La Hermandad de la Concupiscencia (parte 1)

Comienzo de mi relato sobre la iniciación en una hermandad secreta

Todo lo que voy a tratar de relatar está basado en hechos tan reales como mis recuerdos me permiten expresar. Mis recuerdos no deben estar muy alterados pues no ha transcurrido mucho tiempo entre la afortunada noche con la que comienzo la historia y estas horas que dedico a narrarla.

Mi nombre es Rubén y tengo 19 años. Soy un marica convencido desde bien jovencito. Lo que narro sucedió una noche de octubre que había salido muy cachondo del piso que comparto con Jorge, mi compañero de facultad. Esa noche, mi compi había quedado con uno de tantos maduritos casados y con pasta que se follaba casi a diario. Entendí que ese hombre era especial para él puesto que desde que lo conoció no volvió a quedar con otro. Llevaban un mes follando un par de veces por semana y preferí salir de casa a volver a escuchar los gemidos continuos de mi compañero. Mi compi se sentía cómodo compartiendo a su hombre con una mujer y unos hijos aún pequeños, pero sabía que a la larga le haría daño. Esa noche debían hablar seriamente, pero no porque mi compi se lo dijera, sino porque aquel pseudohetero le pidió intimidad aquel lunes.

Eran las diez de la noche. Salí del piso con la idea de no estar más de un par de horas fuera. No sabía muy bien lo que hacer. Deambulé durante un buen rato por el barrio y con el típico calentón envidioso de pensar como un puto hetero cachas iba a reventar el culo de mi colega. Seguí andando y sentí que alguien me seguía, un rato más tarde noté la presencia de dos hombres de no más de 40 años que habían estado cerca de casa cuando salí. Cuando me paraba ellos hacían lo mismo. Me miraban y no tenían el reparo de rechazar la mirada cuando yo advertía su presencia. Ambos vestían traje y corbata como si trabajasen en alguna oficina de renombre. Nunca había visto a esos hombres pero me extrañó mucho que se fijaran en un chico tan delgaducho y afeminado que no espera ser el objetivo de un policía, un segurata, o un bombero que se pasa el tiempo libre levantando kilos para marcar su cuerpo. Aunque estaban muy buenos, preferí alejarme por temor a que me agredieran o simplemente me insultaran.

Me dirigí al Templo de Debot, no era la primera vez que rondaba sus árboles. Allí se concentraba todo tipo de gays y bisexuales de Madrid. Pasivos y activos. Personas con ganas de morbo y otras con necesidad de apagar el fuego que sus esposas no pueden. Confieso que los mejores polvos los eché aquí, junto a varones nerviosos de corazones agitados. Policías, banqueros, sacerdotes y algún que otro futbolista.

Dirigí alguna mirada a un conocido de la zona, un activo que se estaba follando la boca de otro chico. Me encontraba a unos cinco metros de ellos. Me miraba y me sonreía mientras le hundía su polla dura en la boca del mamador. Me hizo un gesto para que me acercara. Así lo hice. Me bajé los vaqueros muy despacio, dejándole ver mi culo. Se chupó los dedos y me los restregó por mi ano. Los restregaba con fuerza pero sin introducir ni un dedo. Me echaba más y más saliva y me frotaba sus dedos. Mientras tanto, observaba el lugar, me abría el culo con ambas manos y lo animaba a que me metiera dedos por el ano.

-Méteme un dedo por el ojete, cabrón, que lo tengo ardiendo.-le dije susurrando mientras vi cómo incrementaba la follada de boca que le pegaba al mamón.

Estuvimos un buen rato así, mientras iba metiendo uno, dos y tres dedos por mi culo. El mamón sacó la polla de su boca y empezó a pajearse hasta correrse mientras veía cómo me follaba con los dedos. Aquel activo de nerviosa sonrisa se colocó un condón y me la clavó muy despacio.

-Así, marica, fóllame duro -le decía riéndome viendo lo nervioso que se ponía cuando alzaba la voz.

-Cállate, tío -me obligaba mientras me daba más duro y me azotaba el culo.

Estuvimos así un largo rato. El mamón se marchó cuando comencé a gemir por miedo a que viniera alguien. El cañero solo se detenía para escupirse la polla para lubricarme el culo. Mi sorpresa vino cuando observé a aquellos armarios de dos metros y encorbatados. Aquellos hombres me miraban a una distancia prudente, pero mi sonrisa sensual los pretendía animar a participar en el juego. Tenían pinta de seguratas de discoteca, de policías fornidos o de matones. Me sonrieron desde lejos, pero no se animaron a venir.

-Me corro, tío -dijo el chico mientras me follaba más duro.

Yo gemía como una puta pidiéndole su lefa, como si fuera la polla más cañera que me había follado. Tengo que decir que me moló, pero más me excitó que me siguieran mirando aquellos desconocidos. Me corrí mirándolos, poco antes de que el chico lo hiciera mientras me follaba.

Observé cómo se marchaban tras correrme y lo mismo hizo el chico que se marchó del lugar con la bici que tenía detrás. No me había percatado de que era suya. Solo era consciente que yo no podría subir en ella, al menos esa noche. Me limpié y me fui lentamente al piso. Fui despacio y notando el aire fresco que necesitaba para aliviar la noche intensa de cruising . Llegué al piso en un cuarto de hora. Allí, para mi sorpresa se encontraban los dos maromos. Se acercaron a mi con toda confianza y uno de ellos me dijo:

-Si quieres ser una verdadera puta, mañana nos veremos a las 22.00h junto al Templo de Debod -me dijo mientras me daba un sobre blanco doblado por la mitad en el que estaba impresas las iniciales H.C.

Se marcharon sin poder decir nada, entraron en un coche y ahí con ellos estaba el maduro que se follaba a mi compañero de piso, a Jorge. No lo entendía. Abrí el sobre y en él había 200 euros. Entré algo nervioso al piso. Estaba mi compañero recién salido de la ducha.

-Oye, Jorge, tenemos que hablar. Me acaban de dar dos tíos cachas 200 euros para follar con ellos mañana, y en el coche iba el que tú te follas -dije un poco nervioso.

-Sí, sí, sí, mañana me cuentas -me dijo

-¡Joder, Jorge, que es cierto! - dije como si él no me creyera.

-Lo sé, mañana hablamos del tema, te creo. Mañana te cuento todo, todo, todo...

(continuará)