La hermandad de las zorras (2)

Ignacio comienza a preparar a su zorra para que entre en el hermandad

Fátima había pasado la prueba. Ignacio era inmensamente feliz. Miraba a su mujer, su zorra. Hermosa

Oyeron gemidos. En la pantalla, la chica tragaba una nueva ración de semen. Los dos miraron.

-¿Cuántas van ya? - preguntó Fátima.

-No sé. Perdí la cuenta. Once o doce.

-Y siguen apareciendo más.

Un nuevo miembro apareció en escena. Una vez su bragueta fue bajada, su polla sacada y mamada. Miraron un poco más y entonces Ignacio paró el video.

-Vamos a la cama - dijo, cogiéndola de la mano.

Apagaron la televisión y se fueron al dormitorio. Se metieron en la cama. Fátima se puso de lado y él la abrazó desde atrás.

-¿Te ha gustado la película?

-Ummm, sí.

-Estabas muy cachonda.

-Lo sé. No sé por qué.

-¿Por cómo usaban a esa...zorrita?

-Quizás. No entiendo por qué. Pero me excitó mucho.

-Y a mí. Sobre todo cuando te llamé zorra. Llevaba tiempo deseándolo.

-¿Sí? ¿Por qué no lo hiciste?

-Tenía miedo de lo que pensaras.

-Ay, tontito.

-Zorra.

Fátima cerró los ojos.

-Puta.

Ella gimió cuando Ignacio le pegó la polla dura el culo.

-¿Te gusta que te llame así, verdad?

-Sí.

-Porque eres eso, mi zorra. Mi puta. Para siempre.

-Ummm, sí.

Fátima empezó a frotar su culito contra la dura polla. El coño volvía a palpitarle de deseo.

-Y harás siempre lo que yo te diga, ¿Verdad? Porque eres mi zorra y debes obedecerme.

-Sí...sí...

-¿Sí qué? Dímelo.

-Soy tu zorra y te obedeceré siempre.

¿Qué le pasaba? ¿Por qué sentía aquella fuerte excitación? Era algo que nacía de muy dentro de ella. Algo que desconocía pero que ahora necesitaba.

Cómo mujer, buscaba en un hombre amor, protección. Eso siempre lo había tenido. Primero con su padre, al que adoraba. Después con su marido, al que amaba por encima de todo. Pero había algo que nunca había sentido y que al experimentarlo ahora por primera vez le hacía anhelar más. Domino. Pertenencia. Ser totalmente de su hombre. Sobre todo en el terreno tabú, el sexo. Se sentía la hembra de su macho. La puta de su macho. Y eso la hacía sentir más mujer.

-Fóllame...Fóllame como a una buena zorra.

Si algo deseaba más que nada en ese momento Ignacio era follarse a su mujer, pero tenía que dejar las cosas claras desde el principio.

-Date la vuelta - dijo

Fátima lo hizo, quedando ambos cara a cara. El semblante de su marido era serio.

-Las zorras no piden ser folladas. A las zorras se las follan sus machos cuando ellos desean. Siempre tienen que estar dispuestas a satisfacerlo cuando él quiera. Como él quiera. - la miró fijamente a los ojos - y con quien él quiera. ¿Entendido?

-Sí

La miró. Con el cabello revuelto. Las mejillas sonrosadas. Las pupilas dilatadas. Tan hermosa. Casi se tira sobre ella y le clava la polla en el coño a través del pijama. Pero se reprimo. Si quería que ella entrara en la hermandad tenía que ir poco a poco.

-¿Estás cachonda, putita?

-Ummmm mucho.

-Hazte una paja.

-¿Qué? ¿No me vas a...?

-No. No te voy a follar. Quiero ver cómo te haces una paja.

Ignacio sabía que era una de las pocas cosas que a ella le daba vergüenza hacer delante de él. Vio en sus ojos dudas.

-Venga, zorra. Hasta una paja para mí.

Lentamente, Fátima fue bajando su mano derecha hasta llegar al pantaloncito de su pijama. Mordiéndose el labio inferior, metió los dedos por dentro hasta llegar a su mojada rajita. Los ojos de su marido fijos en ella la hacían estremecer.

-Ummmmm - gimió cuando empezó a frotar su clítoris con las yemas de sus dedos.

-Espera. Déjame que te quite el pijama.

Levantó el culo de la cama mientras Ignacio tiraba hacia abajo de la prenda, hasta sacársela y tirarla al suelo. El precioso coño de su mujer quedó expuesto. Por deseo de Ignacio lo llevaba sin depilar. Arreglado pero con su natural vello.

-Sigue - ordenó.

Ella volvió a acariciarse, con las piernas prácticamente cerradas.

-Ábrete bien de piernas, zorrita. Quiero ver tu precioso coño.

Obedeció. Abrió sus piernas y mostró su sexo en todo su esplendor. Estaba mojado, brillante. Los abundantes jugos mojaban incluso el vello cercano.

-Wow, putita. Pero si estás chorreando. Sigue...sigue con la paja para mí.

Fátima respiraba a bocanadas. Se empezó a frotar con más fuerza. Con dos dedos hacía círculos alrededor de su clítoris. Después los bajaba y los enterraba en su coño, follándose con ellos. Los sacaba y repetía el proceso, cada vez gimiendo más fuerte.

Ignacio se acercó, poniéndose entre las piernas de su mujer.

-Ummmm, lo huelo desde aquí. Huelo tu coño. Huele a...zorra caliente.

-Agggggg

-Huele a puta cachonda.

-Ummmmm

Fátima mecía las caderas, cada vez más excitada. Su cuerpo empezó a dar muestras de la llegada del orgasmo. Atrapó su clítoris con dos, y sin apenas moverlos, solo apretando, empezó a correrse. Su espalda se arqueó sobre la cama cuando todos los músculos de su cuerpo se tensaron.

