La hija de Lola 6

... Nos vemos la próxima semana, cielo.

"Hola."

"¿Murphy?"

"No, soy Carolina."

"Hola Carol, soy Lola. ¿Qué tal todo?"

"Bien, ¿tú como estás?" – Carolina sintió ganas de colgar el teléfono sin más, pero sabía que debía ser hipócrita.

"Estupendamente. ¿Está Noa por ahí?"

"Todavía no han llegado del instituto."

"¿Qué tal le va a Noa en los estudios?"

"Le va bastante bien, aunque todavía no le han dado las notas."

"¿Ha hecho muchos amigos? Por lo menos una amiga ya tiene. Me ha dicho que tienes una sobrina de su edad y que van en la misma clase… ¿cómo se está portando con vosotras?"

"Es una cría encantadora. Muy buena, responsable, atenta… y muy inteligente, en seguida se queda con las cosas."

"¿Hablas de mi hija?"

"Si, hablo de Noa." – Carolina se mordió los labios y se aguantó las ganas de decirle algo de lo que después se arrepentiría.

"Bueno, ya que ellas no están, te lo digo a ti. Quiero darle una sorpresa a Noa por su dieciocho cumpleaños y voy a ir a visitaros."

"¡Genial! Seguro que Noa se alegra mucho. Ya sabes que te puedes quedar en el hotel, si quieres." – dijo con falsa alegría enfadándose mucho por la noticia. Su peor pesadilla estaba a punto de venir a su casa.

"Eso sería estupendo… bueno, Carol, ha sido muy agradable hablar contigo. Dale muchos besos a Noa de mi parte… y un fuerte abrazo a Murphy."

"Se lo daré, no te preocupes." – una gran rabia se apoderaba de su interior y le entraban ganas de gritarle… pero se contenía porque ella era una señora y tenía que comportarse como tal.

"Se que lo harás… Nos vemos la próxima semana, cielo."

Carolina colgó el teléfono y cerró los ojos. Debía calmarse antes de que llegaran sus dos chicas a comer. El simple hecho de escuchar su nombre ya conseguía enfadarla… y tener que hablar con ella suponía que lo peor de si saliera en defensa de lo suyo. Y lo peor de todo era que sabía que lo hacía a propósito para sacarla de sus casillas.

Y ahora la tendría en casa, acechando a su mujer y a aquella niña que ni siquiera sabía lo que pasaba entre Lola y Murphy.

"Ya estamos aquí." – escuchó la puerta de entrada y tomó aire para disimular su malestar. – "Y venimos hambrientas."

"Hola cariños." – Carolina besó a su chica en los labios y esta se dio cuenta de que algo no iba bien. – "¿Qué tal en el cole?"

"Bien, la profe de literatura me ha dado dos libros y tengo que elegir uno y hacer un trabajo para la próxima semana."

"Bueno, luego si quieres te ayudo a escoger."

"No hace falta, pero muchas gracias." – la pequeña la abrazó y le dio un gran beso en la mejilla.

"Venga, deja la mochila en tu cuarto y siéntate a la mesa. ¿Me ayudas con la comida, cocinera?"

"Claro vida." – entraron en la cocina y Murphy se acercó a Carolina. – "¿Te pasa algo?"

"Si, me pasa algo. Me pasa que tu querida ex viene a felicitarle el cumpleaños a su hija y quiere alojarse aquí. Me pasa que, cada vez que esa mujer habla con Noa o contigo, me toca recomponer los pedacitos. Me pasa que tengo miedo de tu reacción cuando la vuelvas a tener cerca…" – Murphy se puso muy seria… no esperaba aquella visita. Ya habían pasado tres meses y medio desde su última visita y todavía lo seguían recordando.

"Ya no es como antes… al menos no para mí."

"Entonces tampoco lo era… pero no pudiste decirle que no. Me molesta mucho que se pueda meter así en nuestras vidas. Pero es la madre de Noa. ¡Cómo puede ser tan, tan…!"

"Carol, no te pongas así. Noa no tiene por qué pasar por esto… por favor."

"A veces me gustaría poder decirle lo que pasó. Que vea que clase de persona es su madre."

"Lola no es mala persona… es solo que siempre quiere tener lo que desea y cuando lo desea."

"Pues que no se pase demasiado, porque igual acaba con un ojo morado."

Cris dice: ¿ya estás en casa?

