La hija de Lola 5

...ay, filliña, el amor es ciego...

"Carol, ¿puedo hablar contigo?"

"Claro mi niña. Dime." – a pesar de que a veces se ponía rara conmigo, me importaba mucho su opinión y quería que me aconsejara.

"Ya sabes que tengo que tomar una decisión… y me resulta muy difícil decidir sobre esas cosas porque no se que debo hacer."

"Te entiendo. Noa, a veces la vida nos pone pruebas delante. No solo me refiero a los exámenes de septiembre, me refiero a las cosas que nos pasan en nuestro mundo. ¿Qué es lo mejor para ti? Eso solo lo puedes saber tú."

"Pero no lo se…" – cerré los ojos y me senté a su lado en la cama.

"Solo tienes dieciséis años, ¿cómo lo vas a saber?"

"Me gustaría mucho quedarme contigo… y con Murphy." – llevaban semanas enfadadas. Murphy había empezado a dormir en el sofá y las vi muchas veces discutiendo. – "¿Por qué estáis enfadadas? ¿Ya no la quieres?"

"Si que la quiero… mucho." – suspiró y me miró con tristeza.

"Pues ella también te quiere mucho."

"¿Te lo ha dicho?"

"No hace falta que me lo diga. Yo lo se porque se le nota mucho." – me sonrió y me acarició la cabeza.

"Tú que vas a saber…"

"Si lo se… pero no te puedo decir por qué." – a Murphy se le notaba al kilómetro que amaba a Carolina. La miraba con verdadera pasión, y también con tristeza. Desde que habían discutido ninguna de las dos lo estaba pasando bien, aunque intentaran disimularlo.

"Entonces… ¿qué vas a hacer?"

"Intentar aprobar los exámenes… no quiero repetir curso." – sonrió y asintió con la cabeza. – "Y luego… pues ya se verá."

"Espera unos días para tomar la decisión. Mientras disfruta… lo has pasado muy mal desde que Murphy te lo dijo."

"Lo cierto es que no he reaccionado muy bien… lo siento mucho."

"No pasa nada, todos cometemos estupideces." – me abrazó y me hizo levantar de la cama. – "Venga… a estudiar. Mañana empiezas y tienes que dar un último repaso."

"¿Tú también le darás una segunda oportunidad a Murphy?"

Me sonrió y me lanzó un cojín. Salí de la habitación y me fui a la mía. Aquel verano había sido bastante agitado después de que me contaran la decisión de mi madre. No quería estar conmigo y tenía que elegir lo que quería hacer a partir de entonces.

Me lo había tomado realmente mal. Grité, lloré, me puse agresiva, insulté a todo el mundo, parecía una histérica… Creo que me comporté como una verdadera tarada. No se por qué lo hice… me salió así

Murphy tuvo mucha paciencia conmigo, tengo que reconocerlo. Daba igual que la insultara o me metiera con ella, me seguía contando historias que, al final, acababa escuchando. Y Cristina

Cristina se convirtió en mi salvadora. Cuando estaba con ella no podía pensar en otra cosa. Me animaba, me escuchaba y me decía que era afortunada por no tener que aguantar a mamá. Me ayudó a ver que tenía una oportunidad de hacer algo sola y quise intentarlo.

Me gustaba mucho aquella chica. Tanto que me daba miedo acercarme a ella. Y sabía que me gustaba porque Manuel me lo dijo. Se había pasado casi todo el tiempo preguntándome e intentando sonsacarme cosas. Al principio pensé que ellos se gustaban, pero tan solo compartían el gusto por cantar. Se divertían mucho y yo también empecé a participar, aunque con más pena que gloria.

Se rieron mucho de mí cuando les dije que me parecían un par de tortolitos y Manuel me descubrió delante de ella

"Noa está celosa…"

"No estoy celosa estúpido…"

"A mi no me interesa Manuel… no tienes por qué estar celosa de mí."

"Jajaja, no está celosa de ti, está celosa de mí."

"¡Que yo no estoy celosa!"

"¿Cómo que de ti?"

"Claro Cris, ¿no te has fijado como te mira?"

"¡Cállate Manuel!"

"¿Eres lesbiana?"

Me marché corriendo de allí porque me di cuenta de que era cierto. Y me pregunté si yo era lesbiana… y también que significaba ser lesbiana. Y se lo pregunté a Murphy. Porque a Murphy le podía contar un montón de cosas. Porque con ella cerca no echaba tanto de menos a papá… ni a mamá.

"Esa es una pregunta sencilla. Una lesbiana es una mujer a la que le gustan las mujeres."

"A mi me gusta una chica."

"Entonces ve a por ella."

"¿Eso quiere decir que soy lesbiana?"

"Eso quiere decir que todavía no se lo has dicho…"

"Pues no… me pongo nerviosa cuando estamos a solas y, a demás, ya lo sabe."

"Y ¿Qué te ha dicho?"

"Me preguntó si era lesbiana."

"¿Y que le has dicho?"

"Me marché corriendo…"

"¿Por qué?"

"¡No lo se! ¿Puedo dormir esta noche contigo en el sofá?"

"Claro pequeña."

Después de dormir las cosas volvieron, más o menos, a la normalidad. Cristina no me dijo nada y se comportaba de la manera más natural que podía… aunque, a veces, me miraba de manera diferente.

Para Murphy la situación cada vez que le hacía más incómoda. Le había tomado mucho cariño a Noa, pero no era capaz de recuperar a Carolina. Seguía enfadada con ella y, por muchos intentos que hacía para acercarse, solo conseguía alejarla más y más.

