La Hija-4-
¿Opción A o B?
Capítulo 4
Poco a poco iba saliendo del estado de inconciencia en el que me encontraba, mi cama era un total desastre, prácticamente dormía sobre el colchón tapada apenas con un trozo de tela, todas las sabanas y el resto de mi frazada yacían en el suelo. Mi mente divagaba una y otra vez sobre lo que me ocurrió, busque sobre la mesa de luz mi celular ¿Qué? Había dormido toda la tarde y parte de la noche luego de aceptar el acuerdo más loco de toda mi vida, la puerta de mi habitación recibió dos golpes.
- Pasé —respondí tranquila.
- Bueno, parece que te despertaste con buen ánimo —dijo Javier entrando con una bandeja que contenía mi desayuno— ¿Dormiste bien?
- Sí, muy bien gracias… mi señor —Alcance a corregirme viendo como subía una de sus cejas.
Apoyo la bandeja sobre mis piernas desnudas y se sentó en la cama. Acaricio mi rostro y lo apretó con una de sus manos. No parecía enojado ¿Era una forma de ser?
- De ahora en adelante tienes terminantemente prohibido tener este cuarto en este estado, quiero que desayunes y acomodes todo este desastre ¿Entendido? —dijo tranquilamente, pero con una mirada fría.
- Sí, mi señor —respondí sonriendo, vi cómo se levantaba de mi cama para retirarse de mi habitación— ¿Puedo preguntar algo, mi señor?
- ¿Ahora pides permiso para hablar? —respondió dándose vuelta con brusquedad, mire al suelo —Puedes hacerla.
- Bueno – comencé diciendo mientras lo miraba a los ojos – luego de aceptar tu juego no sé qué desobediencia hará que me ates a la cama o me encierres en el baño —respondí sonriente, sacándole a su vez una sonrisa a él— ¿No fuiste a trabajar hoy? Pregunto porque ya casi es media mañana.
- No, hoy no tenía que ir, pero de todas maneras me voy, cuando vuelva quiero todo esto ordenado, además hoy almorzaremos solos asique prepara algo ¿está claro?
- Sí, mi señor —respondí intrigada por saber a dónde iba.
Javier se retiró con paso tranquilo y decidido, disfrute mi desayuno, te cortado con dos cucharaditas de azúcar pan tostado con manteca y mermelada de frutilla. Después de tantos años todavía recordaba que ese era mi desayuno preferido, lleve la bandeja con todo sucio hasta la cocina y lo deje con agua en la bacha. Volví a mi habitación, tras un largo suspiro empecé a acomodar, saque las sabanas para lavarlas, di vuelta el colchón, barrí, lave y lustre el piso, saque el polvo de todos los muebles de la habitación, abrí las persianas de par en par para dejar que el aire ingrese llevándose toda la perversión, el placer, el morbo que allí había. Volví a la cocina, vi los restos de mi desayuno – Seguramente quiere que lo deje limpio – pensé cansada mientras me ponía manos a la obra. Empecé a preparar nuestro almuerzo.
- Aggh no hay nada en esta casa – dije quejándome en voz alta – ¿Acaso compran justo para cada comida?
Mire preocupada el reloj de la cocina Salí disparada hacia la primera verdulería que encontré y compre algunos de los ingredientes necesarios, debía darme prisa, el tiempo se terminaba. Entre corriendo en un pequeño negocio que tenía carne entre sus artículos, tomé un pollo entero de una de las heladeras que se encontraban en la parte trasera del pequeño establecimiento y me dirigí a la caja para pagarlo.
- Hola, si para pagar esto —dije levantando el pollo.
- Hola morocha… si, ciento veintiuno con cincuenta centavos por favor. ¿Cómo piensas pagarlo? Efectivo, tarjeta, tu teléfono.
- Tarjeta de crédito —dije entregándosela.
- ¿Eres nueva en la zona cierto? Soy Pablo ¿algo que compruebe tu identidad? dijo – alzando la tarjeta del mostrador —solo hago mi trabajo morocha.
