La hermandad de las zorras (4 y final)
Capitulo final de la serie. La ceremonia de inciación de Fátima llega por fin
El tan esperado día había llegado. Esa noche, Fátima se convertiría en zorra de la hermandad. Se despertó muy nerviosa. Y muy excitada.
Desde que había visto aquel primer video su vida había dado un cambio radical. De ser una mujer normal, con una vida normal, había pasado a ser la zorra de su marido. El cambio había sido para mejor. Jamás había gozado tanto con el sexo como desde aquel día.
De serle fiel a su amado esposo pasó ser follada por otro hombre delante de él. Pasó a ser un objeto de placer para su marido y para todos aquellos que él decidiese. Incluso para otras mujeres. Y a partir de esa noche, ya no sería sólo de Ignacio. Pertenecería a la hermandad de las zorras y cualquiera la usaría a su antojo.
Sin embargo, se sentía fiel a Ignacio. Extrañamente, aún más que antes. Era a él a quien amaba. Complacerlo era lo único que deseaba. Sabía que él se follaría a todas las zorras que pudiera. Pero sin engaños. Abiertamente.
A su lado dormía su hombre. Se giró y lo miró. Antes de todo lo que había pasado, si ella se hubiese despertado así, cachonda, se habría acercado silenciosamente a su marido. Lo habría empezado a acariciar. Su mano habría ido hacia su polla y la habría puesto dura, si no lo estaba ya. La habría sacado del pijama y la habría empezado a chupar despacito, recreándose en su dureza, en el agradable tacto de la suave piel en su lengua. Y cuando él se hubiese despertado, se habría sentado sobre él, clavándose la polla hasta el fondo de su mojado coño y lo habría cabalgado hasta sentir contra el fondo de su vagina los calientes chorros del leche de su hombre.
Pero ahora no hizo nada de eso. Ahora era una zorra, y como tal tenía que esperar a que él quisiera follarla.
Se levantó y se fue a la cocina a prepararse un café. Después fue al baño a hacer pis. Se sentó en la taza, y después de orinar, cogió papel y se secó. Gimió al sentir el roce. Estaba muy excitada.
Dejó caer el papel, pero dejó la mano. Empezó a acariciarse. Las yemas de sus dedos recorrieron los labios vaginales, evitando el clítoris. Recorrieron los pliegues, arriba y abajo. Fátima se mordía el labio inferior. Tenía los ojos cerrados y gemía. En su mente sólo había pollas, duras pollas delante de su cara, en su boca. Tibio semen bajando por su garganta. Todo eso pasaría ese mismo día, esa noche.
Sus dedos rozaron su clítoris. Se arqueó sobre la taza del wc.
Algo le rozó la cara. Abrió los ojos. Era la polla de Ignacio.
-¿Qué haces, zorra?
-Estoy muy caliente...no pude resistirme.
-Sigue, putita. - le dijo, cogiéndola del pelo y obligándola a meterse la polla en la boca.
Con fuerza, le movió la cabeza arriba ya abajo, follándole la boca con ganas. Ella se frotaba el coño. Ignacio oía pequeños chapoteos. Su mujer estaba muy muy cachonda.
-¿Es por lo de esta noche, verdad? Por todas las pollas que te vas a comer, ¿No?
-Ummmjummmm
-Pero mira que eres puta. Te derrites como una perra sólo de pensarlo.
-Ummmm.
Ignacio conocía a su mujer. Conocía las reacciones de su cuerpo. La señales que indicaban un inminente orgasmo. Le sacó la polla de la boca y le dio un manotazo en la mano con se frotaba el coño.
-Quita la mano de ahí. Vamos a desayunar.
Ella lo miró, suplicando con la mirada. Estaba a punto de correrse. Pero con la mirada él le indicó que lo siguiera.
Ya en la cocina, Ignacio se sentó en una silla. Su dura polla asomaba por la abertura del pantalón de su pijama.
-Prepárame unas tostadas.
Fátima preparó el desayuno para los dos. Miraba de vez en cuando la polla. Llevó dos tazones con leche y cuatro tostadas a la mesa y se sentó.
-Bien. Unta las mías con mantequilla. Ya sabes como me gusta.
-Sí, mi amor.
Cogió las dos tostadas y las untó con una generosa ración de mantequilla, que se derritió parcialmente sobre el caliente pan. Luego las puso en el plato de Ignacio. Cogió las dos suyas y se dispuso también a ponerles mantequilla.
-No. - dijo Ignacio, sobresaltando a Fátima - las tuyas con leche.
Ignacio se levantó y se quedó de pie junto a ella. Acercó la polla hacia el plato que tenía las dos tostadas de Fátima.
-Venga, zorra. Úntalas bien de leche.
El coño sufrió un pequeño espasmo. Cogió la dura polla y empezó a hacerle una lenta paja. Los ojos de Fátima iban de la punta de la polla a los ojos de su marido.
Aumentó el ritmo de la paja. Ignacio gozaba de aquella morbosa caricia. En pocos minutos notó que su orgasmo se aproximaba.
-Acerca una tostada, que ya viene la leche.
Sin dejar de mover la mano que se aferraba a la polla, Fátima cogió con la otra una de las tostadas y la puso como a cinco centímetros de la polla. Sintió como la polla se ponía rígida, como Ignacio se tensaba. Clavó los ojos en la punta de la verga y dejó de respirar cuando el primer chorro salió disparado.
Se estrelló contra la tostada. Sintió el golpe en la mano que agarraba la polla y con la mano que agarraba la tostada. Fue un chorro largo, espeso, que cayó todo sobre el pan. Fue seguido por otro, y por otro. Cada espasmo de la polla era seguido por un disparo de espeso semen que se añadía al que iba cubriendo la tostada.
El último chorro, menos fuerte, cayó en parte en la mesa. Sólo entonces Fátima volvió a respirar.
-Exprime bien la polla. Aún queda un poquito.
Apretando desde la base y sosteniendo la tostada bajo la punta de la polla, Fátima obtuvo un último chorrito. El corazón le latía con fuerza.
Ignacio cogió la otra tostada y la puso sobre la primera, formando un sándwich de semen.
-Ahora, a desayunar, putita linda.
Volvió a su asiento, cogió sus tostadas untadas de mantequilla y empezó a comérselas. Miró a Fátima, que llevó su sándwich a su boca y mordió. Cerró los ojos. Su boca se llenó del sabor del pan tostado y el salado gusto del semen de su marido. Empezó a masticar. Tragó.
-¿Está rico?
-Sí.
-Sabía que te gustaría. Cómetelo todo, que necesitas proteínas para esta noche. Aunque proteínas no te van a faltar. Jajajaja.
Fátima se comió todo el sándwich. Sentía la humedad entre sus piernas. Juntaba los muslos y se frotaba. El placer se irradiaba por todo su cuerpo.
Cuando terminaron de desayunar, ella recogió los platos y los llevó al fregadero. Le dio la espalda a Ignacio, momento que éste aprovechó para levantarse.
Se acercó a ella. Le bajó de un tirón al pantaloncito del pijama, la hizo echarse hacia delante y de una sola estocada, le metió la polla en el coño.
