La hermandad (4)

En este supuesto, nuestra universitaria, tiene una mala experiencia...

En esto iba pasando el tiempo, entre libros y exámenes. Ya habían pasado los temibles parciales, solo había suspendido una asignatura, pero en conjunto no me podía quejar. Ya era una diosa de la justicia en toda la regla, o al menos eso era lo que me creía. La gente me respetaba, me dejaban los mejores apuntes cuando faltaba algún día a clase, me cedían el sitio en la biblioteca en época de exámenes y me invitaban a las mejores y más selectas fiestas del campus. Esto para una chica acostumbrada a la ruda vida del campo significaba mucho y estaba dispuesta a pasar todas las pruebas a las que me sometieran

Además le estaba empezando a coger el gusto a esto. Sabía que las hermanas no traspasarían algunas barreras. Por algo yo era una de ellas.

Me dirigí a mi taquilla, cogí mis libros y me acerqué a la biblioteca. Al abrir un libro, se deslizo una hoja de papel que planeó hasta el suelo. En seguida me vino a la mente una nueva prueba de mis hermanas. ¿Qué me propondrán esta vez? Me sentía eufórica, ya no tenía miedos ni dudas. Era una de las hermanas y a buen seguro que cuidarían de mí. Recogí con avidez la hoja disponiéndome a leerla con el máximo interés, olvidándome de libros y clases. Había dibujado un plano, y escrito con la reconocible letra de Cindy que decía "esta vez nos iremos al campo a pasar el fin de semana, seguro que lo pasaremos bien". El mapa se adentraba en el bosque que había a unos kilómetros de la residencia guiándonos hasta una casa de campo discordante con los árboles que la circundaba.

Me dirigía hasta allí cargada con una simple mochila con lo esencial para poder pasar el fin de semana. La verdad es que no llevaba mucha ropa porque a buen seguro que no iba a necesitarla. Cogí el autobús que dejaba en las postrimerías del bosque y me puse a caminar por el esperando no tener que dar muchas vueltas para conseguir encontrarla. Ya llevaba caminando unos 40 minutos cuando creí que me había perdido. La inseguridad se apoderó de mí. Creí oir unos pasos que me seguían en mi deambular, pero en seguida pensé que se trataba de un producto de mi imaginación. Una jugada de mi mente deseosa de encontrar la casa o a alguien que me pudiera orientar de su paradero. Pero ahí no se encontraba nadie. De repente algo me golpeó en la cabeza. Un golpe seco proveniente de un mazo o de un instrumento por el estilo. Se me nubló la vista y las piernas me flaquearon hasta hacerme caer y perder el conocimiento.

Cuando me desperté aturdida aún por el golpe y con la vista borrosa, empecé a tomar consciencia de la situación. Me encontraba totalmente desnuda, atada en cruz sobre unos postes de una lúgubre habitación únicamente iluminada por una serie de velas colocadas como si de un ritual se tratara. En la boca tenía una pelota de goma que me impedía hablar, o lo que quería, gritar. Por ninguna parte había rastros de mis hermanas. Temblaba, seguramente por el frío que hacía, pero más seguramente porque tenía miedo. Era la primera vez que sentí verdaderamente miedo.

Al cabo de un rato se abrió una puerta entrando una figura gruesa, enorme y de aspecto rudo. Tenía un capuchón en la cabeza que me impedía ver sus facciones. Se dirigió a mí y me dijo: "una chica tan joven y guapa no debería andar sola por este bosque. Es muy peligroso. Hay gente que te puede hacer daño. Menos mal que te he encontrado yo, que si no podías haber sido devorada por las alimañas del lugar"

"ya que has venido hasta aquí tendré que jugar contigo, es una muestra de hospitalidad por mi parte. Te gusta jugar ¿verdad?" me miró y se acercó con rapidez hacia mí dándome una torta en la cara que hizo que se me saltaran las lágrimas. "asiente cuando te hable" gritó, a lo cual moví la cabeza en signo de aseveración. Se puso a mis espaldas "bonito culo, blanco y redondo, pellizcándome una nalga con unos dedos que parecían tenazas, provocándome un fuerte dolor. Cogió una fusta y empezó a golpearme en el culo con una gran fuerza. Mis gritos quedaban ahogados por la bola que tenía en la boca, pero el dolor era intenso. Los golpes se sucedían con rapidez, incidiendo sobre la zona dolorida por el golpe anterior. Dijo;

"Así me gusta, el blanco se ha tornado en rojo. Me encanta el rojo ¿sabes?, mientras me acariciaba los gluteos con una sensibilidad alejada de los golpes anteriores. Y estos pezoncitos tan redondos? Que hermosura" Se dirigió hasta una cesta y cogió unas pinzas. Se ausentó un momento y vino con una cubitera. Me restregó un hielo por mis pezones hasta que estos se erizaron, poniéndose duros como piedras. Acto seguido me colocó las pinzas en los pezones sensibilizados, por lo que el daño era superior. Quería gritar pero no podía.

