La hermandad de las zorras (1)
-Su mujer..¿Es una buena...zorra? -¿Cómo? -Que si tu mujer es una buena zorra.
Había sido el primero de su promoción en la facultad de derecho. Enseguida consiguió trabajo en un bufete y se empezó a labrar una buena reputación como abogado. A los dos años de terminar la carrera se casó con Fátima, una preciosa morena de la que estaba muy enamorado. La vida sonreía a Ignacio.
Antes de cumplir los 30 años ya era conocido en el mundillo de la justicia.
Un día recibió una carta del bufete más prestigioso del país. Le solicitaban una cita que fuera a la sede central para una entrevista. Tan contento se puso que llamó a su mujer.
-Fátima, me han pedido una entrevista de Spencer & Johnson.
-¿Qué?
-Como lo oyes. Para el día 23 a las 5 de la tarde.
-Oh, cariño, cómo me alegro. Ya sabía yo que los mejores no dejarían escapar al mejor.
-Bueno, todavía no echemos las campanas al vuelo. A lo mejor no es para contratarme.
-Yo creo que sí. ¿Por qué si no esa carta?
-Pues no lo sé. Me estoy pensando si ir o no.
-¿Queeeeeeeeeeeeeeee?
-Jajaja. Es broma. Claro que iré.
-Malo.
-Fátima...
-Dime mi amor.
-Te quiero.
-Y yo a ti.
-Fátima...
-¿Sí?
-Tengo ganas de follarte.
-Ummm, y yo de que me folles. ¿Puedes escaparte?
-Ya estoy de camino.
Cuando llegó a su casa, ella lo esperaba en la habitación, ya desnuda, con las piernas abiertas y el coño rezumando jugos. Aún vestido, Ignacio se abalanzó sobre su mujer y le empezó a comer el coño. Fátima apretaba su cabeza contra ella, gozando de la sabia lengua de su marido.
No tardó en correrse contra su boca, gimiendo de placer y arqueando la espalda sobre la cama. Sin solución de continuidad, Ignacio bajó su bragueta, sacó su dura polla y se la clavó en su aún palpitante coño, empezando una salvaje follada que arrancaba orgasmo tras orgasmo a la excitada mujer. Se abrazaban, se besaban, hasta se mordían, mientras la polla no dejaba de bombear, dentro fuera, dentro fuera, del encharcado coño.
-¿Te gusta cómo te follo?
-Agggg mi amor...me ...encanta...
Fátima tenía la suerte de ser multiorgásmica, e Ignacio sabía cómo darle el máximo placer. La siguió follando sin parar hasta que sintió como su orgasmo se acercaba.
-Me voy ..a correr....ummm ¿Dónde quieres que lo haga? ¿Dónde quieres que me corra?
-Donde tú quieras... Córrete donde quieras.
Ella sabía en donde él quería, pero se hacía de rogar. Era algo a que siempre jugaban. Él le pedía que le dijese dónde, y ella se lo decía.
-Dímelo...dime donde quieres que me corra...aggggg ya..dímelo ya....
Fátima lo miró a los ojos. Y entonando los suyos, le susurró:
-Córrete en mi boca...llénamela de lechita
Ese era el momento que Ignacio ansiaba. Ver la cara de su amada esposa pidiéndole su leche en la boca. De un salto, le sacó la polla del coño y se arrodilló al lado de la cara de ella, que abrió la boca y cerró los ojos. Él estuvo a punto de decirle algo. Algo que siempre deseaba decirle, pero que no se atrevía.
El primer potente chorro salió disparado de la polla antes de metérsela en la boca y se estrelló contra una de sus mejillas. Los siguientes fueron lanzados dentro de la acogedora boca, que los mantuvo allí hasta que la polla dejó de correrse. Sólo entonces fueron tragados despacito, con mimo, sonriendo, mientras Ignacio la miraba embelesado.
Fátima siguió chupando la polla, dejándola limpia, sin restos de semen. Después, como siempre, se besaron y acariciaron largo rato.
-Tengo que volver a la oficina.
-Si todo sale bien, dejará de ser tu oficina.
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El día de la cita, Ignacio se presentó con su mejor traje. Lo hicieron pasar a una gran sala de espera, lujosamente amueblada. A los pocos minutos, lo llamaron y se entrevistó con el gran jefe en persona, uno de los socios fundadores del bufete, Don Ramón Pellicer. Lo de los apellidos ingleses era sólo para darle más empaque internacional a la empresa.
La reunión fue corta. Ellos lo habían llamado a él. No hacía falta defender su currículo. D. Ramón le dijo que lo querían en su compañía. Que sólo contrataban a los mejores. Se pusieron de acuerdo en los honorarios y con un apretón de manos firmaron el acuerdo.
A los 15 días era el miembro más reciente de la firma más prestigiosa.
La vida le sonreía.
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Se esforzó en destacar, en demostrar que no se habían equivocado al contratarle y en poco tiempo empezó a destacar en la empresa. A los seis meses fue llamado al despacho del presidente.
-Ignacio, no me equivoqué con Vd. Bueno, la verdad es que casi nunca me equivoco con las personas.
-Gracias, D. Ramón.
-Le he llamado para invitarle a la fiesta que doy este sábado en mi casa. Deseo que Vd. y su esposa acudan. Es una fiesta para gente importante. Algunos miembros de la empresa, grandes empresarios y altos cargos políticos.
-Será un honor para mí, D. Ramón.
Se marchó del despacho entusiasmado. El gran jefe no sólo alabó su trabajo, sino que lo invitaba a introducirse entre lo más selecto de la sociedad. Cuando se lo contó a su mujer, se abrazaron y se besaron con pasión.
-Sabía que lo lograrías, mi amor - le dijo Fátima entre beso y beso. -Uf, no sé que ponerme para la fiesta.
Ya se sabe que las mujeres, aunque tengan el armario rebosando de ropa, nunca tienen nada que ponerse. Ignacio la miró, con ojos brillantes de deseo.
-No sé lo que te pondrás. Lo que sí sé es lo no te vas a poner ahora. Esto - le dijo empezando a desnudarla.
-Ummm - dijo Fátima restregando su barriga contra la polla que se endurecía por momentos.
Ignacio besó y mordió su cuello mientras el traje de ella caía al suelo. Comiéndole la boca atrapó con sus manos las duras y preciosas nalgas de su esposa, que no tardó en bajarle la bragueta y sacarle la polla. La agarró con una mano y empezó una lenta paja.
