La hija cohibida y el padre cornudo
Llena el coño de tu putita, papá, llena
Era una familia de clase media alta muy peculiar, de la que no voy a decir sus edades, Basilio, el patriarca, era viudo y putero, pero putero de ir a la casa de putas y pagar por follar, su hijo Simón era un cornudo, pero cornudo de pillar a su mujer follando en la cama de matrimonio con el vecino, o sea, que Josefa era una puta consentida. Estos dos elementos tenían dos hijos, Eusebio y Antonio, el primero era maricón y el segundo cura, un cura que se follaba a todo lo que se movía, y tres hijas, Margarita, que era tan puta cómo la madre, Enriqueta, que era monja y lesbiana y Estrella que era una chica cohibida. Tanto ellas cómo ellos eran morenos, de estatura mediana y delgados, menos Estrella, que es en la que me voy a centrar.
Estrella era pelirroja, tenía ojos azules, era chaparrita, rellena y tenía grandes tetas que se marcaban en las camisas a cuadros que llevaba, un gordo trasero que se marcaba en sus vaqueros, vaqueros que también marcabas su gran pelvis.
Estrella se había criado con sus abuelos, porque el cornudo decía que no era hija suya.
El día que se murió su abuela regresó a casa. Despidieron a la criada que tenían y pasó ella a ser la criada de su madre, de su padre de su hermano y de hermana. Fregaba, barría planchaba... Era cómo la Cenicienta del cuento pero a lo bestia.
El cornudo era quien peor la trataba. No le hablaba, le rugía cómo un león, y ella, que era cohibida, bajaba la cabeza y hacía lo que le mandaban.
Estrella pasado un tiempo se fue contagiando de aquel ambiente viciado. Veía cómo la miraban con lascivia sus hermanos y su padre y no le molestaba, al contrario, le agradaba ser deseada.
Un día que estaban solos ella y su padre se puso a lavar la loza y rompió un plato. El cornudo fue a la cocina, la cogió por la cintura, se sentó en una silla, la puso sobre sus rodillas, y antes de darle con la palma ahuecada en las nalgas, le dijo:
-¡No vales para nada, engendro!
Le dio.
-¡Plassss, plassss, plassss, plassss!
Estrella con voz lastimera le dijo:
-Es el primero que rompo.
-¡Y el último, hija de puta!
-¡Plassss, plassss, plassss, plassss, plassss, plassss!
Estrella salió de su cascarón cómo si fuera una pollita cabreada.
-¡¿Disfrutas, cabrón?!
Al cornudo lo cogió desprevenido.
-¡¿Qué me has llamado?!
-Cabrón. ¿Por qué me tratas cómo a un perra callejera?
-Eres el fruto del pecado.
Le volvió a dar.
-¡Plassss, passsss!
-¿Y por que te mueres por follar con ese fruto?
El cornudo comenzó a balbucear
-Yo, yo...
-Tú eres un cabrón.
Dejó sus rodillas, y al estar en pie se bajó los pantalones. El cornudo vio el bosque pelirrojo que rodeaba su coño y la polla se le puso dura, y más dura se le iba a poner cuando se volvió a echar sobre sus rodillas, y le dijo:
-Dame, cabrón.
El cornudo vio aquel culo gordo y blanco y la polla se le puso a bailar la muiñeira dentro de los calzoncillos. Le largó:
-¡¡Plassss, plassss, plassss, plasssss, plassss, plassss!!
-Tengo el coño encharcado. Dame más fuerte.
-¡¡Plassss, plassss, plassss, plassss!
Estrella con el coño tan colorado cómo la cara de su padre se puso en pie, le cogió la cabeza, le llevó la boca al coño, y le dijo:
-¿Quieres que me corra en tu boca?
-Sí.
-Lame.
El cornudo lamió y la lengua le quedó pringada de jugos parecidos al aceite y con sabor a fresas salvajes. Estrella lo cogió por las orejas y frotó su coño contra su lengua. Pasado un tiempo el cornudo le acarició el ojete con la yema del dedo medio de su mano derecha. Estrella abrió las piernas, y le dijo:
-¿La quieres, cabrón?
-Sí.
-¡¿La quieres?!
-Sí.
Movió la pelvis a toda mecha de abajo arriba y de arriba a abajo. El cornudo le metió el dedo dentro del culo, y Estrella exclamó:
-¡¡Toma!!
Estrella se corrió echando un chorro de jugos, para luego soltar una catarata de babas que al cornudo le bajaron por la barbilla al no dar abasto a lamer y a tragar.
Al acabar de correrse se sentó sobre su polla, polla que entró justa por la vagina engrasada. El cornudo le rompió la camisa y los botones saltaron por el aire. Le levantó las copas del sostén y unas tetas grandes, medio duras, con areolas rosadas y pezones grandiosos aparecieron ante él. Mamó cómo si no hubiera mañana. Luego Estrella puso los brazos alrededor del cuello de su padre y comenzó a follarlo. Al rato ya lo tenía frito, cocido, asado, ya lo tenía cocinado, tan hecho estaba, que le dijo:
-¡Me voy a correr!
-¿Pero tú cuanto tiempo llevas sin follar?
-Tanto que ya ni me acuerdo cuando fue la última vez
-¿Quieres correrte dentro de mi culo?
-Sí.
Se quitó de encima, se dio la vuelta y le puso el culo en la boca. El cornudo lamió su culo y cómo si fuera un adolescente con eyaculación precoz comenzó a correrse. La leche bajó por su polla y puso perdido su pantalón. Estrella sintió cómo se estremecía, miró y vio la leche bajando por la polla, se volvió a girar, metió la polla en la boca y aprovechó la última que salió. Al acabar, con algo de leche en los labios, besó a su padre con lengua, y después le dijo:
-Esas cosas se avisan. No la vuelvas a desperdiciar.
Se quitó la camisa y el sostén y le volvió a poner el culo en la boca. El cornudo se lo lamió mientras le magreaba las tetas. Luego se levantó, se arrodilló en el suelo, le lamió el coño, se echó boca arriba sobre las baldosas y le dijo:
-Fóllame otra vez.
Estrella subió encima de su padre, cogió la polla, la frotó en el coño y después metió el capullo en el ojete y le preguntó:
-¿Te gusta?
-Sí.
Empujó con el culo, la metió hasta la mitad y le volvió a preguntar:
-¿Te gusta?
-Sí.
La metió hasta el fondo, luego le dio las tetas a acariciar y mamar mientras follaba su culo... Le preguntó por tercera vez:
-¿Te gusta?
-Sí.
-Pues a mí, no.
Sacó la polla del culo, la metió en el coño, le volvió a poner las tetas a su disposición y lo folló a su aire, despacio, aprisa, pausado, normal.... El cornudo no aguantaba nada, debía ser por el tiempo que llevaba sin follar, o por el polvazo que tenía su hija.
-Me voy a correr otra vez.
-¿Quieres correrte dentro de mí?
-Podría dejarte preñada.
-Y yo me alegraría
-¿Tienes algo en mente?
-Sí, tú y yo podríamos empezar una nueva vida, sin los buitres que te rodean. ¿Qué te parece?
-Una gran idea, estoy hasta los cojones de... ¡Me corro!
-Llena el coño de tu putita, papá, llena.
Quique.