda -Sito era incapaz de extraer alguna conclusión-. ¿Tú le has pedido que me deje y encima le haces eso?

-Sí, le pedí que te dejara porque le vi tonteando con uno del gimnasio -se inventó.

-¡Mentira!

-¿Y sabes lo que me pidió como condición? -Chema ignoraba al otro-. Que le hiciera una mamada.

-Porque sabía que no querría -reconoció.

-¿Mi novio le pidió a mi hermano que le hiciera una mamada? Esto es la leche.

-Alonso, no fue así -trató de aclarar.

-¡Lárgate! -le gritó.

-Pero tío, de verdad que…

-¿No le has oído? -Chema se regodeó.

-Esto no va a acabar aquí -amenazó Raúl.

Sin elementos externos que empañaran el vínculo que se había creado entre ellos, Chema y Sito disfrutaron de sus vidas casi como si fueran una pareja bien avenida. Aunque sus demostraciones de amor se limitaban a la intimidad de su piso, el pequeño convenció al mayor para que hicieran cosas juntos como siempre había querido. Gracias a que consiguió un empleo en la empresa donde hizo las prácticas, su sueldo les permitía un desahogo económico que nunca conocieron, al margen de la libertad que suponía que por fin se sacaran ambos el carné de conducir para comprarse un coche con el que poder escaparse a la playa o a la nieve. En casa todo se volvía más tierno e íntimo, pues dormían abrazados, se besaban o tonteaban sin ningún tipo de pudor. Para Chema lo carnal era superfluo, únicamente el roce de los labios de su hermano le bastaban para saciar sus necesidades. Pero para Sito la situación en sí misma era una provocación hacia sus instintos más salvajes y obscenos, si bien tenía que contentarse con alguna paja que se hacían mutuamente mientras sus besos se volvían más tórridos de lo habitual. Se insinuó en más de una ocasión, pero Chema le frenaba por cuestiones de decencia y una injustificable y repentina moralidad.

Esa etapa armoniosa e idílica se quebró cuando Chuso volvió a sus vidas.

-Lo he dejado con Juanra -anunció desde el rellano cuando Chema le abrió la puerta.

-Pasa, anda.

No se saludaron de ninguna forma especial. Se sentaron en el salón con una cerveza en la mano. Chuso le contó la historia un poco por encima, y Chema quiso reprocharle que no supiera nada de él en todos esos meses. Tampoco es que le considerara un interesado, sino que como él mismo, no tenía mucha gente a la que acudir. Por ello la conversación se fue relajando hasta el punto de parecer colegas de nuevo. Cuando Sito llegó sí que le saludó como siempre, porque aunque había hablado de él con su hermano, éste jamás le contó lo que sucedió en Mojácar.

-Joder, perder el novio, la casa y el trabajo así de golpe -comentó Sito.

-Qué forma de animar la tuya.

-¿Y qué vas a hacer ahora?

-He pensado en venirme a la ciudad.

Los dos hermanos se quedaron callados un instante, no sabiendo cómo tomarse la decisión de su amigo y viendo peligrar su recién adquirida y cómoda relación.

-Ah, pues bien -habló Alonso-. ¿Y dónde piensas quedarte?

-Pues había pensado que… -trató de explicarse no sin cierto rubor-. Que igual podría quedarme aquí unos días.

Sito miró a Chema moviendo la cabeza disimuladamente dando a entender que no aprobaba su idea, pero ante su silencio volvió a hablar.

-Pero aquí no hay sitio.

-Sito, por favor -le regañó su hermano.

-No te preocupes, Chema. Si tiene razón… presentarme aquí sin avisar pidiendo esto… Lo siento, de verdad -miró a Sito con sincero arrepentimiento.

-Si no digo que no puedas quedarte un par de días -Sito reconsideró su respuesta-. Te ayudamos a buscarte algo.

-Hombre Chuso, igual lo de Juan Ramón no es definitivo como tú piensas y lo mismo te pide que vuelvas.

-No, Chemita. En eso no hay vuelta atrás. ¿Y el pueblo? Qué voy a hacer yo en el pueblo sin trabajo y sin… Bueno, sin tener nadie allí -se retrajo de nombrar a Chema.

