La hija de Lola 3

"No lo entiendo..." "No es algo que se pueda entender... el amor es tan sencillo como complicado."

"Hola Murphy, soy Lola."

"¡Hola Lola! ¿Qué tal tu aventura americana?"

"Bien, bueno… estoy un poco preocupada por Noa…"

"Dirás que la echas de menos."

"Si, la echo mucho de menos… ¿está por ahí?" – Murphy miró a Noa y esta hizo gestos negativos, no quería hablar con ella.

"Está en la ducha. Acaba de entrar. Hoy hemos trabajado mucho."

"¿Cómo os va?"

"Bueno, al principio nos costó adaptarnos, pero ha empezado a estudiar y, a veces, me echa una mano en el bar." – Murphy miró de nuevo a Noa y esta agachó la cabeza y salió de la habitación. – "Pero no habla demasiado… me recuerda a alguien que conozco…"

"Eso me da miedo…"

"Ella no eres tú… bueno y, ¿como te va?"

"Bien, estoy conociendo gente muy interesante y haciendo unos contactos muy valiosos. Pero no me lo estoy pasando todo lo bien que debería."

"Pues deja de preocuparte por tonterías y disfruta."

"¿A ti como te va? ¿Qué tal está Carolina?"

"Carol está trabajando… no volverá hasta el fin de semana." – Murphy se sintió incómoda una vez más.

"Todavía te echo de menos…"

"No Lola… no vuelvas a empezar. Ya me lo hiciste una vez y no quiero hacerle daño a Carol."

"Pero tú… y yo…"

"Tú y yo tuvimos nuestra oportunidad hace muchos años…"

"Éramos niñas y ya no lo somos Murphy."

"Así es, ya no somos lo que éramos."

"Como hemos cambiado… todavía guardo las cartas, los recuerdos…" – Murphy sintió como su corazón se encogía.

"Tú tomaste una decisión y yo he tomado la mía… por favor…"

"¿Estás segura, Murphy?"

"No." – claro que no estaba segura. – "Tengo que colgar, ya te contaré como va Noa. Disfruta de tu viaje, ¿vale?"

"Te quiero mucho. No me culpes por intentarlo…"

"Adiós."

.

Murphy le había mentido a mi madre. Le había dicho que me estaba portando bien, que estaba estudiando y que, de vez en cuando, le ayudaba. Y no era cierto. No había empezado a estudiar y, cuando Murphy me dijo que fuera con ella para la cocina, lo único que hacía era estar sentada en una silla mirándola.

Pero no le importaba, me seguía sonriendo y no me gritaba. Luego siempre me llevaba a dar un paseo por el bosque. No hablaba con ella ni ella conmigo, nos limitábamos a pasear, pero me relajaba aquella rutina. Salí de mi cuarto cuando escuché la puerta principal. Me asomé y vi como Murphy se alejaba. Iba cabizbaja.

"¿Te puedo acompañar?" – Murphy me miró con una sonrisa, pero veía una sombra de tristeza en sus ojos. – "¿Por qué le has mentido a mi madre?"

"Para protegerla y evitar que haga alguna estupidez…" – no me miró, seguía mirando al suelo. – "No lo he hecho por ti y me siento mal por haberle mentido." – me quedé en silencio, no sabía que decir. – "Noa, me da la sensación de que no tienes ni idea de lo que estás haciendo y me da mucha pena que te eches a perder así."

Seguimos caminando en silencio. A pesar de me mantuve seria, me había dolido mucho lo que me había dicho. Se preocupaba por mí y me estaba dejando la libertad para tomar mis decisiones y yo le había respondido con malos gestos y malas palabras. ¿Y si tenía razón?

"Dime una cosa, pequeña, ¿qué esperas de la vida?" – era una pregunta muy difícil.

Continuamos con nuestro paseo sin decirnos nada. Ella, supongo, pensando en sus cosas y yo intentando imaginar mi futuro. Nunca me lo había planteado. Cuando vivía papá siempre me decía que era importante estudiar y aprender cosas. Él lo hacía siempre divertido. Se sentaba a mi lado y me explicaba las lecciones y a mi me encantaba aprender cosas nuevas.

