La hija del presidente (11)
Capítulo 11 ...Entonces vete conmigo a Estados Unidos, cuida de mí allá...
La hija del presidente
- Laura
Mire fijo unos instantes por encima de Karla, buscaba a los tipos que nos seguían, mi mente daba vueltas. Sabía que algo cambió con ese beso, y aunque había besado a varias mujeres, sentí algo extraño con Karla, pero era más mi preocupación por su seguridad que lo que aquel beso me había provocado.
—Ven— tomé su mano y la hice caminar conmigo, supongo que era extraño para ambas, Karla permaneció callada, quizá por miedo, quizá por el beso.
Tuve el impulso de darle otro beso y por fortuna no lo hice, simplemente pedí un taxi privado desde mi teléfono y bajé las escaleras con ella de la mano, ubicamos el coche y nos subimos en la parte trasera, lo pedimos a unas calles de la residencia, no quería levantar sospechas.
Durante el trayecto se aferró a mí, supe desde ahí que algo había pasado también en su interior. Me limité a acariciar su cabello con mis dedos mientras intercambiaba algunos comentarios con el conductor. Antes de bajarnos el conductor nos dijo algo.
—Hacen muy bonita pareja señoritas, que tengan buena tarde—. Me quede inmóvil unos instantes y luego bajé del auto.
Ahora era Karla quien no me soltaba la mano, caminamos unas cuadras así, hasta que entramos en la residencia, siguió sin soltarme hasta que llegamos a su habitación. Antes de dejarla entrar la gire para que me mirara a los ojos.
—Te prometo que haré todo para que estés bien, pero por favor considera el irte a Estados Unidos con tu mamá y tus hermanos, las cosas no están muy bien aquí—. Me solté de su mano y esperé a que entrara en su habitación, en seguida me reuní con el equipo de seguridad.
Todos se alegraban de que Karla estuviera bien y reconocían que hice muy bien mi trabajo, por suerte ninguno sabía que en ese lapso besé a la hija del presidente sin pudor alguno, y que de hecho, pensé hacerlo nuevamente.
Pasaron algunas horas, teníamos ya un cuero de seguridad en la residencia, la habitación de Karla estaba siendo resguardada por dentro de la residencia y por fuera.
Estuve hablando con Sánchez y traté de convencerlo que México no era seguro para Karla, que debía alejarla, solo conseguí que me pidiera convencerla de llevármela del país, que la cuidara como hasta ahora y qué pasara lo que pasara no la dejara sola.
Salí de ahí confundida, incluso trastornada, quería lo mejor para ella, pero necesitaba espacio entre nosotras, esto se había salido de mis manos. Por la noche salí a un café cercano, pedí dos frappes y dos muffins calientes, me dirigí a la habitación de Karla, afuera había un soldado de fuerzas especiales, un médico militar y un francotirador, les expliqué que no podía ingresar a su habitación, solo yo como parte de Estado Mayor Presidencial, ingresé en la habitación y Karla estaba en bata de baño.
—Lo siento, no sabía— cerré los ojos instintivamente.
—Tranquila, no pasa nada— se sentó al borde de la cama. —¿ocurre algo?—
—No, bueno si— suspiré —te traje un café— sonreí.
—Gracias— lo tomó de mi mano y volvió a sentarse —¿quieres sentarte?—
—Claro— dejé los panecillos en su tocador y me senté del otro lado de la cama. —Karla necesito hablarte de lo qué pasó hace rato—.
—Antes que digas algo— me interrumpió —me gustó tu beso— me desarmó su última frase.
Claro que sabía cómo coquetear, sabía bien cómo llevarme a alguien a la cama, pero Karla era distinta, me hacía sentir vulnerable.
—¿el ratón le comió la lengua al gato?—dijo burlona.
—No es fácil, eres la hija del presidente y yo...— se acercó a mí y tapó mis labios con sus dedos.
—Tú eres la mejor Coronel que he conocido— sonrió dulcemente.
—Karla— suspiré —¿conoces a algún otro Coronel?— me quede viéndola.
—A decir verdad no, pero apuesto que eres la mejor— sonrió y bebió de su vaso.
Se metió en el cuarto de baño y salió unos minutos después con un short corto y una playera.
—¿quieres ver una película conmigo?—
—Sí— me apresuré a contestar.
—¡genial!— creí que no hacías cosas de humanos— me sonrió y me perdí en la curvatura de sus labios.
—¿cuál veremos?— pregunté cuánto recobré la cordura.
—Elige una— me aventó el control de su televisión, la cual estaba frente a su cama, medía unos dos metros de ancho por lo cual podíamos ver la película sin problemas le legibilidad.
—¿iron man?— pregunté.
—Eres más guapa que yo— rió. —Sí, ¿la tres?—
—Claro—. Realmente no entendí su chiste, solo me limité a sonreírle y busqué la película, se sentó al lado mío y comenzamos a ver Iron Man 3.
—¿sabes?— habló luego de unos minutos de un agradable silencio —siempre me ha gustado la forma en que Potts quiere a Tony—
—¿casi más que a ella?— pregunté.
—No, es que es extraño, ella lo quiere como jefe, como amigo y como pareja, lo conoce a la perfección y es capaz de ser lo que él necesita—
—Dicho así suena más como devoción hacia él— esbocé.
—¿crees que está mal?— inquirió.
—No, simplemente es su forma de amar, así como Tony tiene una forma peculiar de ser un adicto al trabajo y quizá darle tiempo a Pepper mientras trabaja, pero es su forma de amarle, y no por eso no la ama—.
—Bueno, no lo había pensado así—.
—¿te gustaría ir a la Comic-Con?—
—¿ah?— sonrió ampliamente —la verdad nunca he ido, pero claro que me gustaría—
—Por favor reconsidera la idea de irte a Estados Unidos— le supliqué.
—¿es por mí o quieres recuperar tu antiguo empleo?— me miró fijo.
—Bien jugado— reí. —Te juro que es por tu seguridad,me siento cómoda siendo parte de tu seguridad personal—.
—Entonces vete conmigo a Estados Unidos, cuida de mí allá—.