Gimió de placer al sentir los dedos de su marido acariciar su ano, y se estremeció cuando un dedo la penetró.
-Aggggg mi vida...¿Quieres mi culito verdad?
-Sabes que sí - respondió enterrando el dedo hasta el fondo.
Se besaron de pie un rato más. Fátima con la dura polla en la mano e Ignacio metiendo y sacando el dedo de su ano. Ella se dio la vuelta y se acercó al sofá. Se arrodilló, poniendo su lindo culo en pompa. Ignacio se acercó y le bajó las bragas hasta las rodillas.
La miró. Era tan hermosa. La amaba tanto. La deseaba tanto. Pero no se atrevió a hacer lo que él deseaba. Lo que de verdad deseaba. Temía que ella no lo entendiera. Por eso simplemente se arrodilló y llevó su boca a aquel tentador culito.
-Aggggg - gimió Fátima al sentir la lengua recorrer las nalgas.
-Ummmm - se estremeció la mujer cuando la lengua de su marido empezó a lamer su apretado ojete, ensalivándolo, preparándolo.
Cuando la dura polla se abrió paso, lentamente, profundamente, ella sólo apretó con fuerza los puños. El dolor era momentáneo. Sabía que se transformaría en placer. Placer que la hizo gemir cuando la polla empezó a follarla. Despacito. Sin prisas. Entrando a fondo. Saliendo hasta la mitad.
Fátima giró la cabeza para mirar a su marido. Su cara de placer. Le sonrió.
-¿Te gusta follarme el culito?
-Ummm sabes que me encanta.
-Y a mí que lo hagas....Más...fóllame más...más...fuerte.
Ignacio aumentó el ritmo de la enculada. Los gemidos de ambos se mezclaron en el salón. Para aumentar su placer, Fátima llevó una de sus manos a su coño y se masturbó al tiempo que la polla entraba y salía de su culo.
Mientras se follaba a su mujer, Ignacio se imaginaba las cosas que quería decirle, que quería hacerle, pero no se atrevía. La agarró por las caderas, enterró la polla hasta el fondo y se corrió, lanzando fuertes chorros de caliente semen en lo más profundo de su mujer. Ella, cerca de su orgasmo, sintió cada disparo, cada chorro. Como la polla palpitaba dentro de ella. Aumentó la presión de sus dedos sobre su clítoris para correrse con él.
Cuando la polla dejó de escupir calor, Fátima gritó y se corrió. Su ano se contrajo, exprimiendo la polla, sacando los últimos restos de leche. Su espalda se arqueó. Sus ojos se cerraron y sus jugos mojaron sus muslos.
Minutos después, estaban abrazados, acariciándose y besándose.
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Fátima se compró un vestido para la ocasión. Ignacio un traje muy elegante. A la hora señalada, tocaron a la puerta de una lujosa mansión a las afueras de la ciudad.
Quedaron maravillados de aquella casa, decorada con gran exquisitez. Fueron recibidos por los anfitriones.
-Gracias por venir, Ignacio. Esta debe ser su esposa, ¿No?
-Sí, Don Ramón. Le presento a Fátima, mi esposa.
-Es un placer, D. Ramón - dijo Fátima, alargando su mano para estrechar la del hombre.
Pero D. Ramón cogió su mano y la besó.
-El placer es mío, Fátima.
Al lado del dueño de la casa una preciosa mujer, vestida elegantemente, les sonreía.
-Les presento a mi mujer, Alba.
-Encantado, señora - Saludó cortés Ignacio.
-Un placer - añadió Fátima.
Alba era una mujer sobre los 50. Muy bella. Cogió de la mano a Fátima y los hizo pasar. Ya había muchos invitados. Fátima no conocía a nadie. Ignacio reconoció a algunos empleados de la empresa, altos cargos. También a algunos empresarios y políticos.
Ramón les presentó a casi todos. A los hombres, y a sus mujeres. Fátima e Ignacio se dieron cuenta de que todos eran matrimonios. Y que todas las mujeres eran bastante hermosas.
Ignacio miró a Fátima y se sintió orgulloso. Desde luego no desentonaba en aquel ambiente.
Al poco rato, conversaban animadamente con varios de los invitados. Cuando quiso darse cuenta, Fátima se había alejado con un grupo de mujeres, e Ignacio hablaba con varios hombres.
Ramón se acercó.
-Venga un momento, Ignacio
-Claro, Don Ramón.
Lo siguió hasta una habitación contigua al gran salón. Entraron y Ramón cerró la puerta.
-¿Qué le parece la fiesta, Ignacio?
-Oh, maravillosa, D. Ramón. De nuevo le doy las gracias por el honor de haberme invitado.
-Nah, no se preocupe. Me gusta mimar a mis empleados. Sobre todo a los mejores.
-Muchas gracias.
-Su mujer es muy hermosa.
Lo cogió por sorpresa.
-Eh? Oh..gracias, D. Ramón. Sí que lo es.
-¿Le puedo hacer una pregunta sobre ella?
Ignacio estaba perplejo. El gran jefe lo tenía descolocado.
-Cla..claro, D. Ramón.
-Su mujer..¿Es una buena...zorra?
-¿Cómo?
-Que si tu mujer es una buena zorra.
Ramón le miraba fijamente a los ojos, serio. Ignacio estaba petrificado. No entendía que pasaba.
-Yo...no entiendo.
-Espera aquí.
Ignacio contempló sin mover un músculo como D. Ramón salía de la habitación. ¿Una buena zorra? ¿Cómo le preguntaba eso? ¿Qué se suponía que tenía que decirle?.
Antes de que se diese cuenta, el gran jefe había vuelto, pero no solo. Venía con Alba, su esposa. Los dos entraron y cerraron la puerta.
-Parece que no sabes si tu mujer es o no una buena zorra, Ignacio.
Ignacio miró de hito en hito al hombre y la mujer. Ella estaba seria, y le miraba fijamente. Ramón se siguió hablando.
-La mía sí que es una buena zorra. De las mejores.
Dirigiéndose a la mujer, dijo, como si nada.
-Venga, zorrita. Enséñale a Ignacio lo buena puta que eres.
Con los ojos como platos, Ignacio miró como Alba se acercó a él y mirándole a los ojos, se empezó a arrodillar delante de él. Todo parecía irreal. Pero cuando sintió la mano de la bella mujer acariciarle la polla por encima del pantalón, se dio cuenta de que todo era real.