- Sí, lo sé ¿licencia de conducir? —dije mostrándosela
- Muy bien…Laura Báez —dijo leyendo— tienes un lindo nombre.
- ¿Alguna vez te funciona este coqueteo que intentas conmigo? —pregunte dedicándole mi mejor sonrisa
- Nunca vino alguien tan preciosa para practicarlo. —dijo de manera picara mientras me daba el comprobante
- ¿Eres incorregible verdad? —firme sonriente devolviéndole el comprobante— me tengo que ir hablamos otro día.
Salí lo más rápido posible, corrí a toda velocidad cada una de las cuadras evitando cada obstáculo – Un chico lindo… – olvídalo ya Laura me amonesté de inmediato. Entre casi agotada a casa, fui a la cocina… cacerolas, sartén, cucharas de madera, cortar en juliana, fuego lento… muy bien. Algo bueno de estar en mi queridísima Francia fue aprender a cocinar, papá siempre fue un excelente chef muy aplicado muy prolijo, un poco más de verduras salteadas por acá, mierda el vino… nuevamente corría para poner el vino blanco en hielo y llevarlo a la mesa.
- Muy bien ya está todo... vino, cubiertos, copas, servilletas, comida —dije repasando que estuviera todo en su lugar— mierda la sal —dije mientras salía corriendo hasta la cocina.
No quería que tuviera nada que reprochar, pechugas de pollo con puré de batata y verduras salteadas. Ya había olvidado cuanto tiempo hacia que no lo preparaba, tal vez sería que no se dio nunca una ocasión bastante especial, me bañe me cambie me puse un vestido que dejaba ver mis hermosas piernas, solo poco de maquillaje, mire mi reloj Lo había logrado a tiempo, Javier todavía no llegaba, me senté en la mesa sonriente esperando que apareciera Ante la demora de Javier había decidido ponerle las tapas de las cacerolas sobre la comida, en un intento de mantener el calor tal vez no creía que prepararía algo estaba claro que no le importaba, había llamado tres veces el teléfono sonaba y sonaba, pero al final caía en el contestador rompí en llanto, la comida estaba helada, Javier no contestaba y yo estaba angustiada, tal vez le había pasado algo y yo insultándolo. escucho que un auto estaciona afuera, al acercarme me doy cuenta de que es un taxi ¿No salió en su auto? No estaba equivocada, le había pasado algo, la puerta se abrió y entro con el ceño fruncido y diciendo algo entre dientes.
- Hola… mi señor —me corregí rápido, ya se hacía cada vez más común en mi decirlo.
No me contesto, solo paso apenas mirándome con una bolsa para su habitación, estuvo poco más de dos minutos y volvió al comedor.
- Mira lo que prepare, esta frio ya, pero podría calentarlo en el microondas, aunque no será lo mismo – dije con una tímida sonrisa con el plato en mis manos.
- No tengo hambre ya, no me molestes – dijo sin mirarme siquiera mientras se sentaba en una de las sillas y se servía una copa de vino blanco.
Prepare todo, todo para él, sentí como me invadía la furia, el odio, resentimiento, estaba furiosa, levante el plato por encima de la cabeza y lo revolee con fuerza contra el piso a mis pies, desparramando todo y haciendo que se levante de un salto de la silla.
- ¿Qué no te moleste? ¡Prepare todo esto… hace años que no cocino algo así! Limpié todo, puse la mesa, me esforcé en verme bonita y a vos lo único que se te ocurre decir es no me molestes…
- Levanta todo inmediatamente antes de que sea tarde —me explico con la tranquilidad que una serpiente mira una criaturita.
Me congele en el momento, su mirada me atravesaba completamente, lo hacía de nuevo, nuevamente me sentía acorralada, tome un pedazo de pan y se lo tire con fuerza, cuando se agacho esquivándolo tome mi oportunidad de salir corriendo hacia mi habitación, si ponía la traba estaría segura, corrí lo más rápido que pude y alcance a cerrar la puerta, pero al intentar poner el seguro un fuerte empujón prácticamente me separo de la puerta intente cerrarla de nuevo pero comenzó un forcejeo y cuando logro meter uno de sus brazos imposibilitando que cierre la puerta, sentí un segundo empujo, cedi ante su fuerza y logro entrar en mi habitación. Con un empujón me tira sobre la cama, inmovilizándome.