Cuando murió dejé de sentir interés por ese tipo de cosas. Me sentía terriblemente sola y me empecé a centrar en mi misma, en estar acompañada, en disfrutar porque mi vida se podía acabar en cualquier momento, como la suya.

"¿Por qué es todo tan difícil?"

"No tan difícil como crees. A veces parece que nunca conseguiremos salir adelante, pero siempre hay un sendero tras la maleza." – se apartó de la ruta habitual y me guió por un pequeño camino que discurría perpendicular.

Era muy estrecho y había maleza por todas partes. Cuando llegamos al final nos recibió un claro que mostraba orgulloso un pequeño río que se precipitaba al vacío en forma de cascada. Una extraña sensación me embargó. Me sentía emocionada al ver aquel increíble lugar. También me sentí muy pequeña.

"El día que descubrí este lugar no podía dejar de llorar (tenía un mal día). No sabía bien lo que estaba haciendo así que, comencé a subir por las rocas hasta llegar a aquel lugar." – me señaló algún punto entre la maleza que no supe distinguir. – "Me senté allí y dejé que mis lágrimas se mezclaran con el agua que corría con fuerza." – Murphy comenzó a caminar hacia el lugar que me había señalado y la seguí. – "No se por qué, pero comencé a sentirme más y más aliviada…" – comenzó a trepar por las rocas. – "hasta que me relajé y me di cuenta de donde estaba."

"Vaya…" – me quedé casi sin respiración. Estábamos en la cima de la cascada que se veía desde el claro. Escondida entre la maleza, una cascada aún mayor presidía un pequeño lago. El agua era cristalina y pequeños rayos de sol se colaban entre las ramas de los frondosos árboles.

"Si… vaya." – Murphy se quitó los zapatos y la camiseta y los dejó a un lado. Yo hice lo mismo y la seguí.

No sin dificultad trepamos por más peñascos y a nuestro lado vi como el agua no se detenía y proseguía con su continua caída libre. La piel se me erizó y la humedad del ambiente me hacía sentir un poco de frío. Mis músculos estaban tensos y comencé a sentir mucha energía, como si mi fuerza se hubiese multiplicado.

Con el último empujón vi a Murphy sentada en una roca sostenida en el vacío. Mi corazón latía a mil por hora, era una excitación que no entendía muy bien. Me sonrió y me hizo un gesto con el brazo para que me acercara a ella. Todavía guardo en mis retinas la imagen de aquel maravilloso lugar.

"¿Te gusta?"

"Muchísimo…" – Me sonrió y, con mucho cariño, me rodeó con su brazo. Me sentí muy reconfortada.

"No se cuanto rato me pasé sentada en esta roca… no porque estuviera pensando en mis problemas, si no por que, cuando me di cuenta, no sabía como bajar." – Se echó a reír y yo miré por donde habíamos venido y me di cuenta de lo peligroso que era… – "Encima, tengo muchísimo vértigo… vamos, que estaba muy asustada… y yo que pensaba que las cosas no me podían ir peor. Había vuelto a cometer una estupidez… otra de tantas."

"¿Por qué estabas tan triste?"

"Porque recordé un amor que creí olvidado…" – hizo una pequeña pausa, respiró profundamente y me miró a los ojos. – "Te pareces mucho a ella, tienes la misma mirada... ¿alguna vez te has enamorado?"

"Creo que no… pero…"

"Pero…"

"¿Realmente merece tanto la pena? Quiero decir, estabas triste… te sentías mal… no entiendo por qué es tan importante conseguir a alguien si después vas a sufrir…"

"El amor no es algo que se pueda controlar. Una no siempre decide cuando, como y de quien se enamora… y cuando te das cuenta ya es demasiado tarde. Te sientes feliz cuando ves a esa persona. No piensas en otra cosa… es muy difícil explicarlo con palabras. Y, si, realmente merece la pena."

"Pues no lo entiendo."

"Jajaja, yo tampoco." – pasó su mano por mi cabeza y me alborotó el pelo. - "Creo que nos queda mucho por aprender… aquel día yo decidí saltar." – me dio un beso en la frente y se lanzó al agua sin pensarlo.

