La hermana mayor que todos compartimos
Edith se queda sola un fin de semana con su hermano, pero este trae a tres amigos. La indominable Edith irá sucumbiendo poco a poco dominación de uno de los invitados, a los que se sumarán los otros dos.
La apuesta de Goliat
Edith
— ¿Me echas de menos? —Al oír su pregunta no pude evitar morderme el labio.
— No —Mentí, después desacredité esa negación soltando una risa tonta.
— Seguro que tu cueva está muy mojada deseando a mi explorador —Tonteó mi novio ignorando mi anterior respuesta.
Mi mano izquierda estaba ocupada sosteniendo el móvil, así que fue mi mano derecha la que descendió lentamente hasta mi entrepierna, donde en mis bragas blancas un manchurrón oscuro comenzó a manifestarse. Me había prometido a mí misma no tocarme hasta esa noche, pero yo sabía bien que no iba a aguantar por lo que me resigné a aceptar mi necesidad y comencé a jugar con mi clítoris por encima de la prenda.
— Ni un poco —mentí de nuevo sin reírme esta vez; las yemas de mis dedos se engancharon como ventosas a la prenda debido a su humedad, ronroneé de gusto mientras me hacía la difícil para él.
— ¿Cuánto llevo sin entrar en la cueva? —inquirió cambiando a un tono de completa seriedad.
— Desde que te fuiste… —contesté.
— ¿Y no me echas de menos?
— Aja.
— Tal vez otros exploradores entren en tu cueva y por eso no me echas de menos —Me acusó, quitándome las ganas de continuar tocándome. Sus celos eran lo peor que podía haber. Y pensar que al principio me parecía un punto a su favor.
—En esta cueva no ha entrado nadie desde que te fuiste, idiota.
Hubo una ligera pausa hasta que finalmente contestó:
— Entonces o ya no me quieres o me eres infiel —me replicó, hiriéndome profundamente echando sal a heridas recientes. No era la primera ni la última vez que dudada sobre el tema y él no hacía nada más que recordármelo continuamente.
— ¡Pues si no es la primera, deberías deducir como bien dices que tal vez sea la segunda! —grité con impotencia, tenía ganas de abofetearle por atreverse a desconfiar de mí, yo nunca había desconfiado de él, así que añadí incapaz de argumentar nada: — ¡Imbécil! —exclamé colgándole.
Hacía cinco meses que mi novio se había ido y no tenía planes para volver. Yo tenía serias dudas sobre mantener la relación ya que muy en el fondo sentía que estaba desperdiciando los mejores años de mi vida. No es que quisiese a otro; no había nadie más. Sin embargo me sentía desaprovechada.
Pensé en usar esa oportunidad, en ser cobarde y utilizar esa excusa para enfadarme y decirle que ya no aguantaba más. No lo hacía porque era obvio que le seguía amando y en mi cabeza siempre retumbaba la misma pregunta: ¿Y si vuelve pronto?
Suspiré resignada y me dejé caer sobre la almohada, cerré los ojos y me concentré en el absoluto silencio de mi habitación. Oía los latidos en mi oreja derecha al presionarla con la almohada, mi respiración me relajaba. La red de complicados pensamientos fueron perdiendo intensidad hasta que, poco a poco, fui incapaz de pensar, quedando mi mente en blanco hasta que perdí la noción del tiempo y el espacio.
El sonido de una puerta lejana me despertó. No era de mi habitación, mas no debería haber nadie en casa. Miré el reloj digital, el cual se hallaba en mi mesita de noche y vi que eran las seis de la tarde.
Era viernes, un puente festivo de viernes a lunes. Se habían ido de fin de semana romántico a un hotel barato y cutre, en teoría no iban a volver hasta el lunes.
Mi hermano pequeño Jon era el único que iba a hacerme compañía durante este puente, sin embargo él no debía llegar a casa hasta después del entrenamiento, el cual terminaba a las nueve y media de la noche; solo podía ser él por lo que me levanté furiosa y me dirigí a la puerta.
Estaba a punto de retirar el pestillo cuando escuché un conjunto de voces que no lograba reconocer. ¿Serían ladrones? No podía tener tan mala suerte. Ese temor se fue desvaneciendo al escuchar la voz de Jon entre carcajadas de otras personas que no conseguía identificar.
—Jon —Le llamé apoyada en la puerta esperando su respuesta. Al manifestarme todos se quedaron callados.
— ¿Edith? ¿Eres tú? —Me preguntó mientras lo sentía acercarse a la puerta.
— ¿Qué haces aquí? ¿Quién está contigo?
— El entrenador no ha venido al entrenamiento y he pensado que podía invitar a mis compañeros del equipo.
Abrí los ojos pensando en que los ladrones hubiesen sido una desgracia mejor recibida por mi parte. Bajé la mirada aún apoyada en la puerta y contemplé como estaba descalza y en ropa interior, no podía salir así pero tampoco quería que me viesen.
Agarré el picaporte y lo giré abriendo la puerta, agarré como pude a Jon intentando que no se me viese demasiado y lo metí dentro de la habitación:
— Un momento, chicos. Esperad ahí un segundo —Les dije asomando solo la cabeza. Aproveché para comprobar quienes eran pero no reconocía a ninguno: Dos gemelos de estatura media, ni altos ni bajos y entre ellos había un colosal joven de piel oscura que fácilmente llegaría al metro noventa y cinco, si no llegaba rondaría esa estatura.
Me llamó bastante la atención porque al contrario que los otros dos, este último me mantuvo la mirada con osadía. Además de su altura era bastante grueso sin llegar a estar gordo; ese joven no me transmitió ninguna confianza. Tenía pinta de tener al menos mi edad, unos veintitrés años.
Cerré la puerta para interrogar a mi querido hermano porque estaba en casa chafándome el fin de semana, temiéndome lo peor: Aguantar hasta el lunes a cuatro lerdos en lugar de a uno solo.
— ¿¡Qué haces aquí!? —Le inquirí agarrándolo por las solapas de la sudadera.
— Esta diluviando y yo soy el único del grupo que tiene play…
— Me da igual, pues os vais al centro comercial. No los quiero aquí.
— P…Per…
— ¡Nada de peros! Papa y mama no se van nunca de hotel —Puse énfasis en la palabra nunca— ¿Quieres joderme el único fin de semana que sí lo hacen?
— ¡No puedo echarlos, Ed! Quedaré fatal; además, está diluviando.
Le solté llevándome las manos a la cabeza para luego volver a mirarlo.
— ¿¡En serio te has traído a tres desconocidos a casa!? No me lo puedo creer —Hice una pausa poniéndome en su lugar; en el pellejo de un ingenuo idiota que acaba de alcanzar la mayoría de edad—. N… ¿¡No los habrás invitado a dormir!? —Inquirí temiéndome lo peor, miedo que se confirmó en cuanto él se encogió de hombros mirándose las bambas — ¡Serás imbécil! —Le grité mientras le empujaba.
Me dirigí hacia el armario y agarré un pantalón tejano y un jersey grueso, me vestí y salí al pasillo donde ellos esperaban impacientemente.
Los gemelos me miraban tímidamente, dos rubios con cara de traviesos pero sin malicia alguna; el que me preocupaba era el grandullón el cual me transmitía desconfianza y malas vibraciones: Daba la impresión de ser narcisista y apático o incluso algo peor, como si disfruse con las desgracias ajenas.
Me miraba de una manera que no me gustaba nada, volví la vista hacia atrás pero mi hermano no salía de la habitación. ¿Qué estaba haciendo?
— L-Lo siento chicos pero os vais a tener que marchar ya que hoy es un muy mal día —mascullé mientras pensaba en una excusa que no pudiesen cuestionar—. En un rato iban a venir unas amigas de la uni a estudiar y no podremos hacerlo si estáis rondando por aquí y haciendo ruido.
— No íbamos a hacer ruido —dijo mi hermano saliendo de mi cuarto—. Además, está lloviendo muy fuerte y no tiene pinta de que vaya a parar. ¿Tus amigas van a venir con esta lluvia?
— ¡He dicho que no se pueden quedar! Para empezar no deberías haberlos traído.
Jon anduvo hasta colocarse al lado de sus amigos mientras me contestaba con mirada desafiante:
— ¡Eh! Que la casa también es mía y mientas papa y mama no estén yo también puedo traer a quien quiera. ¿O tú no lo haces?
— Jon, soy la mayor y te saco cinco años. Quedamos tú y yo en que este fin de semana no nos íbamos a dar problemas. ¿Recuerdas? Además, no te tengo que dar explicaciones. ¡Privilegios de hermana mayor!
Mientras que los gemelos bajaban sumisos la cabeza rindiéndose, el grandote demostró que no iba a obedecer por las buenas, poniéndomelo difícil. Dio un paso hacia mí mientras me cuestionaba:
— ¿Cómo puedes tratar a tu hermano así? Él siempre nos está hablando bien de ti —Su voz le iba que ni pintada. Tenía una voz grave pero pesada, como si le agotase hablar. Yo solo me quedé patidifusa al saber que mi hermano les hablaba bien de mí—. A parte. ¿Sueles ser tan desagradable con los invitados? Hay fuera hay un huracán, ni siquiera llevamos paraguas y los tres vivimos lejos. ¿Eres capaz de echarnos?
Abrí la boca pensando nerviosa en una contestación que nunca llegó.
— Soy así porque esperaba tener la casa libre y sin avisar mi querido hermanito me ha colado tres intrusos. ¿Y por qué te metes tú donde no te llaman? Además, siguiendo tu lógica… —razoné con ímpetu pese a ya dar por perdida la discusión—. ¿Si no deja de llover os vais a quedar a dormir?
— Pues es un detalle que nos invites a dormir.
— Yo no he… —busqué a Jon con la mirada pero no lo encontré por ninguna parte. Ese mocoso había aprovechado que el grandullón se había metido en la discusión para escabullirse— ¡Jon! ¡¡Jon!!
— ¿…Entonces se pueden quedar a dormir? —Le escuché decir y, al mirar hacia la puerta de mi habitación le vi sosteniendo mi móvil con una risa perversa.
— ¡¡ !! —Las palabras ofensivas que tenía en mente dedicadas a mi hermano pequeño no se produjeron, sin embargo si corrí hacia él agarrando mi móvil.
La voz de mi madre surgió del móvil provocando en mi desear hacer un homicidio voluntario a mi hermano.
— ¿Jon? ¿¡Jon!?
— Soy yo, mami.
— Hola cariño. ¿Qué tal estas?
— ¡No os mováis! —dije tapando el micrófono del móvil. Giré sobre mi misma para dirigirme presta a mi habitación donde me encerré—. Mama, dime que no se van a quedar aquí.
— Lo van a hacer. Si está lloviendo a cantaros no queda otra.
— P-Pero mam…
— ¡No me contradigas!
— ¿¡Por qué me castigáis así!? ¿Qué os hecho para merecer esto? Por un fin de semana que os vais…
— No es ningún castigo. Sabes que tu hermano no tiene demasiados amigos desde que nos mudamos, esto podría ayudarle a aumentar más sus relaciones y apartarlo de los del centro.
— ¿¡Y tiene que ser justo hoy que estoy yo sola!? ¡Me vas a dejar con estos cuatro idiotas sola! —rugí furiosa sin importarme que me escuchasen.
Se rio como respuesta, yo me estaba comenzando a desesperar.
— Papa va de camino a casa. Han vuelto a ingresar a la abuela en el hospital por lo que papa irá a dormir allí.
“Genial, mi fin de semana arruinado”
— ¿Y cuándo irá al hospital?
— Papa dormirá en casa, desayunara e irá al hospital a estar con tu abuela, después volverá aquí a pasar el resto del sábado, el domingo y la mañana del lunes, yo me quedo aquí porque si no estaríamos desperdiciando el dinero.
Solté un bufido imposible de ignorar y ella me reprendió por ello.
— Edith. ¿Te quejas? Papa y yo hace meses que no tenemos un fin de semana para nosotros solos. Yo soy la más perjudicada —bramó sacando a relucir su lado egoísta, demostrando lo frustrada que estaba en realidad—. Ellos se quedaran a dormir; los vigilaras para que no se desmadren y luego les harás la cena.
Al igual que a mi novio, me dieron ganas de colgarle a ella también.
— ¿Cuánto tardará papa en llegar?
— Hay unas dos horas de viaje y aún no ha salido. Ponle unas tres horas —Al oír eso sí que le colgué y de verdad, que gustazo sentí al hacerlo.
Abrí la puerta y me coloqué delante de los cuatro, ellos harían lo que les diese la gana por mucho que me molestase en impedirlo y yo no quería complicarme la vida.
— Jon, agarra tu consola y bájala al plasma del comedor. Hoy dormiréis allí si es que no deja de llover antes, claro. ¿Necesitáis llamar a vuestras casas? —Ellos asintieron pero ya estaba mi hermano llevándome la contraria.
— ¿Para qué voy a bajarla cuando simplemente podemos ir a la habitación a jugar?
— ¿Y pasaros toda la noche jugando? Además hay solo una cama. ¿Vais a dormir los cuatro en la misma? Vaya machos.
— Que te den —Me replicó Jon, eso me sacó de mis casillas provocando que lo agarrase de la oreja arrastrándolo a su habitación. El me agarraba desesperadamente de las muñecas mientras soltaba alaridos de dolor—. ¡No os mováis de aquí! ¿Me habéis entendido? Voy a enseñar a este inútil quien manda en esta casa. Mi padre viene a dormir, así que más os vale no tocarme el…
Los tres asintieron, sí, hasta el grandullón. Una vez dentro de la habitación cerré de un portazo para intimidar un poco sin poder evitar una maliciosa sonrisa, después me acordé de mi hermano y regresé a mi enfado inicial.
— ¿Se puede saber qué coño te pasa, mocoso? ¿Estas decidido a joderme todo el fin de semana? No ve vuelvas a llevar la contraria delante de ellos dentro de casa. ¿Me has entendido?
— Somos hermanos, ninguno de los dos está por encima del otro —masculló lamentándose como un perro herido mientras se acariciaba la oreja dolorido.
— Yo siempre estoy por encima de ti, idiota. Pero te advierto que como me dejes mal una sola vez más te aplastaré sin piedad. Además, papa viene a cenar y a dormir aquí… Ya sabes lo que eso significa —razoné dando por finalizada la discusión—. ¡Oh! ¿Mama no te dijo nada? Siento si se han jodido tus planes… Como tú los míos.
Jon agachó la mirada mientras se resignaba en silencio, yo me percaté de que al mirarle el pantalón vi una prenda rosa. Le rodeé y me puse a su espalda, en su bolsillo trasero vi unas bragas mías de color rosa y blancas.
— ¿Se puede saber qué haces con mi ropa interior?
El semblante de Jon se tensó en una expresión de terror, desencajando su mandíbula y alzando las manos poniéndolas entre él y yo, como pidiendo tiempo para explicarse. Yo no tenía prisa, esperé pacientemente cruzando los brazos.
— N…No es para mí. E-Es para Goliat —Se excusó temblando como un corderito.
— ¿Para quién?
— Para el grandote del pasillo.
— ¿Pero por qué ibas a darle un tanga mío? —pregunté confusa. Si él nunca me había visto antes ni yo a él.
— Me apostó que no se metería conmigo por dos semanas si le conseguía uno tuyo.
— Ya hablaremos de lo del tanga. ¿Por qué los traes a dormir?
Alex se acobardó y cerró con fuerza la boca pero yo no iba a rendirme hasta habérselo sonsacado todo. Un guantazo flojo pero rápido en su mejilla para que reaccionase, funcionó.
— ¡Desembucha, gusano! —Con él solo funcionaba el tratamiento de choque, yo lo sabía bien.
— U-Un día Goliat me cogió el móvil y se puso a cotillear imágenes y videos, viéndonos juntos en las fotos de familia. Desde entonces me ha pedido fotos tuyas a cambio de no hacerme nada.
— ¿Te pegaba? —pregunté indignada, odiaba a los abusones.
— Muy por encima —confirmó restándole importancia—. ¡Pero ya no lo hace! Por favor… No me dejes colgado.
— Está bien, pero estas bragas no —dije mientras iba al cajón de la ropa interior y agarraba la prenda que menos me agradaba, era un regalo que siquiera había usado. Se lo di mientras le preguntaba:— ¿Cuántos años tiene el Goliat este?