La polla la tenía completamente floja. Estaba demasiado asustado como para tenerla dura. Miró a la mujer. Miró al hombre, que simplemente miraba.
El ruido de su bragueta al ser bajada hizo volver a mirar a la mujer, que diestramente, metió la mano y sacó la fláccida polla. Sin más, acercó la mano y se la metió en la boca.
Ignacio sintió el calor, la lengua danzar alrededor de su polla. Miraba los preciosos ojos de aquella mujer, con sus rojos labios cerrados alrededor de su polla. Y pesar de lo tenso de la situación, con el marido allí, mirando, empezó a excitarse. Su polla empezó a ponerse dura, a crecer dentro de aquella cálida boca, hasta alcanzar su máximo esplendor, su máxima dureza.
Entonces Alba empezó una lenta y sensual mamada, sin apartar sus ojos de los suyos. Lamía el tronco de la polla, la cabeza. Se la pasaba por la cara, para volver a metérsela en la boca y mamar con mimo.
Ignacio gemía de placer.
-Como ves, mi mujer es una zorra de primera. Una puta que sabe obedecer las órdenes de su amo a la primera. ¿Crees que es una buena zorra?
Ignacio miró a Ramón. Su mujer estaba vestida de fiesta, arrodillada delante de él y haciéndole una mamada de primera. Pero no podía decirle eso a su jefe. No se atrevía.
-Venga, hombre - insistió Ramón - Dime qué te parece mi mujer.
-Ummm pues....lo hace muy bien...aggggg que placer.
-Dile a ella que lo hace bien.
Ignacio la miró. Sus ojos eres preciosos, y brillaban, así como sus labios.
-Lo haces muy bien...Me das...mucho...placer.
-Pero hombre - dijo Ramón - A las buenas zorras les gusta que se lo digan. Les gusta que les digan lo que son.
A la mente de Ignacio acudieron todas las veces que había deseado decirle cosas a Fátima y que nunca se atrevió a decirle. Estaba a punto de correrse. Miró a Alba.
-Eres una buena zorra.
-Eso es. Dile lo que es. Dile lo que deseas - dijo Ramón.
-Eres una mamona. Un puta comepollas, ¿Verdad?
Alba asintió con la cabeza, sin dejar de mamar.
-Agggg, así me gusta, zorra. Sigue mamando que te voy a llenar la boca con una buena corrida.
Ella se sacó la polla de la boca y habló por primera vez.
-Sí, soy una zorra. Una buena zorra, ¿Verdad?-Ummm, ya lo creo.-¿Quieres que me trague toda tu leche? Ignacio miró a Ramón, que hizo un gesto de asentimiento.
-Claro que quiero que te tragues toda mi leche. Porque eres una zorra y las zorras deben beber leche de macho para ser felices.
La polla estaba roja del pintalabios de Alba. A pesar del peinado de peluquería que ella llevaba, Ignacio la cogió con fuerza por la cabeza y empezó a follarle la boca, clavándole la polla casi hasta el fondo. Su corrida era inminente.
-Agggg, puta....puta...qué bien la mamas...Prepárate para tragar.
Su cuerpo se tensó. Su cara se crispó y su polla empezó a soltar disparo tras disparo de espeso y caliente semen dentro de aquella boca. Los ojos de ella no se cerraron ni una sola vez. No se separaron de los suyos. Ignacio se corría a borbotones y ella sólo tragaba. Cada chorro era tragado de inmediato, para evitar cualquier atragantamiento.
-Traga zorra..tragaaaaaaaa
El intenso orgasmo duró varios segundos durante los cuales Ignacio perdió el mundo de vista. Sólo existían aquella boca, aquellos ojos. Cuando dejó de correrse, quitó las manos de la cabeza de Alba. La polla siguió clavada dentro de la boca.
Ella, poco a poco, la fue soltando.
-Déjala bien limpia, zorra.
-Ummmm, si - respondió la mujer.
Lamió la aún dura polla, eliminando cualquier posible rastro de semen. Después, con la misma destreza que la había sacado, volvió a meterla en el pantalón. Se notaba el bulto de la erección. Alba le dio una última caricia y se levantó. Se arregló un poco el pelo y se dirigió a su marido.
-Si no deseas nada más, volveré con los invitados.
-Ve mi amor. Te has portado muy bien.
-Gracias.
Ignacio miró como la mujer se marchaba, dejándolos solos. Miró a su jefe.
-¿Es una buena zorra, verdad?
-Uf, Don Ramón. Ya lo creo.
-¿Mi mujer te acaba de mamar la polla y me dices Don? Creo que puedes llamarme Ramón, al menos entre nosotros.
-Como quieras...Ramón.
Ahora que todo había pasado, Ignacio no sabía que decir. Ramón volvió a preguntarle.
-Ya sabes lo que es una buena zorra. Te lo pregunto otra vez. ¿Es tu mujer una buena zorra?
-Bueno... No como la tuya.
-Llámala y ordénale que me haga una mamada.
-No puedo hacer eso. No lo haría.
-¿Te gustaría que lo hiciese?
Ignacio no contestó. Siempre había deseado comportarse con su mujer como lo había hecho con la de Ramón. Deseaba poder tratarla en el plano sexual de una manera más ruda. La amaba, pero aún así lo deseaba, y nunca de atrevió a hacerlo, por miedo a que ella se enfadase y no lo aceptara.
-¿No contestas? Bueno, es normal. Parece que la quieres y te resultaría difícil verla arrodillada chupándole la polla a otro hombre. Al principio es así.
-¿Al principio?
-Sí. Al principio. Pero luego te llega a gustar. Pero no tienes que verlo. Con poder follarte a todas esas preciosas zorras te basta.
-No entiendo que quieres decir, Ramón.
Ramón le se señaló un pequeño pin que tenía en la solapa de su traje.
-¿Ves esto?
-Sí.
-Si te fijas, muchos de los caballeros invitados esta noche lo llevan. Es el distintivo de nuestra hermandad.
-¿Hermandad?
-Sí. Hermandad de la Zorra, la llamamos. Aunque no tiene nombre oficial. El nombre no importa. Lo que importa es lo que conlleva ser miembro de la hermandad.
Ignacio sintió curiosidad.
-¿Y que conlleva ser... miembro?
-Muy sencillo. Cada miembro de la hermandad aporta a su zorra. Dicha zorra pasa a ser propiedad de todos. Cualquier miembro puede hacer uso de la zorra que desee, cuando lo desee.