- No, no, espera ya entendí —decía sabiendo que llegaba el momento de castigarme, me retorcía tratando de no ser esposada a la cabecera de la cama.
- Me estás haciendo enojar todavía más Laura —gruño Javier —Quiero que te quedes quieta.
Logro esposar mis manos al cabezal de la cama me tomo por la cintura y me obligo a ponerme boca abajo, exhibiendo mi cola ante él, sus manos recorrieron la extensión de mis piernas hasta que llegando a la parte de mis nalgas las introdujo bajo mi pequeño vestido y lo levanto hasta descubrir mi cola en la cual empezó a depositar suavemente una hilera de besos, sus dientes tomaron mí ya humedecida ropa interior haciendo que descendiera hasta quitármela totalmente, ahora era su lengua la que recorría toda extensión subiendo por la parte interna, cada una de mis expresiones debía demostrar solamente placer, cerré mis ojos mientras subía más mi cola para él, mis dientes aprisionaron mi labio inferior y mi garganta dejo escapar un gemido ronco, lleno de excitación, de placer.
- Si este es mi castigo me está gustando mucho – comente divertida.
- Recién empezamos, no te preocupes – dijo mientras su lengua se perdía entre mis muslos.
Se incorporó en la cama y comenzó a tocarme de nuevo, solo que esta vez eran sus manos las que lo hacían, las que exploraban cada centímetro de mis piernas, el placer junto con la lujuria se esfumó cuando recibí una fuerte nalgada, un pequeño grito que contenía más sorpresa que dolor se hizo presente.
- Parece que nuevamente tendremos que contar hasta diez —susurro en mi oído.
- Perdón, perdón, perdón… —susurre
- Estas perdonada, pero de todas maneras tengo que castigarte – susurro –¿quieres ver que compré hoy?
Se puso de pie y salió de mi habitación, los minutos pasaban, mi cuerpo reaccionaba a la espera, estaba ansiosa, expectante, imaginarme esposada a mi cama sin mi ropa interior era una visión morbosa de mí misma. Mi mente divagaba entre morbosos pensamientos hasta que una de mis nalgas sintió como era acariciada, sus dedos juguetones la recorrían con habilidad haciendo que me excite cada vez más.
- Mira – dijo acercando a mí una bolsa de papel madera.
Contenía dos elementos, el primero era simplemente una vara de madera de color roble claro, pude sentir su suavidad cuando comenzó a acariciar mi piel con ella, dibujando pequeños círculos en mí y dándome unos golpecitos en mi cola.
- Esta es la opción A, recuérdala. —dijo sonriendo muy tranquilo.
No me gustaba nada para donde conducían las cosas
- ¿Opción A? —dije mirándolo a los ojos tratando de adivinar sus pensamientos.
El segundo objeto era una fusta de cuero trenzado de color negro, fue algo que me dio bastante miedo, recorría mis piernas lento, pero sin pausa, la lengua de ese objeto acariciaba mi piel haciendo que se erice.
- Esta es la opción B, me gusta mucho ¿Cuál prefieres?
- ¿Para qué? —pregunte temerosa de escuchar la respuesta que ya había adivinado.
- Vamos a contar hasta diez.
¿Me preguntaba con que quería ser azotada? Preferiría la fusta antes que la vara, según mi lógica debía ser menos doloroso al ser la lengua más pequeña ¿Seria así a partir de ahora? No sabía qué elegir ¡me va a doler de todos modos!
- ¿Prefieres acaso que elija yo?
- ¡No!... yo lo hare mi señor —respondí inmediatamente— Opción B.
Acaricio mi cabeza con cariño mientras me ponía un antifaz, el tiempo comenzó a transcurrir mientras mi ansiedad aumentaba, el primer azote golpea con violencia mi cuerpo arrancándome el primer número de la cuenta —Uno, Mi Señor —Uno a uno los azotes fueron cayendo sobre mi piel, en periodos irregulares de tiempo seguidos por mi obediente cuenta, algo estaba despertando este juego morboso o enfermo. Todo dependía del modo de verlo, lo único que para mi punto de vista era evidente era que lo deseaba, al son de cada azote se estaba cumpliendo una de mis fantasías más intensas con Javier.