— Tiene diecisiete años, mañana sábado cumple dieciocho. De ahí lo de las bragas, era su regalo de cumpleaños.
Me dio asco pensar en ese gigante olfateando mis bragas y masturbándose con ellas, pero no quedaba otra.
— Tira anda… Tira antes de que me arrepienta —dije mientras abría la puerta y empujándolo fuera—. Jon, la consola al comedor —Le advertí señalándole con el dedo índice; el asintió.
Los tres le acompañaron a la habitación, incluyendo ese descarado Goliat. Sin embargo me percaté de la forma en que me miraba. No era como hermana de su amigo ni como persona, me estaba comiendo con la mirada sin pudor alguno, como si fuese solo un objeto para su disfrute; un escalofrío recorrió mi espalda al mantenerle la mirada. No era feo pero mucho menos apuesto, sin embargo había algo en su mirada que me desconcertaba. ¿Qué sería?
No pude evitar plantearme como sería tener sexo con alguien así. Yo medía poco comparada con él, mientras que él debería de sacarme unos treinta quilos tranquilamente, para él yo no sería más que una frágil muñeca.
Me sentí intimidada al instante y eso no era propio de mí. Negué con la cabeza procurando expulsar esos sucios pensamientos, cerré la puerta y me encerré para pensar en Alex y solo en él. El móvil comenzó a sonar, era mi padre.
— ¿Papi?
— Cariño, mama me ha dicho que hay invitados en casa. Estoy yendo hacia allá. ¿Cómo se están portando?
— No sabría decirte.
— Si hace falta imponte, eres la adulta de la casa; yo llegaré sobre las once de la noche. Podéis ir cenando si lo preferís. Pero también estaría bien si me esperáis.
— Vale papi, no tardes —supliqué, mi padre colgó y yo me llevé las manos a la cabeza. ¡Con lo bien que pintaba para mí el fin de semana!
Cuando la apuesta perjudica a alguien más
Jon
— ¡¡Uff!! Que buena esta tu hermana —dijo Goliat dándome un guantazo “cariñoso” en el hombro mientras se reía—. Es una guerrera, eso me gusta. No me agradan las sumisas —Hizo una pausa y, exhibiendo una sonrisa de oreja a oreja preguntó—. ¿Tienes mi regalo de cumpleaños?
— P-Pero aún no es tu cumpleaños, no hasta las 12 de la noche.
— Detalles sin importancia —Me aseguraba él riéndose mientras abría la palma esperando a que se las diese.
De mi bolsillo saqué las bragas que ella me había dado y las deposité en su mano, él las estrujó llevándoselas a la nariz, después de olfatear arrugó el rostro mostrando decepción.
— Estas bragas no huelen a nada, consígueme otras.
—P-Pero si las he cogido de su cajón...
— Te he dicho que no huelen a nada, consígueme otras.
— ¿A que tienen que oler? —pregunté confuso sin entender a qué se refería.
— Unas bragas que no estén lavadas—dijo soltándome una colleja—. Que huelan a coño y a humedad. ¿Me has entendido?
— P-Pero las únicas bragas así son las que lleva ella encima.
— Pues apáñatelas —dijo mientras andaba hacia las escaleras.
— ¿A dónde vas, Goliat?
— Voy al baño a dejar exprimir mis sentimientos en estas bragas, con suerte tu hermana se las pondrá sin lavarlas.
Puse cara de asco mientras me volvía hacia los gemelos que seguían ajenos a todo jugando a la play al nuevo the witcher 3.
* ***Edith
Bajé a la cocina pensando en que hacer para cenar. No quería complicarme demasiado ya que estaba segura que con un par de sándwich por parasito sería suficiente. Abrí la nevera decidida y me incliné para agarrar el pack de pan bimbo en la parte más baja de la nevera.
Una superficie dura chocó contra mi trasero provocando que me sobresaltara. Al alzarme y darme la vuelta allí estaba Goliat el cual me miraba con sobrada indiferencia mientras sostenía una bandeja llena de vasos y de migas de pan.
— Aquí tienes, ya puedes limpiarla —ordenó sin sonreír. Mi carácter en una situación normal habría sido empujarle o incluso meterle un guantazo. Yo tenía mucho amor propio y no creía en que las mujeres fuésemos sirvientes de esos cavernícolas. Podía pedírmelo como invitado con educación, sin embargo siquiera eso hizo—. ¿A qué esperas? —Se impacientó colocándome la bandeja en el pecho para que la sujetase.
Me sentía muy vulnerable con este bastardo. A mí habría gustado dejarle claro quien mandaba pero por alguna razón que no alcanzaba a entender, no me salía en ese momento ponerme agresiva.
— ¿¡Pero qué te crees que soy yo, mocoso!? —gruñí procurando fingir convicción y esconder mi titubeo.
— ¿La que frega los platos? —contestó sin inmutarse, como si le pareciese lo más normal del mundo.
— ¡Pero serás imbécil! —exploté mientras le empujaba sin efectividad hasta el fregadero—. ¡Ahora vas a fregar tú! ¡¡Eh!! Sin rechistar —Le advertí amenazándole con el dedo.
— ¿Por qué debería hacerlo? —Me cuestionó sin comprender.
—Porque por mera educación eso no se le dice a nadie. ¿No das más de sí? Una cosa es que lo dejases encima de la encimera y otra muy distinta es que me trates como si fuera tu esclava.
— Me gustaría que lo fueses.
Noté como una expresión de incredulidad se formaba de forma involuntaria en mi rostro. Inmediatamente agarré la bandeja de las manos de él y me dirigí a fregar; discutir con él no me llevaría a ninguna parte con su actitud y haría cualquier cosa por no escuchar ni una insinuación más.
— Ya te gustaría a ti. ¡Lárgate! No quiero ni verte, desvergonzado —ordené sin mirarlo a los ojos clavando la vista en el fregadero; me sorprendí al sentir como me ardía el rostro. ¿Estaba ruborizada? Me di asco a mí misma.
— Depende de mí, no de ti —Goliat no se movía y yo no podía ni mirarle.
— ¿Qué dices? —Le pregunté sin entender.
— Por mucho que trates de ocultarlo, estas deseando que te utilice de la misma forma que lo haría con un cepillo de dientes…
— ¿Eres retrasado acaso? —mascullé interrumpiéndole dándome la vuelta y mirándole sin vacilar a los ojos; si no le paraba los pies ahora se iba a envalentonar—. Porque cada vez estoy más segura de ello —hice una pausa de un segundo insegura de si decirlo, pero ya no me importaba rebajarme a su nivel—, pero si me das asco. ¿No lo ves?
—… O como a estas bragas —continuó sin darle importancia a lo que acababa de decir, sacándose las bragas que le había dado a mi hermano. Tras exhibirlas dejándolas suspendidas entre él y yo las dejó caer sobre mi palma que las agarraron de forma involuntaria. Noté como mis manos se pringaban de un líquido pringoso que me dio mucho asco al reconocerlo: Su semen.
Me quedé con la mente en blanco contemplando incrédula la prenda impregnada por su esencia, sin saber como a reaccionar.
— M-Maldito pervertido. ¿Q-Qué le has hecho a mis bragas? —Le pregunté en cuanto reaccioné del shock, me sentía confundida. ¿Qué era esa sensación en mi ombligo? Me daba asco pero me estaba encendiendo, inexplicablemente.
El enorme amigo de mi hermano se inclinó hacia mí acercando sus asquerosos labios a mi oído mientras susurraba:
— Lo mismo que te haré a ti esta noche.
— Tú sueñas. —Le contradije empujándole con ambas manos; no sabía que me pasaba. ¿Por qué no le rechazaba de forma clara y concisa? Solo se me ocurría que en el fondo, muy en el fondo deseaba ser utilizada. ¿Me parecía morboso? Iba en contra de mi personalidad ya que yo no me dejaba utilizar por nadie, ni por mi novio.
En ese momento recordé que mi hermano se llevaba bien con mi novio Alex. ¿Qué pasaría si le diese a entender que no fui capaz de rechazar a su amigo? ¿O sí se enteraba de esto? Podría chantajearme de por vida y no podía tolerarlo.
— ¡Enfermo! ¡Apártate de mí! —rugí con decisión; provocando la sorpresa del grandullón que retrocedió un par de pasos—. No te vuelvas a acercar o te la lio. Mi padre vendrá en un rato. ¿Quieres jugártela? —Le amenacé señalándole con mi dedo índice, sujetando con esa misma mano las bragas pringadas de semen—. O-Olvidaré esto, pero no vuelvas a cruzar la linea. ¿¡Me has entendido!?
Satisfecha de mí misma avancé hacia la puerta que llevaba al comedor para encerrarme en mi habitación cuando al pasar por su lado noté dos enormes manos aprisionando mis caderas.
— ¿¡Q-Que haces!?
— Voy a tener que castigarte por este acto de rebeldía —manifestó atrayéndome hacia él; tenía mucha fuerza y sin esfuerzo me estampó mi trasero con su entrepierna y mi espalda con su pecho.
—N… —empecé a decir mientras me revolvía en su prisión de carne.
— ¿Sabes lo que creo? —Me interrumpió; me giré sobre mi misma aún apresada en sus brazos y con decisión empujé soltándome; ante mi silenció se aventuró a suponer—. Creo que no te gustaría que tu novio se enterara de todo esto, según me ha contado tu hermano tu novio es muy, muy celoso y desconfiado. Además, creo que llevas mucho tiempo sin polla. También creo que has rechazado a muchos por ser fiel a tu novio y que nadie te ha insistido tanto. Creo que te mueres porque te la meta y te pone que esté tan seguro de mí mismo… ¡No! Mejor dicho siempre has tenido el control sobre los tíos y todo esto para ti es nuevo.
Aterrada balbuceé palabras sin sentido buscando la forma de negarlo claramente sin veracidad alguna. Goliat satisfecho reanudó su suposición:
— Creo que no te conviene ni que tu padre ni tu hermano se enteren. Y piensa esto: Si no ganó nada. ¿Qué pierdo diciéndole a tu novio todo esto? Aunque tenga que mentir y añadir un poco de ciencia ficción a mi confesión.
— ¡Bastardo! —Le insulté con ganas de llorar impotente, bajando la mirada; yo sabía cómo iba a terminar todo esto y, con un poco de suerte, conseguiría salir de esta con un poco de picardía, pero… ¿Qué alternativas tenía? ¿Llamar a mi madre? ¿Llamar a mi novio y contárselo todo? Con lo celoso que era… Además era capaz de venir aquí y dejar su trabajo y eso sí que le perjudicaría.
— Creo que podemos llegar a un trato beneficioso para ambos.
Esperé en silencio a que él propusiese lo que fuese que tenía en mente; miré la puerta de la cocina para asegurarme de que nadie escuchaba.
— Dame ahora mismo tus bragas, las que llevas puestas —ordenó mientras una expresión de maldad se formaba en su oscuro rostro.
— ¿E-Estas loco? —Balbuceé sorprendida, no me lo esperaba; me esperaba algo mucho peor, por suerte. Haciéndome la indignada como si eso fuese lo peor que me pudiese pedir—. ¡No pienso hacerlo!
— O eso o voy a acecharte como un tiburón durante toda la noche hasta que asumas que eres para mí lo mismo que un cepillo de dientes o tus bragas; un mísero objeto.
Asentí sumisa sin atreverme a arriesgarme a que cambiase de opinión y me exigiese algo peor.
— Pero si hago esto no me pedirás nada similar en lo que queda de noche. ¡Prométemelo!
— Te lo prometo —aseguró solemnemente Goliat, aunque yo sabía que no lo iba a cumplir.
— Date la vuelta —ordené y el obedeció sin rechistar, yo me bajé los tejanos sin dejar de mirar su espalda. Me bajé los tejanos después de quitarme las sandalias. Me retiré las bragas y volví a colocarme los pantalones—. Aquí tienes —Él se dio la vuelta agarrándolas y, para mi sorpresa, hundiéndolas en su rostro oliendo mis jugos vaginales impresos en ellas. Estaba muy mojada y esas bragas eran la prueba.
— No esperaba que te mojases tan rápido con tan poco. De verdad te está gustando todo esto, pues que sepas que solo es el principio —Me dijo poniéndose gallito, disfrutando de la humillación.
— ¡No es eso! —negué ruborizada—. Antes estuve hablando con mi novio, por eso estoy así. ¡Y recuerda lo que me prometiste!
— Te devolveré estas bragas cuando las haya impregnado con mi esencia.
Puse los ojos en blanco y me di la vuelta para encaminarme hacia la puerta cuando noté como Goliat me agarraba de la muñeca impidiéndome avanzar.
— ¿¡Que quieres ahora!?
— ¿Te llamas Edith, no? —Me preguntó, yo asentí.
— Hagamos una apuesta.
— No —Me negué con decisión.
— Sube ahora mismo a tu habitación y ponte una minifalda —propuso; eso no era una apuesta pero yo callé esperando a que terminase—, o unos leggins quitándote toda la ropa interior: las bragas y el sujetador —continuó tentándome a preguntar.
— ¿Y sí lo hago? —Me hice la interesante, podía rechazarlo perfectamente si no me interesaba.
— Pide algo.
— No volverás a hacer daño a mi hermano; sé que lo maltratas.
— Hecho —aceptó chocando sus palmas provocando un estruendo en la cocina—. Pero si pierdes…
— Lo voy a hacer, así que no hace falta. Es un precio pequeño el pasearme en medias por la casa. Pero no olvides tu promesa —Al recordárselo se rio, no debía tramar nada bueno, seguramente la incumpliría.
— Sí pierdes podré pedirte una cosa, lo que sea, estando tú obligada a cumplirlo. ¡Ah! Y No la olvido, tranquila —aseguró provocando mi sorpresa, en ese momento entendí a que se refería con hacer una apuesta ¿Pero que podía hacer? —. La apuesta es que llevaras esas medias hasta las doce de la madrugada, si te las quitas pierdes.
— E-Esta bien —acepté insegura. ¿Para qué me iba a quitar las medias?
Miré el reloj que estaba encima de la puerta. Quedaban tres horas y media para medianoche. Tres horas en las que iba a exhibirme por casa delante de ese cerdo y, muy probablemente, delante de esos dos. Sin mediar palabra, subí a mi habitación y busqué un conjunto discreto.
Me desnudé completamente y me encasqueté del tirón unas medias negras de tela opaca que me hacían un culo muy apretado, genial. En lugar de ponerme un jersey o una camisa, busqué en el armario una sudadera de color blanco de cremallera vertical. Me esconderían el escote y no iría provocando tanto, de hecho, me quedaba horrible esa sudadera.
Aun vestida con las medias y la sudadera me sentía desnuda, así que me senté en la cama para intentar aclarar mis pensamientos.
Yo quería a Alex. ¡No! Le amaba, no quería vivir sin él pero… Ya estaba viviendo sin él. Me daba miedo cortar con él y que volviese al poco tiempo, de tenerlo cerca y que ya no me perteneciese: de no poder tocarlo, morderlo ni abrazarlo.
Si acababa mal con Goliat, continuaría maltratando a mi hermano. Si acababa mal con Goliat, el fin de semana se iría al traste y encima me arriesgaba a que forzase a Jon a darle el número de mi novio. Para rematar tenía esa sensación de lujuria comprimida en el vientre, un sentimiento que repudiaba pero que aún sin desearlo existía. No era inteligente negar lo evidente, ya que si lo hacía podía caer en el error de sobreestimar mis posibilidades.
Tenía que aceptar que llevaba mucho tiempo sin sexo, que llevaba mucho tiempo sin contacto humano y que, para rematar, la actitud de ese macarra me volvía loca. Nunca me había dejado dominar por nadie pero, por alguna extraña razón, me volvía loca la idea de pensar que ese cerdo iba a poder hacerme lo se le antojase sin que yo, por mucho que me negase, pudiese impedírselo.
Era mucho más que un simple fetiche de sumisión, era un fetiche de humillación, de que me utilizase y me humillase como a las bragas que reposaban impregnadas en semen en el suelo de la habitación.
Él saca beneficio de mi derrota o incumple su palabra si salgo victoriosa.