Ignacio abrió los ojos. No se podía creer lo que estaba oyendo.
-No pongas esa cara. Es bien sencillo. Cualquier caballero que lleve este pin puede follarse a la mujer del miembro que desee. Puede follarse a dos la vez. A tres si es capaz. Puede incluso ponerse de acuerdo con varios miembros y follarse entre todos a la zorra que elijan. Ellas no eligen. Son zorras. Son nuestras putas particulares.
Ignacio seguía sin poder articular palabra.
-¿Has visto todas las mujeres que hay ahí fuera? Todas hermosas. Y la gran mayoría zorras de la hermandad. Ahora podría ir a buscar a la que desee y hacer con ella lo que me plazca.
-¿Por qué me cuentas todo esto?
-¿No está claro?
-No.
-Te ofrezco entrar en la hermandad. Te ofrezco a las mejores y más hermosas zorras. Mujeres de embajadores. De altos cargos políticos. De empresarios. Si entras, todas ellas serán tuyas. Cuando lo desees.
-¿Por qué a mí?
-Bueno. Me gusta como trabajas. Creo que tienes un futuro brillante en la empresa. Y... sobre todo....
-¿Sobre todo?
-Sobre todo porque ardo en deseos de follarme a tu mujer. Es muy hermosa.
Ignacio se quedó unos segundos pensativo. No le atraía mucho la idea de que Ramón se follara a su mujer. Pero sólo de pensar en poder follarse a todas aquellas hermosas mujeres le puso otra vez la polla dura.
-No sé. No creo que mi mujer acepte.
-No todas están preparadas. Pero si sabes sacar a la zorra que lleva dentro, estará encantada. ¿Recuerdas que antes te presenté al cónsul francés y a su mujer?
-Sí.
-Pertenecen a la hermandad. Bella mujer, ¿no?
-Ya lo creo.
La mujer del cónsul era una preciosidad de los territorios del ultramar franceses. Una bella chica polinesia, de piel morena y hermosos rasgos isleños.
-Entraron en la hermandad hace poco. Te voy a mostrar la ceremonia de iniciación.
Ramón apretó un botón y de una pared salió una pantalla de cine. Atenuó las luces y empezó a emitir un video. Apareció una gran sala, débilmente iluminada. Un haz de luz apuntaba a una especie de tarima. Encima de ella, Ignacio reconoció al cónsul y a su mujer.
"Caballeros - empezó a decir el cónsul- me presento ante ustedes para ofrecerles a mi zorra. A partir de hoy, si me aceptan como miembro de esta ilustre hermandad, mi zorra pasará a ser su zorra. Como muestra de mi disposición a pertenecer a la hermandad, hagan uso de ella a su placer".
La imagen se acercó a la mujer, que tenía el rostro serio. Ella se arrodilló y esperó. Se oyeron pasos. Ante ella apareció un hombre, un miembro de la hermandad. Sólo se veía de cintura para abajo. La mujer, mirando hacia arriba, dijo:
"Señor, a partir de hoy seré su zorra. Llene mi estómago de su semilla para sellar este pacto".
Se oyó también la voz del hombre:
"Bienvenida a la hermandad, zorra. A partir de hoy ya no eres la zorra de tu marido. A partir de hoy eres una zorra de nuestra hermandad."
Con la polla doliéndole encerrada en sus pantalones, Ignacio contempló como la hermosa mujer empezó a acariciar en entrepierna del hombre. Como al poco le bajó la cremallera y le sacó la ya dura polla. Contempló cómo, al igual que hiciera Alba hacía unos minutos, la mujer del cónsul empezaba una lenta y sensual mamada, llena de lamidas, de besos, de chupadas. Mamada que terminó con un gruñido de placer del hombre, que se vació dentro de la boca de la mujer. Todo el semen fue tragado, y la polla limpiada a continuación. Tal y como Alba había hecho.
El hombre desapareció de la imagen. Se oyeron más pasos y otro entró en pantalla. Y todo se repitió. El ofrecimiento de la nueva zorra y la bienvenida del miembro. Y, por supuesto, una soberbia mamada que acabó añadiendo una segunda ración se semen al estómago de la candidata.
-Como ves -dijo Ramón - durante la ceremonia de iniciación la zorra debe de hacerle una mamada a todos y cada uno de los miembros presentes. Si no recuerdo mal, la zorrita del cónsul se comió 18 pollas esa noche.
-¿18?
-Sí. El mínimo suelen ser 15. Mi mujer se tragó 25.
-Joder.
Ignacio miró la pantalla, en donde la zorra empezaba con su tercera mamada. Tenía ganas de sacarse la polla y hacerse una paja mirando la morbosa escena, pero la presencia de Ramón se lo impidió.
-El miembro que ofrece a la nueva zorra a la hermandad debe permanecer todo el tiempo allí, mirando. Él es el último en ser mamado.
Siguió mirando la pantalla, cada vez más excitado. No se dio cuenta de que Ramón se levantaba y salía sigilosamente de la habitación. Se percató cuando regresó. Y no lo hizo solo. Traía consigo a la bella mujer que en ese momento tragaba la quinta corrida de la ceremonia de iniciación. Imbuido por la situación, Ignacio se dirigió a la mujer.
-Joder, zorra. Parece que ese día tomaste una buena ración de vitaminas. Ven aquí que te voy a dar otra más - le dijo, sobándose la polla por encima del pantalón.
Ella le miró. Pero no se movió.
-Te he dicho que vengas, zorra. Arrodíllate y chúpame la polla como estás haciendo en la pantalla.
En ese momento en la pantalla ella limpiaba la dura polla que se acababa de vaciar en su boca. Pero no se movió. Ramón se rio.
-Jajaja. Ignacio. No lo has entendido. Las zorras de la hermandad pertenecen a los miembros de la hermandad. Sólo obedecen a los miembros de pleno derecho. Y tú no lo eres. Aún. ¿Quieres que esta preciosidad de mujer te coma la polla?
-Ya lo creo. Creo que si ella no lo hace ya me correré en los pantalones.
-Jajajaja. Bueno, zorra. Trata bien a mi invitado. Les dejo solos.
Ramón abandonó la habitación. Ella miró a Ignacio. De fondo se oía el sonido de la grabación. El sonido que hacía su boca chupando la polla de turno. Los gemidos de placer del afortunado miembro. Hasta se oyó el sonido de la garganta de la mujer al tragarse la eyaculación.
