La hija del Presidente (8)
Capítulo 8 ...Yo no tengo la culpa de que no te satisfagan volví a decir sin pensar, Laura se giró y me dedicó una mirada de odio...
había perdido mis datos de acceso, y después de mucho lo he recuperado.
Sé que ha pasado mucho tiempo, les dejo el enlace del primer capítulo por si quieren recordar la historia: https://www.todorelatos.com/relato/133634/
El último capítulo antes de este, fue el 7, también les dejo el enlace: https://www.todorelatos.com/relato/156638/
De antemano muchas gracias a todos quienes han seguido aquí a mi lado.
Capítulo 8:
Narrado por Laura:
Me sentía extraña, realmente no sabía si yo era el movil del atentado, Laura parecía saber mucho más de lo que aparentaba, sin mi mamá y hermanos me sentía sola, aunque con Joaquín no había mucho contacto después de que se fue a Boston, lo extrañaba más que nunca.
Mi ventana estaba asegurada, por primera vez me sentía acosada. Decidí poner un poco de música y darme un baño caliente, afuera de mi habitación estaban dos guardias que Laura había dejado con instrucciones de no perderme la pista, a pesar de las diferencias con ella, me sentía segura si estaba a su lado, era un trago amargo en ocasiones pero me hacía sentir segura, se había convertido en mi única compañía en ese tiempo.
Mi madre insistió en viajar a México, pero yo sabía que no era prudente, mi padre le pidió no hacerlo y cuidar de Ximena, él haría lo propio conmigo.
Al salir del baño me metí en mi cama sin ropa, tenía meses que no disfrutaba así, por lo general me la pasaba ebria y no apreciaba ni el suave tacto de las sábanas. Conecté mi teléfono al cargador y dejé la música en un nivel apenas audible. Poco fue lo que dormí, en parte por preocupación y también porque durante la tarde estuve dormitando. Me sorpendía que hubiese un búnker dentro de la residencia, pero me intrigaba más a quien se le habría ocurrido construirlo.
A eso de las tres de la mañana se me antojó demasiado un licuado de leche súper fría con fresas naturales, intenté salir pero los tipos que me cuidaban lo impidieron, escasos veinte minutos después me llevaron un yogurt de manzana, resignada lo bebí y me volví a acostar. Logré conciliar el sueño pasadas las seis de la mañana, o al menos esa fue la última vez que miré mi teléfono.
Desperté y no abrí los ojos, mis sentidos estaban en alerta, sentí la presencia de alguien y aunque no sabía si era real preferí no dar señales de estar despierta aunque fallé.
—Al parecer dormiste bien— instintivamente una sonrisa se dibujó en mis labios, conocía muy bien esa voz.
Me incorporé sin abrir los ojos y de golpe me recosté cuando recordé que no me puse pijama. Abrí los ojos de golpe y observé a Laura sentada al costado de mi cama, sin mirarme ojeaba un libro, quizá ni cuenta se dio que no llevaba ni un poco de tela sobre mi cuerpo. Tomé la sábana y la coloqué hasta mi cuello evitando exponer mi piel a su vista, por alguna extraña razón me sentía intimidada con ella.
—¿Tienes hambre?— seguía sin mirarme — supe de tu atracón nocturno— una media sonrisa se formó en su rostro.
—Fue un antojo— me justifiqué.
—No estamos para embarazos princesa— cerró el libro y lo dejó sobre mi buró —Tienes diez minutos para vestirte—
—¿Ya volvimos a lo mismo?— le dije confundida.
—Nunca salimos de ahí— apartó su vista que apenas hizo contacto con mis ojos unos segundos —te espero afuera—.
—¿saldré así?—
—No, por eso te vestirás— su trato era nuevamente muy frío.
—Me refiero a mi seguridad— dije con voz temblorosa.
—Por tu seguridad nos preocupamos Ricardo, Benjamín y yo—.
Abrió la puerta y se fue sin mirarme, me sentía mal, como despreciada.
Me vestí sin ganas, ella era mi única compañía y en ratos parecía que yo era su mayor dolor de cabeza.
Salí de la habitación y me fijé que el tar Ricardo estaba en mi puerta, Laura hablaba por teléfono a unos cinco metros de mi habitación, se volteó y cuando me vio se apresuró a terminar su llamada y dirigirse hacia mí.
—Vamos— pasó de largo, simplemente la seguí.
Ricardo venía detrás de nosotras.
—¿A dónde vamos?—
Bajamos las escaleras y salimos de la residencia, directo al estacionamiento.
—¿A dónde vamos?— intenté sonar firme.
—Rick ve con Benjamín, la señorita Sánchez y yo iremos en este auto— se acercó al lugar del copiloto de una camioneta —Sube— me ordenó sin mirarme, me sentía mal sin tener razón alguna.
—Laura ¿a dónde vamos?— le volví a preguntar luego de que se subiera.
—Ya lo verás— fue lo único que dijo.
