La Hija de Dorothy

Su madre estaba aturdida y al mismo tiempo confundida, ¿qué hacer ahora?...

El consejo del doctor

Una noche más sin dormir, mi hija no ha parado de pasear por el piso durante toda la noche. Alterada, haciendo operaciones aritméticas en voz alta mientras caminaba de un lado para otro, sin parar. Sé que parecerá extraño, pero mi hija sufre un trastorno y a veces tiene unos comportamientos poco habituales. Uno de ellos es pasarse las noches en vela mientras recita operaciones aritméticas imposibles para mí, mientras yo, una madre trabajadora que lucha para sacarla adelante, ¡quiero dormir!…

Hoy la llevo al hospital, donde un médico mayor y muy amable nos recibe. Él ya la conoce y la saluda afectuosamente mientras trata de acariciarle suavemente la barbilla para ver si ésta tiene alguna reacción. Ella, casi en seguida mira al techo y hace como que no le ve, no entabla una conversación, sabe que es él es médico y no le gusta ir a la consulta, ya que le hace preguntas, preguntas que ella no quiere responder.

—Doctor, se ha pasado toda la noche recitado operaciones aritméticas, lleva así semanas y no puedo dormir, ¡ya no sé qué hacer! —le digo con desesperación.

—Bueno señora, lo comprendo, Evolet es como una calculadora humana, hace eso porque ella tampoco puede dormir. Probablemente esto pueda deberse a que las hormonas, que ahora inundan su joven cuerpo, la tienen un poco loca como a todos los jóvenes de su edad —me explica pacientemente el doctor.

—Ya, pero luego se duerme en el centro, me lo dicen sus monitores y yo necesito dormir para trabajar y vivir, ¿me entiende?

—Eso tiene lógica, si no duerme de noche, duerme durante el día. Entiendo su preocupación Dorothy, si le parece le puedo recetar Valium para ver si conseguimos calmarla —dice el doctor.

—Si, pero es que eso la deja atontada todo el día y no quiere ni levantarse por la mañana —replico teniendo un déjà vu en este momento.

—Lo sé Dorothy, es una situación complicada. Médicamente no veo otras opciones que no sean la de recetarle algún calmante suave, que les permita dormir a las dos y a ella tener actividad durante el día —me dice el buen doctor.

—Está bien, si hay algo más suave, recétemelo a ver qué tal —le digo resignada.

Mientras escribe la receta, el doctor me sigue hablando…

—El tema de las hormonas y la juventud siempre es lo mismo. Normalmente los jóvenes buscan la soledad, pero Evolet no sabe, no conoce la forma de buscar ese alivio a sus hormonas, no sé si me explico…

Estoy tan cansada que no entiendo al amable doctor…

—No le entiendo doctor —le digo reconociéndoselo sin tapujos.

El doctor ríe y con su infinita paciencia me mira y se dispone a explicármelo de nuevo.

—Verá Dorothy, digamos que otras chicas de la edad de Evolet, tienen amigas y aprenden unas de otras, o ven la tele, o ven vídeos en Internet, ya sabe… buscan información y la encuentran… Pero Evolet necesita alguna fuente de información que ella pueda entender —me dice el doctor.

Confundida me levanto junto a mi hija, ella ha escuchado la conversación, sé que nos entiende aunque no diga nada… porque en el fondo es muy lista para algunas cosas aunque tiene sus carencias en otras más mundanas.

—¿Se refiere a la masturbación? —digo con bastante pudor, pues me da mucha vergüenza hablar de ese tema.

—¡Claro Dorothy! Le ruego me perdone si le ofende el comentario, pero no lo haría si no pensara que tal vez esa pueda ser la solución a sus problemas comunes de sueño —me indica el doctor mientras me extiende la receta.

—¿Pero cómo? —digo yo, pensando en voz alta.

—Bueno usted es su madre, ¿con quién mejor podría aprender algo tan íntimo que con usted? —me sugiere el doctor de nuevo.

—¡Oh, está bien doctor! —digo poniéndome roja—. Es que no he dormido casi nada —me excuso—. ¡Lo pensaré!

Así salimos de la consulta y miro la hora pues ya llego tarde al trabajo…

Esa misma tarde Dorothy estuvo charlando con su amiga y vecina Lindsay y le contó lo sucedido en la consulta…

—Oye, pues yo creo que a lo mejor el doctor tiene razón, es decir, sus hormonas están desatadas y por eso no puede dormir.

—Ya pero, ¿y qué hago yo? —me pregunto en voz alta.

—Bueno chica, yo te entiendo, no sé, a lo mejor puedes enseñar a Evolet a manejar esas hormonas…

—¿Yo? —me pregunto a mí misma, tal vez incapaz de asumir aún ese rol.

