La hermana de tu mejor amigo
Esa soy yo. Sé cómo me miras a pesar de que mi hermano te haya dicho que te cortará la polla si lo haces, y sabes que te deseo. Se acabó la espera, me tienes caliente, expectante y a tiro.
Ya no soy la cría que conociste, he crecido sin que te hayas dado cuenta hasta que un día te descubriste mirándome como una mujer. Puede que hayas intentado negártelo, o que las amenazas de mi hermano, tu mejor amigo, sobre cortarte la polla si se te ocurre mirarme con deseo hayan despertado en ti esa estúpida lealtad masculina. ¿Sabes? Me gusta pensar que se ha puesto dura pensando en mi, que te la has cascado imaginando que tus dedos eran los míos. Yo si me he masturbado pensando en ti en mi cama, mordiendo la almohada para que mi familia no pudiese escucharme. Hasta te he evocado a ti mientras otro me estaba follando con la lengua. Sí, a ti. Has hecho crecer esas fantasías, y nunca he sido de las que se quedan con las ganas. Tú mismo me has llamado caprichosa muchas veces.
¿Cómo no dejar volar la imaginación? Me he dado cuenta de que cuando nos saludamos esa mano tan abajo en mi espalda no es casual. De cómo te quedas mirando mi coño rozándose con el sillín de la bicicleta estática cuando nos cruzamos en el gimnasio. De cómo un escote provocativo es capaz de atraer tu atención cuando mi hermano está distraído. De cómo tus labios se entreabren cuando se me marcan los pezones bajo la tela. Yo también te he estado observando, cuando vienes a casa para ver el fútbol con mi hermano. Lo que más me gustan son los días de piscina, cuando me coges, me tiras al agua mientras finjo que eso me aterroriza y nuestros cuerpos se rozan de las formas más insospechadas. Pero ya no es suficiente, te quiero dentro de mi. Y tú quieres follarme, lo sé. Tú sabes que lo sé.
Por eso, esta noche que celebramos el cumpleaños de mi hermano, no he parado de provocarte. Cuando te has acercado a la barra, colocándote a mi espalda, he rozado mi culo contra tu entrepierna. Al sentarme en la mesa del bar, frente a ti, he cruzado los brazos e inclinado el torso hacia delante para que tengas una mejor visión de mis tetas, bien expuestas. Hasta me he recreado con la pajita de mi cubata, incitándote a pensar cómo será el tacto de mis labios sobre tu polla. Por eso, cuando mi hermano está entretenido ligando con una rubia anodina, me acerco a ti y te susurro al oído.
- Sígueme hasta el almacén- el bar es de la familia de una de mis amigas, lo conozco demasiado bien. Dejo un beso húmedo en la base de tu cuello, te miro buscando disipar todas tus dudas, y me contoneo hasta el pasillo de los baños, por donde también se llega al almacén. Puedo sentir tus ojos sobre mi, y no hace falta que lo preguntes. Me he vestido así por ti. He elejido la falda plisada de estilo colegiala porque una vez os escuché hablando a mi hermano y a ti de cuánto os gustaba; solo que esta solo llega a la mitad de mis muslos y se balancea a cada paso que doy sobre mis altos tacones negros. Quizás hayas podido vislumbrar bajo la camiseta blanca el sujetador rojo, del mismo color que el tanga mínimo que la expectativa ya ha humedecido.
Me meto en el almacén y espero apoyando la espalda contra la pared, con las manos sirviendo de tope a mi espalda. Me muerdo el labio nerviosa, temiendo que al final te achantes y cruzando las piernas, porque la sensación húmeda me hace sentir incómoda. No sé si vas a venir, y eso me inquieta. Mi espera en la angosta estancia, repleta de cajas de botellines de cristal amontonadas y tan oscura que solo se pueden distinguirse los contornos se me hace eterna. Escucho mi respiración sobre el falso silencio, los murmullos de fondo. Mi mirada se pierde en el haz de luz que entra a través de la puerta entornada, y entonces se hace más grande. Tu entras y mi corazón late con fuerza. Es la adrenalina, es la excitación creciente que mi tanga apenas puede contener.
Hola- me dices, confuso. Sabes que estás haciendo algo que mi hermano cree que está mal, y que no estás del todo convencido.
Hola...- susurro, acercándome a ti para buscar tus ojos en la oscuridad. Mi mano se abre contra la puerta y la empujo hasta que se cierra. Por un momento, al perder el haz de luz, pierdo la visión. Pero siento el calor de tu cuerpo, el tacto de tu respiración incidiendo sobre mi, tu olor. Coloco una mano sobre tu pecho que pronto apresa la tela mientras me pongo de puntillas a pesar de los tacones para besarte. Sabes a whisky.