-Agggggggg - gimió de placer Fátima, sintiéndose por fin follada.
-Joder, que mojada estás, zorra. Nunca habías estado así.
-Fóllame...fóllameeeeeee
-Calla, puta.
La agarró por las caderas y empezó una profunda follada. Le metía la polla hasta el fondo, apretaba y se la sacaba, del todo. Le daba golpes en el culo con la polla y se la volvía a clavar. Fátima no dejaba de gemir. Sus duros pezones se rozaban con la tela de su ropa y el placer sólo aumentaba. Se iba a correr. Y sabía que iba a ser un orgasmo intenso, devastador. Se agarró con fuerza a la cocina para no caerse.
Pero justo cuando iba a llegar a ese punto donde ya nada podría parar su corrida, Ignacio le sacó la polla y se separó de ella. Fátima, con los ojos cerrados, esperaba la última estocada, esa que la haría estallar
No llegó. Pasaron los segundos y no llegó. En vez de eso, Ignacio le subió el pijama.
-Vistete, que nos vamos de compras. - dijo, secamente, Ignacio.
+++++
La llevó a unos grandes almacenes y allí él le buscó un precioso vestido.
-Quiero que seas la zorra más bella de todas - le susurró al oído. - Vamos al probador.
Pasaron los dos al pequeño probador. En vez de puerta tenía una cortina que no llegaba al suelo, y un amplio espejo. Fátima se quitó la ropa y se puso el vestido. Se miró al espejo y se vio preciosa.
Miró a Ignacio. Él la miraba con ojos llenos de amor, admiración, deseo.
-¿Me queda bien?
-Te queda perfecto. Estás muy guapa con ese vestido. Esta noche te van a comer con los ojos todos esos hombres. A ver que tal te queda arrodillada.
Sin apartar sus ojos de los de él, Fátima se fue arrodillando. Cuando estuvo arrodillada, bajó la vista hasta la bragueta. La polla estaba dura, abultando el pantalón. Volvió a mirar hacia los ojos.
-¿A qué espera, zorra?
Llevó las manos hasta la bragueta. La bajó y sacó la polla. Aún olía a coño, a su coño. Ignacio la cogió por la cabeza y la atrajo hacia él, haciendo desparecer la polla dentro de la cálida boca de su mujer.
-Mírate en el espejo. Mira como mi polla entra y sale de tu boca.
-Ummmm ummmmmm - respondió Fátima, mirando hacia el espejo.
-Así vas a estar esta noche. Arrodillada y mamando pollas como una buena puta. Quiero que me dejes bien. Te tienes que tragar todas y cada una de las corridas de los miembros del club. Ni una sola gota de leche puede salir de tu boca. ¿Entendido?
Fátima asintió con la cabeza, sin dejar de mamar la polla de su marido.
-Agggg, putita. Así me gusta. Esta noche tu cena va a ser leche de macho.
Cuando Fátima pensó en la cantidad se semen que bajaría por su garganta hasta su estómago casi se corre. Desde que se había despertado su coño no dejaba de palpitar, de rezumar jugos. Y su marido no dejaba de excitarla, de llevarla al borde del orgasmo para luego no dejarla correrse.
-¿Va todo bien? - preguntó una voz de hombre, desde fuera.
Fátima, al oírla, se sobresaltó en intentó sacarse la polla de la boca para ponerse en pie. Ignacio la agarró por el pelo y la obligó a quedarse quieta.
-Sí, todo va bien - dijo Ignacio - Le estoy probando el traje a mi esposa.
-Ah, disculpe.
Ignacio abrió la cortina. El trajeado dependiente, un hombre de unos 50 años, se quedó estupefacto mirando a la bella mujer, arrodillada y con una polla en la boca.
-¿Vd. qué opina? ¿Le queda bien? - le preguntó al sorprendido dependiente.
-Uf, la verdad es que le siente de maravilla
-¿Por qué no pasa y lo ve de más cerca?
-Umm, no sé.
El hombre miró alrededor, comprobando que nadie miraba. No había mucha gente aún a esas horas. Volvió a mirar a Fátima, que mirándole también a él, se pasaba ahora la polla por la cara, sonriendo.
-Sí, voy a verlo de más cerca.
Entró en el pequeño probador. Ahora, los tres apenas cabían. Ignacio corrió la cortina al mismo tiempo que Fátima bajaba la cremallera del dependiente.
En menos de cinco segundos, la dura polla del hombre desaparecía en la boca de Fátima. En menos de 10 segundos el hombre gemía si apartar los ojos de la preciosa mujer que le chupaba la polla. Los ojos de ella eran preciosos, brillantes.
En menos de 30 segundos no pudo más y se corrió a borbotones dentro de la boca de Fátima. Ella apretó los labios alrededor para que ni una gota de la abundante catarata de leche que le entraba en la boca se desperdiciara.
Cuando la polla dejó de manar, Fátima sorbió y sin dejar de apretar los labios, fue sacando lentamente la polla de su boca. El semen que quedaba en la uretra fue exprimido del todo. Después, sonriendo, Fátima abrió la boca y se la mostró al hombre. Estaba llena de su semen
-Enséñale al caballero lo que hace una buena zorra cuando tiene la boca llena de leche - dijo Ignacio.
Fátima cerró la boca y mirando al hombre tragó. El sonido fue audible, así como visible el movimiento de la garganta al tragar. Volvió a abrir la boca, ahora vacía. Se pasó la lengua por los labios, relamiéndose. La polla del hombre dio un respingo.
-Había una rebajilla, ¿No? - preguntó Ignacio.
-¿Cómo?
-El traje. ¿Está rebajado?
-Sí...sí claro. Tiene un descuento especial.
-¿De cuánto?
-Del...15 por ciento.
-Vaya mierda de descuento, caballero.
El hombre, azorado, miró a Fátima que seguía arrodillada y mirándolo. Pensó que la mamada que le había dedicado bien valía un cinco por ciento más.
-Puedo llegar al 20
-Ummm mejor, mejor.
El traje costaba 300. Los 60 euros del 20 por ciento los tendría que poner de su bolsillo. Pero esa mamada bien los valía.
-Pero...- dijo Ignacio - yo esperaba un buen descuento. El 50 por ciento.
Eso significaba 150 euros. Demasiado
-Lo siento... pero es...imposible.
-Ummmmm ¿Vd, cree?. Levántate, zorra.
Fátima se puso de pie. Ignacio la hizo girar, mirando hacia el espejo. Le empujó la espalda para que se echara hacia adelante y le subió el vestido. Ella no llevaba bragas.
Lo primero que el hombre vio fue el culito más hermoso que había visto en su vida, al menos tan de cerca. Lo siguiente que notó, en aquel espacio tan reducido, fue una ligero aroma. Un embriagador aroma. Olor a coño. A hembra caliente, mojada.
-¿No cree Vd. que este culito bien vale el 50 por ciento de rebaja?
El hombre no hablaba. Sólo miraba aquel soberbio espectáculo. Miró a Fátima a través del espejo. Ella le miraba y sonreía.
