La hija de Lola 2

La experiencia es una cosa que no tienes hasta después de haberla necesitado...

La hija de Lola II

Me lo estaba pasando genial. Estábamos todos juntos el la plaza hablando y jugando. Ya no lo hacíamos con muñecas y balones, como cuando éramos niños, ahora lo hacíamos entre nosotros, con nuestros cuerpos. Nos estábamos descubriendo, empezábamos a sentir cosas que eran desconocidas y nuevas.

Los más atrevidos iban poniéndole notas cada vez más picantes a los juegos y, a medida que la cosa se iba calentando, se iba reduciendo el grupo. Cada vez se iba notando más la atracción que sentía Yoli por Jorge, o la tonta de Chus por el desesperado de Kevin.

En aquel momento yo estaba por una duda. Había una chica a la que a penas conocía, creo que prima de Juan… una chica que se había fijado en mí. Y yo había reparado en ella. Se pasó toda la tarde sonriendo y hablando con todos. Participaba activamente en todos los juegos y se atrevía con todos los retos que le imponían.

Pero cuando me miraba, su gesto cambiaba. Su sonrisa era distinta y su mirada… era como si me hablara, como si me dijera cosas que yo quería escuchar. Pero no entendía nada de lo que me quería decir porque nunca nadie me lo había dicho antes. Me sentía extraña… como si un millón de hormigas estuviesen recorriendo mi cuerpo… mucho peor que cuando tienes mucha hambre.

Sentí curiosidad por saber de que se trataba. Me lo estaba pasando bien y mis amigos insistían en que me quedara. Mamá y yo habíamos discutido otra vez porque yo no estaba haciendo nada por intentar pasar de curso. Sacó otra vez a relucir que había suspendido nueve y que acabaría siendo una choni como mi amiga Lorena. ¿Qué se cree esa estúpida? ¿Piensa que por haberme tenido con diecisiete años ya me conoce? ¡Hasta amenazó con llevarme a no se donde un mes para irse a Buenos Aires! Últimamente está muy ocupada con su trabajo por no se qué movida de un ascenso. Joder con la tía, se debe querer hacer de oro... ¡pero si ahora ya vivimos bien!

Cuando vivía papá era diferente. Me gustaba mucho estar con él y a él mi compañía. Le contaba todas las cosas que me pasaban y luego él se las decía a mamá… y después nos íbamos los tres a cenar a algún sitio. Mamá antes lo hacía. De vez en cuando me llevaba a cenar fuera, pero yo nunca le contaba mis cosas porque nunca lo había hecho. Siempre había estado papá para hacerlo.

El juego seguía avanzando y la cosa se ponía cada vez más interesante. Algunos ya se habían dado algún que otro beso y otros se habían sentado al lado de los que les interesaban. E Isa se sentó a mi lado y yo me puse muy nerviosa. Me sonrojé tanto que mis amigos se rieron de mí y decían que nunca me habían visto tan colorada. Y todavía me puse más roja.

La miré y ella me regaló una sonrisa que hizo que mi pulso acelerara. No entendía lo que me estaba pasando. Me sentía muy extraña, como si todo mi cuerpo estuviese hecho de gelatina y no sabía que hacer. Isa acarició mi mano y sentí un escalofrío. Sentí como se me erizaba la piel. Quería reír y quería llorar al mismo tiempo

Le tocó el turno de mandar a Juan y comenzamos una nueva partida. Me tocó elegir la primera papeleta y se la dí.

"¡Beso! Bien, bien… como yo mando pues…" – Juan me miraba y se reía y me sentía cabreada, intranquila, atacada, inexperta. – "Dale un beso…"

"¡En la boca!" – Gritaron Jorge y Cristina.

"Si, eso, que a Noa casi no le ha tocado movimiento." – Dijo Yoli masticando ruidosamente su chicle.

"¡Silencio, coño! ¡Ya se lo que tengo que hacer! Noa… le vas a dar un pico… ¡a Isa!"

Tuve que respirar profundamente, necesitaba llenar mis pulmones. El pulso se me había acelerado y ahora si que estaba roja. Giré la cabeza, la miré y, sin pensarlo demasiado, me acerqué y sentí aquellos suaves labios. Me aparté enseguida, pero sentía como ardían los míos, como se me secaba la boca, como me habían hipnotizado aquellos ojos castaños, como no podía apartar los míos.

De repente me sentí cohibida y aparté la mirada. No sabía que era lo que me estaba pasando, pero no lograba aguantar su mirada. Sentí como acariciaba mi mano de nuevo y otro escalofrío me recorrió.

Mi móvil comenzó a sonar y vi que era mamá. Corté la llamada. Sabía que si contestaba me gritaría de nuevo. Papá nunca lo hacía… nunca me gritaba. Él siempre me dejaba quedarme un poco más. Ojala no hubiese tenido aquel horrible accidente. Me entró el bajón y ya no me apetecía seguir jugando.