Noa dice: si, me están esperando para comer

Cris dice: siento lo de antes, creo que me he pasado

Noa dice: Cris, no tienes por qué preocuparte, a mi me gustas tú

Cris dice: ya lo se… pero tengo miedo de que me dejes

Noa dice: ¿por qué lo iba a hacer?

Cris dice: no lo se

Noa dice: pues no pienses cosas que no son

Cris dice: le he pedido a mi madre que me deje quedarme en casa de Carol el sábado por la noche y me ha dicho que sí.

Noa dice: ¿por qué te vas a quedar en casa de Carol el sábado por la noche?

Cris dice: porque es la cena de clase y porque tú también te vas a quedar.

Noa dice: ¿ya es este sábado? ¡Genial!

Cris dice: por fin volveremos a dormir juntas

Noa dice: jejeje

J

Noa dice: me voy, me están llamando para comer.

Cris dice: vale, que aproveche

Noa dice: gracias, muack!

Me fui a la cocina y noté la situación un poco tensa. Pero no le di mayor importancia porque el enfado de Cris ya era historia. Y todavía me sentía emocionada por la noticia de que íbamos a dormir juntas el sábado.

Desde que había acabado el verano no pudimos volver a dormir juntas. Y era bastante incómodo enrollarnos por ahí. Siempre teníamos miedo de que alguien nos pillara. Solo lo habíamos hecho una vez en una cama… y había resultado un desastre. Me puse muy nerviosa porque era la primera vez que llegábamos tan lejos y, lejos de ser placentero, acabó haciéndome daño sin querer.

Se lo conté a Murphy y me dijo que era normal, que tenía que relajarme y disfrutar, que era algo bonito y que compartirlo con alguien a quien quieres es realmente gratificante. Me gustaba que tratara los temas con naturalidad, me hacía sentir menos miedo. A veces, cuando le preguntaba a mamá, cambiaba de tema o me decía que todavía era demasiado joven para plantearme ese tipo de cosas.

No me había atrevido a decirle que mi amiga Cristina era más que mi amiga. Tenía miedo de su reacción. Murphy me decía que eso no tenía que preocuparme… pero yo conocía a mamá y sabía que la homosexualidad no era un tema que le gustara comentar nunca.

De hecho, me sorprendió sobremanera descubrir que Murphy y mi madre fueran amigas. Mamá me dijo que papá y ella eran amigos de Murphy desde pequeños… que siempre habían tenido una relación muy estrecha.

..

"¿Decías en serio lo de dejarle un ojo morado?" – preguntó Murphy abrazándola en la cama.

"Muy en serio…" – Carolina se giró y correspondió al abrazo. – "Todavía no la he visto en persona, pero estoy segura de que podría darle una paliza si quisiera."

"Ella tiene buen cuerpo… sería una lucha bastante igualada."

"¿Dejarías que me pegase con Lola?" – le dio un pequeño pellizco en la pierna y Murphy se echó a reír.

"Claro que si. Siempre quise que dos mujeres lucharan encarnizadamente por mis favores." – Dijo Murphy bromeando.

"Eres una insolente… no se por qué estoy todavía contigo…"

"Porque me quieres y sabes que yo te quiero." – se puso encima de ella y la besó profundamente.

"Estoy pensando en castigarte…" – apartó la cara sonriendo. – "Además, mañana tenemos que madrugar."

"¿Todavía estás preocupada por Lola?" – dijo Murphy sentándose al lado de su novia y mirándola a los ojos.

"Si… para mi es una situación difícil. Todavía me duele pensar que te acostaste con ella. Ya se que es la madre de Noa, pero no me gusta que vaya a venir."

"A mi tampoco me gusta que venga."

"Y también me preocupa Noa. Cada vez que habla con ella por teléfono acaba sintiéndose hundida y no se por qué. Nunca me quiere decir de que hablan."

"Pero es su hija."

"Si, y está a nuestro cargo… para mí Noa es parte importante de esta familia."

"Para mí también lo es."

"Sabes, tenía mis dudas pero, te las apañas muy bien con ella. Habéis conseguido formar un bonito vínculo entre vosotras."

"Si… y por eso me siento mal por ocultarle lo de Lola. Me sabe mal… pero no se como le podría afectar."

"Si te digo la verdad, yo tampoco." – ambas se quedaron sentadas en la cama sin mirarse, cada una pensando en sus fantasmas.

