La historia de Chema II: estigmas
Los encuentros con su padre marcarían la personalidad de Chema. Ahora llegaba el turno de su hermano...
A pesar de todo lo que le había contado su progenitor, Chema persistió en su idea de trabajar en el campo. Se acordó del tal Jacinto que había nombrado y preguntó a quien pudo hasta dar con él. Al ver su interés el empresario le contrató consciente de que el zagal sabía lo que buscaba. Recuerda el primer día con nervios y ansiedad, pues comenzó la jornada recogiendo calabacines como si de una recolecta corriente se tratara. Hasta la hora de la comida no ocurrió nada destacable, llegando a la conclusión de que su padre le había engañado para aprovecharse de él y que todo fueron excusas sin fuste. Pero tras el descanso, el capataz de la finca le informó de que su jefe le esperaba, señalando la casa donde se encontraba. Jacinto tanteó el terreno para cerciorarse de que el chaval estaba receptivo, contando la misma retahíla de siempre haciendo referencia a “la paga extra”. Chema no lo entendió del todo bien porque su padre no hizo mención a ello, pero se alegró al descubrir que los favores tenían una recompensa económica adicional. Y así, se dejó follar por su jefe durante meses hasta que un latino de cierto atractivo le quitó el puesto, así como las ganas de seguir currando en invernaderos.
Lo que no se le quitó fue el interés en el sexo, pero con la Yoli aún no había pasado de un triste sobeteo, así que su padre nuevamente estaba en lo cierto con aquello de que en su pueblo eran unas estrechas. Tampoco tenía prisa para poder presumir con los colegas, pues todos menos Chuso se habían ido a estudiar fuera, afianzándose su amistad con él, porque el chaval tampoco se comía un rosco. Chema trataba de evitar pensar en él como algo más, pese a que alguna vez fantaseó cuando se quedaban a dormir en su casa aprovechando que sus padres se habían ido y pese a tener a Alonso como carabina porque no quería dejarle a solas con el suyo. Y en esas circunstancias cumplió un año más, repitiendo la rutina de celebrarlo en casa de sus tíos y expectante ante la posible celebración en su casa con su progenitor. Pero esa noche no ocurrió nada. Al llegar a ella después de tomarse unas cervezas con Chuso, Yoli y algunos del gimnasio, le encontró roncando en el sillón donde solía esperarle. Hizo ruido para despertarle, pero lo único que consiguió fue una amenaza de darle dos hostias si no paraba. En su cuarto estuvo esperando alguna señal hasta que se cansó creyendo que el regalo de ese año era dejarle por fin en paz.
Aunque el comportamiento de su padre le había dejado huella, su vida fue transcurriendo sin sobresaltos, casi por inercia. Tuvo su primera relación con Yoli, aunque fue un tanto desastrosa porque ella decía que le dolía mucho la penetración. Lo intentaron más veces sin mucho éxito, así que se acostumbraron a que le hiciera una mamada y él le comiera el coño, pero con menos frecuencia de la que le hubiese gustado. Se puso a estudiar animado por su tío, que era el dueño de la oficina de Correos, y quien podría echarle una mano si se sacaba las oposiciones para cartero. Lo compaginó con algún trabajo de camarero e incluso volviendo al campo en época de recogida, pero nunca más con Jacinto en un intento de restaurar la normalidad en su vida, si es que alguna vez la hubo.
Pero esa aparente quietud con la que los años fueron pasando se vio interrumpida cuando Alonso cumplió los quince evocando los oscuros recuerdos de cuando él alcanzó esa edad negándose a que Sito recibiera los mismos regalos que él. Por ello se cuidó que esa noche la pasara en casa de sus tíos, dudando que aceptara porque ya no tenía edad para jugar con sus primos como antaño. Pero una oportuna videoconsola que le compraron le pareció la excusa perfecta para que les dieran las tantas viciados a algún violento juego. Chema se quedó a dormir allí también, aunque en realidad no pegó ojo pensando en su padre. Le vinieron a la mente todas esas torturas envueltas en agasajos y consejos paternales que tanto daño hicieron en su carácter culpándole de una infelicidad que no permitiría que transfiriera a su hermano pequeño.
-¿Ha sido cosa tuya, no? -esperaba el reproche en cuanto tuviera oportunidad.
