La hija de mi vecina
Mi vida sexual estaba deteriorada hasta que vi una luz al final del túnel
Hola. Mi nombre es Ariel Sánchez y soy cubano. Mi vida sexual ha tomado un rumbo que no esperaba y me gustaría que me dijeran si tomé la decisión correcta. Esta es la primera vez que escribo sobre algo así, pero intentaré .
Vine de Cuba a España hace 3 años. Resulta que conocí a una chica española por internet y comenzamos a tontear sin pretenderlo. Con el tiempo la cosa fue a más y los encuentros virtuales nos parecieron poco. Yo no tenía intenciones de abandonar mi país de origen, pero entre la situación de agobio que se vive allí y los sentimientos creciendo, tomé la decisión de venir. Reuní el dinero que pude y unos amigos me lo completaron. El Consulado Español me concedió el visado de turismo y, al llegar a España, vine directamente hasta una ciudad de Valencia, donde presentamos los papeles para casarnos y todo salió muy bien.
Lo que no fue para tirar cohetes fue mi vida sexual. Yo mido 175 cm, peso 70 kilogramos, soy de piel casi blanca y el pelo muy negro. No tengo un cuerpo de fisiculturista, pero hago casi una hora de ejercicios casi todos los días y eso me permite estar en buena forma física.
Durante toda mi vida me dediqué a estudiar y, aunque follaba bastante, priorizaba mis estudios. Una vez que me gradué en 2010, decidí recuperar el tiempo perdido. Me mandaron a trabajar a un Hospital Provincial y allí follé todo lo que quise y más: doctoras, enfermeras, etc. No me importaba que fuera soltera o estuviera casada. Si nos gustábamos, terminábamos follando en mi oficina o en otro lugar. Después cambié de trabajo y, con menos ritmo, pero no dejaba de hacerlo. Como no tenía compromiso, no tenía escrúpulos. Siempre tuve presente que mientras mayor es el pecado, mejor se siente el cuerpo. Era consciente de que tenía más éxito por el físico y el carisma, ya que el tamaño y grosor de mi polla no era superior a la media, según estudios que he leído.
Tengo 35 años y mi mujer es 15 años mayor que yo. Cuando llegué a España hicimos una maratón de sexo las primeras semanas. Desde la primera noche copulamos como conejos. Luego, las relaciones sexuales se fueron alejando cada vez más, hasta que follamos una vez en varios meses. Yo no estoy adaptado a eso. Con todas las chicas que viví en Cuba follábamos casi todos los días durante horas. El cambio fue bastante brusco y mi decepción en ese terreno fue grande. Opté por no buscarla en la cama. Ya he dado eso por imposible, así que decidí resignarme hasta encontrar una solución.
Tomé la decisión de volcarme en el trabajo: Soy profesor de varias asignaturas de la ESO, pues mi título de Ingeniero Industrial de Cuba me daba una preparación suficiente como para hacerlo. Daba clases por internet o iba a la casa de mis alumnos. Una de las primeras cosas que vivimos los que nos aventuramos a vivir en otro país es la cantidad de nuevas personas que se insertan en nuestras vidas. Yo nunca he sido el mejor recordando nombres y como casi todas las personas que mi mujer me presentaba eran nuevos para mí, logré aprenderme en cuestión de unos meses con los que más contactos tuvimos, entre las que estaba una vecina de la tercera edad con una hija llamada Lola.
Esta chica tiene unos 45 años. Regenta un bar cerca de donde nosotros vivimos y como nos hace camino hacia el centro, pasábamos con frecuencia y la saludábamos. Siempre nos atendía con mucha amabilidad, pero yo notaba que cuando andaba solo, el saludo era más caluroso. Incluso, una noche de octubre a mi mujer le apeteció tomar algo y fuimos al bar de Lola. Yo no quise tomar nada. Después de cenar no suelo comer nada más, así que mi mujer disfrutó la bebida y cuando intentó pagarla, Lola no se la quiso cobrar. Después de agradecerle el detalle, volvimos caminando a casa.
–¡Qué detallazo el de Lola! –comentó mi mujer.
–Sí, es una chica muy dulce. La gente así prospera.
–Sobre todo por las miradas que te soltaba. No creas que no me di cuenta.
–¿Qué dices? –intenté cambiarle la conversación–. Esas son alucinaciones tuyas.