Al principio no respondes, pero eso no me frena. Mi lengua se aventura entre tus labios y me estremezco, exhalando un suave gemido contra tus labios. Entonces, me dejas acceder a tu boca, me besas de vuelta y todo se precipita. Seguramente notes que sonrío satisfecha mientras te arrastro para que vuelvas a arrinconarme contra la pared. Siento todo tu cuerpo contra mi mientras me besas con rabia, porque sabes que esto ha sido una trampa. Pero no me importa. Una de mis manos termina en tu nuca, para que no te separes, la otra sigue apresando tu ropa. Tú me aprietas el culo, tanto que la parte de atrás de la falda deja al descubierto parte de este, y enredas la otra en mi pelo con una fuerza que se traduce en cierto dolor. Respiro forzadamente, arqueando la espalda, cuando empiezas a besuquearme el cuello, y río por un momento. Antes de que pares y alces la cabeza para mirarme, pero tu cuerpo sigue contra el mío. Veo tu rostro consternado, dubitativo. Te acaricio el brazo, buscando tu mano, porque sé con qué cuento me vas a venir.
No podemos hacer esto- sentencias tratando de parecer firme, pero entonces tomas una bocanada de aire. Yo cojo tu mano con movimientos lentos, de encantadora de serpientes-. Tu hermano...
¿Qué?- te freno y te miro, mientras llevo nuestras manos a debajo de mi falda, apoyando el dorso de la tuya contra mi tanga mojado- ¿Lo notas?- ronroneo y aprieto tu mano contra la tela que cubre mi sexo. Gimoteo- ¿Ves lo que me haces?- te susurro y chupo tu labio inferior, mientras aparto la tela y hago que tus dedos paseen entre mis labios íntimos, ya algo hinchados y sin duda calientes. Acaricio tu nuca, moviendo cadenciosamente la cadera para sentir mejor el toque superficial de tus dedos, aún enredados con los míos, que terminan por empujarlos dentro de mi coño mojado. Suelto un jadeo y vuelvo a arquearme-. Fóllame- te suplico con un hilo de voz. Aprieto los labios para tragar saliva y me acerco a tu oído-. Hazlo- gimoteo contra tu oído, mientras la mano que tenía en tu nuca repta por tus hombros hasta que termino con todo el brazo rodeando tu cuello. Hay un instante de quietud. Lo único que se mueven son nuestros pechos a causa de la respiración alterada y mi flujo, impregnando lento pero imparable tu mano. Entonces siento tus dedos moverse dentro de mi y tus labios pegándose a mi oído.
Te odiaré por esto- me susurras y la piel se me eriza. Doy un golpe de cadera contra tus dedos, lo que me hace jadear al notar el bulto de tus pantalones.
Hazlo. Hazlo por favor- escondo la cara en tu cuello y te huelo, me enloquece cómo hueles.
Entonces vuelves a besarme en la boca, metiendo tu lengua para doblegar la mía que acude rauda al combate. Tu mano trabajando en mi entrepierna me tiene jadeante, temblorosa. Sigo con un brazo rodeando tu cuello mientras acaricio vehemente la hinchazón de tu paquete, que finalmente aprieto cuando una embestida de tu mano hace que el tanga se deslice un poco por mis piernas entreabiertas. Abandonas mis labios, y eso hace que mis estertores continuados, aún forzadamente bajos, sean más evidentes y broten a sus anchas. Sigo moviendo la cadera mientras mi mano abre tu cinturón, el botón de tus pantalones y la cremallera.
Nos van a pillar- murmuras contra mi clavícula y tu aliento me quema.
No me puedes dejar así- tiro hacia abajo de la goma de tus bóxers y tu erección queda libre dando un bote. Atrapo tus huevos en mi mano y los masajeo-. No puedes...- imploro, y tú adentras otro dedo más. Yo lanzo un gritito por la sorpresa, y mi corazón late como si fuese a salírseme del pecho. Toco con un dedo la punta de tu polla, pero tengo que parar cuando bajas por uno de mis brazos los tirantes de sujetador y camiseta, para quitármelos por completo y que no entorpezcan los movimientos de mi mano.