-No sé a qué se refiere -contestó con un sarcasmo del que luego se arrepentiría.
-No juegues conmigo -amenazó.
-No va a joderle la vida como me hizo a mí.
-Eso lo decidiré yo -de un guantazo le empujó tirándole al suelo.
-¿Cree que me duele? -se tocó la nariz ensangrentada.
-Tengo todo un año para darle su regalo, así que a ver hasta dónde aguantas.
Si acaso alguna vez dudó de lo que su padre era capaz, ahí tenía la prueba. Pero por mucho que tratara de intimidarle, Chema estaba dispuesto a no dejarse amedrentar y haría todo cuanto estuviera en sus manos. Mientras tanto, Sito vivía ajeno a aquello hasta que notó algo raro en el comportamiento de su hermano. Si se despertaba a media noche no le escuchaba roncar creyendo que cerraba los ojos simplemente para hacerse el dormido o si iba a mear Chema quería ir a beber agua. Tanto fue así que Sito propuso adecentar el cuarto que quedaba libre para convertirlo en su dormitorio. “No tenemos dinero para muebles” -le disuadía Chema. “Si me conformo con llevarme el colchón” -insistía él. “ Acho , es que estás muy raro y necesito mi espacio”. Le convenció como pudo durante algunos meses, pero su comportamiento compulsivo le estaba alejando de él provocando que se hartara.
-Sito, prométeme una cosa -le advirtió tras ayudarle con la mudanza-. Cierra el pestillo y no abras nunca a padre, me oyes. ¡Nunca!
-¿Por qué?
-Porque ya sabes cómo se pone cuando bebe.
-Joder pero no es para tanto.
-Mira, ¿ves esta cicatriz? -le enseñó la marca de una herida que se hizo de niño jugando en el patio del colegio-. ¿La ves? Pues sí es para tanto.
-¿Te lo hizo él? ¿Pero por qué?
-Cuando uno bebe demasiado pierde el control hasta donde no te imaginas. Así que hazme caso. Y si alguna vez te dice que vayas con él al salón, no lo hagas. Te vienes a mi cuarto cagando leches, sea la hora que sea.
No sabía si quería asustarlo o no, pero lo consiguió. Creyó que era mejor vivir unos meses con miedo que quedar estigmatizado para siempre.
Porque conforme iban pasando los años Chema se daba cuenta de que era incapaz de ser feliz, molestándole incluso que los demás lo fueran. Creyó que el fantasma de su padre no acecharía poniendo tierra de por medio, y de ahí su plan de mudarse a la capital y empezar así una nueva vida. No obstante, lo que encontró no fue lo que esperaba, y su carácter turbio no sólo no acababa de desaparecer, sino que se volvía más oscuro y sombrío. Incomprensiblemente nació en él una antipatía insana hacia la gente que le rodeaba que se fue convirtiendo en odio hacia ellos y la felicidad en sí misma. Simplemente no lo soportaba porque él también era merecedor de ella, así que su meta no fue conseguirla, sino impedir que los demás fueran felices.
Pero esto no fue una decisión que tomara conscientemente de la noche a la mañana, sino que se fue fraguando contra su voluntad cada vez que veía a su hermano alegre y dichoso. Trataba de censurar sus pensamientos escéptico de que eso fuera real y posible. A Sito, del que tanto se había preocupado y por el que había hecho todo; al que contemplaba con cariño en la litera de abajo ajeno a lo que a él le sucedía; al que regaló unas zapatillas para su primera cita y al que le estaba pagando los estudios para que el futuro le sonriera. Pero ahora en su mente no había lugar para eso. Sólo una irracional aversión.
Sito decidió estudiar un Grado Superior en un instituto cercano a su casa donde conoció a David, un compañero de clase rubio con gafas con un aire entre empollón y malote que vivía con sus padres en su mismo edificio. Aunque en principio se lo presentó como un amigo, en cuanto se enrollaron la primera vez Sito no tardó en contárselo a su hermano, quien recibió la noticia sin mucho interés. Les escuchaba en su dormitorio riendo y divirtiéndose mientras él fregaba los platos o hacía la colada hasta que se hartaba y se iba al gimnasio durante horas para no oírles. Pero a veces volvía y David seguía allí porque tenían que hacer algún trabajo o porque simplemente Sito le invitaba a quedarse a cenar. El chaval no le desagradaba, pues le parecía maduro para tener apenas veinte años, pero le irritaba su sonrisita permanente y el tonteo que tenía con su hermano. A pesar de todo, Chema comenzó a sentir una atracción que iba más allá de lo físico, un deseo irrefrenable de provocarle y quitarle la sonrisa de la cara que se convirtió en una obsesión por someterle.