–¿Alucinaciones? No creas que la policía es tonta –terminó diciendo.
No le hice caso y seguí a mi rollo, como siempre, pero en el fondo sabía que ella tenía razón. Lola había sido muy discreta en sus miradas, pero mi mujer lo notó.
Un día tuve que buscar algo urgente al súper para preparar un plato típico cubano y pasé por el bar de Lola, pues me hacía camino. La vi de lejos recogiendo una mesa y entrando al bar. Decidí alterar mi recorrido unos minutos para saludar a la hija de mi vecina.
–Hola, guapo –dijo con una sonrisa cuando me vio.
–¡Qué tal guapísima! –le contesté acercándome a ella.
Cuando estuvimos cerca nos dimos dos besos. En ese instante nos miramos, sonreímos y nos dimos un abrazo corto, pero apretados. Antes de apartarnos le di un beso en el hombro.
–¿Qué tal vas? –me preguntó.
–Todo bien. Voy a comprar algo al mercado y regreso rápido, pero vi que tenías el bar abierto y pasé a saludar.
–¡No te perdonaría si pasas cerca y no llegas a saludarme!
–¡Tampoco se me ocurriría! –contesté riéndome.
Nos dimos otros dos besos y seguí mi camino. Me quedé con el dulce encuentro que tuve con Lola. Empecé a verla con otros ojos. Ella es una mujer blanca, con el pelo ondulado que le llega a los hombros, mide más o menos 170 cm y un poco rellenita, aunque no mucho. Lo que más se le nota es un poquito de barriga. Tiene facciones finas y es muy carismática. Con mi falta de sexo comencé a verla de otra manera. Ese cariño que me dio cuando nos vimos me hizo cambiar de idea: dejó de ser la hija de mi vecina para convertirse en mi próxima conquista.
Al regresar a casa nos saludamos de lejos. Tampoco quería presionarla demasiado. Pensé que lo mejor era ir entrándole poco a poco. Me puse a cocinar mientras abría las redes sociales para entretenerme y dar tiempo a que estuviera lista la comida. En Facebook me apareció una publicación en un grupo de cubanos al que me había unido un tiempo atrás. Era la administradora poniendo orden para los miembros. Pensé seguir de largo, pero vi cómo, teniendo razón, algunos no se la daban. Eso me enfadó muchísimo y comenté apoyando su postura, lo cual desencadenó otros comentarios que pude rebatir con argumentos incuestionables y todo se calmó. Por la tarde, recibí una solicitud de amistad por parte de la administradora del grupo, Yeny, y la acepté.
–Hola. Muchas gracias por ayudarme con la gente. A veces se ponen insoportables –me escribió por Messenger.
–No te preocupes –contesté–. Tú sabes cómo somos los cubanos. La alegría la veces nos desborda, jajaja.
Ese fue el inicio de la conversación. Como mi esposa estaba trabajando, le pregunté si podíamos hacer una video llamada y me dijo que sí. Ahí me enteré que había salido de Cuba a los 20 años casándose con un italiano 30 años mayor que ella. Tenía un niño pequeño.
–¿30 años mayor? Ufff. Mi mujer me lleva 15, pero 30 años creo que es bastante. A esta edad se debe notar, ¿no?
–¡Más de lo que te imaginas! –contestó riéndose.
–Quizás yo tenga la solución para ponernos al día –solté el anzuelo para ver si picaba.
–Tú estás casado. No creo que lo necesites.
–Estoy casado, pero lo necesito igual o más que tú.
–¡No te creo!
–Así como lo escuchas.
–Pues a mí me encantaría. ¡Tremenda falta me hace un buen sofocón!
–¡Y a mí! Mi mujer es un poco celosa. Ni come ni deja comer.
–Así mismo es. Mi marido es igual. No me da lo que necesito.
Luego, me explicó que tenían un grupo de WhatsApp de un círculo reducido de cubanos que de vez en cuando hacían encuentros, comidas y cosas así. Me invitó y acepté.
–¿Te parece bien quedar un día de estos en Valencia con algunos de ese grupo?
–Por mí está bien –le respondí.
Acordamos en que me enviaría una propuesta de fecha y horario aproximado para jugar con mi tiempo también. Me sentía contento. Estaba volviendo a mi origen. En el mismo día había encontrado a dos mujeres con las cuales tenía posibilidades de terminar follando: Lola y Yeny.
