La Hija de Dorothy
Ya estaba lista, así que Dorothy se colocó tras su espalda y comenzó a acariciar sus hombros con un suave masaje, luego...
Efectos secundarios imprevistos
(Si te perdiste los dos primeros capítulos de la novela los tienes aquí: https://www.todorelatos.com/relato/173523/)
Dorothy estaba sudada, así que ahora era ella la que necesitaba esa ducha para terminar el día, de modo que se desnudó y entró.
Mientras el agua caliente caía y remojaba su cuerpo desnudo, cerró los ojos y se dejó acariciar por las miles de gotitas que la relajaron y la confortaron.
Sólo entonces fue consciente de lo que acababa de hacer y sintió escalofríos, ¿cómo había podido masturbar a su propia hija? Se sentía avergonzada, pero parecía que había surtido efecto, ¡y por fin esta noche podría dormir!
Pronto comprobó que aquella medida había tenido unos efectos secundarios imprevistos en ella, pues como toda medicina, tenía efectos secundarios.
Cuando se pasó la esponja por sus labios vaginales sintió lo sensibles que los tenía, así como sus pezones. Se había puesto muy caliente y la causa fue la masturbación de su hija.
Esto trajo a su memoria sus primeras veces, cuando al igual que aquella noche se encerraba en el baño y aprovechaba su intimidad para acariciar su joven cuerpo, un joven cuerpo que no distaba mucho del de Evolet.
Se acariciaba sus pechos bien enjabonados, luego bajaba sus manos y hundía sus dedos en su rajita, la que comenzaba a oscurecerse por la afloración inevitable del vello púbico.
Luego se aplicaba la alcachofa con sus potentes chorros en su excitado sexo, para esas alturas, sólo con la fuerza caliente del agua se excitaba mucho, tanto que podía alcanzar el orgasmo. Decenas, tal vez cientos de orgasmos disfrutados en la ducha de su casa, hasta bien pasada la pubertad.
A Dorothy le encantaba masturbarse y esta noche, décadas más tarde de aquellos tiernos recuerdos, ¡tenía unas intensas ganas de hacerlo!
Bajó a su rajita excitada y la recorrió con sus dedos, pero lo hizo desde el culo, como antes hiciera a Evolet, pensó entonces qué sensación debió sentir su hija, tal vez la misma que ella sentía ahora rememorándolo y emulándolo. Estaba tremendamente lubricada, le hubiese gustado una polla que la follase en aquel momento pero hacía años que no tenía contacto carnal con varón, después de su divorcio no había mantenido relaciones con nadie.
Por supuesto que Dorothy se masturbaba regularmente, eso es algo que todo el mundo necesita, tanto hombres como mujeres. Pero hoy deseó más que nunca tener una polla que la follase y bueno, a falta de pan buenas son tortas. Introdujo sus dedos en su sexo, primero uno, luego dos y luego hasta con tres se folló. Lo hizo apasionadamente, imaginando que un barón la cubría y la penetraba con su gran polla.
Se sentía muy guarra, se puso en cuclillas y se acarició el clítoris con una mano mientras se penetraba con la otra. Hizo un pis entre medio de tanta calentura y luego siguió acariciándose con sus dedos manchados de pis. Se sentía muy guarra y esta última acción la catapultó al un orgasmo terrible, se estremeció, volvió a perder pis mientras se corría y temblaba de placer, se sentó en el plato de ducha y dio pequeños saltitos mientras apuraba las últimas oleadas de placer.
Se duchó y limpió su sexo a conciencia, pues se sentía muy sucia, luego se aclaró y secó su cuerpo y se fue a acostar, vestida únicamente con sus bragas, pues hacía mucho calor.
¡Y esa noche por fin pudo dormir a pierna suelta!
Todo como de costumbre…
Al día siguiente llamó a su amiga, pues no podía esperar para contarle lo sucedido y se lo resumió: ¡Había funcionado! Su amiga, al otro lado del teléfono, la felicitó y se alegró enormemente de haber contribuido a la solución del problema, emplazándola para tomar café una tarde y volver a verse.
El día pasó lentamente, como de costumbre, en su trabajo Dorothy pasaba muchas horas de pie esperando que alguna clienta o cliente se acercara a su stand y eso era algo que sólo ocurría de tarde en tarde. Aunque había épocas de frenesí, sobre todo las navidades, donde todo el mundo quería hacer regalos. Pero por suerte no era así todo el año, lo normal era que pocos clientes se acercaran en el día a día y durante el fin de semana, algunos más que de costumbre.
Cuando recogió a Evolet del centro especial donde asistía, la notó más contenta, si es que esto era posible. Pol, el monitor que llevaba a su hija, le dijo que la había encontrado muy relajada para variar y que habían conseguido grandes avances ese día.
—¡Eso es estupendo! —dijo Dorothy al chico.
—Bueno, ¡nos vemos mañana! —respondió Pol, que ya había localizado a otra madre que venía en busca de uno de sus alumnos.
