La historia de Adela
Si están esperando leer una buena historia de amor, pueden buscar relatos de otro autor, me limitaré a contarles una historia tan vana como el viento, más vacía que el silencio.
[..] Estoy llena de sombras, de noches y deseos, de risas y de alguna maldición. Mis huéspedes concurren, concurren como sueños, con sus rencores nuevos, su falta de candor, yo les pongo una escoba tras la puerta porque quiero estar sola con tu rostro. Pero tu rostro mira a otra parte con sus ojos de amor, que ya no aman, como víveres que buscan a su hambre, miran y miran y apagan mi jornada. Las paredes se van, queda la noche, las nostalgias se van, no queda nada. Ya tu rostro cierra los ojos y es una soledad tan desolada.*
*Rostro de vos – Mario Benedetti
Besos de patente vencida.
[A nadie dedico mi única canción, mi voz se quiebra ante la destrucción de mi tierra hermosa, víctima de mi error, a nadie, un cielo de cenizas ante mí, el mundo ha dejado de latir, no hay sueños, ni ambiciones, ni ilusiones de vivir, ya no quedan libélulas, ni tampoco cascabeles, ni aromas de mujeres, ni flores de cerezo, ni dolores de rosas, ni caricias de perro, ni diamantes en el mar, no hay nadie, la magia de mis manos se acabó…♫♫♫]
No puedo explicarles la desabrigada tristeza que siento, escribiendo estas palabras por primera vez y de forma definitiva. Quizás me arrepentiré de ellas; quizás jamás sean impresas. Pero es mi naturaleza narrar esto. Lo llevo como suelen decir, en la sangre.
A pesar de todo, saboreo cada momento de mi “no-vida”. Saboreo la sensación de mis recuerdos arrugados a través de mi mente girándolos página a página. Los recuerdos son tan vivos que mis manos tiemblan ante la emoción de mis memorias. Saboreo el gentil, quieto terror de esta soledad que amenaza con desmenuzarme por completo. Más que esto, quizá más que el dolor mismo, es la búsqueda que quema en mi interior. Es explorar. He aprendido tanto en esta vida, quizás más que ningún otro de mi línea de sangre.
Allí donde mi búsqueda me lleve, ¡no conoceré temor alguno! Aunque soy pequeña de talla y de cuerpo débil, mi corazón es fuerte y mi sangre aun más. ¡No tengo miedo de ir a esos lugares sombríos donde fragmentos de lecciones yazcan descansando!
Mi última exploración me llevó a perderme en la cruda brutalidad del amor, donde disfruté del té con Cupido e hice rencorosos enemigos, alquilé los mejores momentos, luché por alcanzar un corazón que no era mío y quizá jamás lo fue.
Y, todavía, aun me pregunto hacia donde me llevará mi próxima búsqueda. Mi vida parece haber sido víctima de una horrible maldición. Una locura oscura y apacible al principio pero rápidamente agravada hacia una pérdida terrible de pensamiento coherente y comunicación. Porque me ha sido imposible si quiera alzar la voz. Siendo sincera, no puedo luchar en contra de esta narración, es tan difícil resistir como lo es la necesidad de dormir.
He intentado compilar estos detalles textuales en una historia coherente, una historia de un corazón roto que aun permaneciendo a solas, sólo busca estar con la imagen que aun guardo de ella.
“Deseo tocarla, abrazarla, con desesperación”.
Zillah
1
Hace un momento salí de reunión, todo pintaba a ser tan típica y aburrida sobre nuestra lealtad a la empresa y recordar los objetivos que nos hicieron memorizar desde el primer día que nos contrataron pero el recién despido de Jorge Huerta, el antiguo director creativo, nos hacía sospechar que esta reunión se tornaría quizá un poco más interesante por lo menos para alguno de nosotros, de los creativos en especifico. Desde luego que para mí no ha sido una sorpresa escuchar que la responsabilidad de director creativo caía sobre mis hombros, nadie estaba más preparado que yo para ese puesto, llevo 5 años de entrega absoluta en esta empresa y sin lugar a dudas me merecía el ascenso.
Justo ahora estoy en camino para encontrarme con mis amigos hoy a diferencia de los otros jueves sí tenemos un motivo por el cual festejar.
— Hermosa ¡Muchas felicidades! Ya era hora de que reconocieran tu trabajo.
— Lo sé mi vida, muchas gracias. ¿No ha llegado Karen aun?
— Sí, debe de estar en la barra, aun sigue en depresión, vayamos antes de que acabe con todo el whisky del local.
— ¡Hola mi amor! Muchas felicidades.
— Gracias linda. ¿Qué? ¿Sólo habrá abrazos como regalos?
— Por supuesto que no amor, justo ahora acabo de elegir tu regalo pero antes de que lo veas brindemos por tu ascenso.
Y brindamos por todo, por mi ascenso, por nosotros, por la soltería de Karen, por mi ascenso de nuevo, por el ligue de Raúl, por el mesero que seguía sirviéndonos, por todos nuestros recuerdos y por cada pretexto que inventamos para seguir bebiendo.
— Ya es hora de que veas tu regalo, para que te decidas a abrirlo cuando tú quieras. — Me decía una Karen bastante relajada.
— ¿Ves a la chica alta de blusa azul? ¿La que está bailando con una copa en la mano? — Preguntaba Raúl.