Con Yeny era casi seguro, aunque debía hacer bien las cosas. Con Lola necesitaba un poco más de calma y eso tenía su encanto. Por la noche adelanté lo que tenía que hacer por la mañana y me acosté a las 2 aproximadamente. Cuando me levanté hice los ejercicios habituales y, una vez que mi mujer se fue a trabajar, me duché y fui hacia el bar de Lola. Afuera habían algunas mesas ocupadas, así que me fui al interior. Ella estaba acomodando unas cosas cerca de la barra.
–¡Qué agradable sorpresa! –dijo cuando me vio.
–Hay que consumir en los negocios de los amigos, ¿no? –comenté riéndome.
Cuando estaba cerca de ella estiré mis brazos y ella hizo lo mismo. Nos apretamos un poquito y cuando nos separamos, nos fuimos a dar los dos besos de protocolo, pero estábamos tan cerca que no calculamos bien y nuestros labios fueron a dar al mismo lugar. ¡Nos dimos un pico!
La primera reacción que tuvimos fue separarnos y asustarnos un poco. Ninguno de los dos previó nada, pero en la cara de ambos hubo picardía. Con mucho cuidado sí nos dimos los dos besos de rigor y nos quedamos con las manos agarradas. Lola se puso colorada.
–¿Viniste a desayunar? Son las 10 de la mañana. ¿Qué quieres? –preguntó nerviosa.
–Tú sabes lo que quiero y más después de sentir tus labios –le respondí mirándola a los ojos.
–¡Un café! –dijo para salir de la situación en la que estábamos.
–Solo si me vas a acompañar.
–No estaré todo el tiempo, pero sí gran parte. Recuerda que tengo un negocio que atender.
Acepté y me senté en la barra de espalda a la entrada. No me gustaba la idea de que supieran con quién hablaba Lola. Me puso el café con una sonrisa nerviosa.
–¿Tú no vas a tomar nada? –pregunté.
–No, desayuné hace poco y no me apetece comer nada.
–¡Vale! Pero que sepas que tienes una sonrisa muy bonita.
Lola se echó a reír. Se puso colorada y me golpeó una mano con suavidad.
–Eso se lo dirás a todas. Mira que conozco la fama que tenéis los cubanos.
–¿Cuál de todas?
En ese momento no sabía para dónde mirar. Las manos le temblaron un poco y volvió a reír.
–Fama de seductores –contestó en voz baja.
–Esa no es la mejor. Tenemos otras cualidades que seguro cumplimos con honores –le comenté sonriendo.
–¡Voy a atender un cliente! –dijo y se marchó al instante.
Yo comencé a beber el café. Me gusta sin azúcar y así es más saludable. Cuando bebía el último sorbo apareció Lola.
–Me encantaría verte en otro ambiente, que no estés trabajando. Con más calma para dedicarnos más tiempo –le solté sin pensarlo mucho.
Lola no supo qué hacer con mi propuesta. Se puso las manos en la cara y, después de pensarlo unos segundos, suspiró.
–Llámame y nos ponemos de acuerdo –propuso.
–No tengo tu número.
Me lo dictó y lo anoté. Le hice una llamada perdida para que tuviera el mío y lo registró.
–Te advierto que mi tiempo es muy limitado. Entre el bar, mi esposo y mi niña, apenas tengo espacio libre.
–Tú te lo pierdes entonces –le dije riéndome y soltó una carcajada.
–¡Serás cara dura!
–¡Sabes que lo necesitas tanto como yo! No intentes negarlo. ¿Cuánto te debo por el café?
–¡Bah! –hizo una mueca de no tener importancia y recogió la taza.
Me fui hasta mi casa para seguir trabajando. Antes de concentrarme en lo que iba a hacer, quité el modo de No Molestar en el teléfono, así evito que entren constantemente las notificaciones y me interrumpan lo que estoy haciendo. Vi que tenía un mensaje de Yeny: «¿Podríamos vernos pasado mañana en Valencia a las 11 h? He hablado con una de las del grupo e iremos a Nuevo Centro. Ahí podemos tomar algo.» Ella quería vernos en un lugar neutral, para sentirse segura y lo entendí. No nos conocíamos, aunque hubo química desde el principio.
«Me parece perfecto. Nos vemos allí», le contesté y me puse a trabajar. Adelanté todo lo que pude ese día y el siguiente para poder tener tiempo extra, ya que no tenía clases en ese horario. Tampoco pasé por el bar de Lola. Quería que me extrañara un poco.