La polla le latía. Una de sus mayores fantasías siempre había sido follarle el culo a una mujer. Una fantasía que nunca había podido cumplir. Y ahora, aquella preciosa hembra estaba con el culo expuesto hacia él.
150 euros...culo...150 euros...culo....150 euros...culo.... Su cabeza no dejaba de repetirlo.
-¿Puedo darle por el culo?
-Eso es lo que le estoy ofreciendo - replicó Ignacio
-Joder. De acuerdo. 50 por ciento de rebaja
-Jeje. Todo suyo
El hombre se cogió la polla y la acercó hacia el culo de Fátima. Ella misma separó las nalgas para mostrarle su apretado ano.
Ignacio se acercó a su mujer y le susurró al oído.
-Haz que se corra rápido. Que te llene el culo de leche. Pero ni se te ocurra correrte a ti. ¿Entendido?.
-Sí...Aggggggggggg
Ella gimió cuando sintió la dura estocada. La polla del dependiente se clavó en su culo lentamente, hasta el fondo. El placer recorrió su cuerpo, y no pudo reprimir gemir cuando el hombre la cogió por las caderas y empezó a encularla a placer.
Si seguía follándosela así mucho tiempo, se correría sin remedio. Pero no podía. Ignacio se la había prohibido. La única manera de evitarlo era hacer que aquel hombre terminara rápido.
-Aggggg ¿Te gusta mi culito? - le preguntó mirándolo a través del espejo, meneando las caderas.
-Joder, sí. Claro que me gusta. Es precioso. Y qué apretadito.
-Y a mí me gusta tu polla. Como le siento bien clavada dentro de mí.... No pares, sigue follándome. Sigue dándome por el culito.
-Sí, sí....toma...toma polla.
-Ummmmmm tengo la barriga llena de tu lechita...Qué rica estaba. Ahora quiero que me llenes el culito también. ¿Lo harás verdad? ¿Me llenarás el culito con más leche calentita?
Él la folló con más fuerza. Miraba como su polla entraba y salía del precioso culo. La miraba a ella. La cara, bella, con aquellos ojos brillantes.
-Aggggg sí, sí...te lo voy a...llenar de leche...que...gusto...que...gustoooooo
Fátima se iba a correr. Si aquel hombre no terminaba pronto se correría sin remedio.
-Dime que soy una zorra. Dime que soy una puta y lléname el culo de leche...ya....ya....
Él apretó con fuerza las caderas con sus dedos. Se empezó a tensar. Le clavó la polla bien a fondo...
-Eres una...pu...ta.
El primer chorro de leche salió disparado con fuerza y su vista se nubló
-Una...zo...rra...
El segundo chorro le hizo cerrar los ojos. Durante el tercero y el cuarto no pudo hablar. Fátima estaba a punto de correrse y para evitarlo se echó hacia adelante, haciendo que la polla abandonara su culo. El último chorro se estrelló contra sus nalgas. Fátima se concentró. Se mordió el labio con fuerza, hasta casi hacerse daño.
Consiguió no correrse. Se quedó quieta. El más mínimo roce la haría estallar.
El dependiente abrió los ojos. Jamás en su vida había sentido tanto placer. Aquella preciosa mujer le había hecho una espectacular mamada, hasta beberse toda su leche. Y además, se la había follado por el culo. Lo miró. Vio su leche cruzándolo.
-Que no se mache el vestido - dijo Ignacio.
-Uy, perdón - dijo el hombre.
Sacó un pañuelo de su bolsillo y limpió aquellas dos preciosa nalgas.
-¿Ves zorrita con que delicadeza este caballero te limpia el culito?
-Sí.
-¿No crees que debería corresponderle?
Sin más, ella se dio la vuelta y se arrodilló otra vez delante del hombre. Le lamió la polla, que ya estaba en retirada y se la guardó en los pantalones, para finalmente subirle la bragueta.
Ignacio miró al hombre, que tenía una cara de felicidad y paz.
-¿Dijimos el 70 por ciento, no?
Él lo miró, asustado. 70 por ciento. "Joder, pensó", pero al mirar hacia abajo y ver a la preciosa Fátima, claudicó. Esa mujer la había dado el mayor placer de su vida.
-70 por ciento - dijo, bajando la cabeza.
-Jajajaja. Bien, bien. ¿Pero no cree que la zorra bien vale el 100 por 100?
Esos 300 euros le iban a doler en el bolsillo. Pero jamás olvidaría el placer.
-Los... vale.
Fátima miró a Ignacio con cara de reproche, pero no dijo nada.
-Caballero. Soy un hombre de palabra. Teníamos un trato, ¿No?
-Sí.
-Pues eso. Dijimos el 50 por ciento.
Y eso fue lo que pagó. 150 euros.
Después de pagar el traje, fueron a la sección de zapatería para buscar unos zapatos a juego. Ignacio le dijo a Fátima:
-Busca a un dependiente que sea hombre. Juega un poco con él. A ver si consigues los zapatos gratis. Jajajaja.
-Vale.
Ignacio se puso a mirar zapatos, como si no conociese a Fátima. Enseguida se le acercó una dependienta.
-¿Puedo ayudarle en algo, señor?
-No gracias. Sólo miro.
-Si necesita cualquier cosa, no dude en llamarme.
-Muy amable.
Vio como Fátima miraba unos zapatos. También a ella se le acercó una chica, pero ella la despachó y siguió mirando más zapatos. Por fin, uno de los empleados masculinos se le acercó. Ignacio disimuladamente también se acercó.
-Buenos días, Srta. ¿Puedo ayudarla?
-Hola. Pues... estoy buscando unos zapatos para una ceremonia que tengo esta noche.
-¿Qué clase de ceremonia? ¿Religiosa?
-Ummm, no. Es mi... iniciación.
-Ah, comprendo - respondió el hombre, pero sin tener ni idea de a qué se refería la bella mujer.
-Estos me gustan - le dijo, cogiendo un precioso zapato de tacón alto.
-Tiene buen gusto, Srta. Estos zapatos le quedarían preciosos en su, si me permite, precioso pie.
-Señora.
-¿Perdón?
-Que soy señora, no señorita.
-Oh, disculpe.
-No se preocupe. ¿De verdad cree que me quedarían bien?
-Estoy seguro. Pero si quiere, pruébeselos.
-Vale
Fátima se sentó en una de las butaquitas que había. El empleado, diligente, puso una rodilla en el suelo.
-¿Me permite?
-Claro - respondió Fátima, sonriendo.
El hombre, con suma delicadeza, le cogió el pie derecho y le quitó el zapato de ella.
-Tiene Vd. un pie hermoso.
-Gracias
Él cogió el zapato a probar. Fátima levantó el pie para que él se lo pudiese poner mejor. Al hacerlo, separó ligeramente las piernas. Lo suficiente para que el arrodillado dependiente tuviera una clara visión de su entrepierna. Y cuando el hombre miró, con disimulo aquellos bellos muslos, miró más allá para descubrir su desnudo coño, casi le da un soponcio. Vio claramente la raja. Vio claramente los abultados labios vaginales. Hasta vio lo mojados que estaban.