Sábado por la tarde. Murphy no quiso que la acompañara en su paseo diario. Me dijo que tenía que hablar seriamente con Fina y que yo ya tendría suficiente paseo por la noche. A pesar de que no sería la primera vez que dormiría con Cristina, me sentía nerviosa por lo que podría ocurrir durante la noche.

"No es un trabajo, es una forma de relajarse y disfrutar con alguien con el que te apetece estar… a no ser que cobres, entonces serías una puta y si sería un trabajo." – había sentenciado Murphy en una de sus charlas.

En momentos como este echaba más de menos a papá. El siempre tenía solución para todas las cosas. Aunque no estaba segura de si le podría contar esto. A veces, cuando salgo a pasear sola, le hablo a los árboles más grandes y frondosos como si ellos fueran el. Y todavía no he podido decirle a ningún árbol que Cristina me hace temblar.

Y, además de hacerme temblar, esa chica consigue sacar lo mejor y lo peor de mí. Trato de estar tranquila, como cuando estoy aquí, pero no puedo. Se que le gusta discutir por tonterías, pero algunas de esas tonterías me sacan de mis casillas y me da la sensación de que reculo… y me comporto como cuando vivía con mamá. Y eso no me gusta.

Y mamá… a mamá la notaba cambiada, distante, como si no fuera mi madre. Cuando hablaba con ella me daba la sensación de estar hablando con una colega de toda la vida. A veces, si, me reñía y acabábamos discutiendo… o me decía que tenía que portarme muy bien con Murphy, que tenía que ser una madre para mí. Algo que no entendía muy bien.

Pero la mayoría de las veces se dedicaba a decirme lo mucho que se divertía y las muchas fiestas a las que asistía. Y me preocupaba… me entristecía porque me hacía sentir que mi madre no era feliz cuando estaba conmigo. No es que me lo dijera, siempre decía que me echaba de menos, pero si lo sentía.

Estas cosas no se las contaba a nadie, pero Carolina se daba cuenta de que algo no iba bien. Cada vez que me veía hablando por teléfono con ella, esperaba y luego me pedía que le ayudara a preparar la cena… o íbamos a pasear en aquellas frías noches que empezaban a ser cada vez más largas.

Me costaba mucho concentrarme en las cosas que eran buenas para mí. En mi cerebro no había más que pensamientos hacia las dos mujeres de mi vida. Necesitaba buscar una salida y estaba bloqueada delante de la puerta, sin poder si quiera tocar el pomo

Me cabreaba saber que era yo misma la que no quería caminar, como si lo único que necesitara fuera un pequeño empujón, un toquecito en la espalda que me hiciera dar aquel paso. Entonces me bloqueaba más porque estaba segura de que nadie se fijaba en mí para darme aquel toque.

No me daba cuenta de que, a veces, estamos solos y tenemos que salir de un agujero nosotros solitos, porque, por mucho que gritemos, somos una pandilla de sordos. Y yo no estaba intentando salir… hasta que las conocí.

"Carol, ya estoy lista."

"Por fin, hija, hoy has tardado mucho en arreglarte."

"Bueno," – me puse colorada… si que había tardado más de la cuenta, quería ponerme guapa. – "hoy es sábado por la noche…"

"Ya, déjalo, se a que te refieres… a mi me pasaba lo mismo." – me guiñó un ojo y me lanzó las llaves de su piso. Se puso de pie y nos fuimos al coche. – "Procurad no hacer demasiado ruido…"

Me dejó delante de la puerta de la hamburguesería y Cristina me estaba esperando. Tenía una extraña sonrisa en la cara y me miraba de una forma diferente, a pesar de que estábamos rodeadas por nuestros compañeros. Entre nosotras se formó un silencio especial en el que el tiempo iba despacio, como a cámara lenta.

.

"La culpa es solo tuya, asúmelo. Deja ya de torturarte buscando culpables a tu mala suerte. Eres tú la única que se queda quieta dejando que estas cosas pasen." – dijo Fina mirándola apoyada en la encimera interrumpiendo los pensamientos de Murphy.

"Tenemos que sacar los segundos, no creo que sea momento de hacer una pausa para charlar…" – Fina se acercó a Murphy y le dio un empujón. Agarró el mango de la sartén y comenzó a remover el sofrito.