Me arreglé ese día como me gusta hacerlo: me esmeré en afeitarme, me puse pantalón y camisa de mangas. Ya era noviembre y el clima lo ameritaba. No me gusta ponerme perfume. Prefiero mi olor natural, que dicen las mujeres que les encanta.
Llegando al Corte Inglés, recibí la ubicación de Yeny y di con ella rápido. Estaba en un bar con otra chica. A Yeny la conocía por una foto de Facebook. Una chica blanca de unos 40 años, con el pelo tintado para darse un aire de rubia. Su figura es delgada, de altura le calculé unos centímetros menos que yo y su pecho, al igual que su trasero, estaban en proporción: mediano. Tania, la amiga, una mulata de un poco más de 50 años. Figura bastante definida, y aunque tenía unos kilitos de más, al ser casi de mi tamaño no se le notaban mucho. El pecho y el culo sí eran bastante grandes, como la mayoría de las mulatas.
–Hola, chicas –las saludé cuando me acerqué a la mesa.
–Hola, Ariel –se levantaron a saludarme.
Nos dimos dos besos y un gran abrazo. Aunque nunca nos habíamos visto, al ser cubanos y estar en otro país, nos unía un sentimiento difícil de explicar. A Yeny la apreté un poquito más fuerte.
–¿Pedimos algo? –preguntó Tania cuando nos sentamos.
–¡Claro! –respondí–. ¿Qué van a tomar?
Coincidimos en beber cerveza y fui hasta la barra para pedirlas. Ellas se quedaron mirándome cuando me levanté y fingí que no lo había notado. Cuando regresé con las bebidas las puse en la mesa y brindamos por el encuentro.
–Espero que me hayan tratado bien en el tiempo que me ausenté –dije sonriendo.
–¡Ni te lo creas! –soltó Tania–. Nosotras somos malas. ¿Verdad, Yeny?
–¡Así mismo! Te desnudamos en el tiempo que te fuiste.
–Pues vuelvan a hacerlo para enterarme y poder responder –comenté con doble sentido.
Las chicas rieron con gusto y, luego, vino la historia de cómo llegó cada uno a Europa, el proceso de adaptación y muchas cosas más que se hablan entre coterráneos.
–¿Cómo les va a ustedes en el sexo? –soltó Tania sin esperarlo. Yeny y yo nos miramos y pusimos cara de sorpresa. La verdad es que no esperábamos esa pregunta–. Sí, no se hagan los tontos, que los 3 somos cubanos y a nosotros no se nos puede hacer cuento. Comenzaré yo: a mí me va fatal. Estoy casada con un hombre 15 años mayor que yo. Antes no se notaba la diferencia, pero en la actualidad, apenas tenemos sexo y yo estoy que me subo por las paredes. Me busqué un amante, pero no me llenaba. Tuve mala suerte, porque no era lo que esperaba. Terminé dejándolo. La última vez que lo hice rico fue cuando viajé a Cuba. Estoy loca por repetir…
–Mi historia es muy parecida a la tuya, pero la diferencia de edad con mi esposo es de 30 años. ¡Eso sí se nota! Ya no tenemos nada de sexo. Somos más amigos que pareja. Lo del amante lo estoy considerando –dijo Yeny riéndose.
–Bueno, mi historia no es muy diferente. Cuando llegué follábamos mucho. Ahora casi nada. Mi mujer es 15 años mayor, pero tiene tu edad Tania. No es cuestión de edad, así que estamos en las mismas.
–¡Cómo es posible que con esa juventud estés sin mantenimiento! –se sorprendió Tania–. Esto tenemos que resolverlo de algún modo…
–¿Cómo? A no ser que follemos entre nosotros, no veo otra cosa.
–¿Estás loco? –dijo Yeny, intentando disimular–. Para eso hay páginas de citas.
–Pensándolo bien, no es una idea tan descabellada –confesó Tania.
–Miren, piensen en otra cosa que eso es una locura –sentenció Yeny.
–Cada cual es libre de hacer lo que quiera, Yeny. Pensemos cada uno lo que podemos hacer y lo comentamos en otro momento. ¿Qué les parece? –concluí y estuvieron de acuerdo.
