La hija del presidente (18)

Nos bañamos juntas por la noche, y salimos a cenar, tomadas de la mano, eran tan extraño, tan tierno y a la vez tan cálido, a pesar de la sensación de extrañeza, sentía que ese era mi lugar, Laura había sigo hecha para mi.

Capítulo 18

La hija del presidente

Karla

Despertar en los brazos de Laura era increíble, después de los días que pasamos en Nueva York, y de nuestra larga plática, me di cuenta que era un chica muy sensible, y aunque me derretía el corazón, la verdad yo era más pasional, no paraba de verla con ganas de tocarla, de que ella me tocara.

Por lo general cuando tenía relaciones, me encantaba tener el control, pero con Laura me daba igual, nos entendíamos tan bien, estaba locamente enamorada de ella. Y a pesar de que ella era muy emocional, sabía muy bien cómo y dónde tocar, podría decir que era experta en hacerme el amor.

No tenía dudas, Laura había sido creada para mí.

Estábamos acostadas en la cama, creo que se había convertido en nuestro lugar favorito. La abracé por detrás, colocando mi mano en su vientre,  rápidamente reaccionó a mi tacto, se giró y enterró su cabeza entre la almohada y mi cuello.

—amor no te duermas— salió de mi boca de lo más normal.

La sentí sonreír.

—me pones nerviosa— era tan extraño ver a Laura así, tan vulnerable a mí, que me excitaba.

—ven— la jalé hacia mí.

Comencé a besarle las mejillas, pasé de largo por delante de sus labios, me fui a su cuello, y para sentirme más cómoda, me subí sobre ella, la recargué bien en la cama y me subí a horcajadas a la altura de su vientre.

La besaba sin llegar a sus labios, comencé a bajar por sur cuello, y muy lentamente comencé un ligero vaivén sobre ella.

Me deleité viendo sus ojos estallar en un negro intenso, sus pupilas dilatadas me indicaban que iba por buen camino. Mi cara de lujuria debía ser similar.

—Tienes mirada de violador— soltó de repente.

—te voy a violar— no pude evitar sonreír, algo en mi se activó, me sentí desesperada por tenerla sin ropa.

Nos movíamos frenéticamente, no había tiempo para quitarnos la ropa, ambas lo necesitábamos con urgencia.

Me tomó del cabello para hacer más intensos los movimientos, levantó un poco sus piernas y caí justo encima de su monte, sentía descargas de energía en la espalda, como algo vibrando en mi columna vertebral.

En un movimiento violento nos dio la vuelta, quedé debajo de ella, con las piernas abiertas y con Laura entre ellas.

Sentía el orgasmo muy cerca, y la verdad no quería, necesitaba seguir sintiendo ese placer, la aprisioné con mis piernas para intentar calmar sus embestidas, pero era tarde, Laura había decidido hacerme suya, y yo estaba decidida a permitirlo.

—quítame la ropa— casi le grité.

—no— seguía moviéndose con violencia sobre mi.

—¡quítame la ropa!— grité.

—¡que no!— gritó también sin dejar de moverse.

Mis piernas estaban al rededor de su cintura, la tela de nuestras ropas separaba mi sexo del suyo, pero sus movimientos eran deliciosos.

—quítame la ropa— dije con dificultad para respirar.

—no— me dijo en los labios mientras recargaba su frente con la mía.

Exploté en un orgasmo ruidoso, creo que grité, o ella, no lo sé, hubo algunos segundos que no estuve consciente, había sido el orgasmo más intenso de mi vida hasta ese momento.

Laura seguía sobre mi, ambas con ropa. Respiraba agitada junto conmigo.

—estoy mareada— alcancé a decir antes de cerrar los ojos de golpe, tenía una enorme sensación de vértigo.

—petite mort— esbozó.

—¿qué?—

—la muerde dulce, es cuando después del orgasmo pierdes la conciencia— me miraba atenta.

—¿te ha pasado?— le pregunté curiosa.

—sip— respondió un poco avergonzada.

—¿con quien?— la miré sin poder evitar sentirme celosa.

—es secreto profesional—

—dime con quien— supliqué.

Se acostó sobre mí y perdimos contacto visual.

—masturbándome— escucharla decirlo me puso mal nuevamente.

—me excité— le dije tocando su espalda.

—¿qué?— me preguntó riendo.

—me calentó saber que te masturbas— le dije un poco avergonzada.

Me besó dulcemente. Sus besos me hacían perder la cabeza, el piso y la misma vida. Eso era, ella me daba y quitaba vida a merced suya.

Era irremediablemente certero que estaba más que enamorada de Laura, siempre creí que para cocina un amor fuerte y pasional se ocupaba muchísimo tiempo, y estaba descubriendo en sus brazos que no eran tan así, también dependía de quien se tratase.

Nos bañamos juntas por la noche, y salimos a cenar, tomadas de la mano, eran tan extraño, tan tierno y a la vez tan cálido, a pesar de la sensación de extrañeza, sentía que ese era mi lugar, Laura había sigo hecha para mi.

Íbamos caminando por una acera un poco oscura cuando de golpe me recargó en la pared, me besó ferozmente y me mordió el labio inferior, sus ojos brillaban, estaba igual de excitada que yo.

Me propuso ir a bailar y accedí, en el fondo ambas sabíamos que terminaríamos haciendo el amor a mitad de la madrugada, así que no importaba mucho a qué hora fuera, tenía la plena certeza de que iba a estar con ella, esa y muchas noches más.

Aunque uno nunca sabe cuándo ocurren las cosas. Disfrutamos bailando, a ratos nos besábamos, nos abrazábamos e incluso nos susurrábamos al oído.

Laura me dijo que nos fuéramos, que algo no le cuadraba, y aunque estábamos en una ciudad muy segura, había personas viéndonos de manera insistente.

Ella temía de los crímenes en contra de la diversidad sexual, quizá había sufrido algún tipo de discriminación homofóbica.

Salimos del bar tomadas de la mano, caminamos unos cuantos pasos y al dar vuelta a la esquina cinco hombres nos rodearon, otros dos estaban detrás nuestro, eran los del bar.

Laura apretó mi mano fuertemente.

Nos separaron bruscamente y nos cubrieron la boca con pañuelos, simplemente perdí el conocimiento.