-Ahora sí puedo ser tu zorra - dijo la bella mujer acercándose sensualmente hasta Ignacio.
Se arrodilló entre sus piernas y le acarició los muslos. Miró a la pantalla.
-Ese día fui una buena putita, ¿Verdad?
-Joder, mira como me tienes. Claro que fuiste una buena puta. Te tragaste 18 pollas.
-Sí. Lástima.
-¿Cómo que lástima?
-Otras zorras han tenido más suerte y había más miembros presentes en el día de su iniciación.
Las manos llegaron a la polla. La apretaron y acariciaron sobre el pantalón.
-Sácame la polla ya. Si me sigues tocando, con lo caliente que estoy, me correré en los calzoncillos.
-Ummmm, no, eso no. ¿Qué clase de zorra sería yo si permitiese eso? - dijo ella, bajándole la bragueta y sacándole la polla, dura, brillante, babeando.
Ignacio la agarró por la cabeza y la hizo agachar, enterrándole la polla en la boca.
-Agggggg puta. Deja de hablar y chúpamela.
-Ummmm ummmmm
En menos de 10 segundos Ignacio se corrió. Aquella situación era tan morbosa, aquella boca tan caliente, que empezó a soltar chorro tras chorro de leche contra la garganta de la mujer. Oyó como ella tragaba. En la pantalla, su imagen también tragaba.
Con mimo, después de bebérselo todo, le limpió la polla, con suaves lametones. Él la miraba, embelesado.
-Ummm eres una zorra de primera.
-Gracias. Me gusta complacer. Me gusta ser una buena zorra. - contestó la chica guardando la menguante polla.
En una misma noche, Ignacio había recibido dos soberbias mamadas por dos preciosas mujeres. En su cabeza resonaban todas las cosas que Ramón le había contado. La hermandad, que quería follarse a su mujer. Eso, que al principio su mente había rechazado, empezaba a gustarle. Aquella belleza de del lejano pacífico que le sonreía arrodillada entre sus piernas con los labios aún brillantes le hizo desear más. Desear que su mujer fuera una de esas zorras. Decirle a Fátima lo que les había dicho a Alba y a la mujer del cónsul. Y, sobre todo, ser el amo de todas aquellas preciosas zorras.
-Será mejor que volvamos a la fiesta - dijo la chica - Tu mujer podría impacientarse.
-Sí, tienes razón.
Él salió primero y se mezcló con los demás invitados. Ahora se fijó en las mujeres. No había ninguna que no fuese una mujer de bandera. Daría cualquier cosa por poder follarse a su antojo a aquellas mujeres. ¿Cuántas de ellas serían zorras de la hermandad? También se fijó en los hombres. Buscó en sus solapas el pequeño pin que los identificaba como miembros.
Ignacio quería uno de esos pines.
Buscó entre la multitud a su mujer. La encontró riendo, rodeada de varios invitados. Uno de ellos era Ramón, que le decía algo a Fátima al oído. Se acercó al grupo. Ella lo vio llegar.
-Hola querido. ¿Dónde estabas?
-Esto...Don Ramón me llamó para hablarme de ciertos...asuntos. Después me acerqué al servicio. Pero veo que en mi ausencia no lo has pasado mal.
-Jajaja. Para nada. Ramón es un anfitrión magnífico.
Los dos hombres se miraron. Ramón tenía cogida una de las manos de Fátima.
"Sobre todo porque ardo en deseos de follarme a tu mujer. Es muy hermosa". Fueron las palabras de Ramón. Extrañamente, ahora ya no le importaba. Si para entrar en la hermandad y poder tener a su disposición a todas aquellas zorras tenía que dar a su mujer, lo haría con gusto.
El resto de la velada fue agradable y 'normal'. Cenaron estupendamente. Nadie que no supiese lo que allí pasaba hubiese notado nada raro.
+++++
El domingo por la tarde estaban Ignacio y Fátima viendo la tele en el salón, acurrucados en el sofá, como solían hacer muchas veces. Ignacio no podía apartar de su mente las dos bocas que el día anterior le habían chupado la polla. No sólo eso. Lo que aquello significaba. Las zorras. La hermandad. Se empezó a excitar. Su polla se fue poniendo dura en el fino pijama que llevaba.
Miró a Fátima, que estaba absorta en la película de vaqueros que estaba echando en la tele.
"Sácame la polla, zorra" - pensó Ignacio.
Lo que hizo fue coger una de las manos de Fátima y llevarla hasta su erección. Ella apretó la mano sobre la dura polla.
-Ummm, parece que mi hombre está caliente.
"Sí, muy caliente. Necesito que una buena puta como tú se comporte como tal y me de todo el placer que deseo"
-Ujummm. muy caliente, mi amor. ¿Echamos un polvito?
-Ahora no estoy de humor, cariño... Esta noche, en la cama
"¿Qué no estás de humor? Me importa una mierda el humor en que estés, zorra. Arrodíllate entre mis piernas y chúpame la polla hasta que te digas que pares. Y después te la voy a clavar en el culo, hasta el fondo. Y serás una buena puta. Lo menearás con mimo. Me pedirás que te clave la polla más a fondo. Me suplicarás que te de mi leche".
Pensó eso, pero hizo otra cosa. Se sacó la polla e hizo que su mujer la agarrara.
-Hazme una rica pajita, mi amor.
Fátima empezó a subir y bajar su mano a lo largo de la dura polla. Lentamente. Ignacio cerró los ojos y gozó de la agradable caricia.
La dejó unos minutos, gimiendo de placer. Pero quería más. Miró su bello cabello, despeinado sobre su regazo. Deseó agarrarla por éste con fuerza, acercar su cara a su polla y obligarla a metérsela en la boca. Deseó hacerle subir y bajar su cabeza a lo largo de la verga hasta que al sentir la llegada de la corrida presionaría hacia abajo, clavándole la polla hasta la garganta y vaciarse en ella.
Lo que hizo fue solo acariciarle el cabello y pedir, no ordenar.
-Chúpamela mi amor...
Ella no dijo nada, pero se acercó y empezó a lamer la polla. A besarla, a chuparla. Abrió la boca y se la chupó con dulzura, despacito. Él gemía de placer.
Intenso placer, que se multiplicaba por las imágenes que Ignacio tenía en su cabeza. Imágenes de bellas mujeres, bellas zorras, todas para él. Todas a su disposición, dispuestas siempre a cumplir todos sus deseos.