Una tarde estaba en su cuarto sin hacer nada entretenido con la conversación que se escuchaba al otro lado de la pared. Oyó que Sito iba a bajar a comprar algo animando a David a que se quedara acabando no sé qué. Alonso entró para preguntarle si quería algo y tras cerrarle la puerta se marchó sin decirle que su novio se quedaba allí. Chema salió al pasillo en calzoncillos dejando ver su fibroso cuerpo pensando en alguna excusa con la que irrumpir en la habitación de Sito.
-Oh, pensé que habías bajado con mi hermano -mintió haciéndose el sorprendido.
-Estaba terminando una cosa -avergonzado, David apartó la mirada y siguió con el ordenador.
-Quería mirar mi correo… -improvisó sobre la marcha para poder acercarse al chaval-. Pero bueno, vengo luego.
-No, no, toma -David se levantó en el poco espacio que Chema le había dejado.
-Va a ser sólo un momento -sus bocas quedaron a escasos centímetros durante un segundo.
-Aprovecho para ir al aseo -avisó el otro.
No es lo que esperaba, así que Chema se quedó hasta que volviera para seguir con la provocación.
-Ya acabo -se percató de que estaba en el umbral de la puerta, por lo que inclinó su cuerpo un poco más para que el otro se fijara irremediablemente en su culo.
Acto seguido se marchó dejando al chaval aturdido y probablemente empalmado. Cuando volvió del gimnasio al día siguiente los estudiantes estaban en el salón viendo la tele, así que Chema se duchó rápido y salió en su busca con la toalla anudada en la cintura perfectamente ajustada para marcar paquete.
-¿Te vas a quedar a cenar? -preguntó dejándoles a los dos boquiabiertos.
-Esto… -David balbuceó.
-¿Qué veis? -aparentó interés en la programación para así sentarse en el otro sofá.
- Acho , Chema, vístete que se te ve todo -le avisó Sito.
El mayor se vio tentado a hacer como que se le caía la toalla justo cuando pasara por delante de los zagales, pero creyó que ya había sido suficiente provocación.
-No me has contestado -se dirigió al invitado.
-Sí, sí, me quedo, gracias.
Otro día oyó que David pedía a Sito que bajara a comprar algo seguramente con la intención de que la escena se repitiera al quedarse a solas con él. “Eso lo decido yo”, pensó Chema en su empeño de dominarle y ser él quien guiara los pasos, así que permaneció en su dormitorio pese a que el muchacho parecía hacer ruido a propósito para llamar su atención, pero en su empeño por dominarle. Chema continuó con los jueguecitos los días sucesivos, notando que pasaban incluso más tiempo que antes en el piso.
-¿Qué pasa, no sales hoy? -preguntó a Sito un sábado por la noche.
-No -respondió algo seco.
-¿Problemas en el paraíso? -se burló.
-Qué subnormal eres. Y además, nunca quieres que te cuente nada, así que qué más te da.
-Pero al final acabas contándomelo. Venga, suelta por esa boquita.
- Acho , es que últimamente David está súper aburrido. Quiere quedarse todo el día aquí en casa, y eso que ahora no tenemos mucha tarea en el insti.
-¿Para follar? Pensé que era eso lo que querías.
-¡Ojalá! Para ver la tele o jugar a la consola.
-Y a ti eso como que no, ¿no?
-Pues no.
-Si es que estás hecho un hombretón ya -le hace cosquillas.
-Déjame anda.
-¿No será que le gusto? -insinuó motivando adrede que a Sito le entraran dudas.
-¿Tú? Qué va.
-Qué desilusión -dijo hipócrita.
-Si no te pasearas por aquí medio en bolas -la cara de Sito cambió expresando ahora cierto recelo.
-No te ralles, hermanito, que lo he dicho en broma -le dio un beso en la mejilla y se marchó satisfecho.
Minutos después Sito golpeó con los nudillos en la puerta de su habitación.
-Oye, ¿y si es verdad que le gustas?