Pasamos a otros temas y nos despedimos con la promesa de volver a quedar, después de darnos el número de teléfono. Cada uno cogió para su lado después de haber pasado un rato agradable.
Cuando iba llegando a casa recibí un mensaje de WhatsApp de Tania: «Delante de Yeny no quise decirte nada, pero quiero que nos veamos. Tú sabes para lo que es. ¿Te apetece?» El mensaje me sorprendió un montón. No me lo esperaba. Jamás pensé que fuera a ser así de atrevida. O Tania era muy desinhibida o estaba muy necesitada. En cualquier caso no iba a ser yo quien le fuera a negar un buen polvazo. ¡Y menos a ella!
«¿Puedo llamarte?», le pregunté un como respuesta. «Sí, apúrate antes de que llegue a casa.» Sin perder tiempo marqué su número.
–Hola, guapo –me contestó.
–Hola, corazón. ¡Sí que eres directa!
–¿Para qué andar con rodeos? Sería un estupidez perder el tiempo. ¿No crees?
–Totalmente de acuerdo. ¿Cuándo nos vemos?
–Yo conozco un lugar en el que podemos quedar. Alquilan por horas.
–Vale. Avísame y nos vemos.
Después de despedirme, me sorprendí con la facilidad que había caído en su red. Yo pensaba que sería más fácil con Yeny y salió Tania. Bueno, aún no había consumado nada, pero la situación pintaba muy bien. En eso siento un mensaje y vi que era Lola: «¿Tanto te asusté que ya no pasas por aquí?» Sonreí y la llamé.
–Estoy cerrando el bar. Estas no son horas de llamar –dijo riéndose.
–Voy a pasar a verte antes de que te vayas.
–No estaría bien que estemos solos. Pueden pensar cosas que no son.
Esa información me encantó. ¡Estaba sola! Ahora con más ganas pasaría por allí.
–Nadie va a pensar nada –le dije–. Tú quédate tranquila.
Cuando estuve cerca del bar, la llamé y me abrió rápido para que nadie notara mi presencia. Una vez entré, ella caminó delante de mí, pero no le permití caminar más de 3 pasos: la tomé de la mano y la traje hacia donde estaba yo. Andaba vestida con una camiseta con la marca del bar y un pantalón oscuro. Le di un buen morreo. Al principio se resistía, pero luego se fue dejando llevar hasta que cedió y me besaba desesperada. La puse contra la pared sin preguntarle.
–¡No olvides que esto es solamente sexo! ¿Está claro? –le advertí tocándole el coño. Ella asintió con los ojos cerrados mientras suspiraba–. ¡No te oí! –le grité.
–¡Sí! –respondió en voz baja abriendo los ojos.
Volví a besarla y ella se entregó. Fui metiendo las manos por debajo de su camiseta hasta que la saqué. Le quité en sujetador y me puse a chupar las tetas mientras le bajaba el pantalón y metía mi mano por las bragas. Estaba mojada no, lo siguiente. Puse mi mano derecha en su nuca y la presioné hacia en suelo para que se arrodillara.
–Ya sabes lo que tienes que hacer.
–¡No! ¡Eso no, por favor! –suplicaba negando con la cabeza– Yo estoy casada. No me hagas hacer esto. Te lo pido, por favor.
Me desabroché el cinto y me bajé el pantalón. Mi polla saltó como un resorte.
–Te recuerdo que no tenemos todo el día –le dije a modo de invitación.
–No te corras en mi boca. Es lo único que te pido –suplicó cuando vio que no se escaparía con facilidad.
–Tranquila, puta. A mí no me la han sacado con la boca aún. Otro día te vas a casa con un buche de leche, pero hoy no será. No te preocupes.
Lola miró hacia la puerta y luego hacia la barra. Sin pensarlo dos veces agarró mi polla y le pasó la lengua hasta la punta para comenzar a metérsela en la boca. Chupaba despacio, sin mucho apuro, pero no se metía más de la cabeza.
–Si vas a hacerte la decente, me lo dices.
–¿Crees que esto es fácil para mí?
–Yo no sé si es fácil o difícil. Hoy vas a regresar a casa follada por un cubano. ¡Que lo sepas!
Le agarré el pelo y puse la cabeza contra la pared. Comencé a follarle la boca aumentando la velocidad. Ella solo abría la mandíbula y me miraba a los ojos. Eso me pone cachodo: que una mujer me mire a los ojos mientras me la chupa.