Empiezo a pajearte, cogiendo con firmeza la base de tu polla y friccionándola hacia arriba, notando su calor, cómo aumenta su dureza cuando empiezo a machacártela. Mientras, tú extraes con facilidad uno de mis pechos del sujetador y succionas el pezón erecto con un ruido húmedo. Mi espalda se tensa y aprieto más fuerte tu polla, aumentando el ritmo del subibaja que ejerzo. Abro más las piernas, el tanga cede hasta mis rodillas y luego cae al suelo. Tengo los muslos encharcados cuando acerco mi cadera a la tuya y rozo tu polla contra mi coño, estremeciéndome cuando esta presiona mi clítoris, lubricando instantáneamente su punta. Ahora, los movimientos son más fluídos mientras te pajeo, y escuchar tu respiración de cerdo salido mientras mamas mi pecho me excita increíblemente.
Entonces sacas la mano de mi coño y metes los dedos en mi boca. Yo los chupo, los lamo hasta dejarlos bien limpios, solo interrumpida por algún gemido involuntario al sentir cómo aprietas mi pecho, ese que has dejado al aire y bota con cada convulsión que sufre mi cuerpo. Entonces me cojes del culo y yo rodeo tu cintura con mis piernas. Rodeo tu cuello con ambos brazos y busco tu boca, traspasándote mi sabor con cada envite de mi lengua. Apoyas mi espalda contra la esquina que la pared forma con una pila de cajas de botellas y al sentir el roce de su polla. Cuelo una mano entre nosotros para llevar tu glande hasta mi abertura palpitante. Mueves la cadera y me empalas de forma fluída, haciéndome gemir fuerte, es casi un grito. Clavo las uñas de una de mis manos en tu nuca y te miro, sofocada.
Vamos- aún temo que puedas echarte atrás, pero entonces empiezas a bombearme implacable, manejándome a tu antojo. Rápido, lento, el placer me invade. Mi pezón roza tu pecho mientras me embistes y las cajas que forman parte de mi soporte tintinean como los cascabeles de un caballo de romería. Gimo y jadeo, de forma profunda y lenta. Presiono tu polla tanto como puedo, pero el sonido acuoso que produce te permite darme bien duro. Tal como te imaginaba cuando eran mis dedos los que me daban placer a tu nombre. Echo la cabeza atrás y grito sofocada, te aprieto con mis piernas para sentirte más profundo y mis dedos aran tu pelo hasta aferrarse a él y volver a besarte a pesar de lo complicado que resulta por el continuo y brusco movimiento.
Bájate- me dices, y la sangre parece helárseme, incapacitándome para impedir que me devuelvas al suelo sobre unos temblorosos tacones. Antes de que pueda decir nada, me guiras, me inclinas un poco hasta que tengo que apoyarme con los brazos contra la pared y las cajas y levantas mi falda. Tu mano acaricia mi culo antes de que me azotes, lo que me hace dar un suave brinco antes de sentir el doloroso cosquilleo-. Dios, siempre habría querido hacer eso- dices arrastrando lascivo las palabras antes de escupir a mi culo y volver a encajarme tu polla hasta el fondo. Jadeo, tus movimientos ahora son más rápidos y marcados, y yo me muevo contra ti descontrolada. Empiezas a dilatar mi ano introduciendo uno de tus dedos. Duele, pero yo no puedo dejar de lanzar mi cadera atrás para sentir tu polla más dentro, haciendo también que tu dedo en mi culo me abra demasiado rápido. Aprieto los dientes y abro los labios para traga y lanzar el aire en sonoros jadeos.-. Vamos, nenita. Ya estoy cerca.
Entonces sacas la polla de mi coño y la acercas a mi año. Noto un goterón de flujo resbalar entre mis nalgas, dento y desesperante, hasta que me la metes lento. Es evidente por cómo jadeo que supone cierto dolor, pero tu mano lo alivia cuando introduces varios dedos en mi coño anegado y acaricias todo el exterior con el resto de la mano, apretando mi clítoris palpitante entre tus dedos.
Oh, joder- mi voz suena más grave de lo normal, porque respirar por la boca me ha dejado la garganta seca. Entonces, empiezas a follarme el culo mientras tus dedos me penetran y tu mano roza todo mi coño. Es sublime, jodidamente genial. No importa que el pelo caiga sobre mi cara, que esté sudando, que el pecho que me has dejado fuera de la ropa bote de forma dolorosa o que mis piernas apenas puedan sostenerme. Me corro, antes que tú, pierdo la noción de la realidad durante unos instantes en los que sigues follándome el culo bestialmente. Te das cuenta de que me has llevado al clímax por el torrente de mi corrida y las contracciones histéricas de mi vagina contra tus dedos. Porque de de repente, ya no acudo a tu encuentro en cada envite.