La polla se le puso dura en el acto. Levantó la vista, con la boca abierta y miró a los ojos de Fátima. Ella le miraba, sonriendo.
-¿Qué? ¿No me prueba el zapato?
-Oh, sí, claro. Disculpe
Sin mirar el pie, sólo mirando entre las piernas de la mujer, mirando aquel precioso coño, el dependiente le puso el zapato. Fátima abrió un poco más las piernas y sonrió, divertida, al ver como el hombre tragaba
-¿Le gusta? - preguntó ella.
-Oh, sí. Es... precioso.
-Me refiero al zapato.
-Ops.
Él apartó la vista de aquella maravilla y miró el zapato.
-Le queda perfecto.
-¿Me prueba ese otro?
-Inmediatamente.
Le quitó el zapato y agarró el pie desnudo. Fátima, mirándole a los ojos, hizo presión y fue acercando el pie a la polla. Él se dejó hacer, mirándola. Sintió como la mujer le pasaba los dedos de los pies a lo largo de la polla, presionando con delicadeza.
-Vaya - dijo Fátima - Parece que le gusta... como me queda el zapato.
-El zapato le queda como anillo al dedo, señora.
Siguió recorriendo la polla con el pie.
-¿Hay algún sitio en done me los pueda probar con más... tranquilidad?
Los ojos del dependiente se abrieron como platos. Aquella mujer lo tenía a tope.
-Bueno, tenemos un pequeño almacén ahí detrás.
Fátima se incorporó y le susurró al oído.
-Si me regalas los zapatos, te haré la mejor mamada de tu vida.
El hombre se levantó como su tuviese un resorte en el culo.
-Sígueme.
Ella también se levantó y lo siguió. Miró hacia donde estaba Ignacio, que no perdía detalle de nada. Él asintió con la cabeza.
El dependiente se acercó a una puerta y la abrió. Miró alrededor para comprobar que nadie miraba y le hizo una seña a Fátima para que entrara. Una vez que ella pasó, entró él y cerró la puerta. Se dio la vuelta y se encontró ante la mirada de Fátima.
-Sácate la polla.
Se bajó la bragueta, metió la mano y se sacó una hermosa polla. Larga y gruesa, marcada de venas. También se sacó dos buenos huevos. La imagen de aquel hombre totalmente vestido y con la polla fuera de los pantalones era muy morbosa. Pensar que esa misma imagen se repetiría esa misma noche con muchas más pollas hizo estremecer a Fátima.
-Vaya polla, guapo. Espero que esas dos hermosas pelotas estén bien cargadas de leche.
-Joder, pero que zorra eres.
-Jajaja. No lo sabes tú bien.
Se arrodilló lentamente sin dejar de mirarle a los ojos. Sin apartar la vista se relamió los labios. Y sin apartar la vista, acercó su boca a la polla, la abrió y se la metió.
El hombre miraba aquellos brillantes ojos, mientras sentía el calor de la boca y las caricias de la lengua. No se podía creer que aquella hermosa mujer estuviera arrodillada delante de él con su polla en la boca.
Fátima estaba muy caliente. Sentía su coño destilar jugos. Pensó en llevar sus manos hasta su coño y acariciarse mientras se comía aquella polla, pero Ignacio le había prohibido correrse. Y aunque él no estaba allí y podría engañarlo, no lo hizo. No tenía permiso y eso bastaba.
Bajó las manos hasta sus propios muslos y se quedó quieta. Sólo su lengua se movía alrededor de la gruesa polla. El único contacto entre los dos era a través de la polla y la boca. Y las miradas.
El dependiente, al ver que ella dejaba de moverse, empezó, lentamente, a ir hacia adelante y hacia atrás. Comenzó una lenta follada por la boca, disfrutando de la visión de su polla deslizándose dentro y fuera de aquella cálida boca.
-Agggg, que boquita tienes. Que boquita. - dijo, poniendo sus manos en jarras.
-Ummmmm ummmmm
-Y que buena estás, coño.
-Ummmmm ummmmm
-Agggg puta, que rico...sigue...
Al oír como la llamaba puta, Fátima sorbió con más fuerza, haciendo que la polla se rozase aún más con sus labios, con su lengua, aumentando el placer que el afortunado hombre sentía. Él tenía ganas de agarrarla por el lindo cabello y follarle la boca con fuerza, clavarle la polla hasta la garganta, hacerla tener arcadas, pero eso hubiese significado correrse enseguida, y quería disfrutar más tiempo de aquella boca.
Lentamente, sin dejar de mirarla, siguió follándole la boca. La lengua no dejaba de dar vueltas alrededor de la punta de la polla. Y los ojos no dejaron de mirarle
Y aunque lo intentó, al poco tiempo el hombre sintió que algo se iba a romper dentro de él. Sintió como cada fibra de su cuerpo se iba sentando. Los dedos de sus pies, dentro de los zapatos, se empezaron a agarrotar. El aire casi salía de sus pulmones. Lo justo para entre gemidos, decirle a Fátima.
-Aggg zorra. Me voy..a correr...en tu..boca...ya...ya.... yaaaaaaa
Todo fue como a cámara lenta. La leche casi hizo ruido saliendo disparada con fuerza de la polla al estrellarse contra la lengua de Fátima. El primer chorro fue tremendo, espeso, caliente y viscoso. Sabroso. Antes de que el segundo saliese disparado, ella tragó.
La polla pulsó y Fátima tragó el segundo chorro. Volvió a pulsar y el tercer disparo bajó por la garganta de la mujer. Los tres igual de calientes, igual de abundantes.
El cuarto fue un poco menos copioso, pero igual de placentero para el hombre, así como el quinto, y el sexto. En su vida aquel hombre se había corrido así, como si la mente se le saliese por la polla.
Los dos últimos chorros fueron más espaciados. Menos abundantes. Luego, el cuerpo se relajó. Los pulmones se vaciaron y se volvieron a llenar de aire.
Las miradas seguían fijas el uno en el otro. No se habían separado desde que entraron en el cuartito.
La polla seguía dentro de la boca. Le lengua, ahora suavemente, acariciaba.
-Tenías razón - dijo él - Ha sido la mejor mamada de mi vida.
-Lo sé - respondió Fátima sacándose la polla de la boca.- Me llevaré unos del 42.
-Te los busco y te los llevo a caja.
-¿A caja? ¿No me los regalas?
-Claro que sí. Pero tengo que hacer el ticket.
Ignacio y Fátima salieron de los grandes almacenes con un vestido a mitad de precio y unos zapatos gratis.
-Jajaja. Tiene ventajas esto de tener a una zorra por esposa.
-Jajaja. Sí.
-Le estoy echando el ojo a una tele nueva. Jajaja, seguro que nos la consigues a buen precio.
Cuando volvieron a casa y abrieron la caja de zapatos, dentro encontraron una nota.
"Cada vez que quieras unos zapatos, búscame".
-Vaya, parece que dejaste impresionado al tipo ese.
-Me dijo que le hice la mejor mamada de su vida.
-Te voy a dar por el culo, puta.
Fátima se estremeció. Esperaba que por fin la dejara correr. Le ordenó que se pusiera a cuatro patas en el suelo, con el culo en pompa. Ella obedeció en el acto.