Bajé a las nueve y media cuando me obligué a salir de mi habitación. Si tenía que pasar algo iba a pasar y no conseguía nada retrasándolo. Todo dependía de mí y de mi actitud. No iba a dejarme dominar por ese mocoso.
Llegué al comedor donde se hallaban los cuatro embobados con la consola. El primero en mirarme, como no, fue Goliat. Una sonrisa burlona se formó en su rostro. Estaba sentado en el sillón individual de cuero, mientras que los otros tres estaba repartidos entre los dos sofás; yo me senté al lado de uno de los gemelos en el hueco que quedaba libre.
— No nos hemos presentado aún, yo soy Diestro.
— Vaya nombrecito —musité riéndome—. Encantada, Diestro. Yo soy Edith.
— Y yo me llamo Siniestro —manifestó el otro gemelo—. Sí. Lo sé, nuestro padre es un cabrón —añadió aborrecido al ver que me destornillaba de risa.
— Yo me llamo Goliat —declaró el orangután del sillón al otro lado del comedor. En respuesta yo le dediqué una sonrisa seca con un leve asentimiento.
Justo en ese momento oí como mi padre abría la puerta de la calle y me levanté ansiosa por recibirle. Con él en casa ya no tenía nada que temer.
— ¡Papi! —Le llamé yendo a buscarle impaciente, encontrándolo empapado.
— Hola cariño —respondió mi progenitor tras un beso en la frente. Era alto, quizás no tanto como Goliat pero si más corpulento. Volví la vista hacia él para comprobar con satisfacción que la sonrisa había desaparecido de su rostro, deduje que se sentiría intimidado—. Os presento: Los gemelos Diestro y siniestro. Y el grandullón mulato es Goliat.
— Vaya nombres más… peculiares —opinó, aunque yo los habría catalogado como raros simple y llanamente—. Yo me llamo Fran y esta jovenzuela de aquí prácticamente esta soltera —añadió sorprendiéndome para mal, no me esperaba eso aunque era típico de él.
— ¡Papa!
— ¿Qué?
— ¡Alex!
— Es cierto, perdona —Se disculpó—. A veces se me olvida que vive a más de seiscientos kilómetros.
— ¡Papa! —repetí sobresaltada; solo me faltaba que lo animase a violarme allí mismo.
— ¿Es mentira? —objetó volviendo la mirada hacia mí—. A un padre le duele ver a su hija soltera, preferiría verte emparejada con un buen maromo.
Yo puse los ojos en blanco y me fui a la cocina para ir a preparar los sándwich.
— ¡…Pero si cualquiera de vosotros aspira a ser mi yerno tiene que ser capaz de aguantarme a una ronda de Absolut! —bramó mientras se reía como un loco.
Comencé a llevar los sándwich tras un cuarto de hora de preparación; dos por persona. Siquiera se ofrecieron a ayudarme, pero prefería que el grandote siguiese a lo suyo ignorándome a que estuviese rondándome, pero… ¿Por qué me sentía tan decepcionada?
No es que lo desease, pero esperaba mucha más insistencia. Supongo que me equivoqué.
La mesa estaba lista (Con una capacidad para que siete personas puedan comer cómodamente). Tuve que llamarlos varias veces para que se sentasen: Yo no me senté esperando ubicar a Goliat; mi padre fue el primero en sentarse, entonces se me ocurrió que la solución más efectiva era sentarse a su lado. Todo se fue al traste cuando mi hermano se sentó a su derecha y los dos gemelos a su izquierda juntos. Cuatro sillas ocupadas de siete y ya daba igual donde me sentase. Resignada me senté a la derecha de mi hermano, cuando de la nada apareció Goliat desplomándose a mi derecha con una expresión burlona en el rostro.
— ¿…Y tenéis novia? —preguntó rompiendo el hielo mi padre.
— Yo estoy soltero, señor —respondió tímidamente Diestro.
— Pues al contrario que mi hermano yo estoy conociendo a chavala de mi edad, aunque no será nada serio —alardeó riéndose a sonoras carcajadas; todos rieron con él menos yo, que estaba en todo momento en guardia para que Goliat no intentase nada.
— ¿Y tú, machote? —interrogó mi padre al invitado restante.
— Estoy conociendo a una joven un poco mayor que yo…
— ¿Cuánto es un poco? —Le interrumpió mi padre.
— En dos horas tendré oficialmente mayoría de edad, por lo que unos cinco años, quizás.
— Esas son las mejores —explicó mi procreador, hizo una pausa para dar un bocado al sándwich y tragar, después continuó—. Generalmente no son tan sosas como las de tu edad y ya vienen aprendidas. Además son unas viciosas —añadió riéndose.
— Oh, sí. La que estoy conociendo yo tiene pinta de viciosa; aunque se me resiste y no reconoce lo mucho que le gusto —me atraganté silenciosamente sin que nadie se percatase.
— Debes insistir. Goliat te llamabas. ¿Cierto? —Este asintió—. Goliat. Lo que más les gusta a la jóvenes es que les insistan, las hace sentirse deseadas y aunque no le gustes, te aumenta las posibilidades el presionarla, no darle tiempo a pensar —“Gracias, papa” pensé; yo temiendo al enemigo y el peor lo tenía en casa.
— ¡Que buen consejo! —bramó el gigante de mi derecha mirando a mi progenitor—. Le haré caso y no me rendiré.
— Pero dime, ahora que estamos en un ambiente de confianza —intimó mi padre buscando fisgonear un poco—. ¿Es algo serio lo que sientes por esa chica o solo sexo? —Hizo una pausa y añadió—. Si puedes y quieres compartirlo, claro.
Pegué un pequeño bote al sentir como la enorme zarpa de Goliat se posaba silenciosamente sobre mi muslo derecho. Miré a todos los integrantes de la mesa pero nadie pareció percatarse, incluso él mismo parecía ajeno a lo que su mano estaba haciendo.
— Es más que solo sexo, me vuelve loco… —Sus dedos se fueron acercando hasta la solapa de la media; yo bajé inmediatamente mi mano derecha para detener su avance. Él no se cortaba en absoluto, seguía hablando como si no le supusiese un esfuerzo hacer las dos cosas a la vez, mientras miraba a los ojos de mi padre con intensidad—. Ella lo sabe, pero se resiste como si no quisiese. Pero ambos sabemos que ella quiere —tuve que bajar la otra mano con la que agarré su gruesa muñeca para intentar sin éxito que no se infiltrase entre mis medias. Sus dos dedos acariciaron mi vello púbico mientras continuaban descendiendo. La sensación del roce de sus yemas con mi pubis provoco que perdiese durante unos segundos el control de mi rostro. Mi mandíbula se desencajó y mis ojos se entrecerrarón, en seguida corregí la expresión de mi cara sin que nadie, o eso esperaba, se hubiese percatado.
— Entonces debes insistir. Cuando una mujer realmente no quiere, lo demuestra. Sin embargo si solo gimotea “nos” inseguros, la tienes en el bote.
— ¿Y si no reconoce nunca que le gusta?
— A alguna les gusta sentirse dominadas, y a otras les encanta dominar —argumentó mi padre—. Sin embargo, y aunque la gran mayoría tienen asimilado estos estereotipos rechazando el opuesto, hay algunas de las que no ha dominado nunca que podrían hallar placer en hacerlo. Mientras que las que no se han dejado dominar nunca desconocen el placer de ser utilizadas—explicaba mi padre, los dedos de Goliat se posaron sobre mi ya humedecido clítoris, provocando que me rindiese al placer que llevaba tanto tiempo sin sentir.
En ese momento no existía Goliat, ni yo estaba en una mesa. Solo sentía mi trasero en la silla y unos dedos forasteros acariciando zonas inexploradas. Mi mente estaba en blanco, no podía pensar ni razonar, todo eso cambio cuando dos de sus gruesos dedos se introdujeron en el orificio de mi vagina de manera despiadada. A duras penas conseguí ahogar el gemido que fue silenciado por la sonora carcajada Goliat.
— No puedo estar más de acuerdo —vociferó él mirando a padre para después volver la vista hacia mí—. ¿Qué piensas tú? ¿Debería insistir?
Tuve que aclararme la garganta para recuperar el control de mis cuerdas vocales, después me concentré en que mi expresión fuese lo más indiferente posible y entonces le miré, procurando ignorar esos dedos que exploraban mi interior como culebras.
— Creo que no a todas nos gusta que nos insistan tanto. Y algunas, como yo, no soportamos ser dominadas por un hombre. Nos gusta llevar el control de la situación en todo momento —finalicé añadiendo a mi afirmación una sonrisa insegura mientras le miraba a los ojos. Mientras intentaba mantener el control de mi expresión, procuraba empujar lejos su zarpa del interior de mis medias.
— Pues la chica que me pone a mil es lo contrario a ti. Le encanta que insista, aunque no lo reconozca. Y le vuelve loca la idea de que la utilice a mi beneficio.
Mi padre no pudo evitar reírse incomodo, él ya se había dado cuenta de lo tensa que estaba la situación, pero seguramente ni se había percatado de lo que sucedía debajo de la mesa.
— Como cambian los tiempos. Ahora está bien visto decir esas cosas con naturalidad. Los de mi generación somos más reservados con esas cosas.
— A eso es a lo que se llama progreso —dijo Diestro metiéndose en la conversación.
— Yo lo considero decadencia —opiné mientras me veía obligada a cerrar los ojos y morderme los labios. Ese bastardo me estaba penetrando tan violentamente con los dedos que estaba produciendo unos sonidos obscenos que se escuchaban si se prestaba atención.
— ¿Qué es ese ruido? —preguntó mi padre moviendo la cabeza hacia los lados buscando su procedencia.
— ¿Estas bien, Edith? Estas muy roja —Me preguntó mi hermano acercándose a mi oído.
Yo quise contestar que sí pero en su lugar dejé escapar un gemido cargado de erotismo, él me miró raro y yo intente excusarme con algo que le quitase las ganas de preguntar.
— Me ha bajado la regla y me duele mucho —mentí y su mirada incomoda regresó al frente.
Mientras los gemelos y mi padre cambiaban de tema, yo empecé a entrar en el punto sin retorno para correrme, ya me daba igual estar en la mesa con invitados, iba a correrme allí mismo. Apreté las uñas en su muñeca acercándola a mi entrepierna, le miré a los ojos mordiéndome el labio pero unos segundos antes de poder correrme retiró sus dedos y colocó su mano de nuevo encima de la mesa riéndose como si nada hubiese pasado.
No pude evitar dejar escapar un suspiro de desesperación; estaba temblando y metí mis dedos entre las medias para acabar con aquello, tenía las medias empapadas de mis fluidos, mucho más que eso, estaba inundada de cintura para abajo. Aquello de mantener la tapadera de normalidad estando en éxtasis era imposible y yo ya estaba fuera de mis casillas. Reconsiderándolo, hice el gran esfuerzo de sacar mi mano derecha pringosa de mis jugos, todo por mantener las apariencias.
— Cariño. ¿Estás bien?
Mire a mi padre sin comprender.
— ¿Qué?
— Estas enrojecida y pareces como alterada. ¿Pasa algo? —preguntó mirando desconfiado tanto a mi hermano como a Goliat, el cual no nos miraba ni a mí ni a él, probablemente fingiendo que no se enteraba de nada.
— Es uno de esos días del mes, papi —Le informé para que no preguntase más, él asintió y no volvió a insistir—. Yo he preparado la cena, he puesto la mesa y he traído. No hace falta decir que sería injusto que fregase yo los platos. ¿Verdad?
— Claro —Me concedió él— Jon, ayuda a tu hermana y frega los platos tú. Te ayudaré a llevar las cosas.
— P-Pero papa…
— No me contradigas. Son tus invitados. ¿Me has entendido?
Mi hermano se levantó de mala manera y, junto a mi padre, fueron llevando el contenido de la mesa. Yo hice el ademan de levantarme pero Goliat agarrándome por la muñeca impidió que me alzara.
— ¿A dónde vas? —Me preguntó como si tuviese que pedirle permiso, eso me puso de muy mal humor haciéndome olvidar toda la excitación del momento.
— Iba a ir al baño, pero he cambiado de opinión. Ahora iré a ayudar a la cocina —De un tirón separé mi muñeca de la palma de su mano—. ¡Ah, por cierto…! —añadí una vez levantada, acercándome a su oreja con una sonrisa, me aproximé tanto que mis labios rozaron levemente su piel—. Iba a ir al baño a terminar el trabajo.
— ¿Y por qué no vas? —preguntó claramente excitado.
— No vuelvas a agarrarme como lo has hecho ahora —decreté como futura norma—. Me estas subestimando, si crees que puedes “usarme como un objeto” lo llevas claro.
— En la mesa no parecías opinar lo mismo.
Puse los ojos en blanco. ¿Por qué me resultaba imposible enfadarme con él? Lo intentaba con todas mis fuerzas pero no lo conseguía y es que él me lo ponía muy fácil. Se comportaba de una forma que me irritaba, su personalidad me aborrecía e incluso las cosas que decía me daban asco. La forma tan machista en la que me trataba me ponía enferma, sin embargo no llegaba a comprender porque se me hacía tan difícil ponerlo en su sitio.
Me di la vuelta y anduve hacia las escaleras. Él muy imbécil me azotó mi culo provocando la parálisis momentánea de mis piernas, me quedé durante unos segundos con la mente en blanco. Me di la vuelta y sin darle tiempo a reaccionar le golpeé en la mejilla con una sonora cachetada, él se aún estaba sentado en su silla.
Me sorprendió ver que no reaccionó violentamente, su rostro formó una expresión de dolor mientras se acariciaba su pómulo, yo me agaché inmediatamente posando las yemas de mis dedos en su mejilla.
— Lo siento, de verdad, no pensé lo que hacía.
— Estarás contenta, yo te doy un cachete y tú me das un guantazo —Se lamentó el grandullón, yo no podía evitar pensar que se estaba haciendo la victima; sí, tenía toda la pinta.
— A-Así aprenderás a no tocar el culo a una mujer.
— ¿Pero te ha gustado?
— Claro que no. ¿Por qué crees que te he pegado?
— Por orgullo. ¿Pero te ha gustado?
Me levanté retrocediendo sin darle la espalda.
— Ese culito esta para azotarlo día y noche —murmuró bajo para no ser oído por mi padre y mi hermano. Los gemelos aún estaban sentados en la mesa. Ahora sí que me di la vuelta y me encaminé a mi habitación. Una sonrisa involuntaria apareció en mi rostro y noté como se encendían mis mejillas, mi respiración se alteraba al pensar en que si le daba la oportunidad, lo haría.
Debía alejarme de él, me repetía yo una y otra vez, mientras al llegar a mi habitación palpé con los dedos las medias que estaban totalmente pringadas de sucios jugos vaginales.
Jon
Mi padre ya había subido a dormirse tras fregar los platos conmigo. Yo fui a la sala de estar pero solo estaban los gemelos Diestro y Siniestro con la consola. ¿Dónde estaba Goliat?
Subí las escaleras buscándolo, debía estar en el baño de arriba cuando alcancé a oír voces en el pasillo. Llegué hasta el antepenúltimo escalón de las escaleras y vi que estaba mi hermana con la espalda apoyada en la pared, como siendo arrinconada por Goliat, el cual estaba frente a ella. Él la miraba con una sonrisa pícara y al ver que mi hermana intentó escapar estampó su mano en la pared cortándole el paso.
— En una hora aproximadamente cumplo la mayoría de edad. ¿No me vas a regalar nada?
— Lo siento, no tenemos amistad alguna. No tengo porque hacerlo.
— Pero soy el amigo de tu hermano —susurró Goliat; yo escuchaba atentamente procurando no perderme detalle.
— Un amigo que lo maltrata.
— Ya no lo maltrato, te lo prometí. Era parte de la apuesta.
Edith lo miró bajando el mentón. ¿Era un gesto de sumisión? Nunca había visto a mi hermana así. Para mí, mi hermana era un referente en el no rendirse. Era la guerrera de la casa y yo siempre la había admirado por eso, nunca la había visto vulnerable como ahora con ninguno de sus novios.
—Tengo una idea —añadió Goliat—. Hagamos una apuesta.
— ¿Otra? —dijo mi hermana riéndose. “¿Otra?” Pensé sin entender.
