La hippie no se corta

Una bucólica jornada de pesca cambia a una sección de voyeurismo muy satisfactoria para los amantes y para mí como mirón

Aquella mañana me las prometía felices: el día amanecía espléndido, sin una nube, la temperatura ideal, el campo estallaba en colores, olores… la primavera en suma. Cuando llegué a mi cala favorita para la pesca fruncí el ceño, pues en el lado opuesto al que me suelo ubicar, se encontraban tres abueletes pescando y, para colmo de perturbar mi soledad, había una furgoneta Volkswagen y una autocaravana estacionadas junto al coche de los abueletes. “Vaya, tenemos hippies a la vista…”

Opté por dedicarme a lo mío y preparé mi puesto de pesca y me dediqué a disfrutar del día de pesca en aquel maravilloso entorno de la sierra. Al rato se despertó el primero de los ocupantes de la furgoneta, un chico que parecía no haberse peinado en toda su vida; del interior salieron dos perros que se dedicaron a juguetear con él, que vestía tan sólo un pantalón holgado y que deambulaba sin camiseta y descalzo.

Al cabo de una hora, como los abueletes no parecían muy duchos en la pesca, terminaron por aburrirse y embalaron sus aperos y se dirigieron entre risas al pueblo a tomar unas cañas, dejándome solo en aquella maravillosa cala del embalse… acompañado por los hippies de la furgoneta.

Al cabo de 15 minutos, salió de la furgoneta una chica, iba ataviada con unas sandalias y una camiseta larga, que le cubría poco más abajo de sus caderas, lo justo; encendió un cigarrillo y paseó un rato junto a la furgoneta, mirando de vez en cuando hacia donde yo estaba. Tras cinco minutos entró a la furgoneta, salió con una toalla y se dirigió hacia la orilla, puso la toalla sobre una roca, volvió a mirarme y se despojó de sus braguitas, entrando poco a poco en el agua hasta cubrir sus rodillas. Tras esto, perdí todo el interés por mi caña y me dediqué a no perder detalle de la hippie, que se agachó y como si estuviera en el bidet de lo más recóndito y reservado de su cuarto de baño, comenzó a darse un generoso y concienzudo lavado de coño que me dejó estupefacto y comenzó a ponerme muy caliente.

Tras asearse su zona íntima, la chica se incorporó, se despojó de su camiseta arrojándola junto a la toalla y se lanzó a nadar hacia la zona más profunda de la cala, no sin antes ofrecerme una fugaz visión de su coño, más bien de su pobladísimo vello púbico, que le llegaba casi hasta el ombligo, así como de dos tetas muy pequeñas pero erguidas y con dos pezones puntiagudos y desafiantes. La chica nadó durante unos minutos sin preocuparse demasiado por mi presencia, hasta que comprobó que su amigo había vuelto del paseo con los perros, nadó hasta la orilla, saliendo con total tranquilidad, aún sabiendo que yo no estaba perdiendo detalle de su redondito culo, el cual completó con una panorámica completa de su coño al agacharse a recoger la toalla, envolviéndose en ella y dirigiéndose hacia la furgoneta con parsimonia.

Se acercó al chico y le hizo unos arrumacos al oído, tras lo que él ató a los perros a un árbol y se perdieron en una fronda cercana bien conocida por mí: se trata de un arroyo que alimenta la cala y que tiene una playita de arena rubia muy reservada de miradas ajenas… o no tanto.

La hippie me tenía a cien por hora: me imaginaba perfectamente lo que podía ocurrir en breve en aquella playita y no estaba dispuesto a perdérmelo, porque parecía que con su actitud desinhibida me había invitado a espiarla, así que recogí el sedal del agua para no perder la caña en castigo de los peces a mi conducta de voyeur y rodeé la cala prudentemente pero sin perder un segundo. Tratando de no hacer ruido, me encaminé hacia una ladera que dominaba la playita y cuya frondosa vegetación podría proporcionarme una perfecta atalaya desde la que poder ver sin ser visto… con suerte.

Y la suerte parecía sonreírme: aquellos dos estaban abrazados besándose en mitad de la arena y completamente expuestos a mis lúbricas miradas, ella continuaba con la toalla enrollada en su cuerpo, mientras que él aún vestía el mugriento pantalón holgado, que dejaba ver a las claras que estaba excitado por los arrumacos y caricias que ella le prodigaba, sin embargo, cuando comenzó a besar su cuello y orejas, por un momento abrió los ojos y dirigió su mirada hacia donde yo estaba, cruzándose con la mía y dejándome helado: me habían pillado y me moría de vergüenza, aunque no moví ni un músculo, esperando cómo se precipitaba mi esperado castigo. No obstante, la hippie sonrió maliciosa y se arrodilló frente a su pareja, a la que bajó el pantalón, girándolo de medio lado para que yo tuviera una visión perfecta de la polla más larga y gorda que recuerdo haber visto fuera de las películas porno.

