La hipoteca - 4

Comienza el periplo de Paloma como AVAL, con una nueva amiga, Susana, una joven que es el segundo AVAL de sus padres, y que la sacará de dudas sobre alguna clausula del contrato hipotecario que ella y sus padres acaban de firmar.

La hija de los Garcilaso se llamaba Susana, y estaba sentada junto a Paloma en el avión que las levaba a ambas a su nuevo hogar.

Vigiladas en todo momento por dos agentes de seguridad del banco, encargados de entregar en perfecto estado a los AVALES a sus nuevos dueños, las jóvenes habían dejado de llorar hacía rato, y ya no sentían las miradas de la gente puestas en ellas.

Sabian que en el avión había más avales, pero estos eran ya avales que llevaban tiempo siéndolo, y estaban de viaje con sus dueños.

Habían visto incluso a una azafata que era claramente un AVAL, aunque esta llevaba medias color carne, el tatuaje se veía claramente en ambos empeines. Sin duda, si podían conseguir trabajo y evadirse alguna vez de su sufrimiento en su nuevo hogar, ambas podían darse por contentas.

  • Es raro – dijo Susana siguiendo la mirada de Paloma hacia los pies de la azafata – Pero a veces, los avalistas permiten a sus avalas ponerse medias, siempre que dejen ver el tatuaje.

Se que cuando más dejan es cuando van con el AVAL a alguna fiesta.

Paloma pensó que eso estaría bien, por lo menos ayudaría en algo cuando hiciera frio y los pies no se ensuciarían tanto. Se preguntó si el señor Ávila las dejaría.

  • Mi padre es un ludópata – le dijo Susana Garcilaso mientras se rascaba la planta derecha de su pie descalzo con los dedos del pie izquierdo y apartando ya al vista de los pies de la azafata – Mi madre le ha amenazado con abandonarle si tienen que recurrir a mi hermana pequeña para rescatarnos a mí y a mi otra hermana.

-¿Cuánto debe?

  • En total debe ya quince millones. De mi hermana le quedan por pagar cinco, de mi, diez. El año que viene, mi hermana Loreto cumple dieciocho, y podrá ser usada como AVAL.

Paloma miró a la chica, que hablaba tranquila y relajada.

  • Por lo menos conmigo han tenido la suerte de que yo si era doblemente virgen, y creo que Loreto también lo es. Aunque creo que mi madre se fugará con mi hermana antes de permitir a mi padre usarla como AVAL.

Sinceramente, aunque eso signifique mi condena y la de mi hermana para siempre… lo prefiero, a permitir que Loreto pase por esto, y mi madre, seguro que también.

Paloma la miraba asombrada. Esa chica no había llorado, su expresión era de resignación. Tal vez sabia ya desde hace tres años que este día llegaría. ¿Estará su hermana pequeña tan preparada como ella? Y eso la hizo preguntarse si Alicia estaba ya mentalizándose de que en cinco años, tal vez ella misma fuera usada para ayudar a pagarla.

  • ¿Está tu hermana también con el señor Ávila?

  • No. Dos avales de la misma familia no pueden estar juntos en la misma casa.

Había muchas cosas que Paloma desconocía de la HIPOTECA CARNE, y esa era una de ellas. Había imaginado, brevemente, que si llegaba la posibilidad de que Alicia fuera usada como nuevo AVAL, la llevasen con ella, y así poder estar con su hermana, pero ya veía que sería imposible.

Miró por la ventana, solo veía las nubes. Aun tardarían una hora en aterrizar, y les habían dicho a ella y a Susana que luego otra hora en llegar a su nuevo hogar. Suspiró y miró al suelo, a sus pies y a los de Susana, descalza como ella.

  • ¿Por qué descalzas? – preguntó a Susana intrigada.

La chica la miró, miró al suelo, a los pies de ambas y se encogió de hombros.

  • Supongo que como forma de humillación, o tal vez como deleite del sádico fetichista al que se le ocurrió esta abominación de HIPOTECA.

  • Hay formas peores de humillar. – dijo Paloma sin saber muy bien porque.