Salimos de la ciudad y me alarmé un poco, peor tenía miedo incluso de hablar, había salido de la residencia sin mi teléfono, solo estaba Laura con una actitud un tanto extraña y un auto negro detrás de nosotras.
Íbamos por una carretera que yo lo conocía, la miraba pero su actitud era impenetrable, ah mirada una fina en la carretera, con ambos brazos sostení el volante.
Por fin me decidí a hablar
—Laura, por favor dime— hable lo más tranquila que pude. Suspiró sin verme —estás asustándome—.
Agaché la cabeza y después de unos minutos habló.
—El secretario de defensa nacional está en desacuerdo conmigo— disminuyó la velocidad —pero tu padre y yo creemos que es lo mejor— bajó del asfalto a un tramo de terracería.
—¿a que te refieres?— dije alarmada —¿qué me van a hacer?—
—Ya lo verás— su actitud fría me daba temor.
Apagó el motor fuera de un pequeño edificio, los guardias también se pararon ahí, Laura se bajó y yo no sabía si bajar o no, la vi hablar con dos hombres y luego mirarme de forma inexpresiva, abrí la puerta del auto y descendí, caminé lento hasta llegar al lado suyo.
—Ella es Karla Sánchez Cott— habló de inmediato Laura.
—Un gusto señorita— me extendió la mano uno de los personajes con quienes Laura hablaba supongo que de mí.
—Pasen por aquí— nos indicaron.
Laura se acercó a una pequeña puerta y me cedió el paso, caminé con pasos muy cortos y gracias a eso Laura se pegó por completo a mí.
—Lo siento, date prisa— dijo casi en mi oído.
Estaba todo a oscuras, tenía ganas de salir corriendo de ahí. Encendieron las luces y el lugar parecía un cuartel militar.
—Toma— Laura seguía detrás de mí en el pequeño pasillo que habíamos recorrido a la entrada, pasó su mano delante mío hasta tocar mi mano con una botella de plástico.
Giré un poco para verla.
—Es de fresa natural con un poco de azúcar, es deslactosado— por lo que dijo la botella debía tener un licuado.
—Todo aquí está a su disposición— habló uno de los hombres que estaban en la entrada.
—Gracias, me haré cargo— respondió Laura.
Caminó delante mío algunos pasos y después volteó a verme como esperando por mí, acto seguido corrí detrás de ella y caminé a su lado por algunos pasillos, llegamos a una pequeña habitación.
—Bébelo por favor, si te desmayas no te cargaré— me hizo gracia su comentario —Es más, te tomaré fotos y las subiré a tu Instagram— me limité a sonreír y beber el licuado, la vi quitarse un poco de la ropa que llevaba y de un tipo closet sacó un chaleco.
—¿qué?— casi grité.
—Hoy aprenderás a tirar— me ofreció el chaleco.
—Creí que era para ti— le dije cerrando la botella del licuado.
—No, confío en que no me dispararás— me sonrió a medias.
Se acercó y me colocó el chaleco, limité a mi cuerpo a moverse lo que fuese necesario para que entrara bien, era más pesado de lo que imaginé.
—Sí hicieras más ejercicio no te verías preocupada por el peso del chaleco— volví a sonreírle —vamos— agarró la botella de mi mano, con gran sutileza la soltó de mi agarre.
Caminamos de nuevo a donde estaban los tipos de hacia uno momento, también estaban Benjamín y Ricardo.
—Yo me encargo— Laura habló apenas vimos a los tipos del lugar.
Se encendieron las luces y pude ver claramente donde estábamos, era un campo de entrenamiento de tiro. No sé de donde sacó una pistola y la puso en mis manos.
—Dispara al frente— me ordenó.
—¿Tienes balas de verdad?— me sentí sonrojada.
—Obviamente princesa— la sentía un tanto más relajada.
Tomé la pistola con ambas manos e intenté disparar pero no pude.
—Necesitas más fuerza— se colocó detrás de mí y pasó sus brazos sobre los míos, sus dedos se mezclaron con los míos para sostener la pistola.
—Mira— sentirla tan cerca y su suave tacto me puso nerviosa. Jaló el gatillo y se escuchó un sonido aturdidor.
No sabía que me sucedía últimamente con Laura, de todo me ponía nerviosa, por suerte yo era para ella un cero a la izquierda, a veces creo que hasta una molestia. Lentamente fui entendiendo como funcionaba la pistola, cómo se cargaba y aunque mi puntería era fatal ya podía al menos asustar a alguien.
Luego de casi una hora dando tiros un poco tontos, Laura dijo que era hora de regresar. Avisó que volveríamos en algunos días, dejé la pistola sobre una barra y Laura comenzó a quitarme el chaleco antibalas, volví a dejar que ella lo hiciera y sólo me moví lo necesario.
Caminé detrás de ella hasta la camioneta y me abrió la puerta.
—gracias— le sonreí y la vi alejarse, se colocó al volante y comenzamos el camino de vuelta.