-¡Anda ya! ¿Pero tú no le has dicho que yo no soy marica?
-Claro.
-Pues entonces.
-Pero eso no quita para que se fije en ti. Que estás muy bueno, Chemita.
-Prometo no salir más en calzoncillos.
-Quizá debería apuntarme al gimnasio yo también.
-No digas gilipolleces. Qué mierdas te vas a apuntar tú a nada para gustarle al pavo ese. Si no te acepta como eres que le den por el culo. Así de claro, Sito. Y no dejes que te amargue. Sal de fiesta y que le jodan.
-No va a querer.
-¡Me refiero a salir sin él!
-Tienes razón. Pero le voy a escribir de todas formas. Y si no quiere salir le digo que me voy solo.
-Muy bien hecho.
La jugada no le podía haber salido mejor.
-Como ya sabía, me ha dicho que no tiene ganas, así que me voy solo. Porque tú no querrás venirte, ¿no?
-Lo siento, Sito, pero no me apetece. Créeme que te lo pasarás mejor sin mí.
- Acho , nunca sales conmigo de fiesta.
-Porque ya tienes a tu novio para eso.
-Igual eso cambia pronto... Bueno, ahí te quedas.
Tal como esperaba, al rato sonó el timbre de la puerta.
-Hola, ¿está Sito?
“Cabrón, sabes que no”, masculló Chema.
-No, no está -se fijó en que el chaval iba arreglado como para irse de fiesta.
-¿Ya se ha ido? Me ha dicho que iba a salir, pero no creí que fuera tan rápido.
Chema pensó que el muy canalla parecía más listo de lo que aparentaba, pues su escusa sonaba de lo más real. Y además se había vestido así para darle más credibilidad.
-Pues… ¿Y sabes dónde ha ido?
-Oye, o pasas o te largas, que no quiero que ningún vecino me vea así -llevar únicamente unos apretados slips formaba parte del plan.
-¿Entonces no sabes dónde ha ido? -volvió a preguntar tras cerrar la puerta.
-Mándale un mensaje o algo -a ver qué excusa tenía para no hacerlo.
-No tengo saldo.
-¿Quieres llamarle desde el mío?
David se quedó pensativo. Que dudara lo dejaba todo claro.
-Venga va, le llamo yo.
Chema entró al salón para coger el móvil y fingió que telefoneaba a su hermano.
-Vaya, no lo coge. Espera un rato si quieres por si me llama.
Vio en la mirada del chico cierta satisfacción; la suya propia la disimulaba bastante bien.
-¿Qué quieres hacer mientras? ¿Pongo la tele?
-Me da igual, tú sigue con lo que estuvieras haciendo.
-Contigo aquí no es plan de hacer lo que tenía en mente.
-Bueno, si quieres que te ayude con algo -la picardía de su comentario confirmaba que el chaval tenía las cosas bastante claras.
-No sé si con eso podrías ayudarme.
-Estoy seguro que sí.
-En ese caso mejor que vayamos al dormitorio, ¿no crees?
A Chema se le pasó por la cabeza quedarse en el salón con la malsana idea de que Sito volviera antes de tiempo y les pillara. Pero en un acto de lucidez momentánea optó por la intimidad del dormitorio. Se quedó de pie expectante de lo que el otro hiciera, resultando todo mucho más sencillo al ver que David se quitaba la ropa hasta quedarse totalmente desnudo dejando ver un cuerpo delgaducho sin nada de vello y una polla que se fue sobando para que creciera cuanto antes, quizá avergonzado de que el otro la viera flácida y empequeñecida, lo cual parecía de lo más pueril. Acto seguido el muchacho se arrodilló delante del hermano de su novio y empezó a sobarle el paquete por encima del slip. El bulto se fue endureciendo hasta marcarse bajo la tela, momento en el que el chaval acercó su lengua para lamerlo. Lo humedeció hasta el punto de que el trozo de carne se entreviera, acariciándolo también con la mano o deslizando sus labios de un lado al otro mientras los sujetaba.
-¿Te gusta mi rabo? -le preguntó insolente-. ¿Te lo quieres comer entero, verdad?
-Sí -respondió.
-¿Quieres que te dé polla? Pídemelo.
-Dame tu rabo, quiero chupártelo.