— Has demostrado que como a tu hermano, te gustan las apuestas. Y a mí también. Se vivé con más intensidad cuando se puede perder o ganar tanto. ¿Cierto?
— Aja… ¿Qué quieres apostar y cuál sería la apuesta? —preguntó curiosa mi hermana—. No estoy diciendo que la vaya a aceptar, solo digo que… —Se apresuró a aclarar ella.
— Abajo están jugando Diestro y Siniestro, ellos son unos frikis de los juegos por lo que prefieren jugar a muchas otras cosas, tienes que seducirlos sin tocarlos ni exhibirte. Si no lo consigues en digamos… ¿Quince minutos? Dormiré contigo.
Edith abrió la boca sorprendida, no dejó de mirarlo a los ojos en ningún momento.
— ¿Qué sacas tú de esto? —preguntó ella desconfiada—. Aparte de que si perdiese conseguirías eso… ¿Por qué apuestas eso?
— Para que no pongas como excusa que hago la apuesta para que aunque gane o pierda salga beneficiado. La apuesta es de ti con ellos, las consecuencias son entre tú y yo.
— Vale. ¿Y si gano yo?
Goliat se encogió de hombros dejándoselo a su elección. Subí un peldaño más para poder ver mejor. Ahora era el momento que mi hermana había estado esperando para sacárselo de encima, podía apostar cualquier cosa y él lo debería aceptar.
Desde el principio me di cuenta de que ella no le tragaba, mi miedo inicial era que el consiguiese seducirla de alguna forma pero me tranquilizo ver que ella en ningún momento quiso.
“Venga, Ed. Apuesta que se vaya a su casa si pierde” Pensé eufórico.
— Si gano y consigo que estén más pendientes de mí que del juego… —Mi hermana colocó pensativa su dedo índice entre sus labios, mordiéndolo suavemente. Cuando estaba indecisa tenía ese vicio. ¿Indecisa de qué?—. No podrás tocarme.
— Eso es excesivo, tienes que poner una fecha límite.
— También considero excesivo que puedas dormir en mi cama si ganas y no digo nada —Edith puso los ojos en blanco al ver la negativa de Goliat y propuso lo siguiente—. Está bien. No podrás tocarme en lo que queda de día.
Me llevé la palma de la mano izquierda a la frente. No me lo esperaba. Quedaba menos de una hora para que terminase el día. ¿En que estaba pensando mi hermana?
Al ver que mi hermana se encaminaba hacia las escaleras, yo bajé cual ninja hasta sentarme en el sofá vació. No tardaron en aparecer Goliat y mi hermana, él se sentó en el hueco vacío de mi derecha y, mi hermana, se sentó entre los gemelos que ni se inmutaron.
Solo Diestro estaba jugando, mientras que Siniestro no perdía detalle del espectáculo visual de la pantalla, mi hermana se centró en él acercándose a su oído donde le susurró algo que no alcancé a oír.
El gemelo se puso rojo como un tomate mientras que Edith se reía, se giró hacia Diestro dándole la espalda a su hermano el cual la colocó entre sus piernas, después empezó a masajearle los hombros mientras mi hermana gemía casi imperceptiblemente. Alcancé a ver como mi hermana se inclinó unos grados hacia atrás y se apoyando las manos en los muslos del joven mientras apretaba con las uñas su pantalón. Su expresión se llenó de gestos sucios y obscenos. Fingía tan bien su papel que hasta Diestro dejó de prestar atención al juego. En menos de cinco minutos, ya tenía a los dos cachondos perdidos haciéndole un masaje, ambos estaban siendo estimulados por sus gemidos. Siniestro en los hombros y Diestro en los pies.
— ¡Oh! Que gusto chicos, de verdad. Sois geniales haciendo masajes, ha sido muy… Excitante. Nunca dos hombres a la vez me habían dado tanto placer —dijo, algo imposible de no malinterpretar—.Pero es suficiente —dijo mientras se alzaba y se colocaba las sandalias de andar por casa.
— Vuelve si quieres otro masaje —Se ofreció Diestro.
— ¿Otro? —Edith se lo pensó—. No, me he quedado satisfecha. Creo que este ha sido un buen masaje, por lo que debe ser el último.
Mi hermana subió y enseguida lo hizo Goliat. Cuando aún no había salido él del comedor, me levanté para enterarme de todo. ¿Qué pasaría ahora? El nunca haber visto a mi hermana comportarse así era solo un aliciente para desear conocer esta faceta suya.
— Voy al baño —dije sin importarme que se creyesen la excusa; lo cual no fue problema pues ambos estaban hipnotizados por el juegazo de witcher 3 ¡Malditos zombis!
Subí las escaleras pero no los encontré. Afiné el oído pero no los oí. Anduve con sigilo hasta escuchar las voces en el cuarto de mi hermana. No perdí tiempo y me fui a mi habitación la cual era continua a la suya. Me subí a la mesa que estaba pegada a la pared, la cual era la que compartía su habitación y la mía. Había una rejilla que se mantenía tapada por los filtros metálicos, unas tiras de plata que no permitían ver lo que pasaba al otro lado, sin embargo había una pequeña palanca que alzaba esos filtros permitiendo ver lo que pasaba.
Sí, era un cotilla. Lo sabía.
—… Has hecho trampa —Le acusó Goliat.
— Te he dicho que salgas de mi habitación —ordenó Edith—. Y no he hecho trampa. He ganado.
— Los has tocado, a ambos.
— Ellos me tocaron a mí, para hacerme el masaje.
— Tus manos presionaban y acariciaban los muslos de Siniestro, al presionar le transmitías tu excitación. La apuesta era que tenías que excitarlos sin tocarlos ni exhibirte, es decir, solo con palabras.
— Tarde, haberlo aclarado en su momento.
— Entonces si tú incumples tu parte yo lo haré con la mía.
— ¡Eh! No me toques —exclamó mi hermana—. ¿Qué es lo que pretendes entonces?
— La apuesta era que si perdías podría dormir contigo.
— Pero he ganado… —insistió ella indignada.
— …Haciendo trampas.
— Podríamos hacer otra apuesta…
— ¿Para que vuelvas a hacer trampas? No.
— No las haré —suplicó sensualmente; ella solo le estaba utilizando, o de eso me intentaba convencer yo a mí mismo.
Goliat se rio maliciosamente y ella retrocedió un par de pasos.
— ¿Por qué te ríes así? —inquirió desconfiada, él no contestó, dio unos pasos hacia ella—. ¿Q-Que haces?
— Hagamos un trato. Yo cumplo mi parte y tú cumples la tuya.
— Es decir…
— No te toco y después duermo contigo.
— Eso no va a pasar y lo sabes —afirmó mi hermana retrocediendo hasta su cama, hasta que sus piernas chocaron con la base de esta, perdiendo el equilibrio de espaldas hasta posarse sobre el colchón.
— Lo estas deseando.
— No…
— Venga. Pégame como lo hiciste antes, demuestra que no quieres —Le tentó Goliat colocándose entre las piernas de ella, él aún de pie. Edith seguía estirada mirándolo sumisamente. ¿Cómo podía ser en realidad tan zorra, esa mujer a la que tanto admiraba por su resistencia y esa fuerza? Me dio asco verla así, pero no pude dejar de mirar. ¿Sería yo igual de enfermizo que ella? Eso parecía.
— Lo haré si no te alejas —Goliat se inclinó y agarró la cremallera de su sudadera, bajándola lentamente. Edith lo agarró por las muñecas mientras negaba con la cabeza—. Te he dicho que no —se resistía pero con tan pocas ganas que ni yo me lo creía, soltó una de las muñecas para intentar darle un guantazo pero él le agarró ahora por su muñeca y la empotro con fuerza en la cama. Ella gimoteo de dolor—. Me haces daño, suéltame.
— Yo decidiré cuando te suelto. Eres mía y te haré lo que quiera —masculló con crueldad Goliat, aunque no parecía querer hacerle daño. Ella se siguió resistiendo intentando que aquel cerdo ese no le bajase más la cremallera.
Alguien picó a la puerta de su habitación y Edith automáticamente volvió a ser la misma de siempre empujándole hacia el lado.
— Escóndete. Solo falta que mi padre te vea aquí.
— Pequeña. ¿Estás ahí?
— Sí papa, ya voy.
Ella se subió la cremallera hasta arriba y abrió la puerta.
— ¿Vas a dormir ya?
— No papi, ahora iba a bajar con esos cuatro.
— Bien, yo acabo de terminar de preparar unos papeles referentes a la abuela en el despacho y me voy a ir a la cama.
— Vale papi, que duermas bien.
Mi padre se fue y vi como Edith cerraba la puerta. Goliat se acercó a ella que estaba inmóvil con la cabeza apoyada en la puerta, la agarró del pelo conduciéndola a la cama. Que bestia era, pero lo que me sorprendía es que ella se dejase tratar así.
La lanzó contra la cama donde cayó rendida.
— P-Por favor…
— Basta de apuestas. Hagamos un trato.
— ¿U-Un trato? —preguntó mi hermana, a mí me pareció que ella estaba temblando pero no pude estar seguro al cien por cien.
— Mira como me tienes —dijo el gigante levantándose la camisa. Vi como mi hermana abría los ojos como platos—. Y tú estás empapada por aquí abajo. Sácate voluntariamente estas medias y haré que goces como la perra que eres.
— Y-Yo n-no follo c-con menores —tartamudeo temblando mi hermana.
— ¿Qué hora es?
Mi hermana miró en mi dirección donde tenía colgado un reloj.
— Las once y media.
— Queda media hora para que sea oficialmente mayor de edad, y yo no pienso esperar.
— Y aunque fueses mayor de edad no pienso follar contigo, cerdo —Le desafió mi hermana.
Alguien picó a mi puerta, yo bajé maldiciendo con truenos y relámpagos la interrupción, era Diestro.
— Baja con nosotros anda que Goliat está en el baño y nos aburrimos solos los dos.
— Oh, venga…
— Joder, si molestamos no nos invites.
— No molestáis, es solo que… —dije concentrado en la otra habitación.
— Venga, bájate entonces.
— Es solo que…
Diestro se situó detrás de mí y me obligo a empujones a bajar. No se me ocurría ninguna excusa para no bajar y tampoco quería delatar a mi hermana. Maldita sea.
Ella quería, pero no lo reconocía.
*Goliat*
Ya la tenía dominada, ella estaba temblando quizás fruto de la ya asumida excitación o tal vez como muestra de sus últimos intentos por resistirse. Iba a someterla y la convertiría en un objeto de mi propiedad. Ella no tenía derecho a nada, solo aspirar a disfrutar mientras me daba placer. No había ya posibilidad de negarse.
Ella estaba sentada en la cama, apoyada sobre sus dos manos. Yo estaba de pie frente a ella. La habitación estaba sumida en el más absoluto de los silencios.
— Como dije te propongo algo.
— Me has propuesto follar y te he dicho que no.
— Te propongo otra cosa.
— ¿El qué?
— Quítate las medias.
— Estás loco… —dijo ella negando con la cabeza—. No voy a hacerlo.
— No estoy hablando de follar, estoy hablando de que me enseñes tu coño.
— ¿Que harás si te lo enseño?
— Masturbarme
— ¿Y ya está? —Me preguntó. Al parecer ella aún no era consciente de que era inevitable, aún se pensaba que era ella la que decidía.
— Sí.
— Promételo.
Me concentré en no reírme, en mantenerme serio.
— Lo prometo —Al hacerlo ella me miró recelosa.
— Si intentas metérmela te matare.
— Te lo he prometido —Repetí acercándome a ella y bajándome los pantalones. Con los dedos de los pies me quité hábilmente las bambas y los calcetines, después los pantalones. Mi polla morcillona se quedó suspendida en el aire balanceándose de un lado a otro— ¿Es enorme, verdad? —Pregunté mientras la agarraba firmemente apuntando mi glande contra su boca.
— ¡Serás cerdo! Quítame eso de la cara —solicitó enfadada.
— Esta en mi mano, no en tu cara —Le corregí burlonamente.
— Quítame de la cara lo que tienes en la mano —Repitió aborrecida.
— Eso está mejor, ahora quítate las medias.
— ¿En cuánto te corras… me dejaras en paz?
— Sí —dije y no mentía.
Recelosa dejó de mirarme el miembro y alzó la mirada clavándola en la mía.
— Otra vez. ¿Entiendes que tengo novio, eres menor de edad y que además no quiero follar contigo?
— Entiendo que tu novio está muy lejos y que te tiene abandonada. También comprendo que soy menor de edad hasta dentro de… —miré el reloj—… veinte minutos y, también, entiendo que no quieras follar conmigo.
— H-Has prometido que no la meterás. Si lo intentas luego no me culpes por defenderme.
— Te lo prometo de nuevo.
Ella estiró sus piernas y lentamente se fue bajando las medias hasta quedar recogidas en un tobillo. Tenía el coño peludo, ya me lo había parecido pero era más de lo que esperaba. No era una sorpresa sabiendo que era una mujer fiel a su novio, sin embargo, todo tiene un final.
— Si me la chupas acabare antes.
—No voy a chupártela ni a masturbarte, apáñatelas tu solito. Recuerda, nada de tocar —Sus temblores iban empeorando, eran casi imperceptibles, sin embargo me encendía como una mecha en San Juan—. Recuerda que no me puedes tocar.
— Esa apuesta quedó invalidada.
— No lo digo por la apuesta. Es algo que te digo yo ahora. No me toques o esto se acaba.
Obedecería por el momento hasta encontrar cualquier síntoma de debilidad por su parte. No podía arriesgarme a enfadarla, pues echaría a perder toda su excitación. Tenía que hacer que pensase solo en el placer.
Así pues me agarré el miembro y comencé a masturbarme, ella abierta de patas para mí mientras miraba hipnotizada mi miembro.
Con la mano que me sobraba y sin decir nada, la moví hasta alcanzar la cremallera de su sudadera. Ella inmediatamente me agarró por la muñeca y me miró desafiante a los ojos, pero no dijo nada. Sentí una presión descendente provocada por su mano, y la cremallera fue bajando hasta llegar a su cintura, donde ambas solapas se separaron.
Sus tetas no eran demasiado grandes, pero llenarían mis manos. Continué bajando hasta llegar a sus labios vaginales, los cuales estaban completamente lubricados.
Posé la palma de la mano y, con suavidad, la empuje para tumbarla completamente.
— ¿Q-Que haces? —preguntó sin mostrar ya resistencia.
— Cállate —Le ordené mientras acercaba lentamente mi polla a su entrepierna.
— No… —Ella solo se estaba resistiendo verbalmente, todo iba bien. Pero cuando mi polla ya estaba apuntando hacia el orificio ella se inclinó de nuevo y colocó sus dos manos en mi pecho.
— ¿Qué te pasa ahora?
— Recuerda lo que me prometiste —dijo mirándome a los ojos.
— Lo recuerdo —contesté poniendo énfasis en el “Lo”.
— ¿Qué haces?
— Voy a masturbarme contigo.
— ¿C-Conmigo? —preguntó y yo asentí— Te dije que no podías tocarme.
— Voy a hacerlo. Elige: O me permites toquetear un poco o te la meto a la fuerza.
— N-Ninguna de las dos. No puedes obligarme.
Cansado de dialogar y hacerlo por las buenas la cogí del cuello sin apretar y la estampé contra el colchón. Ella desesperada se agarró con ambas manos a mi muñeca.
— S-Suéltame —Me exigió mirándome con odio.
— No, podía haberlo hecho así desde el principio y no lo hice. Es culpa tuya por resistirte tanto.
— ¿Me quieres obligar a hacer algo que no quiero?
— No te estoy obligando y lo sabes. Lo deseas.
— Cuando lo deseé te suplicaré, y eso no pasará nunca.
— Entonces no supliques. Para mí eres ya lo mismo que un buffet libre, cogeré lo que quiera cuando quiera —Al decir esto su expresión pasó de enfado a desesperación.
— P-Por favor… No… —Una lágrima cayá por el costado de su rostro, sus manos me agarraron la polla mientras ella proponía una solución que me gusto—. Haré que te corras. ¿Vale?