Durante el trayecto ambas íbamos más relajadas, al entrar de nuevo a la ciudad se paró en una tienda de conveniencia y me pidió esperarle ahí, el auto negro seguía circulando detrás de nosotras, subió con una bolsa y me la dio.
—Toma, hablo en serio respecto a subirte a todas las redes sociales— me miró unos segundos y después encendió el auto.
La bolsa tenía dos paquetes de galletas, una botella de agua y una pequeña paleta de caramelo, esto último me hizo mucha gracia.
—¿lo harías?— le pregunté abriendo uno de los paquetes de galletas.
—Obvio, y desde tu perfil— llegamos a un semáforo y metió su mano al pantalón, estaba batallando para sacar algo —ten— me entregó mi teléfono.
—Me das miedo— dije riendo
—hubiera tenido que hacerlo, míralo por el lado amable, hubieras sido trending topic— ambas sonreímos —Si alguien pregunta, di que te llevé a hacer ejercicio, hay personas que creen que no eres capaz de saber usar un arma sin poner en riesgo tu vida— nuevamente se tornó seria.
—¿quieres una galleta?— le ofrecí el paquete justo cuando entramos en una glorieta.
—Sí, permíteme un poco— la saqué con mi mano y se la ofrecí a unos centímetros de la boca.
—Gracias— dijo luego de tomarla con sus dientes.
Llegamos a la residencia entre pláticas triviales, su tensión había bajado.
—Date un baño para que almuerces, ya están preparándote—
—¿y mis clases de cocina?— le dije antes de entrar en mi habitación.
—Las cambiaremos por cenas, anda— se alejó con Benjamín e hice lo propio.
Me metí a bañar y en menos de veinte minutos ya estábamos sentadas en el comedor, el estar con Laura de alguna forma me hacía menos vulnerable a la soledad.
Tomamos el almuerzo en calma, estábamos solas en el gran comedor, quizá por eso casi no cruzamos palabras, nuestra plática fue algo trivial. Al terminar Laura me llevó de regreso a mi habitación, me entregó un libro en las manos y me dijo que tendría dos semanas para leerlo, renegué un poco pero solo conseguí que me dijera que serían doce días nada más.
Salió y regresó hasta pasadas las 6pm. Estuve escuchando música en su ausencia, entró en mi habitación y me explicó que estaría durmiendo algunos días en la residencia mientras investigaban bien que había sucedido. No me tomé mucha importancia al final de cuentas era preferible que fuera ella y no alguien más quien me cuidara, al menos trataba de entenderme.
Fuimos a la cocina a preparar comida, me dijo que por ese día me perdonaría el ejercicio, pero que al día siguiente me quería ver en el gimnasio desde temprano, solo reí. Preparamos lasagna, debo reconocer que aunque era una mujer muy ocupada sabía hacer bastantes cosas, quizá fue boy scout o algo así, decidí dejar esas preguntas para otra ocasión. Le supliqué que comiéramos en la mi habitación y después de un rato de discutir pros y contras accedió. La notaba diferente, como que ella en el fondo tampoco quería estar sola.
Vimos una película mientras comíamos la deliciosa lasagna que preparamos, hubiera preferido algún vino pero con Laura ahí era lógico que no sería vino, preparó una especie de ponche de frutas frío, tenía muy buen sabor.
Más tarde se fue a dormir a la habitación de al lado, Benjamín y Ricardo seguían afuera, me puse a leer un rato hasta quedarme dormida.
Por la mañana llegué al gimnasio a eso de las 8:30 y Laura ya estaba ahí, su piel tenía rastros de sudor por lo que imagino que tenía ya un rato.
—¿tú no duermes?— pregunté acercándome a ella.
—Por lo que veo tú sí y muy bien— me hizo gracia su comentario —No podía dormir, así que vine desde las 6am—.
—¿te dejó tu novio?— solté sin pensar.
—Corrección— hablaba con dificultad pues estaba en la caminadora —yo dejé a mi novia— me sonrojé en cuanto la escuché, no sé si por que me dijo que era una mujer o porque había acertado en mi comentario.
—Pues a ponernos en forma— fue lo único que se me ocurrió decir.
Me subí a la bicicleta y me coloqué los audífonos, necesitaba espacio personal. Unos minutos después Laura me pidió que realizara cierta rutina para quemar grasa abdominal, me burlé e hice caso omiso, la vi molestarse bastante, me dijo que no olvidara que ella estaba a cargo, también me molesté y nos empezamos a gritonear.
Terminamos enojadas y sin hablarnos, ni siquiera me dirigía una pequeña mirada, solo me daba instrucciones, me quitó el celular y los audífonos para que no la ignorara, volvía a fastidiarme la vida.
—Yo no tengo la culpa de que no te satisfagan— volví a decir sin pensar, Laura se giró y me dedicó una mirada de odio.
Había despertado a sus demonios internos.