La Historia de Amaia: Una noche en París

Cuando a principios de mis 20, deje atrás mi inocente vida para entregarme a los placeres del sexo, mientras vivía en Paris...

Mi nombre es Amaia Díaz.

A mis 25 años tenía una  vida perfecta, trabajaba de curadora para un gran museo en Madrid y disfrutaba de mi vida con libertad sin mirar atrás, hasta la llegada de la Pandemia.

Y así como producto del confinamiento y de la falta de sexo, comencé a recordar una etapa de mi vida en la que marco un antes y un despues.

Cuando a principios de mis 20, deje atraz mi inocente vida para entregarme a los placeres del sexo ...

Todo comenzó cuando me mudé a París, para estudiar historia del arte, yo había nacido en Perú, pero mis padres emigraron a España cuando era una niña , dejaron atrás sus vidas, sus amigos y esperanzas para darme una mejor vida a mis hermanos y a mi.

A cambió sólo pedían qué nuestras vidas estuvieran dedicadas al estudio y a la familia, por esto cuando gané una prestigiosa beca se volvieron locos de la felicidad.

Debido a esto se podría decir era una buena niña católica, ya saben catequesis en los domingos y bien portada, por lo qué mi vida sexual hasta ese momento se reducía a manoseos durante él receso y una primera vez bastante penosa con mi novio de la infancia, Gabriel, él cual intentó convencerme de quedarme en con él y no ir a París, obviamente le deje y me largue.

Ahí, comencé a vivir en un piso de estudiante cerca de la universidad qué apenas podía pagar por lo qué vivía con Laurie, mi roommate, un estudiante gay de Ciencias Políticas con una pasantía en el Partido Socialista Francés, sólo hicieron falta dos semanas para qué ya no pudiera vivir sin él, fue mi guía en la Ciudad Luz, sin él no había sobrevivido un día a la universidad o a la ciudad.

Durante los primeros meses descubri lo quera él sexo de una noche y los encuentros casuales, me deje llevar hasta qué me rompieron el corazón. Me había enamorado del que ahora sabia qué era un idiota narcisista, esto me sumergió en lo que llame "La sequía" por 6 meses nada de hombres, ni nada de sexo , solo estudios y nada más, hasta esa noche...

Sábado 16 de abril de 2016

Bajé una hora tarde en la estación Denfert—Rochereau, vestida con mi chaqueta negra y un vestido  azul. qué hacía juego  Sabía que Laurie me esperaba en el Bistró por lo que corrí.

Después de 3 días infernales en Sevilla lo único qué quería era un trago y Laurie para quejarme de mi vida. Él bistró estaba lleno, pero nada de Laurie ¿Dónde carajo estaba?

Así que pedí una mesa y un negroni cuando Laurie por fin apareció pero en mi teléfono .

—Tesoro ¿Ya llegaste al Bistró? — Me dijo con una voz cansada

—Si, ¿Dónde estás?

— En la oficina. El tirano de mi jefe no me deja salir de aquí.

—Laurie…— dije lloriqueando como una niña — estuve tres días atrapada en Sevilla con mi familia  y 2 horas en un avión. ¿No puedes  cogerte  a tu jefe para que te deje salir?

—Cariño soy gay, no ciego. Además, te recuerdo que este trabajo paga gran parte del alcohol.

—Ahh! Odio cuando tienes razón

—Llama un Uber y beberemos en casa o espérame una hora .

—Está bien, te espero.

Al acabar mi negroni, me levanté para refrescarme, cuando un hombre salió corriendo y se tropezó conmigo haciéndome caer al piso, con la caída se rompió la mesa, el florero y mi vaso. Este hombre me ayudó a levantarme mientras un mesero se acercaba a levantar todo.

—Discúlpeme— le dijo al mesero que se acercó ayudar, comprometiéndose a pagar todo. Para luego dirigirse a mi— me disculpo no suelo ser así de torpe, pero creo que fue el Jet Lag. – Extendió su mano.  Ernst Bauler.

—Amaia — La primera vez qué vi a  Ernst,  pensé qué era un hombre guapo, alto 1.90m, blanco de unos 57 años con él cabello gris y algo robusto , era como Pierce Brosman en traje.  Me sentí atraída en ese instante  y pude ver qué él también sentía lo mismo.

—Puedo invitarle un trago.

—Claro —Subimos a la  terraza, con una vista espléndida de la ciudad.

Como sí supiera qué hacer tomo mi chaqueta  y con suavidad la deslizó por mis hombros, sentí su  respiración  en mi cuello y su dedo se deslizaba por mi tirante. Él juego había comenzado y yo aún no decidía sí jugarlo.

—Hermosa vista. — dije  apoyándome en la baranda.

—Es una de las razones por las qué vengo aquí. La vista —  sabía qué no se refería a la ciudad sino a mi, que  sus ojos recorrían mis piernas y subían lentamente por mis caderas hasta mi escote. Saqué mis cigarrillos.

—¿Tienes Fuego?— y fue ahí que, lo vi en la misma mano qué tenía él encendedor estaba su anillo de bodas y por un momento la niña católica qué aún vivía en mi, apareció, haciéndome dudar, sí quería continuar. ¿Continuar? era un hombre casado que me deseaba. Que tenía claro que quería acostarse conmigo  y yo igual, por lo que deje atrás a la niña católica y decidí seguir era claro qué a él no le importaba su anillo, por qué debería importarme a mí.

Y así  una copa de Château De Saint Cosme, se  formó en una botella,  deje atrás cualquier inhibición, cualquier sentimiento de culpa se  llenó con  alcohol y el barullo de la ciudad.