-Córrete zorra. Córrete como una guarra.

-Sí...Síiiiiiiiiiiiiiiiiiii como una...putaaaaaaaaaaa

Estuvo unos segundos sin respiración, tensa, como recorrida por una corriente eléctrica. Después, de repente, cayó sobre la cama. Los ojos cerrados. El cuerpo flojo. Los dedos mojados. Una mancha de humedad en las sábanas.

-Muy bien, zorrita. Me ha gustado mucho verte correr. Ahora...a dormir.

Ignacio se acostó a su lado, alargó una mano y apagó la luz. Fátima se dio la vuelta, acurrucándose. Él la abrazó desde atrás.

La polla seguía dura. Fátima la sintió contra su desnudo culo. Se quedó quieta. Esperaba que él se la sacara y que se la follase. Que le clavara la polla hasta el fondo de su coño, o de su culo.

"Ummmm mi amor... fólleme ya. Fóllate a tu zorrita. Lo está deseando. El coño me sigue palpitando".

No dijo nada. No se movió. Sólo sentía la polla que le quemaba el culo. Y él no se movió.

"Fóllame...encúlame...lo necesito...por favor...soy tu zorra."

Ignacio se dio la vuelta. Con la polla dura como una roca, se durmió.

A su lado, en silencio y apenas sin moverse, Fátima se masturbaba. Con cuidado de que él no se diera cuenta. Se corrió apretando los dientes en la oscuridad.

Después, también se durmió.

+++++

Tal como se durmió, Ignacio se despertó. Con la polla dura. Alargó una mano y apagó el despertador. Luego llevó la mano hacia el lado de Fátima. No estaba.

Hasta él llegó el aroma del café recién hecho. Se levantó y siguió ese olor hasta la cocina. Allí estaba su mujer, tomándose una taza de humeante café. Iba como la había dejado por la noche. Con la parte de arriba del pijama. Debajo, nada. Su precioso culito atrajo sus ojos.

Se sacó la polla y en silencio se acercó a Fátima. La cogió por sorpresa, pegándole la polla al culo y a ella contra el poyete de la cocina. El café se derramó un poco de la taza.

-Buenos días, zorrita.

-Uy, me has asustado, mi amor.

-Ahora sí que te voy a follar.

Sin más, la echó hacia adelante, acercó su polla, buscó la entrada de su coño y empujó. Ella no estaba aún preparada. Su vagina no estaba bien lubricada y le costó un poco enterrarle le polla.

-Aggggggggggg, despacito...- se quejó Fátima.

-Calla zorra.

Empezó a follarla, bien profundo. Fátima seguía quejándose de algo de dolor, pero sus gemidos fueron tornándose de placer a medida que su coño se fue mojando. Al poco chapoteaba con cada embestida.

-¿No querías polla? Pues toma polla, puta. Toma polla.

-Ummm sí, sí, folla a tu zorra. Fóllame...más....más...

Los pollazos eran tremendos. Golpeaba una y otra vez, haciéndola chocar contra el mueble de la cocina. Ignacio estaba encendido. Por fin se follaba a su mujer como deseaba. Levantó una mano y la descargó sobre las nalgas.

-Aggggggggggg

Fátima abrió los ojos. Su marido le había golpeado. Le había dado una torta en el culo mientras se la follaba con ganas. Sintió el calor en su culo. El suave dolor. La polla entraba y salía de su coño como un pistón ardiente. Esperó otra nalgada. La deseó. Pero no llegó.

-Más...más - imploró, girando la cabeza y mirando a Ignacio.

Vio como él levantó la mano y la descargó en su culo.

-Aggggggggggg

-¿Te gusta, verdad?

-Siiiiiiiiiiiiii

PLAS, resonó una nueva nalgada. A la siguiente, Fátima empezó a correrse como nunca se había corrido. Un intenso orgasmo atravesó su cuerpo, haciéndola temblar de pies a cabeza. Una corriente de placer la recorrió de arriba abajo. Su coño se contraía y distendía alrededor de la polla que no dejaba de follarla.

En la intensidad del orgasmo Fátima no se dio cuenta de que Ignacio dejó caer un poco de saliva sobre su ano. Lo que sí notó fue como la polla abandonaba su coño para clavarse con fuerza en su culo. Gritó al tiempo que su cabeza se estiraba hacia atrás.

La enculada fue soberbia, salvaje. La polla se le clavaba hasta el fondo y luego se la sacaba casi del todo. Alguna de las veces salió del todo para volver a clavarse de inmediato.

Ya no hubo más palabras. Los dos se concentraron sólo en el placer. Y cuando la polla empezó a vomitar su lava caliente en las entrañas de Fátima, ella volvió a correrse con intensidad.

Se quedaron quietos. Ambos con los ojos cerrados. Él con la polla aún clavada en el culo de su mujer, hasta que lentamente la sacó. Un hilillo se semen quedó colgando de la polla.

-Límpiamela, zorra.

Fátima cogió un paño de cocina que estaba junto a ella, mirando a su marido. Él, con un gesto de la cabeza, le dijo que no. Ella comprendió. Se arrodilló delante de Ignacio, acercó la boca y empezó a lamer la polla.

-Así, muy bien, putita. Así limpia una zorra la polla que la acaba de follar.

Se la metió en la boca y chupó con suavidad. La dejó bien limpia.

Ignacio la ayudó a levantarse y la besó. Con Delicadeza, con amor. La miró a los ojos.

-Te quiero, Fátima.

-Y yo a ti, mi amor.

Le sirvió un café a su esposo. Luego él se fue a vestir y se marchó a la oficina. Se llevó el DVD.

++++++

A media mañana, subió a la planta del despacho de Ramón. La secretaria lo recibió.

-Buenos días, D. Ignacio.

-Buenos días. Quisiera hablar con D. Ramón.