Ya en casa, preparó la cena y comieron juntas. Evolet no sonreía casi nunca, aunque a veces se le notaba una leve mueca cuando algo le gustaba y Dorothy podía verla reflejada en sus labios, pues había aprendido con ella la importancia de los detalles. Y esa noche la vio, la vio no sólo una, sino varias veces, cuando ella le hablaba y le contaba las rutinas de su trabajo y trataba, sin mucho éxito, de que Evolet hiciera lo propio con sus vivencias del día.
—¿Te gusta Pol? ¡Es un chico muy atento y servicial, ¿verdad? —le dijo.
Evolet no respondió, pero su media sonrisa la delató, efectivamente le gustaba su monitor y el sentimiento era mutuo a juzgar por cómo el chico hablaba de su hija…
Por fin llegó el momento que ambas estaban esperando, el baño. Dorothy se entregó de nuevo a la tarea, para lo cual, una vez preparada la bañera, la desnudó y la introdujo en el agua caliente, haciendo que se sentara en el extremo que no tenía los mandos del agua.
Tomó su esponja y la enjabonó la espalda desde atrás, luego pasó delante e hizo lo propio con sus hombros, su cuello, sus pequeños pechos más abajo y luego su barriguita.
Pasó a sus piernas, sacándolas del agua alternativamente, comenzaba por sus pies y luego bajaba por sus pantorrillas y sus muslos, tanto por la cara exterior, como por la interior hasta llegar a sus ingles bajo el agua.
Ya estaba lista, así que Dorothy se colocó tras su espalda y comenzó a acariciar sus hombros con un suave masaje, luego bajó sus manos hasta sus pechos y los agarró suavemente, ordeñando sus tetitas menudas hasta llegar a sus pezones enjabonados.
Bajó tímidamente sus manos hasta llegar a su barriguita, allí admiró la suave tersura de su vientre. Un vientre que ella ya había perdido, pero la edad es lo que tiene, te quita unas cosas y pero te da otras.
Profundizó más, deslizó sus manos sobre su pelvis y las juntó en sus ingles, para terminar en su surco. Allí, hundió suavemente sus dedos pero sin penetrarla, sólo separando sus labios vaginales internos para acariciarlos y así estimularla.
Ahora volvió de nuevo hasta sus pechos y cogiéndolos con ambas manos siguió estimulando suavemente sus ya duros pezones, cogiéndolos delicadamente con sus dedos, deslizándolos entre éstos e intentando cogerlos a modo de pizas, hasta que éstos, enjabonados escapaban debido a la lubricidad del jabón que los envolvía.
En cierta manera, Dorothy se los tocaba como a ella misma le gustaba tocárselos en sus ratos de masturbación y esta experiencia, ganada durante años de momentos íntimos, era realmente valiosa y contribuía al goce de su hija, con el fin de relajarla tras el largo día.
Evolet reaccionó muy positivamente a sus expertas caricias, tanto que una sorprendida madre vio como Dorothy comenzaba a convulsionarse y le sobrevenía un pronto orgasmo.
—¡Oh, tan sólo acariciándote los pezones! —dijo la madre pensando en voz alta.
Le había sacado un orgasmo simplemente acariciando sus jóvenes y duros pechos, pellizcándole los pezoncillos suavemente, esto le trajo a la memoria un recuerdo que ya casi tenía olvidado.
Recordó que ella una vez, también se corrió simplemente de esa forma, mientras su marido la abrazaba desde atrás en el asiento de su viejo coche cuando eran novios y aún no mantenían relaciones sexuales completas. Ella se corrió simplemente con eso, mientras éste le masajeaba los pechos y con su dedos humedecidos con su saliva, le pellizcaba los pezones.
Evolet se fue calmando tras los espasmos provocados por su sorpresivo orgasmo, mientras se aferraba a los bordes de la bañera. Ya había terminado…
La dejó unos momentos en el agua calentita y se levantó para sentare en la taza del váter, allí dejó que su vejiga se vaciara por completo, haciendo un largo pis. Luego cortó un trozo de papel y doblándolo se secó parsimoniosamente.
Evolet seguía con los ojos cerrados en la bañera, comenzando a dormirse cuando regresó a su lado. Mal que le pesara tuvo que levantarla para el aclarado final. Luego tomó la toalla y la secó. Curiosamente cuando puso su mano sobre la toalla y tocó su sexo, Evolet la detuvo, se veía que ya había sido suficiente por hoy y Evolet así se lo decía.
Como la noche anterior, Dorothy la llevó a la cama y la arropó únicamente con la sábana, pues hacía calor.
La Hija de Dorothy es mi nueva novela, lo que has leído aquí son sus capítulos 3 y 4, si te gusta la historia te dejo aquí la sinopsis de la obra completa:
Evolet recitaba operaciones aritméticas imposibles para su madre que no la dejan dormir, de modo que Dorothy decide llevarla al médico. Allí, un buen doctor le receta pastillas y ante las reticencias de la madre, le sugiere una inquietante alternativa que la sonroja...
Ésta lo consulta a su vez con su vecina y buena amiga Lindsay, quien le da la razón al doctor, dejando a Dorothy no muy convencida. No obstante decide ponerla en práctica esa misma noche...
Así comienza su aventura, la aventura de una madre y una hija que juntas recorrerán caminos insospechados para ambas en ese momento...
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