La hipoteca - 2

Paloma tiene que pasar el reconocimiento médico para ser un AVAL con todas las garantías que necesitan sus padres.

Paloma esperaba en la sala.

Una mesa, una camilla, una camilla con estribos, un biombo, una báscula, y unas sillas alrededor de la mesa era lo único que había.

Nerviosa, miró al suelo. Se había prometido no llorar, pero ya no estaba segura de poder cumplir esa promesa. Sabia my bien que esta revisión médica no era como las que había hecho en el colegio, donde una doctora la auscultaba, la miraba la garganta, los oídos, y como mucho palpaba sus senos suavemente para buscar bultos. Aquí, sabía que sería un hombre quien entre otras cosas, metería unos dedos en su coño para comprobar su virginidad y otro en el culo para lo mismo, palpando la elasticidad de su esfínter.

Tras ella, se abrió la puerta, y entró un hombre de unos sesenta años, alto, fuerte, algo atractivo, fumando un cigarro, y sonriendo. Traía una carpeta con varias hojas, y tosió mientras sonreía al verla antes de consultar en su carpeta.

  • Paloma Sánchez… ¿verdad?

Paloma asintió.

  • Inspección Inicial de Aval. – dijo leyendo el expediente de Paloma

Se sentó al otro extremo de la mesa y miró a Paloma.

  • Bueno Paloma. Aunque tengo que comprobarlo por mí mismo, debo preguntártelo. ¿Eres virgen?

Paloma, aguantando las lágrimas, asintió con la cabeza.

  • ¿De tus dos agujeros? – Dijo sonriendo.

Paloma asintió temblando.

  • Bien. – dijo sonriendo y apagando el cigarro en un cenicero. – Pues vamos a asegurarnos, que cuanto antes lo hagamos, antes te podrás ir con tu nuevo amo.

Paloma asintió. Una lágrima la recorrió la mejilla.

  • Ponte en pie y quítate toda la ropa.

Paloma, sabiendo que eso era lo que debía hacer, aguantando las lagrimas, obedeció.

Poco a poco se desprendió de toda su ropa, dejando para el final los calcetines.

El doctor sonrió complacido al ver el cuerpo de la joven. Delgada, de estrechas caderas, piernas estilizadas, delgadas, tobillos delgados, pies pequeños, pero estrechos, sin juanetes ni callos, pubis liso, suave y depilado, blanco, donde los débiles pliegues rosados solo se intuían, lo cual le indicaba que la chica ni siquiera se había masturbado últimamente.

Pechos pequeños, como dos naranjas grandes, blancos, coronados por una aureola tostada y unos pezones marrones que se erizaron al notar el frio de la sala, al igual que toda la tersa piel de la joven, que se abrazó, tapando sus pechos, y pasando una pierna por delante de la otra a modo de protección.

El médico, sonriente, fue hacia ella y la hizo ponerse firme, con delicadeza, dejando los brazos a cada lado.

  • Así, siempre así en presencia de un medico de aval.

Paloma asintió. Temblaba, de frio y miedo, y apenas si tenía fuerzas para llorar.

El doctor fue tras ella y admiró su culo. Prieto, de nalgas firmes, blandas, de piel blanca, suave, que ya se imaginó marcado de moratones y varazos cuando la joven cometiera su primera infracción.

Sonriente se agachó tras ella y admiró su coño desde atrás. Sin rastro de vello alguno, admiró los labios vaginales sonrosados de la chica, bien juntitos.

  • ¿Te depilas tú?

Paloma susurró un débil “si”.

  • Excelente trabajo – dijo acariciando desde atrás el coño de la chica que se estremeció. – Ni un solo pelito…. ¿Usas cera?

Paloma asintió nuevamente.

  • Y cuchillas – susurró ahogando un gemido al notar el dedo del doctor acariciar la pequeña hendidura entre sus labios, introduciendo levemente la puntita del índice hasta la primera falange.

  • Bien. – dijo sonriendo y sacando el dedo, el cual se chupó sonriendo. – Continuemos.

Con las manos frías, sudadas, agarró las nalgas de Paloma y las separó. La chica, que sollozaba sin control, se estremeció, se tensó y encogió los dedos de los pies a la vez que cerraba ya apretaba los puños, mientras de sus ojos fuertemente cerrados caían lagrimas al sentir la mirada obscena del doctor en sus ano estrecho y en como su coñito se abría ligeramente.

El doctor, sonriente, se incorporó, y sin lavarse la manos, sopesó desde atrás los pechos de la chica, apretándolos delicadamente, manoseando, palpando, acariciando después los pequeños y erectos pezones, los cuales pellizcó y retorció estirándolos. Paloma gimió, se mordió el labio y aguantó un grito de dolor. Le estaba estirando y retorciendo sus pezones, y el dolor era terrible. Ahogó un grito y sollozo mientras temblaba y le flaqueaban las piernas.

  • No te quejes… Te aseguro que tu amo te hará cosas peores. – y siguió retorciendo los pezones de la muchacha.

Paloma lo sabía, estaba al tanto, era vox populi en todo el país esa forma de comportarse con los avales, incluso sabia de amos que en cuanto el AVAL llegaba a su poder la perforaban los peones, e incluso a algunas los labios vaginales y el clítoris. Todo ello venia en las clausulas de la HIPOTECA CARNE que había podido encontrar por internet estos días atrás. Aunque no había visto todas, si las suficientes para estar aterrada.

