La hermanita cachonda
Elena es una de esas mujeres que no deja a nadie indiferente.... ... ... Que una mujer te elija para tener sexo ocasional es agradable, que te persiga durante años para que la hagas suya es poco frecuente, que lo consiga es lo mejor que puede pasar.
Llegue a aquella cala de la que me habló mi amigo Roque a media tarde y vi algunos grupos; me desnudé para no desentonar y me di un chapuzón para refrescarme un poco; al salir del agua me quedé en pie para intentar localizarlo y oí a mi espalda.
< ¡He! Que me tapas el sol.
Me giré y ahí estaba la criatura más bella que se puede imaginar; me miraba con los ojos entornados y haciendo pantalla con una mano.
Al verla apoyada sobre un codo me vino a la mente la imagen de Friné; la amante y modelo que Praxíteles empleó para esculpir las estatuas de Afrodita; con el cabello más oscuro que haya visto jamás la piel “canela” que brillaba como el bronce bruñido incluso en la palma de la mano y una sonrisa preciosa que mostraba unos dientes perfectos entre unos labios carnosos.
— Disculpa no me fijé.
No había nadie cerca y me senté a su lado; podía ser que la tarde no estuviera perdida del todo y sin demasiado énfasis pregunté.
— ¿Sueles venir mucho por aquí?
< Casi todos los fines de semana, hoy vine con ese grupo porque se me averió el coche pero no me gustan las aglomeraciones, suelo colocarme tras aquella roca del fondo; hay un rosario de calas minúsculas donde nadie te molesta; si están ocupadas pasan a la siguiente.
En ese momento comenzaron a moverse los componentes del cercano grupo y ella, que lucía una cadenita en el cuello con una gran “H” de oro, se puso también en pie y me dijo en voz baja.
< Si vienes y no me ves con ellos no preguntes por mí, posiblemente esté en alguna de esas calas y si te acercas serás bien recibido.
Me quedé viendo como marchaban a los coches y al rato también yo marche sin intentar encontrar a mi amigo.
Al siguiente sábado la encontré en una de aquellas calas y al verme exclamó con gran alegría.
< ¡Has venido! Qué bien.
Se quedó mirando mientras me desnudaba y fijó sus bellos ojos en mi polla que reaccionó sin control ante la visión de ese cuerpo de infarto.
Sonriendo añadió sin levantar la mirada.
< Ya veo que al menos una parte de ti también se alegra de verme.
Como si nos conociéramos de siempre, la tomé en brazos y a pesar de sus débiles protestas marche con ella al agua; aprovechando mi envergadura la lancé por el aire y cayó un par o tres metros más allá de donde quedé yo con el agua por el pecho; sin salir a la superficie nadó hasta mí y emergió pegada a mi cuerpo exigiendo.
<¡ Ahora que me has ahogado tienes que salvarme!
Sin darme tiempo a reaccionar se me abrazó y comenzamos a besarnos; era la primera vez que algo así me sucedía; por lo general soy yo quien traspasa levemente los límites tratando que ellas acepten, pero no me importó y cuando noté su mano entre ambos acariciando mi verga supe que esa mujer era diferente a cuantas conocía hasta la fecha; además de bella era decidida y sin falsos prejuicios, como tantas y tantas otras.
Hicimos el amor en el agua y a pesar de que siempre lo consideré incomodo resultó mucho mejor que en anteriores ocasiones y es que “H” es especial en todo. Salí del agua arrastrado por ella que tiraba de mi mano con las dos suyas y en la arena comenzó a secarme; no comprendía nada y ante mi cara de sorpresa aclaró.
< Como se nota que nos compenetramos podemos ir a un lugar más cómodo; tengo las llaves de un apartamento que debo entregar mañana a mediodía pero hasta entonces podemos emplearlo.
La seguí con la moto hasta un edificio de apartamentos y subimos al ático en un cochambroso ascensor en el que comenzó a magrearme sin importarle que subiera otra pareja que al vernos tampoco se cortaron, bajaron también en el ático y entraron en la puerta de al lado; llegue a pensar que se trataba de una prostituta en su día libre pero al ver el apartamento totalmente vacío supuse que no era así.
Sin que llegara a preguntar me explicó lo de las llaves.
