La hijastra

Me casé con una viuda que tenía una niña de trece años, a los tres años mi mujer se murió y yo me quedé a solas con las niña, que con 16 añitos era toda una mujer y despertó en mí los instintos carnales.

Yo tengo 50 años y estoy viudo. Hace tres conocí a una mujer de 40, también viuda con una hija de 13 que era su viva imagen. Desde el principio congeniamos y decidimos que ya éramos mayores para perder el tiempo y nos casamos. Ella se llamaba Clara y su hija Inés. La vida en familia era perfecta y la relación con la niña no podía ser mejor. Teníamos mucha complicidad y me contaba todas sus dudas y preguntas. La chiquilla fue creciendo y su cuerpo desarrollando a buen ritmo. Ya tenía 16 años y era toda una mujercita. No podía ser más feliz hasta que llegó el fatídico lunes. Mi mujer trabajaba en Sant Cugat y cada día cogía el coche y ése lunes tuvo un terrible accidente de tráfico. Cuando la policía me aviso me derrumbé, no podía ser verdad. Era la segunda vez que me quedaba viudo. Lloré desesperadamente y después recapacité. Si para mí era un horror no quería ni imaginar como se lo tomaría Inés. Dejé el trabajo y fui al colegio de mi hija. Le dije a su profesor lo que había pasado, pero que no se lo dijera a la muchacha, quería ser yo quien le diera la mala noticia. Cuando salió de clase y me vio rápidamente supo que algo malo había pasado. Fuimos al coche y le conté lo que había sucedido. Se puso a llorar desconsoladamente dando gritos mientras sus lágrimas le inundaban las mejillas. La dejé llorar mientras la abrazaba. Poco a poco se fue calmando, arranqué el coche y nos fuimos a casa. Por el camino seguía sollozando y yo intenté animarla y que sacará fuerzas de su interior. Le dije que su madre ya no volvería y que no nos tocaba más remedio que ser fuertes. Pese a mi intento de animarla el buen recuerdo de Clara me pasó por la cabeza y me puse a llorar lo que hizo que Inés volviera a hacerlo. Era un mar de lágrimas el coche. Llegamos a casa y nos habíamos calmado. Al entrar todo nos recordaba a ella y fue muy duro, pero logramos superar la pena. Fueron unos días muy duros, entre la preparación del funeral, la visita de la familia y los amigos, la tensión que tuve que pasar con los hermanos de Clara que me exigían que Inés se fuera a vivir con uno de ellos... suerte que la niña se puso dura y quiso continuar conmigo...

Después de todos esos días infernales llegó un poco de calma. Inés volvió al cole, yo al trabajo y todo parecía que había vuelto a la normalidad. Pasaron las semanas hasta que... una noche, a las tres de la madrugada me despertó un grito. Era Inés que había tenido una pesadilla. Me acerqué a su habitación y me la encontré llorando y temblando. Estaba muy nerviosa y me pidió que la dejara dormir conmigo. Le dije que por supuesto. Se levantó y la contemplé, ahí, indefensa y por primera vez me fijé en su cuerpo. Era clavada a su madre, pero claro, más joven. Llevaba un pijama de verano, pantaloncito corto, muy pegado a su cuerpo, que marcaba todas sus formas, y una camisetita de tirantes con la imagen de Hello Kitty que resaltaba sus ya sobresalientes tetitas. Esa visión me electrizó el cuerpo e hizo que mi polla empezara a despertar. Nos dirigimos a mi cama e Inés se durmió casi de inmediato cogida a mi pecho. A mí me costó más, no podía dejar de mirarla fantaseando con su precioso cuerpo que tanto me recordaba a su madre. Al final ya no pude aguantar más y me dormí. Me desperté pensando que solo habían pasado unos minutos, pero ya había amanecido y descubrí que Inés ya estaba despierta y con la boca abierta me miraba la polla empinada que sobresalía del pequeño pantalón del pijama. Intenté tapármela, pero la chica con expresión de sorpresa me preguntó que qué era eso. Tuve que decirle que era lo que teníamos los hombres para orinar. Suerte que ya se había desinflando un poco y me preguntó si podía verla mejor y a regañadientes se la enseñé. Me quité el pantalón y lo primero que hizo Inés fue acercar su mano y tocármela. Con su mano sobre la polla esta empezó a cobrar vida y cuando la vio crecer Inés me preguntó por qué se ponía así. Yo le dije que cuando los chicos se excitaban les crecía para poder practicar el acto sexual, y como creo que le habían explicado en el cole, introducir el pene en la vagina de la chica y así fecundarla. Puso los ojos como platos y me dijo que eso tan grande en su vagina debía de doler y yo le dije que la vagina era elástica y permitía la penetración de pollas como esa y mayores, pero que ella aún era muy joven y tendría que esperar unos años a tener el cuerpo preparado. Me confesó que había tenido varios novietes a los que había besado, pero cuando le pedían algo más, le había dado miedo y los había dejado. Le dije que había actuado muy bien y que los chicos solo buscaban eso de una chica y cuando lo conseguían buscaban a otro y que además practicar sexo podía comportar enfermedades desagradables o quedarse embarazada y ambas cosas eran muy graves cuando se era tan joven. Ella me miró fijamente y me dijo

