La hija del presidente (19)

Capítulo 19 La hija del presidente Laura.

Capítulo 19

La hija del presidente

Laura.

Ni siquiera tenía idea de cuánto tiempo había transcurrido, me encontraba amordazada, amarrada y sedienta. Karla estaba al lado mío, inconsciente, mis ganas de llorar eran intensas.

Sabia que iban a pasar días para que nos encontraran. Mi padre incrustó un chip con geolocalización en mi cabeza, el problema era que nadie sabía que estábamos capturadas.

Y aunque diario me reportaba con Sánchez, nadie más conocía lo del geolocalizador, solo mi padre.

Karla empezó a moverse lentamente, cuando por fin abrió los ojos, se dio cuenta que no estábamos precisamente en una situación agradable. Intentó safarse y solo consiguió lastimarse las muñecas. Era asfixiante querer hablar con ella y no poder.

Mi Karla, mi niña, mi amor.

Lágrimas brotaron de mis ojos cual tormenta en octubre, me sentía desesperada, necesitaba hacer algo con urgencia.

Ingresaron unos tipos que ni la delicadeza de salvaguardar su identidad tuvieron. Retiraron la cinta de mi boca y luego de la de Karla.

—Las voy a desamarrar de una mano para que coman—

Karla intentó patearlo cuando se acercó a ella. No la desamarró. La dejó sin la cinta adhesiva solamente.

Luego llevaron unas charolas desechables con comida.

—Bon appetit— dijo burlón el gorila que nos custodiaba.

Con mi mano alcanzaba a tocar a Karla, fue lo primero que hice, en automático comenzó a llorar.

—tranquila hermosa, verás que todo va a estar bien— trataba de calmarla.

—Nos van a matar—

—No amor, si ese fuera el objetivo ya lo habrían hecho. Probablemente estén pidiendo algún tipo de rescate, la verdad no sé cuál sea el móvil del ataque—. Me sentía a la deriva.

—Me quitaron el teléfono, ya no lo siento en mi bolsillo— me decía desesperada.

—Tampoco yo tengo el mío, era lógico— inspire profundo —trata de calmarte y por favor no te comportes rebelde, creí que ese tipo te golpearía—.

Con dificultad utilice la mano que tenía libre para abrir una de las charolas de comida que tenía al lado mío.

Karla y yo estábamos amarradas a unos tubos que a su vez estaban incrustados en una pared. El lugar era poco iluminado, se trataba de una habitación de unos tres metros por lado, solo tenía una puerta y un foco en una esquina, los tubos estaban colocados especialmente para atar personas. Quienes lo estaban haciendo lo tenían perfectamente planeado.

Karla lloraba en silencio al lado mío. Escasos centímetros nos separaban. Como pude comencé a darle de comer, el principio no quería, y le hice hincapié en que debíamos comer para no perder fuerzas. Rato después nos llevaron agua embotellada.

Karla se quedó dormida sollozando, mientras yo no paraba de sentirme culpable. Expuse su seguridad por mi distracción, me concentré tanto en un nosotras que obviaba la situación que nos tenía fuera de México. Realmente era muy complicado concentrarme teniéndola al lado, sobre todo por el inmenso amor que sentía por ella, seguido de una carga de pasión que explotaba cada vez que nos besábamos.

El tiempo transcurría, imagino que muy lento, ni siquiera sabía cuanto tiempo podía estar pasando, había perdido la noción del tiempo por completo. Nos llevaban comida cada 7-8 horas. Por lo que no sabía si era de día o de noche, no podía tener una cuenta certera, ni siquiera aproximada de los días que llevaba ahí.

Solo nos desataban para llevarnos al baño de una por una, por lo que siempre aguantábamos lo más posible en ir.

En una ocasión entraron dos tipos que no había visto antes, al menos no recordaba bien. Tomaron a Karla por el cabello.

—Si tu padre no colabora, tú noviecita y tú van a morir— su acento extranjero lo delató. Era ruso.

Mil teorías pasaron por mi cabeza, Karla.

En una ocasión de regreso del baño golpeé al sujeto que me llevaba, lo dejé inconsciente y traté de desamarrar a Karla. Solo conseguí que llegaran mas tipos y me golpearan hasta hacerme sangrar.

Nos tomaron un video, obligando a Karla a hablar. Yo seguía muy adolorida. Los minutos eran eternos, mi adorada Karla no paraba de llorar y sollozar casi sin poder respirar. Nuestros captores se vengaron de mi intento de fuga dejándonos sin comer por mucho tiempo, yo calculaba que había sido un día, pero la verdad no tenía idea.

Conforme pasaba el tiempo, Karla se iba deshidratando, trataba de calmarla para que no se debilitara pero no paraba de llorar ni de hacer el esfuerzo en soltarse.

Llegó el momento en que escuchamos disparos a lo lejos, pasados unos instantes los escuchamos más cerca, al parecer hubo un tiroteo fuera de donde nos tenían.

Entraron seis agentes por nosotras, nos desamarraron y nos cargaron hacia un vehículo, creí que era otro secuestro, ya en la camioneta se descubrieron la cara, eran parte del Estado Mayor, en clave me explicaron que habían atacado al Presidente, que dejaron herido al hermano de Karla y que la situación en México era terrible.

Debíamos desaparecer del mapa por seguridad, y que no se supiera dónde estábamos.

Pasamos un día en un hotel, con los seis agentes custodiándonos, Karala estaba muy nerviosa, los agentes y yo logramos contactar por una línea segura al Presidente, Karla pudo hablar con su papá, le avisó que su hermano acababa de fallecer, ella se quebró y de inmediato me pasó el teléfono, Sánchez fue muy claro conmigo, quería que protegiera a su hija.

Antes de dejarlo continuar tuve que decirle algo.

—Dr. Sánchez yo le juro que haré hasta lo imposible por salvaguardar la vida de Karla, estoy profundamente enamorada de ella, tenemos una relación—

—Mire, ya lo sospechaba, y créame que es lo que menos me preocupa en este momento, y gracias a eso es que me atrevo a pedirle que cuide la vida de mi hija—

Nos despedimos, Karla ya no quiso hablar. Se quedó dormida un rato y yo intenté salir a comprar comida, pero el jefe al mando de los agentes no me lo permitió, les di una lista de lo que ocupaba porque eso apenas comenzaba.

Al día siguiente Karla estaba más tranquila. En parte porque estaba sedada,  llevaba varias Armas, dinero de varios países y algunos pasaportes falsos.

Lo primero que hicimos fue ir a Canadá, pasamos una semana allá, volvimos a estar solas, en esos días casi no hablamos, y lo entendía, no era simple lo que estaba sucediendo.

Nos indicaron que al siguiente día podríamos irnos de Canadá, tomaríamos un crucero con varios destinos en América, la decisión de dónde bajarnos sería mía.

Karla estaba más animada, esa noche previa casi no dormimos. Ambas dábamos vueltas en la cama.

—Te amo Karla— hable por fin.

Ella se refugió en mi pecho.

—Y sé que tú también me amas— continúe —Y aunque no sé cómo lo lograremos, sé que vamos a salir de ésta, porque te amo, me amas y estamos juntas, haré hasta lo imposible por protegerte— lloró unos minutos, luego se quedó dormida.

La aventura comenzaría al siguiente día.