Se lo sacó de golpe agarrándose la base y de forma brusca comenzó a darle pollazos en la cara. David trataba de atraparlo con la boca, pero Chema no se lo permitía.
-Levántate -le ordenó.
Cuando David se puso en pie Chema le empujó contra la cama dejándole de rodillas sobre ella.
-Voy a romperte el culo -amenazó.
David se recolocó apoyando ahora los brazos en el colchón dejando su trasero a expensas del otro. Sin avisarle comenzó a meterle la polla con cierta brusquedad hasta tenerla toda dentro y empezar así las embestidas.
-¿Te gusta que te folle?
-Sí -sollozaba David-. Métemela entera, no pares.
-Chss, las órdenes las doy yo.
Con esa actitud agresiva, Chema avivó el ritmo de las acometidas provocando que el novio de su hermano gimiera considerablemente mientras él resoplaba casi con gesto de desprecio.
-¿Te va que te den bien duro, eh?
-Sí, tío, fóllame duro -le imploraba.
Ante su súplica, Chema le agarró con fuerza de la cintura para clavarle bien la verga, dejándola dentro del culo de David al tiempo que aún empujaba su pelvis para penetrarle hasta las entrañas.
-Me vas a partir -musitó David.
Chema ignoró el comentario retomando las acometidas al compás que él imponía. Su polla entraba y salía del culo del otro a un ritmo frenético que al otro no parecía importarle.
-Oh, sí, oh Dios, fóllame.
Y siguió follándole hasta que se corrió dentro de David exhalando con furia un gemido que retumbó en toda la casa seguido de intermitentes jadeos que acompañaban sus últimas sacudidas. Se sacó la polla pringada con su propia leche para limpiársela con el slip que llevaba antes puesto.
-Joder, tío -en cuanto David se recuperó se puso en pie para intentar besar a Chema.
-Eh, sin mariconadas -le dijo apartando la cara-. Los besos los dejas para mi hermano. Vístete y largo.
Aunque satisfecho, David se empezó a vestir un tanto desconsolado por la forma en que el otro le hablaba.
-¿Qué va a pasar? -le preguntó.
-¿Con qué?
-Con nosotros.
-¿Nosotros? -repitió socarrón-. No me hagas reír.
-Pero entonces…
-Entonces nada.
-¿Y Sito?
-Si quieres que esto vuelva a ocurrir, a él ni una palabra. ¿Estamos? -sabía que ante la insinuación de poder repetir el otro no diría nada.
Cuando David se marchó Chema sonrió con satisfacción, si bien no estaba seguro que fuera sólo por haber conseguido follarse al novio de su hermano o por las consecuencias que eso pudiera acarrear. Sin embargo, no las esperó tan pronto.
-Me ha dejado -Sito irrumpió en su habitación la noche siguiente-. El muy desgraciado, ¡si iba a dejarle yo!
-¿Y qué motivos te ha dado? -preguntó con cierta preocupación.
-Que se ha liado con otro y que cree que está enamorado.
“Este tío es tonto” -pensó Chema, pero se alegró al comprobar que David no era tan astuto como aparentaba. “Se ha enamorado el muy gilipollas” -se dijo para sí.
-Y no sé cuándo, joder -continúa Sito-, que estábamos todo el día aquí metidos. Y para una noche que salgo… ¿Crees que será alguien del insti?
-Seguramente.
-Como me entere…
-Déjale. Si es que los gais sois muy promiscuos. Y tú deberías hacer lo mismo y tirarte a todo el que se te ponga por delante. Pero sin compromiso, y así evitas que te hagan daño.
-Pero esa forma de pensar… Al final me quedaré solo.
- Acho , que tienes veinte años. Disfruta ahora y el tiempo dirá.
-Mira quién habla…
-Bueno, alguien tiene que estar aquí para animarte. Sabes que siempre podrás contar conmigo -dice con complacencia esbozando una astuta sonrisa.
-¿No acabaremos como los titos Pepín y Ramón, no?
-Ojalá tuviésemos la pasta que tienen ellos.
-¿Crees que sabrán algo de mamá? -Chema ignoró su pregunta-. Es que a veces la echo de menos.
-Ya te he dicho que me tienes a mí.