El castigo había concluido, mi piel ardía, mis muñecas dolían de tanto retorcerme, mi garganta parecía algo inflamada, mi respiración era agitada, mi pecho subía y bajaba de forma frenética. Levanto mi antifaz observándome sonriente, mis ojos se fijaron en los suyos encontrándome con un sentimiento que desconocía, que se ocultaba tras esos ojos penetrantes. Tras pocos segundos volvió a negarme la vista.
- Lo has hecho muy bien – dijo acariciando mis nalgas, lo que causo que me estremezca por el dolor – muy bien… tengo algo para eso, relájate.
Busco nuevamente en la bolsa de papel madera, el ruido llego a mis oídos haciendo que nuevamente me estremezca ¿Qué seguía ahora? Sentí algo frio que comenzaba a recorrer la zona adolorida, me aliviaba, refrescaba mi piel, el masaje me estaba haciendo muy bien, comenzaba a excitarme una vez más.
- Esta crema te ayudara, la compre especialmente para esta ocasión, estaba ansioso, la verdad no creí que llegaría tan pronto.
El masaje sobre mis nalgas me estaba gustando, sus hábiles manos recorrían desde la parte baja de mi espalda hasta poco más de mis muslos, mi respiración se relajó mientras mi mente divagaba ¿Cuánto tiempo había esperado para sentirme así? Me estaba gustando mucho, sus dedos ahora volvían a acariciar la parte interna de mis muslos, recorriendo desde mi ano hasta mi vagina como esa ocasión en la cocina, mi cuerpo por si solo buscaba sus dedos, sus toques.
- Estas enfermo, deberían encerrarte en una habitación acolchada —dije al momento que me movía al compás de sus dedos— una habitación igual a la mía... Mi señor —dije.
Uno solo de mis gemidos causo que él se tire sobre mí, puede sentir su erección entre mis piernas y su respiración en mi oído, para ese momento estaba completamente empapada, sus carisias estaban enloqueciéndome hasta que de momento cesaron junto con mi respiración, la impaciencia me estaba destruyendo, necesitaba que me toque nuevamente, mi cuerpo se retorcía tratando de tocarlo, pero las esposas no me daban la suficiente libertad, una fuerte nalgada impacto mi piel —Quieta — fue la orden que retumbo no solo en mi mente sino en mi cuerpo, mis movimientos se detuvieron al instante. Su lengua volvió a subir desde mis pies hasta mis glúteos cubriendo de saliva la parte interna de mis piernas. Me ayudo a darme vuelta comenzando nuevamente a besar mis piernas, al llegar a mi vagina comenzó el verdadero ataque, cada rincón de ella era asediado, su hábil lengua sabia los puntos que debía tocar, mis gemidos eran indetenibles, salían de mi boca sin que pudiera siquiera contenerme, comenzó a penetrarme con sus dedos mientras su lengua avanzaba por mi vientre deteniéndose para ingresar en mi ombligo y cubrirlo con su saliva.
- Javier, por favor —Rogué.