El sonido de la bragueta al bajar le erizó la piel. Sin mirar a Ignacio se imaginó como se sacaba la polla. Como se acercaba a ella y ponía su dura polla en la entrada de su culo.
El dolor de la repentina estocada no lo imaginó. Lo sintió y se tensó. Su marido le clavó la polla hasta el fondo y comenzó a encularla con ganas, con fuerza.
-Toma polla, zorra. Seguro que es lo que deseabas mientras le comías la polla a ese tipo, ¿No?
-Sí, sí, siiiiii
-En una buena polla clavada en tu culo.
-Si...
-Y otra buena polla llenando tu coño.
-Agggggggg siiiiiiiiiiiiiiiii
-Y una más dentro de tu boca, rozándote la garganta.
Fátima no pudo contestar. El placer iba a romperla en mil pedazos. Por fin su cuerpo estallaría y se correría de gusto.
Pero Ignacio paró. Le sacó la polla del culo y se puso de pie.
Y durante todo el resto del día se repitió la misma tortura. Se la follaba, ya fuera por el coño o por el culo, y siempre paraba cuando estaba a punto de correrse. Y cada vez llegaba al punto sin retorno más rápido.
Fátima no creía poder soportarlo. Pensaba que se iba a correr sin poderlo evitar. Y que él se enfadaría. Porque sabía que él no quería que se corriera.
La última follada fue mientras ella se maquillaba, mirándose en el espejo. Le levantó el vestido nuevo que ya se había puesto y se la folló por el coño un rato, hasta llevarla por enésima vez al borde de la locura.
Sólo para parar. Dejarla a las puertas y parar.
+++++
Sobre las ocho y media de la noche, los dos estaban listos. Ignacio miró a su mujer. Con aquel vestido y los zapatos estaba hermosa, radiante.
Se acercó y la besó, con pasión. Con amor.
-Estás preciosa esta noche.
-Gracias. Y ...uf, muy nerviosa.
Pensó en lo que pasaría esa noche. Ella dejaría de ser sólo suya. Pasaría a ser una zorra más de la hermandad. La vería arrodillada delante de todos los miembros. Y a partir de ese día, cualquier de ellos la haría suya cuando se le antojase.
Su cabeza se llenó de dudas. ¿Lo soportaría? ¿Y si, después de todo, no pudiese con eso? Una cosa era compartirla con otros. Una cosa era ofrecérsela a otros. Otra muy distinta era que otros la cogiesen a voluntad. No sería él el que dijese cuándo, cómo y con quién.
Ahora era su zorra. Su puta. En pocas horas sería la zorra de todos. La puta te todos.
Pero también las demás putas serían suyas. Ya no tendría una sola zorra. Todas serían sus zorras.
Y eso pesó más. Mucho más.
-¿Estás segura de esto. ¿Aún nos podemos echar atrás?
-Haré lo que tú me pidas. Soy ... tu zorra.
-Dentro de poco dejarás de ser mi zorra y serás la zorra de todos.
Fátima se limitó a sonreír.
+++++
Llegaron al lugar convenido puntualmente. Ramón los esperaba. Se acercó a ellos
-Wow, Fátima. Estás radiante.
-Gracias, Ramón.
-Venid conmigo.
Lo siguieron a una pequeña habitación. Allí Ramón les explicó como se iba a desarrollar la ceremonia. Lo que tenían que hacer y decir.
-¿Cuántos miembros hay? -preguntó Ignacio.
-Al final han venido 26. Y...
-¿Y?
-jeje. Uno de los miembros más...especiales ha venido. Cuando él asiste la ceremonia tiene una segunda parte.
-¿Una segunda parte?
-Sip. Pero eso es una sorpresa. Bueno, sorpresa para vosotros, claro.
-¿Quién es? - preguntó Fátima.
-En cuanto lo veas sabrás quien es. Bueno... vamos allá.
Ramón los condujo a un amplio salón. Estaba lleno de hombres, los miembros asistentes a la ceremonia. No había mujeres. Fátima era la única.
Mientras se dirigían la pequeña tarima del centro del salón, oyeron los comentarios de aprobación de los presentes.
-Uf, menuda zorra más hermosa - dijo uno.
-Ramón tenía razón. Va a ser una buena adquisición para la hermandad - añadió otro.
Ignacio sintió orgullo al oír todas aquellas alabanzas hacia su mujer.
Llegaron a la tarima y los dos se subieron. Al lado había un trípode con una cámara, que filmaría toda la ceremonia y serviría como seguro para la hermandad.
Las luces se atenuaron y un foco los iluminó. Ramón le hizo una seña a Ignacio.
El momento había llegado. El corazón le latía con fuerza en el pecho. Dirigiéndose a la multitud, comenzó
- Caballeros, me presento ante ustedes para ofrecerles a mi zorra. A partir de hoy, si me aceptan como miembro de esta ilustre hermandad, mi zorra pasará a ser su zorra. Como muestra de mi disposición a pertenecer a la hermandad, hagan uso de ella a su placer.
El hombre que manejaba la cámara hizo un barrido de la ofrecida zorra. Fátima, lentamente, se arrodilló sobre un pequeño cojín. Su corazón también le latía con fuerza. Y su coño palpitaba entre sus piernas.
Se oyeron pasos. El primer miembro se subió a la tarima y se quedó de pie junto a Fátima. Parecía que todos sabían el orden que debían seguir.
Fátima levantó la vista hacia aquel hombre
-Señor, a partir de hoy seré su zorra. Llene mi estómago de su semilla para sellar este pacto.
Él dijo:
- Bienvenida a la hermandad, zorra. A partir de hoy ya no eres la zorra de tu marido. A partir de hoy eres una zorra de nuestra hermandad.
Los dedos de Fátima temblaban cuando llevó sus manos hacia la bragueta del hombre. Temblaban cuando la bajó. Dejaron de temblar cuando le sacó la polla y la agarró con la mano. Dura, caliente.
Acercó la boca y comenzó su primera mamada. Y en cuanto empezó, el hombre se dio cuenta de que aquella zorra sabía mamar una polla.
-Ummm, eso es. Así se debe comer una buena puta una polla.
Todos los ojos de la sala estaban fijos en aquella mamada. En como la polla entraba y salía de la boca, brillante por la saliva.
Y entonces, asombrados, empezaron a oír gemidos. No sólo los gemidos del hombre. Ella también gemía.
-Joder - dijo uno de los presentes - la muy zorra está gimiendo de gusto sólo de chuparle la polla.
Y así era. Fátima no podía reprimir gemir de placer. Sentía todas las miradas sobre ella. Sentía la dura polla en su boca. Sentía sus jugos mojar sus muslos. Tenía todo su cuerpo en tensión. En ese momento se sintió más zorra y puta que nunca.
Notó que la polla que tenía en la boca empezaba a palpitar. Aquella polla estaba a punto de correrse, de llenarle la boca de leche caliente. Leche que bajaría por su garganta hasta su barriga
-agggg, zorra. Me voy a correr... Trágatelo todo.