Mamá siempre consigue cortarme el rollo. A veces me da la sensación de que tiene poderes y, cuando sabe que me estoy divirtiendo, aparece para fastidiarme la fiesta. Me levanté y les dije a mis amigos que me iba.

"¿Quieres que te acompañe?" – me dijo Isa bajando la voz y mirándome a los ojos.

"No es necesario… conozco el camino." – me puse nerviosa otra vez. Me sentía avergonzada.

"¿Seguro?"

Yo sonreí. Mi corazón latía a un millón de pulsaciones por minuto. Ella también sonreía. Me giré y comencé a andar. Ella me siguió y comenzó a caminar a mi lado. Yo iba mirando al suelo. No se por qué me puse así, no era capaz de hablar. Cuando la miraba solo me salía sonreír. Me sentía contenta por su compañía… y no encontraba motivos para aquello.

"¿Dónde vives?" – me estaba mirando y sentí un nudo en el pecho y casi no podía respirar.

"Dos calles más arriba. Está cerca." – tuve que apartar la mirada, no era capaz de pensar, hablar y respirar si veía sus ojos castaños.

Isa me cogió de la mano. Pensé que me iba a dar un infarto. Sentí algo muy difícil de describir… estaba tan contenta que me dolía el estómago… aunque tampoco era dolor… era como una molestia… no se como definirlo. Solo se que comenzamos a caminar más despacio y ella también permaneció en silencio. De vez en cuando nos mirábamos y podía ver sus dientes a través de su sonrisa.

Cuando tan solo quedaban unos metros para llegar a mi casa ella comenzó a mirar a un lado y a otro buscando algo. Sonrió, me miró de nuevo.

"Ven…" – cruzó la calle y me arrastró hacia el callejón que lleva al museo.

El corazón se me aceleró, no sabía por qué me llevaba allí. No estaba asustada… bueno, un poco si… la cuestión es que me dejé llevar de manera inconsciente. Se me escapó una risita nerviosa cuando nos adentramos en él, como si fuésemos a hacer algo que no se puede hacer. Isa se detuvo y yo la miré. Se acercó a mí y me tomó de la cintura empujándome hacia la pared del callejón.

Un montón de hormigas inquietas me corrían por dentro. Mi espalda estaba pegada a la fría piedra y ella se acercó a mí pegando la punta de su nariz a la mía. Ambas sonreíamos y yo cada vez estaba más nerviosa y expectante. Ahora si sabía lo que iba a pasar y, al contrario que cuando lo había intentado Jacobo, esta vez si tenía ganas de que pasara.

Isa me besó con suavidad, de una manera tan dulce que los ojos se me cerraron solos. Sentía caricias en mis labios y las piernas me temblaban. Era como si no existiera otra cosa en el mundo que aquel beso. Rodeé su cuello con mis brazos, no quería que aquel momento acabara. Sentí como la punta de su lengua jugueteaba con mi boca y la mía salió a su encuentro.

Siempre había pensado que ese tipo de besos eran un asco. Había visto a mis amigas besarse con algunos chicos y me resultaba bastante desagradable ver esas babas… pero este era diferente. Isa me besaba de una manera tan… quería que siguiera así toda la noche. Creo que nos pasamos quince minutos sin separar nuestras bocas y mi móvil volvió a sonar de nuevo para interrumpir aquello tan nuevo y tan increíble.

"Es mi madre de nuevo… me tengo que ir. Seguro que tengo bronca cuando llegue." – ella me miraba y se acercó para besarme de nuevo.

"Me gustaría que te quedaras un poco más." – me dijo entre besos.

"Y a mi quedarme… pero no puedo." – metió la mano en mi bolsillo y sacó mi móvil.

"Este es mi número de teléfono. ¿Por qué no me mandas un mensaje y quedamos mañana?" – le dio al botón de llamada y se hizo una llamada perdida para quedarse con mi número.

"Claro, me encantaría…" – fue cuando me acerqué yo y la besé. No podía dejar de hacerlo, quería irme a casa con un buen sabor de boca y lo estaba consiguiendo.

Me acompañó hasta la puerta, íbamos tomadas de la mano y yo me sentía muy feliz. Ya no estaba tan nerviosa, pero las cosquillas seguían estando allí. Nos lanzábamos miradas furtivas y, cuando abrí la puerta del portal, me dio un pequeño empujón hacia dentro y me besó de nuevo. Fue una de las mejores sensaciones de mi vida, a pesar de que no fue tan suave como al principio, aquel beso todavía me quema.

"¿Noa?"