Su lengua siguió camino, levanto aún más mi vestido descubriendo que no llevaba sostén, deteniéndose para apreciar mis senos por unos segundos antes que su lengua continuara su camino, subiendo lentamente hasta detenerse sobre uno de mis pechos, envolviendo mi pezón con su lengua para después tirar de el con sus dientes, lo que junto con las rápidas penetraciones de sus dedos lograron hacerme llegar al orgasmo, me retorcía bajo el mientras una serie de descargas eléctricas recorrían mi cuerpo entero, sus labios chocaron contra los míos, nuestras lenguas se encontraron en una hermosa danza, una danza que llevaba años esperando, su miembro entro en mi sin contemplaciones, su beso se aseguraba de capturar cada uno de mis gemidos hasta que nuestras bocas se separaron, mi respiración se volvía más y más irregular con ese hermoso vaivén que alteraba mis sentidos, mis piernas rodearon su cuerpo haciendo que se hunda aún más en mí, estaba siendo muy intenso, necesitaba tocarlo, necesitaba verlo pero al mismo tiempo estaba disfrutando más que nunca, su cuerpo se abrazó al mío, podía sentir su respiración en mi oído, me daba pequeños besos en mi cuello mientras profundas penetraciones se encargaban de llegar a lo más profundo de mi cuerpo, sus movimientos se volvían más violentos, tomo mi cabello entre sus mano y ejerciendo un poco de fuerza logro elevar mi boca para volver a besarla, mordía mis labios, besaba mi cuello, masajeaba mis senos, era demasiado estimulo, demasiado placer, mi cuerpo se volvía a tensar, podía sentir como poderosos chorros de un espeso liquido en mi interior, mis gemidos fueron contenidos por sus besos mientras mi cuerpo alcanzaba un nuevo y espectacular orgasmo, quedando totalmente exhausta.
- Espero que a partir de ahora te comportes – dijo con voz entrecortada – La próxima vez serán solo los azotes.
Me sacó el antifaz, las esposas y comenzó a vestirse sin siquiera mirarme ¿tan poco valgo? Frote mis muñecas intentando que se relajaran, mientras el salía de la habitación, me levante cansada buscando mi ropa interior por algún sitio. Volví al comedor, Javier no estaba. Recogí todo lo que estaba esparcido por el suelo, el plato se había hecho mil pedazos – Nunca vino alguien tan preciosa para practicarlo –Sonreí, como una tonta sentada en el suelo con el cesto de la basura en mis manos.
- Problema de comida resuelto —Anuncio sonriente Javier desde la puerta.
- Me preguntaba dónde estabas ¿Trajiste pizza acaso?
- Bueno el almuerzo estaba arruinado, creo que dos pizzas serán más que suficientes ¿Napolitana o jamón con palmitos?
Había reaparecido convertido en una especie de Javier divertido fuese como fuese disfrutaba cada uno de sus estados de ánimo, nos carcajeábamos con cualquier idiotez que se nos ocurriera decir. Pocos minutos después mamá llegaba a casa de la clínica, tal vez había tenido un día agotador apenas si comió algunas rebanadas de pizza mientras hablaba con Javier. Comenzó entre ellos una charla cursi y aburrida, fue el momento perfecto que mi teléfono eligió para anunciar una nueva llamada, lo había dejado en mi cuarto luego de bañarme.
- Hola – dije con un tono cortante, sin interés.
- Hola morocha —dijo una seductora voz— ¿Cómo estás?
wow me había llamado, si el chico lindo quería jugar, jugaría con él.
- ¿Quién habla? – pregunte sonriendo.
- Soy pablo, nos conocimos cerca del mediodía, viniste a mi local, dejaste tu número en el comprobante de la tarjeta.
- Ahh si, si … ya te recuerdo ¿Cómo estás?
- Con ganas de verte.
Ok un chico directo – atenta Laura tu controlas el juego no él – me dije
- Estoy ocupada hoy —respondí tranquila.
- ¿Todo el día?
- Si.
- ¿Qué tal por la noche?
- No sabes interpretar un No —dije sonriente.
- Me muero de ganas de verte… estuve pensando en deshacerme de todos los negocios de la zona, no tendrás más remedio que ir si o si a mí local.
- Eres un tonto – dije dejando escapar una pequeña risa.
- Te llamo en la noche morocha, muchos besos.
Mi cuerpo recibió una pequeña alegría, sentía que me gustaba.
- Está bien nos vemos en la noche, un beso
Bueno tendría algo con que entretenerme cuando no estuviera con Javier, parecía ser un buen chico, por su cuerpo se notaba que iba al gimnasio, aunque eso no llamo mi atención, fueron sus ojos lo que lo hicieron, color miel, intensos, penetrantes, hermosos. No sabía que tenía preparado el destino para mí, pero estaba segura de algo, no me aburriría en lo más mínimo.