Yo no respondí. No me satisfacía obligarla, no me satisfacía hacerla sufrir. Yo quería que suplicara, que se humillase a cambio de disfrutar.
Sus manos empezaron a masturbarme, eran muy pequeñas y no podían abarcar bien mi miembro. Yo en ningún momento la solté del cuello, no hasta que ella demostrase que realmente no quería o asumiese su papel de objeto. Estando encima de ella, acerqué mi rostro al suyo lo suficiente como para oler la fragancia de su respiración.
— ¿Por qué lloras? —Al preguntar eso ella se rio tímidamente.
— ¿Te estoy masturbando y te preocupa el que lloré? Creía que para ti solo era un objeto.
— Lo eres. Un objeto sexual. Pero eso no te hace menos persona, no quiero que llores. Así que responde. ¿Por qué lloras? ¿Es por mí?
— Sí.
— ¿No deseas esto?
— Sí… —dijo cerrando los ojos, sin soltar su cuello y con la mano que me sobraba, le arrebaté a sus manos mi miembro.
— ¿Deseas mi polla? —pregunté pero no respondió, yo me separé de ella y observé su humedecido coño el cual ya estaba empapando las sabanas. Posé la superficie del prepucio en su clítoris y el tronco sobre su orificio. El glande sobresalía estampado contra su vello púbico—. Si no dices nada te la meteré.
— Recuerda que me prometiste que no la meterías.
— Lo recuerdo.
— No la metas —suplicó sin ser capaz de mirarme a los ojos.
— Esta fuera.
— No la metas… —repitió soltando un gemido, consiguiendo motivarme más.
— Esta fuera —La tranquilicé mientras agarraba mi polla y, posando el extremo de mi glande en su orificio, comencé a restregarlo contra este con suavidad, poco a poco descendiendo más mientras me masturbaba subiendo y bajando el prepucio.
— ¡¡Ufff!! No la metas… —Suplicó mientras yo apuntaba el extremo de mi polla contra su orificio tras acomodar mis caderas, ella gimió levemente en consecuencia—. Me lo prometiste Goliat. No las metas.
La tenía agarrada por el cuello, pero ella agarró mi verga para asegurarse de que no lo metía. Su mirada desafiante me transmitía deseo, el temblor de su cuerpo evidenciaba su necesidad, la humedad que impregnaba nuestras zonas genitales nos preparaba para lo que estaba por venir. Yo notaba sus tiernos labios vaginales rozando con la punta de mi mástil. Había llegado el momento.
— ¿Qué pasaría si te la metiese? —pregunté acercando mi cara a la suya, sin llegar a tocarnos.
— Recuerda lo qu…
— Te he hecho una pregunta. ¿Qué pasaría si te la metiese ahora?
— S-Se sentiría muy bien —confesó, bajando la mirada. Yo quería tener un primer plano de su rostro para cuando la penetrase.
— ¿Cómo te sientes ahora?
— Obligada —dijo mordiéndose el labio inferior—. Forzada —Se corrigió mirándome de nuevo a los ojos—. Recuerda que me prometiste que no la meterías.
— Solo me estoy masturbando —Me excusé y, en consecuencia, comencé a frotar mi falo sutilmente. A ese froté añadí unos empujones casi imperceptibles, noté como pese a las manos de ella procurando que no entrase, comencé a meter milímetro tras milímetro.
— ¡Ahhhh! —Gimió mientras se mordía los labios de nuevo.
— No te muerdas los labios, no sabes la excitación que me provoca —dije, di otro empujón metiendo unos dos o tres centimetros mas de glande. Ya debía tenerlo todo enterrado en su coño.
— Me la estas metiendo… —Me reprochó—. Tengo que mordérmelos para no gritar.
— Muerde entonces, no quiero que te oigan.
— P-Por favor… No.
Reanudé el frote metiendo y sacando el glande levemente mientras ella negaba con la cabeza sin dejar de mirarme, la verdad es que tenía el coño tan mojado y abierto que me estaba costando no meterla pero quería alargar esta sensación un poco más.
— M-Me lo prometiste.
— Muérdete los labios —ordené sin dejar de mirarla a los ojos.
— ¿Y sí no lo hago? —preguntó desafiante.
— ¿Quieres que te oigan?
— No… Pero si me los muerdo… —Yo negué con la cabeza, ella se mordió los labios. El momento que tanto había esperado había llegado. Mis caderas cogieron carrerilla retrocediendo hasta que detuve la marcha atrás, ella abrió mucho los ojos suplicándome con la mirada que no lo hiciese pero yo la empalé de una sola embestida.
— ¡¡Hmmmmmmmmm!! —Sus ojos se pusieron en blanco de gusto al recibir casi todo mi miembro por fin—. ¡¡Ahh!! —gimió dejando de morderse los labios.
Rugí de placer al sentir por fin su cálido y húmedo interior. Saqué mi verga de nuevo casi en su totalidad dejando dentro solo el glande para volver a introducirla lo más fuerte que pude provocando que soltase un nuevo alarido de placer, sus piernas se cernieron sobre mi culo apretándome.
—E-Eres un bestia… —Edith gemía rítmicamente en cada nueva embestida como una perra en celo— ¡El condón! —gritó al percatarse por fin de que estábamos follando a pelo.
— No tengo —contesté mientras me concentraba en meterla y sacarla con habilidad.
— E-Entonces… —Me pareció que no podía pensar con claridad—. P-Prométeme que no te correrás dentro.
Yo lo sopesé unos segundos.
— No te prometo nada.
— ¡Prométemelo o paramos ahora mismo!
— Si me dejas correrme en tu boca, prometo que no me correré dentro.
Ella puso cara de asco.
— Date prisa, Edith. Esto es una cuenta atrás.
— ¡Te dejaré que acabes en mis pechos!
— O en tu coño o en tu boca.
— O en mis pechos… O acabamos ahora mismo.
Yo reanudé las embestidas de nueva penetrándola violentamente provocando de nuevo sus gemidos.
— Acepto —respondí metiéndole los dedos dentro de su boca y, sin dejar de mirarme, comenzó a lamerlos embadurnándolos con su saliva caliente . Me incliné hacia ella provocado por esos labios pero me rechazó de nuevo. Furioso le mordí el cuello provocando que soltase un sonoro alarido.
— N-No me muerdas ¡Por favor! ¡Ahh! —suplicó mientras sus manos se posaban en mi culo y me apretaba las nalgas. Yo comencé a morder su hombro con más desesperación y la fracción de mi polla en su interior se hizo más intensa al sentir que no faltaba demasiado para acabar— ¿Te falta mucho? —preguntó provocando que perdiese de vista el orgasmo venidero.
— Un poco.
— Sácala, no me fio —dijo mientras me empujaba fuera. No me interesaba tenerla de malas, así que retrocedí voluntariamente.
Me estiré en la cama boca arriba y ella, a cuatro patas encima del colchón, comenzó a devorar mi miembro como le era posible pues apenas le cabía en la boca. Para ayudarla a bajar y subir con más facilidad coloqué mi mano en su nuca, presionando hacía abajo. Edith se recogió el pelo colocándoselo pasándoselo por detrás del cuello.
La idea de correrme dentro de su boca de forma no consentida provocó mi inmediata sobre-excitación. No pude evitar menear las caderas mientras presionaba su nuca hacia mi entrepierna. Escuché como mientras lamía producía quejidos de protesta, sin embargo no dejó de masturbar mi miembro y de darme placer con su cálida lengua.
Hilos de saliva cubrían el tronco de mi miembro y el roce de su lengua en la punta de mi glande provoco un orgasmo precoz.
Sus ojos se cerraron mientras me apretaba con sus uñas los muslos, intentando separarse y cuando lo consiguió se le derramaron gotas de leche por las comisuras del labio.
— ¡E-Eres…! —comenzó a decir, pero cerró la boca tragándoselo todo.
Sin añadir nada más se levantó, agarró las medias y se las puso; hizo lo propio con la sudadera y se fue de la habitación. Yo me dejé caer de nuevo sobre el colchón mientras se me quitaban las ganas de tener sexo en toda la noche. Esa sensación de sentirme adormilado se me pasaría tras reposar unos minutos.
Ahora ella estaba insatisfecha y vulnerable, y no la iba a dejar escapar.
No es una apuesta, es una porra colectiva para ver quien abusa más de ella.
*
Edith
*
Cerré la puerta del baño tras de mí, cerrando con candado. En la intimidad de la sala por fin pude ser yo misma. Me miré al espejo sin reconocer a la mujer que veía en él. Mi corazón aún latía a mil por hora mientras saboreaba ese espeso semen en mi boca. Mis dedos sudorosos se deslizaron a mi empapada vagina. La tenía muy sensible y se me escapó un quejido al introducir los dedos por debajo de las medias.
Comencé a asimilar todo lo que había pasado. En como yo había consentido todo eso: Lo deseaba y lo había disfrutado. Pensar en eso me recordó en como me tocaba: esa rudeza y esas manos expertas.
Gemí de nuevo al recordar su glande entrando en mí, pero fui interrumpida por unos golpecitos en la puerta.
— ¿S-Si? —inquirí acercándome a la puerta. Solo podía ser Goliat. Al otro lado escuché poco más que un susurro: Abre—. N-No… Baja abajo.
— Ábreme —Me ordenó. Yo me mordí el labio indecisa sopesando las opciones.
Podía no abrir hasta que se cansara o podía abrir y averiguar lo que quería. Dudaba que siguiese con ganas de tener sexo porque ya se había desahogado, por lo que opté por abrir la puerta.
El entró cerrando tras de sí la puerta, anduvo despacio hacia mi haciéndome retroceder hasta arrinconarme contra la repisa del baño.
— ¿Q-Que quieres?
— Tranquila, me estoy recuperando aún, así que no te haré nada… Todavía —confesó con una pícara sonrisa, al oír todavía mi respiración se alteró de nuevo. Yo intenté mostrarme inalterable y alcé el mentón mirándolo desafiante a los ojos, procurando no mostrar signos de debilidad.
— Quiero proponerte algo —Yo guardé silencio esperando a que lo soltase de una vez, al ver que no decía nada añadió: —. No has conseguido aguantar conmigo. Ahora quiero saber si podrías contra los dos gemelos… Sin que te pille tu hermano.
— E-Estas loco, no pienso hacerlo. ¡Lárgate! —ordené imaginándome la escena mientras le señalaba a la puerta.
— Si no lo haces…
— Si no lo hago. ¿¡Que!? —pregunté desafiante.
— Nada. Demostraras lo cobarde y lo zorra que eres.
Yo abrí la boca sorprendida.
— ¿Perdona? —Le pregunté sin creerme lo que acababa de oir.
— Eres una zorra, una adicta a las poll… —No le dejé terminar y le metí una sonora bofetada por no hacer algo peor. En consecuencia el me agarró por la muñeca y me empotró contra la pared. Sentía los pechos apretujados contra las baldosas de la superficie y su fuerte mano apretando mi muñeca contra mi espalda.
— Yo nunca te pegaría, agradecería que tú tampoco lo hicieses —intenté mirarle furiosa pero mis ojos no lo alcanzaban.
— ¿Qué me harás? Porque como no me sueltes te voy a dar la paliza que te debió haber dado tu padre —amenacé completamente rabiosa por su falta de respeto contra mí. Antes me había parecido morbosa su actitud dominante, pero no iba a permitir que me menospreciase.
Noté como me bajaba las medias y una cachetada estrellaba contra mi nalga.
— ¡Ahhh! —gimoteé dolorida, no me golpeó fuerte, pero su rudeza me dejó impactada—. ¿Q-Que hac...? —Antes de poder terminar de preguntar otro cachete aterrizó en mi nalga. Noté como trasero vibraba y un torrente de adrenalina inundaba mi cuerpo. Un tercer azote me hizo gemir de placer mientras juntaba los muslos, me temblaban y comenzaban a fallarme. Tenía la sensación de que iba a derrumbarme de un momento a otro. Me di cuenta que de forma involuntaria alcé el trasero, no pude evitar cerrar los ojos y suspirar a la espera de un cuarto que nunca llegó.
Noté como su mano liberaba mi muñeca y me di la vuelta. Apoyé mi espalda y mis nalgas contra las frías baldosas mientras le observaba sumisa. Me había encantado ser azotada y yo no entendía porque.
— Te castigaré de una forma muy similar a esta cada vez que te atrevas a golpearme.
— Entonces lo haré más a menudo —Le desafié sonriéndole.
— ¿Te ha gustado? —Preguntó mientras colocaba su mano contra la pared y acercaba su cara a la mía, yo ya no podía retroceder más.
— No —mentí sabiendo lo evidente que resultaba para él.
— Vine aquí para proponerte algo. Pero terminará siendo decisión tuya si aceptas o no.
Entrecerré los ojos excitada al recordar la proposición referente a los dos gemelos.
— No pienso seguir jugando a tus juegos.
— ¿Por qué? Podemos pasárnoslo muy bien.
— Lo que ha pasado en mi habitación ha sucedido porque tú eres muy pesado y yo quería que me dejaras en paz.
— Engáñate a ti misma si quieres —se apresuró a añadir—. Pero te propongo una pequeña apuesta.
— Tontear con los gemelos.
— Si y no —contestó provocando mi curiosidad.
— ¿¡Quieres proponer lo que sea que tienes en mente!? ¡Me estas poniendo nerviosa!
— La idea es que consigas que los dos gemelos se calienten hasta tal punto que se pongan digamos… Cariñosos.
— ¿Y ya está? —pregunté para mi sorpresa decepcionada.
— No, ahí es cuando empieza la verdadera apuesta. Tienes que ser capaz de satisfacerlos sin tener sexo con ellos —explicaba mientras yo me imaginaba la escena—. ¿No te ves capaz? —inquirió.
— ¿Y por qué iba a hacerlo? —pregunté desafiante, aunque me divertía la idea de ver hasta donde podían llegar los gemelos. De nuevo esa sensación en el vientre me hizo estremecer.
— ¿Y por qué no ibas a hacerlo? —preguntó él dejándome sin respuesta. Se acercó aún más a mí y, nuestras narices se rozaron y me miró furtivamente derritiéndome por dentro—. Sí consigues satisfacerlos sin tener sexo con ellos…
— ¿¡Que!? —pregunté siendo plenamente desconfiada.
El me miró y yo le miré. El silencio reinó en el baño. Yo no iba a aceptar, pero me pareció interesante la proposición. Yo podía aguantar perfectamente la lujuria de esos dos sin sucumbir a mi propio deseo.
— Te prepararé el desayuno por la mañana —propuso para mi completa sorpresa.
— ¿H-Hablas en serio?
— Sí. Lo prometo.
— ¿Y si fallo…?
— Podre follarte sin condón de nuevo.
— ¡Ala! No compensa.
— ¿Qué pasa? —preguntó sonriendo— ¿No tienes confianza en ti misma?
Yo entrecerré los ojos y apreté mis puños mientras sopesaba mis posibilidades. Estaba muy caliente, pero al mismo tiempo no deseaba nada de esto. ¿Sería capaz de resistir dar placer a dos jóvenes absteniéndome?
No obstante asentí, cada vez me gustaba más el juego y sus riesgos. Me estaba volviendo una apostadora y disfrutaba ubicando mis desconocidos límites.
Goliat se acercó de nuevo a mi oído; ya no me daba asco el roce de sus labios.
— Recuerda que todo esto debo presenciarlo yo —Yo asentí sin rebatírselo—. Y delante de tu hermano, aunque esté despierto —Debí poner una cara rara porque añadió—. Tranquila, no creo que se vaya a traumatizar.
Él salió del baño dejándome sola, yo me lavé la boca y aseé a conciencia.
Apoyé mis manos en el lavamanos y me miré al espejo sin ser capaz de reconocerme. Mi mente estaba en blanco y no conseguía conectar mis pensamientos hasta formar una buena argumentación para salir de esa… En verdad, todo estaba muy claro: Yo era una exhibicionista. Había disfrutado yendo sin ropa interior por la casa y me calentaba la idea de que mi hermano me viese provocando a sus amigos. Me gustaba la idea de calentar a los machos que me rodeaban, y de que por primera vez no fuese yo la que llevase la iniciativa. De que fuese otro el que tomase el control de la situación.
No iba a tener sexo con ellos, no. Era un reto personal.