Nos separamos del susto. Una mujer me miraba bastante seria con cara de sorpresa. No era ninguna de mis vecinas. El corazón me latía a mil por hora, me acababan de pillar morreándome en el portal de mi casa. A una chica. A Isa.

"Bueno… yo me tengo que ir… uff, es muy tarde." – Isa miró el reloj y, muy colorada, se dio la vuelta y salió por la puerta casi como un cohete. Se quedó fuera parada y me miró un poco nerviosa, con su bonita sonrisa. – "Llámame mañana, ¿vale?" – me guiñó un ojo y se marchó.

"Me llamo Murphy, soy amiga de tu madre." – la mujer me miraba como si me conociera. Con expresión de sorpresa. Me extrañaba aquella visita a aquellas horas.

"Ah, vale." – mi madre se había vuelto completamente loca. Me dirigí al ascensor y ella me siguió. Pulsé el botón y la puerta se cerró. Había una tensión incómoda. Yo no sabía por qué estaba esa tía ahí.

La puerta se abrió y salí disparada para entrar en mi casa. Vi luz por debajo de la puerta y agradecí que aquella desconocida estuviera detrás de mí. Al menos mi madre no me gritaría delante de ella. Metí la llave en la cerradura y mamá abrió la puerta. Estaba muy roja y tenía los ojos hinchados. Me miró muy seria y, cuando entré, me agarró del brazo.

"Tú espera un momento. Hola Murphy." – la miró y le sonrió. La amiga le guiñó un ojo y avanzó unos pasos. – "Por favor, pasa al salón, en seguida voy." – se acercó a ella, le dio un beso en la mejilla y desapareció por la puerta del salón.

"Suéltame." – intento apartarme de mi madre. Me está agarrando con fuerza y me hace daño.

"Te he llamado dos veces al móvil y no me has contestado."

"Me lo estaba pasando bien, ¿qué te importa?"

"Me ha llamado tu profesora de clases particulares y me ha dicho que hoy tampoco has ido, que si estabas enferma."

"Es una estúpida… además, no necesito una profesora para…"

"¡Deja de poner excusas! ¡Estoy harta!"

"¡Yo si que estoy harta! ¡Todo lo que hago está mal para ti!"

"Será porque está mal todo lo que haces… ¡¿Sabes lo que me cuesta…?!"

"¡Ya, claro, ahora hazte la víctima! ¡Si quieres yo también se gritar!" – le di un empujón. Noté como mamá se ponía tensa, como cerraba los puños y los ojos y apretaba la mandíbula. Nunca había visto así. – "Si papá estuviese aquí seguro que me defendería de ti, ¡bruja!" - ¡Zas!... la mejilla me ardía, el corazón comenzó a latirme a doscientas pulsaciones por minuto. Miré a mi madre y vi como las lágrimas rodaban por sus mejillas.

"Ve a tu cuarto y haz la maleta. Pasado mañana salgo a Buenos Aires y tú te quedarás con Murphy."

"Mamá..." – me eché a llorar. Me duele lo que me dice, me duele el tono, me duele la cara. La he cagado.

"Estoy cansada Noa… la decisión está tomada y solo espero que te sepas comportar. Le he dicho que, si no te ve estudiando, te ponga a trabajar. No te pienso pagar las vacaciones. Si te interesa aprobar, ya sabes lo que te toca. Y, si no… el próximo año estudiarás en un internado. Y ahora ve a preparar la maleta."

"Mamá, por favor…" – me sentí desesperada. Nunca había visto así a mamá. Tenía miedo, me estaba diciendo cosas horribles… me las merecía, si, pero no quería… - "perdóname… no lo volveré a hacer…" – lloraba sin parar, hasta me faltaba el aire. No me podía creer que me estuviese diciendo eso… no me lo podía hacer.

"Te he dicho que te vayas a hacer la maleta. Te están esperando."

"Mamá…"

"¡Vete ya!"

.....

Murphy sintió un pinchazo en el pecho cuando escuchó aquellas palabras. Fue como si su memoria le hubiese jugado una mala pasada y se sintió como si tuviese diecisiete años y no entendiera nada de lo que estaba ocurriendo. Si algo le sorprendía de Lola era lo fría que llegaba a ser a veces.

Entró en la sala de estar con el semblante serio. Murphy se puso de pie, la miró a los ojos, ella le respondió a la mirada y rompió a llorar como una niña. Se sentía terriblemente mal por haber abofeteado a su hija. Le había dolido más a ella… estaba segura. Pero no la soportaba ya. Necesitaba descansar.

"Has sido un poco dura, ¿no?"

"Por favor, no me martirices… ya tengo bastante castigo…" – Lola escondió su cara en el pecho de su amiga.