-Bueno, no te agobies. Te puedes quedar aquí el tiempo que necesites.

En cuanto Chuso cerró la puerta para bajar a por las maletas Sito recriminó a su hermano por la invitación, enrabietado por la idea de que todo lo que tenían se esfumara.

-No podemos dejarle tirado.

-Ya, tío, pero alguna solución habrá. No quiero que esté metido aquí todo el día sin hacer nada, así que hay que buscarle trabajo cuanto antes -su pataleta se fue pasando.

-Ven aquí, anda -Chema le dio un tierno beso en los labios-. Que se quede en tu cuarto y así seguimos durmiendo juntos, ¿te parece? Serán unos días, ya verás.

Pero no, no fueron unos días porque se acomodaron a la situación sacándole el lado positivo. Chema había recuperado a su único amigo, quien además se esforzó porque todo fuera como antes comportándose de una forma casi servicial sin que su presencia enturbiara demasiado sus momentos más íntimos con su hermano. Éste echaba de menos eso de besarle en cualquier instante, como al despedirse por la mañana o al volver del trabajo. Pero en el fondo Sito era buena persona y no por ello iba a dejar a su amigo en la estacada. Al menos, como Chuso había encontrado curro de portero en una discoteca, sus horarios les permitían sus encuentros secretos.

Sin embargo, una alarma sonó en la cabeza de Chema un día que vio cómo los otros tonteaban en el sofá. Unos celos incontenibles le angustiaban con la sola evocación de que se pudieran liar a sus espaldas y eso les llevara a dejarle de lado. Porque sabía que su hermano tarde o temprano iría en busca de sexo, y quién mejor que el nuevo inquilino, accesible en los momentos que él trabajaba o iba a hacer la compra. Una nueva maquinación comenzó a cobrar vida en su descabellada cabeza proponiéndose ahora tener sexo con su hermano ahuyentándole de un posible deseo de querer ir a la caza de su amigo. Y así, la misma noche que sufrió aquella revelación decidió llevarla a cabo.

En cuanto Chuso cerró la puerta para irse al trabajo Chema se acercó a su hermano -que estaba sentado en el sofá viendo la tele- para ponerse a horcajadas sobre él. Sin decir nada comenzó a besarle como si lo hubiera echado mucho de menos. Sito pensó que el arrebato llegaba más temprano de lo habitual, pues normalmente lo hacían en el dormitorio antes de dormir, pero creyó que sería un beso y poco más. Sin embargo, su hermano le quitó la camiseta y acto seguido hizo lo mismo con la suya. Su boca abandonó los labios del otro para ir deslizándose por el cuello o las orejas, algo que sí habían hecho antes mientras se pajeaban el uno al otro. Sin embargo, lo inesperado fue que Chema bajara hasta mordisquearle los pezones, lo cual era totalmente novedoso. Ante su asombro no supo qué decir ni qué hacer él, más allá de acariciarle el pelo como señal de aceptación al tiempo que exhalaba un par de gemidos. “¿Adónde llevaría todo aquello?”, pensó. Porque las palabras sobraban, pues ya sabía que Chema cuando su comportamiento era así de impredecible nunca decía nada; simplemente actuaba.

Volvió a besarle los labios tras detenerse de nuevo en el cuello mientras con una mano le sobaba el paquete. Su ímpetu tenía totalmente descolocado a su hermano, si bien le agradaba que sus magreos se hubiesen vuelto más fogosos, así como ese pequeño paso que Chema acababa de dar. Sin embargo, no se imaginaba que todavía habría más. Y es que Chema se puso de pie terminando de deshacerse de la ropa que le quedaba quedándose frente a Sito totalmente desnudo y con la polla tiesa apuntándole. El pequeño era consciente que aquella postura no iba a ser para una simple paja. ¡Su hermano quería que le comiese el rabo! ¡Por fin! Después del incalculable número de veces que había soñado con ese momento, finalmente tenía a Chema frente a él dispuesto a que le hiciera una mamada.