Sito giró la cara hacia su hermano sonriéndole tiernamente mientras le regalaba una afectuosa sonrisa como agradeciéndole que estuviera ahí. Le miró a los ojos fijamente y su sonrisa se desvaneció apoderándose la seriedad en sus rostros. Chema le dio la vuelta apretando la espalda de su hermano contra su pecho, le abrazó firmemente y le besó en la mejilla. Sin decir una palabra y cada uno sumido en sus propios pensamientos cedieron al sueño.
Como era de prever, David trató de buscar a Chema, y conociendo bien sus horarios lo tenía fácil, así que un día le esperó en el portal.
-Te creía más espabilado -le dijo nada más verle-. ¿Por qué has dejado a Alonso?
-Porque no estaría bien si tú y yo volvemos a…
-Eso no va a ocurrir -le interrumpe.
-Pero me dijiste que…
-¿Qué? ¿Qué te dije? -pregunta amenazador-. Que no comentaras nada, eso fue lo que te dije. ¿Pensabas que entre tú y yo iba a haber algo más?
David no responde.
-Pues ahora por tonto te quedas sin ninguno.
-Estás enfermo, tío -se atreve a desafiarle-. Hacerle eso a tu propio hermano.
-Te iba a dejar, que lo sepas. Yo mismo le dije esa noche que lo hiciera.
-Se lo contaré todo -amenaza.
-Atrévete.
El teléfono de Chema les interrumpió.
-Espera un momento, Chuso -responde-. Avisado quedas -se despidió de David con una inquietante naturalidad.
Al principio cuando se mudaron Chuso iba prácticamente todo los fines de semana. La frecuencia decayó porque se puso a trabajar en una finca, o al menos esa era la excusa. Su jefe era un atractivo empresario de treinta años al que Sito y Alonso estaban muy agradecidos porque les ayudó a vengarse de los moros que le atracaban y se aprovechaban sexualmente del más pequeño. Sabían de él gracias a Chuso pese a haberle invitado en varias ocasiones. Y ahora, pasados unos meses, su colega le llama para decirle que ese finde irían los dos a visitarles. Los cuatro pasaron un buen rato juntos, recordando viejos tiempos y contándose sus vidas; o parte de ellas. Y es que gracias a la ingente cantidad de alcohol que bebieron esa tarde, el mejor colega de Chema se confesó:
-Soy gay -con la misma timidez con la que habló besó a Juan Ramón dando a entender que estaban juntos.
-Pues hala, otro más -Sito bromeó con la intención de desdramatizar aquel trance, con todos los ojos puestos en Chema y su posible reacción.
Sin embargo, el timbre de la puerta sonó salvándole de tener que decir algo y dándole tiempo a meditar su respuesta.
-¡Las pizzas! Voy yo -se ofreció aliviado.
Cenaron con aparente normalidad, aunque Chuso se sentía algo cohibido esperando que su amigo hiciera mención a su revelación de una vez. Pero no llegó, y él no quiso forzarle.
-Dormid en mi habitación -les ofreció Chema-. Pero nada de mariconadas -su tono se destensó sonando casi a broma.
-Dormimos en los sofás, no te preocupes -rechazó Chuso.
-¿Cuándo has dormido tú en mi sofá? -habló Chema de nuevo-. A mi cuarto como siempre, aunque no sea conmigo.
-Le dejo a Chema mi habitación si queréis hacer un trío -insinuó Alonso con descaro.
-¡Sito! -le regañó su hermano.
-Que es broma, coño. Duerme conmigo y así me vigilas para que no me escape a su cuarto. Porque no queréis, ¿no? -volvió a sugerir riéndose.
-Veo que sigues siendo el mismo chaval descarado -apreció Juan Ramón.
-Es que es mucha tentación -dijo pícaro-. Que los dos estáis muy buenos, ja, ja, ja. Me callo, que si no Chemita me mata.
Se dieron las buenas noches y cada pareja se metió en un dormitorio.
-Sito, mejor me voy al sofá, que tu cama es muy pequeña.
-Que no bobo, que cabemos. Si además yo duermo siempre pegado a la pared.
Chema se desvistió como señal de que aceptaba.
-Mierda, no he cogido el pijama -no quiso ir a su dormitorio a por él.
-Si quieres voy yo, a ver si les pillo en bolas o haciendo guarradas, ja, ja, ja.
-¡Sito!
- Acho , que es otra broma. Tampoco hace tanto frío, pero si quieres te dejo el mío, yo nunca lo uso.