Y que decir de Lola. A penas llamaba ya por teléfono. Noa seguía sin querer hablar con ella y Murphy también se había negado. De vez en cuando le mandaba algún email diciéndole lo mucho que la echaba de menos y que debía pensarse en cerrar un año e irse con ella… siempre conseguía desconcertarla.

Y la pobre Noa en medio de todo el follón. Realmente se preguntaba si era necesario hacerle pasar por aquella situación a la chiquilla. Había perdido a su padre y estaba perdiendo a su madre… más bien, su madre la estaba apartando de ella. A pesar de que no tenía la culpa, se había quedado sola.

Los exámenes ya había llegado y la chiquilla no se había decidido todavía. Murphy se negaba a tomar por ella la decisión. No quería marcar el destino de alguien sin saber su parecer. Solo sabía que, cuando acabaran los exámenes su vida cambiaría por completo. Ya no volvería a ser como antes, por mucho que lo intentara.

"Hola Murphy." – Carolina se quedó apoyada en el marco de la puerta observando a la mujer que amaba en aquella escena que se había vuelto cotidiana. – "¿Relajándote?"

"Intentándolo." – Murphy la miró y sonrió. Siempre trataban de ser cordiales cuando las niñas estaban delante, pero, a solas, nunca hablaban.

Carolina se sentó en otro de los sillones del salón, al lado de Murphy. Cerró los ojos y comenzó a escuchar la música… estaba escuchando un viejo disco de Chambao. Una extraña pero relajante fusión de músicas.

"He estado hablando con Noa."

"Me alegra escuchar eso."

"Si… todavía no ha decidido nada." – la miré y asentí. – "Me ha dicho antes que le gustaría quedarse con nosotras… y aunque creo que fue tan solo una expresión, he pensado que podría ser una opción para ella."

"Y… ¿para nosotras?"

"Me refería a que se quede contigo…"

"Me vas a dejar." – Murphy dejó caer su cuerpo despacio sobre el respaldo del sillón. Cerró los ojos de nuevo y su cara reflejaba su dolor.

"Necesito volver a mi vida. Sigo enfadada contigo y no quiero que acabe peor. Tal vez solo necesito un poco de tiempo… a mi también me duele Murphy."

"Lo se Carol, yo te hice daño y no lo olvido, créeme." – empezó a ponerse seria y en el equipo comenzó a sonar una canción con un ritmo especial. Carolina no podía evitar querer a Murphy. La conocía y sabía que la necesitaba.

Acarició su cara mientras Lamari comenzaba a cantar una serie de equivocaciones. Sabía que Murphy siempre se equivocaba también pero siempre lo reconocía e intentaba remediarlo. Era tan buena como patosa

"Carol, te quiero, de verdad que te quiero mucho. No quiero perderte… te echo mucho de menos." – Murphy tragó saliva y trató de contener las lágrimas. Carolina sonreía, no podía estar enfadada… pero tampoco podía dejarlo pasar así como así.

"Murphy, cariño, yo también te quiero." – se levantó para irse, dudó un momento y Murphy se puso de pie también.

"¿Me abrazas?" – Carolina le sonrió… no dejaba de ser una niña pequeña cuando se trataba de sus sentimientos. Sabía lo mucho que Murphy se dejaba llevar por sus impulsos. La abrazó con ternura y Murphy se perdió en su aroma

"Esta noche me llevo a las crías, Noa se quedará conmigo los tres días de los exámenes. Deberías organizarle una fiesta o algo para cuando venga."

"¿Tú vas a venir?" – Murphy se apartó y la miró a los ojos suplicando.

"No lo se…" – Carolina se acercó a ella y la besó en los labios. – "Voy a decirles que preparen sus cosas."

"Me siento mal por Murphy y Carolina…" – mientras preparábamos las cosas me sorprendió la voz de Cristina que se había sentado en la cama.

"Yo también… me siento culpable."

"No creo que tengas la culpa de nada… bastante tienes con lo que te pasa…" – la miré y sonreí. Me gustaba que se preocupara por mí. Me senté en la cama a su lado.

"Sabes, deberíamos hacer algo para que vuelvan juntas. Mi tía no deja de llorar por las esquinas… ¿has visto que cara tenía cuando nos vino a decir que preparásemos las mochilas? Antes las vi hablando… y no discutían."

"¿Y qué podríamos hacer nosotras?"

"Podríamos hablar con Manuel y con Silvia y pedirles que les organicen una cena romántica y nosotras las serviremos… algo así… bonito… para que se vuelvan a enamorar."

"¿Y si no quieren? Es que me parece un poco… complicado."

"Les decimos que es nuestro regalo por habernos aguantado todo el verano… no se podrán negar." – nos miramos y sonreímos. Si que me gustaba… y mucho. Pero no sabía como acercarme más… me daba miedo. – "¿Ya has decidido lo que vas a hacer?"

"Todavía no. Me gustaría que no se acabara el verano…"

"¿Por qué no te quedas con Murphy?"

"No es ninguna de las opciones que me han dado… no se si ella querría y no se tampoco si me gustaría vivir todo el año en este lugar."

"Podríamos ir al mismo instituto…" – apoyó la mano en el colchón, justo al lado de la mía y estiré mi dedo para rozarla. Me puse muy colorada y la miré, ella me sonreía.

Me puse muy nerviosa y me levanté para meter cosas en mi mochila de manera impulsiva. El corazón se me había acelerado y no conseguía controlar mi inquietud. Ella continuó recogiendo sus cosas con una sonrisa en la cara. De vez en cuando nos mirábamos y yo me ponía más y más nerviosa.

"¿Vas a volver después de los exámenes?" – quería saberlo.