Siempre he sido una persona muy reservada, para mi las conversaciones terminan cuando empieza a hablarse de temas sexuales. Sí, a veces me masturbo como todas, muy de tarde en tarde, pues vivo sola con Evolet desde hace años y no he conocido a nadie en todo este tiempo.

—Bueno hija, ¡no te digo que le pongas una peli porno! —dice mi amiga riéndose—. Digo que por ejemplo, antes de acostarla, le prepares un baño caliente y cuando esté dentro la frotes con la esponja —me recomienda Lindsay.

—¿Y ya está, eso es todo? —pregunto un tanto escéptica ante su receta.

—¡Ay chica! Creo que no es necesario que sea más explícita, ¿no? Tú frótala con la esponja y en función de sus reacciones, pues ya actúas un poco más o un poco menos —me sugiere.

—Entonces me sugieres que le meta la esponja: “ahí” —insisto tímidamente una vez más ante la desesperación de ella.

A veces debo parecer un poco estúpida, lo sé, pero una es como es y a estas alturas de la vida es difícil cambiar.

—¡Si! O más indirectamente con el agua de la alcachofa, como tú veas chica, ¿tú cómo lo hacías cuando tenías su edad?

—Yo no hacía esas cosas —le digo tajante.

—¡Ay hija! ¡Pero qué puritana eres! ¿Y ahora tampoco? Porque desde que te quedaste sola no has tenido citas.

—Ahora… —digo, sintiendo que la vergüenza me puede y soy incapaz de continuar la frase en un primer momento…

Dorothy no pudo sino escandalizarse tratado un tema tan íntimo con su amiga, llegado incluso a lo personal. Finalmente sí le admitió que ella se masturbaba, aunque no de manera directa. Finalmente convino con su amiga en que le daría un baño, sin concretar nada más a ver si eso era suficiente. Lindsay le respondió que tal vez con eso bastase. Y así dieron por concluida su conversación y la visita…

Por probar no se pierde nada

El cuarto de baño de Dorothy era pequeño pero coqueto. Los azulejos de las paredes eran azules y contrastaban el plato de ducha que era del color de la arena en la playa, al igual que el aseo, la taza del váter y el bidé.

Evolet lucía su hermoso cuerpo desnudo cuando su madre la animaba a entrar en la bañera, allí cogió la alcachofa de la ducha y comenzó a regar su cuerpo tras comprobar que la temperatura del agua era la adecuada.

A ella le extrañó que su madre llenara la bañera, pues nunca tomaba baños. Sólo se duchaba y lo hacía sola, por eso aquella noche le extrañó que su madre estuviese presente, e intentó que se marchase, pero Dorothy insistió en quedarse.

Probó el agua y vio que estaba a la temperatura idónea, así que tomó de la mano a Evolet y esta entró a la bañera no sin un poco de forcejeo, pues le molestaban las situaciones nuevas o extrañas como era el caso. Finalmente aceptó sentarse en el agua y tras el contacto con el líquido elemento no pareció desagradarle así que sí, el baño estaba en su punto.

Por su parte Dorothy había meditado durante la tarde acerca de la atrevida sugerencia de su amiga Lindsay. Y aunque no las tenía todas consigo, pensó que por probar no se pierde nada. De modo que comenzó a enjabonar su espalda suavemente, luego sus brazos y sus hombros y pasó a la parte de delante.

Sus pechos eran menudos y su vientre prácticamente liso pues Evolet era muy delgada. Dorothy enjabonó todo su vientre y luego pasó la esponja por su canalillo, dejando para el final sus pequeños y firmes pechos.

Allí se detuvo y con la esponja humedecida y con abundante jabón los acarició con ella en círculos. Evolet pareció estar receptiva ante estas inesperadas caricias y sus pezones se erizaron y se pusieron duros. Tenía las areolas pequeñas y de color marrón, coronadas por sus pezones un poco más oscuros. No pudo evitar que aquellas caricias en sus tetitas le provocaran una media sonrisa dibujada en su cara, un detalle que no pasó desapercibido para su madre.

Cuando Dorothy la vio pensó que le indudablemente aquello le estaba gustando, así que supo que iba por el buen camino…

Bajó la esponja y pasó a sus piernas, primero empezó por los pies, sacando estos del agua y enjabonándolos, bajando por las pantorrillas y luego por sus muslos. Primero uno y luego el otro…

Evolet observaba cada uno de sus movimientos y su mirada la hacía sentir avergonzada, así que Dorothy no estaba segura de si continuar o parar.