< Ella me contó ayer, que el día que llegaron recibió un correo comunicándole que este lunes tenía una entrevista de trabajo y ante eso decidieron perder un día de vacaciones, quiere llegar hoy a Madrid para estar fresca en la entrevista y tratar de conseguir el empleo.
Sin esperar respuesta, retomó su campaña de acoso y derribo a la que no me opuse y poco después estábamos sobre la enorme cama totalmente desnudos y ella cabalgándome con desesperación como si no hubiera un mañana; verla temblar con los ojos entrecerrados en medio de violentos espasmos era una maravilla; encadenó una serie de orgasmos que jamás imaginé que una mujer pudiera gozar en tan poco tiempo, y cuando decidió hacerme llegar y permitió que me vaciara en ella cambió para mejor.
Se retorció para meterse la polla en la boca y succionó cuanto pudo antes de comenzar a lamerla en toda su extensión entreteniéndose en el capullo, retiraba el prepucio con los labios y paseaba la punta de la lengua por encima, después lo hacía alrededor del sombrero, en la junta con el tronco y por fin volvía a cubrirlo con el prepucio; bajaba hasta el escroto y sorbía uno de los huevos; después de presionarlo con la lengua contra el paladar lo expulsaba y repetía con el otro.
Ese suplicio duró hasta que logró que tuviera otra erección respetable y entonces se ensartó de nuevo lanzándose a una cabalgada salvaje; sus pechos saltaban descontrolados y no fue hasta que aflojó por efecto de los espasmos que pude atrapar uno de sus pezones y después el otro; los presioné hasta que abrió mucho los ojos y para mi sorpresa exclamó indignada.
< ¡Suelta! No me gusta el dolor.
Siguió clavada en mí y después de conseguir que la llevara una y otra vez al éxtasis se quedó rendida sobre mi pecho, al recuperarse un poco exclamó.
< ¡No conoces a muchas mujeres a las que les guste llevar la iniciativa! ¿Verdad?
Me sorprendió su forma de decirlo aunque tenía razón; no estaba acostumbrado a que una mujer fuera tan directa aunque me agradó su sinceridad.
Nos quedamos tendidos mirando el techo, cada uno sumido en sus pensamientos con una de mis manos entre las suyas y exclamó.
< ¿Te quedas a comer? Puedo pedir unas pizzas; no hay nada para preparar otra cosa.
Acepté encantado y con un ágil y gracioso brinco salió de la cama, la oí hacer el encargo al que añadió unas cervezas; al rato sonó el telefonillo y fue a abrir la puerta desnuda como estaba; al regresar sonriendo me explicó que solía repartir el hijo, pero que ese encargo lo trajo el padre, que no está acostumbrado a que le abran la puerta “en bolas”.
Comimos las pizzas con alguna cerveza más de la cuenta y al rato volvimos a la cama; a media tarde, cuando bajó lo suficiente el sol nos instalamos en la terraza y nos reímos al oír a nuestros vecinos que no eran nada discretos en sus juegos y ella bramaba como una fiera; oscurecía cuando le propuse salir a cenar y rechazó la idea, entonces le dije que iría a buscar algo preparado y respondió que no quería quedarse sola; insistí y me vestí; regresé media hora después con un par de bolsas, había comprado cena y algo para desayunar pero nadie me abrió; después de varios intentos pique a los vecinos y me identifique.
— Puede que el telefonillo no funcione.
Me esperaban en el rellano y después de tocar varias veces el timbre que se oía perfectamente y aporrear la puerta, el chico me propuso saltar la pared que separa ambas terrazas por si se había desvanecido.
Se había ido, había desaparecido y no sabía ni su nombre; posiblemente recibió una llamada y no pudo esperar; me despedí de los asombrados chicos a los que regale la compra y regrese a casa con la intención de volver al día siguiente por ver si la encontraba.
Pregunté a los vecinos y me dijeron que no habían oído nada. Recorrí las dieciocho pequeñas calas que hay hasta la otra más grande sin éxito y pasé un día bastante amargo; repetí la operación tanto el sábado como el domingo siguiente sin éxito y pensé que había sido una alucinación.
Al siguiente fin de semana volví a esa playa con Roque sin esperanzas de encontrarla; él me presentó a algunos componentes de un grupo y así fue como conocí a Lola.
Es una mujer extraordinaria y unos meses después formábamos una sólida pareja; decidimos ir a vivir juntos y aunque al principio sus padres parecían reacios, aceptaron.