Iba a bajar y haría lo que tenía que hacer para demostrarme a mí misma la gran fuerza de voluntad que tenía.
Fui decidida tras asearme a la habitación. Me extrañó que mi padre no se hubiese levantado ni una vez con la de ruido que deberíamos haber estado haciendo entre todos.
Abrí el armario y saqué unos shorts elásticos que podían pasar fácilmente por unas bragas ya que no llegaban ni a la mitad del muslo.
Me miré al espejo de la habitación y enfoqué mi trasero hacia él, observando hasta el más mínimo detalle.
Después agarré una camisa de tirantes bastante ajustada y me la enfundé sin sujetador. Se me transparentaban los pezones y sobresalían duros como piedras.
Volví a mirarme al espejo. La camisa me llegaba hasta la cintura, dando la falsa impresión de que iba desnuda de cintura para abajo. Mis senos estaban más endurecidos de lo normal…
Había llegado el momento de bajar y enseñarles a esos mocosos quien mandaba en esa casa.
Cuando la heroína pierde la batalla… No es por debilidad; es por soberbia y prepotencia.
*
Jon
*
No conseguía dormir. Pese al regreso de Goliat al comedor yo continuaba imaginándome a mi hermana siendo abusada por mis invitados.
Yo me hallaba estirado en el primer sofá, el más cercano a la puerta que daba a la escalera. Mis parpados estaban cerrados pero mis ojos se movían en todas las direcciones, incapaces de descansar.
Los abrí disimuladamente procurando que no se notase que estaba despierto, dejándolos entrecerrados consiguiendo ver lo que hacían: Goliat se había sentado en su sillón individual entre la tele y el sofá principal donde se hallaban Diestro y Siniestro, aún jugando con el volumen bajo. Goliat parecía estar durmiendo. Abrí los ojos un poco más para asegurarme y, efectivamente, los tenía cerrados.
Al oír pasos provenientes del pasillo volví a cerrar los ojos.
— ¿Aún seguís jugando? —Oí decir a mi hermana abriendo la puerta del comedor, cerrándola tras de sí. Escuché como se apoyaba sobre mi sofá, seguramente para observarme.
— Sí. ¿Qué haces despierta? Ya es la una de la noche —respondió uno de los hermanos, posiblemente el que estaba más alejado.
— No puedo dormir…
— ¿Y eso?
— Tengo mucha hombre ¿Vosotros no?
— La verdad es que nos llenamos bien en la comida.
— Sí… Lo malo de mi dieta, no puedo comer demasiado si no hago el ejercicio correspondiente para quemar las calorías… Ojala pudiese comer algo que no me diese calorías y me quitase el hambre —Le escuché decir a ella. Hubo un silencio mientras los pasos descalzos de mi hermana se alejaban en dirección a la cocina. ¿A dónde iba? Tras unos instantes sus pies desnudos regresaron hasta sentir como en vez de dirigirse de nuevo hacia la puerta del pasillo, se encaminó hacia la tele y, después, un ruido sordo producido por ella misma al dejarse caer al sofá entre ambos gemelos.
Mis ojos se hallaban de nuevo entreabiertos y podía verlo todo. ¿¡Que le estaba pasando a mi hermana!? Estaba desnuda de cintura para abajo, con una camisa blanca de tirantes… ¡Y un plátano en la mano!
— ¿A qué jugáis, chicos?
— Pues a the witcher 3… —respondió Siniestro totalmente embobado con la tele. Eso me tranquilizó ya que parecía ni haberse percatado de la desnudez de mi hermana.
— ¿Y de que va?
— Va de un brujo caza-recompensas en un mundo de fantasía medieval.
— ¿Y va de sexo? —preguntó mi hermana al ver una escena sexual entre el brujo y una pelirroja.
— Tiene sus partes, sí —contestó sin explayarse Diestro.
— Uf… Ese brujo sí que sabe. No me vendría nada mal alguien así en este momento —Mi hermana estaba abriendo el plátano mirándolo obscenamente. Mientras que Siniestro apartaba la vista del juego, Diestro, al parecer más espabilado que su hermano, centró toda su atención en “otro” juego.
— ¿El plátano te quita el hambre? —preguntó girándose hacia ella.
— Nop… —dijo ella lamiendo el plátano mientras le miraba a los ojos, siniestro aún parecía estar absorbido por el juego.
— ¿Entonces? —preguntó Diestro haciéndose el tonto.
— Me quedé con hambre en la cena, por lo que este plátano no será suficiente…
— ¿Y qué te comerías si no estuvieses a dieta? —Mi hermana miró al techo pensativa mientras le daba un mordisco al plátano.
— Seguramente una buena butifarra con su salsa y su fuerte hedor a carne, un enorme cilindro de carne...
— ¿Solo una? —preguntó haciéndose el tonto.
— Si ni llenasen me comería más, pero las butifarras engordan…
— Tu hermano antes nos hizo butifarras por la tarde, podríamos compartirlas contigo.
— ¿Y no os las comisteis?
— No, no teníamos hambre.
— Pues dádmelos —Mi hermana parecía fuera de sí frotando la rodilla del muchacho.
— ¿Y sí ahora no quiero compartirlos contigo?
— ¿Me los has ofrecido y ahora no me los das?
— Exacto, me lo inventé. No hizo butifarras.
Edith lo miró y vi como sonreía.
— Pues has hecho que me entre mucha hambre y si no es con butifarras me voy a tener que comer cualquier otra cosa.
— ¿Con qué?
— Pues cualquier cosa… Luego no te quejes.
— Aquí no hay nada comestible —dijo el gemelo sonriendo.
— Tienes razón, pero mordiendo y masticando algo blando seguro que se me quita el hambre rápido.
— ¿Y qué vas a masticar?
Ella no dijo nada pero observe como se acercaba al oído de este y tras susurrar algo le lamio suavemente el cuello de abajo a arriba para después clavar un mordisco que dejo con la boca abierta al Diestro.
Este la agarró por la nuca y presionando hacia abajo, hizo descender la cabeza de mi hermana hasta su ombligo y, con la otra mano, se sacaba del pantalón elástico un nabo morcillón.
Ella sin dudar lo agarró con una de las manos y comenzó a masturbarlo sin dejar de mirarlo.
— Mentías… Tenías una butifarra.
— Ya.
— Pero tiene un olor bastante fuerte.
— Es carne de primera, nena. ¿No querías algo que te llenase?
El meneo experto de mi hermana demostrando su práctica en el arte de masturbar fue poniendo poco a poco la polla tiesa al joven, que volvió a empujar la cabeza que tenía en la mano hasta aquel falo.
Edith se resistía a continuar bajando, el pene de Diestro no parecía pequeño, pero tendría un tamaño que rondaría los diecisiete centimetros, lo que venía a ser una longitud media. Pese a resistirse, mi hermana abrió los labios asimilando el glande del joven mientras ponía cara de asco.
Diestro presionó la cabeza de mi hermana hacía su entrepierna provocando que ella se la tragase prácticamente toda. Su cabeza se fue enrojeciendo hasta que Diestro la liberó permitiéndole subir de nuevo. En cuanto cogió aire le obligó a bajar de nuevo, y mientras hilos de saliva colgaban de los labios de mi hermana humedeciendo todo el miembro de mi amigo. Ella alzaba el trasero que rozaba a Siniestro.
Este ya había parado la play, dejando la tele encendida. Se bajó los pantalones con la polla tiesa orientándola hacia la entrepierna de mi hermana, la cual no conseguía ver debido a la misma camisa de esta.
Siniestro retiró la camisa subiéndosela hasta la cintura, hasta permitirme contemplar las medias-short que llevaba puestas mi hermana. Las largas uñas del esté se infiltraron en esos pantaloncitos elásticos de color negro y, poco a poco, comenzó a retirarlos hasta posarlos sobre las rodillas de la joven. Agarró su miembro y lo dirigió hacia la entrepierna de mi hermana. ¡Iba a penetrarla delante de mí! ¿Pero cómo podía haber cambiado tanto? La Edith que yo conocía podía ser de esa manera, pero solo con su pareja y, en lo que llevábamos de día ya se lo había montado con mis tres invitados.
Bajo la manta no pude evitar sacar también mi pene para comenzar a masturbarme lo más disimuladamente posible. Era lo más excitante que había visto en mi vida, pese a que fuese mi hermana la que fuese a ser empalada por los dos penes de mis amigos, yo no podía evitar calentarme ante ese espectáculo.
Me llevé una inesperada sorpresa cuando una de las manos de mi hermana, agarró el pene de Siniestro mientras dejaba de chuparle el miembro a su hermano.
— Chicos, nada de sexo. A no ser que tengáis condón —dijo mi hermana en voz baja. Hilos de saliva colgaban de las comisuras de sus labios, los cuales caían sobre el canalón de su escote. Tenía los dos penes agarrados y posteriormente comenzó a masturbarlos.
— Creía que querías butifarras.
— No a costa de quedarme embarazada —contestó ella sonriendo mientras Siniestro sacaba los pechos de mi hermana al exterior— ¿Tenéis condón o no? —volvió a preguntar mientras cerraba los ojos ante el manoseo de uno de los gemelos. Diestro continuaba estirado mientras esta le masturbaba.
— No —contestó él a regañadientes.
— Entonces nos lo vamos a pasar muy bien sin meterla —susurró levantándose del sofá y dejándolos erectos siguiéndola con la mirada mientras esta se quitaba la camisa y esa especie de bragas elásticas. Se sentó a la mesa de cristal, ya completamente desnuda, ubicada justo enfrente a ese sofá, el cual medía unos sesenta centimetros de altura y a un metro de este.
La emputecida joven se llevó el dedo índice a los labios mientras pedía silencio.
— No hagáis ruido. No queremos que nos oigan Goliat ni mi hermanito, pero será divertido arriesgarnos… ¿Verdad? —argumentó mi hermana abriéndose de piernas para ellos enseñándoles el jardín prohibido entre sus piernas.
Los dos hermanos hicieron el ademán de levantarse pero ella los empujó hacia el sofá con ambos pies, uno en cada torso, riéndose tiernamente.
— Nada de tocar. Quiero que me deseéis —Mi hermana hablaba sensualmente y, mientras, su mano derecha se posó sobre su cuello para, a un ritmo muy lento, ir reptando por sus pechos, sus pezones y su abdomen hacia la parte baja de su vientre hasta llegar finalmente a su clítoris donde comenzó a acariciarlo—. Que mojada estoy… Como deseo vuestras pollas —Tras decir esto, Edith se introdujo dos dedos y miró hacia el techo mientras se mordía los labios y entrecerraba los ojos. Los dos hermanos comenzaron a meneársela inclinados hacia ella, como si fuese una estufa en pleno invierno—. ¿V-Vosotros me deseáis a mí? —preguntó mi hermana inocentemente.
— Sí. Sí —respondieron al unísono ambos, asintiendo sin perder detalle.
— ¿Os gustaría follarme? —inquirió mi hermana clavando su mirada en ambos penes, cada vez más duros. Sus dedos entrando y saliendo de su humedecida vagina provocaban un chapoteo incesante.
— Quiero que me folléis sin piedad… —fantaseó mi hermana introduciendo un tercer dedo en su vagina.
— Lo estoy deseando —dijo Diestro.
— Diestro lo hará por el culo y yo por tu coñito —añadió su gemelo.
— ¡Oh…! Eso me encantaría… —dijo mi hermana poniendo los ojos en blanco cuando su segunda mano pellizco suavemente su propio pezón izquierdo. Las caderas de estas se meneaban en la mesita de cristal—. Pero no podéis follarme porque no hay condón…
Diestro se inclinó más hacia ella y la agarró por la muñeca. Siniestro le tapó la boca para que no gritase y entre ambos la llevaron al sofá donde se hallaban.
— ¿¡Q-Que hacéis!? —Les reprochó mi hermana sin elevar el tono de voz para no despertarnos ni a Goliat ni a mí. Sinceramente, dudo que siquiera él siguiese dormido.
Los gemelos la tumbaron boca arriba con la cabeza de ella en el borde del sofá, supe lo que iba a pasar nada más verlo. Siniestro se colocó encima del vientre de mi hermana colocando su pene entre los pechos de está, agarrándola por los pezones las presionó mutuamente, empezando a menear las caderas follándose los senos de mi hermana.
Diestro, en cambio, se colocó de rodillas frente al sofá, justo enfrente de la cabeza de mi hermana que, mirando hacia arriba y a la altura de su miembro, estaba a punto de ser empalada oralmente por este.
— Tranquila Ed. No vas a quedarte sin butifarras al fin y al cabo —dijo este, y mientras mi hermana se apresuraba a negar con la cabeza, Diestro introdujo su glande entre los emputecidos labios de mi hermana, una vez con el pene dentro, puso todo su peso sobre los codos de ella para que no consiguiese soltarse; entre los dos la tenían perfectamente sujeta—. Bro, que bien chupa…
— Pues las tetas ni te cuento, son tan suaves… —comentó Siniestro mientras su pubis chocaba contra los pechos de está, los cuales estaban ya lubricados por la saliva que había caído sobre ellos en la anterior mamada, provocando un incesante chapoteo de carnes. Posteriormente su expresión se llenó de placer.
El comedor se inundó de los quejidos de mi hermana, ahogada por el pene de siniestro mientras el rabo de su hermano se follaba sus tetas. Edith movía las piernas buscando sacárselos de encima pero no lo consiguió.
— M-Me voy a correr hermano —confesó Siniestro aumentando las embestidas contra las tetas de ella.
— Espera a que yo termine y así podrás usar su cara como recipiente —dijo el segundo mostrando cierta maldad de la que yo no habría sospechado nunca.
Pese a los continuos quejidos de mi hermana y sus esfuerzos por liberarse. Diestro soltó los codos de mi hermana y la agarró por las mejillas para tener más fija su cara, consiguiendo introducirla mejor. Desde mi posición podía ver los ojos de mi hermana entrecerrados, con hilos de saliva colgando y la cara tornándose de color lila. Alzándose unos centimetros, apoyó todo su peso sobre los pies mientras se inclinaba hacia la boca de mi hermana y embestía furiosamente sobre esta.
Alcancé a ver como cruelmente Siniestro soltaba los pechos de esta para aplastarla con su trasero mientras le introducía los dedos dentro de la vagina. Por desgracia, no alcancé a verlo pero pude escuchar los sonidos que producían sus dedos al introducirse en su estrecho e inundado orificio.
Los dedos curiosos de Siniestro parecieron excitarla ya que al penetrarla ella levantó las caderas mientras ponía los ojos en blanco. El ruido del chapoteo proveniente de su vagina quedó eclipsado con las embestidas finales de Diestro que consistieron en clavársela hasta el fondo hasta que gimió de placer con un violento y potente estoque de cadera. Mi hermana se estaba ahogando, lo supe al ver como sus ojos se pusieron completamente en blanco mirando dentro de sus cuencas. Sus quejidos se fueron reduciendo hasta hacerse prácticamente inexistentes, fue entonces cuando Diestro la sacó y termino de exprimir su miembro en los labios de Edith, manchándole toda la cara.
— ¡Eh! ¡Despierta! —Diestro le daba a mi hermana unas palmaditas en su enrojecida cara, parecía haberse desmayado pero continuaba respirando.
Ella se revolvió recuperando la consciencia, para despues mirarlo furiosa. Siniestro dejó de masturbarla y volvió a inclinarse hacia adelante. De nuevo sujetó ambos pechos y los apretó para reanudar su interrumpida follada de tetas. Su hermano desde abajo, sujetó por la nuca a mi hermana que parecía no responder, respirando muy arrítmicamente. Le obligó a inclinarse hacia sus pechos y lamer el glande que sobresalía de ellos con cada nueva embestida.
— ¿Quieres que termine o no? Sujétate tus propias tetas —Le reprochó Siniestro soltando sus pechos. Para mi sorpresa mi hermana las agarró por propia voluntad y las apretujó en torno al pene de mi amigo. No satisfecho con esto, Siniestro se inclinó más y la agarró por la nuca. Pude ver como la boca de mi hermana se fusionaba con sus pechos. Las embestidas de él se fueron haciendo más brutales hasta que pegando un bote se situó sobre la cabeza de Edith metiéndosela toda. Al principio pude ver como ella le miraba a los ojos desafiante, pero poco pudo aguantar al recibir una follada desde esa posición de más de quince centimetros de carne.