-¿Él lo espera?

-No.

-Un segundo.

La guapa mujer pulsó el comunicador.

-D. Ramón. D Ignacio desea verle.

-Que pase.

Entró al amplio despacho. Ramón estaba sentado a su mesa.

-Tú dirás.

-Venía a devolverte el DVD.

-Ah, bien. ¿La viste con tu mujer?

-Sí.

-¿Y?

-Mejor de lo que esperaba.

Ignacio le contó todo. Le contó lo feliz que era ahora que su relación en el plano sexual con su mujer era como siempre lo había deseado. Le dijo incluso, que si ella no aceptaba entrar en la hermandad, no le importaba.

-¿Es que no quieres entrar en la hermandad, Ignacio?

-No me entiendas mal. Claro que quiero. Deseo poder tener a todas esas zorras cuando lo desee. Pero ahora soy tan feliz con mi... zorra, que con ella tendría suficiente.

-Me parece bien. Pero como te dije, entre o no entre, deseo a tu mujer. Me la quiero follar delante de ti. Quiero que oigas como grita de placer mientras le clavo mi polla. Y quiero que le mires a la cara mientras se corre. Así podrás continuar en la empresa.

-¿Quieres que la use como a una puta?

-Sí. ¿Acaso no es eso lo que tanto deseabas?

-No así.

-Pues eso es lo que hay. Lo tomas o...ya sabes - dijo, haciendo un gesto hacia la calle - Además, si tan feliz eres ahora es gracias a mí, ¿no?

-Sí, tienes razón.

-Tú piénsatelo unos días. Sigue disfrutando de la zorra de tu mujer. Espero que ella acepte entrar,

Ignacio se levantó y se dirigió a la salida.

-AH, dile a Leticia cuando salgas que venga. Dile que tengo ganas de su culito.

-Vale.

Ignacio abandonó el despacho y se dirigió hacia la secretaria.

-Don Ramón desea verte. Tiene ganas de tu culito, me dijo.

Ella se levantó, sonriendo y se dirigió hacia el despacho. Se paró en seco, se giró y miró a Ignacio.

-¿Vd. no viene?

-No, otro día.

-Como guste.

Ahora no tenía más ganas de sexo. Su cabeza daba vueltas. Todo lo que siempre deseó lo tenía, pero había un precio que pagar.

Miró a la chica, que entraba en ese momento en el despacho de Ramón. Miró su soberbio culo, al que se folló el día anterior. Si seguía adelante, ese culo y muchos más serían de él cuando lo desease. Eso significaba que su mujer sería de cualquier miembro también cuando éste lo desease.

Se preguntó si estaba dispuesto a pagar ese precio.

+++++

Durante los siguientes días Ignacio exploró su nueva relación con Fátima. La llamaba por las mañanas a casa y le decía que se masturbara para él. Que quería oír como se corría. Ella obedecía, se tumbaba en el sillón y se tocaba el coño hasta correrse una y otra vez.

Se corría escuchando las cosas que él le decía. Lo zorra que era. El cómo la iba a follar en cuanto llegara a casa. A veces él le contaba con le gustaría verla follada por otros hombres. Sus orgasmos eran intensos.

Una mañana, antes de irse a la oficina, Ignacio la hizo arrodillar delante de la puerta. Le dijo que le sacara la polla y que le hiciera una buena mamada. Fátima se esmeró en complacerlo, y lo llevó a los pocos minutos a un intenso orgasmo. Cuando empezaba a correrse, le sacó la polla de la boca y se corrió sobre su cara, llenándosela con varios regueros de semen. Parte de la corrida goteó sobre su pijama. La miró.

-Ummm, estás preciosa así, con una buena corrida en la cara.

-Gracias mi amor.

Él se guardó la polla en los pantalones.

-No te limpies. Quédate así hasta que yo vuelva. ¿Entendido, zorrita?

-Sí.

Se marchó y la dejó allí, arrodillada.

Un par de horas después, la llamó.

-Hola zorrita.

-Hola mi amor.

-¿Te has limpiado?

-Claro que no.

-Bien. Vete al espejo de la entrada.

-Sí.

Ignacio oyó sus pasos.

-Ya estoy.

-Dime que ves.

-A mí.

-¿A quién?

-A tu zorra.

-Ummm, sí. ¿Cómo tiene la cara mi zorrita?

-Manchada de tu leche. Se ha secado, pero ha dejado marcas y manchas en el pijama.

-Hazte una paja mientras te miras, zorra.

-Ummmm sí...

-¿Estas mojada?

-Mucho, mi amor. Estoy chorreando.

-Yo tengo la polla como una piedra. En cuanto llegue a casa te daré por el culo, como estás ahora. Mirando al espejo y con los rastros de mi anterior corrida en la cara.

-Agggggg sí...sí...dale por el culo a tu puta.

Fátima metía dos dedos a fondo en el coño. Gemía de placer imaginando lo que iba a sentir cuando él llegara. Se la follaría con su dura polla y ella se correría como una zorra cuando le llenara el culo de leche. Después se arrodillaría ante él y le limpiaría la polla, con mimo, con amor.

Ignacio, mientras oía gemir a su mujer se acariciaba la dura polla sobre el pantalón. Se dijo que si perteneciese a la hermandad podría llamar a Leticia y hacer que le chupase la polla mientras oía a su mujer. Podría incluso decirle a Fátima como le estaba mamando la polla la zorra de la secretaria de Ramón. Podría obligar a su mujer correrse escuchando como Leticia gritaba de placer con su polla barrenándole el culo.

Pero no pertenecía a la hermandad. Aún no. Así que siguió acariciándose la polla hasta que Fátima, entre gemidos y suspiros, se corrió.

+++++

Una noche estaban los dos viendo la tele. Ya estaban en pijama. Ignacio llevaba días dándole vueltas a una idea. Pensó que ya era hora de dar el siguiente paso.