Tras dos años de convivencia decidimos casarnos y nuestra vida era perfecta; tenemos muy buena relación con nuestros padres-suegros y una muy buena sintonía con el resto de parientes; con nuestros respectivos amigos también congeniamos.
Una tarde Lola me comentó que su hermana Ester venía a buscar un apartamento para regresar a nuestra ciudad y pasaría unos días con nosotros; las hermanas no se veían desde nuestra boda aunque jamás supe porque se marchó antes de terminar el convite sin despedirse siquiera; como el tema no parecía gustar a Lola dejé de incordiarla con el asunto.
Ester es una mujer bella; diría que más incluso que Lola aunque jamás me atrevería a decirlo en voz alta, es dos años menor que su hermana y llevan el mismo corte de pelo y ambas teñidas de rubia, algo en ella me resultaba familiar sin ser tan evidente como para preguntarle y quizás fuera por haber visto fotos suyas aunque no recordaba cuando; hablaba poco cuando estábamos juntos pero con Lola se pasa horas intercambiando chismes.
Ese viernes llegue a casa eufórico y mientras tomaba una cerveza comenté que me había llamado Leo para invitarnos a verlo tocar en vivo esa noche; lo hace con un grupo desde hace años y en verano suele hacer “bolos” en la costa. Le dije que seriamos tres y contesto que no era problema, nos dejaría las entradas en taquilla; Lola exclamó airada que tenía mucho trabajo ese sábado y que no iría; generalmente habría respondido que lo dejábamos para otra ocasión pero mirando a Ester que se veía entusiasmada respondí.
— Bueno, si no quieres venir podemos ir nosotros; seguro que a tu hermana le encantará.
Como si realmente no le importara respondió que no había problema, después de cenar tomaría una pastilla para dormir y se acostaría temprano; nos recomendó que no hiciéramos demasiado ruido al regresar y mirando fieramente a su hermana exclamó.
• Y tú, no sé qué tipo de local será, pero ¡No bailes con desconocidos!
< No te apures hermanita, no lo haré. Solo bailaré con tu marido si no te importa.
• ¡No! Con él no corres peligro.
Me molestó el comentario aunque en realidad no sabía a qué se refería; me di una ducha rápida y al salir cambiado vi que Ester me esperaba elegantemente vestida. Llegamos al restaurante en poco más de media hora; en el camino apenas hablamos y al preguntarle si estaba bien me confesó que era la primera vez desde hacía años que salía sola; sin nadie que la controlara.
Intrigado le pregunté a qué se refería y como si despertara de un sueño respondió.
< Te lo diré; te diré cuanto quieras saber en su momento y no antes.
Nos sirvieron un menú degustación que resultó ser escaso pero con abundantes platillos muy sabrosos, regados en cada ocasión con diferentes tipos de vino que servían en pequeñas copas y que según decían “maridaban” perfectamente con ellos.
Al salir comprendí que era arriesgado conducir y no por no estar en condiciones; estaba seguro que ambos daríamos positivo en un control de alcoholemia; en un taxi nos dirigimos a la sala donde actuaba mi amigo y como era pronto aún pudimos saludarlo antes de la actuación.
— ¿Qué tal estas Leo? Hacía mucho que no nos veíamos; esta preciosidad es Ester pero no te hagas ilusiones; su hermana y esposa mía me ha dado instrucciones claras al respecto y no debo permitir que un degenerado como tú se le acerque siquiera.
Después de una sonora carcajada y de estrecharle la mano Leo exclamó.
.- No te apures por eso porque me estoy reformando; después de la actuación conoceréis a Saray mi pareja que verá la actuación entre bambalinas, ha estado preparando una fiesta en una sala que le han prestado aquí cerca; es mi cumpleaños y quiero celebrarlo con todos mis amigos; de ahí que insistiera en que vinieras hoy.
Me pareció una idea estupenda y al mirar a Ester vi un brillo especial en sus ojos que hicieron saltar las alarmas, aunque fui incapaz de reconocer de qué se trataba, y la oí musitar.
< Por favor. ¡¡¡Acepta la invitación!!! Me apetece mucho bailar aunque cumpla mi palabra y solo lo haga contigo; hace mucho que lo deseo y no me ha sido posible.