Ella se agarró a la polla como si estuviera asegurada en la barra de un autobús, comenzando a masturbarle lentamente mientras él se dejaba hacer. Tras dejarle completamente al descubierto su prepucio, que semejaba un descomunal champiñón, ella acercó su cara parsimoniosamente a aquella desafiante verga, pero frunció el entrecejo y arrugó la nariz en una mueca de desagrado, pudiendo oír perfectamente desde mi posición:

-          “Oye cerdito, si quieres que te coma la polla como te gusta, antes tendrás que lavarte, apestas como un lechón”.

El se dirigió con una sonrisa hacia el arroyuelo cercano, mientras ella se despojó de la toalla y la extendió sobre la arena, volviendo a mirar hacia mi posición y sonriendo abiertamente, tras lo que se tumbó sobre la tela poniendo buen cuidado en ofrecerme una perfecta visión de su pobladísimo coño, el cual se desplegaba con sus carnosos y abultados labios ante mí, resaltando el rojo brillante de sus labios interiores en contraste con el negro intenso de su vello púbico, que cubría sus ingles, se volvía jungla en su monte de venus y ascendía ensortijado casi hasta su ombligo: ¡vaya pedazo de coño que tenía la hippie para compensar sus tetitas escasas!

El chico continuaba a lo suyo en cuclillas frente al curso del arroyo, enjuagando aquel pedazo de carne a conciencia.

-          “Cariño, lávate bien los huevos y el culo, que hoy te lo voy a comer todito”

Exclamó mientras miraba alternativamente a su pareja y hacia mi posición, al tiempo que se acariciaba distraídamente los pelos de su coño.

-          “No te preocupes, guarrita, que vas a desayunar polla a base de bien y luego te daré un biberón, pero antes te voy a dar tu merecido por hacerme probar el agua fría”.

-          Pues ven aquí que tengo el coño deseando que me lo castigues.

El chico salió del arroyo, se acercó hasta ella, la contempló allí abierta de piernas y ofrecida sobre la toalla y se agachó un poco, la agarró del pelo y la hizo incorporarse hasta ponerla de rodillas, se agarró la polla, que a pesar del agua fría y de haber quedado medio flácida seguía siendo espléndida y comenzó darle golpecitos por toda la cara a la chica con su vergajo.

-          “Eres una guarrita melindrosa, no te gusta el olor de mi polla, eh? Pues te voy a dar con ella hasta que te acostumbres, anda guarrilla, empieza a chupar

La chica no se hizo de rogar y se aferró a la polla, que sobresalía holgadamente de sus dos manos y a duras penas se introdujo todo el glande de aquel marrano superdotado, comenzando a mamársela sin preámbulos, mientras él gruñía de placer y la animaba:

-          “Así, así guarrita, métela más adentro y llénala de saliva que luego te quejas cuando te follo…”

Ella redoblaba su ímpetu felador con los comentarios de él, mientras yo continuaba casi sin mover un músculo, pues discretamente comencé a masajear mi polla para aliviar la tensión que aquella escena me estaba produciendo.

Tras uno minutos de mamada afanosa, la chica se sacó el descomunal falo de la boca y le pidió, tumbándose y abriéndose de piernas, que el trato fuera recíproco, a lo que él contestó:

-“De eso nada, guapa, hoy estás castigada sin comida de coño, que aún tengo los huevos helados del agua fría, así que arrodíllate y cómeme los huevos para que entren en calor, ¡vamos!

La chica se volvió a arrodillar y sin mediar protesta se introdujo los huevos del chico en la boca, comenzando a chuparlos golosa mientras introducía su mano derecha en la floresta salvaje de su coño, iniciando una masturbación aliviadora de su tensión sexual insatisfecha. El chico se relamía de gusto viendo a aquella ninfa con sus pelotas introducidas en la boca, ensalivándolas a conciencia, degustándolas obediente y solícita, mientras ella se daba placer sin interrupción.

Pasados unos minutos, el chico le ordenó que se diera la vuelta y se pusiera a cuatro patas, poniendo la hippie buen cuidado en ponerse de tal modo que desde mi posición no perdiera una buena perspectiva de su coño y de lo que estaba a punto de pasarle.

El chico se arrodilló tras ella y acarició su jugoso coño durante unos segundos, comprobando que estaba lubricado para alojar a su bestia; se agarró la polla y dio varios brochazos arriba y abajo, sin introducirla pero llegando por toda su rajita hasta el clítoris, ya que ella se relamía de placer mientras inclinaba hacia atrás la cabeza cada vez que la polla completaba su recorrido.