Cualquier miedo, él lo quito con su voz calmada y sus chistes banales, era tanto su control qué no note su brazo acercándome más a él, sentí su mano deslizado por mi cuerpo y su mano subiendo por él dobladillo de mi vestido y como si fingiera qué nada pasara me dijo:

—¿Y qué hace una belleza, como tu, sola?

— Me plantaron.— acerque su boca a la mía dejando  que se mezclara, el humo en nuestras bocas

—Pues mejor para mí — y fue ahí cuando su mano comenzó a ascender por mi  pierna y tome la decisión. Lo bese y  deje de pensar por completo, él me besó violentamente como si no hubiera final. Nuestros dientes chocan y su lengua entra en mi boca quiero  sentir éste deseo.

El explota ya no hay vuelta atrás me apoya contra la pared, su miembro puedo sentirlo cuando enterró sus dedos en mi pierna para darle mejor acceso, su dedo gordo recorre mi humedecida braga, el aire me faltaba y sentía un calor acogedor cuando su boca se deslizó por mi cuello hasta mi oreja y susurró.

—Mi hotel está a unos 10 minutos.

En unos 15 minutos estaba aprisionada entre su cuerpo y el elevador, eran una especie de danza de lujuria, deseo y puro placer que se liberaba todo a la vez en mi cuerpo.

El maldice entre dientes, mientras desciende por mi cuello hacia mis pechos, con una mano me tomó del culo y con la otra apretaba mis pechos , sin vacilar y sonriendo en mi boca.

—Qué delicia— mis manos están es su cuello me sujeto de él por qué mis piernas tiemblan, mi corazón late aceleradamente, quiero sentirme así. Su erección aumenta  contra mi necesitado coño cuando la puerta se abre dando directamente a una suite ejecutiva, en un movimiento, entramos él me miró fijamente por un momento admirandome.

—Eres Preciosa — susurró contra mi cuello dándome un mordisco con su mirada fija en mí, lo empujé y dirigía hacia la habitación mientras dejaba caer  mi vestido en el piso de la sala podía sentir como admiraba mi cuerpo joven como me seguía con la mirada al llegar a la habitación, ya no traía su saco ni camisa solo sus pantalones, me tiro a la cama y luego me quito la tanga con gran maestría empezó a lamer mis labios  vaginales poco a poco, fue aumentando la velocidad  mientras que con una mano estimulaba mi clítoris con la otra se abría paso entre mi sujetar para pellizcar mi duro y erecto pezón , yo sentía tal placer que mis suspiros se fueron convirtiendo en gritos y suplicios.

–Oh, Papi más— sale de mi boca el apodo que marcará nuestro encuentros.

–Si nena—él me respondía aumentando la velocidad de sus dedos , hasta que no pude más y empecé a notar como mi vagina empezó a  contraerse, mi cuerpo empezaban a temblar y me corrí en su cara, lejos de reclamar se lanzó de vuelta a mi boca dándo me a probar mis propios jugos.

-Delicioso-  dije mordiendo su labio

Mientras nos estábamos besando manos a su entrepierna, donde comencé a desabrochar sus pantalones a Ernst, le encanto que tomara la iniciativa, tirando su jean a donde fuera y sus calzoncillos por algún lado, por lo que lo tumbe en la cama y al ver su grueso y duro miembro puse mi la cara más inocente que tenía y como una niña a una paleta lo lamí note que le gustaba su cara se retorcía de la felicidad como si fuera algo que extraña, cuando comenzó a manejar sus huevos el lanzo un gemido grueso como si nunca hubiera experimentado algo así cuando llegué al capullo me metí ese pedazo de carne en la boca hasta el final de mi garganta.

Cuando saqué su pene de mi boca me vio encantado, pero en vez sergir con la felacion me cogió del pelo y me posó sobre la cama bocarriba, uno encima del otro su pene descansaba en mi vientre, es dirigió hacia la entrada de mi sexo, el adentró su pene con clama para no lastimar sin darse cuenta que yo, ya no podía más, el comenzó a penétrame lentamente, pero una vez mi vagina seca por casi 6 mese estaba pidiendo una polla con desesperación.

Así su polla aumentó el ritmo, entrando y saliendo una y otra vez, eso me encantó era como si supiera lo que quiera sin decírselo, me tomo de las piernas llevando por sobre su hombro dándome más fuerte sin parar, oía sus gruñidos contra mi piel y sus dientes se posan sobre mi pezón para luego morderlo, con cada embestida, succionaba con más fuerzas mis pezones cambiando de uno y el otro gozaba tanto que tiraba de mi cabello con desesperación.

—Mas… más duro— gritaba lo único que podía articular. Las paredes de mi vagina se estremecen cada vez que su polla entra hasta el final, mis gemidos no se hacen esperar y salen de mi boca haciendo que el acelere la velocidad, haciéndome sujetar de su espalda, para ese momento ya no puedo más y caigo en un orgasmo cálido y placentero, segundos después siento como me llena su semen, cayendo a mi lado.

Mi cuerpo desnudo cálido y cubierto de sudor era observado por Ernst con atención recorriendo a su mano, de arriba abajo, llegando a mi coño con su dedo pulgar a mi interior yo lo detengo y subo sobre él.

— ¿Te gusta lo que ves?

—Me encanta— tomo entre mis manos su miembro flácido al cual comienzo a estimular, con lentitud, se convirtió en un tronco fuerte y duro, en el cual comencé a montar como un semental hasta caer rendida, una y otra vez me dejaba llevar por su energía, por su madurez, por su experiencia.