— Acepto con una condición, antes de regresar a casa tendremos esa conversación de la que hablamos antes y quiero la verdad con todo detalle.
Leo nos miró sorprendido y antes de que preguntara le dije que aceptábamos su invitación.
La actuación fue extraordinaria; Ester estaba extasiada siguiendo el ritmo con todo su cuerpo y yo no podía dejar de mirarla, al terminar esperamos a Leo que nos presentó a Saray y juntos fuimos hasta el local que ya estaba ocupado por unos cuantos amigos que lo recibieron cariñosamente.
Tomamos una copa y nos dedicamos a observar aquel heterogéneo grupo donde había ejecutivos y artistas que charlaban distraídamente hasta que Saray puso música y el panorama cambió radicalmente; en unos instantes las parejas comenzaron a bailar mientras las luces bajaban de intensidad hasta sumir la estancia en una agradable penumbra; Saray se nos aproximó y con voz melosa exclamó.
<.- Leo me dijo que a tu chica le apetece bailar, pues a bailar.
Elena tiró de mi sujetando una de mis manos con ambas suyas y reculando hasta la pista, esa imagen no me era desconocida pero no tuve tiempo de pensar; pego su cuerpo al mío y cuando apoyé mis manos en sus caderas, sus carnosos labios atraparon los míos y su lengua invadió mi boca, una extraña sensación se apoderó de mí; un déjà-vu me trasladó a vivencias pasadas muy agradables.
Me dejé llevar sin pensar y poco después estábamos en un reservado despojándonos de la ropa y comiéndonos literalmente la boca; sus manos atraparon mi verga y la llevó a su entrepierna; fue deliciosa la forma en que jadeaba al ritmo de mis envestidas y cuando comenzó a retorcerse en medio de tremendos espasmos que anunciaban su inminente orgasmo supe que ya había asistido a ese glorioso momento aunque seguía siendo incapaz de situarlo; dejé de pensar cuando comenzó a hipar poco antes de desvanecerse momentáneamente aunque su cuerpo continuó moviéndose de forma espasmódica.
La abracé fuertemente y sus duros pezones parecían querer atravesar mi piel; oí algo y vi a Saray que nos contemplaba desde la puerta; me hizo un gracioso guiño y desapareció cerrándola de nuevo tras de sí.
Seguimos en ese lugar hasta que se repuso lo suficiente para decirme.
<¡ Vámonos a otro lugar! quiero más de ti, mucho más y me lo vas a dar.
Estaba como hipnotizado y comencé a vestirme sin apartar los ojos de ese cuerpo que me tenía hechizado; se puso el vestido sobre la piel, guardó el sujetador en el bolso y tiró en una papelera las bragas con que se había limpiado los restos de mi eyaculación.
Caminamos hasta un hotel por horas cercano donde pagó en efectivo y me arrastró hasta la sórdida habitación que llenó de luz en cuanto se despojó del vestido; la estaba admirando y de espaldas a mi sacó del bolso algo; se dio la vuelta y vi colgando de su cuello una cadenita de la que pendía una gran “H” de oro que reconocí inmediatamente, me di cuenta de quién era aunque me faltaba conocer muchos detalles para completar el enigma.
Traté de apartarme pero fue imposible; su magnetismo venció mi poca resistencia y poco después estábamos sobre aquella cama en la que en otras circunstancias ni me habría sentado pero que ahora me parecía digna de un palacio por compartirla con ella ¡ELLA! Aquella criatura que desapareció de improviso y con la que he soñado infinidad de ocasiones sin lograr jamás evocar su angelical rostro.
Traté de hacerle mil preguntas pero me fue imposible articular una sola palabra, y es que no solo sus besos me impedían físicamente hablar, es que ni me planteaba interrumpirla pues me estaba llevando al paraíso, ese paraíso que conocí junto a ella seis años atrás; sus labios me absorbían mientas el resto de su cuerpo se fundía con el mío en la más bella de las danzas que interpretábamos al unísono como si no hubiéramos dejado de hacerlo en todo este tiempo.
Rendidos y satisfechos, con una de mis manos entre las suyas apoyada sobre su pecho, quedamos mirando al techo como aquella lejana tarde en que cometí el error de dejarla sola. ¡Dejara sola! Eso fue lo que pasó ¿Por qué? Que la hizo desaparecer; temí preguntarlo pero había llegado el momento, todo mi universo estaba del revés y antes de continuar con esa locura necesitaba saber ¿Por qué? Y a pesar de que era muy consciente que podía ser el final de ese sueño le dije con la voz menos firme de lo que merecía la ocasión.