Me asomé asustada y pude escuchar como se reía y decía lo fría que estaba. Me eché a reír viendo como ella nadaba y hacía el tonto un rato. Me quedé allí sentada, me sentía bien. Murphy salió del agua y cogió sus cosas. Me miró y me dijo adió con la mano.

Volví a reír mientras la veía marchar sujetándose los pantalones empapados. Aquella mujer era sorprendente.

..

Murphy no pudo esperar más para hablar con Carolina. Se encerró en su oficina y encendió su ordenador dispuesta a enviarle una explicación. No tenía valor para hacerlo a la cara y pensó que, quizás así, Carolina tomaría su decisión sin que ella le influyera. Quería dejarle claro que la quería, pero que Lola formaba parte de su vida… a pesar de todo.

Mientras lo hacía, se maldecía por seguir guardando aquellos viejos sentimientos. Ante los demás se escudaba diciendo que Lola era su amiga, pero sabía que no podía serlo. No puedes ser amiga de alguien a quien has querido tanto como para dar tu vida por ella y que solo ha correspondido infundiendo dolor. Ni ella misma se explicaba por qué no podía apartarla de su vida.

Carolina era diferente, la quería y no quería hacerle daño, sin embargo, se estaba comportando como una imbécil con ella. Y ni siquiera sabía si era demasiado tarde para tratar de recuperarla… ni siquiera sabía si la había perdido… no había pensado en otra cosa que en su propio ombligo hasta aquella tarde y, mientras le explicaba a Noa los derroteros de la vida, se había dado cuenta de que Carolina había entrado en su vida y que no quería que desapareciera.

"Quero decir e non digo*

E estou sen decir decindo

Quero querer e non quero

Y estou sen querer querendo.

E se digo digo ben

E se non digo tamén

Que non quer meu corazón

Levarse a mal con ninguén…" – Fina, la cocinera regordeta, entonaba una canción popular y miraba a Murphy entrar por la puerta. Aquella mujer la conocía bien. No le hacía falta que le explicara nada… lo sabía todo, como si fuera meiga.

"Hola chicas… vaya, parece que tenemos una nueva visita." – Murphy miró a una chiquilla que pelaba patatas.

"Pues si, esta es Silvia, la futura gran chef, que viene a hacer las prácticas."

"¡Ah! Se me había olvidado…"

"Eres una cabeza hueca, Murphy… deja de pensar tanto en las mujeres y céntrate en lo realmente importante." – Fina le decía esto en tono de broma, mirándola y sonriendo. La joven se puso muy colorada y miró extrañada a Murphy.

"Fina, no te pago para que te metas en mi vida…"

"Eso no me lo podrías pagar nunca… pero, ¡que ven mis ojos!" – Fina se acercó a la puerta de salida y vio como Noa caminaba dificultosamente totalmente empapada. – "¡Qué ha hecho esa chiquilla! A saber de donde viene…"

Murphy se echó a reír. Observó como Noa caminaba y pudo distinguir una sonrisa que iluminaba su cara. Por primera vez desde que estaba allí la veía sonreír. Y se sintió mal por recordar de nuevo a Lola… y a Carolina. La duda que se le había creado escribiendo aquel correo volvió a su cabeza, ¿y si Carolina decidía no volver a verla?

Decidió que aquel no era ni el momento ni el lugar para pensar en aquello y cambió su ropa de calle por la ropa de cocina.

Manuel, el camarero, entró para decir que empezaban con las cenas. Murphy se quedó mirando a Silvia y vio como se sonrojaba al ver al guapo chico. Pensó que aquella chica debía ser bastante tímida… a penas abría la boca.

.

Me quedé allí sentada mucho rato pensando en todo lo que me había dicho Murphy. Pensé en lo que había hecho hasta aquel momento y me di cuenta de que a penas había hecho nada. Se notaba que la vida de la mujer que me había abierto las puertas de su casa estaba llena de experiencias y yo… yo me había limitado a hacer perder el tiempo a los demás.