Sus ojos se tornaron de blanco de nuevo hasta que, finalmente, Siniestro rugió de placer extrayendo su pene y corriéndose sobre su cara descubierta.
Tres chorros potentes impactaron sobre la enrojecida cara de mi hermana, la cual estaba inundada de saliva y semen.
Mi hermana no se levantó. Ni siquiera se alzó. No dijo nada. Se quedó en esa posición boca arriba semi-desmayada.
En cuanto Siniestro se quitó de encima suyo pude ver como ella se había estado tocando… ¿Había estado disfrutando de esa violación oral? Ambos gemelos se pusieron sus pantalones, Siniestro se agachó a la altura de mi hermana que continuaba como ida.
— Nos vamos al baño, que ya sabemos dónde está. Sí luego tienes ganas de más butifarra no dudes en pedirlo —dijo riendo mientras se alzaba de nuevo. Mi hermana a duras penas consiguió toser, despues se inclinó y pude observar como cerraba la boca y tragaba.
En cuanto los dos hermanos se marcharon hacia el baño. Ella se levantó tambaleándose, al parecer mareada y sin control sobre su equilibrio. Se apoyó sobre el sofá y se dirigió desnuda a la cocina. Yo cerré los ojos por si las moscas, pero al abrirlos ya no estaban ni mi hermana…
… Ni Goliat.
Hay guerras imposibles de ganar, por muchas que sean las batallas que se venzan.
Me levanté del sofá procurando no hacer ruido quitándome la manta de encima. Observé el comedor, las luces estaban encendidas. Olía a semen y a humedad. Vi de refilón a Goliat entrar con una sonrisa maliciosa en la cocina, donde también debía hallarse mi hermana.
Descalzo y de puntillas me acerqué al interruptor de la luz hasta apagarla. Después me dirigí a ciegas hasta la puerta de la cocina. La puerta estaba cerrada, la abrí en silencio dejándola entornada. Tuve suerte de que el picaporte al girar no hiciese ruido.
Mi hermana estaba lavándose en el fregadero, acumulando agua en las palmas de las manos y lanzándosela a la cara. Goliat se acercó a ella emulando a un depredador en la selva, a paso lento y paciente; cada paso estaba perfectamente calculado y le acercaba a su debilitada víctima.
El gigante invitado no tardó en situarse a sus espaldas pillándola desprevenida, ella claramente se sobresaltó.
— ¿Q-Que quieres ahora? —Le oí preguntar a mi hermana pues Goliat estaba en medio.
— Mira como me has puesto…
— ¿Yo?
— Tú jugando con los gemelos.
— Prometiste... —Las piernas de mi hermana, lo único que conseguía ver de ella, temblaban.
— Yo no prometí nada. Hicimos una apuesta que, de ganarla, conseguirías que por la mañana te hiciese el desayuno. ¡Y has ganado! Felicidades.
— Y-Y supongo que ahora es cuando me vas a dar tu premio… ¿Verdad?
— Vas aprendiendo —Goliat le azotó el trasero a mi hermana, lo que me sorprendió ya que ella no era de las que se dejaba tratar de esa manera por nadie. Había visto mandar a gente al hospital por mucho menos. Edith era una máquina entrenada para matar, metafóricamente, claro—. Veo que ya ni siquiera te molestas en resistirse.
— ¿De que serviría? —preguntó mi hermana dándose la vuelta hacía él. Pude ver como temblaba.
— ¿Y si te dijese que quiero correrme dentro?
A Edith se le enfureció el semblante mientras lo apartaba de un empujón.
— Ya te he dicho que no te vas a correr dentro —Mi hermana lo dejo claro. Sin embargo al estar desnuda, temblando y tartamudeando no servía para darle credibilidad a sus palabras.
— Hagamos una apuesta. Eres toda una jugadora y te encanta el riesgo. ¿Verdad?
Vi a mi hermana mirarle de nuevo con esa mirada desafiante y aquella sonrisa que ponía siempre que estaba segura de sí misma. En mi opinión esa era la actitud que la hacía más vulnerable: No saber cuándo rendirse, no saber cuándo retirarse.
— ¿Qué apuesta? —Uno de los incontables defectos de Edith podía ser su curiosidad, su sed inagotable por el saber, por el preguntar. Se moría si no conseguía averiguar algo… Una pena que no hubiese estudiado periodismo.
— Más que una apuesta será un juego —Mi allegada se cruzó de brazos mientras esperaba a que continuase—. ¿Tienes leche condensada? —Ella alzó una ceja mientras sonreía de forma insinuante.
— ¿El juego trata de chupar o lamer?
— No. ¿Tienes o no?
— Tengo… Es uno de mis vicios favoritos.
— ¡Genial! Entonces el juego te va a encantar… Además estoy seguro de que no conseguirás ganar… Como te encantan los retos.
Ella comenzó a impacientarse, cruzó las piernas demostrando inseguridad.
— ¿De qué trata? —inquirió dirigiéndose a la nevera y sacando un pote de leche condensada, delatando su interés.
— Ponte a cuatro patas sobre la alfombra —Goliat señaló a la alfombra que se encontraba al lado de la nevera. Edith se mostró reticente a la hora de desobedecer, por lo que preguntó.
— Ya te he dicho que a menos que me asegures que no te vas a correr dentro no haremos nada.
El gigante la estudió con la mirada completamente serio y después miró el pote de leche condensada en su mano.
— De eso se trata este juego… Esta apuesta —aclaró Goliat. Dejó el pote encima de la mesa y se colocó tras mi hermana, ella lo miraba de reojo pero le permitió abrazarla. Pude observar como las manos de él se posaban en sus caderas. Como ella se estremecía levemente al sentir su contacto. Como los labios de Goliat se posaban en su hombro e iban escalando hasta llegar a la oreja mientras las manos de este acariciaban el interior de los muslos de mi hermana. Ella se mordió el labio al escuchar lo que fuese que aquel cerdo le estuviese proponiendo.
Un azote juguetón aterrizó en la nalga de mi prójima y ella, sorprendida, le agarró la mano apartándola de su culo.
— ¿Y bien? ¿Te consideras capaz? —preguntó ese bastardo mientras acercaba de nuevo la mano y acariciaba algo que no conseguía ver desde mi perspectiva. ¿Le estaba acariciando la raja del trasero? Edith entrecerró los ojos y se volvió a morder los labios excitada.
— No es justo —Se quejó mientras se dejaba acariciar—. Tengo todas las de perder.
— Pase lo que pase no vas a perder. Vas a salir ganando, pero… Yo no puedo ni quiero obligarte —razonó con picardía Goliat, para después señalar de nuevo a la alfombra.
— ¿Y que nos apostamos? —Ante el silencio de Goliat, ella miró hacia el techo pensativa. Tras unos segundos añadió: — Si gano yo te irás de esta casa y no volverás en todo el fin de semana.
— Sí me apuesto tanto entonces no perderé. Y si gano podré quedarme todo el fin de semana para hacerte lo que quiera —Mi hermana no dijo nada, en silencio asintió. Goliat la agarró con cuidado del pelo y la condujo hasta la alfombra donde la colocó a veinte uñas—. Tenemos trato entonces.
Goliat agarró el pote de leche condensada y lo colocó en el suelo, al lado de ellos.
— Levanta el culito, pequeña. Tenemos que poner el horno a temperatura ambiente para poder calentar mi barra de pan… ¿No crees? —Mi hermana asintió y él estampó sus zarpas en su alzado trasero. Edith dejó escapar un quejido cuando Goliat le comenzó a apretujar las dos nalgas con fiereza. Desde mi ángulo podía ver el coño de mi hermana y su culito en pompa; como ese bestia separaba y juntaba las nalgas, como las presionaba como si fuesen pelotas de goma.
Él bastardo de mi invitado se inclinó sobre su trasero y clavó los dientes en la nalga izquierda provocando el lamento de mi hermana; mientras le mordía un azote descendió en la nalga derecha, al cual le siguió otro. Una lluvia de azotes sonorizó la cocina, perfectamente sincronizados con los gemidos de mi hermana a la cual no podía verle la cara.
— Parece que el horno ya está listo para hornear los panes. ¿No te parece?
— P-Prométeme que si gano… No acabaras dentro.
— Una promesa es una promesa. Si consigues no derramarla me correré fuera de tu coño. ¿Estas lista? —preguntó él agarrando el bote.
— No… Vamos a mi habitación… mejor —dijo mi hermana poniéndose en pie.
Yo me levanté y corrí al sofá sin encender las luces. Los gemelos aún no habían vuelto. ¿Qué estarían haciendo arriba? Me tapé con la manta y entrecerré los ojos viendo mínimamente a través de ellos.
Mi hermana y Goliat aparecieron enseguida. Ella se vistió y junto a él se salieron del comedor sin mediar palabra: Abriendo, saliendo y cerrando la puerta del comedor.
Yo me levanté y me dirigí a la puerta, la abrí con sigilo. Al asomarme vi que ellos aún estaban subiendo por las escaleras en silencio también.
Cuando oí la puerta de su habitación hice lo propio subiendo por las escaleras. Al final del pasillo estaba la habitación de mi padre. A mi izquierda estaba el baño donde se escuchaban las voces de los gemelos y el sonido del agua.
Los muy bastardos debían estarse bañando. No pensaba invitarlos nunca más.
Pero eso me daba igual. Me dirigí a mi habitación y cerré con pestillo la puerta. Me subí a mi escritorio pegado a la pared que compartíamos mi hermana y yo, para después mirar por la rejilla de la ventilación. Vi a mi hermana a cuatro patas en el borde de la cama y a Goliat comiéndole la vagina. La cara de Edith era un poema: Con los ojos cerrados y apretando con sus uñas la colcha. Alzaba el culo mientras mi invitado le devoraba el trasero como si fuese un caníbal. Se me ocurrió coger el móvil y grabar, nunca se sabe que utilidad podría sacarle a todo aquello.
Me aseguré de que el móvil capturase bien la escena. Goliat separó su boca del inundado coño de mi hermana. Desde aquí podía ver como hilos de líquido vaginal y saliva descendían quedando colgados entre los labios de este y el trasero de mi emputecida hermana.
Él tiró del pelo de ella hasta conseguir que ella mirase al techo, después cogió el pote de leche condensada y lo vació en la boca de Edith hasta el punto que le rebosaba.
— Recuerda. No puedes cerrar la boca, ni tragarte la leche ni derramarla. Si lo haces me correré dentro —Tras decir esto y sin esperar a la contestación de mi hermana. Se agarró el enorme mástil, apuntándolo contra la vagina de ella. Restregó el glande contra los labios exteriores y el clítoris hasta que la metió con bestialidad. Mi hermana ahogó un gemido mientras apretaba más las sabanas con sus uñas. Goliat la agarró por las caderas y comenzó a empalarla sin piedad.
— ¡Mfm! ¡Mfm! ¡Mfm! ¡Mfffmm! —Mi hermana procuraba mantener el equilibrio para no derramar ni una gota mientras que mantenía a ralla sus ganas de gemir. Un azoté repentino le hizo entre cerrar los ojos, un segundo azote le hizo abrirlos poner los ojos en blanco. El tercer e inesperado azote le dejo el culo enrojecido mientras ella gemía como podía. Yo tenía la impresión de que estaba a punto de derramarse la leche por las comisuras de sus labios.
— Estas durando, putilla. Nada más verte sabía que esto del sexo rudo te encantaba.
— ¡Mmmmmm! —protestó ella. Pero Goliat le recogió el pelo en una coleta y tiró de él. Esto provoco que mi hermana alzase más el trasero.
— ¡Que gustó! Cuando te tiro del pelo o te azoto se te apreta mucho el coño —manifestó Goliat, y entonces volvió azotarla provocando más gemidos por parte de ella. Se inclinó y le clavó de nuevo los dientes en su hombro izquierdo mientras apoyaba todo su peso sobre el culo de mi hermana provocando que casi perdiese el equilibrio.
— ¡Vamos! Quiero correrme dentro. ¡Trágatelo! —ordenó mientras ella negaba levemente con la cabeza— ¡Oh! Se me ha ocurrido algo… ¡Quizás no sea con azotes ni mordiscos…! —razonó mirándola con crueldad. Se llevó su dedo índice a la boca y lo humedeció. Estampó ambas manos en su trasero separándole las nalgas, después el dedo índice que había humedecido previamente, comenzó a ejercer presión sobre el ano de mi hermana. Eso la pilló por sorpresa que comenzó a quejarse como una loca.
Mientras se la follaba rítmicamente, le introdujo el dedo índice en el culo a mi hermana que puso los ojos en blanco de nuevo.
— ¿Aún no? Quizás con dos dedos —manifestó Goliat sorprendido. Extrajo el dedo de su ano, lo junto dos dedos a los que escupió y los presionó contra su culo. Al ser penetrada por dos dedos, esa vez el alarido fue más fuerte—. ¡Mierda! Me voy a correr… Date prisa y derrama la leche de una vez —ordenó de nuevo él.
En pleno frenesí. Goliat empezó a meterla más violentamente provocando que mi hermana diese pequeños votes. La muy tramposa tenía la boca cerrada y por eso no estaba derramando nada.
— ¡Mierda! ¡¡Me corro!! ¡No aguanto más! —gritó Goliat desesperado azotándola con la mano restante y penetrándola con los dos dedos por el culo mientras la potencia de las embestidas iba en aumento—. ¿No has derramado nada? —dijo desesperado tirándole del pelo y, para su decepción, comprobar que seguía con la boca abierta, sin tragar ni derramar la leche— ¡Mierda!...
Goliat sacó su pene de la vagina y lo apuntó hacia su interior, se lo meneó mientras su semblante se llenaba de placer. Pude ver como chorretones de semen iban a parar dentro del orificio abierto de mi hermana. Ella al darse cuenta trago la leche condensada mientras se dejaba caer derrotada al colchón.
— ¡C-Cabrón…!
— Prometí que me correría fuera. Ha sido mala suerte que mi semen haya acabado dentro de tu coño pero yo he cumplido mi palabra —Dijo satisfecho metiéndole el glande de nuevo en la vagina y follandosela con unas ultimas embestidas, supongo que para dejar hasta la última gota dentro de ella. Edith alzó el trasero sumisamente para recibir los últimos estoques del miembro del gigante. Se levantó poniéndose los pantalones y largándose de la habitación.
Ella no se levantó, se quedó estirada boca abajo con el culo en pompa rebosando leche. Yo paré de grabar y me bajé del escritorio. Quizás en poco tiempo esta grabación me abriría muchas puertas y, concretando, las que estaban entre las piernas de mi hermana Edith.
¡¡Esos niñatos no son humanos!! ¿¡Dónde está su límite!?
Edith
Las gotas de semen se deslizaban por el interior de mis muslos haciéndome cosquillas. Aún podía sentir los últimos espasmos de placer recorriendo mis músculos. Había perdido la cuenta de las veces que me había corrido. Debía levantarme, ir al baño y lavarme pero se me hacía tan difícil levantarme…
Mis extremidades no reaccionaban, no querían obedecer las órdenes que les daba mi cerebro. Cerré los ojos exhausta sin importarme el quedarme dormida desnuda en aquella postura.
Sin embargo me acabé levantando, me dolía todo y no tenía ganas de nada. Cada nuevo movimiento era un esfuerzo titánico que me costaba un suspiro. Caminé con dificultad, me costó muchísimo vestirme. Me dirigí al baño pero estaban los gemelos dentro.
Piqué varias veces procurando no hacer ruido, uno de ellos no tardó en abrir la puerta y como no, desnudo.
— ¿Qué estáis haciendo? —pregunté sin fuerzas para enfadarme siquiera. Me notaba demasiado apagada y solo tenía ganas de ducharme e irme a la cama.
— Nos llenaste de babas y nos estábamos bañando.
Tuve que hacer un esfuerzo por no encenderme, pero de la rabia.
— A ver si lo he entendido. Estáis invitados en una casa ajena, y no se os ocurre nada mejor que bañaros… ¡De madrugada! —dije perdiendo el control de mi voz— ¿Y de madrugada? —La cara del niñato ese se tiñó de miedo. Ambos se secaron y vistieron sin decir palabra, bajando al comedor sin hacer ruido. No di un portazo del enfado que me entró porque no quería despertar a mi padre.