"Tranquila, pequeña, todo va a salir bien." – Murphy acarició su cara y Lola le respondió mirándola y acercándose a sus labios. Pero se encontró con una mejilla.

"Te agradezco que hayas venido. No se como te lo voy a agradecer…" – titubeó por un momento, se apartó de Murphy y se dejó caer en el sofá. – "No estoy segura de que sea una buena idea… creo que me debería quedar aquí con ella… es demasiada responsabilidad para ti…"

"Lola, en serio, olvídate de Noa y piensa en ti. Yo me encargaré de ella y estaremos bien."

"¿Has visto lo que ha pasado esta noche? Se me ha escapado de las manos y no entiendo como ha pasado. Tiene dieciséis años y ha llegado a las dos y media de la madrugada. ¡Y es martes!"

"Lola, tú y yo no somos las más indicadas para criticar ese comportamiento…"

"Es mi hija Murphy, ¿no lo entiendes?"

"Si, lo entiendo. Pero también es una chica llamada Noa que tiene su propia personalidad…"

"Cállate…" – se llevó una mano a la frente. – "me duele mucho la cabeza. Si quieres puedes quedarte a dormir y os marcháis mañana por la mañana."

"No puedo. Dentro de unas horas tengo que estar en la cocina preparando los desayunos… y Carolina nos espera."

"Si… Carolina." – Lola se sintió atravesada por un escalofrío de tristeza. – "Tu novia." – Murphy bajó la vista y respiró hondo. – "Bueno… una que te ha cazado…" – hubo un tenso silencio y aquella habitación encogió. – "¿Qué tal os va?"

"Bien... me cuida mucho…" – no quería mentirle pero tampoco podía decirle que desde que recibió su llamada diciendo que la iba a visitar se había vuelto insoportable.

"¿La quieres?"

Murphy se quedó en silencio. No se sentía cómoda hablando con Lola de Carolina. No podía compararlas. El sentimiento no era el mismo. Carolina era buena persona y le atraía físicamente. Si, estaba con ella por comodidad, pero eso no quería decir que no la quisiera. Aunque no la quería como había querido a Lola.

Lola significaba otra cosa.

Una pasión adolescente que todavía perduraba. Solo necesitaba asomarse para volver el mundo de Murphy patas arriba y lo sabía, pero no podía evitar acercarse porque, a pesar de los años, la echaba de menos. Siempre lo había hecho. Javi la había hecho muy feliz, pero nunca llegó a llenarla como la había llenado Murphy la última noche que estuvieron juntas.

Noa apareció arrastrando una gran maleta con los ojos inflados. Seguía llorando aunque intentaba mantener su gesto serio. Las dos mujeres se levantaron y se dirigieron a la puerta. Lola abrió y Noa salió sin mirarla y llamó al ascensor. Murphy se acercó a Lola.

"Todo va a salir bien, no te preocupes." – la tomó de la cintura y la llevó hasta aquel pequeño habitáculo.

"Nos vemos en un mes… te echaré de menos."

"Seguro…" – la puerta se cerró y Noa rompió a llorar de nuevo.

Lola entró en su casa y se derrumbó contra la puerta. Estaba destrozada… no podía más, sentía como si su cuerpo estuviese partido en mil pedazos. Ella también volvió a tener diecisiete años y recordó a aquella otra niña que la llamaba y le mandaba cartas a pesar de que le había pedido que no lo hiciera.

Después de un tiempo dejó de hacerlo. Se enteró de que Murphy se había ido quince días antes a la universidad. Le dijo a su madre que quería ir conociendo la zona. Pero Lola sabía que había sido por ella. No fue capaz de decirle que estaba embarazada, ni siquiera le dijo que se iba a casar… no quería hacerlo pero pensó que sería lo mejor para todos.

No estaba preparada para el sentimiento que le despertaba Murphy, pero tampoco podía prescindir de él. Tampoco se sentía preparada para ser la madre de una adolescente. Se sentía impotente mientras en ella crecía un sentimiento desagradable que no correspondía con lo que se supone que una madre debe sentir. Y eso la agobiaba.

Pero, como le había dicho su buena amiga, ya era hora de pensar un poco en ella y aprovechar aquella oportunidad. Tal vez les vendría bien aquella separación.

Subí a aquel gran coche con aquella desconocida. No me apetecía hablar. Estaba muy triste y solo tenía ganas de llorar. Mamá lo había exagerado todo demasiado. ¿Cómo se le había ocurrido mandarme a…?

Ni siquiera sabía a donde iba. Solo sabía que estaría allí un mes. La noche era clara, una preciosa noche de verano. La noche de mi primer beso… y la recordaría como la noche en la que mi propia madre me echó de casa alejándome de todo lo que conocía… de mis amigos… de Isa

A penas la conocía, pero no podía dejar de pensar en ella, en sus ojos, en su boca… en los besos que todavía quemaban mis labios. Me sentía confusa y no sabía que era lo que me pasaba. Me sentía intranquila, cansada, triste… pero también me sentía extraña por lo que me había pasado antes de llegar a casa.