-Vístete. Vamos a salir.

-¿Ahora?

-Sí, ahora.

Ella no tenía ni idea de a donde podrían ir a esas horas, pero se vistió. Ignacio también se vistió. Después bajaron al garaje y salieron con el coche.

-¿A dónde vamos? - preguntó Fátima.

-A poner gasolina.

Ella no entendía nada, pero se calló. Ignacio condujo hacia las afueras de la ciudad. Pasaron por delante de un par de estaciones de servicio, pero no pararon. Fátima no dijo nada.

Finalmente, llegaron a una bastante solitaria. Ignacio aparcó delante de un surtidor, se bajó y llenó el depósito de gasolina. 42 euros en total.

-Ven conmigo - le dijo a Fátima.

Ella se bajó y lo acompaño al mostrador.

El empleado era un chico joven, de no más de 24 años, delgado, que estaba dentro de un recinto cerrado, con cristales de seguridad.

-Buenas noches - les dijo - ¿Algo más?

-No, nada más - respondió Ignacio.

-Son...42 euros, señor.

-Tenemos un problema.

-¿Un problema?

-Sí. No tengo dinero.

Tanto el chico como Fátima miraron, perplejos, a Ignacio.

-Ni un céntimo. Sólo tengo a esta...zorra.

Fátima dio un respingo. El chico, otro. Ignacio sonrió y continuó.

-Y no veas lo que es capaz de hacer con la boca. Déjala entrar y te aseguro que te hará la mejor mamada de tu vida.

El chico se puso rojo como un tomate. Miró a Fátima, que lo miraba, seria. Le pareció una mujer guapísima. Pero aquello tenía que ser una broma.

-¿Me está tomando el pelo?- preguntó.

-No. Hablo en serio. Pero si no quieres, nos vamos y te quedas sin mamada y sin dinero.

Ignacio cogió a Fátima del brazo e hizo ademán de marcharse. Oyeron un clic y la puerta de seguridad se abrió. Ignacio volvió a sonreír.

-Bien. No te vas a arrepentir- dijo, mirando al muchacho. Dirigiéndose a su mujer, le dijo- Venga, zorrita. Entra y hazle una buena mamada al chico.

Fátima sentía como le palpitaba el coño. Sus bragas estaban completamente empapadas. Los pezones se marcaban en su camisa. Entró en donde se encontraba el joven. La puerta volvió a cerrarse, dejándoles a los dos solos. Ignacio observaba desde fuera. Ella echó una mirada a su marido. Ignacio asintió.

La bella mujer miró al chico, que seguía sonrojado. Bajó la mirada hacia su polla. Se marcaba claramente bajo el gris pantalón. Mirándole a los ojos, se empezó a arrodillar.

-Acércate.

Tímidamente, é dio unos pasos hasta quedar junto a ella. Fátima llevó una mano hasta la polla y empezó a sobarla sobre el pantalón. Estaba dura, muy dura.

-Ummmm que polla tan dura. ¿Cómo te llamas?

-Paco - dijo el joven con un hilillo de voz, casi sin respirar

-Hola Paco. ¿Quieres que te chupe la polla, Paco?

Paco miró a Ignacio, esperando que empezara a reírse y le dijera que todo había sido una broma de sus amigos. Pero Ignacio no dijo nada.

-¿Qué? ¿No quieres que te chupe la polla? - volvió a preguntar Fátima, apretándosela

-Sí...sí quiero.

-Ya me parecía a mí.

Fátima bajó lentamente la cremallera, mirando a Paco a los ojos y poniendo cara de zorra. Él la miraba con los ojos como platos y el corazón a mil por hora.

La polla era normalita, curvada hacia arriba, y de la punta salía ya líquido pre seminal. No hizo Fátima más que agarrarla y Paco se empezó a correr, gimiendo y temblando. La polla empezó a escupir leche a diestro y siniestro, sobre la cara de Fátima, que la agarró y dirigió el chorro hacia un lado.

Fue una copiosa corrida. Por lo menos seis o siete chorros de caliente y espeso semen.

-Vaya...ya te has corrido sin haberla probado - dijo Fátima.

Ignacio, desde el otro lado, añadió.

-Vaya corrida Paquito. ¿Cuánto tiempo hacía que no descargabas?

-Yo...lo siento...no he podido evitarlo.

-No pasa nada, hombre. Es normal que no aguantes teniendo ante ti, arrodillada, a una mujer tan hermosa.

Paco miró hacia Fátima. Arrodillada. Con su polla en la mano. La cara con dos trazos de semen. Sonreía. La polla seguía dura, como antes de correrse.

-Zorra - dijo Ignacio - le he ofrecido al amigo Paco una mamada y una mamada va a tener. Ya sabes lo que tienes que hacer.

Fátima abrió la boca, la acercó a la polla y se la metió dentro. Empezó una lenta mamada, suave. No quería que el chico se volviera a correr tan rápido. Sus ojos iban de la cara de placer del Paco a los ojos de su marido. Le encantaba como la miraba Ignacio. Le encantaba estar arrodillada con la polla de otro hombre en la boca mientras Ignacio miraba. Le hacía sentirse como una zorra de verdad.

-Aggggg...joder...qué bien lo hace.

-La chupa bien, ¿eh?

-Ya lo creo.

-Pues díselo.

Paco miró a Fátima. Ella, en ese momento, le pasaba la lengua a lo largo del tallo de la verga, hasta llegar a la punta.

-La chupas...muy...bien.

-Lo sé - respondió ella, sonriendo.

-Dile lo que es - dijo Ignacio mirando como la polla desaparecía en la boca de su esposa.

-Eres...eres....una zorra.

-Ummmmmm

-Eres una puta comepollas.

-Ummmmmm

Paco se fue envalentonando. Cogió a Fátima de la cabeza con ambas manos y empezó a follarle la boca.