Finalmente convino en darse un poco de tiempo y no ir directamente, por lo que siguió frotando su espalda y colocándose tras ella dejó de sentirse observada. De forma que su esponja de nuevo acarició sus pechos y luego fue bajando hasta colarse bajo el agua y llegar a lo más íntimo de Evolet…

—¡Oh! —dijo Evolet con un suspiro al sentir el íntimo contacto.

Dorothy lo oyó perfectamente y sintió un escalofrío recorrerle la espalda en ese preciso momento. Tentada estuvo de retirarse, pero luego se calmó y sin sacar la esponja del agua siguió frotándola entre sus ingles íntimamente.

Un nuevo suspiro de Evolet le indicó que aquello le gustaba, así que el dilema ahora era seguir o parar…

Dorothy aún no lo tenía claro, así que volvió a sus pequeños pero firmes pechos y se concentró en ellos. Ahora pasó de la esponja y usó ambas manos desnudas, cogiéndolos a la vez y masajeándolos directamente.

Sintió el jabón correr por su piel y sus dedos deslizarse por sus senos. Sus pequeños pezones, que ya estaban duros y puntiagudos, se deslizaban por entre sus dedos mientras los acariciaba y de vez en cuando los capturaba con las yemas a modo de pinzas.

—¡Oh! —¡gimió Evolet ahora con más fuerza!

Su madre estaba aturdida y al mismo tiempo confundida, ¿qué hacer ahora?

Tímidamente retomó la esponja y bajándola su vientre y la colocó bajo su sexo, comenzando a frotarlo muy suavemente con ella. Los gemidos de Evolet le decía que seguía por el buen camino, así que Dorothy ya ni se lo planteaba.

No podía creer lo que estaba haciendo, pero allí estaba, casi era media noche, mientras usaba la esponja para frotar el sexo de su hija y así intentar relajarla y que la dejase dormir.

Finalmente abandonó la esponja y usó sus propios dedos para explorar el sexo de Evolet. Usó su índice y su anular para abrir sus labios vaginales, mientras el corazón se paseaba arriba y abajo por el surco abierto entre sus dedos, lo cual arrancó un hondo sus piro de Evolet.

Siguió recorriendo su surco, hundiéndolo suavemente la yema de su dedo corazón en él, buscando el hoyito que daba acceso a su entrada…

Mientras ella exploraba, Evolet se aferraba al brazo que usaba y gemía cada vez más alto. Por su parte, Dorothy comenzaba a tranquilizarse, así que se concentró en hacerla llegar al orgasmo rápidamente, pasando a un masaje clitoriano directo, mientras con la otra mano seguía acariciándole sus pechos con la esponja y eventualmente pellizcándole los duros pezones puntiagudos.

La idea funcionó a las mil maravillas, Evolet respondió con agitación en todo su cuerpo. Su excitación creció rápidamente, a pesar de las pocas caricias que le había dedicado su madre desde que comenzó a ducharla.

Deseando terminar lo antes posible, una desatada Dorothy aceleró la velocidad de sus frotes clitorianos y consiguió el ansiado orgasmo de Evolet, quien se estremeció aferrándose con ambas manos al brazo que su madre usaba para acariciarla tan íntimamente allí abajo. Cerrando con fuerza sus muslos atrapó su mano entre sus ingles y mientras sentía estertores de puro placer, resoplaba agitadamente y apretaba su brazo.

Finalmente se calmó, como ocurre tras la tempestad, entonces la madre aclaró su cuerpo y la secó, para cuando se dio la vuelta Dorothy fue capaz de mirarla a los ojos a ver su reacción, su cara no expresó mucho, pero por unas milésimas de segundo sus labios se curvaron hacia arriba en una media sonrisa de aprobación que inmediatamente su madre identificó con agrado.

La acostó y ésta se empezó a quedar ya plácidamente dormida entre las sábanas nada más tocar su cabeza la almohada.

Saliendo a hurtadillas de su cuarto la madre sintió una emoción inesperada: ¡Qué bien por fin podré dormir! —pensó para sus adentros….


La Hija de Dorothy es mi nueva novela, ya van 17!!! Os de jo aquí su sinopsis:

Evolet recitaba operaciones aritméticas imposibles para su madre que no la dejan dormir, de modo que Dorothy decide llevarla al médico. Allí, un buen doctor le receta pastillas y ante las reticencias de la madre, le sugiere una inquietante alternativa que la sonroja...

Ésta lo consulta a su vez con su vecina y buena amiga Lindsay, quien le da la razón al doctor, dejando a Dorothy no muy convencida. No obstante decide ponerla en práctica esa misma noche...

Así comienza su aventura, la aventura de una madre y una hija que juntas recorrerán caminos insospechados para ambas en ese momento...

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