Tras casi tres minutos, el doctor soltó sus pezones para su alivio. Los pequeños botones, algo amoratados, volvieron a su ser poco a poco, pero no dejaron de estar ligeramente erectos por el frio.

  • Siéntate en la camilla con estribo – dijo mientras subía el respaldo de la misma y la transformaba desde su posición de camilla a silla. – y sube los pies en los estribos. Te necesito bien abierta de piernas.

Obediente, Paloma se acomodo en la camilla y abrió las piernas, apoyando los talones de sus pies descalzos en los fríos estribos. Su entrepierna apareció, perfectamente depilada, y con los sonrosados labios abriéndose ligeramente ante el doctor, que sonriendo, se sentó en un taburete entre las piernas de Paloma, y sin guantes, ni cuidado, ni delicadeza, empezó a meter dos dedos de una mano en su coño si lubricar haciéndola gemir de dolor.

  • Calla mojigata. Peor será cuando te folle tu amo la primera vez, entonces, mas te valdrá estar empapada, porque si estas así de seca – dijo haciendo fuerza para meter los dedos y sonreír al palpar el himen – te dolerá terriblemente…. – y siguió hurgando dentro del coño de Paloma mientras sonreía de satisfacción a la vez que la chica gemía y sollozaba.

Deliciosamente virgen – dijo sonriendo y palpando suavemente la membrana de su virginidad.

Y notando como el doctor movía los dedos dentro de ella, en círculos primero y luego metiéndolos y sacándolos, Paloma, llorando, gimió y arqueó la espalda cuando el orgasmo le vino en una densa corrida blancuzca que lamio el doctor cuando sacó las manos de dentro de su coño.

  • Y ahora – dijo sonriendo – Tu culo, así que en pie, y ponte a cuatro patas, de rodillas, sobre la otra camilla.

Y sollozando, temblando, notando su sexo húmedo, Paloma obedeció.

El doctor, nuevamente, se situó tras ella, y sin dilación, metió el mismo dedo que antes había metido en el coño, en el culo. Paloma, sorprendida, apretó las nalgas y encerró el dedo dentro, el doctor, sonriente, apretó más y la chica gimió, relajando el esfínter.

  • No hagas eso preciosa… Será peor para ti, créeme. Cuando de taladren el culo, que por cierto – palpó y movió bien dentro en círculos – es también tierno y virgen. – Sonrió lascivo al imaginarse la escena de ese tierno culito siendo penetrado por una enorme verga que lo desgarraría sin piedad -  lloraras de dolor a notar cómo se te desgarra, y si opones resistencia… Dolerá más.

Y tras dos minutos, sacó el dedo de dentro del culo de Paloma, limpio, sin mancha alguna, lo que le hizo sonreír sorprendido.

  • ¿Te practicas enemas o lavativas?

  • Me lavo en el bidé, si.

El doctor sonrió.

  • ¿Te han aplicado algún enema alguna vez?

Paloma, aterrada, negó con la cabeza.

  • Bueno… pues ya verás cuando te lo hagan, será maravilloso, además, indicará que están preparando este tierno culito para una buena sesión de polla.

A continuación empezó a acariciar las plantas de los pies. Cogió primero el derecho y empezó a acariciarlo, como si le aplicara un masaje. Comprobó que no tenía callos, ni juanetes. Ni siquiera unas pequeñas durezas.  Eran unos pies hermosos, perfectamente cuidados, con unas uñas bien recortadas y sin esmalte alguno.

  • Bonitos pies Paloma. Se ve que los cuidas. No tienes ningún callo, ni durezas, ni siquiera se te están empezando a formar juanetes…. No usas tacones. ¿Verdad?

La chica asintió. Apenas había usado tacones en su vida, solo para alguna fiesta, o boda a las que había ido con sus padres, y para la fiesta de fin de curso y su graduación, y en ambas ocasiones, había acabado descalza poco después.

  • Perfecto, así te libraras de la pedicura inicial en casa de tu amo. Siéntate en la camilla.

Paloma se dio la vuelta y obedeció. El doctor sonriendo, se agachó y la cogió los dos pies levantándola las piernas. Mirándolos fijamente, los junto, y agarrándolos firmemente con cada uno con una mano, empezó a acariciar los empeines con los pulgares.

  • Te dolerán un poco los tatuajes. Hay poca carne, pero sin duda quedaran hermosos en tus pies. Los harán más bonitos.  – Y sonriendo, notando los temblores de la chica, fue hacia su mesa – puedes levantarte, y vestirte.

Paloma, obedeció. Despacio, fue hasta la silla, donde estaba su ropa, y empezó a vestirse. Cuando estaba ya con los vaqueros, y la camiseta puesta empezó a buscar. Sus calcetines y sus deportivas.

  • No los busques – dijo sonriendo el médico – eres ya un aval en toda regla, y como tal… - dijo sujetando con una mano sus deportivas con los calcetines dentro y enseñándoselas sonriente y divertido – debes ir descalza, y mañana, cuando ya estés con tu amo, te harán los tatuajes.

Y Paloma, recordando nuevamente a las chicas que había visto en el metro, recordando los tatuajes que había visto en sus pies, una letra A en cada empeine, asintió avergonzada y mirando al suelo, a sus pies descalzos, los cuales, estarían así, desde ahora en adelante, y hasta que su padres pagaran la deuda… Si es que lo hacían, y pensar en eso, la hizo gemir de pena.


De momento los capítulos son cortos, y los voy subiendo según los escribo. En el futuro tal vez haya capítulos más largos.

Gracias por las lecturas/votos/comentarios/consejos/ideas