-Toma polla, zorra.

-Eso es - le jaleó Ignacio - Enséñale a la zorra quien manda.

Le enterraba toda la polla en la boca. Fátima podía tragársela toda. Tenía ganas de tocarse el coño. De correrse delante de su marido mientras otro hombre le llenaba la boca de leche.

Paco, con la voz entrecortada por el placer, miró a Ignacio.

-Aggg La zorra... ¿Traga?

-Claro que traga. ¿Si no qué clase de zorra sería?

Aquello fue el detonante de la segunda corrida de Paco. No le habían chupado la polla muchas veces, y nunca se habían bebido su semen. Y ahora, aquella preciosa mujer, aquella zorra, lo iba a hacer.

Le enterró la polla a fondo y estalló.

-Aggggg traga puta...trágatelo todoooooooo

Y eso hizo Fátima. Tragar y tragar todo lo que Paco le disparó en la boca. Leche caliente y espesa de un macho joven, que temblaba mientras se vaciaba en su garganta.

La polla dejó de manar. Ella se la sacó lentamente de la boca, y como una buena zorra, la lamió para limpiarla. Luego, se levantó.

-Gracias por la leche. Muy rica.

De la comisura derecha de Paco caía un poco de baba. Su mirada estaba perdida. Jamás había sentido tanto placer.

-Bueno. Nos vamos - dijo Ignacio.

Paco pulsó el botón de la puerta y Fátima salió. Aún llevaba en la cara los restos de la primera corrida. Ignacio la cogió del brazo y se dirigieron a la puerta. Un embobado Paco los miraba.

-Ah, se me olvidaba.- dijo Ignacio.

Se dio la vuelta, sacó un billete de 50 euros y los metió por la mirilla.

-Quédate con la vuelta.

Más de cinco minutos después. Paco seguía sin creerse lo que le había pasado. Miró como la pareja se montaba en su coche y desaparecían. Justo entraba el siguiente cliente cuando se dio cuenta de que aún tenía la polla fuera. Con rapidez se la guardó.

Ignacio conducía de vuelta a casa. Su mano derecha estaba entre las abiertas piernas de Fátima. Sus dedos frotaban el clítoris de su mujer.

-Pero mira que eres puta. Estás empapada, chorreando.

-Agggggggg sí, sí. Estoy muy cachonda...

-¿Así que te pone cachonda comerle la polla a desconocidos?

-Ummmm sí.

-¿Te calienta que tu marido lo vea? ¿Que vea lo zorra que eres?

-Sí

Le metió dos dedos en el coño y ella se corrió, gritando dentro del coche con todas sus ganas, temblando de placer y llenándole los dedos a Ignacio de su flujo.

-Y ahora te corres como una perra.

Durante el trayecto de vuelta Ignacio hizo correr a Fátima tres veces. El coche olía a coño. Su mano olía a coño. Hasta el asiento olía a coño.

Entraron en el garaje. Aparcó en su plaza y fueron al ascensor. En cuanto las puertas se cerraron, agarró a Fátima, le dio la vuelta, apoyándola contra el espejo del ascensor. Le subió la falda, le bajó las bragas, se sacó la polla y se la metió sin miramientos en el culo.

Fueron ocho pisos durante los cuales Ignacio no dejó de sodomizar a su mujer con fuerza. Buscaba su propio placer, descargar la fuerte excitación que arrastraba desde que habían salido de casa. Gruñendo, apretando los dientes, se corrió en lo más profundo de aquel culo como no recordaba haberse corrido en mucho tiempo. Fátima, mirando a través del espejo, veía la expresión de infinito placer en la cara de su hombre. Se sintió feliz, sintiendo todos y cada uno de los chorros de semen ser escupidos dentro de ella.

El ascensor se paró y las puertas se abrieron. La polla seguía dentro del culo. Ignacio la sacó. A esas horas no solía haber nadie en las escaleras. Cogió a Fátima del brazo y la arrastró hasta la puerta de su casa, con la polla saliendo por su bragueta. Abrió y entraron. Allí mismo, en el recibidor, ordenó.

-Termina, zorra.

Obediente, sumisa, Fátima se arrodilló y limpió con mimo y amor la polla de su marido.

+++++

Sonó el teléfono de su despacho.

-Don Ignacio - dijo la voz de Leticia - Don Ramón desea verle.

-Enseguida voy.

Se presentó ante la mesa de la chica. Ella le saludó cortés mente y pulsó el comunicador.

-Don Ignacio está aquí.

-Que pase.

Ignacio entró en el despacho y cerró la puerta.

Lo que vio le puso la polla dura al instante. En el centro de la amplia estancia, arrodillada y perfectamente vestida estaba Alba, la esposa de Ramón. A su alrededor había un grupo de hombres, asiáticos, que se masturban. Uno de ellos en ese momento se acercaba a la cara de la mujer y se corría sobre ella. A juzgar por la cantidad de semen que ella tenía en la cara y sobre la ropa no era la primera corrida que recibía.

-Pasa. Ignacio - dijo Ramón desde su mesa.

Se acercó hacia su jefe, sin apartar la vista de Alba. La copiosa corrida que acababa de recibir en su bello rostro goteaba sobre su escote, sobre las solapas de su traje. Otro hombre se acercó, gimiendo de placer. Ella giró la cara hacia la polla que a escasos centímetros de su boca descargó una nueva andanada de espeso semen.

Ignacio llegó a la mesa de Ramón y se sentó.

-Es la delegación japonesa de Hokitori, una multinacional que pretende instalarse en España y buscan un bufete. Ya sabes lo aficionado que son los nipones a este tipo de entretenimiento. Aquí tienes el borrador inicial del acuerdo. Échale un vistazo rápido y dime qué te parece.