Sin demasiadas consideraciones, el chico le envió la mitad de su polla dentro del coño, lo que la obligó a soltar un alarido mezcla de placer y dolor, que no fue atendido por su follador, pues tras un segundo de tregua, la agarró de las caderas y la clavó hasta hacer chocar sus pelotas contra su culito; ella parecía que iba a romper a llorar ante semejante maltrato, pero no dejó de sorprenderme, pues dirigiendo una mirada hacia donde yo estaba, aunque crero que ni siquiera podía ver, pues tenía los ojos en blanco, exclamó:

-          “¡¡Oooooohhhhhhhh siiiiiiiiiiií! Fóllame duro, dame toda la polla, dámela, qué gusto, sigue no pares que me corro yaaaaaaaaaaaaaaaaa

-          “¿Pero ya te estás corriendo, cerdita?”

-          Siiiiiiiiiiiiii, tu cerdita se está corriendo, me encanta tu pollaaaaaaaaa oooooooohh qué gustazo, sigue mamón, no pares que me gusta tu vergaaaaaaaaa

-          Pues tengo una mala noticia, guarrita…

-          Oooooooouuuuufffff qué?

-          Que estoy a punto de correrme…

-          Nooooooo por favor, no pares, quiero correrme más veces… aaaaaahhhhhhhhhh sigue follándome que estoy muy caliente, sigue sigue machote…

-          Lo siento cerdita, pero estás castigada y hoy no te voy a dejar completar el número de la marrana multiorgásmica.

-          Por favor sigue…

El chico, inclemente, le sacó la polla del coño, que hizo ruido de vacío ante el desalojo de semejante trozo de carne de su cueva de placer, incorporándose junto a ella; abrió sus piernas y volviendo a agarrarla por el cabello encaminó su boquita jadeante hacia su orificio trasero, comenzando ella a comerle el culo en una actitud de total obediencia, al tiempo que con ambas manos pajeaba el cipote del chico, que se relamía de gusto ante el beso negro que la hippie le estaba ofreciendo.

-          Así, así cómeme el culo que ya mismo te voy a dar tu regaloooooooooooooo, para, para, ¡¡deja el culo y chúpamela!!

Ella rápidamente abandonó la comida de culo y se introdujo el prepucio del chico en la boca, comenzando a chupar, aunque en unos segundos el se encorvó y comenzó a correrse notoriamente, aunque antes, de forma inmisericorde, empujó su polla hasta más de la mitad de la garganta de la hippie, a la que tenía atrapada por el pelo y no dejaba zafarse, enviándole con seguridad varios disparos de grumoso esperma hasta el fondo de su boca; ella, al sentirse irrumada sin compasión e inundada de esperma, se atragantó, dando una arcada y no pudiendo evitar que el esperma le saliese por la nariz, logrando que el chico se percatara de su situación, pues inmediatamente le sacó la polla de la boca, aunque aún no había terminado con ella, pues la mantuvo agarrada por el pelo y, pajeándose enérgicamente, le siguió lanzando chorros de esperma –hasta siete conté- por toda su cara, dejándose hacer la hippie aliviada al poder respirar nuevamente.

-          ¿Ves, cerdita? Esto te pasa por melindrosa… ¿otro día me vas a comer la polla sin hacerme lavar?

-          Siiiiii, lo prometo, pero acaba yaaaaa… me tienes llena de leche

El chico hizo caso omiso de su ruego, continuó pajeándose hasta exprimir la última gota de leche sobre la cara de la hippie, tras lo que se dedicó con la punta de su vergajo a extender la copiosa corrida por toda su cara, terminando por embadurnarla por completo, mientras no dejaba de gruñir como un cerdo satisfecho. Luego le introdujo la polla nuevamente en la boca y la obligó a limpiar con su lengua todos los restos de semen que le quedaban.

Tras rematar su faena, la dejó sentada sobre la toalla, se puso los pantalones sin siquiera limpiarse, abandonando el lugar con cara de satisfacción total.

Yo estaba en los matorrales, con la mano derecha aferrada a mi polla ya flácida y goteando esperma, por lo que aprovechando que el chico se alejaba y la hippie estaba “ciega” de leche, abandoné mi atalaya, estupefacto por la follada salvaje que aquella chica se había dejado dar por aquel majadero tan estupendamente dotado.

¡Vaya día de pesca! No picó ningún pez, pero aún no he olvidado esa jornada…

Agradeceré sus comentarios y mails a dyomedhe@hotmail.com