La hija del presidente (12)

Se acercó a mi, cerro los ojos y me besó, así, sin más. En sus manos iban las bolsas con la ropa, la sentí pasar sus manos a mi espalda. Tardé un poco en reaccionar, decidí dejar de pensar y analizar todo, solo me concentré en sentir su beso.

LA HIJA DEL PRESIDENTE

  1. Karla

Esperé una respuesta, pero solo obtuve una evasiva muy notoria, me dedicó una media sonrisa y volvió los ojos a la pantalla. Decidí darle espacio para pensarlo, al final de cuentas todo lo que le gustaba era justo eso que había dejado de hacer por cuidar de mí.

Hacía unas horas que me había besado y, aunque fue sólo por despistar a quien nos seguía, sentí algo especial, algo dentro de mí se movió.

O quizá simplemente era el tiempo que llevaba sin una relación estable, de cama en cama o bar en bar, inconsciente y sin sentir emoción alguna. Laura había logrado que, de alguna forma mis esperanzas volvieran, era dura y disciplinada conmigo, me representaba todo un reto entenderla, sus trastornos obsesocompulsivos con la perfección, la puntualidad y en general con todo.

Era muy determinada, aunque dentro de mí, sabía que tenía un noble corazón, y quizá yo era su peor dolor de cabeza.

Un rato más tarde se fue de mi habitación, antes de cerrar la puerta le voltee las cosas, le pedí que pensara el irse a Estados Unidos, que pensara en que era más seguro allá que México, sobre todo por su profesión y cargo militar.

Aún me sorprendía cómo tan joven había logrado tanto, se ocupaba mucha disciplina para llevar una vida como la de ella, orden y compromiso parecían dos de sus virtudes más grandes.

Después de un largo rato de darle vueltas al asunto, y por qué no, de recordar de vez en cuando el beso de sus labios sobre los míos, cabeceé y me acosté en seguida con la esperanza de dormir más que en noches anteriores.

Desperté de forma natural, chequé mi teléfono y eran cerca de las once de la mañana, el sol entraba por mi ventana, llamé al teléfono de Laura pero me decía que estaba sin servicio. Me apresuré a vestirme para buscarle, quizá se había ido , después de todo no deja de ser extraña la relación de amistad y odio que llevamos.

Al abrir la puerta de mi habitación estaban varios policías custodiando, les pregunté por Laura y ninguno sabía nada. Fui hasta la cocina, el comedor, salí a los jardines pero en seguida varias personas armadas formaron un escudo, dejándome en medio sin poder ver más. Me llevaron dentro de la casa, ninguno me decía nada respecto a Laura, mi primer instinto fue ponerme a llorar, me había hecho ilusiones con una militar que lo único que hacía era cumplir su trabajo, me mantenía a salvo, sobria y ocupada.

Llena de rabia, encerrada en mi habitación decidí llamar a mi padre para saber si Laura había renunciado, la llamada fue respondida por la voz que menos esperé escuchar.

—Karla necesito que te calmes— era Laura. —Tenemos un problema en Palacio Nacional, por favor haz una pequeña maleta, toma tu pasaporte y tus visas, te veo en el aeropuerto—.

—¿qué pasa?— pregunté alarmada.

—Ha habido un intento de ataque al presidente, por favor haz lo que te pido, hay custodios esperándote—.

—¿cómo está mi papá?— pregunté en tono de súplica.

—Bien, pero necesito que por favor me hagas caso, te explicaré todo y cuando estemos en el avión podrás hablar con tu papá—.

Colgué la llamada, tomé los documentos que Laura me pidió y al bajar me llevaron a un vehículo negro, uno de los custodios me pasó una pequeña mochila, la abrí y encontré varios lentes de sol, lentes que parecían graduados, gorros y gorras, aún en mi desesperación me dio risa y ternura a la vez, sabía que eso era obra de Laura.

Llegue al aeropuerto y documenté la pequeña maleta que llevaba, el ticket del avión iba para Nueva York. Compré un sándwich mientras esperaba para abordar, llamé muchísimas veces al número de Laura y al de papá, ninguno respondía. Seguía custodiada por lo cual no podría escapar. Me sentía tan mal, un día antes había tenido el beso más dulce de mi vida, y al siguiente día me sentía un estorbo en la vida de esa persona.