También estaba intranquila, pero eran unos nervios diferentes, algo que nunca había sentido antes. Era una agradable sensación de cosquilleo en el vientre que hacía que todo mi cuerpo se relajara. No sentía necesidad de protegerme. Quería sentir sus manos porque sabía que eso me gustaría. Quería sentir su cuerpo porque me gustaba el tacto de su piel… porque hacía que ese cosquilleo aumentara.

En aquel momento me sentía… frustrada. Con una horrible sensación de incomodidad. Como si mi cuerpo y mi mente fueran por separado. Por una parte estaba todo eso que nunca había sentido, esas sensaciones nuevas en mi cuerpo, un dejarme llevar sin pensar en lo que hacía porque sabía que estaba bien, lo sentía así. Y, por otra parte, el dolor que me estaba produciendo ese viaje, la soledad de estar acompañada por una mujer de nombre extraño que se la llevaba a un presidio aislado de todo lo que ella conocía para pasar allí medio verano.

"¿Por qué lloras?" - Me sorprendió aquella pregunta.

Llevábamos en silencio más de veinte minutos. La miré fijamente, no se que cara le puse, estaba demasiado triste para pensar. Volví a girar la cabeza y la apoyé de nuevo en el cristal.

"Te he preguntado que por qué lloras..." – dijo subiendo el tono de voz. – "Vaya, tú madre no me había dicho que eras sorda…" – me giré y la miré, ella miraba hacia delante con un gesto que me hizo sonreír por lo estúpido que resultaba.

"No te importa…" – sentí un pinchazo en el pecho y miré hacia abajo.

"Si me importa." – me miró un momento pero yo no correspondí. – "Vamos a convivir el próximo mes y me gustaría que fuese positivo para las dos."

"Pues, entonces, no te metas en mi vida y yo no me meteré en la tuya."

"Tú ya estás metida en mi vida." – me volvió a mirar y no vi enfado en sus ojos al decirlo. – "Yo lo he consentido y a ti te lo han impuesto." – Me guiñó un ojo y sonrió volviendo la vista hacia la carretera.

Ambas nos quedamos en silencio durante otro buen rato. No quería seguir pensando, me dolía la cabeza y necesitaba distraerme con algo. Pero no quería hablar… no quería contarle lo que me pasaba porque ni yo misma conseguía explicármelo. Estiró su mano y me dio un porta CDS.

"¿Te gusta la música?" – la miré y asentí. – "A veces, cuando no me apetece hablar, pongo música. Te parecerá una tontería, pero siempre busco una canción que ponerle a mis sentimientos. Busco aquella letra que es capaz de definirlo." – No entendía lo que me quería decir y la miré dubitativa. – "Cuando me siento mal, escucho las canciones y me doy cuenta de que no soy la única que lo siente. Me siento un poco menos sola."

"No conozco la mayoría de los nombres que tienes aquí…" – ella me miró y se quedó pensativa un rato.

"Pon ese que dice "varios inglés". Vamos a escuchar una de mis canciones favoritas." – empezó a darle al botón de búsqueda y luego sonrió. Me miró y me dijo… - " Somewhere over the rainbow "

Me gustó aquella suave melodía. Conocía la canción, pero nunca había escuchado esa versión cantada por una mujer. Era preciosa y me hizo sentir bien. Cerré los ojos y me dejé llevar por los instrumentos, fue como si me estuviesen meciendo, como si ya no estuviese en aquel coche

.......

"Vaya día más largo… no puedo más." – Murphy se deja caer en la silla de recepción. Carolina se sienta en su regazo y le acaricia el pelo.

"Para ti sobre todo. No has pegado ojo y te has pasado todo el día pendiente de la chiquilla." – Carolina la miraba con ternura, sabía que su novia tenía un corazón muy grande y no era capaz de decir que no. Se había metido en aquel lío por intentar ayudar a una amiga y se había encontrado con que la que necesitaba ayuda era la hija.

"Carol… siento mucho mi comportamiento de los últimos días." – Murphy se sentía mal. Le había hablado muy mal últimamente y ella le correspondía con aquel cariño. – "¿Te quedarás a dormir conmigo?" – la miró y, por primera vez en mucho tiempo, sintió algo cuando lo hizo.

"Claro que me quedo, tonta."

Carolina se levantó y ayudó a Murphy. Cerraron con llave la cafetería y se dirigieron a la pequeña casita de Murphy. La luz estaba encendida y Noa estaba sentada en el sofá viendo la televisión.