  • Si, tienes razón, y muchas están contempladas en varias clausulas de la HIPOTECA CARNE. – contestó Susana, como dando a entender que compartía la opinión de Paloma

Paloma se quedó de piedra. El miedo la paralizó momentáneamente y miró a Susana. Deseaba gritar, pero de pronto no podía ni hablar. Finalmente, pudo hacerlo.

  • ¿A qué te refieres? – preguntó casi sin querer saber la respuesta.

Susana miró fijamente a Paloma.

  • ¿De verdad no sabes todas y cada una de las clausulas?

Paloma negó con la cabeza.

  • ¿Por qué has firmado?

  • ¿Tú? – preguntó Paloma.

  • Que otra cosa podía hacer. Son mis padres.

  • Yo también.

He firmado por mi hermana, por mis padres, para que no tengan que mendigar.

  • Ya, pero sin embargo tú no sabes lo que has firmado.

  • Encontré algunas clausulas por internet.

Susana sonrió como dando a entender la ingenuidad de Paloma.

  • Pero no sabes nada la CLAUSULA CORRECTIVA y de sus apartados.

Paloma negó con la cabeza, casi prefería no saber nada.

  • ¿Acaso no has visto nunca un AVAL en fase de corrección?

  • No había visto un AVAL hasta hoy, en el metro. En mi pueblo la gente no tiene AVALES en propiedad, más bien es gente que tiene que cederlos.

Susana suspiró. Levantó las piernas del suelo y apoyó los talones en el asiento, agarró sus piernas por las espinillas y miró a Paloma fijamente.

  • La clausula CORRECTIVA dice que un amo podrá establecer periodos de castigo para el AVAL sin límite de tiempo cuando lo considere necesario. Durante ese periodo, ese AVAL podrá ser…. Podrá ser usado por todo el que pague al amo una cantidad determinada de dinero. – Paloma temblaba según hablaba Susana, y pronto empezó a llorar en silencio, aterrada, notaba el miedo atenazarla – Cualquier persona que por la calle vea a un AVAL en fase de corrección podrá ponerse en contacto con el amo de este para… para su uso y disfrute.

Así mismo, el AVAL podrá sufrir castigos físicos durante esta fase.

Todo AVAL en fase de corrección ya habrá sido desvirgado previamente – Susana recitaba la clausula como si la hubiera aprendido de memoria. Paloma notaba la vejiga floja, deseaba orinar, pero aguantó – Si debido a la fase de corrección el AVAL sufriera daños permanentes o falleciera, el amo estaría obligado a devolver la parte ya pagada a los familiares, así como a renunciar a la devolución del préstamo.

Paloma gimió. Sabia de la dureza con la que podrían ser tratadas, pero no imaginaba ese tipo de dureza y de humillaciones. Su rostro estaba lleno de lágrimas. Susana la observaba apenada. Ella no lloraba, ya había llorado cuando se enteró de esta clausula al irse Eva, y llevaba mucho tiempo preparándose para su aceptación.

  • Co… co.. como sabe la gente… como sabe a gente – decía Paloma casi sin fuerzas.

  • ¿Cómo sabe la gente cuando un AVAL está en fase de corrección? – terminó Susana.

Paloma, que temía la respuesta, asintió.

  • Porque ese AVAL no solo va descalza. – dijo Susana mirando casi con lástima a una Paloma que estaba cada segundo más aterrada.

EL AVAL EN FASE DE CORRECCIÓN, DEBERA IR DESNUDA DE CINTURA PARA ARRIBA O, SI ASI LO ESTIMA OPORTUNO SU AMO, TOTALMENTE DESNUDA EN TODO MOMENTO Y MIENTRAS DURE LA FASE, PERIODO EL CUAL SERÁ IMPUESTO POR EL AMO Y NO TIENE UN LIMITE DE DURACIÓN,PUDIENSO SER ESTE EL PERIODO INTEGRO DE LA DURACIÓN DEL AVAL.

Javier Sánchez leyó de nuevo la clausula correctiva con los ojos anegados en lágrimas.