No sin cierto pudor a pesar de todo, Sito se acercó para comenzar a lamerla sin dejar de mirar a Chema en busca de la confirmación de que aquello era lo que quería. Su respuesta se hizo evidente cuando le agarró de la cabeza para empujársela con delicadeza hasta su paquete. Se estremeció al sentir la lengua de Sito rozándole el capullo, y no sólo por el placentero cosquilleo, sino por la oleada de pensamientos que se apoderaron de su cerebro en ese instante. Pero no había vuelta atrás, porque además, y aunque pareciese mentira, si paraba ahora tendría que dar unas explicaciones que de la otra forma no serían necesarias. Se rindió y se abandonó al placer como ya lo había hecho Sito, que disfrutaba complacido chupándole la polla a su hermano. Se recreó con ella como si fuese a ser la única vez, recorriendo cada milímetro de su tronco o del capullo con la lengua, lamiendo sus huevos, tragándoselos, deslizando sus labios desde la base hasta la punta con una tortuosa calma que reafirmaba su intención de regocijarse en ella todo el tiempo que quisiera.

Pero Chema le apartó antes de lo que hubiera deseado, empujándole contra el respaldo del sofá para luego arrodillarse él y desnudarle. Al liberarla del calzoncillo, el rabo de Sito estaba completamente duro, entendible por la excitación que comerse tan anhelada verga suponía. No obstante, no se figuraba que Chema fuese a chupársela a él por mucho que tenerle delante arrodillado significara lo contrario. Efectivamente, el mayor se acercó con timidez haciéndose hueco entre las piernas de Sito para mamársela. Se detuvo un instante antes de metérsela en la boca para mirar a su hermano, pero no en busca de aprobación como él, sino para extraer de sus ojos alguna señal de que no hacían nada malo, que lo deseaba con todas las consecuencias, aunque ni él mismo sabía cuáles iban a ser.

Aunque por su inexperiencia no le puso tanto empeño como Sito, la chupó como recordaba cuando se lo hizo a su padre o rememorando las mamadas que Chuso le había hecho a él. Sus lengüetazos eran algo bruscos y sus succiones un tanto mecánicas al principio, pero poco a poco se fue esmerando, dejándosela entera dentro de su garganta hasta que le faltaba la respiración provocando un sonoro gemido en su hermano, aún incrédulo de que aquello de verdad estuviera ocurriendo.

-¡Dios! ¿Quién te ha enseñado a hacer eso? -preguntó el pequeño.

Pero Chema le ignoró, pues no era momento de ponerse a hablar de su padre. Se levantó, le agarró de la mano y le dirigió al dormitorio. Allí se tumbaron sobre la cama uno encima del otro sin parar de besarse hasta que Chema retomó la mamada. Sin embargo, Sito no quería quedarse al margen, por lo que al ver las intenciones de su hermano se giró para poder chupársela al mismo tiempo. Así, una postura a priori tan erótica se convirtió en una armonía perfecta en la cual los dos hermanos se daban placer al tiempo que lo recibían sin que uno fuera más que el otro, entregándose en igualdad de condiciones satisfaciendo a través de las zonas más impúdicas de sus cuerpos una necesidad que llegó a ser inevitable.

Se chuparon las pollas cada uno a su ritmo, mostrándose Chema algo menos hábil, pero sus movimientos eran similares a los de Sito. La postura incitaba a tragárselas enteras sin detenerse mucho más en los huevos o en lamer los cipotes, aunque alguno rompía la monotonía de las succiones deleitándose de diferente manera. Porque tras un rato mamando, y aunque ninguno parecía cansarse, el no saber qué más iba a ocurrir les hacía permanecer de aquella manera. A Sito se le pudo pasar por la cabeza dar el siguiente paso, que no era otro que ser follado por su hermano, pero por temor al rechazo y que aquello acabara no dijo nada. Por su parte, Chema estimó que la penetración sería el culmen en su relación con Sito, pero se mostró indeciso evaluando hasta qué punto aquello sería una buena idea o qué conseguiría con eso más allá de sentirle de forma totalmente plena.

-Chema, estoy casi a punto de correrme.

-Pues hazlo.

-¿Y tú?

-Todavía no.

-¿Pues qué hacemos?

-Córrete y ya si eso acabo yo con una paja.

-No, hombre, no voy a dejarte a medias. ¿Quieres follarme?

-No sé, Sito. ¿Tú quieres?

