La historia de Ángel y Andrés (1)
Dos adolescentes, Ángel y Andrés, después de una jornada tediosa de clase, descubren sus deseos
La historia de Ángel y Andrés (1. Confesión en los lavabos)
Nos encontrabamos en la última clase antes de la salida, una tediosa clase de Física y Química, en la que sólo unos pocos prestaban atención.
Me llamo Ángel, y en esa época rondaba los 18 años. Siempre me ha gustado cuidarme, por lo que dedicaba algunas horas al gimnasio, horas que se hacían notar en mi marcado abdomen y mis fuertes brazos y pectorales. Soy rubio, de piel clara, con ojos verdes y una tez bastante aniñatada.
Durante la clase noté como Andrés me lanzó una bola de papel para llamar mi atención, y me dijo disimuladamente: "Ábrela". Dentro ponía: "Te espero a la salida en el servicio de la primera planta".
Mis compañeros sabían de sobra que era gay, pues había tenido novio varios meses atrás, aunque nunca nadie me había propuesto nada de tema sexual.
Andrés es un chico moreno, con unos seductores ojos azules, de unos 16 años, que aunque no iba al gimnasio solía salir a correr, y eso le hacía mantener una muy buena figura.
Estuve impacientemente esperando a que terminara la clase, quería saber qué se traía entre manos este chico que realmente me volvía loco (aunque jamás le había confesado nada, pues pensaba que era hetero)
Por fin salimos de clase, y yo, lleno de nervios, bajé a la primera planta, y entré en los servicios. Estuve esperando unos cinco minutos hasta que finalmente entró Andrés. De repente, me dijo "He visto como me miras durante las clases. Sé que te gusto, no lo puedes disimular".
"La verdad es que así es, Andrés, me gustas mucho y no puedo evitar distraer mi atención con tu espectacular físico" le dije.
Él me contestó "Bueno, pues creo que ha llegado el momento de que me demuestres cómo te gusto".
Me lancé a besarle sus tiernos pero maravillosos labios, nos abrazábamos apasionadamente, quería estar así por siempre.
De repente me dijo "Ven, acompáñame", y nos encerramos en un lavabo de cabina, se sacó la polla, de unos 18 cms. y de un grosor normal, con un bonito y rosado capullo. "Ahora es toda tuya" me dijo, "Haz lo que quieras con ella".
Me arrodillé y me puse a hacerle una brutal mamada con la cual él se retorcía de placer. "Ufff, sigue, sigue" me decía.
Mi lengua recorría cada uno de sus 18 cms., pasaba por su capullo lentamente y me la metía hasta el fondo de mi garganta, lo cual no me daba arcadas ya que estaba acostumbrado a hacérselo a mi antiguo novio.
Seguí con un buen ritmo hasta que dijo "Me voy a correr yaa...". Aceleré el ritmo y noté unos fuertes chorros de leche disparándose en mi boca. Me la tragué toda, me encantaba ese sabor salado y ácido al mismo.
"Ahora es mi turno" me dijo. Me la sacó lentamente bajando la cremallera de mi pantalón, y mis 19 cms. se pusieron poco a poco en acción. Empezó a chupármela de una manera espectacular, como jamás nadie lo había hecho. Era un maestro chupando pollas, y como siguiera con ese acelerado ritmo no iba a tardar nada en correrme. Le avisé y me la sacó de su boca, pajeándome para que soltara toda mi leche en su cara. Varios chorros salieron de mi polla manchando su rostro.
Fue a limpiarse, mientras yo salía de la cabina. Lo esperé hasta que acabó de asearse y me dió otro gran beso en la boca. Salí del lavabo, y del instituto. En mi vuelta a casa fuí reflexionando sobre lo que había pasado. "Es un sueño hecho realidad", pensé, feliz por lo ocurrido.
Pasaron muchas más cosas entre él y yo, pero eso lo contaré otro día.