La historia continua, tres horas después...

Francisco, lleno de ira por la huida de Karla, desahoga sus deseos violentos con su esposa...

Su celular hace que Francisco despierta de su largo sueño. Está totalmente desnudo, en la bodega de su zapatería. Ve su ropa tirada en el suelo, así como su celular que suena incesantemente. Rápidamente lo contesta.

-Bueno...

-Francisco, dónde estás?

-Hola Verita, disculpa, me quede tomando un par de cervezas con unos amigos que hacía tiempo no veía.

-Ay, Francisco pero tienes que avisar cuando te va a coger tarde.

-lo siento amor.

-Bueno, ya te vienes...

-En un rato, llego.

-Apresurate, que me siento cachondita, amor...

-Tranquila, que llegaré pronto para hacerte gozar, negra.

Apaga el celular, y empieza a vestirse. Recoge todo lo que trajo en la maleta: las esposas, la soga, el vibrador y luego saca del cajón el revolver. Lo observa y siente un deseo de buscar a Karla y meterle un balazo.

-Esa perra. Me va a denunciar, que lo haga, pero no debió haberse ido. Puta, como hubiera querido partirte ese bello culito.

Mientras conducía, recordaba lo mucho que gozo con ella, y como Karla disfrutó a plenitud y se llenó de rabia pues ella no lo esperó.

-Seguro me fue a denunciar. Esa perra...

Llegó a su casa, y metió el auto en la cochera. Entró, y observo la sala: estaba a obscuras, como el resto de la casa. Sabía que Vera le esperaba en el cuarto, en bata con ganas locas de hacer el amor, pero en su corazón solo existía el deseo por vengarse de Karla.

-Karla, maldita Karla. Me la vas a pagar, te voy a recoger el culo, puta mía.

Mientras su mente divagaba, él subía hacia su recamara. Observa el reloj de pared en el pasillo. Son las 2 menos 15 de la mañana. Al abrir la puerta, vio a Vera en la cama, con una bata transparente por la cual se notaba su tanga blanca y sus pechos libres de ataduras. Francisco no podía negar la belleza de su mujer, y verla así lo volvió a estimular. Se quitó la camisa y luego el pantalón mientras se dirigía a la cama.

-Te extrañé amor, estaba deseosa de verte.

Aún Vera hablaba cuando Francisco la tomó bruscamente hacia él y le propino un largo beso, mientras acariciaba su cuerpo. Vera se sorprendió pero no puso resistencia. Más bien, disfrutaba del momento. Francisco le quitó la bata y la tiró en la cama. Ella gimió entonces...

-Ahh, amor, estas alocado...

Francisco se recostó sobre ella y la apretaba mientras con sus dos manos jugaba con aquellos senos grandes, deliciosos.

-mmmm...

La imaginación de Francisco empezó a volar y ya no veía a Vera en su cama: solo veía el rostro de Karla, esa cara de niña que había expresado placer en sus brazos. Entonces, y sin saberlo Vera, dejó de hacerle el amor a ella y se imaginó que nuevamente forzaba a Karla. Dejó de besar a Vera y repaso sus pechos con su lengua.

Los chupaba, y a veces los mordía...

-Ahhhhhh, amorrrrrrr, mmmmmm, diosssss, nooooooo, ahhhhh, amor, no me muerdass, ahhhhhhh...

Vera sentía los dientes de Francisco sobre sus pezones, y aunque quería poner resistencia, esa actitud tan brusca de su esposo la emocionaba más de lo que el dolor la hacía sufrir. Francisco dejó sus pezones y se quitó el calzoncillo mientras Vera se retorcía un poco...

-Ohhhhhh, amor, ahora que me harás...

-Ahora no seré yo, mi perrita, serás tú...

Francisco se pone de pie y lleva hacia su pene la cabeza de Vera. Ella feliz empieza a saborear el miembro de su marido. Francisco la toma de la cabeza y la jala fuerte hacia él. Vera sigue en su labor mientras acaricia su clítoris que aún está escondido en la tanga. Vera disfruta y Francisco la ve pero no la reconoce: para él ella es Karla, su Karla, mamándole su pene una y otra vez. Francisco no puede mas y vuelve a lanzar a su mujer en la cama. Le saca la tanga y la voltea...

-Francisco, dios, que haces...

Francisco no la escucha, el solo escucha los latidos de su corazón deseoso de sentir el culo de Karla. Francisco acerca su miembro hacia el culo de Vera y ella reacciona...

-Francisco, no, espera, eso yo nunca lo hago, noooooo...

Francisco no oye, y le penetra atrás...

-Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, diossssssssssssss

Vera trata de enderezarse, pero Francisco la sostiene con su cuerpo y trata de mantener su miembro dentro de ella. Vera llora...

-Noooooooo, Frannnnnnn, ahhhhhhhhhhhh

Vera se suelta y tira a Francisco a un lado. Trata de ponerse en pie, pero el dolor es mucho y cae en la cama...