La bañera estaba llena, y habían vaciado jabón dentro… ¡Los iba a matar!
Me metí en el agua; estaba tan exhausta que me daba igual bañarme en el mismo agua que ellos. Me zambullí para descubrir una temperatura agradable y una fragancia producida por el abundante jabón en el agua.
Apoyé mi nuca en el respaldo de la bañera mientras acariciaba y frotaba suavemente el interior de mi vagina para limpiarla lo mejor posible y evitar riesgos, aunque si tenía que pasar algo iba a pasar por mucho empeño que pusiese en esa limpieza.
Mis ojos se fueron entrecerrando hasta que fui incapaz de dejarlos abiertos, perdiendo la noción del tiempo y del espacio.
Unos golpes en la puerta me despertaron, el agua seguía caliente por lo que no debía haber dormido demasiado. El cuerpo me pesaba incluso más que al dormirme y mis ojos se cerraban de nuevo, otros golpecitos en la puerta cargados de impaciencia me terminaron de espabilar.
No tenía fuerzas ni para hablar, ese baño tan caliente me había relajado tanto que me había dado un bajón de los gordos.
— ¿S-Sí?
— Tengo que entrar en el lavabo —Le oí decir a mi hermano.
— ¿No puedes aguantarte un poco? —pregunté maldiciéndole interiormente.
— No —respondió tajante. Exhausta me apoyé en los lados de la bañera para levantarme, para después quitar el tapón. Las cañerías hicieron tanto ruido al absorber el agua que me temí por despertar a mi padre—. Date prisa —dijo nuevamente dando un par de impacientes golpecitos a la puerta.
Me sequé lo más rápido que pude. Mi pelo iba a quedar mojado pero me daba igual, yo solo quería dormir. Comencé a secarme por los pies y fui ascendiendo hasta llegar a la cabeza, donde puse empeño en secar los máximo posible.
— Eddy. ¿Puedes abrir?
Suspiré de desesperación antes de agarrar la ropa y dirigirme desnuda a la puerta.
— ¿Estas solo?
— Sí. Los tres están abajo.
— ¿Seguro? —dije sin fiarme del todo, pero… ¿Qué más daba?
— Sí —Me fíe de él, tras quitar el pestillo y al abrir la puerta vi que decía la verdad. Se quedó mirando mis pechos como si no los hubiese visto antes.
— ¿Jon? ¡Jon! —intenté llamar su atención chaqueando los dedos a centimetros de su cara intentando que “despertase”.
— ¿Eh? ¿Qué? —respondió confundido volviendo en sí.
— ¿Me dejas pasar? —pregunté sonriendo tapándome con algo de vergüenza, nunca me había mirado así y aunque provocaba en mi un sentimiento de ternura me daba mucho corte.
— Eh… Sí, claro —dijo haciéndose a un lado, tras dejarlo atrás él inquirió—… Eddy. ¿Qué hacías en dándote un baño ahora? —Parecía sorprendido.
— Necesitaba darme un baño… —contesté cariñosamente, después me acordé que estaba desnuda en mitad del pasillo y retrocedí hasta mi habitación escudándome tras la ropa sin darle la espalda—. ¿Están dormidos los tres?
— Eso parece —Esa respuesta me tranquilizó. Me metí en la habitación y cerré la puerta dejándome tirando la ropa al suelo y dejando caer sobre la cama. A duras penas conseguí arroparme con las sabanas.
Cerré los ojos para perder el sentido a los pocos segundos. Los gemelos y Goliat se me aparecieron en sueño, abusando de mí. Yo lo veía en tercera persona, parecía estar disfrutando. Recuperé el sentido al ver abrirse levemente la puerta de mi habitación. Dos sombras proyectadas por la tenue luz del pasillo se proyectaron en mi cama, a mí me estaba costando mantener los ojos abiertos y se me cerraban sin que pudiese hacer nada.
Lo único que veía eran los fugaces pestañeos que producían mis parpados en cada nuevo intento de abrirlos. Oía risas que me recordaron al sonido que producen las hienas.
Lo empezaba a entender, me estaban acechando hienas. Ahora que no podía defenderme.
No tenía ganas de nada, solo de dormir. No tenía fuerzas siquiera para suplicar que se marcharan.
Noté como la colcha que me cubría acariciaba mi cuerpo hasta llegar a mis piernas. Algo pasó por encima de mí, tenía aproximadamente mi tamaño.
Noté un segundo ser estirándose a mi derecha, estaba rodeada.
Podía notar sus cuerpos desnudos rozar mis muslos y mis brazos, unas manos ardiendo comenzaron a manosearme. Sus manos me molestaban, no por su temperatura sino por sus intenciones.
Poco a poco me iba despertando, entendiendo lo que estaba sucediendo. Quería pedirles a los dos hermanos que me dejasen descansar, que me hiciesen lo que quisiesen por la mañana. Yo solo quería dormir. Pero de lo profundo de mi garganta solo salió un simple quejido. En consecuencia el que estaba a mi derecha me empujó con cuidado poniéndome de lado, mandándome a callar con un siseo, noté como me abrazaba de cucharita restregando su polla contra mi trasero.
— Nooo… —conseguí decir a duras penas intentando expresar mi disconformidad.
Su rabo comenzó a crecer entre mis nalgas, cada vez más dura y firme amenazando meterse accidentalmente en mi culo cada vez que su glande rozaba el orificio de salida.
— No… —repetí de nuevo sin ganas de resistirme siquiera. Centré mi centro de gravedad en el hombro derecho para aplastar mi espalda contra el colchón e impedir tocamientos indebidos en mi parte trasera.
— ¿No? —preguntó el que se hallaba a mi derecha. Su mano se filtró entre mis piernas sin cortarse y jugueteó con mi clítoris para meter dos dedos en forma de gancho incrustándose en mi punto más vulnerable.
— Ahhh… —gemí casi sin ganas e intenté mantener la mente fría. Aunque no me apeteciese y estuviese agotada, no era de piedra. El de la derecha tomó la iniciativa y pasó su pierna por encima de la mía y comenzó con sus manos a manosear mis pechos y babosearme la cara—P-Por favor… Parad… Hacedme lo que queráis mañana… Pero dejadme… dormir.
Ninguno de ellos contestó. Se dedicaron a besarme cada vez con más intensidad hasta que uno de los dos se infiltró entre mis piernas.
— No… —supliqué por última vez sabiendo que era inútil. Me separó las piernas sin piedad y en posición de misionero comenzó a restregar su miembro contra mi desprotegida vagina. Intenté cerrar las piernas, juntarlas, pero me resulto imposible; con ese agotamiento era incapaz de hacer el más mínimo movimiento con ellas para juntarlas.
Se me inclinó hacia mí mientras restregaba su glande contra mi clítoris, me besó y sentí como comenzó a usar su pene a modo de fusta para azotar cariñosamente mi entrepierna provocando un chapoteo. Al parecer debía tenerla encharcada y, al concentrarme, me di cuenta de que así era. Tras aporrear mis labios exteriores con su pene introdujo la punta haciendo palanca de abajo arriba. Al comienzo la punta de su glande entró con timidez restregándose levemente. Poco a poco fue estimulando mi punto g con ese rocé tan tentador y elocuente. Noté como él se transformó en moisés, como el mar de carne estrecho y apretujado entre mis piernas se dividió en dos para él. Cuanto más la metía más indecentes y sucios eran sus besos. Yo no podía ni quería moverme, pero los gemidos salían de mí con preocupante facilidad. Me sacó el pene sin avisar y yo me quedé confundida sin saber porque lo hacía—… ¿Qué…?
Las cuatro manos me agarraron en la oscuridad moviéndome como una muñeca, yo no mostraba resistencia antes por el cansancio y ahora por la mezcla de deseo y agotamiento.
Cuando quise darme cuenta me encontré abierta de piernas boca abajo sobre uno de ellos, el cual agarrándose su miembro lo apuntó contra mi vagina y la penetro desesperadamente mientras mordía y lamía mis pezones. El que estaba detrás de mí estampó su glande contra mi ya ocupada vagina y comenzó a buscar un hueco por donde meterla.
— P-Por favor… —supliqué exhausta cerrando los ojos al sentir el roce de su mástil contra mi labios exteriores—… No…
— Te va a encantar tener dos pollas en este sucio coño —dijo el que estaba detrás mío.
— Me vais a desgarrar…
— No creo, ya tienes el coño bastante agrandado.
— Eso no e… —comencé a replicar, pero fui cruelmente silenciada con una estocada de un segundo cilindro de carne. Tuve que morderme tanto los labios superiores como los inferiores para contener mis gemidos—.D-Duele…
— Mientes, si tanto te doliese estarías gritando y no gimiendo como una perra —Me contradijo el de abajo, y entre los dos empezaron a darme des-sincronizadas embestidas que chocaban de forma claramente inexperta contra la boca de mi útero; cada vez que uno retrocedía hasta el punto de sacarme su rabo casi por completo, era nuevamente empalada por el pene del otro. Posiblemente el que estaba encima se llevó los dedos a la boca y después los estampó en mi clítoris moviéndolo en círculos sin dejar de penetrarme. El placer tanto interno como externo, los dos glandes aporreando la entrada a mi útero, los sobeteos y esa lengua sucia lamiendo mis pezones y el pubis del que estaba situado detrás de mi chocando violentamente contra mis muslos.
Entrecerré los ojos mientras sacaba la lengua desesperada por dar el beso más sucio posible al que estaba situado abajo. Este gustoso sacó la lengua y nos lamimos mutuamente de forma oral.
El de arriba metió también uno de sus dedos por el culo añadiendo una nueva fuente de placer. Ya no me dolía y mi culo se había acostumbrado a las intromisiones exteriores.
— ¡Ahhhhh! —chirrié incapaz de contener el gemido al sentir el orgasmo más brutal que había sentido en todo el día, fruto no solo de la infinidad de sensaciones que me abarcaban sino también de aquella sensación que me hacía sentir sucia. Uno de los dos se corrió dentro de mí mientras clavaba sus uñas en mis nalgas, haciendo el orgasmo más placentero e intenso. Mientras este se quedaba quieto el de abajo continuaba meneándose hasta que con una última embestida me hizo vomitar vaginalmente semen.
Sin dar más de mí me dejé caer sobre él, aplastándolo con mis pechos. No pareció importarle. Nos quedamos muy quietos los tres. Yo no quería hablar, tampoco que me dijeran nada. No quería moverme ni que ellos se movieran. Quería quedarme así y dormirme para perder la noción del tiempo otra vez.
Sus penes en mi interior empequeñecían con pequeños espasmos, los míos en cambio eran más violentos. Noté como el semen entre mis piernas se filtraba hasta las sabanas de mi cama.
El que estaba tras de mí sacó su pene y tras unos segundos por el rabadillo del ojo vi un flash. Me acababa de hacer una foto, pero yo no tenía fuerzas para alzarme y quitarle el móvil.
Sabía las consecuencias de aquello. Me chantajearían y me utilizarían como lo habían hecho hasta ese momento. Sería su esclava, su objeto.
Me rodeó y se puso a mi izquierda, meneando su chorreante rabo frente a mí. Se la agarró por la base y la acercó a mi boca.
— Límpiamela —No me lo estaba pidiendo, me lo estaba ordenando. Lo iba a poner en sus casillas, pero no sería en ese momento. Abrí la boca y mamé impregnando mi paladar de ese jugoso manjar. Ya eran dos las veces que me convertía en caníbal, devorando a los pequeñines de mi especie. Vi otro flash cuando un segundo pene lleno de semen se introducía en mi boca, otra foto más para el repertorio.
Ambos se marcharon y me dejaron allí tumbada boca abajo pariendo leche, completamente satisfecha cerré los ojos quedando dormida deseando que todo hubiese sido un sueño.
Ayer estaba muerta del cansancio. Hoy estoy radiante y con ganas de guerra.
La luz del sol me despertó. Abrí los ojos mientras me estiraba sintiendo mi cuerpo repleto de una agradable sensación similar a las agujetas. Ronroneé como una felina al sentir un cuerpo ligero como una pluma. Miré mi entrepierna descubriendo semen seco entre mis muslos, también había entre las sabanas.
Nada de lo que había pasado el día anterior había sido un sueño, pero no me importaba. El bombardeo de sexo desenfrenado me había liberado, ya que no sentía esa pesadez al controlar la lujuria de forma continua y prolongada. Ahora me sentía liberada y eufórica, por primera vez en mucho tiempo. Iba a bajar y, si seguían esos bastardos en la casa, iba a hacer que se arrepintiesen de todo lo que hicieron ayer.
Sí. Me utilizaron y lo disfruté. Sí. Lo disfruté y lo consentí. Sí. Pero eso no excusaba su comportamiento machista y narcisista. Habían disfrutado dominándome y tratándome mal, y lo iban a pagar. Había llegado la hora de agarrar al toro por los cuernos.
Me vestí y me dirigí a la ducha donde me aseé, para después bajar al comedor donde se oía la televisión.
Nada más entrar los gemelos rieron y Goliat alzó una ceja con una expresión burlona. Yo clavé los ojos en los móviles que los gemelos tenían en las manos y me dirigí hacia ellos, los cuales estaban ubicados al otro lado del comedor. Al pasar al lado de Goliat, el cual estaba sentado a en el sofá de en medio, cometió el error de azotarme el culo a la vista de todos. Un guantazo aterrizó en su pómulo, y me contuve.
— ¿¡Pero qué coño haces, niñata!? —exclamó furioso alzando la mano en un ademan de devolverme el guantazo.
— Esto por lo de ayer y por lo de ahora. Y atreve a tocarme que te cortare los huevos —dije asesinándolo con la mirada, advirtiéndole con mi dedo índice. Le di la espalda, nos separaba el sofá. Agarré por el pelo a uno de los gemelos el cual pegó un alarido, yo le tendí la mano.
— Los móviles. Ahora. —manifesté con un aura ígnea incinerando sus espíritus combativos.
Ambos posaron temerosos los móviles en mi mano, donde depositaron lo que para mí solo eran almacenes de las imágenes que me hubiesen hecho. Lo primero que hice fue mirar sus cuentas sociales y mensajería instantánea como whatsapp y viper. No habían enviado ninguna de las fotos, las cuales encontré en la galería de imágenes. Me impactó verme estirada desnuda, encima de uno de los gemelos, rebosando leche por la vagina y con los ojos en blanco. ¿Cómo pude terminar así?
Borré las imágenes sin vacilar y les devolví los móviles. Los agarraron pero yo no los solté. Alterné la mirada amenazándoles con ella.
— No creáis que cualquier imagen o video que hayáis podido salvar os va a servir para chantajearme. Yo no negocio con terroristas, disparo al rehén antes. ¿Me habéis entendido? —Los dos asintieron al mismo tiempo—. Intentar chantajearme con esto y os castro.
Me sentía poderosa viéndolos temblar metafóricamente. Miré a Goliat el cual me miraba con odio sin moverse desde el otro lado del salón frotándose la mejilla.
— Serás zorra.
— Lo soy. Y mucho —dije sonriendo mientras me dirigía a las escaleras de la casa—. Por cierto, gracias por lo de ayer. Gocé muchísimo—dije guiñándole un ojo, sabía que no debía darle alicientes para repetir pero en el fondo, muy en el fondo, no me importaría hacerlo. Lo único que quería es que si se repetía, no me tratasen como me trataron. Podía irme la dominación y el sexo rudo, algo que acababa de descubrir, pero no me gustaba nada que me tratasen mal.
— Soy fuego, nenes —dije andando de espaldas hacia la puerta dando pequeños saltos y haciendo con los dedos el gesto de disparar con los dedos índices—. Soy fuego —añadí guiñándoles a todos un ojo, por ultimo sonreí a mi hermanito que no debía estarse enterando de nada, pobre.
Al salir por las escaleras sabía que eso no había acabado ahí. Ellos se iban a vengar y me iban a hacer pagar por aquello. Yo me mordí el labio, fantaseando con otras violaciones consentidas dentro de aquellas cuatro paredes. Violaciones consentidas que se producirían una tras otra, dejándome exhausta de nuevo.