La historia de Angie (2)

Esta es la segunda parte de mi historia como mujer.

En mi relato anterior les platique como mi personalidad femenina salió a flote, como fue mi primera vez como mujer y como mi vida comenzó a cambiar. En esta ocasión voy a relatar como comencé a manejar mi personalidad femenina y lo que sucedió con mi amigo y yo.

A partir de ese día comencé a usar lencería todo el tiempo. Para ir a la escuela, debajo de la ropa normal de hombre siempre me ponía prendas de mujer, es decir, tanga, brasier y hasta pantimedias cuando hacia frío por la mañana o cuando sabia que el día completo estaría frío. Incluso, en ocasiones me ponía toallas femeninas también. Siempre esperaba con ansia la hora de llegar a casa para vestirme completamente de mujer. Empece a rasurarme las piernas y las axilas frecuentemente.

El vello de mis brazos y del resto de mi cuerpo en general es mas bien fino y pasa como vello de mujer, así que no era necesario rasurar o depilar. Dormía siempre con pijamas femeninas. En la escuela miraba mucho a las chicas para ver como se vestían e imaginaba como me vería yo con su ropa. En clase me sentía como una chica mas y tenia muchisimas ganas de estar con ellas para platicar de mujeres. Pero eso solo quedó en deseos. Toda la gente que me conocía tenia la imagen de mi de un chico normal, nadie sabia de mis gustos por lo femenino y yo no tenía intenciones de darlo a conocer. Desde entonces y hasta ahora creo que es mejor mantener todo esto en secreto, siento que si todo mundo supiera de mi tendencia femenina, vestirme de mujer perdería el encanto. Considero que es mucho mas interesante llevar mi personalidad femenina a escondidas, tiene mas riesgos, hay que tener mas cuidado, es mas excitante.

Volví a ver a mi amigo el siguiente fin de semana, cuando me llamó para decirme que quería verme, tuve sensaciones extrañas, no sabia como reaccionar ante él. Días antes descubrió y me hizo descubrir la mujer que había en mi, pero ahora no sabia que intenciones tenia conmigo, sobretodo por que él siempre había tenido relaciones clásicas, de hecho estaba intentando salir con una chica y la situación conmigo era muy diferente y muy complicada, ni él ni yo queríamos que la gente supiera lo que paso entre nosotros. Lo que era claro es que las cosas nunca volverían a ser como antes, yo sentía que no podía volver a comportarme con él como hombre, habíamos sido hombre y mujer en la cama yo no me veía de otra manera con él. Así que le pregunte en que plan venia y le aclare que ante él yo ya solo podría estar en mi plan de mujer. Su respuesta no fue ni de aprobación ni de rechazo, fue mas bien de confusión. Así que esperaría a que llegara para saber la situación.

Me prepare para recibirlo, me puse un pantalón color beige ajustado que torneaba bien mis caderas y mis piernas, una blusa con varios colores claros combinados, debajo un coordinado de tanga y brasier color blanco; para ocultar todo rasgo masculino me puse unas pantimedias debajo de la tanga, de esta manera de la cintura para abajo lucia muy femenina. Para darme forma de mujer de la cintura para arriba el brasier era de copa grande y firme, así no requería de relleno. Me puse también unas zapatillas cerradas color rojo y algunos accesorios para completar el toque femenino a mi apariencia, es decir, perfume, maquillaje discreto, aretes, pulseras y un collar. Cuando llegó me dijo que me veía muy bien con esas prendas.

Platicamos respecto a lo que sucedería con nosotros. Y luego de dar cada quien sus razones, acordamos dejar pasar un poco de tiempo para aclarar la situación de cada quien, para asimilar completamente lo que ocurría entre nosotros y para saber que era lo que realmente queríamos los dos.

Pero ese mismo ida, no dejamos pasar la oportunidad repetir lo del fin de semana anterior, la oportunidad de acariciarnos, de besarnos, de desnudarnos, de poseernos, de recorrer nuestros cuerpos, de darnos el placer que un hombre y una mujer pueden darse cuando están juntos. Volví a hacerlo mío cuando tuve otra vez su pene a mi merced, disfrute muchisimo jugar con la cabecita de su miembro y oír sus voz llena de placer. Y luego él volvió a hacerme suya, volví a sentir mi sensualidad y mi femineidad a flor de piel cuando me despojo de mi blusa y mi pantalón. En ese momento solo quería ser mujer para él, empezó a penetrarme suavemente para acoplar su pene a mi ano y para no lastimarme, lo metía y lo sacaba dándome mucho placer, de vez en cuando me lo introducía todo de una sola vez, eso era algo que me encantaba. Ambos volvimos a disfrutarlo enormemente.

El fin de semana siguiente volvimos a hablar. Después de otra sesión intima hombre-mujer concluimos que hubo un momento en el que él como hombre me había aceptado a mi como mujer, un momento en el que yo me acepte a mi misma como mujer y a él como hombre. Y en realidad habíamos empezado a ser pareja en ese mismo instante de aceptación, casi sin darnos cuenta habían pasado ya dos semanas de ese primer día. Acordamos que llevaríamos esa relación al margen de nuestras respectivas actividades sociales y laborales. Seria nuestro secreto, lo cual requería de una discreción absoluta en todos los sentidos. Era algo nuevo para los dos, él había desistido en su idea de salir con la chica a quien intentaba conquistar, así que yo representaba su nueva conquista y sobretodo su primera relación fuera de lo clásico y él para mi se convertía así en el primer hombre en mi vida de mujer. La idea de ser y sentirme la novia de un chico me aprecia algo fantástico, no sabia cuanto podía durar, así que decidí disfrutar cada momento al máximo.