Se corrió abundantemente dentro de la boca de Fátima, mientras su mente gritaba "Aggg, zorra....eso eso...eso es....trágatelo todo. Es tu alimento. Bébete la leche de tu machooooo"
Pero de su boca sólo salieron gemidos.
Fátima chupó un poco más y después guardó la polla. Siguió viendo la tele.
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El lunes, a media mañana, recibió una llamada interna de la secretaria de Ramón.
-Don Ignacio. Don Ramón solicita que vaya a verlo a su despacho.
-Enseguida voy.
Se levantó y subió por las escaleras los dos pisos que le separaban de la planta de los gerifaltes.
-Buenos días. Soy Ignacio. El Sr. Pellicer solicita mi presencia.
-Sí, buenos días, Don Ignacio - saludó la bella secretaria, que pulsó un comunicador - Don Ramón, Don Ignacio está aquí.
Se oyó la voz de Ramón diciéndole que pasara.
Entró y la puerta se cerró detrás de él.
-Buenos días, Ron Ramón. ¿Deseaba verme?
-Sí, Ignacio. ¿Don Ramón? Ahora estamos solos. Siéntate - le indició señalado un de los amplios sofás del inmenso despacho.
Ignacio se acercó y se sentó.
-Bueno. ¿Ya te has decidido?
-¿A qué?
-A qué va a ser. A entrar en la hermandad.
-La verdad es que he pensado mucho en ello. Pero...
-¿Pero...?
-No sé si mi mujer aceptaría algo así.
-Ya veo. No todas las mujeres lo aceptarían. Y no te aconsejo que le digas nada hasta que ella esté preparada. Si te equivocas, podrías romper tu matrimonio.
-¿Y cómo la preparo?
-Bueno, antes de unir a tu zorra a la hermandad, tiene que ser una zorra.
Ramón se levantó y buscó algo en su mesa. Le entregó a Ignacio un DVD.
-Aquí está grabada la ceremonia de iniciación de una zorra que no asistió a la fiesta del sábado. No es conocida, ni su marido, y son los únicos cuyas caras salen en la filmación. Mírala esta noche con tu mujer. Si te pide que quites la película, olvídate de todo. Jamás será la clase de zorra que queremos para la hermandad. Pero si la ve contigo y da muestras de que le excita lo que ve, habrá posibilidades.
Le pasó el DVD e Ignacio lo cogió.
-Por motivos de seguridad, grabamos en video todas las iniciaciones. No queremos que nadie fuera de la hermandad conozca nuestra existencia. Todos los miembros saben que si se van de la lengua, su video verá la luz.
-Yo no pertenezco a la hermandad.
-Lo sé. Pero confío en ti. No creo que vayas a ir diciendo por ahí nada. Y si el DVD que te acabo entregar viese la luz, te aseguro que tendrás muchos y graves problemas.
Lo dijo mirándolo a los ojos, serio. Ignacio comprendió que hablaba muy en serio.
-No te preocupes. Puedes confiar en mí.
-Eso estoy haciendo, Ignacio. Ah, ¿Qué te parece el culito de Leticia?
-¿De quién?
-Leticia, mi secretaria.
-Ah, pues no lo sé. Sólo la he visto sentada.
-Pues tiene uno de los mejores culos que he visto. Espera un segundo.
Ramón se acercó a su mesa y pulsó el comunicador.
-Ven aquí, zorra.
-Enseguida, Don Ramón.
A los pocos segundos, la hermosa secretaria entraba en el despacho, cerrando la puerta tras de ella.
-Usted dirá, Don Ramón.
-Le estaba comentando a Ignacio lo precioso que tienes el culito.
La mujer, con rostro serio, miró unos segundos a Ignacio. Volvió a mirar a Ramón. Ignacio sintió como la polla se le empezaba a levantar.
-Enséñale esa maravilla -ordenó Ramón.
Ella se acercó al sofá en donde estaba sentado Ignacio y se dio la vuelta. Tenía una falda color crema, elegante, que le llegaba a las rodillas. Debajo, unas medias negras. Ignacio miró su culo. Parecía redondito, pero una falda no es la mejor prenda para apreciar un buen culo.
Leticia comenzó a subirse la falda. Sus piernas eran preciosas, y las medias negras, sujetadas con ligero negro, no hacían más que realzarlas. Poco a poco, las nalgas aparecieron ante la mirada de Ignacio. La mujer no llevaba bragas, y el culo se mostraba en todo su esplendor. Un soberbio culo. Redondito, de nalgas abundantes, de piel blanca.
La polla de Ignacio estaba ya dura como una roca, aprisionada en sus pantalones. Aquel era sin duda uno de los culos más hermosos que había visto.
-Wow, Ramón. Tenías razón. Es un culo de primera. - dijo, sin apartar la vista de aquella maravilla.
-Ya lo creo. Antes de llamarte estuve enculándola un buen rato. Si no te importa que tenga el culo lleno de leche puedes encularla tú también.
Lo único que le importaba era follarse a aquella mujer. Se levantó y llevó sus manos a aquellas atrayentes nalgas y las amasó con ellas. Eran suaves, duras y calientes. Besó el cuello de la chica. Su perfume era embriagador.
.-Ummm, que bien hueles, zorrita. Me has puesto la polla dura. Sácamela.
Sin girarse, Leticia llevó una mano hasta la bragueta y empezó a bajarla. Metió la mano y sacó la dura polla. Gimió, excitada, empezando una lenta paja.
-¿Me vas a dar por el culo?
-Ummm. ¿Quieres? ¿Quieres que te clave mi polla en tu estupendo culito?
-Soy...una zorra... Sólo deseo lo que tú desees.
-Sí, eres una zorra. Una buena zorra. Deseo... - acercó su boca una de las orejas de la mujer - follarte el culo.
-Aggg, sí..sí....
Leticia apretó la polla. Su coño era ya un mar de jugos. Le encantaba ser follada por todos aquellos hombres. Usada por ellos. Ser una zorra de la hermandad. Se restregó la polla por las nalgas. Él había llevados sus manos a sus tetas y las apretaba, besando su cuello.
Una de las manos bajó por delante y llegó al coño, totalmente depilado.
-Joder, zorra. Pero si estás empapada.
-Agggg sí...estoy...muy caliente.
La empezó a masturbar, a frotar. Pasó sus dedos arriba y abajo a lo largo de aquella mojada raja. Leticia no tardó en correrse, con todo su cuerpo temblando. La mano de Ignacio quedó llena de jugos.