"Hola Noa. ¿Qué tal el día?" – Noa las miró y volvió la cabeza hacia el televisor. Murphy se acercó a Carolina y le habló al oído. – "Nos vemos ahora en la habitación." – Carolina le sonrió y le dio un beso en los labios.

"No tardes." – le dio una palmada en el trasero. – "Buenas noches, Noa."

"Buenas noches." – Dijo la cría mirando la caja tonta.

Murphy respiró hondo. Se sentía agotada, pero tenía que hablar con aquella chiquilla. Había dejado que se relajara durante todo el día porque no había dormido. Pero Lola había sido muy clara con respecto a eso. Murphy sabía lo que era ser una chica difícil y pensó que podría hacer algo. Se sentó a su lado en el sofá, le quitó el mando y apagó el televisor. Noa ni se inmutó, se quedo en silencio mirando al frente.

"Se que no quieres estar aquí, pero tu madre ha sido muy clara conmigo. O estudias o trabajas." – Noa seguía sin mirarla y cada vez tenía más cara de mosqueo. Murphy intuyó que se le podía venir una gorda encima. – "Escucha, yo no te voy a decir que es lo mejor para ti, deberías saberlo o intuirlo. Solo te digo que, en este momento tienes dos opciones y quiero que escojas una."

"¿Y si no me da la gana de hacer ninguna de las dos?" – Noa la miraba desafiante.

"Pues entonces me vería obligada a ponerte en la calle para que te buscases la vida."

"Mi madre y tú estáis locas. Se nota que venís de una generación de desequilibrados mentales." – a pesar de que Murphy estaba muy cansada no pudo evitar reír ante el comentario de la ingenua joven.

"A lo mejor tienes razón y somos unas desequilibradas… pero te tienes que aguantar porque eres menor de edad. Tu trabajo es obedecer a los mayores… hasta que te das cuenta de que siempre lo habrás hecho por y para ti." – Noa la miró extrañada. No había entendido bien lo que le quería decir. Se sintió atacada.

"¡Eso lo haré si me da la gana!"

"Baja la voz." – Murphy se puso muy seria y la miró con firmeza. – "Presta atención, Noa. Por ahora esta casa es solo mía. Te estoy dando la oportunidad de ser mi compañera de casa… pero si no lo quieres aceptar, no voy a permitir que tu comportamiento me afecte…"

"Yo por mi no estaría aquí…" – se levantó de malos modos y se marchó hacia el dormitorio.

"No he acabado." – Murphy la detuvo antes de que cruzara la puerta. – "Mañana te despertarás a las siete que es la misma hora a la que me despierto yo. Si quieres estudiar podrás hacerlo en un pequeño despacho que hay dentro del hotel. Y, si no quieres estudiar, te vendrás conmigo a la cocina."

"Y si no quiero." – Noa la estaba desafiando.

"Cogerás tus maletas y te irás como puedas." – dio media vuelta y se dirigió a su habitación. Sintió alivio de saber que no tendría que estar sola con aquella cría insolente… era igual que su madre.

Entró en el cuarto y empujó la puerta sin fuerzas. Se sentía agotada, solo pensaba en tirarse sobre aquella mullida cama y descansar durante unas horas. A penas conseguía mantener los ojos abiertos. Carolina estaba despierta y abrazó a Murphy cuando se tumbó en la cama.

"Espero que no tarde demasiado en aclimatarse. Creo que no hay demasiadas reservas estos días, así que podré prestarle un poco más de atención…"

"Deja de pensar en ella… ahora me toca a mí." – Carolina se pone sobre Murphy y la besa.

"¿Estás celosa?" – Murphy le sonríe. Está cansada, pero le resulta agradable la compañía.

"Un poco… ¿me vas a cambiar por una Lolita?"

"No." – Murphy se sintió culpable. No le había contado a Carolina su historia con Lola y no le había hecho gracia la broma de la "Lolita". Se creó un tenso silencio entre ambas. – "Estoy agotada…"

"Entonces relájate…" – Carolina se quitó el camisón y se agachó para besar a su novia.

Me quedé un rato en aquella habitación encerrada. No podía dormir, me sentía saturada. Quería salir de allí. Me sentía como una presa. Pensaba en mi madre y me entraban ganas de gritar. Ella estaba allí, pasándoselo en grande en Buenos Aires, mientras yo tenía que estar en este lugar apartado de cualquier diversión viendo pasar los días.

Comencé a sentir un gran nerviosismo en mi interior. No podía casi ni respirar. Tenía muchas ganas de llorar otra vez. Cogí una chaqueta para salir a tomar el aire. Necesitaba sentirme libre de cualquier atadura. Quería pensar en que no estaba en aquel lugar.