"Te estás echando a perder otra vez. No eres capaz de tomar las riendas de tu vida, te derrumbas en seguida… eres parva . ¿Por qué no quieres ver que eres fuerte y que no necesitas esto?" – apartó la sartén del fuego y se giró para mirarla. – "No te quedes ahí parada… prepara el siguiente plato. Silvia, vete a preparar los postres."

Murphy la miró muy seria y agachó la cabeza. Le acababa de dar un bofetón sin haber usado sus manos. No tenía fuerzas para discutir o imponerse a aquella regordeta mujer que tan bien la conocía.

"¿Qué estás haciendo?"

"Como que qué estoy haciendo."

"Tienes que solucionar esto ya porque tienes encima una situación difícil. Y no solo puedes pensar en ti, porque se que no puedes…"

"Oye, Fina…"

"Deja de hablar y escucha."

Murphy se quedó en silencio y escuchó los ruidos de la cocina. El filete que acababa de echar en la plancha se iba tostando con el calor de la plancha. Los camareros seguían sacando platos mientras Fina seguía con el ritmo frenético de una experimentada cocinera.

Y ella se había quedado parada. Estaba bloqueada y eso no podía pasar, no podía ser. Ni siquiera se había dado cuenta antes. Despertó por un momento de su letargo y comenzó a moverse de un lado para otro, preparando aquellos platos que se comenzaban a retrasar.

"No solo se trata de ti, se trata de tu mundo. Y tu mundo no eres solo tú, hay más gente a tu alrededor. Porque así lo has querido y así lo has luchado. Y ahora pierdes las riendas… ¿a caso te viene grandes? Pues, miña nena , si has llegado hasta aquí es porque sabes como mantenerlo."

"Pero ellas…"

"Ellas no. Tu. Tu vida, tus costumbres, tu casa… ¿Qué estas haciendo? Sal ya del bosque, Murphy. No te has perdido, solo estás desorientada. Conoces el camino… ¡Dale la vuelta al filete!"

Murphy volteó aquel pedazo de carne y echó en la sartén los champiñones que Silvia había dejado troceados. No replicó nada. Sabía que cuando Fina se ponía así no había nada que hacer.

"En todo caso solo hay una persona que te debe preocupar. La niña de la que has decidido hacerte cargo y que tanto ha cambiado. Porque si has decidido eso es porque asumes que ya no eres una niña. Deja de comportarte como tal."

La más joven comenzó a sudar producto del calor y el cabreo. Le dolían mucho las palabras de Fina y sabía que tenía razón. Se había metido en un embrollo demasiado complicado y ahora solo ella podía hacer algo para solucionarlo. No podía seguir esperando y temiendo el qué será.

"Pero Noa no es mi hija y Lola se la puede llevar…"

"Noa se las arreglará bien porque siempre te tendrá. Porque tú estás cerca de los tuyos a pesar de todo. Porque sabes escuchar… escucha a tu cabeza. Busca tus prioridades, no le des importancia a todo si no quieres acabar volviéndote loca."

"No es tan fácil…"

"Claro que no es fácil, y tú tiendes a complicarlo más. Tienes que dejar de ser una romántica empedernida. Parece mentira que todavía sigas pensando que todo se acabará solucionando solo. Deja de perder el tiempo y comienza a disfrutarlo."

"Pero Lola… y Carolina…"

"Lola y Carolina también tienen sus vidas. A Lola la conozco por lo que me cuentas y creo que está intentando descubrir quien es en realidad. Ella sabe que Noa está bien contigo porque sabe hasta donde eres capaz de llegar cuando alguien te importa. No se si sigue enamorada de ti, pero creo que sabe manejar tus inseguridades. Estoy segura de que ella también tiene miedo."

"No la conoces… no sabes lo que es…" – Fina le lanzó un pimiento de padrón a la cabeza y Murphy se quedó en silencio como cuando estaba en el colegio y las profesoras le reñían por hablar.

"Y Carolina es una mujer enamorada que ha decidido tomar las riendas de tu vida para tratar de que no te descarriles. Porque te conoce y quiere ser tu heroína para no perderte. Ella es como tú, también tiene miedo. No se si sois tal para cual, pero si sigues en esta tesitura os vais a hacer mucho daño. Y nunca te perdonarás y seguirás estando a su lado sin poder estar porque ella tampoco te perdonará."

Se quedaron en silencio hasta que sacaron el último plato de postre. Fina se levantó para preparar algo de cena para los empleados mientras Silvia y Murphy recogían la mesa para cenar allí. Al cabo de un rato tenían los platos ante sus ojos y la mujer le pidió a la ayudante que fuera a por algo de beber.