El hombre se puso tenso y el placer estalló en su cuerpo. Su polla explotó y su semen salió disparado contra el paladar de Fátima, que empezó a tragar en el acto, para que ni una sola gota de leche se perdiera.
Ese día había estado al borde del orgasmo muchas veces. Ignacio la había martirizado prohibiéndole correrse. La polla que palpitaba en su boca. El semen que bajaba por su garganta. Los gemidos del hombre que se vaciaba. Las miradas de todos los demás. Todo eso junto hizo temblar el cuerpo de Fátima. Lo supo. Supo que se iba a correr. Y no luchó. Cerró los ojos y justo cuando el último chorro le bañaba la lengua, se corrió.
Se hizo el silencio en la sala. Nadie decía nada. Nadie se atrevía a respirar. Todos miraban como aquella mujer se corría sin tocarse. Como se corría simplemente al sentir una polla estallando en su boca. La vieron temblar. Vieron como se tensaba. Como cerraba los puños.
Los pocos que no tenían ya sus pollas duras se empalmaron en el acto. Todos estaban maravillados.
El orgasmo de Fátima fue intenso. Largo. Después, Fátima abrió lentamente los ojos y retiró su boca. La polla del hombre estaba como las 27 restantes. Dura como una piedra.
-Eres la primera zorra que se corre mamándome la polla.
Ella lo miró y le sonrió. Después miró a Ignacio. Él, sin hablar, sólo con los labios le dijo "PUTA"
-Joder con la putita. Tengo que felicitar a Ramón por la nueva adquisición - oyó Ignacio decir a uno entre la penumbra.
Antes de guardar la polla, Fátima la lamió y le dio un último beso en la punta. El hombre se bajó de la tarima y otro ocupó su lugar.
Sumisa, Fátima repitió el juramento mientras le bajaba la bragueta y le sacaba la polla.
-Te voy a follar la boca, zorra.
Y eso fue lo que hizo el segundo miembro. La agarró con fuerza por la cabeza y le metió la polla en la boca, follándosela. Fátima no tuvo que hacer nada. Solo quedarse quieta, levantando la cabeza para que aquel hombre se la follase a su antojo.
La polla desparecía toda en la boca. Fátima la sentía frotarse contra su garganta. En varias ocasiones le vinieron arcadas, pero las superó.
No pudo saborear el semen del segundo hombre. Cuando se iba a correr le metió la polla hasta que los huevos chocaron contra la barbilla, y se vació con fuerza directamente en la garganta. La corrida bajó por su esófago y sólo pudo notar su calor.
Uno a uno fueron subiendo a la tarima. Fátima decía sus palabras, les sacaba la polla y se las chupaba. Unos se dejaban mamar. Otros le follaban la boca. Todos sumaban su semen al de los anteriores en el estómago de Fátima.
La polla número 15 era una polla conocida. La de Ramón. Mientras se la mamaba, Ramón hablaba con Ignacio.
-Tu zorra los tiene a todos impresionados.
-Gracias. Creo que los está complaciendo a todos.
-Ya lo creo. Va a ser muy popular las siguientes semanas. Uf, espera...que le voy a dar mi ración
Ignacio vio con la polla de Ramón pulsaba dentro de la boca de su mujer. Sabía que cada pulsación era un chorro de semen que Fátima se bebía con placer. Después, como siempre, le lamió la polla para dejarla limpia y se metió en la bragueta. Se la subió y Ramón se fue. Su lugar fue ocupado por la siguiente polla.
La 20 se vació directamente en la garganta de la atareada Fátima. Cuando el hombre se bajó, nadie subió. Aún quedaban 6 miembros e Ignacio por ser atendidos. Fátima miró entre la penumbra esperando ver al siguiente miembro.
Se hizo un silencio en la sala. Varios hombres se apartaron y Fátima oyó los pasos acercarse. Era alto, fuerte, inmenso. Y negro. Ni ella ni Ignacio lo habían visto al llegar, quizás rodeado entre tantos hombres. Fátima se quedó sin habla, mirando como aquella torre se acercaba a ella. Subió a la tarima, sin dejar de mirarla.
Fátima quedó maravillada. Medía más de dos metros, pensó. Y era muy guapo. Le recordó a un jugador de baloncesto. Nunca había estado con un negro, pero siempre había fantaseado con uno.
Y ahora uno enorme y guapo estaba de pie junto a ella. El coño le palpitó más fuerte de lo que ya lo hacía. Pronunció las palabras y bajó la bragueta. Los dedos le temblaban cuando los metió dentro, en busca de la polla.
Sus dedos tocaron la polla. Dura. Caliente. Intentó agarrarla. Le pareció enorme. Gruesa. Ese tipo escondía algo inmenso en los pantalones.
Consiguió aferrarla. Tiró para sacarla. Pero no pudo. Aquello no podía salir fácilmente por la bragueta. Estaba hacia un lado. Lo volvió a intentar, pero nada. Frustrada, miró hacia arriba. Él le sonreía.
-Será mejor que me bajes los pantalones, zorra.
Su voz, grave, fuerte, la hizo estremecer. La abrió el cinturón. Le quitó el botón. Le deslizó los pantalones lentamente hasta los tobillos.
Cuando le bajó los calzoncillos y la polla saltó a la vista, se quedó maravillada. Era la polla más grande que había visto en su vida. Larga. Aquello medía por lo menos 30 cm. Y gruesa. Cuando la agarró con la mano los dedos no le cerraban a su alrededor. Llevó la otra mano y la agarró. Le hubiesen hecho falda dos manos más para poder abarcarla toda.
Su coño destilaba jugos como nunca cuando acercó su boca y sus labios besaron la enorme cabezota de aquella inmensa polla. La lamió con la lengua. La besó. La chupó. Abrió la boca todo lo que pudo y se metió la polla en la boca. Bueno, sólo una pequeña parte. Era imposible que aquella polla entrase más.
-Pajéame con las dos manos al tiempo que chupas, putita.
Fátima obedeció. Arrodillada ante aquel dios de ébano, empezó a mover sus dos manos a lo largo del tronco de la polla mientras que con la boca chupaba y mamana la punta.
Al poco, él le quitó la polla de la boca y se la empezó a pasar por la cara. Fátima sintió el peso de aquella verga, su calor. Empezó a gemir.
-¿Te gusta mi polla, zorra?
-Ummmm sí...es preciosa.
-A ella le encantan las zorras blancas como tú. Cómemela. Vacíame la polla en tu boca de puta.
Fátima volvió a agarrarla con las dos manos y a mamarla. Los dos gemían de placer. Él por la soberbia mamada que estaba recibiendo y ella de puro morbo al sentir entre sus manos aquella barra de carne negra.
Y por segunda vez en la noche, Fátima se corrió mamando una polla. De la punta de aquella hermosura empezó a manar leche, caliente, espesa. No salía a chorros. Salía sin fuerza, pero en gran cantidad. Fátima se la pudo tragar despacito, disfrutando. Corriéndose.
-Agggg traga puta...traga mi leche. Llena tu barriga de leche de negro.