Abrí la puerta con mucho cuidado y, caminando de puntillas, recorrí aquel pequeño pasillo. Pero algo me hizo parar. La puerta del cuarto de Murphy estaba medio abierta. Juro que no quería mirar, pero la silueta de aquella mujer quitándose el camisón, descubriendo sus pechos, inclinándose sobre un cuerpo que yacía casi inerte sobre el colchón, hizo que cualquier otra cosa dejara, inmediatamente, de tener importancia.

La chaqueta que llevaba en la mano cayó al suelo. Mi corazón latía deprisa… una vez más… No podía apartar la vista. Me agaché para recoger mi chaqueta, todo a mí alrededor estaba en silencio y pude escuchar todo lo que allí se susurraba.

Sin poder evitarlo recordé a Isa. En aquellos besos que me habían hecho sentir cosas maravillosas. En aquella sensación… Me senté en el suelo. Mi cuerpo estaba bloqueado y seguía sin poder apartar mi mirada de aquella habitación. Carolina era la estaba encima y se incorporó de nuevo y llevó sus manos al pecho Murphy. Comenzó a desabotonarle la camisa y acarició sus senos dulcemente.

Luego se agachó un poco y pude ver la punta de su lengua jugar con su pezón. La mujer que recibía la caricia se estiró como una gata, dejó escapar un suspiro profundo y acarició el pelo de su compañera. Carolina la miró y, con mucha dulzura le agarró las dos manos con una de las suyas y las sujetó sobre su cabeza.

No estaban luchando, ni Murphy tenía cara de miedo al sentirse inmovilizada. Ambas sonreían. Se besaron otra vez profundamente. Podía ver sus lenguas luchando, sus labios mordidos por sus dientes, sus pechos desnudos acariciándose entre sí. Carolina se puso a su lado y comenzó a desabrochar su pantalón. Ya no se besaban, se miraban a los ojos, no dejaban de hacerlo, como si no les hiciera falta decir nada más.

Le quitó el pantalón y Carolina, sonriendo, dirigió su mano a la entrepierna de Murphy que cerró sus ojos. Pude ver en su cara un gesto de placer inmenso. Veía como movía aquella mano y veía como la otra se retorcía con sus manos sujetas sobre su cabeza. Pensé en levantarme del suelo y largarme de allí, así no se enterarían de mi huída

Pero no podía, no podía apartar mí vista de aquellos dos cuerpos femeninos que luchaban sin luchar.

Pensé en Isa y en como mi cuerpo había reaccionado estando con ella y me pregunté si aquello era parte del juego al que juegan las personas que están juntas. No era como lo que veía a veces en Internet, aquello era mucho más salvaje, la gente que lo hacía gritaba mucho más. Pero aquellas mujeres no lo hacían, se acariciaban con cuidado, con cariño. No podía escuchar lo que decían, pero se que se decían cosas bonitas.

Escuché un gemido profundo y vi a Murphy arquear su espalda como buscando un poco de oxígeno. Vi como los dedos de Carolina desaparecían dentro de la amiga de mamá y sentí un escalofrío en mi interior. Comencé a tener mucho calor, a sudar viendo a aquellas dos mujeres, como si algo nuevo naciera en mi interior. Algo parecido a lo que sentí con Isa.

"Quiero tocarte…" – escuché la voz de Murphy distorsionada por su propio temblor.

Carolina sujetó sus manos de nuevo y le sonrió. La besó de nuevo y vi como su mano imponía un ritmo lento y firme que hacía que Murphy luchara para tomar aire. Sus pezones estaban de punta, sus pechos se balanceaban, su cuerpo se movía casi involuntariamente por el ritmo que Carolina le imponía… vi como pequeñas perlas de sudor comenzaron a bañar sus cuerpos.

Carolina volvió a colocarse sobre su amante. Besó su frente, la punta de su nariz, su boca una vez más. Sacó la lengua y comenzó a pasear su punta por el cuello de Murphy, por su escote. Volvió a sus pechos y vi como dejaba sus pezones entre sus dientes. Comenzó a dar pequeños besos sobre su abdomen. Carolina seguía descendiendo y Murphy mantenía sus ojos cerrados y la respiración agitada.

La vi desaparecer entre las piernas de la otra, vi como Carolina se agachaba para besar una boca diferente en el cuerpo de Murphy. Y vi como Murphy giraba su cabeza, mordía la almohada y se agarraba con fuerza al cabecero de la cama, como su cuerpo se flexionaba de nuevo.

Estaba ante una de las imágenes más bellas de mi vida, una escena que supe que jamás olvidaría. No sentía asco, ni rechazo hacia aquellos dos cuerpos que estaban lejos de ser perfectos, sentía que… me gustaba. Me sentía azorada por aquella situación, pero quería saber como acabaría.