El pequeño se encogió de hombros con cierta vergüenza. Chema se dio la vuelta para besarle de nuevo poniéndose encima de él mientras sus torsos se rozaban y sus pollas se restregaban entre sí. La nueva postura era de lo más excitante, notando cómo sus rabos palpitaban por el contacto con el otro y sus apasionados besos erizaban su vello.

-Fóllame, Chema.

Sin casi moverse buscó con su verga el culo de su hermano para penetrarlo. Sito le ayudó apartando las piernas y guiándolo con la mano. Emitió un sonoro gemido cuando sintió el capullo entrar lentamente. Se miraban con lascivia mientras se iban acoplando, estremeciéndose no sólo por el placer, sino por la situación de estar tan perfectamente encajados, como si sentirle dentro fuera la consumación de algo que tarde o temprano tendría que llegar desde aquel día que se besaron en los labios por primera vez y la tensión comenzó a hacerse evidente. El trance requería que la follada fuera suave y calmada, así que Chema le fue embistiendo con dulzura sin que sus labios se separaran amortiguando así los jadeos que de otra forma ambos hubieran exhalado. Arqueaba su cuerpo con sutiles movimientos vibrando con cada ciclo de sus acometidas sin quitarle ojo a su hermano salvo cuando le besaba el cuello tratando de no pensar en nada.

-Ohhh, Sito -susurraba.

-Hmmmm, sí -suspiraba el otro.

No pronunciaron muchas más palabras durante el tiempo que Chema le follaba, y eso que ahora ya no se besaban, pues se había erguido para poder masturbarle al mismo tiempo que él le taladraba el ojete.

-Avísame para corrernos a la vez -sugirió Chema.

-No te apartes. Sigue follándome hasta correrte dentro.

-¿Pero tú cómo vas?

-Jodeeeer Chema, ya casi. Ohhh.

-¿Ya? Yo voy a tener que sacarla porque me corroooo.

-No, noooo. Ohhh, ya estoy… Jodeerr.

Y casi al mismo tiempo los trallazos de Sito salieron disparados sobre su vientre estimulados por la mano de su hermano mientras éste agudizó un sollozo que avisaba que estaba preparado para descargar dentro de él.

-Ohhhh, Dios. Jodeeer.

Sito se incorporó veloz para besarle en ese instante acallando así sus gemidos, pero Chema agradeció que acabaran de esa manera menos lujuriosa y casi tierna al tiempo que su leche se deslizaba por su polla hasta cosquillearle los huevos notando también cómo la de Sito se resbalaba por su pecho pringándole a él también. Siguieron besándose como si al parar de hacerlo algo les devolviera a la realidad, aún incrédulos de que todo eso hubiera ocurrido de verdad y no era una de sus fantasías que tantas veces habían proyectado en sus cabezas. Permanecieron abrazados hasta que Chema se vio tentado por una ducha recordando que aún tenía que preparar la cena.

-¿Nos duchamos juntos? -propuso Sito.

Para su sorpresa Chema accedió y pensó que estaba irreconocible tratando de dilucidar por qué se comportaba de aquella manera tan dócil si pocas veces antes había hecho lo que le había pedido y no sin protestar. La escena del baño fue casi de película romántica al verse ambos bajo el chorro de agua sonriéndose y besándose de una manera tan enternecedora y casi patética. Sin embargo, y aprovechándose de esa repentina aprobación de sus propuestas, Sito se vio tentado por hacer algo más impúdico, insinuándose de nuevo al acariciarle la polla flácida y húmeda mientras le miraba con lascivia.

-¿Otra vez?

-¿No quieres?

-¿Por qué no mejor después de cenar?

-¿Tanta hambre tienes?

-Deben ser casi las once.

-Pues si quieres que te dé de comer…-Sito apuntó a su polla insinuando que el otro se la chupara.

- Acho , no me digas esas cosas.

-Es que me pone mucho que seas así de obediente.

-Ya, y yo pensaba que eras menos…

-¿Activo? Soy muy versátil, así que si quieres que te rompa el culito…

-¡Sito! No me gusta que me hables así.

-Buenooo, ya ha vuelto el gruñón. Mucho has tardado.

-Joder, es que me da reparo.

-Y follarme no te da reparo, ¿no?

-¿Y a qué viene eso ahora? Acho , con lo agustico que estábamos.