Cogió el documento y empezó a leer. Todo muy correcto y habitual. De vez en cuando levantaba la vista para ver como Alba era bañada en leche por aquellos japoneses. Con el rostro serio, estoico, recibía las corridas, una tras otra.

-¿Saben que es tu mujer?

-No, no. Creen que es una puta que le ofrezco como signo de buena voluntad. La verdad es que no es la primera vez que ofrezco a mi mujer a futuros clientes. Todos han sido después, y son, clientes.

-Ahora entiendo el éxito de la empresa.

-Jajajaja. El éxito es porque tenemos a los mejores. Las zorras sólo son... la guinda.

-El documento lo veo bien. Pero debería mirarlo más detenidamente.

-Llévatelo y estúdialo. Ya me dirás.

Siguió sentado, mirando el bukkake que se desarrollaba ante sus ojos. Contó a los hombres, 14 en total. Cuando el último se corrió sobre la cara de Alba, el semen llenaba su cara, su traje. Se quitó el que estaba sobre sus ojos. Se levantó y entró en el baño interno del despacho.

Uno de los japoneses se acercó a la mesa.

-Estaremos encantados de trabajar con vds - dijo con un fuerte acento.

Ramón se levantó y le hizo la reverencia reglamentaria, que fue devuelta por el japonés. Después, los nipones abandonaron disciplinadamente el despacho, dejando a los dos hombres solos.

En ese momento, Alba salía del baño. Ya no tenía la cara cubierta de semen, pero el traje estaba hecho un asquito.

-Ah, Ignacio. ¿Podrías hacerme un favor? - dijo Ramón.

-Claro

-¿Te importaría llevar a mi mujer a casa? Vino en taxi, pero no creo que sea buena idea que vuelva en uno tal y como está.

-Por supuesto.

Ella se puso un abrigo que tapaba en gran parte las manchas. Ignacio fue delante y la acompañó hasta el garaje. Le abrió la puerta de su coche cortésmente y luego arrancó.

El olor a semen llenó el interior del coche. La polla de Ignacio estaba a reventar. Miró a la bella zorra que tenía a su lado, pero ella miraba hacia adelante. El trayecto lo hicieron en silencio.

Llegaron a la casa. El se bajó del coche y fue a abrirle la puerta. Ella era una zorra, pero es ese momento era la mujer del jefe. Se bajó del coche. Entonces habló por primera vez.

-¿Se folló ya mi marido a tu mujer?

-No.

-Se la va a follar.

-Lo sé.

-¿Entrarás en la hermandad?

-Eso espero.

Se miraron a los ojos. Los dos querían algo, pero no hicieron nada.

-Adiós. - dijo ella, dándose la vuelta y entrando en la casa.

-Adiós, Alba.

Ignacio regresó a la empresa. Cuando estuvo en su despacho, llamó a Ramón.

-Ya he dejado a tu mujer en casa.

-Bien, gracias. ¿Te follaste a esa zorra? Seguro que tenía el coño empapado después de tantas corridas.

-No.

-¿No? ¿Por qué no?

-Aún no pertenezco a la hermandad y no tenía tu permiso.

-Le dije que hiciese todo lo que tú le ordenaras. Te la podrías haber follado a placer. Pero te has comportado bien. Sabes exactamente de qué va todo esto. Si te la hubieses follado ahora mismo estarías de patitas en la calle. No me equivoqué contigo. Ni en lo profesional ni en lo demás.

-Gracias

+++++

Pocos días después, tras haberle dado mil vueltas, Ignacio se decidió. Llamó a Ramón a su despacho.

-¿Te quieres follar a mi mujer?

-Sabes que sí. ¿Te has decidido?

-Sí.

-Bien. Sabía que lo harías. No te arrepentirás

-Espero que no.

-¿Cuándo me la follaré?

-Si quieres, ahora mismo

-Quiero. Llevo días esperando follarme a esa zorra tuya.

-Te espero en el garaje y vamos a mi casa.

-Perfecto.

Cogieron el coche de Ignacio, que condujo hasta su casa. Subieron y abrió la puerta.

-Fátima - llamó desde la entrada

Ella estaba en la cocina y al oír a su marido salió corriendo a recibirlo. Sintió escalofríos, intentando imaginar que se traía entre manos su hombre.

-Hola mi vida. No te espe...

Se cayó de pronto al ver a Ramón, el gran jefe, de pie, junto a su marido. Éste la miraba fijamente.

-Buenos días, Fátima. Es un placer volver a verte.

-Buenos días, Don Ramón. No...no sabía que vendría.

La mirada de la mujer iba de Ramón a su marido. Estaba un poco cortada.

-Tu marido me ha invitado a venir. ¿Sabes para qué?

-¿Yo?..No...no - miró inquisitiva a Ignacio. Él asintió.

Fátima entendió

-Ignacio me ha comentado lo buena zorra que eres, y he venido a follarte.

Los pezones se le endurecieron y un ligero rubor tiñó sus mejillas. Miró de nuevo a su marido.

-No sólo a follarte -añadió Ramón. A follarte en tu cama. A follarte mientras Ignacio mira como te corres como una puta.

La intensa mirada de Ramón la hizo estremecer. Aquel hombre la intimidaba un poco. Su coño empezó a palpitarle entre las piernas.

-Ignacio. Haz los honores. Llevamos a tu dormitorio.

Ignacio cogió de la mano a su mujer y se dirigieron, seguidos por Ramón, a la habitación. Se miraban. Cuando llegaron, Ramón se sentó en un sillón que había.

-Bien. Prepárame a tu zorra. Desnúdala

Ambos hombres lucían sendas erecciones tras sus pantalones. Ignacio empezó a desnudar lentamente a Fátima. Primero la camisa, desabrochando los botones. Después, la falda, seguida del sujetador y, por último, las bragas.

Fátima quedó desnuda, en todo su esplendor. Los dos hombres la miraban.