Miré de nuevo a las dos mujeres que jugaban sobre aquella deshecha cama y miré a Carolina que, a demás de regalarle placer a Murphy, se estaba acariciando ella misma. Eso llamó mi atención e hizo que mi temperatura aumentara todavía más. Comencé a temblar… Murphy también temblaba… y respiraba de manera dificultosa, como si algo extraño le pasase.

Carolina se dio cuenta y sustituyó su boca por su mano, y abrazó a Murphy, mirándola a los ojos. Sus cabezas estaban muy juntas, como si la una quisiese proteger a la otra y la otra necesitase ser protegida. Murphy también la abrazó y vi como sus uñas arañaban la espalda de Carolina. Pero no se quejó, ni siquiera hizo un gesto de dolor, solo cerró los ojos y dejó escapar un suave lamento.

Me sentía muy agitada, como si mi cuerpo hubiese sido invadido por el espíritu de la samba. Como si necesitase hacer algo… pero no podía dejar de mirarlas, todo mi mundo, en aquel momento, se había convertido en aquello que tenía delante y quería saber como acababa.

Comenzaron a apurar sus movimientos, sin dejar de abrazarse, sin separarse ni un solo instante. Podía escuchar perfectamente sus profundos jadeos acompasados. Podía ver como aquella mano la mecía de nuevo. Como Murphy tensaba todo su cuerpo y envolvía aquella mano con sus piernas. Como Carolina dejaba caer su cabeza sobre el pecho de su amante. Como después alejaba lentamente su mano de la entrepierna de Murphy para llevársela a la suya. Como cerraba los ojos y abría su boca respirando fuertemente, como Murphy, con sus ojos todavía cerrados, acariciaba todo su cuerpo. Como se tensó también y como luego se dejó abrazar tiernamente por Murphy.

Carolina estiró un poco su mano y agarró la sábana que estaba enredada a los pies de la cama y las cubría con ella. Se acomodaron un poco mejor y se regalaron un montón de besos entre palabras que no podía distinguir. Me puse de pie y volví a mi cuarto. Me sentía muy intranquila y no sabía por qué.

No podía apartar la imagen de aquellas dos mujeres de mi mente y empecé a pensar de nuevo en Isa, en su sonrisa, en los besos que habían hecho que mi cuerpo sintiera esas cosas tan buenas. Me puse el pijama y me metí en la cama.

Pero no podía dormir, mi cuerpo todavía seguía teniendo ese hormiguero corriendo sin parar que me hacía sentir extraña. Inconscientemente bajé mi mano a mi entrepierna, como le había hecho hacer a Carolina, y sentí una descarga de placer tan fuerte que pensé que no podía existir algo mejor que aquella sensación.

..

"Mírala, está durmiendo como un angelito."

"Si, es una chica muy guapa…" – Murphy miraba a Noa y sintió como la pequeña herida de su corazón se hacía patente al recordar a Lola. – "Se parece mucho a su madre…" – Carolina la miró y vio ese gesto que tantas veces había visto y que ahora era capaz de ubicar. – "Espero que hoy nos vaya mejor con ella. No debe ser nada fácil para ella estar aquí."

"Desde luego que no." – se quedaron en silencio un rato y se miraron profundamente.

"Carol, me alegra mucho que te hayas quedado esta noche." – se lo estaba diciendo de verdad. Carolina sonrió y se dio cuenta de que estaba perdida… Murphy se puso seria por un momento. – "Tenemos que hablar…"

"Lo se." – se acercó a ella y le dio un beso en los labios. – "Pero lo haremos luego… tienes que despertar a esa fiera y yo me tengo que ir ya si no quiero llegar tarde." – Se miraron de nuevo y sonrieron con ternura. Era algo que tenía que pasar. – "Vuelvo el domingo. Resérvame esa noche."

Se besaron de nuevo y Carolina desapareció pensando que, tal vez, el domingo ya no tendría ganas de hablar. Pero necesitaba estar segura de Murphy, necesitaba sentirse segura ella. Necesitaba pensar y volver a encontrarse.

Murphy se sintió mal y le entraron ganas de llorar, como tantas otras veces había hecho. Carolina se había convertido en su mejor amiga sin que ella se hubiese dado cuenta. Ya estaba en su vida… alguien había entrado y ella no se había enterado y ahora ya era demasiado tarde.

Miró de nuevo a Noa y se sentó en su cama para despertarla. Sabía que tenía un difícil trabajo por delante pero quería hacer algo por aquella muchacha. Le recordaba a ella misma y en lo sola que se sentía. Pensó en aquel corolario que decía La experiencia es una cosa que no tienes hasta después de haberla necesitado y en cuanto le hubiese gustado, en algunas ocasiones, que alguien le hubiese explicado algunas cosas.

"Arriba dormilona."