La limpieza de aquella polla llevó más tiempo del necesario. Ella no quería perderla de vista. Deseaba tirarse al suelo, abrirse de piernas y gritarle que se la follara. Que le reventara el coño con aquella enorme polla.
Pero no podía hacerlo. En vez de eso, le subió los calzoncillos. Después los pantalones y le ayudó a abrocharse. Desconsolada, miró como se alejaba y desaparecía en la oscuridad.
Las siguientes pollas le parecieron pequeñas, pero las chupó con ganas provocando intensos orgasmos que sumaron más semen a su estómago.
Por fin, el turno de Ignacio. La última polla, la última corrida. Después ya sería una zorra de la hermandad para siempre.
Con amor, le sacó la polla. Se la metió en la boca y recibió en el acto una catarata de leche. Ignacio no pudo resistirlo más. Había visto a su mujer chupar 26 pollas. La había oído tragarse 26 corridas. Y ahora la suya le estaba llenando la boca y se reuniría con las demás.
Una vez que le limpió la polla y se la guardó. Ignacio la ayudó a levantarse. Se miraron a los ojos. Se sonrieron
-Zorra - le dijo
Las luces se encendieron. La ceremonia había terminado. O eso creían Fátima e Ignacio. Ramón se acercó a ellos.
-Bien, bien. Todo ha ido perfecto. No hago más que recibir alabanzas por parte de los miembros por la nueva zorra. Pero aún no hemos terminado. Como os dije, cuan él viene la ceremonia tiene una segunda parte.
-¿Te refieres al miembro... de color? - preguntó Fátima.
-Jajaja, sí, al de color negro. El amigo John es americano y por eso no asiste a muchas iniciaciones, pero cuando lo hace... Ummmm el fin de fiesta a apoteósico.
-¿En qué consiste la segunda parte, Ramón? - preguntó, intrigado Ignacio.
-Muy sencillo. El negro le va a dar por el culo a la nueva zorra.
Fátima se puso blanca. Aquella enorme polla le destrozaría el culo. Miró a Ignacio, suplicándole ayuda con la mirada. Ignacio también estaba sin habla. Pero se moría de deseo por ver a aquel negro meterle aquel pollón a su zorra.
Se empezó a oír un murmullo en la sala. Todos repetían..."John, John, John...", cada vez más alto. La multitud se abrió para dejar paso al John, que, mirando a Fátima, se acercó, nuevamente, a la tarima.
Se subió y se plantó delante de Fátima, que seguía sin poder articular palabra. A pesar del miedo, su coño seguía mojado. Parte de ella quería sentirlo. Quería sentir aquella polla taladrando su culo.
-Ya verás como te gusta, zorra. Gritarás de dolor....y placer. Ignacio, desnuda a la zorra.
Ignacio se acercó a Fátima. Se miraron mientras empezaba a quitarle el vestido. Éste cayó al suelo. Ignacio se agachó y lo recogió.
-Todo. Quítaselo todo a la zorra. Puedes dejarle los zapatos.
Le quitó el sujetador y las bragas. Ahora Fátima estaba completamente desnuda ante todos aquellos hombres. Pero sólo sentía la mirada profunda de John. Sólo veía su sonrisa, de dientes blancos y perfectos.
Ignacio se apartó, dejando sobre la tarima solos a Fátima y a John. Vio como el hombre se acercó a su mujer. Ella levantó la cabeza para mirarle a los ojos. John bajó la suya y la besó. Fátima se estremeció de pies a cabeza al sentir aquellos gruesos labios, la gruesa lengua invadir su boca.
Sin dejar de besarla, John la empezó a acariciar con sus largos dedos, bajando por su cálida piel hasta llegar a su culo, el cual apretó, masajeó y estrujó. Fátima sintió contra su barriga la dureza de la tremenda polla y gimió de placer en la boca de aquel titán.
-Desnúdame, putita.
Con miedo, con deseo, Fátima le fue quitando una a una las prendas. La chaqueta, la camisa. Quedó maravillada ante el cuerpo de aquel hombre. Era perfecto. Una estatua de ébano. Se arrodilló para quitarle los pantalones. Primero, los zapatos. Después, los pantalones. Por último, los calzoncillos.
Delante de su cara, la polla. La enorme barra. Se le veía dura, poderosa, pero su tamaño y peso impedía que se levantara del todo. Pensó que todo aquello desaparecería dentro de ella y se estremeció.
John la hizo levantar otra vez. La agarró con fuerza y la besó con pasión, restregándole la polla por la barriga. Fátima no dejaba de gemir. Su coño cada vez más mojado. Las manos del hombre volvieron a su culo. Esta vez recorrieron la raja que separaba las dos nalgas. Sus dedos buscaron el cerrado ano, el cual acariciaron primero y penetraron después.
-Aggggggg - gimió Fátima cuando notó como dos dedos se clavaban en su culo.
-Ummmm eso es, zorra. Gime de placer. Ya verás cuando te clave la polla.
La otra mano de John pasó por delante y frotó la raja del coño, de abajo a arriba. La encontró mojada, caliente. Encontró el inflamado clítoris y lo apretó entre las yemas de dos dedos.
Fátima se corrió. Abrazada a aquel poderoso hombre se corrió. Bañó con sus jugos los dedos que la masturbaban. Movió su culo contra los dedos que la follaban, buscando que se clavaran más a dentro.
-Toma - le dijo Ramón a Ignacio dándole algo.
Ignacio miró lo que le Ramón le dio. Era un bote le lubricante.
-Será mejor que le untes bien el culo a la zorra. Si se la mete en seco, la va a destrozar - le dijo.
Ignacio miró el gel lubricante. Miró hacia Fátima, que aún tenía espasmos de su intenso orgasmo. Y miró la polla que ella tenía apoyada contra su cuerpo. Ramón tenía razón. No podía meterle aquello sin ayuda, así que se acercó a la tarima. Fátima lo miró, con los ojos entrecerrados.
-Toma - le dijo, ofreciéndole el gel.
-No, no, no. - dijo John- Ponle tú el gel a tu zorra.
Lentamente, los dos largos dedos salieron del culo de Fátima. Ella se quedó mirando a su marido. En sus ojos él vio miedo, pero sobre todo, deseo. Mucho deseo.
Se echó una buena cantidad de Gel en los dedos y empezó a untarlo en el culo de su mujer. Apretó y dos de sus dedos entraron con facilidad. Los clavó a fondo, los hizo girar. Fátima cerró los ojos y empezó a gemir otra vez.
-Mira como goza la zorra. Le encanta estar así, desnuda delante de todos estos hombres. Le encanta sentir mi polla contra ella, sabiendo que se la voy a clavar en el culo.
John la siguió masturbando al tiempo que Ignacio ponía más gel y le follaba el culo, dilatándolo, preparándolo para el negro. Fátima se abrazó a John y se corrió otra vez, mordiéndole en el pecho para no gritar.
El resto de los miembros miraban la escena. La mayoría se sobaban las pollas por encima del pantalón. Algunos incluso se las habían sacado y se pajeaban haciendo de voyeurs.
Cuando Ignacio pensó que el culo de su mujer ya estaba bien lubricado, se separó. John le miró a los ojos.