"Murphy, no te quiero machacar pero se que, en este momento, no te puedes derrumbar porque tienes mucho que sostener. Deja de malgastar tus energías y piensa bien en lo que quieres."

"¿Y si me equivoco?"

"Decidas lo que decidas vivirás una vida y eso no es ninguna equivocación. Porque decidas lo que decidas serás más fuerte que ahora y es lo que tienes que conseguir. Ser fuerte y saber que puedes afrontar tu vida sin miedo. Como has hecho siempre."

..

Durante la cena no dejamos de mirarnos y de agarrarnos las manos por debajo de la mesa. No podía parar de sonreír. Los que nos acompañaban habían hecho dos bandos y se pasaron todo el rato discutiendo entre ellos. Pero nosotras no discutíamos, en aquel momento era como si estuviésemos solo las dos.

Cuando acabamos de cenar nos fuimos todos a bailar a la zona de los pubs. Cristina estaba más parada que de costumbre y no dejaba de mirarme y de rozarme en cuanto podía. Algunos de mis compañeros hablaban conmigo a cerca de mi anterior vida, pero yo solo tenía ojos para aquellos mares azules que me miraban con profundidad.

En un momento indeterminado me encontré con Antía, mi nueva amiga y compañera de desayunos. También teníamos la misma edad, pero estudiábamos en clases diferentes. Nos habíamos conocido porque siempre desayunábamos en el mismo bar. Murphy siempre me llevaba temprano para aprovechar mejor el tiempo y ella tenía que tomar el primer autobús.

Me caía muy bien aquella chica. Me gustaba mucho hablar con ella, sabía de un montón de cosas. Y entonces sentí un beso en mi cuello y me puse muy tensa. Antía me miraba sorprendida y vio como me alejaba llevada por la mano de Cristina.

"Vámonos."

La casa de Carolina estaba cerca de la zona donde estábamos, en menos de cinco minutos estábamos entrando por la puerta. Estaba un poco nerviosa, pero no quería que Cristina se diera cuenta. Así que pensé en los consejos que me daba Murphy.

Nada más cerrar la puerta de entrada sujeté con fuerza su mano y la atraje hacia mí para besarla con ganas. Con todas las ganas que tenía. Con todo aquello que me ella despertaba en mí. Cristina rodeó mi cuello con sus brazos y me apoyó contra la puerta. Luego se separó un poco, me sonrió y se marchó corriendo.

Salí detrás de ella y comencé a buscarla por el piso. Mis nervios iban desapareciendo para ir dando paso a mi interés, y de ese interés a la excitación. A ella no la veía, pero si veía partes de la indumentaria que llevaba cuando entramos en casa.

"Sigue el camino, a ver si así me encuentras…" – escuchaba su risa distorsionada por algún tipo de prenda.

¿Cómo no iba a excitarme aquello? Dejé caer mi chaqueta porque empezaba a sudar. Me quité los zapatos y luego la camiseta… y entonces la vi. Estaba tirada sobre la cama de Carolina. Tan solo había dejado las sábanas y se cubría coquetamente con una. Intuí que estaba desnuda… sabía que estaba desnuda y que me estaba esperando.

Dejé caer mis pantalones y seguí acercándome a ella. Me subí a la cama caminando a cuatro patas para poder ponerme encima. Busqué su boca y la besé con ganas. Mi experiencia no podía guiarme porque carecía de ella, pero mi intuición y mis ganas estaban totalmente cargadas para hacer que supiera lo que debía hacer.

Sabía que aquella sería la primera vez, la que recordaría para siempre. Comencé a besar sus hombros, despacio, quería memorizar cada centímetro de su piel. Ella cerró los ojos y yo seguí bajando, arrastrando con mi mano la sábana que la cubría para descubrir con mis labios su suave piel.

Sentía sus manos sobre mis muñecas, como intentando frenar mis intenciones, pero lo hacía sin demasiada convicción. Y descubrí de nuevo sus senos, como durante aquella primera noche. Y lancé mi boca para hacerlos míos, para darle un placer que estaba empezando a conocer. Escuché un ligero gemido y levanté la vista.