Me gustaba escuchar a Murphy. Hablaba de manera tranquila y siempre me dejaba hablar… me escuchaba. Solo papá me escuchaba… el también me contaba muchas historias y siempre me decía que era muy importante aprender para poder apreciar lo que nos rodea: "Noa, cariño, tienes que aprender, conocer cosas… te darás cuenta de que no puedes conquistar el mundo, de que es el mundo el que te conquistará a ti."

Miré a mí alrededor: el agua seguía su curso, las hojas de los árboles se movían mecidas por la suave brisa, el cielo azul cubría mi cabeza, los pájaros piaban, la vida seguía aunque yo no me moviera. Aquel lugar me parecía increíblemente bello. Sentía mi corazón latir acompañando la música que me envolvía. Era la primera vez en mi vida que me sentía así… tan libre, tan única.

Estaba tan contenta que tenía ganas de llorar. "Yo decidí saltar". Porque ella podía decidir. Y yo también tenía que decidir. Me entró miedo. Miré el camino por el que había subido y no me parecía una buena idea intentarlo. Cerré lo ojos, tomé aire y sentí el frío contacto con el agua. Moví mis piernas y mis brazos para salir a la superficie. Cuando pude llenar mis pulmones de aire salió de mi garganta un fuerte grito de alegría.

No sin dificultad entré en la casa y me fui a la ducha a quitarme aquella ropa mojada, me sentía muy animada, con mucha fuerza. Necesitaba descargar aquella energía.

Me vestí de nuevo y me fui corriendo al bar. Quería echar una mano, hacer algo útil. Cuando entré vi bastante gente y Manuel me sonrió y me hizo un gesto para que me acercara.

"Necesito que me eches una mano."

"¡Claro! ¿Qué tengo que hacer?"

"Presta atención: la de la esquina es la mesa uno…" – levantó su mano y me fue señalando los números de las mesas. Me dio una libreta y un boli y me escribió en un papel el menú. Luego me señaló un tablero donde tenía que clavar los pedidos. – "Tu te encargarás de aquellas mesas, ¿podrás hacerlo?"

"Lo voy a intentar…" – me puse nerviosa, nunca en mi vida había trabajado. Manuel me miró y puso un gesto extraño de decepción. – "Lo haré." – sonrió y me sentí confiada.

"¡Vamos! Tenemos mucho trabajo."

..

Carolina entró por la puerta de la pequeña casa. Todo estaba en silencio y solo se veía una pequeña luz al fondo. Se quitó los zapatos y dejó el bolso sobre el sofá. Se acercó a la habitación donde Murphy estaba escuchando música con los ojos cerrados y una copa en la mano.

Siguió caminando de puntillas para no asustarla y la observó un rato en silencio. No tenía la misma cara de preocupación que hacía unos días, pero se notaba un cierto aire de tristeza en su gesto. No podía enfadarse con aquella mujer. Aunque poco, algo si la conocía y eso le impedía prejuzgar sus actos. Sabía que no quería hacerle daño… aunque si lo hiciera.

Apoyó sus manos en los reposabrazos del sillón y le sopló suavemente. Murphy abrió los ojos y se alegró mucho de verla. Carolina se agachó y la besó en los labios. Murphy la agarró por la cintura y la sentó en su regazo para abrazarla. Se sorprendió al darse cuenta de que la había echado de menos.

Se separaron un momento y se miraron a los ojos. Fue como si se miraran por primera vez, como si acabaran de descubrirse. Murphy se había enamorado de nuevo sin darse cuenta. Carolina estaba dispuesta a luchar contra un fantasma para conseguir a la mujer que quería. Las dos decidieron luchar por estar juntas a pesar de todo.

Murphy rompió a llorar atemorizada por los recuerdos de su dolor, por un futuro incierto, por el qué pasará. Carolina acarició su cara, secó sus lágrimas con besos y le susurró un te quiero al oído.

Se dejaron llevar por las sensaciones, como si un brebaje mágico las hubiese embriagado. Empezaron a besarse con una intensidad inusitada, como si aquella fuese la primera vez que lo hacían. Se sintieron como adolescentes que quieren cometer el pecado carnal para demostrarse lo que eran capaces de hacer.

