La hija del presidente (10)

Capítulo 10 Narrado por Karla Sánchez (la hija del presidente)

La hija del presidente

  1. Karla

Lara se encargó que de que despertara rápido, me descobijó y jaló mi tobillo para bajarme de la cama. Me quedé viéndola mientras tomaba un sorbo de café, mi furia se hizo más grande cuando lo giró y me percaté de que el vaso tenía mi nombre.

—¿qué te pasa?— grité tratando de levantarme.

—Necesitas levantarte temprano, me voy un día y el gallinero se descontrola— se recargó en la pared —levántate, necesitamos que hagas ejercicio—. Bebió nuevamente del café.

—¿Por qué ese vaso tiene mi nombre?—

—Oh, no me había fijado— dijo sin verlo —quizá sea reutilizado—. Me dedicó media sonrisa.

—Te odio Laura— grité.

—Vamos progresando, tienes sentimientos por mí— se acercó a mi cara y bebió un poco del café.

—Sal de mi habitación— le dije dirigiéndome al cuarto de baño.

—Tienes cinco minutos para vestirte, en lo que termino mi café—. Salió de la habitación airosa.

Me vestí enojada, sabía que Laura disfrutaba molestarme, me puse unos jeans y una camisa, unas botas cortas y dejé mi cabello suelto, Laura entró en mi habitación unos minutos después, mientras yo estaba acostada y tapada con una almohada. La sentí acercarse a mí, tomé la almohada con ambas manos y la empujé contra su cara, la sentí tomarme por la cintura con ambas manos, era lógico que su fuerza era mucho mayor que la mía. Solté la almohada y busqué pegar mi cabeza a la suya, empujé con mi cara la almohada y me acerqué a su cuello, la mordí con fuerza y gritó.

Me soltó y en un arrebato tomé sus manos y giré sobre ella, simplemente quedó inmóvil. Me di cuenta de lo peligrosamente cerca que quedaron mis labios de los suyos, y por primera vez quise sentirlos.

La miré fijo y sus ojos se oscurecieron, me sentí vulnerable ante su mirada, no pude continuar por mucho tiempo y la solté, siguió inmóvil sobre mi cama unos instantes, después se levantó sin decir nada, salió de mi habitación y yo detrás de ella.

—¿qué haremos hoy?— pregunté nerviosa, creyendo que podía leer mis pensamientos.

—Es una sorpresa— se limitó a decir.

Bajamos hasta el auto, esta vez estaba una camioneta de escolta detrás del vehículo que abordamos.

—¿dónde iremos hoy?—

—Sorpresa— me guiñó un ojo y encendió el auto.

Condujo por la ciudad cerca de media hora, nos íbamos alejando de la residencia cada vez más. Llevábamos música en la radio y prácticamente no hablábamos, comenzaba a desesperarme.

—Anda, dime donde vamos— insistí.

—No— respondió amable sin mirarme.

—¿por favor?—

—No— sostuvo.

—Pues no quiero ir— me crucé de brazos.

—Digamos que no es tu elección—.

—¿siempre eres así de enojona?— dije burlándome —¿o no pasaste buena noche?—

—Dormí lo necesario, si es a lo que te refieres— respondió cortante.

Unos minutos después llegamos a un campo abierto.

—¿tiroteo otra vez?—

—Algo así, ven— apagó el coche y se bajó.

Me quedé en mi sitio, no se lo haría fácil, quería que entendiera que las armas y yo no nos llevábamos.

—baja— la oí decir a unos metros del coche.

La camioneta de escoltas aparcó a unos metros, instantes después llegó otro vehículo, se bajaron algunas personas, todos un poco mayores que yo. Laura hizo un intento por abrir mi puerta pero coloqué el seguro antes de que lo lograra.

—Abre—

—No quiero— me estiré para colocar el seguro de la puerta del conductor.

Encendí el coche sin más, en seguida todos los presentes se acercaron, Laura dio instrucciones de bloquearme el paso, tenia gente rodeándome con armas y vehículos. Puse música y me coloqué los lentes de sol, recliné el asiento y observé como todas las personas me cuidaban, por su parte, Laura me miraba furiosa.

Analice mis posibilidades, todos parecían policías bien entrenados, seguían las órdenes de Laura quien no dejaba de intimidarme con su mirada, les dijo algo y acto seguido me apuntaron con sus armas, sentí pánico. Bajé el cristal del copiloto y le grité.

—¿te vas a atrever a hacerme algo?— lentamente se acercó.