Cristina sujetó mi cara y acercó nuestras bocas. Se sentó en la cama y yo me quedé de rodillas entre sus piernas. Nuestras lenguas luchaban desesperadas sin motivo ni razón. Sus manos comenzaron a acariciar mi cuerpo y me di cuenta de que la sábana se había deslizado totalmente y que su cuerpo estaba totalmente desnuda para mí.

Mi mano derecha fue a acariciar su cara haciendo más profundo el beso que nos estábamos dando. Mi mano izquierda comenzó a descender con una mezcla entre miedo y decisión. Mis ojos se abrieron para buscar aprobación y se encontraron con los suyos cerrados. Su humedad hizo que mi un escalofrío recorriera mi cuerpo… y el suyo. Separó su boca un poco para emitir otro ligero gemido y sonreí.

La acariciaba despacio, no quería perderme ni un solo detalle. Sentía hinchado su clítoris y también cada vez más humedad entre sus labios menores… cerré los ojos y me dejé llevar por mi cuerpo. Deslicé un dedo a su interior y sentí todo aquel calor que lo rodeaba.

Cris me abrazó con fuerza, clavó sus dientes en mi cuello e intuí que por aquel camino iba bien. Lo saqué y lo volví a meter despacio. Y lo volví a hacer y añadí otro dedo a aquel juego. Sus manos comenzaron a acariciar mis pechos comencé a sentir mucho calor.

Escuchaba como su respiración se iba apurando, igual que la mía. Sentía un ligero dolor en mi cuello producto de sus dientes sobre mi piel. Sus manos seguían acariciando mis pechos y mi cuerpo no dejaba de moverse al compás que mis dedos en su interior marcaban.

En aquel momento no pensaba en aquellos pequeños tormentos que me habían inundado durante los días previos. Realmente tampoco estaba relajada, pero la tensión que mantenía mi cuerpo era la que me hacía darle placer inconscientemente.

Cristina comenzó a bajar su mano sobre mi vientre y reflejó lo que yo estaba haciendo en su cuerpo. Sus dedos me acariciaban y sentí como mis brazos y mis piernas perdían fuerza por el hormigueo que comencé a notar.

Tuve que sujetarme con las dos manos a sus hombros porque no podía controlar mi cuerpo ante tanto placer. Su otra mano se posó en mi espalda, acariciándola despacio, y, sin tiempo a reaccionar, sus dedos se introdujeron en mi interior haciendo que se me escapara un pequeño grito.

Era una mezcla de dolor y placer… y era el placer el que me impedía a penas moverme. No podía hacer otra cosa que dejarme llevar por aquella menuda muchacha. Aquellas pequeñas y finas manos, aquellos dos dedos, estaban haciendo que mi cuerpo fuera suyo sin que yo opusiera ninguna resistencia.

.

"Que tranquila está esta casa hoy."

"Si que lo está, se echa de menos la música a todo volumen de Noa."

"¿Qué la voy a echar de menos? Esos ruidos me ponen nerviosa y a mi me gusta poder relajarme…"

"Estás hecha toda una carca, amiga."

"Qué le voy a hacer… creo que pienso demasiado y eso me hace tratar de despejarme constantemente."

"Y ¿por qué piensas tanto?"

"No lo se. Pero tengo que dejar de hacerlo si no quiero que Fina me dé un sartenazo."

"¿Y que tiene que ver Fina en todo esto?"

"Déjalo…" – Murphy cerró los ojos y se dejó llevar de nuevo por la nada.

"¿Vas a hablar con Lola antes de que venga?"

"No tenía pensado hacerlo."

"No me hace gracia que se quede aquí…"

"Solo quiere pasar unos días con Noa."

"Murphy, en serio, no quiero que se quede aquí." – Murphy se giró y la miró a los ojos. Sabía que Carolina hablaba muy en serio.

"¿A que viene esto?"

"Escucha, estoy teniendo mucha paciencia con todo este tema… pero ya no quiero tener más paciencia. Yo quiero muchísimo a Noa y tu lo sabes, pero me hace daño ver a su madre, me hace daño saber que esa mujer te ha tocado y que has sentido por ella un amor tan fuerte…"

"Eso fue hace mucho tiempo."

"Si… tres meses…" – Carolina miraba a Murphy y las lágrimas comenzaban a asomarse. – "No quiero que se quede aquí. No quiero que estéis cerca."

"Carol, no te puedo pedir que me perdones sin más, ni siquiera que entiendas las decisiones que, con mejor o peor fortuna tomo…"

"¿La prefieres a ella? ¿Cuándo tenías pensado decírmelo?"