— Ajaa.
— Ese es tu regalo Adela, espero que lo disfrutes.
No recuerdo bien cuantas copas más tomé antes de acercarme a ella, pero fueron suficientes para no tener idea de lo que hice a continuación, lo que recuerdo es haber abierto la puerta de mi departamento, engalanada por la compañía de esa chica, no creo haber cruzado palabras con ella mientras entrabamos a la estancia, sólo recuerdo sus labios besándome, mordiendo los míos; sus manos recorriendo mi espalda, su cuerpo casi desnudo, pegado a mí, el alcohol y todas las sensaciones de su piel contra la mía me nublaban por completo la cabeza, su boca empezó un descenso lento, dejando la mía y siguiendo su camino hacia mi barbilla, el cuello, la clavícula; sus manos bajaron hasta mis glúteos, subieron a mi cintura desabrochando mi pantalón, sentí sus dedos acariciar mi vulva con suavidad, recorriendo mis labios vaginales, lo cual hizo sin dificultad puesto que estos ya esperaban ansiosos el contacto de otra piel, mi clítoris hinchado me regalo un placer infinito al ser acariciado por la punta de su dedo índice, y un gemido se me escapo, ella empezó a morder y besar mis senos por encima del sostén, para entonces ya estaba demasiado caliente, la rodee con mis brazos y la empuje a la pared, besándola desenfrenadamente, masajeando esos redondos pechos coronados por una aureola rosada, lamiendo su cuello, sus hombros, chupando sus pezones succionándolos, separé sus piernas, introduciendo dos dedos en su interior, ella dejó escapar un sonido grave, inteligible, mientras mis dedos salían y entraban con fuerza y mi pulgar acariciaba su clítoris, mi otra mano apretaba su trasero, empezó a gemir hasta que estalló en un orgasmo que tensó cada uno de sus músculos…
Desperté cansada y sedienta, con una resaca cruel martillándome la cabeza, a mi lado ya no estaba esa mujer morena de la que no recuerdo su nombre, sólo había un papel garabateado presurosamente con un número de teléfono y un “llámame” debajo. Me metí a la ducha con una sonrisa en los labios inconsciente de la hora, al salir mi teléfono sonaba.
— Adela, necesito que me ayudes… esos imbéciles de los creativos aun no tienen terminado el proyecto y tenemos que entregarlo el lunes.
— Lo siento Carlos pero hoy no cuentas conmigo, tengo una cruda de mil diablos y no estoy de humor como para estar soportando a ese equipo de ineptos en mi día libre.
— Cuando aceptaste ser directora creativa cayeron en ti nuevas responsabilidades, te escogimos para este puesto por tus aptitudes y supongo que leíste el contrato antes de firmar así que ya estarás al tanto de cuales son pero si el cargo es mucho para ti y no puedes cumplir con tus obligaciones sólo dímelo seguro que podremos encontrar a alguien mejor.
— ¿Mejor que Adela Alvares? Por favor. Veras que esta misma tarde sacó el lado brillante de los creativos.
— Más te vale que así sea.
Me molestó la actitud de Carlos y su absurda amenaza, sin mi su empresa no tendría el prestigio que tiene hoy. Él ya debería de saber que trabajo en publicidad porque es lo que amo hacer y que por más peros que hubiera puesto habría ido a cumplir con mi deber. Me encaminé furiosa a la oficina, tuve que esforzarme bastante con los creativos pero poco después de medio día la propuesta estaba casi terminada, de pronto me di cuenta de lo cansada que me sentía y me dirigí a mi oficina, caí en la cuenta de que desde que me habían ascendido no había descubierto mi nuevo despacho así que abrí la puerta y me sorprendió lo que observé. La oficina era muy amplia, tenía los muebles usuales de cualquier oficina pero muchas veces más caros que los muebles de mi antigua oficina y por ende mucho más cómodos y funcionales, tenía también un pequeño mini bar y una hermosa sala de juntas, en la cuál celebraría mis próximas reuniones con los creativos pero sin duda lo mejor era el amplio ventanal que me mostraba desenfadadamente un bello cuadro de mágicos edificios barrocos típicos del centro de mi ciudad.
Me senté en mi nuevo sillón y lo giré hasta tener delante de mí la maravillosa vista de mi ventanal, me dejé absorber por todo lo que veía hasta que me detuve en el edificio que se encontraba delante del mío. Era un edificio de tres pisos, por lo que su fachada me contaba adivine que antes era una mansión, hoy en día era un colegio con bastante prestigio al que sólo podían acudir los hijos de los grandes empresarios de la ciudad y algunos chicos becados. Comencé a sentirme muy hambrienta y cuando estaba a punto de levantarme para ir al restaurante en el que solía comer noté algo que me dejó paralizada, debo recalcar que a lo largo de mi vida he conocido y tenido a muchísimas mujeres hermosas pero ninguna ha sido tan bella como la que se encontraba en ese momento en aquel edificio por sus movimientos pude entender que era profesora de aquellos afortunados alumnos, a pesar de la distancia pude contemplar su silueta bajo esa falda larga y su blusa blanca. Una sonrisa maliciosa cruzó por mi rostro.
— Adela Alvares es ella tu nuevo regalo. — dije para mis adentros mientras me levantaba para ir a comer.
(...)