-Puta. Mira como me has dejado la mano. Límpiamela - ordenó llevando la mano hasta la boca de ella.
Gimiendo y aún con el placer del orgasmo en su cuerpo, Leticia empezó a lamer, a chupar. Su boca se llenó del salado sabor de su propio coño.
Sin quitarle la mano de la boca, la fue acercando al sofá. Hizo que se arrodillara sobre éste, con el culo hacia afuera. Y sin más, acercó su polla y se la clavó, lentamente pero sin pausa, en el culo. Hasta que sus pantalones hicieron tope con las nalgas.
-Ummmmm, zorra. Que..culo...más....caliente y apretadito tienes.
-Agggg y tú que ..polla. Fóllame..encúlame, dime lo zorra que soy...Dime lo puta que soy.
-Eres una puta caliente. ¿Te gusta que te claven pollas en el culo, verdad?
-Todos los días. Sólo soy una zorra feliz si me llenan de polla el culito todos los días.
Agarrándola por las caderas, Ignacio sodomizó a la secretaria a placer, dándole intensos pollazos que ella recibía con gusto, meneando el culo. Él miraba aquellas preciosas nalgas. Miraba su polla entrar y salir del estrecho culo. Llevado por la intensidad del momento, levantó la mano y descargó una sonora nalgada sobre el precioso culo.
-Aggggggggg ¿Por qué pegas? ¿No soy una buena zorra?
-Por eso. Por ser una buena zorra.
Con la otra mano, le dio otra nalgada.
-Aggggggggg
Y otra más. A la cuarta, el cuerpo de Leticia se tensó y se corrió, apretando los dientes y levantando su cuello. Los espasmos del orgasmo hacían que su culo apretara más la polla que la follaba, que seguía taladrándola sin tregua.
-Eso es, zorra. Córrete como una perra. Goza del macho que te posee. Goza del macho que te va ...a .llenar....aggggg el culito...de...
No pudo seguir hablando. Ignacio sintió como hasta la última fibra de su cuerpo se tensaba, como su polla se ponía aún más dura. Como una ola rompió su orgasmo. Sus dedos se clavaron en las nalgas de la mujer, le enterró la polla hasta el fondo y empezó a correrse. Chorro tras chorro, potentes, empezaron a quemar a Leticia por dentro. Ignacio gruñía de placer.
La tensión pasó. Los espasmos seguían. Los dedos dejaron marcas rojas en donde había apretado con fuerza. Lentamente, Ignacio sacó su polla del culo de Leticia. Aún se movía, dando saltitos en el aire. Ella apoyaba su cabeza en el respaldo del sofá.
Una última nalgada la hizo gemir.
-Bueno zorrita. Pues ya estás follada. Ahora, límpiame la polla
Sin rechistar, ella se arrodilló a los pies de Ignacio y empezó a lamer la polla, a chuparla, dejándola bien limpia. Miraba a los ojos de Ignacio, pidiendo aprobación. Él le acarició el cabello.
-Buena zorra. Te has portado muy bien.
Ramón, que había sido espectador silente de todo, habló.
-Ya puedes volver a tu mesa, Leticia.
-Sí, señor.
Le guardó la polla en los pantalones, le subió la cremallera, se arregló la falda y se marchó.
-Veo que sabes tratar a las zorras, Ignacio.
-Joder, que buena está la putita. Y vaya culazo que tiene.
-Jajajaja. Ya lo creo. Si te decides a entrar en la hermandad, ella y muchas más serán tuyas.
-Y mi mujer, tuya, ¿no?
Ramón le miró a los ojos.
-Me la voy a follar como se merece. Y contigo presente.
-Eso si la convenzo de que entremos en la hermandad.
-Ignacio, querido amigo. Me voy a follar a tu mujer entre o no entre en la hermandad.
-¿Qué?
-Lo que has oído. Preferiría que fuera la zorra que espero que sea y que entréis en la hermandad. Pero si ella no quiere entrar, me la quiero follar de todas formas. Si lo consigues, tu carrera en la empresa será hacia arriba. Si no...
Ramón hizo un claro gesto con la mano. Todo estaba claro. Ignacio cogió el DVD y salió del despacho.
Mientras bajaba de vuelta al suyo, pensó en todo lo que estaba pasando. Para conseguir a todas aquellas zorras tendría que convertir a su mujer en una puta para el grupo. La loca idea no le pareció extraña. Lo que le pareció extraño es que estaba dispuesto a hacerlo.
+++++
No era la primera vez que Ignacio veía porno con su mujer. De hecho era algo que hacían a menudo. Esa tarde, antes de regresar a casa fue al videoclub y alquiló una película x. Ni miró el título. Sólo necesitaba la caja del DVD para meter dentro el que Ramón le había dado.
Cuando llegó a casa, besó a Fátima. Estaba nervioso, sin saber cómo iba a reaccionar ella.
-¿Traes peli?.
-Sí.
-Ummm, ¿De las normales o de las...divertidas?
-Divertida.
-Jeje, bien, bien. Ayer estaba cansada, pero hoy estoy... recuperada.
Cenaron y después se fueron al salón, a ver un rato la tele. Antes se pusieron los pijamas, para estar más cómodos. Como siempre, Fátima apoyaba su cabeza en el hombro de Ignacio. Por la tele echaban una película romántica, a la que Ignacio no prestaba atención. Sólo miraba al DVD que había dejado sobre la mesa. El corazón le latía con fuerza. No se atrevía a ponerla.
A la media hora, Fátima empezó a cansarse de la peli de la tele.
-¿De qué va la peli que has traído? - preguntó Fátima
-Pues..no sé muy bien. Es nueva.
-Ponla a ver. Que esta es un tostonazo.
Ignacio se levantó y metió en el DVD el disco. Volvió al sofá y pulso el play.
No había anuncios, ni menú, ni títulos de crédito. En la pantalla apareció un hombre acompañado de una bella mujer
"Caballeros -dijo el hombre dirigiéndose a una invisible audiencia.- me presento ante ustedes para ofrecerles a mi zorra. A partir de hoy, si me aceptan como miembro de esta ilustre hermandad, mi zorra pasará a ser su zorra. Como muestra de mi disposición a pertenecer a la hermandad, hagan uso de ella a su placer".