"¿Te gustaría que viniera?"

"Si. Escucha… perdona por lo de marcharme ayer así…"

"No pasa nada…"

"Es que… yo… bueno… es que…" – Cris se echó a reír y me tapó la boca con la mano.

"No pasa nada, de verdad. Ahora vamos a pensar en aprobar los exámenes y luego, si quieres, ya hablaremos."

Estábamos muy cerca. La agarré por la cintura y la atraje hacia mí. Ella no dejaba de sonreírme y yo me sentía flotar. Yo también sonreía, no me rechazaba y rodeó mi cuello con sus brazos. Me quedé paralizada. Me moría de ganas de besarla, pero no me atrevía a dar aquel paso.

Ella comenzó a acercarse a mi boca y cuando pensé que mis sueños se harían realidad y cerré los ojos, sentí sus labios en mi mejilla… y después la voz de Murphy.

"Vaya, parece que vosotras os habéis hecho muy amigas." – las dos nos pusimos muy coloradas. Murphy tenía una puntería acojonante cuando se trataba de descubrirme besando a chicas.

"Estábamos pensando en prepararos una cena a Carol y a ti para daros las gracias por aguantarnos." – dijo Cris abrazando a Murphy.

"Yo venía a deciros que iba a prepararos una fiesta a vosotras por el fin de los exámenes…"

"Os gusta montar jarana por cualquier cosa, ¿verdad?"

"¡Pues claro!" – dijeron las dos al unísono.

En aquel momento me comencé a plantear seriamente el pedirle a Murphy que me dejara quedarme con ella. No solo por lo mucho que me gustaba estar con ella, si no porque también podría estar cerca de Cris y no encerrada en un internado. Pero había que preguntárselo a mamá y no sabía si estaría de acuerdo.

Y primero tenía que aprobar los exámenes

Murphy había salido a dar su paseo, como todos los días. Echaba de menos la compañía de Noa haciéndole miles de preguntas. También ella se había planteado decirle a Lola que dejase que Noa se quedase con ella… pero temía la reacción de Carolina.

Temía que si Noa se quedaba Carolina no querría saber más de ella. Y sin Carolina, no podría cuidar a la adolescente. Porque ni ella misma se sabía cuidar sola. ¿Por qué metía siempre la gamba de aquella manera?

Se fue a casa y se metió en la ducha. Quería ponerse algo especial para cuando llegara la tropa. Manuel la había echado de la cafetería y Fina le dijo que se fuera ha hacer puñetas, que dejara de molestar. Así que tenía tiempo para arreglarse. Ni siquiera sabía si Carolina vendría

"Vaya recibimiento…"

"Perdona… no sabía que llegaríais tan pronto."

"Y no lo íbamos a hacer… pero las crías se han empeñado. Te espero en el salón."

"No tienes por qué irte… ya me has visto desnuda antes… ¿qué tal Noa?"

"Bueno, cree que aprobará, le salieron bien los exámenes. Ha estado muy nerviosa y no ha dejado de repasar. Hoy cuando acabó me suplicó que fuésemos a buscar a Cristina para venirnos para aquí a toda prisa."

"Creo que a Noa le gusta tu sobrina."

"¡Claro que le gusta!"

"¿Tú que tal has estado?"

"He pensado mucho en ti… te he echado de menos."

"Y yo a ti… ¿Vas a quedarte a la fiesta?"

"Solo un rato. Me han insistido mucho. ¿Qué habéis preparado?"

"Pues no lo se. A mi me han echado de la cocina hoy."

Se quedaron en silencio de nuevo. Murphy acabó de vestirse y temió preguntarle nada más. Echaba de menos a su amiga, la echaba de menos a ella, su cuerpo… Se sentía muy culpable.

Noa entró y les dijo que ya estaba todo listo, que podía empezar el convite. Las tomó de la mano a las dos y comenzó a caminar hacia el restaurante. Las luces del interior eran muy tenues y habían encendido las del jardín. Era una escena muy bonita unida al atardecer.

Nada más cruzar la puerta Noa las soltó y se colocó al lado de una pequeña mesa para dos personas en el centro del comedor. Manuel estaba sentado al fondo con la guitarra y empezó a tocar cuando las vio entrar. Cristina encendió las velas y puso la mejor de sus sonrisas.

"Bienvenidas. Por favor, tomen asiento."

"¿Y esto?" – Carolina miró a Murphy con gesto serio y luego nos miró a nosotras.

"Me has quitado la palabra de la boca." – dijo Murphy sorprendida.

"Es nuestro regalo sorpresa para vosotras, por ser así y ayudarnos a pasar un verano genial." – Cristina sonrió y apartó la silla para que Carolina se sentara. – "Tía Carol, no se me ocurrió otra forma de darte las gracias."

"No tienes por qué darme las gracias cariño…" – las dos crías la miraron con cara de súplica y no tuvo más remedio que sentarse.

Murphy la miró y sonrió… y sintió que sobraba. Quería marcharse de allí porque ella había cometido un error muy grave y había hecho mucho daño a alguien a quien quería. No podía dejar de pensar en aquello. Se daba cuenta del esfuerzo que había hecho Carolina quedándose a su lado… por Cristina y por Noa.

"Murphy…" – Noa apartó su silla y sonrió tímidamente, carraspeó y tomó aire. – "Gracias…" – sonrió visiblemente emocionada… no podía hablar y, en cuanto Murphy se sentó, ella se marchó rápidamente a la cocina.