Aborde el avión con inmensas dudas, obligada por las personas que estaban cuidando de mí. Llamé de nuevo a ambos teléfonos y ninguno me respondió, Laura había dicho que hablaría con mi padre cuando abordara, el avión estaba por despegar, me coloqué el cinturón y tomé unos lentes de la pequeña mochila, jugueteaba con ella mientras llegaron a ofrecerme algo de tomar, decliné la oferta sin mirar a la azafata.

—¿Será entonces que puedo sentarme a tu lado?— reconocí la voz de inmediato.

Me quede atónita, no sabía que decir. Se sentó a mi lado, instintivamente comencé a derramar algunas lágrimas, creía que me había dejado sola.

—Veremos a tu papá en Nueva York, estamos viajando de incógnito, por ello los vuelos comerciales— trató de explicarme mientras me daba un corto abrazo.

—Gracias Laura—.

—Tranquila, todo estará bien— palmeó mi hombro. —Tuve que subir como sobre cargo porque venían siguiéndome, tu papá salió hace una hora, tu madre y tus hermanos van para Nueva York—.

—Me asusté bastante—. Sollocé. —¿qué ocurrió con papá?—

—Algún infiltrado colocó un explosivo en su cinturón, estuvo a nada de estallar, inteligencia logró desactivarlo—.

—¿qué pasa?— casi grité. —¿por qué atacan a mi padre?—

—Ha estado involucrado en la desaparición de varias células del crimen, a algunos gobiernos no les conviene porque México es un país con alto consumo de drogas ilegales, los presidentes anteriores han pactado para hacerse de la vista gorda, tu padre los desafió. Creemos que el móvil de todo esto está en Rusia, pero aún nada confirmado—. Hablaba sin verme a los ojos.

—¿estás enojada conmigo?— me animé a preguntar.

—No, no tengo por qué— otra vez su jodido tono dulce. —Me preocupa bastante tu seguridad y la de tu familia—.

—¿cuánto tiempo estarás en Estados Unidos?— le dije mirándola de reojo.

—El tiempo que tú lo estés, estoy a cargo de tu seguridad—

—¿y tu trabajo?—

—Éste es mi trabajo— sonrió —Renuncié al ejército, ahora soy parte de la seguridad privada de tu familia— la mire incrédula.

—¿lo hiciste por mí?— no pude evitar sonreír al pensar en eso.

—Lo hice porque es lo correcto, yo creo en tu papá, no puedo estar con un gobierno corrupto que mata, que roba y que miente—.

—Gracias de todas formas— me recargue en el asiento y me dispuse a cerrar los ojos por un largo rato.

No podía dormir, pero tampoco quería tener los ojos abiertos, era como un cansancio a medias, me tranquilizaba bastante saber que Laura estaba al lado mío, era lo más cercano que tenía a una amiga, se preocupaba por mí más allá de su compromiso laboral, y además me hacía sentir un zoológico en el vientre.

—Un sándwich de jamón con pollo y queso, que sea doble por favor, una soda de manzana y un agua mineral—.

—Claro, enseguida—. Abrí los ojos sorprendida.

—Pensé que no era humana— estaba un poco adormilada.

—¿por la cantidad de comida?— sonrió divertida.

—No, en general no te había visto comer— sonreí tontamente.

—Pues hoy me verás perder la dieta— me guiñó un ojo.

—¿qué más comerás?— lo dije en tono coqueto, de pronto desee besarle, y es que era un imán para mí.

—Te llevaré a las mejores donas de Brooklyn— hizo caso omiso a mis intentos de coqueteo.

—¿conoces bien Nueva York?— desvié la conversación.

—No, algunas partes, pero tengo excelente memoria, soy como un gps andante—.

Su comida llegó, la vi morder el sándwich hasta terminarlo, me ofrecieron comida y Laura me obligó a comer, solo que mi sándwich no era doble, comimos haciéndonos algunas bromas.

—¿por qué mezclas la soda con la mineralizada?— fruncí el ceño.

—Digamos que es para equilibrar, mi consumo de azúcar se reduce a la mitad de lo que traen generalmente los refrescos— sonrió fingiendo arrogancia. —es como el gym y el ñam—. Y volví a reír con ella.

—¿sabes?— corté. —No eres tan amargada después de todo—.

—Jajajaja— rió con fuerza —gracias Karla, es mucho viniendo de ti. Lo tomaré como un cumplido—.