-Papi, ¿y que puedo hacer si un chico me pide más?

-Verás, los chicos lo que buscan es el orgasmo...

Inés me irrumpió -¿y eso qué es?

Verás hija, cuando se está con otra persona y comienzas a besarla, tocarla, te excitas, tanto, tanto, que tienes como una descarga por todo el cuerpo y llegas al orgasmo, una sensación muy agradable. El orgasmo lo puede alcanzar uno mismo tocándose o con contacto con otra persona.

-¿Yo sola puedo alcanzar un orgasmo?

-Sí hija, te puedes tocar los puntos más sensibles de tu cuerpo. Empieza por las tetitas y los pezones. Es una zona muy placentera, pero la zona más sensible es tu vagina y en especial un botoncito muy pequeñito que hay en la entrada. ¿cuando te has duchado y te has pasado la esponja entre las piernas no has notado una sensación muy agradable?

-Sí papá, pero no sabía lo que era. Una vez me metí un dedo y ésta sensación aumentó, pero me dio miedo y paré.

-Pues si hubieses seguido masajeando este punto que se llama clítoris habrías llegado a sentir un orgasmo. Esto también te lo podría facilitar un chico si con sus dedos o con su lengua te lo estimulara.  Y una chica puede conseguirlo, así mismo, estimulando un pene con sus manos o su boca. Inés estaba muy asombrada.

-¿Cómo que con la boca?

-La boca puede hacer una muy buena labor. ¿Quieres ver cómo?

-Sí -dijo Inés- enséñame como hacerlo, porfa!!!

Me cogí la polla y me masturbé -cuando uno mismo se toca se le llama masturbación -le dije- ahora tú cógemela y haz lo mismo que has visto hacerme.

Inés  me cogió la polla con suavidad y empezó a subir y bajar su mano como yo le había enseñado. Su calor corporal me traspasó la piel del pene y me dio un escalofrío.

-Ahora acerca tus labios y bésamela.

La chica así lo hizo y le fui explicando todos pasos que debía hacer. Me bajé el prepucio y le mostré el glande. Mi polla ya tenía un tamaño considerable.

-Ves, hija, esta zona que parece una seta. Se llama glande y es lo más sensible del pene. Pasa la lengua resiguiendo el lateral. Babea sobre el pene y reparte las babitas. Ahora chúpalo como si fuera un polo, metiéndotelo hasta donde puedas. Mete y saca y al tiempo enrosca tu lengua alrededor. ¿la notas palpitar? -Inés asintió con la cabeza sin sacar la polla de su boca- sigue chupando y ahora con una mano cógeme la polla, y haz el movimiento de la masturbación, y con la otra tócame suavemente los huevos, y todo esto sin parar de chupar.