Mámamela- me dices, pero yo estoy sobrepasada la languidez postorgásmica y me cuesta hacerte caso. Entonces, me coges del pelo obligándome a echar la cabeza atrás y yo jadeo sorprendida-. Ponte de rodillas y mámamela- trato de asentir, y te hago caso. Me arrodillo y rodeo tu polla con la lengua, introduciéndome la punta y succionando hasta dejarla escapar. Coloco una mano en tu muslo para sostenerme, con la otra acaricio tus pelotas y me meto tu trabuco por completo en la boca, hasta que mi garganta se contrae en un sonido desagradable. Sigo chupándotela, lamiéndotela, pajeándote a ratos y metiéndomela en la boca, tan profundo y rápido, que las lágrimas llegan a hacer que se me corra un poco el rimmel. Al final siento tu lech disparándose contra mi garganta. Tú te pajeas y sacas la polla de mi boca para que los últimos chorros acaben en mi cara. Cuando terminas, me echo atrás y me siento en el suelo, con la espalda contra las cajas tintineantes. Tú terminas por sentarte a mi lado, coger el tanga que había quedado olvidado en un rincón y me limpias el semen que has dejado en mi cara. Y ríes, supongo que entre nervioso y sorprendido.
Casi me ahogo...- comento y echo mano a tus bolsillos, palpándolos en busca de la cajetilla de tabaco. Saco un cigarrillo y lo enciendo con el mechero que llevas dentro de la cajetilla. Doy una calada profunda y tú haces lo mismo antes de guardar la cajeta. Tu mano termina colocada distendida sobre mi muslo-. Había fantaseado mucho con esto. te confieso, echando la cabeza atrás y cerrando los ojos. Tu corrida anega mi coño, una parte de la misma cae y se desliza entre mis piernas hasta el suelo, estremeciéndome.
Joder, como se entere tu hermano...- comentas y yo te miro fulminante, antes de acercarme a tus labios y mordisquear el inferior antes de besarte.
Déjalo estar- susurro y vuelvo a mi sitio, a disfrutar del cigarro de la victoria mientras tus dedos dibujan círculos en la parte interna de mi muslo-. Eres mejor de lo que esperaba- reconozco, porque me he llevado muchos chascos por idealizar a tíos, pero me has dejado un dolor grato entre los muslos, la piel enrojecida, los labios hinchados. Río como una cría-, aunque duras un poco menos- comento y tu te picas así que apoyo la cabeza en tu hombro-. No te preocupes- advierto antes de que pienses nada raro-, esto solo ha sido un polvo, no quiero ser tu novia. Pero quiero que vuelvas a follarme- susurro y me llevo el cigarrillo a los labios para inhalar el humo-. Preferiblemente en una cama- me siento a horcajadas sobre ti y me froto un poco por inercia contra ti-. ¿Te gustaría que fuera en la de mi hermano?- no respondes, pero puedo ver en tu cara el morbo que te da. Me pellizcas un pezón, supongo que como represalia, y gimo cansada. Yo me recompongo el sujetador y la camiseta y te beso, ladeando la cara para hacerlo más profundo, largo aunque no lento-. Márcame- te digo.
Si, claro y tu hermano...- te cojo del pelo y me río, mirándote al brillo en la oscuridad que son tus ojos.
Márcame donde quieras, y antes de que eso desaparezca estaremos follando en la cama de mi hermano- hago un mohín- ¿O no hay huevos?- inquiero, enarcando una ceja. Entonces, tus labios succionan parte de mi escote y mi respiración vuelve a acelerar. Sonrío y te como la boca. Doy la última calada y apago el cigarro contra el suelo, dejándolo a un lado. Entonces, me pongo de pie y me pongo el tanga haciendo equilibrismo sobre los tacones. Te miro poniendo un brazo en jarras-. Dame cinco o diez minutos, para que mi temido hermano no se entere. Si es que no se ha ido a follar por ahí- río y abro la puerta. Cuando la luz inunda el almacén, me levanto la parte de atrás de la falda para que puedas ver la marca roja que me ha dejado tu azote. Giro la cara para guiñarte un ojo sobre mi hombro, me muerdo el labio y cierro la puerta a mi espalda dejándote solo.
Al mirarme en el espejo del baño estoy hecha un desastre. Despeinada, con el maquillaje corrido y una marca rojiza volviéndose morada en mi escote. Me recompongo lo mejor que puedo y sonrío a mi imagen en el espejo. Tic, tac. Quiero que vuelvas a follarme.