Se sintió orgullosa. Algo se podía sacar de positivo de aquella extraña situación. A veces le daba la sensación de que aquello podía perfectamente el guión de una película. Pero no lo era

Comenzaron la cena y a duras penas habían cruzado algunas palabras. Las jóvenes las miraban atentas para ver si aquel momento perfecto las hacía reaccionar de alguna manera. Pero ni Carolina ni Murphy eran capaces de levantar la vista del plato.

Manuel seguía acompañando la cena con su guitarra. Un sencillo instrumento que por si solo es capaz de llenar el alma. Estaba empeñado en llegar a sus corazones, en hacerlos volver a sentir. Pero aquellos corazones no sabían si estaban preparados.

A veces se miraban fijamente a los ojos, se decían muchas cosas aunque ninguna de las dos entendía a la otra. Luego se alejaban como si entre ellas hubiese un abismo. Era como si no supieran de que hablar, como si necesitasen una excusa para poder quererse como se querían.

"Bueno, yo ya me marcho." – Fina apareció en el comedor como por arte de magia.

"Vaya, Fina, pensé que ya te habrías ido." – dijo Murphy poniéndose de pie.

"¿Y dejar a unos adolescentes solos en mi cocina? No se en que mundo vives pequeña… esta juventud…" – Dijo Fina refunfuñando y clavando su mirada en Carolina.

"La cena estaba deliciosa, gracias." – dijo poniéndose de pie para saludarla.

"Deliciosa… ay, filliña, el amor es ciego… Y vaya aburrimiento de música Manuel, así no me extraña que no las juntéis otra vez." – dijo dirigiéndose al escenario y dándole una colleja al camarero convertido en músico. – "¡Silvia, tráeme la pandereta! Os voy a enseñar yo lo que es una fiesta…"

Se quitó la chaqueta y le gritó a Murphy que colocara unas sillas a su alrededor. Luego se volvió hacia Manuel que no paraba de reírse y le gritó que tocara algo con xeito . Miró a las jóvenes que no salían de su asombro y no hizo falta nada más para que se pusieran en marcha preparando los ingredientes de una buena queimada .

El momento que pretendía ser romántico e íntimo se transformó en una fiesta familiar. Fina no dejaba de cantar mientras tocaba la pandereta. Manuel y Silvia se descubrieron como una fantástica pareja de baile mientras que Noa sonreía observando todo lo que había a su alrededor y Cristina acompañaba a Fina en las canciones.

Murphy y Carolina decidieron volver a la mesa a tomar el café observando incrédulas la escena. Ya no estaban tensas y se miraban… incluso se sonreían.

"Noa es una chica estupenda." – dijo Carolina agradeciendo que fuera tan diferente a su madre.

"Si, lo es. Todavía no me ha dicho nada de su decisión."

"¿Le vas a decir que se puede quedar contigo?"

"No lo se." – la miró para luego agachar la cabeza. – "No se si seré capaz de hacerme cargo de una persona."

"Hasta ahora lo has hecho, ¿no?"

"Si, pero eran unos días… estamos hablando de un año. En un año pasan muchas cosas."

"Me da la sensación de que me estás ocultando algo." – Carolina la conocía demasiado bien. Murphy la miró a los ojos.

"Me he encariñado con Noa. Estos dos días la he echado mucho de menos… como a ti… pero Noa es una menor que tiene una madre. Y su madre es Lola… y yo no quiero estar cerca de ella. Porque ella me aparta de ti y yo no quiero que te apartes de mí."

"Murphy…" – Carolina aparta la mirada y vuelve a sentir dolor en su pecho.

"Carol, ya se que lo que he hecho todavía te duele. Pero ya lo he hecho y no lo puedo cambiar porque… obviamente, ya lo he hecho…" – Murphy se quedó en silencio un momento porque se había perdido en medio de su propio discurso. Carolina la miró y trató de disimular una tímida sonrisa. – "Entonces, como eso ya está claro, pasamos al punto de que te quiero y quiero a Noa pero pienso que si se queda Noa tú te alejarás porque Noa es la hija de Lola y Lola no nos gusta…" – miró a Carolina para ver si ella estaba entendiendo lo que trataba de decirle. – "Y todo esto lo pienso cuando ni siquiera se si me podrás perdonar y se que si tu no estás yo no seré capaz de cuidar a Noa y, por supuesto, no se si Lola querrá…"

"Tranquila cariño… Lola querrá…"

"¿Por qué lo dices?"

"Porque así te podrá tener cerca." – Murphy miró a Carol y se puso muy triste. – "Murphy, tienes que hacer lo que creas mejor."

"Es que no se que es mejor Carol… mis opciones son: pasar de Noa, dejarla a su suerte con la loca de su madre y echarla de menos mientras me culpo por lo malo que le pueda suceder y trato de recuperarte o hacerme cargo de Noa, que sea capaz de hacerlo, aguantar a Lola, alejarte más de mí y culparme por no hacer nada bien."

"Por lo que veo te vas a sentir mal pase lo que pase."

"Parece ser que si…"

"Piensas demasiado."

"Tienes razón. ¿Nos emborrachamos?"

"Pensé que nunca me lo pedirías." – Las dos se echaron a reír y se besaron en los labios. Se echaban demasiado de menos.

.

Recuerdo lo feliz que me sentí cuando las vi dándose aquel beso. Se levantaron y nos ayudaron a hacer la queimada y Murphy nos mando apagar las luces para decir o conxuro mientras Carolina la acompañaba con aullidos y chillidos extraños. No podíamos parar de reír, el espectáculo de mirar aquel brebaje ardiendo.

Cuando se apagó encendimos las luces de nuevo y brindamos todos por aquella noche. Fina se despidió y nos dejó huérfanos de folklore gallego. Manuel volvió a coger su guitarra y empezó a cantar canciones con ritmo para que pudiésemos bailar.