Murphy la tomó de la mano y la condujo a su habitación. Por el camino se iban desnudando, besándose como durante aquella primera vez en casa de Carolina. La empujó sobre la cama y se puso encima de ella. Se quitó la camiseta y también se la quitó a su amante.

Volvieron a besarse mientras las lágrimas mojaban sus caras. Ninguna de las dos sabía si eran de felicidad, de tristeza, de adiós, de bienvenida… la emoción las embargó. Ambas eran conscientes de que tenían una gran lucha por delante y las dos querían demostrarse que lo querían intentar. Apostaron al perdedor para darle fuerzas para ganar.

Murphy acarició los pechos de Carolina y esta llenó sus pulmones de aire para darle la bienvenida. Sentía sus dientes en su cuello y sintió el placer de esas caricias. Cuantas veces había escuchado historias sobre Murphy, historias que hablaban de una mujer fría que solo utilizaba a las mujeres para el sexo. Pero la Murphy que la acariciaba poco tenía que ver con aquello.

Sin más preámbulos, Murphy desabrochó su pantalón y coló su mano por debajo de la tela. Quería sentirse segura, quería sentir que Carolina la seguía deseando, que no se iba a apartar de su lado a pesar de conocer su historia. Sintió en sus dedos la humedad de aquella mujer, vio como cerraba sus ojos y se retorcía buscando oxígeno con su boca, como la rodeaba de nuevo con sus brazos y la aprisionaba contra su pecho.

Acarició su clítoris suavemente hasta que lo sintió tan hinchado que pensó que iba a estallar. Carolina la empujó, no quería acabar tan pronto. Se sentó en el borde de la cama mientras Murphy la miraba de pie con una sombra de duda en los ojos. Carolina la agarró por la cintura del pantalón y la atrajo hacia si.

La tela que la cubría fue sustituida por la lengua de la amante amada por aquella noche. Murphy dejó de tener miedo, de ver ese velo negro que estaba empeñado en envolverlo todo. Solo podía sentir aquella lengua dándole un placer que no creía merecido. Sus piernas ya no aguantaban la tensión de mantenerla en pie y Carolina se incorporó y la abrazó con fuerza.

"Agárrate fuerte a mí, yo no te dejaré caer…"

Murphy la abrazó con tanta fuerza que, por un momento, ambas se quedaron sin aire. Dejó caer su cabeza cuando sintió dos dedos invasores en su interior. Carolina la tenía firmemente sujeta por la espalda, sentía como sus pechos estaban pegados, como en una habitación tan grande solo había sitio para dos personas en el mismo metro cuadrado. Dirigió su mano a la entrepierna de su amante, de su nuevo amor, de su amiga y compañera. Sintió de nuevo los líquidos primeros empapando su mano y escuchó el gemido apagado de Carolina.

Pararon un momento y se miraron a esos nuevos ojos con los que se miraban. En los ojos de Carolina no había reproche y su boca alumbraba una increíble sonrisa. En los de Murphy ya no se reflejaba aquella oscura sombra, brillaban como nunca antes lo habían hecho.

Sin querer evitarlo siguieron dándose placer, despacio, sin estropear el momento en el que los cuerpos dicen lo que las palabras no consiguen. Murphy agachó la cabeza y apoyó su frente en los labios de Carolina. Aquel simple gesto consiguió que la parte que ocupaba Lola en su cabeza se hiciese un poco más pequeña.

Sus pieles se quemaban, sus pechos se acariciaban, sus bocas sembraban de besos todo lo que podían encontrar, los dedos juguetones no dejaban de buscar el conocido placer de la vagina de la otra. El momento físico, carnal, donde se confunden los sudores, los olores, los sabores. Donde se crea un único ser tan inolvidable como efímero.

Las dos mujeres, de pie, encerradas en un abrazo, acariciándose con fuerza, con la seguridad que no tenían, buscando oxígeno en un suspiro, regalándose la una a la otra el simple y básico placer del cuerpo, unidas por la espiritualidad del un mismo nirvana.

