La hipoteca - 3

Ya es un hecho, Paloma es ya un AVAL con todas las de la ley, solo falta rubricar las firmas de la chica y sus padres al pie del contrato.

Entró junto a la misma enfermera de antes, y al ver a su hija descalza, su madre ahogó un sollozo. Paloma, sin decir nada, mirando al suelo, a sus pies, asegurándose de que no pisaba nada que la hiciera daño, se sentó donde antes. Traía el informe del médico con ella y se lo tendió al director. Este abrió el sobre cerrado y sacó la hoja doblada, la leyó y sonrió.

  • Doble virgen… Biennnn… pues señores míos…. Aval concedido, al completo…. Ahora solo falta su firma en el pie del contrato, y después… Pueden irse. – Tú – dijo mirando a Paloma – Te quedaras aquí a esperar que vengan a buscarte. Ya he ordenado que te lleven al aeropuerto y te escolten hasta tu nuevo hogar.

  • ¿Y mis cosas?

  • Un aval solo tiene lo que su amo crea necesario. – dijo sonriendo y ofreciéndoles a los Sánchez su boli de oro. – Así que imagino que a tu llegada, te darán todo lo que vayas a necesitar.

Paloma asintió, con los ojos rojos, y agachó la cabeza. Sus padres, aguatando las lágrimas, trataban de no mirar a su hija. Tenía que ser fuertes, el adiós se acercaba.

  • En cuanto Paloma esté en su nuevo hogar, se les hará el ingreso del dinero, y desde ese momento, empezará a contar el periodo de devolución que ya les he explicado.

No tienen un pago fijo al mes, pero si saben que en la revisión de dentro de cinco años han de tener pagado por lo menos la mitad, de o ser así, Paloma pasará a ser al completo del señor Ávila.

Si por algún motivo se retrasan dos meses en el pago, su hija pasará a ser de la propiedad de su amo, sin posibilidad de devolución aun cuando se abonase la parte restante del total de la hipoteca en el siguiente pago.

Así mismo, según la clausula RESARCIMIENTO si su hija escapara, su otra hija, o su mujer en caso de no tener otra o no haber cumplido esta aun los dieciocho, pasaran a ser el nuevo AVAL.

Los padres asintieron. Paloma gimió al ori esa cláusula. Era algo que había contemplado, huir en cuanto pudiera, pero al enterarse de esa clausula la otra noche descartó la idea. No podría hacerle eso a su madre ni a su hermana.

  • Bien, pues entonces… - dijo sonriente mientras pulsaba el botón de imprimir de la pantalla del ordenador – solo queda firmar.

Los Sánchez cogieron aire, agarraron el bolígrafo que les ofrecía el director, y uno a uno, el matrimonio, sin mirar a su hija, que lloraba en silencio sentada donde antes, firmaron el contrato que unía el destino de su hija como AVAL al de Germán Ávila para los próximos años… y quién sabe si de por vida. Después, el director pasó el contrato a Paloma.

  • Es necesaria tu firma, o no habrá trato.

Cono ojos llorosos, Paloma miró a sus padres. Los dos lloraban y se abrazaban, mirándola con lastima, y con ojos de despedida, suplicándola con la mirada que firmara, y a la vez rogando les perdonase por ello y por todo lo que sucedería en los próximos días y que la joven no odia siquiera sospechar.

Paloma dudó unos instantes. Era o eso o la indigencia, y si fuera ella solo, sin duda iría a la indigencia, pero no podía hacer eso a sus padres y a su hermana, y así, sin pensarlo más, evitando volver a mirar a sus padres, llorando, Paloma Sánchez firmó al pie del contrato, justo bajo su nombre, mientras el director del banco sonreía abiertamente.

Al dejar el boli en la mesa, Paloma, estalló en sollozos y encerró su cabeza entre sus brazos cruzados y apoyados en sus piernas, llorando sin consuelo y mojando sus pies descalzos con sus lágrimas, mientras sus padres, aguantando las lágrimas, se levantaron de sus sillas reprimiendo las ganas de abrazarla.

  • Es mejor que salgan cuanto antes – dijo el director levantándose sonriente y acompañándoles a la puerta mientras oía los sollozos de Paloma y notaba las ganas imperiosas de la mujer de abrazar a su hija. – Pronto se calmará, y enseguida la llevaran al aeropuerto.