-Vale, igual me he pasado. Venga, hacemos lo que tú digas.

-Ya te he dicho que yo quería cenar.

-Bueno, pues yo me quedo aquí haciéndome una paja porque se me ha puesto dura otra vez.

-Hostias Sito, no tienes fin, ¿eh?

-No es sólo culpa mía -dijo pícaro.

Chema se apiadó de él y le besó mientras le masajeaba la verga. Era cierto que la tenía ya tiesa de nuevo, así que en un acto de compasión decidió hacerle una paja. Sito también lo intentó con él, pero éste le apartó poniendo su brazo hacia arriba contra la pared aprovechando la coyuntura para lamerle el sobaco. Después le hizo lo mismo con el otro, y sin dejar de estrujarle la polla le fue dando lengüetazos por el cuello, la barbilla o los pezones mientras el otro sollozaba ante tanto estímulo. Como Chema sabía que con la paja iba a tardar y que su hermano pediría más, optó por hacerle otra mamada. Sin avisarle se arrodilló y allí mismo comenzó a chuparle la polla ante el estupor de Sito.

Pese a la aparente prisa, se detuvo a juguetear con el glande dándole pequeñas chupaditas para activarlo, envolviéndolo con los labios y rozándolo con la punta de su lengua. Tras eso recorrió con ella todo el cipote hasta llegar a los huevos, los cuales también lamió e incluso trató de metérselos en la boca. Sito separó un poco las piernas para que accediera mejor a ellos, pero Chema interpretó que quería que jugara también con su culo. Así, colocó un par de dedos en la entrada mientras le hacía ahora una mamada más metódica centrándose en succionarla y metérsela entera. Entretanto trataba de introducirle un dedo en el ojete mientras que con otro acariciaba el esfínter haciendo círculos sobre él. El ano de Sito lo recibía con facilidad, por lo que Chema lo cambió por el pulgar llegando incluso a metérselo entero. Luego probó con otros dedos haciendo estremecer a su hermano, que gemía perdiendo la mirada entre los azulejos sintiendo cómo imprevisiblemente su hermano le comía la polla y sondeaba su culo con los dedos.

Su aguante era encomiable, aunque comprensible pues apenas habían pasado unos minutos desde que se corriera. Para Chema el tiempo pasaba más despacio, deseando que acabara y dejarle satisfecho. Por eso cambió su forma de chuparle el rabo, ahora con más viveza, metiéndolo y sacándolo de su boca con energía o dejándolo dentro unos segundos hasta escuchar cómo Sito gemía con más brío. A éste pareció gustarle el nuevo ritmo, así que comenzó a mover la pelvis para que su verga entrara más rápido en la garganta de Chema y sus dedos calaran hasta donde dieran de sí. Mirarle le excitaba muchísimo, sobre todo ahora que le veía sumiso recibiendo polla al compás que él imponía. En un arrebato de impudicia intentó follarle la boca con movimientos más bruscos, aunque temiendo que el otro se apartara. Pero lejos de hacerlo, Chema recordó cómo lo hacía él con Chuso y lo placentero que resultaba alentando por la idea de que aquello acelerara el momento de correrse.

No tardó en avisar y Chema apartó la boca sin dejar de explorar el culo con los dedos para así seguir estimulándole. Sito se agarró su polla para estrujársela con vigor hasta descargar la leche sobre la cara de su hermano, pillándole a éste totalmente de sorpresa, pues se había separado unos centímetros. No se lo reprochó porque estaban bajo el agua, pero a Sito le excitó como nunca hubiera imaginado ver a su hermano con la cara manchada de su propio semen. Sabía que pese a tener restos en sus labios no lo lamería, así que se agachó para hacerlo él. Los recogió con la lengua e intentó besar a Chema. Y aunque se apartó al principio, la inverosímil insistencia de Sito le hizo recibir sus labios y probar el semen por primera vez. No le gustó su sabor extraño tirando a amargo, causándole incluso cierta repulsión. Pero se acordó ahora de su padre cuando le decía al probar el güisqui que al principio impresionaba, pero que luego le agradaría. Por ello dejó que Sito recogiera todos los restos de leche para besarle después hasta acabar con ella y fundirse en un beso más largo que terminó por relajarles.