Aterrizamos un par de horas después, Laura se había quedado dormida algunos minutos mientras volábamos, la moví un poco para despertarle y si reacción fue agresiva.

—Perdón me exalté—.

—No te preocupes, menos mal que no traes armas— sonrió con malicia.

—Sí, claro— rió.

—Es un avión, ¿cómo puedes traer un arma?— dije alarmada.

—Shh— se llevó un dedo a los labios —permiso especial para Estado Mayor Presidencial— me guiñó el ojo.

Bajamos del avión casi al final, tramitamos nuestros permisos de estadía por separado y luego con encontramos en una sala de espera. Pidió un taxi a un hotel y nos fuimos, realmente ninguna llevaba gran equipaje.

Apenas llegamos al hotel, papá se comunicó conmigo, estaba en otro hotel y mis hermanos y mi madre en otro, nos pidió reunirnos en un pequeño café, Laura arregló todo en seguida, así conseguimos algo parecido a un cubículo privado en la parte de arriba del café. Laura y algunos guardias más custodiaron el encuentro, la puerta era de cristal y podía verle de vez en cuando observándome atenta. Sin pensarlo le sonreía, me sentía muy especial y muy agradecida al saber que ella estaba ahí.

Después de hablar un rato, mi papá y mamá decidieron que se irían algunos días a Canadá, mis hermanos se quedarían en Nueva York, me preguntaron qué quería hacer y le pedí a papá que dejara que Laura cuidara de mi, a final de cuentas lo había hecho muy bien hasta ese momento. Mi padre tenía muchos asuntos en la cabeza, el renunciar o no a la presidencia del país por el que había luchado tanto, o dejar que como familia nos desmoronáramos, nunca habíamos sido muy cercanos a papá, desde que yo era bebé él se la pasaba trabajando y planeando estrategias diplomáticas.

Joaquín quería irse a vivir a España, y por su parte Ximena no quería separarse tanto de mi madre, ella levaban mejor relación que cualquiera de nosotros, papá accedió a dejarme ir sin rumbo, estaría en constante comunicación con ellos, pero por mi cuenta, con Laura claro.

Le pedí que pasara y le expliqué cómo estaba la situación, ella y mi papá hablaron algunas cosas en claves, luego descubrí que Ximena me miraba divertida mientras conversaba con Laura.

Quizá en el fondo se daba cuenta que ella era para mí algo más que personal de seguridad, aún era territorio inexplorado, pero planeaba conocer todas las vertientes, con ella lejos de papá habría pocas obligaciones, me daría oportunidad de conocer si realmente se podía algo con ella, o sólo era parte de mi imaginación.

Quedamos en cenar juntos, Laura y yo nos regresamos al hotel, ella insistió en pedir otra habitación y suplicante le pedí que estuviéramos en la misma, alegué que tenía miedo. Salimos unos minutos después a comprar algo de ropa, era divertido salir con ella, cuando no estaba en modo militar era muy alegre.

—¿crees que nos puedan rastrear con las tarjetas de crédito?— pregunté de repente.

—Cierto, había olvidado esa parte. Es probable que sí, aún no sabemos quiénes puedan ser los infiltrados— tomó un respiro— usaremos mis cuentas bancarias mientras que se calman un poco las cosas—.

—¿cuentas mexicanas?—

—No, personales de aquí. Viví algún tiempo en Nueva Jersey—.

—No sabía— dije realmente sorprendida.

—Mi mamá da clases en Princeton, podríamos visitarle si quieres— sonrió al llegar a una caja para pagar.

Necesitaba sentir sus labios, buscar el pretexto para que me besara, a ratos me daba señales y después nada, ya me estaba desesperando, quería sentirla cerca de mí y probarme a mi misma que era real lo que sentía.

Caminábamos de regreso al hotel cuando decidí ponerle un alto a mi miedo.

—Necesitamos hablar de algo, Laura—

—Te escucho— respondió seria.

—Ya me cansé, llevamos tres días así, me besaste, y no sé si sepas pero no puedes ir por el mundo besando gente y esperar que esto no traiga consecuencias, no sé si no te des cuenta pero...—

Se acercó a mi, cerro los ojos y me besó, así, sin más. En sus manos iban las bolsas con la ropa, la sentí pasar sus manos a mi espalda. Tardé un poco en reaccionar, decidí dejar de pensar y analizar todo, solo me concentré en sentir su beso.