Carolina tensó su cuerpo y su respiración se agitó. Murphy apuró su ritmo sintiendo que no podía aguantar más. Carolina dejó caer su cabeza y proyectó al techo un profundo gemido. Murphy la sujetó, jadeando en silencio por la descarga de placer que inundaba su cuerpo. Casi al mismo tiempo se dejaron caer sobre la cama, recuperando el aliento perdido.

Se miraron y sonrieron. Era la primera vez que se sentían tan unidas, tan cómplices. Por primera vez se dieron cuenta de que había algo que las atraía, que las equilibraba. Vieron que estaban viviendo un drama que no había hecho más que empezar, pero sabían que merecía la pena pasarlo. No sabían como acabaría aquello, pero estaban seguras de que aquel maravilloso sentimiento que se había creado entre ambas, no se rompería nunca.

"Aunque no te lo creas, eres la mujer de mi vida." – Murphy se sorprendió diciendo esto en voz alta, pero era lo que sentía. Carolina le sonrió incrédula, pero adulada por la sinceridad que vio en aquellos ojos verdes.

"Estás como una cabra." – Carolina la besó en los labios y acarició su cara. – "No se que voy a hacer contigo."

"No me pidas que me vaya." – Murphy se estaba abriendo por primera vez en muchos años y estaba asustada.

"No podría hacerlo…" – Carolina la besó de nuevo y se dio cuenta de que había entrado en su vida. Sonrió y le guiñó un ojo. – "Esta casa es tuya." – Murphy se rió y la abrazó con fuerza.

..

"Buenos días pequeña… vaya, ya estás despierta…" – Carolina me miraba desde el umbral de la puerta.

"Buenos días Carol. Si, me he despertado un poco antes para estudiar. ¿Cuándo has llegado? Pensé que no vendrías hasta mañana."

"Y no iba a venir… pero tenía muchas ganas de ver a Murphy." – me sonrió y me guiñó un ojo.

"Carol… siento mucho mi comportamiento de los otros días…" – me ruboricé. Ella también había sido paciente y me sentía mal por mi actitud de niña consentida. Se acercó a mí y me acarició la cabeza.

"A mi no me tienes que pedir disculpas." – me besó en la frente y me sentí bien. – "¿Quieres que te eche una mano?"

"¿Me prestas tu cerebro para poder acordarme de todo esto?" - Carolina rió y se sentó a mi lado. Comenzamos por ordenar mis apuntes y organizar las materias.

"Pero chiquilla, ¿Cuántas te han quedado?"

"Muchas…" – me agobié – "No se que voy a hacer… mi madre me ha dicho que si no paso de curso me mandará a un internado."

"A lo mejor no es tan malo."

"¿Cómo no va a ser malo?" – me entraron ganas de llorar.

Pero Carolina no dejó que lo hiciera. Organizó los apuntes en el suelo, haciendo un montón de cada una. Luego me miró y sonrió. Casi me da un infarto cuando vi esa cantidad de folios que tenía que meter en mi cabeza. Ya casi me podía ver en un internado vistiendo uno de esos horrorosos uniformes.

Agarró el montón de matemáticas y lo trajo hasta la mesa. Las mates me gustaban. Cuando estaba papá siempre me ayudaba con esta asignatura, pero después le cogí manía y dejaron de gustarme.

Empecé a rellenar el cuestionario y, cuando dudaba de algo, Carol se acercaba para explicármelo tranquilamente hasta que conseguía entenderlo y, cuando me quise dar cuenta, había estado haciendo ejercicios de más de la mitad del temario… me sentí feliz y Carol me abrazó.

"Ves como no es para tanto. Eres una chica muy lista…" – me miró con ternura. – "Creo que, si sigues así, podrás aprobar las nueve asignaturas."

Me puse muy contenta. Hacía mucho tiempo que nadie me daba tanto valor. Sentí muchas ganas de intentarlo, me sentí capaz de pasar de curso

La noche anterior, cuando había ido al bar a echar una mano, Manuel también me había felicitado por el trabajo. "Para no tener ni idea te las apañas bastante bien." Me había dicho. Murphy también se había puesto muy contenta de verme allí.