Los Sánchez salieron casi obligados, sin poder despedirse de su hija. Un solo te quiero, o lo siento habría desatado una amarga despedida que quizás les obligara a romper el contrato por la rabia contenida, y eso era algo que no podían permitirse.

Salieron despacio, entre lágrimas, mirando a dos familias más que esperaban a entrar. Una de ellas venia con dos chicas, unas gemelas que no podían evitar llorar, sabiendo a que habían ido, mientras sus padres, una pareja con aspecto de campesinos, evitaban mirarlas.

  • Esperamos verles pronto, gracias señores – se despidió de ellos una joven empleada, que sonreía mientras sujetaba al puerta.

Al salir, dieron diez pasos, y se abrazaron entre lágrimas.

  • Oh, Javier – sollozó Olga Sánchez abrazando a su marido - ¿Qué hemos hecho?

  • Lo correcto…. Lo correcto, por nuestro bien, el suyo, y el de nuestra otra hija. Sabes que es necesario, era esto o la indigencia.

Trató de consolar a su mujer, y la apretó contra si al ver salir de una tienda cercana a dos jóvenes. El rostro de Javier se descompuso, casi le flaquean las piernas, y una nausea le invadió. Se trataba sin duda de dos avales, ambas muy jóvenes, como Paloma o poco mayores.

Una de ellas, sin duda, estaba en fase de corrección, según la terrible CLAUSULA CORRECTIVA. Javier rezó para que su mujer jamás viera los efectos de esa clausula, y pidió al cielo que en el tiempo que les quedase en la capital, no se cruzaran con ningún aval más. En el pueblo, sabía que sería muy difícil, pero no imposible, sobretodo, para que jamás viera a un AVAL en corrección. Si para él era terrible imaginar que su pobre hija pudiera estar un día en esa situación, para su mujer, sin duda, sería un golpe tan duro que la enloquecería.

A pesar de que ambos habían leído cada clausula muchas veces detenidamente varios días antes, incluyendo esa terrible CALUSULA CORRECTIVA ante la cual lloraron entre temblores y nauseas, jamás habían visto a un AVAL en esa situación. Ahora, que él lo veía, esperaba con todas sus fuerzas que le tocase la lotería mañana mismo para recuperar a su pobre hija, para que jamás, pasase por eso.

Por un instante pensó en dar marcha atrás con todos sus planes, pero pensó en su hija pequeña, y rehusó esa idea.

Lentamente, Javier vio como los dos AVALES se metían en el metro, y una vez las dos figuras se perdieron dentro, aflojó la presión contra su mujer y la besó en la frente.

  • Marchémonos. Tenemos otra hija de la que cuidar y cosas que planificar.

Y despacio, con aspecto de tener quince años más de los que tenían, se alejaron de banco, deseando volver cuanto antes para recuperar a su hija, la cual, seguía sollozando dentro del despacho del director.

El director del banco se situó junto a Paloma y se puso en cuclillas a su lado, sonriendo.

Acarició el muslo de la joven, y sonriendo, se acercó a ella y la agarró de la cabeza.

  • Oh, ya deja de llorar – la dijo al oído sin dejar de sonreír – No te servirá de nada.

La secretaria entró tras llamar a la puerta.

  • Señor, están aquí los siguientes clientes.

  • ¿Más avales? – dijo sonriendo

  • Si señor… Los Garcilaso.

  • ¿Acaso vienen a pagar ya la hipoteca? Si solo hace tres años que dejaron a Eva aquí.

La secretaria sonrió.

  • No. Creo que vienen a ampliar la hipoteca señor… Han traído a su hija Susana. Al parecer cumplió ayer los dieciocho.

Paloma gimió al imaginarse a sus padres igual dentro de cinco años, trayendo a Alicia con ellos.

  • ¡OH…. FANTÁSTICO! Avise al doctor de que tenemos otro AVAL… Oh, y acompañe a la señorita Sánchez a la sala de espera. Su coche para llevarla al aeropuerto se retrasará para llevarla junto a la hija de los Garcilaso.

La secretaria asintió, fue hasta Paloma y agarrándola del brazo la levantó. La joven levantó la cabeza y la miró, con su cara roja e hinchada por el llanto.

  • Venga, acompáñame, te daré un vaso de agua y un tranquilizante.

Y gimiendo, sollozando, arrastrando los pies, Paloma salió del despacho del hombre que acababa de aprobar su venta, el cual sonreía lascivo, sabiendo el futuro que le aguardaba a la joven.