Cris y yo nos habíamos pasado toda la noche pendientes de Murphy y Carolina, que ahora bailaban y cantaban disfrutando del momento. Pero no pude dejar de pensar en que tenía que tomar una decisión y en que tenía que hablar con mamá para preguntarle si me podía quedar con Murphy

De repente sentí como Cristina me agarraba de la mano. No me miró cuando la miré, pero me apretó con firmeza. Una especie de tsunami de hormigas inundó mi cuerpo. Me temblaban las piernas. Creo que hasta me ruboricé. Nadie se dio cuenta pero fue como si, en aquel momento, yo fuera el centro del mundo.

Me empecé a sentir cómoda con aquello, sobre todo cuando empezó a acariciar la mano que me sujetaba con los dedos de su otra mano. No podía parar de sonreír, era como si aquel momento fuese eternamente bello. Después de un rato me miró y me sonrió y yo quería abalanzarme sobre ella… pero no me atrevía.

"¿Realmente eres tan tímida?" – la miré y sonreí asintiendo. – "Pues… no lo pareces. Creí que serías más lanzada."

"¿Por qué?" – creo que no era eso lo que esperaba.

"¿Vas a hablar con Murphy?" – me quedé un poco descolocada por la pregunta.

"Supongo…"

"Venga, díselo ahora."

"¿Ahora?" – no, quería seguir agarrando su mano.

"Si, ahora." – me soltó la mano y me empujó hacia delante.

"Ahora no puedo… tengo que ir a baño urgentemente." – como siempre, salí corriendo.

Me fui al baño y me lavé la cara con agua fría. Tenía mucho calor, la queimada había hecho efecto y me sentía algo aturdida. Además, ¿a que venía lo de "más lanzada"? No estaba segura de a que se refería, pero empezaba a pensar que, tal vez, Cristina se había fijado en mí.

Me senté en la fría piedra que sostenía el lavamanos. Me apetecía estar un momento así, tranquila, para poder dejar la mente en blanco para que la solución saliera sola. Como cuando Murphy me llevaba de paseo cuando se me atascaba algún problema de física y, de repente, encontraba la solución sin querer.

"¿Te encuentras bien?" – levanté la vista y vi como Cristina se acercaba a mí con cara de preocupación. – "Tardabas mucho y pensé que igual te había pasa…"

Le sonreí, acaricié su cara, la atraje a mí y la besé. No sabía lo que me estaba diciendo, no la escuchaba, solo podía mirar y admirar su belleza. Sus ojos azules como el mar, sus dientes blancos escondidos por aquellos labios rosas y carnosos que tantas veces había deseado besar.

Y lo hice porque era la única solución que se me ocurrió, era lo único que tenía claro que quería. Porque sabía que me gustaba y que no podía dejarlo pasar. Sentí sus manos en mis caderas y como tiraba de mí para que me bajara y me pusiera a su altura.

Dudé por un momento lo que estaba haciendo, pero entonces rodeó mi cuello con sus brazos y supe que era algo que deseábamos las dos. Sentí como sus labios se abrían para recibir mi lengua, sentí la suya recibirla… estaba relajada y disfrutaba de lo que estaba haciendo.

Fue como si no tuviésemos prisa, como si lo hubiésemos pensado tantas veces que ninguna lo quería apurar. Deslicé mis manos por su cintura y la abracé colando, sin querer, una de mis manos por debajo de su camiseta. Acaricié la piel de su espalda y sentí como una descarga eléctrica recorría mi cuerpo.

Supongo que ella sintió lo mismo porque nos separamos casi jadeando y mirándonos a los ojos. Recuerdo que temblaba y quería seguir estando cerca para averiguar más.

"Perdón, pensé que no estaba ocupado… ¿Qué hacéis…?" – Murphy me miró y se echó a reír. Abrió la puerta de nuevo y nos hizo un gesto para que saliéramos. Me detuvo antes de salir. – "¿Ahora ya no sales corriendo?" – negué con la cabeza. – "¿Y ese cambio?"

"Me das buena suerte."

"¿Tu crees?"

"Si, y… me gustaría preguntarte algo… aunque no se si es el mejor momento ni lugar para preguntarlo."

"Dime anda, ya sabes que puedes confiar en mí."

"Por eso… Murphy… yo… ¿podría quedarme aquí?"

"¿En el baño? Mujer, no es el mejor sitio para pasar una fiesta…"

"¡No, en el baño no! Si me puedo quedar contigo…"

"Esta es tu casa Noa, ya te dije que yo quería que fueras mi compañera. Cuando digo una cosa la cumplo."

"¿Crees que mamá me dejará?"

"Vamos a intentar convencerla, no te preocupes."

Al final iba a tener razón papá: las decisiones importantes siempre se toman en el cuarto de baño. No sabía exactamente si mis decisiones eran o no acertadas, pero las tomé porque así las sentí. Por primera vez en mi vida tenía que llevar a cabo la tarea de darle sentido a lo que quería hacer.

Y había besado a Cristina...

Se sentó en una silla y observó risueña como bailaban Noa y Carolina. Las dos sonreían y se abrazaban. Murphy estaba contenta y más todavía cuando Cristina la sacó a bailar. Manuel y Silvia se miraron con la complicidad de quien ha preparado una sorpresa inesperada y cambiaron de canción para empezar a entonar la canción que habían ensayado los últimos días.

La melodía era muy bonita y la voz de Silvia era muy bonita. La letra era tan intensa como el sentimiento que los dos ponían en lo que decían. Era como si estuviesen gritándoles a la cara su propia historia.

