La hija del presidente (14)
Capítulo 14
La hija del presidente
- Karla
Escuché leves gemidos, provenientes de los labios de Laura. Me encontraba más que dispuesta a estar con ella, necesitaba sentirla mía.
Coloqué mis brazos al rededor de su cuello para moverme rítmicamente sobre su vientre, mis piernas yacían al lado de las suyas, la tenía atrapada bajo de mí. Descaradamente bajé mis manos a su pecho, descubrí por debajo de la playera que el sujetador se abrochaba por delante, con la delicadeza que el momento me permitía, lo desabroché y liberé dos hermosos senos, perfectamente formados. Tomé uno en cada mano y los masajeé, besé a Laura una y otra vez mientras mis dedos jugueteaban con sus pezones, se encontraban rígidos ante mi tacto.
Me enloquecía escuchar su respiración cortada, verla así de excitada despertaba en mí unas ganas locas que hacerla mía. Me tomó de la cintura y me pegó más a ella, cambié mi vaivén lento por uno rápido y arrítmico, la sentía ahogar sus gemidos en mi pecho mientras me movía cada vez más rápido sobre ella.
Ambas sabíamos que el momento estaba por llegar y aún teníamos ropa, besé desesperadamente su cuello mientras escuchaba sus gemidos, la sentí llegar al orgasmo en esa posición mientras me aprisionaba con sus brazos, casi al instante de ver sus ojos en el orgasmo, me corrí.
Era la primera vez que alguien me hacía terminar sin quitarme la ropa, y fue delicioso.
Nuestras respiraciones tardaron en normalizarse, me quedé sobre ella, acariciando lentamente su cabello. Tenía ganas de más, necesitaba sentirla de muchas formas, sin ropa, a medio vestir, de todas las maneras posibles.
Decidí no arruinar el momento, solo me dediqué a escuchar como se relajaba mientras me abrazaba por la cintura.
Pasaron muchos minutos, y ahí seguíamos, calladas a la luz de la noche de Nueva York, con una intensa lluvia musicalizando nuestro momento. Ninguna habló, no hizo falta.
Desperté abrazada a ella, era de madrugada y el ruido de la lluvia seguía acompañándonos, sentí un poco de frío y tomé el borde del edredón para intentar cubrirnos, Laura se movió un poco y me abrazó intensamente, con cuidado me di vuelta entre sus brazos para quedar de espaldas a ella, sentí cómo acomodó su cara en mi cuello y así nos volvimos a quedar dormidas.
Por la mañana abrí los ojos y me miraba atenta.
—buenos días— sonrió cálidamente.
—hola— me tallé un poco los ojos.
—ten— me pasó un clásico vaso de café —creo que lo necesitas, son casi las once de la mañana— sacó de una bolsa de papel un muffin y me lo ofreció.
—¿A qué hora saliste?— pregunté luego de darle un sorbo al café.
—hace poco más de una hora, dormías tan a gusto que no quise despertarte, solo te cobijé y me fui—
—¿ya comiste algo?— pregunté desconcertada.
—Un café y dos muffin— sonrió apenada.
Comí y bebí aún adormilada, aún no lograba reponerme de todas las emociones vividas en ese par de días. Laura me propuso visitar algunos lugares clásicos de una visita a Nueva York, accedí con la condición de que no me hiciera caminar tanto, ella tenía mucho mejor condición física que yo.
Salimos directas a caminar por Times Square, Laura era excelente ubicándose, apenas una vista al mapa y supo cómo llegar caminando, vestíamos iguales nuevamente, necesitábamos más ropa, era un clima muy húmedo para mi y me daba frío fácilmente.
Compramos dos vasos de té y nos dedicamos a observar el bullicio de Manhattan. El panorama era incierto, pero me gustaba estar a su lado. Pasara lo que pasara, jamás hubiese podido olvidar aquello.
Al terminar nuestro té, me tomó de la mano, así, sin más. Caminamos sin rumbo, calladas, me sentía feliz, la sentía feliz.
Llego el momento en que me abrazó, se sentía reconfortante, me sentía plena, y muy nerviosa también.
Moría de ganas por volver a besarla, sus labios eran adictivos, solo que no sabía cómo propiciar el beso, y sinceramente besarla así de la nada me parecía tonto.
Pero pasados unos minutos no aguanté, seguíamos recorriendo lentamente las hermosas calles de Nueva York, cuando paré en seco, me giré hacia ella, tomé sus manos con fuerza y me acerqué a besarla. Al principio fue un beso simple, solo nuestros labios, pero después ella fue quien introdujo la lengua en mi boca, de inmediato reaccioné y enredé mi lengua con la suya, comenzamos un forcejeo interno por cual lengua dominaba la boca de la otra.
Me tomó con fuerza por la cintura, haciendo que mis manos le soltaran, subí mis manos a su cuello y dejé que fuese ella quien marcaba el ritmo, sentía vértigo, la sensación que su cercanía me provocaba me estaba volviendo loca, necesitaba fundirme en ella y no sabía cómo.
—Me encantas— le dije mientras me abrazaba y acariciaba mi cabello, mi cabeza estaba acomodada en su pecho.
—¿te encanto?—
—Sí— reafirmé —Como que se me desconectan las neuronas cuando estoy cerca de ti—.
Sentí que se reía de mi, sentía su gesto en mi cabello, era un poco tonto pero ya lo había dicho.
—No me culpes de la desconexión de tus neuronas, así venías de fábrica— dijo luego de unos instantes.
No pude evitar abrazarla y reír un poco más. Luego de unos minutos nos separamos y caminamos tomadas de la mano, regresamos tranquilamente al hotel y me propuso pedir la cena en la habitación, encargamos waffles, pizza, pasta y alas de pollo, para beber pedimos una jarra de agua de naranja.
Bailamos un rato después de cenar, Laura era tan dulce y tierna si se lo proponía, nada que ver con mi guardaespaldas del principio, sabía bailar muy bien y provocaba sensaciones de adrenalina en mí. Terminamos abrazadas, yo detrás de ella, rodeando con mis brazos su cintura, veíamos el caótico Nueva York de noche, la vista de las luces de la ciudad era espectacular.
—Ve conmigo a Princeton— habló luego de un rato en silencio. Le solté para verla de frente.
—vamos juntas, recorramos el mundo, en Princeton está mi familia, conócelos... ¿si?—
Su propuesta era dulce, tierna, y al mismo tiempo voraz, fuerte, era perfecta, cada palabra que salía de su boca me enloquecía más que la anterior. Tenía una forma de ver el mundo que yo admiraba, que me descolocaba, y que en efecto, desconcertaba mis neuronas.