-¿Por qué no me untas la polla también con lubricante?
Ignacio se quedó parado, congelado. De ninguna manera iba a tocar aquel pollón delante de todos aquellos hombres. Le dio el gel a Fátima.
-Zorra, úntale bien la polla al...negro.
-Jajajaja - se rio con ganas John - No muerde, te lo aseguro.
Ignacio se bajó de la tarima. Fátima se echó gel en las manos, se arrodilló y empezó a masajear la polla. Volvió a maravillarse de su tamaño, de su grosor, de su dureza.
La sala volvió a llenarse del murmullo de los asistentes.."John, John, John..." , jaleaban.
-Bien, zorrita, ahora el negrito te va a dar por el culo. Ponte a cuatro patas con el culo bien en pompa.
Obedeció. No podía hacer otra cosa. Se puso a 4 patas, mirando hacia donde estaba Ignacio. John cogió su enorme instrumento y se arrodilló detrás de la mujer.
-Ummmm, lindo culo, sí señor.
Le pegó un par de pollazos en las nalgas. Sonaron como latigazos. Cuando Fátima notó como John apoyaba la punta de la polla contra su ano, cerró los ojos y cogió aire.
Fue como si la quemaran. Sintió un intenso dolor. Creyó que el culo se le iba a romper. Y aquel jodío negro no hizo más que empujar, enterrándole poco a poco la polla en el culo. Intentó no gritar, pero no lo pudo resistir y un desgarrado grito salió de su boca.
-Joder, pero si sólo tienes media polla. Que alguien le cierre la boca a esta zorra - dijo John
Uno de los miembros que se pajeaba mirando la escena se acercó, subió a la tarima y cogiendo del pelo a Fátima la obligó a levantar la cabeza, para seguidamente meterle la polla en la boca y follársela con fuertes golpes.
Ahora, los gritos de la mujer eran apagados, sordos.
El dolor que sentía era intenso. Se dijo que tenía que aguantar, que tenía que relajar sus músculos. Se concentró.
-Mira Ignacio. Tu mujer tiene toda mi polla enterrada en el culo, hasta los huevos. Seguro que la punta de mi polla roza con la que tiene en la boca. Jajajaja.
Agarrándola por las caderas, comenzó a encularla. Salía poco a poco y se la volvía a clavar hasta los huevos. Fátima empezó a sentir, por debajo del dolor, placer. Sentía su culo lleno de polla, como nunca lo había estado. Dejó de gritar y empezó a mover la lengua alrededor de la polla que le follaba la lengua.
Con un rugido de placer, el hombre de su boca se corrió. Le sacó la polla aún escupiendo leche y le bañó la cara con tres chorros. Se levantó y otra polla ocupó su lugar.
Poco a poco, el dolor menguó. Pero el placer o hacía más que aumentar. Fátima empezó a gemir, pero de gusto. Empezó a menear las caderas. Empezó a buscar con su culo al pollón que la sodomizaba.
El segundo hombre tampoco aguantó mucho más. Con una mano tiró de su pelo. Con la otra se pajeó sobre su cara y se corrió sobre ella. Cuando Fátima sintió contra su cara el calor del semen, sintió como su cuerpo se iba a romper.
Su grito fue desgarrador. Pero fue de puro placer. Se corrió levantando la cabeza hacia atrás, con todos los músculos de su cuerpo tensos, y la negra polla entrando y saliendo de ella.
-Eso es, puta. Córrete como una cerda con mi polla negra taladrándote el culo. Todas las blanquitas sois unas zorras. Os encanta tragar polla negra.
Aún se estaba corriendo cuando dos miembros, polla en mano, se subieron a la tarima. Se pusieron cada uno a un lado de su cara y se la llenaron de sendas corridas. Fátima abrió la boca para recibir dentro parte de las lechadas. Tragó la leche que le cayó dentro, con placer. Más leche para su barriga.
-Agggggg así, así....no pares de follarme...dame por el culo con tu enorme polla negra....follameeeeeeeeee
John arreció con la enculada. Le encantaba follarse a aquella preciosa chica, tan caliente, tan zorra. Los demás miembros se acercaban a ella y se corrían sobre ella. El baño de semen le caía en la cara, en la espalda, incluso en el pelo. Ellos subían de uno en uno, de dos en dos y a veces hasta tres a la vez. Se corrían de placer sobre aquella zorra que no hacía más que pedirle a John que la follara sin parar.
Otro orgasmo provocó un grito más de Fátima, que fue aprovechado por dos pollas para correrse en su boca.
A los pocos minutos, John dio muestras de estar a punto de correrse. Los pollazos eran increíbles y respiraba cada vez más agitadamente.
-Joder, zorra. Que gusto me da tu culo. Te lo voy a llenar de leche caliente. ¿Quieres que el negro se corra en tu culo?
-Sí..Sí....dámela toda...lléname de leche....que rebose e miiiiiii
Un último empujón. Le clavó la polla hasta los huevos y se quedó quieto. Fátima notó en su esfínter como la polla se dilataba al paso de semen, y después el calor de la leche dentro de sus intestinos.
Y el último orgasmo la desgarró. Se quedó quieta, con la mirada perdida. Fue el orgasmo más intenso de su vida, el más largo. Notaba como el calor se irradiaba dentro de ella. Como aquella manguera negra la llenaba.
Despacito, John empezó a retirar su polla. Cuando salió del culo, Fátima, sin fuerza, cayó al suelo, sobre el charco se semen que había delante de ella.
La sala irrumpió en un aplauso general. Tardarían en olvidar la iniciación de aquella zorra.
Ramón se acercó a Ignacio y le estrechó la mano.
-Ahora eres mi hermano de hermandad. Vaya zorra que tienes.
-Gracias.
-Está destrozada. Esta noche os podéis quedar aquí. Arriba hay un baño y una cama. Llévate a tu mujer, dale un baño y que duerma. Se lo ha ganado.
Ramón le entregó a Ignacio una manta. Con ella, Ignacio envolvió a Fátima y en brazos la sacó de la sala. Los miembros le dejaban paso, dándole palmadas en la espalda.
Mientras subía las escaleras, la miró. Parecía desmayada. Su cara era un poema, llena de semen, con el maquillaje corrido. Su pelo también tenía varios restos de corridas.
Encontró la habitación. En el baño, la bañera estaba llena de agua caliente. Allí metió a Fátima.
Ella abrió ligeramente los ojos.
-¿Estás bien? - le preguntó Ignacio.
-Sí... .- respondió, apenas audible - y volvió a cerrar los ojos.
Ignacio contempló a su bella esposa. Contemplo su rostro, marcado por el placer de todos aquellos hombres. Se bajó la cremallera, se sacó la polla y se acercó a la cara de su mujer.
Se la agarró y sin dejar de mirarle se hizo una paja hasta que no pudo más y se corrió. Apuntó a su frente, a sus mejillas, a sus labios.
-Aggggg toma leche, zorra. Es lo que te gusta. Leche de macho. ¿Verdad, zorra?
Fátima no abrió los ojos. Sólo sonrió ligeramente.
-Sí, soy una zorra.
FIN