ASI MISMO, EL AVAL EN FASE DE CORRECCION, PODRÁ SER AZOTADO EN CUALQUIER PARTE DE SU CUERPO MENOS EN LA CARA.

Aterrado, recordó las marcas de varazos en el culo desnudo de la joven que había visto salir de la tienda en compañía del otro AVAL. Eran recientes, pues el rojo intenso de la sangre secándose brillaba en el culo blanco. Además, la chica apenas andaba bien, y sus ojos y rostro denotaban que había llorado hacia poco. Seguramente, la habían azotado esa misma mañana, y casi con un nudo en el estómago, se preguntó si solo en el culo, y si el castigo solo habían sido unos azotes.

Miró al sofá. Su mujer, hermosa,  tumbada, dormía, arropada con una manta.

Había cumplido los treinta y ocho poco antes de que Paloma cumpliera los dieciocho. Habían sido padres muy jóvenes.

Olga Se había tomado un tranquilizante al llegar, y ahora descansaba. Sus pies sobresalían en el extremo. Miró la hora. Faltaban aun veinte minutos para que Alicia volviese del colegio. Despacio, fue hacia el sofá y se sentó junto a los pies descalzos de su mujer, comenzando a acariciarlos. La pena le embargaba, pero por lo menos, pensó, aun tenía a su mujer, y una hija más, la cual pensaba conservar aunque tuviera que perder a Paloma para ello.

Lentamente acarició los pies de su mujer, la cual poco a poco se fue despertando.

  • ¿Hemos hecho lo correcto? – preguntó la mujer apenada y desprendiéndose lentamente de la manta.

  • Si, era necesario.

Javier empezó a besar los pies de su mujer mientras ambos temblaban emocionados, derramando leves lágrimas por su hija Paloma.

  • Entonces … - gimió la mujer al notar como su marido empezaba a acariciar su entrepierna por encima de las medias - ¿Lo haremos? – dijo sollozando y empezando a excitarse, avergonzada por hacerlo, pero deseosa de hacerlo.

  • Si. – dijo Javier – Pagaremos los primeros meses, y después… Abandonaremos el país.

  • Entonces… Fóllame, fóllame y dame la oportunidad de tener otro hijo.

Y llorando, excitados y avergonzados a la vez, se encontraron desnudos sobre el sofá, y antes de darse cuenta, Javier penetraba a su mujer y empezaba a morderle los pechos tratando de olvidar, sin conseguirlo del todo, que hacía cinco horas habían dejado a su hija en manos de otra persona… Para siempre.

Paloma vomitaba en el baño tras haber orinado.

Lo que le había contado Susana la había dejado aterrada. ¿En serio existía esa clausula? ¿En serio sus padres la conocían? ¿De verdad habían firmado eso?

Cuando solo le quedaba bilis, y no pudo vomitar más, se limpió con agua y se miró en el espejo. Tenía los ojos rojos, y ojeras. Temblaba, y de nuevo notaba sus piernas flaquear. Sentía el avión temblar a sus pies. Por los altavoces rogaron que ocuparan sus asientos, en breves instantes aterrizarían.

Despacio, llegó de nuevo a su asiento. Tenía ganas de llorar, pero aguantó, sabía que iba a llorar mucho durante los próximos meses y años, hasta que sus padres pagaran la deuda. Solo rezaba para que tuvieran un golpe de suerte y pudieran hacerlo cuanto antes, sobretodo, antes de que sufriera alguna corrección. Hasta entonces, se dijo, solo debía de portarse bien, y eso era algo que ella, siempre había hecho.

Se sentó junto a Susana, se abrocho el cinturón y cogió aire. Agacho la cabeza, miró al suelo, a los pies de ambas y sintió la mano de la chica agarrarla suya. Paloma levantó la cabeza. Susana la miraba, con, los ojos vidriosos. Paloma, sin poder reprimirse, lloro también.

  • Juntas siempre, ¿lo prometes? – dijo Susana, como si la conociera de toda la vida.

  • Lo prometo – sollozo Paloma.

Y ambas notaron bajo sus pies como el piloto mandaba sacar el tren de aterrizaje.


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