-Eres muy hermosa, Fátima - elogió Ramón.

-Gracias

-Ignacio. ¿Cómo tiene el coño? ¿Ya está mojada?

Mirándola a los ojos, Ignacio llevó una mano hasta el coño de su mujer. Ella se mordió el labio inferior y entrecerró los ojos cuando los dedos de su marido empezaron a recorrer su vulva.

-Está chorreando, Ramón.

-Bien, bien. Eso significa que es una buena zorra. Las zorras se mojan cuando saben que van a ser folladas.

Ramón se levantó y se acercó a la pareja.

-Tú siéntate en el sofá, Ignacio. No te pierdas detalle.

Ignacio obedeció. Se sentó y dejó a Ramón junto a su mujer. Ésta la miraba, complacido.

Empezó a acariciarla. Sus mejillas, su cuello. Sus bellas tetas. Apretó los duros pezones entre sus dedos y la hizo gemir. Siguió bajando hasta que llegó al coño con la mano izquierda. Enseguida empezó a masturbarla.

-Tenías razón. La putita está empapada.

-Agggggg.

-Mira cómo disfruta.

Se mojó los dedos y, llevando la mano por detrás, empezó a acariciarle el ano con un dedo. Apretó y lo introdujo. Un segundo dedo lo acompaño. La mano derecha fue hasta los labios vaginales. Empezó entonces una paja doble, con una mano follándole el culo y la otra frotándole el coño.

Fátima cerraba los ojos y gemía. El placer era intenso. De vez en cuando los abría y miraba a su marido. Lo que más la excitaba es que él estuviera mirando.

-¿Sabes Ignacio? Esta zorra está a punto de correrse. Pero...no. Aún no.

Paró en seco, sacando los dedos de su culo y retirando la otra mano del coño. Fátima estuvo a punto de gritarle que no parara, que siguiera, pero no dijo nada.

-Enséñame que sabes hacer con esa boquita.

Lentamente la mujer se arrodilló delante del jefe de su marido. A la altura de su cara quedó el bulto que la dura polla formaba en el pantalón. Bajó la cremallera. El sonido recorrió su espina dorsal. Metió la mano y sacó la polla. Una buena y dura polla

Quería quedar bien ante Ramón. Le miró a los ojos mientras pasaba su lengua a lo largo de la polla, entes de metérsela en la boca y empezar una soberbia mamada.

-Ummm, la has enseñado bien, Ignacio. Es una mamona de primera. No tendrá problemas con la ceremonia.

Ella no entendió lo último que dijo Ramón. Se dedicó a poner todos sus sentidos en demostrarle a Ramón lo que era una buena mamada.

Sin sacarse la polla de la boca, se las ingenió para sacarle los huevos. Los sostuvo en una mano, acariciándolos, y empezó a tragarse la dura verga.

-Aggggggggggg que boquita tiene esta zorra. De primera.

Ignacio observaba la impresionante mamada que su mujer estaba practicando. De rodillas, casi acuclillada. Con la cabeza levantada. La polla entraba y salía de la boca, brillante de saliva.

Mientras Fátima se comía la polla, Ramón se fue desnudando. Cuando estuvo desnudo, la hizo levantar.

-Ahora te voy a clavar la polla, zorra. No sabes las ganas que tenía.

La tiró en la cama, dejándola boca arriba, con las piernas abiertas. Se subió en la cama, se puso entre sus piernas, se cogió la polla con una mano y la dirigió hacia el invitador coño.

De una sola estocada se la clavó. Fátima sintió la penetración y no aguantó más tanta excitación. Se arqueó sobre la cama y se corrió

-Joder, mira Ignacio. Aún no me la he empezado a follar y tu zorra se está corriendo.

El marido vio como su mujer cerraba los ojos y apretaba los dientes, al tiempo que su cuerpo se tensaba. Entonces Ramón empezó a follarla con fuerza. La cama crujía con las embestidas. La besó en la boca, sin dejar de martillearle el coño con su polla

En un par de minutos Fátima se volvió a correr, esta vez, gritando su placer.

Ramón le sacó la polla del coño.

-Date la vuelta, zorra. Ponte a cuatro patas en la cama, como una perra.

En cuanto ella se puso en la postura, Ramón se colocó tras de ella y volvió a clavarle la polla en el coño. Ahora la follada fue más lenta, menos salvaje, pero más profunda.

-Mira a tu marido, zorra.

Ignacio vio la expresión que había en la cara de su mujer. Puro placer. Se miraron a los ojos mientras Ramón se la follaba. Veía en ellos el placer que Fátima sentía con cada embestida de la polla. Vio como Ramón levantó una mano y le dio una sonora nalgada.

-Aggggggggggggggg

-Dile a tu marido lo que eres. Díselo.

-Soy una...zorra...

Otra nalgada.

-Agggggggggggggg

-Dile lo que te está haciendo su jefe.

-Tu jefe...me está...follando...aggggg me está follando...

-Dile como te gusta que te follen mientras él mira.

-Ummmm sí...mi amor...me gusta...me gusta que me follen mientras tu miras...Soy una...puta...una zorra...me gusta que veas como me follaaaaan

Un nuevo orgasmo atravesó el cuerpo de Fátima. Mantuvo sus ojos abiertos, mirando a Ignacio mientras se corría con intensidad.

Ramón le sacó la polla del coño y se la metió en el culo mientras ella se estaba corriendo.

-Díselo, zorra. Díselo.

-Aggggggggggggg me...está....dando....por...el...culo...tu jefe me...está....Agggggggg dando por...el culo

Ignacio estaba tan excitado que si se tocaba se correría en los pantalones. Siguió mirando como Ramón enculaba a su mujer, como le daba una torta tras otra en las nalgas.

Ramón sintió que su propio orgasmo se acercaba. Arreció las embestidas hasta que llegó al punto sin retorno. Clavó sus dedos en las nalgas y empezó a correrse a borbotones.