—Yo no, pero puede que ellos sí— supe que había perdido cuando con su mano evitó que subiera el cristal.

Abrió la puerta de copiloto, se sentó y apagó el coche. Todos los policías nos observaban sin dejar de apuntarme.

—Estás detenida— me miró fijo.

—¿qué?—

—Que estás detenida, tienes derecho a guardar silencio—. Habló muy tranquila.

—Quiero hablar con mi abogado— le dije jugando.

—Si te dejamos llevar el litigio en tu defensa sólo conseguirías meterte en más problemas— dijo burlona —bájate—.

Dejé de resistirme, bajé del auto y en seguida tenía a Laura al lado. Me condujo a lo que minutos después reconocí como un campo de gotcha, los demás se vistieron para la ocasión en una pequeña caseta que había, Laura me dejó un uniforme adecuado para el tiroteo, se apartó un poco y me vestí.

Salí y formaron equipos, yo era parte de él de Laura y los demás nos atacarían, éramos cinco contra ocho, me coloqué una careta, varias balas de pintura se impactaron contra mí y aunque llevaba un traje, dejaban un poco irritada mi piel, no sentí que sangrara pero si ardía.

—Anda princesa, no siempre podré cuidar de ti— se alejó y salió a los disparos a quemarropa.

Dejó pasar unos instantes y después tomó su arma y le colocó a cada uno algunas manchas de pintura en la careta, otras en las piernas y manos, tenia excelente puntería.

Minutos después terminó la sesión, nos fuimos del lugar solas, las demás personas se dirigían a otro lugar. Condujo a una velocidad moderada mientras yo me movía doliéndome de los impactos de la balas de pintura, en ocasiones la veía dibujar una media sonrisa con su boca, yo también sonreía discretamente, sentí muy intimo ese momento. Cuando estábamos a pocas casas de la residencia, Laura me pidió que me colocara el cinturón.

—Lo llevó puesto— me apresuré a decir, aumento la velocidad del vehículo —¿qué pasa?— dije asustada.

—Nos están siguiendo— susurró sin dejar de ver por el retrovisor.

—¿qué?— sentí que aceleró más.

—Colócate mi chaqueta que está en el asiento trasero y suéltate el cabello— ordenó aún sin verme.

Así lo hice y prosiguió.

—Bájate conmigo en cuanto me pare— tomé mi celular y coloqué una mano en la jaladera del auto.

Paró en seco afuera de un centro comercial, bajó sorpresivamente rápido y yo detrás de ella, cerró el coche con el control y tomó mi mano, corrimos dentro del lugar, en un cesto de basura arrojó su camisa, no sin antes tomar unos lentes que estaban en el bolsillo de adentro. Se soltó el cabello y entramos en una tienda de ropa.

Vi unas personas movilizarse, Laura tomó nuevamente mi mano, esta vez más fuerte, me miró de frente y me pidió tranquilizarme, debajo de la camisa llevaba una playera con un estampado de unicornio, sacó de otro bolsillo unos lentes de sol y me los colocó, ella se miraba muy intelectual con lentes de armazón gruesa.

Salimos de la tienda caminado lentamente, seguían corriendo algunas personas armadas, yo temía incluso respirar demasiado alto, solo seguí a Laura, me llevaba de la mano cual pareja camina sin rumbo. Subimos por las escaleras eléctricas, me pidió colocarme un escalón arriba mientras ella me acomodaba el cabello detrás de la oreja, todo aquello me parecía tan extraño, mi cabeza daba vueltas por tantas sensaciones juntas.

—vienen hacia acá— dije lo más tranquila posible cuando vi que los hombres armados se dirigían a donde estaban las escaleras eléctricas.

Salimos de las escaleras y caminamos a una tienda de ropa de mujer, los tipos que nos buscaban iban detrás de nosotras, Laura me giró hacia ella y colocó ambas manos en mi cintura, se acercó a mí y sin más estampó sus labios sobre los míos.

Sentí una corriente eléctrica recorrer mi espina dorsal, todo a mí al rededor pasó a segundo plano, dejé de escuchar el exterior, solo reconocía el sonido de su respiración.

Pasé —instintivamente— mis brazos detrás de su cuello, abrí paso en mi boca para que su lengua se apoderara poco a poco de la mía.

Pasaron algunos minutos hasta que nos separamos, mi mirada se fue al piso y la de ella estaba perdida buscando algo en el centro comercial.

—los perdimos— dijo muy seria.