Murphy no podía evitar buscar con su mirada la de Carolina, pero tenía los ojos cerrados y seguía abrazando a Noa… y se dio cuenta de que se acababa de enamorar más de aquella mujer. Era preciosa, maravillosa, y, aunque Murphy era un desastre, la quería. Se querían.

"¿Cambio de parejas?" – Cristina miró a Murphy y esta sonrió y la dejó ir. Ellas tenían mucho que descubrir todavía.

La canción todavía continuaba y esta vez era Manuel el que cantaba, con su hermosa voz y con su siempre preparada guitarra. Ni se había dado cuenta de que Carolina la miraba desde el medio de la improvisada pista de baile. Pero se lo hizo saber con un gesto y se abrazaron arropadas por la melodía.

Se quedaron así, fundidas en un abrazo que necesitaban y anhelaban. Murphy empezó a llorar por las verdades que aquella cruel canción decía, pero también rezó para que Carolina la escuchara y la entendiera.

Silvia y Manuel se miraron a los ojos y empastaron sus voces para entonar el final de la canción.

" No puedo dejarte de amar.

No puedo dejar de esperar.

No puedo perderte al final

Y no te puedo olvidar.

No se luchar si no estás"

Carolina buscó la cara de Murphy y sonrió ante sus lágrimas. Las secó con su mano dando suaves caricias y la miraba a los ojos conteniendo su propia emoción. Luego la besó porque ya lo sabía, porque sabía que la necesitaba y se lo estaba diciendo.

Los chicos se pusieron como locos a aplaudir y a vitorear a la parejita feliz. Después recogieron todo y cada uno se fue para su lugar. Las últimas en salir fueron Carolina y Murphy que se había tomado unos minutos para estar a solas.

"Noa me ha dicho que vais a hablar con Lola para que se pueda quedar."

"No he podido decirle que no…"

"Es una gran responsabilidad."

"Lo se…" – Murphy miró a Carolina y pensó que, quizás, todavía no le había perdonado. Llegaron a la puerta del dormitorio y se quedaron allí de pie, mirándose a los ojos. – "¿Me puedo despedir de ti con un beso?"

"Si." – Carolina sonrió y Murphy se acercó a ella. La detuvo antes de que lo hiciera. – "Mañana por la mañana." – y la arrastró hacia dentro de la habitación.

Se abrazaron con fuerza buscando sus bocas. Estaban un poco ebrias y se sentían más desinhibidas que de costumbre. Carolina tropezó patosa con la alfombra y Murphy la sujetó como pudo… pero se echaron a reír y cayeron sobre la cama.

Murphy la miró fijamente. Era una mujer realmente preciosa, su sonrisa iluminaba su cara con aquella luz tan especial. El pecho se le llenaba de calor cuando la tenía cerca… se agachó y la besó de nuevo. Metió la lengua en su boca para recuperar aquel sabor, la quería tanto que casi la ahoga

Carolina la empujó y no dejaba de reírse. Murphy se contagió, se sentía relajada y feliz. Carolina aprovechó aquel momento y se lanzó sobre ella para tratar de inmovilizarla. Luego, en otro descuido, clavó sus dientes en el cuello de Murphy.

Se retorcía riendo todavía, pero, cuando sintió su lengua, dejó de moverse y de oponer resistencia alguna.

"Mente grande controla mente pequeña." – dijo Carolina mirándola a los ojos y echándose a reír las dos de nuevo, volvieron a la estúpida lucha de niñas pequeñas que les permitía hacer la confianza.

Se detuvieron cuando Murphy, tratando de escabullirse, recibió un rodillazo en el costado. Carolina se disculpó cuando vio que la había lastimado y cubrió su cara con millones de besos, hasta que sus labios se encontraron de nuevo y recordaron lo mucho que se deseaban.

Murphy metió sus manos bajo la camiseta de Carolina y acarició sus pechos. Los estrujó porque los echaba de menos. Carolina separó un poco su boca para suspirar. Murphy la abrazó y aprovechó para desabrocharle el sujetador y ponerse encima de ella. Se volvieron a besar y sus manos volvieron a sus senos tras quitarle la camiseta.

Cuanto había echado de menos aquella piel, aquel calor.

Besó su cuello, lo mordió ligeramente, continuó por su hombro, siguió recorriendo su piel y llegó a su erguido pezón. Un pequeño beso hizo que Carolina cerrara los ojos. Un lascivo lametón la hizo suspirar. Su boca aferrada de aquel modo, dándole el placer que tanto necesitaba sentir hizo que se aferrara a su camiseta para tratar de arrancársela.

Murphy se apartó mirándola con una sonrisa de deseo y entrega total. Pero cuando todos los factores se unen para que una sencilla operación se complique, pues va y se complica. Inexplicablemente Murphy se encontró golpeando la pared con su cabeza.

Y a Carolina le dio un ataque de risa y no era capaz de ayudar a Murphy a desenrollar la camiseta de su cabeza.

"Que bien se lo están pasando esas dos…"

"Eso parece… creo que están un poco pedo." – dije escuchando las carcajadas que salían de aquel dormitorio.

Entramos en nuestro dormitorio escuchando aquella post fiesta. Fui al baño y me puse el pijama. Estaba bastante cansada por todo lo que había pasado aquel día, pero también estaba nerviosa por Cristina. No sabía que hacer, me había vuelto a bloquear.

Salí más confundida de lo que había entrado, me encontré con sus ojos de frente y sonreímos tímidamente. Entró en el baño y yo volví a la habitación. Cogí el libro que tenía en la mesita y lo abrí mientras la esperaba.