-Por diossssss, Fran, que me hiciste

Francisco pierde el juicio. Toma a Vera y la recuesta. Esta vez se la mete en la vagina, pero Vera ya no está deseosa de hacer el amor...

-Déjame perro, ahhhhhhh

Francisco le hunde dentro su sable una y otra vez, y con más fuerza.

-Siiiiiiiiiiiiii, ahhhhhhhhhhhh

-Diossssssss, bastaaaaaa, no quiero, ahhhh, noooooo, ahhhhhhh

-Ahhhhhhhhh, siiiiiiiiiiiiii, que delicia, ahhhhhhhhhhhhh

-Por dios, basta, ahhhhhhhhhh

-Ohhhhhh, si, si, ohhhhhhhhhh

-No masssssssssss, ahhhhhhhhhhhhhh, noooooooooo

Francisco levanta las piernas de Vera y la sigue penetrando. Vera lo toma de la cintura metiendole las uñas...

-Ohhhhhhhhhh, diossss, por dios, Francisco, ahhhhhhhhh

-Ahhhhhhhhhhhh, siiiiiiiiiiiiiiiii, ahhhhhhhhhhhh

Pasan varios minutos, y Francisco sigue mete y saca sin cansarse, pues su mente esta absorta, con la imagen de Karla llorando mientras él la viola. Vera deja de hacer fuerza. Sujeta la sábana mientras su cuerpo recibe cada golpe. Tal y como paso con Karla, el cuerpo de Vera reacciona y empieza a sentir placer. Es ahí cuando Francisco para y la voltea. Vera no se resiste, aunque quisiera. Francisco levanta el trasero de Vera y la penetra por segunda vez, con la diferencia que ahora Vera no se negará. Francisco la golpea varias veces, mientras Vera gime y hasta grita...

-Ahhhhhhhhhhhhhhh, mmmmmmmmmmmm

-Siiiiiiiiiiiiiii, mi perrrrrrraa, ahhhhhhhhhhhhhhhh

-Frannnnnnnnn... ahhhhhhhhhhhhhhh

Vera sujeta con fuerza la almohada y grita mientras su cuerpo se entremece con cada arremetida...

-Ahhhhhhhhh, ohhhhhhhhhhhhhh, perro, ahhhhhhhhhhh

-Ahhhhhhhhhhhhh

-Ohhhhhhhhhhhhhhhh, dios, mmmmmmmm

El hueco de Vera ya esta dilatado, y empieza a gozar de cada golpe que su esposo le propina. Siente como se acerca el clímax, así como Francisco, que empieza a gemir.

-Ahhhhhhhhhhhhh, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

-Ohhhhhhhh, Fran, ohhhhhhhhhhh, dios, Fran, ahhhhhhhhhhh

-Siiiiiiiiiiiiiiii, ahhhhhhhhhhhhhhh, me corro, perra. Ahhhhhhhhh

-Ahhhhhhhh, volteame, ahhhhhhhhhhh, Fran, adelante, ahhhhhhhhhh

Francisco saca su miembro ya hinchado, dispuesto a reventar. Vera se vuelve y abre las piernas. Francisco la penetra de golpe.

-Ahhhhhhhhhhhhhhh, diossssssssssss, massssss

-Perraaaaa, ahhhhhhhhhhhhh

-Frannnnnnnn, masssssssss, masssssss, ohhh, ohhhhhh

-Siiiiiiiiiiiiiii, ahhhhhhhhhhhhhhh

Francisco sigue arremetiendo, Vera lo abraza, jalándolo hacia ella, y empieza a besarle el cuello mientras rodea su torso. Francisco igualmente la abraza, mientras sigue golpeando su vagina.

-Ahhhhhhhhhhhhh, siiiiiiiiiiiiiiiiii

-Me vengooooooo, ahhhhhhhhhhhhh

Francisco se corre, mientras Vera lo apreta, retorciendo su cuerpo en él.

-Ahhhhhhhhhhhh, siiiiiiiiiiiiiiii, amorrrrrrrr

-Mmmmmmmmmmm, mi perra, ahhhhhhhhhh.

Pasan varios minutos de gemidos, besos y caricias, hasta que ambos termina, cada uno abrazados en la cama, casi dormidos.

Vera duerme desnuda en la cama. Son las 5:56 a.m del domingo. Francisco esta en un sillón, observando el sol aparecer por la ventana. Ve a su mujer.

-Por dios, como perdí el control; piensa.

-Maldita perra. Es culpa de Karla. Puta de mierda.

Francisco aún no se percata que está obsesionado con ella, y de las consecuencias que ese tipo de manías trae consigo.

Al día siguiente, en la noche, Vera le comunica la misteriosa renuncia de Karla. Él disimula ante Vera su ira: la desea, pero ella huye y lo deja, según él, abandonado.

-Me vengaré de ti, perra, y con lo que más te duele: tus hermanitas.