Cuando le dejaba solo la punta afuera de la boca, era ella la que me la chupaba con ansias. Ya se estaba soltando. Era la Lola que necesitaba: la putona. Recogí su pelo para ayudarla a hacerme una garganta profunda. Al principio se resistió un poco, pero al darse cuenta que no podía hacer más fuerza que yo, decidió cooperar. Cuando sentí la cabeza de mi polla en su garganta, la saqué. Ella cogió aire y tragó saliva.
–¡Joder, tío, casi me ahogo! –protestó.
–¿Crees que eso me importa? –le dije dándole una bofetada suave.
–¡Es que no la tienes pequeña! –objetó para luego seguir chupándomela.
–No te quejes tanto que 16 cm tampoco es mucho.
Ya Lola estaba chupando como una profesional. Le ponía mucho empeño.
–Así se hace, cariño. Así se hace. ¿Viste cómo puedes?
Lola seguía chupando a su ritmo con las manos en mis muslos y volví a hacerle otra garganta profunda. Esta vez la superó mejor.
–Ya casi eres una experta –la felicité cuando le saqué media polla de la boca.
Me agaché y ella siguió pajeándome mientras yo la besaba en la boca.
–¿No te importa que yo esté casada? –preguntó enseñándome el anillo en la mano izquierda.
–Yo te voy a demostrar a ti lo que hago con las mujeres casadas –le respondí levantándome y poniéndole la polla en los labios nuevamente. Le follé la boca literalmente. Le agarré la cabeza y le hice otra garganta profunda. Ya ella cooperaba y se pegaba a mi cuerpo. La levanté y le hice dar la vuelta.
–Ponte condón, por Dios –me pidió.
–No pensaba follarte sin condón, puta. ¿Crees que soy tan irresponsable?
Busqué en mi cartera una cajita de preservativos y extraje uno. Me lo puse y le pegué la cabeza contra la pared. Lola se inclinó y me ofreció el coño. Coloqué mi polla en la entrada de su chocho y esperé unos segundos.
–Te dije que hoy te irías a casa follada por un cubano.
–¡Sí, por favor!
A paso firme comencé a entrar mi polla. Lola abrió la boca para coger aire y se la dejé toda adentro para que se acostumbrara.
–¿Qué hemos hecho, por Dios? –preguntaba.
–¡Estás siendo feliz, pedazo de puta! –le respondí y comencé a martillearle el coño.
Puse mi antebrazo en su nuca para que se quedara rígida la parte de arriba de su cuerpo mientras la follaba y con la mano derecha le daba nalgadas. Luego, le agarré los brazos por la parte de atrás de su cuerpo sin dejar de darle polla.
–Hoy te vas a ir contenta a casa. ¿Viste lo que hago con las casadas putas como tú?
–¡Síííí! Ya veo –decía entre gemidos.
–¿Crees que eres la primera casadita que se come mi rabo? ¡Pues no! Antes de ti pasaron muchas y seguirán pasando. ¿Me oíste?
–Claro. ¡No me importa! Lo que me importa es que me folles –pedía moviendo su coño hacia mí para empotrarse más.
Le agarré el pelo y volví a darle nalgadas con la mano derecha. Ella ponía los brazos en la pared, intentando en vano agarrarse de algo. Solo gemía y pedía más polla.
–Vamos a la cocina –pidió en un momento de cordura sin dejar de moverse contra mi cuerpo–. Aquí estamos muy cerca de la puerta y pueden escucharnos en la acera.
Antes de irnos a otro lado, le puse mis manos en sus hombros y comencé a follarla con fuerza. Lola fue subiendo tanto el volumen de sus gritos que tuve que ponerle una mano en la boca. Al ver que no decía nada se la quité y sólo me decía.
–¡Dame más! ¡Dame más! ¡Ahí mismo! –y cogió una bocanada de aire. Se estaba corriendo. Le puse la mano en la boca para que no nos delatara en caso de perder la noción del lugar y comenzó a temblar como una gallina mojada. Cuando terminó de correrse le saqué la polla y se agachó al suelo un rato.
–¡Menudo polvazo me has echado! ¡Uffff!
–¡Y el que te hacía falta! Vamos para la cocina que yo aún no me he corrido. Vas a sacarme la leche a base de bien.