"¿Qué lees?" – Cristina entró de nuevo en el dormitorio y sacó de su mochila un camisón.

"Un libro que he encontrado en la estantería. Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer. "

" Por una mirada, un mundo;

Por una sonrisa, un cielo;

Por un beso… ¡yo no sé

Qué te diera por un beso!" – nos quedamos en silencio mirándonos a los ojos y me quedé cortada.

"Si… ese mismo…"

Cristina siguió sonriendo y se quedó de pie ante el espejo del armario. Me miró de reojo y yo me hice la despistada mientras tenía el libro abierto delante de mis ojos. Se quitó la camiseta y se desabrochó el pantalón quedando en ropa interior. No la estaba mirando fijamente, pero no podía evitar sentir su casi desnudez.

Cuando se desabrochó el sujetador y, mirándose al espejo, acarició sus senos, se me cayó el libro de las manos provocando un sonido seco que hizo que me mirara de nuevo y me volviera a sonreír. Recogió el camisón de la cama y se lo puso. Yo había recogido el libro y lo tenía abierto delante de la cara… pero lo dejé sobre la mesilla porque no era capaz de distinguir las letras.

Se metió en su cama y apagó la luz. Nos quedamos en silencio y volvimos a escuchar las voces de Carolina y Murphy que ahora trataban de hablar en susurros, pero que a duras penas conseguían disimular sus risas.

"¿Verdad que beso bien?" – Cristina rompía el hielo una vez más.

"La verdad es que si…"

"Vaya…" – creo que no se esperaba mi sinceridad.

.

Murphy ya se había recuperado de su chichón y se sacó la camiseta mientras Carolina no podía parar de reír. Se abalanzó sobre ella, mordió su cuello y comenzó a hacerle cosquillas. Pero su novia ahora tenía ganas de otro tipo de caricias, así que, sin más demora, dirigió la mano a su entrepierna.

Se quedó quieta y apoyó las manos en la cama para poder mirar a Carolina a los ojos. Las dos sonreían, se sentían cómodas y tranquilas. Sus cuerpos ya se conocían y sabían perfectamente lo que tenían que hacer para darse placer. Entre ellas había algo lo suficientemente grande para saber que nunca se podrían alejar.

Carolina seguía acariciando a Murphy mientras estudiaba su gesto, como siempre hacía. Después de tantos días la veía feliz, disfrutando, relajada. Murphy cerró los ojos y comenzó a jadear despacio. Necesitaba tanto aquello, su cuerpo lo necesitaba casi tanto como el aire.

Murphy perdía la fuerza en sus brazos y se dejó caer sobre el pecho de su amada. Buscó su boca mientras aquella mano juguetona seguía acariciando su clítoris. Se besaron con pasión, como si lo único importante en el mundo fuera aquella unión.

"Carol, te echaba tanto de menos…"

Carolina la abrazó con fuerza y Murphy respondió a su abrazo. Deslizó sus dedos hacia su interior y comenzó a penetrarla lentamente. Ella también la había echado de menos y se sentía feliz de poder tenerla una vez más. Murphy estaba totalmente entregada a aquella mano.

La mano de Carolina cada vez estaba más húmeda y apuraba cada vez más ayudada por aquella lubricación. Murphy la abrazó con fuerza porque sabía que, en cualquier momento sentiría aquello que siempre la hacía sentirse bien. Y, más pronto que tarde, lo sintió

"Murphy, yo también te echaba de menos… pero me estás ahogando."

"Lo siento cariño."

Pero cuando se apartó no se dio cuenta de que estaban en el borde de la cama y, como no podía ser de otro modo y con ayuda del alcohol, que todavía mantenía su efecto, cayeron las dos rodando por la alfombra riéndose de nuevo.

..

"¿Noa?"

"Qué…" – Cris se quedó de nuevo en silencio. Y yo también. Ninguna de las dos podía dormir con la juerga de la habitación de al lado… y mucho menos con lo que estaba sintiendo por dentro.

Desde que se había desnudado mi cuerpo sintió algo que no podía explicar. Me sentía húmeda, tenía calor, estaba inquieta. No podía dejar de moverme en la cama. A penas habíamos hablado desde lo que había pasado en el baño. Ni siquiera habíamos hablado sobre eso… pero había pasado.

"¿Voy yo o vienes tú? Porque no aguanto más…" – estaba tumbada de lado en la cama y se que me miraba… aunque no la veía claramente.

La mente se me quedó en blanco y me estiré para alcanzar su cama… pero no calculé bien y casi caigo en medio de las camas. Cristina me estaba sujetando y tiró de mí para que nuestras bocas se encontraran de nuevo. Tenía tantas ganas que me dejé llevar por los impulsos que me inundaban.

Me puse sobre ella y seguimos besándonos durante un buen rato. Luego empecé a bajar por su cuello y me emocioné tanto que comencé a subirle el camisón. Y descubrí de nuevo sus senos y me entró miedo. No sabía que tenía que hacer… me quedé en blanco y me sentía avergonzada.

Cristina me sonrió y me apartó para sentarse y quitarse ella el camisón. Tenía un cuerpo precioso y me moría de ganas de acariciarlo, pero no sabía como hacerlo. Sonrió más cuando tiró de mi camiseta para sacármela.

No podía dejar de mirarla y no era capaz de acercarme a ella. Me entró miedo y no sabía por qué. Estiró su mano y me acarició el pecho. Cerré los ojos y me dejé llevar por aquella fantástica sensación. Sentí como agarraba mi mano y la llevaba a su pecho y su pezón erizado se coló entre mis dedos.