"Creo que estás sacando las cosas de quicio… y no la prefiero a ella. Pero, por mucho que te duela, tengo que hablar con ella. Y, a pesar de todo, sigue siendo importante para mí."

"Esto me hace daño, lo sabes…"

"Si, lo se. No te quiero mentir, no te quiero engañar… y no te quiero hacer daño, pero no lo puedo evitar."

"¿Me estás dejando?"

"No." – Murphy la miraba a los ojos mostrándole toda la seguridad que tenía.

"¿Cómo puedo estar contigo sabiendo que quieres a otra?"

"Porque existen miles de maneras de querer y yo, por desgracia, quiero mucho sin mirar a quien ni a cuantas…" – Carolina la miró incrédula. Pero la conocía y sabía que no podía mentir. No la entendía, claro que no, aunque sabía que no era su intención hacerle daño a nadie.

"Eres un ser especial y… espero que encuentres a alguien que te sepa querer y entender como te mereces."

"Ya la he encontrado…" – Murphy la miró a los ojos y Carolina se levantó y se encerró en el cuarto de Noa.

Murphy también se fue a la cama, a la suya, sola. Sabía que las cosas necesitan tiempo y paciencia. No podía perder el control una vez más porque ya no estaba sola. Tenía que hacer las cosas bien, aunque para ello tuviera que pagar unas caras consecuencias. Solo tú sabes como solucionar tus problemas.

Cuantas veces había escuchado aquella frase

Me extrañó mucho que nos fuéramos tan rápido. Ni siquiera nos quedamos a comer. Carolina no volvió con nosotras y se despidieron con un ligero beso en los labios. Las tres teníamos una cara parecida. Teníamos ojeras y los ojos rojos de no haber dormido. La diferencia era que yo no podía dejar de sonreír y ellas estaban serias y tristes.

"Parece que hay vampiros por la zona." – dijo Murphy después de tomar la carretera.

"¿Vampiros?" – Me sonrió e hizo un gesto hacia mi cuello. Me eché la mano a la zona y luego me miré en el espejo del parasol del coche. – "¡Joder!... perdona, se me ha escapado… no se, me debió picar un mosquito…"

"Jajaja, un mosquito que se llama Cristina…" – me ruboricé… empecé a pensar en qué momento había pasado… pero no conseguía acordarme. – "Bueno, dentro de una semana es tú cumpleaños…" – dijo sonriendo y cambiando de tema.

"Si, diecisiete. Aunque va a ser lo mismo que ahora."

"¿No te gusta tu cumpleaños?"

"Pues, no se que te diga… tengo días mejores."

"Me gustaría ir a hablar con tus profesores, si no te importa, claro."

"¿Por qué?"

"Porque quiero saber que piensan de ti y de cómo te concentras en las clases. Ya sabes, las cosas que solemos hacer los adultos…"

"Vale, puedes ir. Mi padre solía hacerlo y luego me llevaba a cenar hamburguesas."

"¿Me vas a obligar a comer millones de kilocalorías por ir a hablar con tus profesores?"

"Claro… es un trato justo." – no tenía ni idea de lo que le podían decir los profesores de mí, pero tampoco me importaba. Sabía que Murphy podría aconsejarme y eso me tranquilizaba.

"De acuerdo… pero antes… ¿hay algo que deba saber?"

"Que, María Xosé, la profesora de literatura me ha hecho un programa especial de libros porque los que tienen este curso, ya los he leído el año pasado. Y, en lugar de examen, tengo que entregarle unos trabajos."

"Bien, hablaré con ella también…" – me miró de manera extraña, con una sonrisa pícara.

"¿Por qué me miras así?"

"Porque has dicho su nombre y has suspirado… ¿es joven?"

"Pues… como de vuestra edad… o algo mayor." – Murphy se echó a reír. – "Deja de reírte, a mi no me gusta mi profesora… es una profesora…"

"Jajaja, yo me enamoré perdidamente durante un mes de una de mis profesoras… también son mujeres, sabes."

"Bueno, ya… buff, por fin hemos llegado… me muero de sueño, me voy a la cama."

"De eso nada, señorita… ahora vamos a comer y luego a preparar las cosas para mañana. Y deberíamos ir a dar un paseo… hace tiempo que no caminamos juntas."

"Vale." – sonreí y me sentí feliz.