Se aproximó a mi coño y empezó a masajearlo, metiendo poco a poco los dedos. En seguida me puse mojada. –Mira que putita, si le gusta- me dijo.

Puso el armatoste donde estaba colgada en posición horizontal, por lo que dejaba mi coño totalmente abierto y expuesto. Cogió una regla y empezó a darme golpecitos en el chocho, lo que acrecentaba mi humedad. Se bajó los pantalones mostrando un miembro extremadamente grueso pero no muy largo. Lo paseó por mi chocho hasta que alcanzó un grosor espectacular. Entonces me la metió de un solo golpe. Siguió dando unas embestidas bestiales que hacían que viera las estrellas. No se corría nunca, ni perdía velocidad en la penetrada. Yo ya había tenido dos orgasmos seguidos. De repente se separó, me quitó la pelota de la boca y se corrió sobre mí. Tenía un gusto realmente amargo.

Me dijo- eres mi putita, así que harás todo lo que te pida. Me pedirás permiso para todo lo que necesites hacer. Si necesitas ir al baño, me pedirás permiso, si quieres comer me pedirás permiso. ¿Entiendes? Asentí, pero él me propinó una bofetada. –Imbécil, contéstame con el debido respeto- Yo dije – Si señor he comprendido. Le solicito permiso para ir al baño, necesito hacer pipi ya que no lo he hecho en mucho tiempo- La verdad es que me estaba meando, y no aguantaba mucho más.

Permiso denegado. No te lo has ganado. Así que tienes ganas de mear, verdad putita?. Se fue a otra habitación, viniendo al poco con una litrona de cerveza. Bueno, como has sido buena te invito a una cerveza. Quiero que te bebas esto, tienes diez minutos. Vendré en seguida.

Empecé a beber la cerveza, que además estaba caliente. Debido al miedo que sentía y a las ganas de mear, no me entraba. Pero tenía que hacer un esfuerzo y beberme toda la botella si no quería que ese monstruo se enfureciera. Asi que seguí bebiendo la cerveza, cada vez tragos más largos y cada vez que bebía notaba como iba aumentando mi borrachera, puesto que había mezclado la cerveza con algún licor más fuerte. Las ganas de mear eran cada vez más fuertes, estaba a punto de explotar. Conseguí bebermela toda, y al poco entró el secuestrador.

Permiso para mear mi amo.

Permiso denegado

Estaba que reventaba, pero él me abrió las piernas y empezó a meterme dedos en mi chocho, moviéndolos con velocidad, hasta que tuve que mearme, mezcla de meada y eyaculación, aunque todavía mantenía dos dedos dentro de mi.

Me tiró al suelo y me empezó a restregar por el suelo encharcado de meado, hasta que empapó mi cuerpo. En esto mi secuestrador se fue a la otra habitación, lo que aproveche para abrir la ventana y saltar fuera.

Corrí con todas mis fuerzas. Estaba desnuda y empapada en meado pero corría a gran velocidad ayudada por el miedo. Sin mirar atrás, pero oía que alguien me seguía. Las piedras se clavaban en mis pies descalzos. No sabía donde iba. Llegue a una carretera, que parecía que no había sido usada en años. Seguí por ella hasta llegar a una pequeña gasolinera abandonada. Busqué a ver si encontrase algo que me sirviera, pero estaba todo cerrado. Lo único que encontré era una pequeña bicicleta, pero nada de ropa. Cogí la bicicleta y empecé a avanzar por la carretera. Pedaleé como loca. De repente oí que venía un coche. Estaba salvada, pero y si era el secuestrador? Se acercó, era una camioneta y en la parte trasera pude ver a Cindy con la cámara de video, gravándome, pero manteniendo una distancia prudencial para poder gravarme sin que cogiera el coche, mientras iba insultándome y lanzándome escupitajos.

Al cabo de un buen rato de pedaleo y cuando no podía andar mucho más, me encontré en una zona que conocía. Tiré la bici y corrí hasta el apartamento, salvada de mi secuestrador.

Pasaron los días, en los que no le conté lo sucedido a nadie. Entré a clase de derecho Penal, donde nos tocaba un profesor nuevo. No se si fueron imaginaciones mías, o era el secuestrador de aquel dia?