La chica estaba tan concentrada en la labor que me estaba poniendo como una moto. Y entonces le dije que cuando un chico llega al orgasmo saca por la punta del pene un líquido blanco y pringoso llamado semen. -cuando esté a punto de correrme te lo diré para que no te pille desprevenida, pero no pares de hacer lo que estás haciendo, cuando notes el semen en la boca simplemente déjalo caer por tus labios -le dije.

Notaba que estaba a punto y en el preciso momento se lo dije a Inés y ella reaccionó tarde y se llenó la boca con mi leche. La chica la escupió casi toda, pero se dejó un poquito para saborearla.

-Tiene un gusto raro, diferente, pero no me desagrada -me dijo.

-Como has visto, hija, he tenido un orgasmo y también puedes tener algo parecido con mi boca si me dejas probar.

Estaba tan deseosa de saber cómo podía ser que me dijo que ella también quería sentir uno. Le dije que se desnudara y cuando se quitó el pijama y contemplé su cuerpo todas mis fantasías se hicieron realidad. Tenía unas bonitas tetas con unos pezones muy oscuros y un precioso coñito con una considerable mata de pelo en la parte superior, como si llevara una boina muy negra. Pasé mis manos por sus tetas y le expliqué que era para empezar a excitarla. Las tenía suaves y duras. Pasé los dedos por ambos pezones y empecé a notar como se endurecían. No me pude resistir y chupé uno de ellos. Inés empezó a gemir. Le susurré al oído que con su mano empezara a tocarse el sexo en busca del clítoris. Así lo hizo y noté como se estremecía. Mis labios buscaron los suyos y mientras le magreaba las tetas la morreé. Su lengua buscó la mía y nos fundimos en un tórrido beso. Alcanzó el orgasmo a los pocos minutos y jadeó exhausta. Descansamos un rato y comencé de nuevo. Más  besos en los labios, el cuello, el pecho, el vientre hasta llegar al sexo. Primero le besé el interior de los muslos lo que provocó que temblara y después mi lengua se dirigió a su coño. Le di un lenguetazo que llenó la rajita de babas y le introduje la lengua unos centímetros. Inés dio un respingo y cogiéndome la cabeza por la nuca acercó mi cara más, si cabe, a su coño. Estuve chupando y lamiendo y masajeando su clítoris hasta que la chica se arqueó y dio un sonoro grito de placer. Estaba temblando y sudando, pero con una expresión de satisfacción que hacía brillar sus ojos y tener una sonrisa de oreja a oreja.

-Papá, ha sido maravilloso. Esto tenemos que repetirlo y no te preocupes, yo también pondré de mi parte y te daré los mejores orgasmos. Y cuando esté preparada me la podrás meter.

Estaba tan excitada que las palabras le salían a borbotones de la boca. Yo intenté calmarla, pero seguía muy cachinda. Le dije que se fuera a duchar y que yo prepararía el desayuno. Yo también estaba muy feliz, todas mis expectativas se habían cumplido y ahora se me presentaba un futuro fantástico. Vino a desayunar con el albornoz medio abierto enseñando sus tetitas y su fantástica figura. Mientras desayunábamos le comenté que lo que habíamos hecho no se lo contara a nadie. Que fuera nuestro secreto. Se acercó y dándome un beso en la boca me dijo que estuviera tranquilo, todo quedaría entre niña y papá. Se sentó en mis piernas y nos besamos. Metí mis manos bajo el albornoz y comencé a explorar todos los rincones de su cuerpo. Mi polla cobró vida y ella me la sacó del calzoncillo y se rozó la rajita con ella. Cabalgó sobre mi polla sin metérsela hasta que me corrí. Poco a poco fui notando como se desinflaba. No sabía si estaría a la altura de los deseos sexuales de Inés, pero quería intentarlo… y cuando fuera algo mayor, metérsela…