-¿No dormirás en pelotas?
-Coño, ni que fuera la primera vez que dormimos juntos.
-Bah, calla ya y métete en la cama.
-Chema -le susurró tras apagar la luz.
-Dime.
-¿Recuerdas cuando era pequeño y me vigilabas?
-Hombre, pequeño…tenías ya quince.
-Ja, ja. Es verdad. Fue poco antes de cambiarme de cuarto.
-Sí.
-Me desvelaba por algo y no te escuchaba roncar. Me levantaba para ir a mear y tú estabas despierto.
-Bueno, ya sabes por qué era.
-Ya. ¿Y te acuerdas cuando me subía a tu litera?
-Ahí eras un enano.
-Me gustaba mucho dormir abrazado a ti. ¡Qué calor pasábamos! Me levantaba sudando.
-Eso es que te meabas en la cama -se mofa.
-¡No es cierto!
-Ya lo sé. ¿Es que no puedo bromear yo?
-Pero es que siempre que lo haces es para meterte conmigo.
-Ya será menos.
-Algo agradable de vez en cuando no estaría mal, ¿sabes? Porque a veces me recuerdas a…
-Sabes que te quiero y me preocupo por ti -le interrumpe para que no nombre a su padre, y menos para compararle con él.
-Sí, sí, lo sé. Pero…
-Chsss -le mandó callar mientras trataba de acurrucarle entre sus brazos.
Sito se acomodó notando el pecho de su hermano latir en su espalda y su aliento acercándose hasta que le dio un beso en la mejilla dejando caer después la barbilla sobre su hombro.
-¿Ves como sí que soy cariñoso? -alegó Chema al tiempo que le abrazó con firmeza y le dio otro beso en el hombro.
Sito se recolocó para adaptarse a esa cómoda postura, pero en su acoplamiento su culo roza el paquete de su hermano, excitándose al sentir el bulto, aunque no estaba empalmado. Y sin pensarlo, en un acto de total impudicia se restriega contra él como si se estuviera acomodando. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Chema al sentir el magreo, no sabiendo si malintencionado o no, pero sin poder evitar que su respiración se acelerase un instante, suficiente para que Sito le provocara comenzando así un suave frotamiento temeroso de lo que su hermano pudiera decir, pero excitado y dispuesto a correr el riesgo. Chema decide entrar en su juego hasta ver dónde es capaz de llegar su hermano pequeño, así que le deja hacer. Los sutiles movimientos de la pelvis de Sito van estimulando su polla hasta que ambos la notan completamente dura. Nadie dice una palabra, pero su silencio es lo suficientemente revelador como para que ninguno se aparte.
Sito cayó en la tentación de llevar la mano de Chema hasta su propia verga, pero al intentarlo, su hermano le abrazó aún más fuerte rechazando así su insinuación. Comenzó entonces a mover el culo de forma circular para incitarle, y el propio Chema empezó a ondular su cuerpo para adaptarse a los movimientos de Sito, restregándose la polla por encima de ambas telas, buscando con su cipote la raja del culo del otro, sintiendo cómo sus duras nalgas le estimulaban lo suficiente para llegar a correrse. Mientras la respiración de Sito era reposada y casi muda, fue notando que el aliento de Chema le llegaba con más energía, escuchando un amortiguado jadeo que iba cobrando fuerza cuando el momento de descargar se iba acercando. Volvió a estrechar sus brazos contra él para que no se moviera y con un par de restregones más acabó corriéndose dentro del calzoncillo, notando cómo se le humedecía calando incluso la tela del de su hermano. Su chorro se deslizaba por su rabo al tiempo que su respiración se calmaba tras un largo y sigiloso gemido.
Sin inmutarse ni decir nada, permanecieron así abrazados sin importarles nada más. Sito pensó en lo irónico de la situación, pues llevando meses viviendo solos resultaba frustrante que el acercamiento más íntimo que tuvieran en ese tiempo fuera teniendo invitados en casa y no poder dar rienda suelta a las fantasías con las que se había imaginado una escena así con su hermano. Por su parte, Chema agradeció que fuera de aquella manera, excusándose en el alcohol si acaso tuviera que hacerlo y creyendo que aquel contacto resultaba menos impúdico por no llegar a tocarse directamente.