La ayudé a levantase y la seguí. Caminaba diferente. Se notaba que había follado. Cuando llegamos, me senté en una silla y no hizo falta decirle nada. Ella sola se subió encima de mí. Cabalgaba como una posesa mientras yo le ponía un dedo en la entrada del culo. Parece que quería sacarme la leche lo antes posible para terminar aquello, pero Lola no sabía lo que me cuesta correrme.
En ese momento comenzó a vibrar su teléfono.
–Seguro es mi marido. Siempre me llama sobre esta hora.
–¡Despídelo rápido! –le ordené.
Lola se sacó mi polla y fue a buscar su teléfono. Caminé detrás de ella y cuando contestó la llamada, volví a meterle la polla.
–Mmmmm. No nada. Estoy cerrando… Se ha complicado todo un poco… Tardaré un poquito más… Hablamos después. Adiós.
Yo no dejé de darle rabo en ningún momento. Lo que no lo hacía a tanta velocidad.
–¿Estás loco? Pudiste haberme delatado.
–¿Te gustó hablar con tu marido mientras te follaba?
–No tenía otra alternativa. Córrete rápido que tengo que irme. ¡Vamos! Ya ves que están preguntando por mí.
–¡Qué lástima! Yo que pensaba follarte el culo ese rico que tienes.
–Tienes que ser otro día. Ahora no hay tiempo. ¿Qué hacemos si viene mi marido?
–No va a venir.
–Mejor no nos arriesguemos. Ya hemos hecho más de lo que debíamos. ¿Cómo quieres correrte?
–Vamos para la silla otra vez y restriega tu coño todo lo que puedas cuando me folles.
Con esas indicaciones, volvimos a la silla. Solo nos despegamos para sentarme yo y ella se pusiera frente a mí. Lola no perdió tiempo después que me senté. Me besaba y se pegaba a mí todo lo que podía. Yo le daba nalgadas y eso la animaba.
–Dale tu leche a tu puta, cabrón –me decía Lola entre saltos–. Yo soy tu puta. Lo sabes, ¿no? ¿Cómo es posible que aguantes tanto, tío? Mi marido hace mucho se hubiera corrido. Así… Fóllame cada vez que quieras.
–¡Exprímeme la polla, puta! –le grité agarrando sus nalgas con fuerza y la obligué a darme sentones secos.
Lola supo que mi corrida estaba cerca y se pegó más a mi cuerpo para que sintiera sus tetas. Me corrí de forma intensa. Yo no soy de soltar mucha leche, pero sí es espesa. Lola se quitó de la posición en la que estaba y fue a sentarse encima de una caja. Yo me quité el condón, lo amarré para que no se saliera y lo envolví dentro de un papel para botarlo afuera. No quería que por alguna casualidad alguien revisara la basura y viera que habían follado en ese sitio.
–Al final me follaste cuando menos lo esperaba –confesó Lola.
–Esta es solo la primera de muchas. Las siguientes serán mejores –le dije guiñando un ojo.
–Será después que me recupere de esta –comentó riéndose.
Terminé de arreglarme y me dirigí a la salida. Lola me acompañó y nos dimos un morreo antes de salir. Con una nalgada fuerte que la dejó descolocada, abandoné el bar de la hija de mi vecina.
Cuando llegué a casa, me duché rápidamente y puse a lavar la ropa que traía. Abrí el teléfono para ver si había sucedido algo nuevo y tenía un mensaje de Yeny: «Por lo que pude percatarme no fui la única que estuvo encantada de conocerte. ¿Debería preocuparme por la competencia?» Aquel WhatsApp me hizo reír. Claramente se refería a Tania. ¿Quién le dijo a ella que era la única mujer en mi vida? Le puse los pies en el suelo con mi respuesta:
«No olvides que yo estoy casado y tú aceptaste tener sexo conmigo. No me importa si lo haces antes o después de mi mujer. Soy libre de follar con quien me dé la gana y si eso es un problema para ti, me lo haces saber para tomar otra decisión.»
Comí un bocadillo y sentí cuando entró un WhatsApp: «No te preocupes. Solo quería tener las cosas claras. Lo que yo quiero es que me resuelvas mi problema. Las demás no me importan. Tú eres libre de follarte a quien quieras. Solo cuídate para que nos cuides a todas…» y añadió una carita feliz.
–¡Esa es mi chica! –dije sonriendo cuando terminé de leer el mensaje.