Fátima miraba la pantalla. Ignacio la miraba a ella de reojo, buscando cualquier reacción negativa
La bella mujer de la película se arrodilló y la cámara se acercó a ella. Apareció un hombre, del cual sólo se veía de cintura para abajo. La mujer, mirando hacia arriba, dijo:
"Señor, a partir de hoy seré su zorra. Llene mi estómago de su semilla para sellar este pacto".
El hombre dijo:
"Bienvenida a la hermandad, zorra. A partir de hoy ya no eres la zorra de tu marido. A partir de hoy eres una zorra de nuestra hermandad."
La mujer sacó la polla y empezó una lenta y sensual mamada, que hacía gemir de placer al hombre. Ignacio notó como su polla se empezaba a poner dura. El corazón le seguía latiendo con fuerza. Fátima miraba la escena, en silencio.
"Así putita. Cómeme la polla y sácame toda la leche de los huevos. Sé una buena zorra y trágatelo todo" - dijo el hombre, gimiendo cada vez más fuerte.
La polla de Ignacio ya formaba un visible bulto en su pijama. Fátima seguía mirando la mamada, que se acercaba a su final.
El hombre gimió con fuerza y agarró la cabeza de la mujer.
"Traga zorra. Tragaaaaaaaa".
En la imagen se vio claramente con la polla tenía espasmos. Se oyó claramente en sonido de la mujer al tragar.
-Mira - dijo Fátima - se está corriendo en su boca y ella se lo está tragando todo.
-Sí. Vaya mamada. La chica lo hace muy bien,
-Bastante bien, sí.
Miraron con limpiaba con la lengua la polla antes de guardarla. El hombre se fue y un segundo apareció. Al poco la segunda mamada dio comienzo.
Fátima acercó su mano hasta la polla de su marido y la sacó. La agarró y empezó una lenta paja, sin quitar los ojos de la televisión. La chica se pasaba una enorme polla por la cara antes de metérsela en la boca y mamar con dulzura.
Cuando se empezó a tragar la segunda corrida, Ignacio se atrevió a decir.
-Vaya zorra.
-Sí - dijo Fátima. Una zorra de primera. ¿Cuántas pollas se va a comer?
-Pues no lo sé. ¿Estás cachonda?
-Compruébalo tú mismo.
Ignacio llevó su mano al pijama de su mujer, metió la mano y acarició el coño. Estaba empapada. Empezó a masturbarla.
Durante la tercera mamada, los gemidos de Fátima se unieron a los del hombre del vídeo. Y cuando éste se corrió abundantemente dentro de la boca de la chica, Fátima se corrió, llenando los dedos de su marido con sus calientes jugos. Ignacio aprovechó el momento del orgasmo.
-Eso es, zorra. Córrete mirando como la zorra del vídeo traga leche de macho.
-Agggg AGGGGGG
Fátima cerró las piernas mientras se corría, llena de espasmos y con el cuerpo tenso. Después las relajó mientras otra polla entraba en la boca de la mujer de la pantalla.
La polla de Ignacio estaba a punto de reventar. Por fin había llamado a su mujer como tanto deseaba, y ella no dijo nada. La siguió masturbando, frotando su clítoris, metiéndole dos dedos en el coño. Y ella, moviendo su mano a lo largo de su polla, que babeaba de placer.
Dos mamadas más tarde, Fátima volvió a correrse. Y lo que su marido le decía mientras se corría aumentaba su placer.
-Así, zorrita. Así. Córrete como una puta. Imagina que la zorra de la pantalla eres tú. Que eres tú la que se está comiendo todas esas pollas. Que eres tú a la que le están llenando la barriga de semen
-Aggggggggg Sí..siiiiiiiiiii
El orgasmo fue intenso. Fátima no entendía por qué. Pero le gustaba cómo le hablaba Ignacio. La excitaba. Apretó con su mano con fuerza la dura polla mientras se corría.
Ignacio besó su cabeza y le susurró.
-Así me gusta, zorra. Que te corras de gusto.
Fátima levantó la cabeza y lo miró. Sus ojos brillaban. Él le dijo.
-Zorra.
Ella sólo sonrió. Su marido se agachó y la besó con pasión. Ahora el corazón de Ignacio latía, desbocado. Pero ya no de temor. Ahora era pura excitación.
Se levantó y se puso en pie, al lado de la tele en donde una nueva polla follaba la boca de la chica.
-Ven, zorrita. Has como la puta de la película. Arrodíllate ante mí y cómeme la polla
Fátima, con los pezones doliéndole de lo duros que los tenía, obedeció a su marido. Se arrodilló ante él y empezó a lamerle la polla. De la punta salía líquido transparente, señal de lo excitado que él estaba.
-¿Eres mi zorra?
Aquella pregunta, que en cualquier otro momento hubiese sentado mal a Fátima, la hizo estremecer. No entendía que pasaba, sólo sentía. Y lo que sentía eran ansias de servir a su marido. Ansias de ser su zorra. No entendía el por qué. Pero le gustaba.
-Sí.
-¿Sí qué?
-Soy tu zorra.
-¿Mi puta? - preguntó agarrándola del pelo con una mano y con la otra dándole golpes en la cara con la polla
Fátima nunca se había sentido así. Él nunca había sido tan rudo. Pero le gustaba. El coño le palpitaba y tuvo que llevar una de sus manos y frotarse.
-Sí. Soy tu puta.
-Pues traga polla, puta.
Tirando del pelo, la obligó a meterse la dura polla en la boca y empezó a follarla. La polla entraba y salía de la boca con rapidez, con fuerza, provocándole arcadas. Provocándole placer.
Ignacio no pudo más. Se quedó sin aire y su cuerpo se puso tenso. Con la polla casi en la garganta de su mujer empezó a correrse con intensidad.
-Trágatelo todo, zorra. Tragaaaa
Cuando Fátima sintió el primer chorro de leche golpear el fondo de su garganta, se empezó a correr también. Y a tragar la enorme cantidad de semen que su marido expulsaba en su boca. Fueron varios segundos de puro placer, que no terminaron hasta que él la soltó y la polla dejó de correrse.
-Ummmm, zorrita. Sin duda ha sido la mejor mamada que me has hecho.
Fátima sonrió, sacándose la polla de la boca y lamiéndola para dejarla limpia. En la pantalla, la otra zorra hacía lo mismo.
Ignacio la ayudó a levantar. La abrazó y la besó.
-Te quiero, mi amor - Le dijo, mirándola a los ojos.
-Te quiero, mi vida.
La volvió a besar.
-Te quiero, zorra.
Ella sólo sonrió
+++++
CONTINUARÁ