Cuando acabamos la jornada me quedé con Manuel y con Silvia en la cocina. Queríamos preparar algo de comer. Ellos eran algo mayores que yo y sabían muchísimas cosas. Silvia había decidido cocinar algo especial para nosotros (más bien para Manuel) y me había quedado asombrada de cómo explicaba la composición del plato. Manu, después de ver la preparación y oler aquel extraordinario aroma, se fue a la cafetería y preparó una mesa para los tres y puso en medio una botella de vino.

Nos sentamos allí y Manu nos sirvió la cena, abrió la botella de vino y nos explicó sus características. Probé la comida y me pareció increíble como aquella muchacha había sido capaz de crear un alimento tan delicioso. Tomé un poco de vino porque me insistieron en que lo probara también como acompañamiento del plato y sentí como el cerebro se me llenaba de placer. En aquel momento sentí mucha vergüenza por mi ignorancia. Ellos no eran mucho mayores que yo y sabían un montón de cosas. Yo no sabía nada… y me habían quedado nueve.

"¡Vaya! ¡Que bonito!" – Murphy estaba de pie junto a la puerta sonriendo con una cámara de fotos en la mano.

"¿Necesitas que te echemos una mano?" – Carolina se dirigió a ella, la abrazó y la besó.

"No, ya hemos acabado de dar los desayunos. Venía a secuestrar a Noa para ir a dar un paseo. ¿Estás estudiando?"

"¡Si! Carol es muy buena explicando matemáticas… ¡hemos avanzado un montón!" – grité yo enseñándole el test que lucía un flamante siete de nota. Murphy se acercó a mí y miró aquel examen. Me sonrió ampliamente y me abrazó.

"Bueno, como veo que sobro…"

"Tú nunca sobras, cariño." – Carol la abrazó de nuevo y la besó. Yo las miré sonriendo, me gustaba verlas juntas… me sonrojé pensando en lo que había visto unas noches atrás, aquella escena tan maravillosa.

"Carol, nena, que hay menores delante…"

"¡No soy tan pequeña!"

"Cierto, cierto…" – Murphy sonrió de manera extraña y me miró. – "El día que la fui a buscar estaba dándolo todo con una chica en el portal de su casa." – En aquel momento si que me sonrojé… era cierto, Murphy me había pillado con Isa.

"Vaya, vaya…" – Carolina me miró y sonrió también. – "Así que tienes novia..."

"¡Isa no es mi novia!" – sentí como me ardían las mejillas. – "Además, creo que ahora está con otra…"

"Pues vaya estúpida… no sabe lo que se pierde. Bueno, cariños, voy a prepararos un buen y nutritivo desayuno para vuestras mentes pensantes."

Carol la acompañó y yo me quedé allí ordenando los apuntes de literatura para cambiar un poco de asignatura. Pero mi cabeza estaba ocupada con un extraño sentimiento… como de tristeza. Cuando me vine para aquí le mandé un mensaje a Isa contándole lo que me había pasado. Ella me dijo que no me preocupara, que todavía quedaba mucho verano y que lo sentía.

Pero, dos días después, Yoli me llamó para decirme que la había visto con la prima de Chus. Esos habían sido de los pocos mensajes que me habían enviado "mis amigos", como si en una semana y media ya me hubiesen olvidado.

Odiaba a mamá. Ella había sido la culpable de todo. No es que no estuviera a gusto con Murphy, pero ella había decidido alejarme de todo lo que conocía y eso no era justo. Lo hizo para poder irse, para alejarse de mí. Papá nunca lo habría hecho

"Bueno, pequeñuela, tengo una buena noticia." – Carol se sentó a mi lado y me miró. – "En tres noches vamos a hacer una fiesta y van a venir unos amigos de Murphy a amenizarla con música en directo."

"¡Eso es genial!"

Seguimos estudiando unas cuantas horas más y, después de comer salí con Murphy a dar nuestro paseo. Comenzamos a caminar por los casi intransitables senderos de aquel bello y frondoso bosque. Me gustaba escuchar el sonido del agua fluyendo, aunque no supiera de donde venía. Siempre cantaba alguna canción y conseguía hacer más grande la curiosidad que sentía por ella y por su vida.

"Murphy… la chica de la que me hablabas ayer… ¿era Carol?"