Así pasaron casi cinco meses. Nos veíamos dos veces por semana, al principio era él quien venia a mi departamento, aveces nos quedábamos ahí, platicábamos y hacíamos el recuento de lo que pasaba. Otras veces salíamos a caminar a las afueras de la ciudad o a cualquier lugar donde supiéramos que no había gente y siempre para cerrar perfectamente nuestra jornada juntos, terminábamos en la cama para satisfacer nuestros deseos. Cada día lo disfrutábamos un poco mas. Yo sentía que cada vez aprendía algo nuevo como mujer, siempre ponía mi mejor esfuerzo para ir mejorando la manera de hacerle sexo oral y de darle mayor placer. Y el también buscaba como penetrarme mejor, como satisfacerme completamente. Nos divertíamos buscando nuevas posiciones y repetíamos muchas veces las que nos gustaban mas.

Cada momento tenía algo especial, pero había dos específicamente que me volvían loca, el primero cuando me quedaba semidesnuda ante él, me encantaba por que recordaba el primer ida que me quito mi vestido y recordaba que fue en un momento así en el que me sentí completamente mujer por la primera vez. El segundo momento que me enloquecía era el orgasmo de los dos. Sentía una gran satisfacción cuando él terminaba y depositaba su semen dentro de mi, el hecho de provocarle un orgasmo a un hombre era mi mayor recompensa como mujer y el hecho de que yo tuviera un orgasmo producido por la penetración de un pene en mi ano era mi realización como mujer.

Las cosas iban bien. Tanto él como yo habíamos aprendido a llevar esa doble vida, no sin incidentes ni momentos de angustia, sobre todo por que había que disimular ciertas cosas todo el tiempo. Por ejemplo, el usar lencería me obligaba a cuidar siempre mi vestimenta. Siempre usaba tanga y aveces pantimedias, para evitar que se notaran, casi siempre era suficiente usar pantalones de mezclilla, pero si la camisa o playera quedaba fuera corría el riesgo de que se me notara la tanga al agacharme o algo así. En cuanto al brasier, las cosas eran mas complicadas, para ir a la escuela me ponía brasier de copa chica y muy delgaditos en todos los sentidos, para ocultarlo mas, debía ponerme primero una playera pegadita, que a veces también era de mujer y ya encima la playera normal de hombre. Varias veces estuvieron a punto de descubrirme.

Pero un ida, platicando con algunos compañeros uno de ellos me dio palmaditas en la espalda y sintió la presencia del brasier, sentí que la tierra se habría bajo mis pies, afortunadamente alguien nos llamo desde el salón, lo cual acaparo la atención de todos y él no tuvo tiempo de decirme nada, todos fueron hacia el salón y yo me dirigí al baño para quitarme mi brasier y evitar cualquier altercado posterior, pero mi compañero se dio cuenta y me siguió; antes de que pudiera despojarme de mi prenda femenina, me dijo lo que había sentido cuando las palmaditas y lo que paso por su mente, los nervios no me ayudaron para inventar alguna excusa convincente así que decidí explicarle mi gusto por lo femenino y mis tendencias.

Le pedí que no lo divulgara, la verdad es que me tenía a su merced y yo tenía miedo de que pudiera chantajearme, afortunadamente entendió la situación y aceptó no decir nada bajo la condición de que me alejara progresivamente del grupo de compañeros. Volví a respirar, la condición no sería difícil de respetar por que el final del semestre estaba cerca y era muy probable que yo cambiaría de escuela para el siguiente año.

Platique con mi novio del incidente. No hubo mayores problemas y continuamos nuestra relación. Así pasaron casi dos meses mas. Todo iba bien, pero sabíamos que todo podría terminar pronto, le habían propuesto una promoción en el trabajo, un puesto muy atractivo pero en otra ciudad. Y yo planeaba cambiar de escuela para adecuar mi carrera a mis gustos profesionales, así que probablemente iría a otra ciudad que no seria la misma a la que él iría. Mientras llegaba el momento de decidir seguíamos aprovechando el tiempo para continuar nuestra relación. Yo estaba disfrutando tanto con mi rol de mujer que cada vez que íbamos a la cama me preguntaba si el placer que sienten los hombres es igual de intenso al que sentimos nosotras, quizás si o quizás no, pero como quiera que sea creo que yo no cambiaría por nada mi placer de mujer.

Finalmente ambos tuvimos respuestas positivas de nuestras respectivas actividades profesionales y entendimos que ahí terminaría todo. Sin embargo acordamos que antes de decir adiós, pasaríamos algunos días juntos. Sus papas tenias una gran casa, un rancho mas bien, en un pueblo un poco alejado de la ciudad. Como ellos tendrían vacaciones en periodos diferentes no hubo problemas para tener la casa solo para nosotros dos durante algunos días.

Pasamos 9 días juntos solo el y yo. 9 días en los que la única ropa masculina con la que tuve contacto fue con la suya cuando lo desnudaba para hacerlo mío y ser suya. 9 días en que fui mujer de tiempo completo, en que me tuvo a su disposición como mujer y en que él estuvo ahí para ser mi hombre. Fueron 9 días maravillosos que pusieron fin a mi primer relación como mujer. Después de eso, cada quien seguiría su camino para buscar otras experiencias, quizá el volvería a buscar otra chica como yo, quizá volvería a tener relaciones clásicas, por el momento no lo sabía. Y yo, tal vez buscaría otro chico, tal vez no, tampoco lo sabía por el momento, lo único cierto es que habíamos terminado con una época en nuestras vidas que nos dejaba hermosos recuerdos. Y ahora cada quien debía continuar su vida en ciudades diferentes.