— ¡Tenemos una conversación pendiente!
Se giró hacia mí y comenzó a desgranar una historia que cada vez parecía más real precisamente por inverosímil, era imposible que nadie fuera capaz de inventar tanto en tan poco tiempo y asumí a pesar de todo que las cosas sucedieron así.
< Tengo dos adicciones y aquella tarde debí esperarte y no ceder a la tentación. En realidad, la amiga de la que te hablé no marcho a Madrid por un trabajo; su novio, a pesar de jurarle que lo había dejado definitivamente nos ofreció la tarde antes unas rayas de coca, decepcionada y disgustada hizo el equipaje y me dio las llaves de aquel apartamento para que las entregara; en cuanto saliste apareció aquel tipo y marche con él para colocarme, después me arrepentí pero estaba tan avergonzada que no fui capaz de contártelo y preferí dejarte ir.
La otra adicción es al sexo, padezco una extraña neurosis que me hace vulnerable y cuando me gusta una persona debo acostarme con ella a pesar de cualquier consideración moral o ética, el alcohol ayuda a manifestarlo y el contacto físico con un hombre causa dos posibles efectos, de total rechazo o de entrega sin condiciones. No respeto a mi hermana porque yo te vi primero y ella lo sabía porque el siguiente fin de semana, te vi llegar y le comenté que eras el chico con el que había pasado los mejores momentos de mi vida. Acudí a vuestra boda porque el siquiatra lo sugirió y ella me lo pidió y al principio no quería ir porque pensé que me reconocerías, pero ella me aseguró que le habías contado lo de nuestro encuentro y que le juraste en infinidad de ocasiones que te resultaba imposible recordar mi rostro, con todo, me teñí el cabello y acudí con aquellas odiosas y enormes gafas, pero al tenerte cerca temí recaer y preferí desaparecer.
En estos años he estado con algunas mujeres durante meses y con dos hombres unas horas con cada uno, pero nadie ha logrado hacerme olvidarte y el siquiatra me recomendó una terapia de choque, enfrentarme a mi hermana y a ti, para solucionarlo de una vez por todas.
Ella te ha tenido seis años más de los que te merecía, ahora comienza nuestro tiempo si es que me aceptas.
— ¿De eso habéis estado hablando estos días? Suponía que el tema era yo, pero no que estuvierais negociando el relevo.
< Solo será si accedes, ella está de acuerdo porque sabe que no actuó bien y yo, podre seguir mi camino si me rechazas pero nadie me arrebatará lo que hemos tenido.
Hicimos el amor una vez más y en esta ocasión fue aún más entrañable que la anterior, nos vestimos y tomados por la cintura andando acompasadamente como si lo hiciéramos a diario nos dirigimos al paseo marítimo; era ya de madrugada, cuando contemplando la luna baja me confesó que conservaba la casa que tenía antes de marchar a Madrid y que si me apetecía podíamos ir a verla por la mañana, acordamos hacerlo y regresamos a mi casa; Lola nos esperaba en el salón, sentada muy erguida en una silla y al ver nuestro semblante no fue necesario decir nada; y con voz firme exclamó.
• Ya veo que lo tenéis claro; firmaré el divorcio cuando me lo pidas y de verdad deseo que la hagas tan feliz como a mí en estos años.
Sin añadir nada más, se dirigió a la habitación de invitados cediéndonos la de matrimonio; en lo que quedaba de noche ya no hicimos más que dormir; en realidad soñé despierto lo que sería nuestro futuro junto a Elena, aunque sentía una gran curiosidad por algo que en realidad no tenía importancia y pregunté.
— Elena dime ¿De dónde sacaste esa “H” que luces en el cuello?
< Me la regaló mi primer amante; decía que era tan bella como Helena de Troya, la hija inmortal de Zeus según la mitología; eso fue antes de marchar a África como misionero; era o es franciscano.
No necesitaba nada más, con esa mujer podía y de hecho estaba convencido que sería muy feliz.
©PobreCain
Agradecería todo tipo de comentarios tanto aquí como en mi correo [[email protected]
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