Volvimos a besarnos de nuevo y sentí aquel calor por dentro que me estaba matando. Su piel era muy suave y su roce contra mi torso desnudo hacía que mi temperatura aumentara.

"No se como puedes ser tan patosa, jajaja." – dijo Carolina debajo de su novia una vez más.

"Shhh, no ves que vamos a despertar a las crías…"

"¡Ni que fuese culpa mía!"

Murphy la besó de nuevo y agarró con fuerza sus pechos. Sabía que así se callaría. Empezó a juguetear con sus pezones y Carolina empujó su dolorida cabeza hacia abajo para que se los mordiera. Y no se demoró en hacerlo. Los succionaba, los lamía, los mordía, apretaba sus pechos con las manos y pensaba que era el mejor manjar del mundo.

Siguió bajando para empaparse de ella. Quería que su sabor fuese el único que inundara su boca, quería que su cuerpo fuese suyo otra vez y que no dejara de serlo nunca. Carolina se retorcía con los ojos cerrados. Se mordía suavemente la mano y con la otra acariciaba el pelo de Murphy. Eran cómplices de una complicada locura pero no podían evitar quererse.

Los dedos de Murphy buscaron su interior. Quería darle más, quería dárselo todo a la mujer que le había dado tanto. Apartó un poco su cara para poder mirar a Carol, su cuerpo, sus serpenteantes movimientos. Y Carol la miró y se incorporó para poder besarla de nuevo.

Murphy no dejó huérfano aquel interior, no dejó de mover sus dedos para que ella alcanzara el momento de éxtasis que ella había tenido hacía tan solo unos instantes. Todavía le quemaba su sabor en la lengua, la misma que estaba siendo acariciada por otra lengua que ya conocía.

"Murphy… sigue…"

A penas consiguió emitir un pequeño hilo de voz. Sabía que estaba a punto de correrse en los brazos de la mujer a la que nunca podría odiar, de la que le había pedido perdón mirándola a los ojos y había aguantado todas y cada una de las broncas que le había echado sin dar un paso atrás.

Porque no podía evitar perdonarla, no podía tener en cuenta lo que había pasado cuando ni ella misma podría asegurar que nunca lo haría. Porque la quería, la quería de verdad, con su alma, con su cuerpo. Porque la necesitaba, se necesitaban y habían prometido luchar.

Murphy sintió como la vagina de Carolina se empezaba a contraer y apoyó la palma de la mano sobre su clítoris comenzando una cabalgada alocada para provocar su orgasmo. Carolina clavó sus uñas en su espalda y los dientes en su cuello, y se dejó caer de nuevo sobre la alfombra acunada por los brazos de Murphy que le sonreía más enamorada que nunca.

Sus manos acariciaban mi cuerpo y nuestras bocas no podían separarse. Me sentía muy bien, aunque cada vez estaba más nerviosa. Ella tenía más experiencia que yo… cualquiera tenía más experiencia que yo, y me estaba pareciendo demasiado precipitado todo aquello.

Aquella noche nos habíamos dado nuestro primer beso y ya me tenía sin camiseta en su cama. Eso era ir demasiado deprisa y yo no estaba preparada para ir tan deprisa. Pero tampoco quería decirle que parara porque nunca nadie me había acariciado así y se sentía realmente bien.

"¿Te pasa algo?" – Cris se separó un poco y me miró a los ojos.

"No, nada…" – mentí.

"¿Seguro que estás bien? Te noto tensa… ¿estás incómoda?"

"No, no… estoy bien, de verdad… es solo que…" – dudaba entre decirle la verdad o mentir… yo nunca había estado con nadie. – "No… nada, olvídalo. Estoy bien."

Escuchamos unas voces que venían del pasillo. Sin pensarlo me levanté de su cama y me metí a toda prisa en la mía. Abrieron la puerta del dormitorio y escuché las voces de Murphy y Carol.

"Creo que no las hemos despertado…"

"Deben estar muy cansadas, entre los exámenes y la fiesta…"

"Mañana deberías llamar a Lola…"

Cerraron la puerta de nuevo y me quedé allí estática. No sabía si volver a la cama de Cristina o si quedarme allí. Me daba la sensación de que había metido la pata hasta el fondo

Cris se levantó de su cama y se tiró sobre mí. Me besó de nuevo y me dio mi pijama.

"Ponte esto o te constiparás." – volvió a besarme. – "Que descanses…"

"Hasta mañana."

"Hola Murphy… que sorpresa. ¿Noa ya ha tomado una decisión?"

"Hola Lola. Buenos días."

"¿Y bien?" – Lola seguía enfadada por la ausencia de respuestas a sus correos por parte de Murphy.

"Si, ha tomado una decisión. Quiere quedarse conmigo."

"¿Contigo? Esa no era ninguna de las opciones que tenía…"

"Lo se…"

"¿Ha aprobado?"

"Todavía no han salido las notas… pero lo ha hecho muy bien."

"Y ¿tú que opinas?"

"Que sabe lo que quiere."

"Por favor, Murphy, solo es una cría."

"Una cría que ha tenido que tomar una decisión y lo ha hecho."

"No se por qué te preocupas tanto por ella."

"Porque tú no lo quieres hacer y…"

"Sabes, me parece una buena idea que se quede contigo."

"Perfecto, se alegrará al saberlo. Bueno, Lola, te tengo que dejar."

"Bien… estaremos en contacto… y nos veremos pronto."

"Si, claro…"

"Te quiero Murphy y… dale recuerdos a Carolina de mi parte. Seguro que sabrá cuidar bien de vosotras hasta que yo vaya."

"Adiós Lola."