"No, no era Carol. A Carol la conocí después."

"Ya… ¿has tenido muchas parejas?"

"No… la verdad es que mi relación más larga es la que estoy teniendo ahora." – Murphy me sonrió. – "¿Tú has tenido muchas parejas?" – me puse muy colorada.

"No… de hecho… bueno… Isa me dio mi primer beso." – me sentí mal al recordar a Isa… y no me gustaba esa sensación.

"Vaya… y ahora está con otra…"

"Si, pero no me importa." – quería hacerme la dura pero creo que Murphy se dio cuenta de que mentía. Nos quedamos un rato en silencio. – "Ayer, cuando me contaste la historia esa, me dijiste que recordabas un amor que creías olvidado… pero si Carol es la relación más larga que has tenido…"

"Bueno, que no fuera mi pareja no quiere decir que no pudiese estar enamorada de aquella chica."

"No lo entiendo…"

"No es algo que se pueda entender… el amor es tan sencillo como complicado."

"Y, cuando decidiste saltar…" – sabía que aquellas palabras significaban más que el mero hecho de tirarse al agua desde aquella piedra. Murphy sonrió y me miró de nuevo.

"Aquella chica era mi mejor amiga. Estábamos siempre juntas y compartíamos cientos de confidencias. Era muy guapa y tenía unos ojos preciosos… como tú." – me acarició la cara y le sonreí. – "Yo la quería muchísimo y no podía dejar de pensar en ella… un día nos acostamos…" – Murphy cerró los ojos y tomó aire. – "y luego me alejó de su vida."

"¿Por qué?" – Murphy me rodeó con su brazo y continuamos con nuestro paseo.

"No quieras saber toda la historia en un solo día…"

"Pero es que sigo sin entender por qué se le da tanta importancia al amor…"

"Debilidad es la que siento por tus labios,

Por tus ojos por tus manos,

Debilidad tengo cuando me miras

Y paralizas mi mundo,

Cuando por un solo gesto

Haces latir mi corazón.

Debilidad tengo cuando pasas por mi lado

Cuando dejas a tu paso

Tu esencia de mujer.

Debilidad tengo cuando dices mi nombre,

Cuando en cada instante

Escucho el eco de tu voz

Debilidad tengo cuando creo

Que en algún momento

Me dirás te amo." – Murphy siguió caminando, paladeando cada una de las sílabas, como si aquel momento fuese suyo nada más.

Me quedé pensando en aquellas palabras, aquel poema que alguien llamado Rulito había escrito y que Murphy me había confesado haberse aprendido de memoria con solo leerlo una vez. Otra mujer que, como ella, también se había enamorado y fue capaz de plasmar en unas pocas líneas algo que todos dicen que es el sentimiento más profundo.

No entendía lo que era el amor porque nunca lo había sentido, pero me di cuenta de que casi todas las cosas que me gustan están basadas en él. Incluso el recuerdo de Isa… aunque no era comparable a aquel bello poema. Isa me hizo sentir cosas muy bonitas, agradables… no se, aquella tarde, aquellos besos… pero también me hacía sentir mal porque… porque no podía estar con ella.

Recordarla me hizo volver a sentir mariposas en mi estómago, mis músculos no querían responder… recordé su manera de mirarme, de sonreírme, sus manos en mi cintura… y sus dulces labios, el sabor de su boca, su olor

"Isa…" – suspiré profundamente. Levanté la cabeza resignada y Murphy me estaba mirando sonriente. – "Sabes, creo que todo esto es demasiado complicado para mí. No se me da demasiado bien pensar."

"Pues no pienses y relájate. Todavía te quedan muchos años para descubrir la que será tu gran debilidad." – me tendió la mano para que me levantara de la roca en la que me había sentado. – "Se lo que es tener tu edad."

  • Canción popular gallega: quiero decir y no digo/y estoy sin decir diciendo/quiero querer y no quiero/y estoy sin querer queriendo/ Y si digo, digo bien/y si no digo también/que no quiere mi corazón/llevarse mal con nadie.

** Poema titulado "Debilidad": Muchísimas gracias Rulito.