-Diseloooooooooooooooooooo.

Fática, entrecortadamente, atravesada de pies a cabeza por su último orgasmo, mirando a Ignacio, dijo.

-Se...está...corriedo...dentro...de...mí...Mi amor...me está llenando...el culo....de...lecheee

Cuando la polla dejó de soltar semen y Ramón la soltó, Fátima cayó hacia adelante, agotada después de tanto placer. Estaba casi sin sentido.

Ignacio no pudo resistirlo más. Se levantó y se acercó a su mujer. Se bajó la bragueta, se sacó la polla. Se la agarró con la mano derecha mientras que con la izquierda agarró a Fátima por el pelo. Tirando con fuerza, hizo que ella pusiese su cara hacia él.

Bastaron dos golpes de la mano que agarraba la polla para que Ignacio estallara y empezara a correrse con fuerza sobre la cara de su mujer. Ella recibía la corrida con los ojos cerrados, sin expresión alguna en el rostro.

-Zorra, zorra - gritaba Ignacio mientras se corría con fuertes disparos.

Ramón miraba, sonriendo.

Cuando terminó de correrse, Ignacio la soltó. Ella se quedó en la misma postura. No se movía.

-Ven conmigo, Ignacio - dijo Ramón.

Recogió su ropa y empezó a ponérsela. Cuando salieron del dormitorio, sacó un DVD de su chaqueta y se lo dio a Ignacio.

-Bueno, ha sido maravilloso follarme a tu zorra. No será la última vez, te lo aseguro. Pero desearía que la próxima vez sea cuando estés dentro de la hermandad. Mira ese DVD. Enséñaselo a tu mujer. Creo que ya está preparada.

-¿Qué hay? ¿Otra ceremonia?

-Sí, pero una especial. Cuando la veas comprenderás. Tómate el resto del día libre. Yo vuelvo en taxi. Hasta luego.

Lo acompañó a la puerta. Regresó al salón y puso el DVD. En cuanto comenzó, comprendió. Lo paró.

Ramón tenía razón. Había llegado el momento. Deseaba entrar en la hermandad. Deseaba que todas aquellas zorras le pertenecieran. Y ahora comprendió que deseaba que su zorra perteneciera a los demás

-¿Y tu jefe?

Ignacio se giró. En la puerta del salón, desnuda y con la cara llena se semen estaba Fátima.

-Se ha marchado. Casi te desmayas de gusto.

-Uf, creo que perdí el sentido unos segundos. No recuerdo quien se corrió en mi cara.

-Fui yo.

-¿Te gustó ver cómo me follaba, verdad?

-Mucho.

-Y a mí que lo vieras. Me sentí más zorra que nunca.

-Ven, quiero que veas algo.

Ella se sentó a  su lado.

-¿Recuerdas la película porno de hace unos días?

-¿La de la chica que le chupaba la polla a todos aquellos hombres?

-Sí.

-Claro que me acuerdo. Uf, me encantó.

-No era una película.

-¿Cómo que no?

-Era real.

-¿Real?

-Sí. Mira.

Pulsó play y en la televisión apareció una pareja. Aunque algo más jóvenes, Fátima los reconoció. Eran Ramón y su mujer, Alba. Pasaba lo mismo que en la otra. Ramón ofrecía a su mujer y ella empezaba a chuparles la polla a hombres que aparecían ante ella.

Fátima miró a su marido, con los ojos abiertos.

-La hermandad a que hacen referencia existe de verdad. Los miembros ofrecen a sus mujeres, a sus zorras, y cuando entran ellas pasan a ser de todos. Cualquiera puede coger a la mujer que quiere, cuando quiera, y follársela cómo quiera. Los hombres eligen. Las zorras están siempre a su entera disposición.

-Joder. Me parece increíble - dijo Fátima, asombrada.

-¿Recuerdas la fiesta a que nos invitaron? Cuando desaparecí con Ramón me llevó una habitación. Llamó a su mujer y le dijo que me hiciera una mamada. Ella sin rechistar, se arrodilló y delante de él me mamó la polla hasta tragarse toda mi leche. Luego me enseñó la ceremonia de iniciación de una de las mujeres que asistían a la fiesta. La llamó y me hizo otro mamada.

Fátima oía todo aquello, aún sin poder creérselo del todo. Pero su coño estaba mojado otra vez.

-¿Por qué me cuentas todo esto?

-Me han pedido que entre...que entremos en la hermandad

-¿Nosotros?

-Sí.

Ignacio se acercó a Fátima.

-Mira la pantalla.

En ese momento, Alba tragaba la eyaculación de uno de los miembros y luego limpiaba, sumisa, la polla.

-Mira a esa zorra. Mira cómo chupa polla tras polla. ¿No te gustaría ser ella?

Fátima no dijo nada. Siguió mirando la pantalla. Ignacio llevó una mano hasta el coño de su mujer y empezó a hacerle una paja

-Montones de pollas para ti. Para vaciarlas en tu boca. Y no sólo eso. A partir de ese día serías la zorra de todos esos hombres. Te follarán cuando lo deseen, esté o no yo delante.

Fátima se mordió el labio inferior y empezó a gemir.

-Y más. Mucho más. Verás como yo me follo a todas esas zorras. Traeré a una de ellas para que entre las dos me comáis la polla. De dejaré que guíes mi polla hasta su culo. Verás como la sodomizo

-Agggggggggggggg

Alba tragaba la siguiente ración de semen

-Mira como traga esa puta. ¿Quieres tragar tú también, verdad? - le dijo, follándola con su dedos.

-Sí...agggg sí...sí quiero.

-¿De verdad? ¿De verdad quieres ser la nueva zorra de la hermandad?

-Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Ignacio la besó mientras ella se corría.

++++++

CONTINUARÁ