La hermana de mi novia

No pude evitar ser seducido por la hermana travesti de mi novia.

"Ah, finalmente es viernes", pensé, mientras me estiraba en mi oficina, unos minutos antes de la hora de salida. El teléfono sonó. Era mi novia Leticia, con quién había estado saliendo apenas hace un mes. Ella trabajaba en el mismo edificio, pero en otra empresa. Yo me sentía afortunado pues había sido ella la que dio el primer paso para conocernos, escogiéndome a mi entre un pequeño ejército de esclavos encorbatados.

  • Hola Robert, acuérdate que hoy es el concierto.-Me dijo contenta cuando descolgué.- Y tenemos que pasar a mi casa para que me cambie.
  • ¿Eh? ¡Ah! Si. Le dije, no muy entusiasmado después de haber desembolsado buen dinero por los boletos. Ya habíamos ido a varios costosos lugares desde que nos conocimos.

Yo sabía que Leticia era de una acomodada familia del norte del país. Sin embargo, no sabia a ciencia cierta a que se debía que ella viviera desde hace un par de años en esta ciudad, con su hermano y tan lejos de sus padres.  Nos encaminamos a su casa; era la primera vez que íbamos, pues nuestro lugar de trabajo era el obligado punto de reunión.

  • ¿Qué opinas de las vestidas?. Me preguntó repentinamente mientras yo manejaba.
  • Bueno, no tengo opinión al respecto. ¿A qué se debe la pregunta?. Le respondí sorprendido por la excepcional pregunta. Además, no sabía que decir, pues era un hecho que yo había visto varios travestis, mucho de ellos mas sensuales y atractivos que las mujeres promedio. Ciertamente no me eran indiferentes, más bien, me atraían y me causaban una lasciva curiosidad. Pero uno no le dice eso a una mujer. ¡Mucho menos si es tu novia!.
  • ¡Ah!. -dijo, titubeando antes de continuar- Lo que pasa es que mi hermano, del que te he hablado poco... hace dos años le dijo a mis padres que los hombres le atraen... por eso vivimos aquí.
  • Eso es algo personal, solo le concierne a tu hermano. ¿Para qué me lo dices?. Le contesté, mostrando un poco indiferencia.

  • Bueno, desde hace unos meses... se ha hecho toda una mujer, te lo digo para que no te sorprendas. Fíjate que vendió el deportivo que le regaló mi papá cuando él cumplió sus dieciocho años, y como ha trabajado en una estética donde van señoras que tienen buen dinero, se ha podido hacer una "lipo" y su cintura le ha quedado de modelo, un retoque de nariz y tiene mejor perfil que el mío, se ha puesto pechos y trasero, tu sabes...es más, a veces ¡Hasta envidia me da!. Dijo Leticia riendo un poco.

  • Creo que no tienes porque darme tantas explicaciones. Le contesté.
  • ¡Que bueno que no tienes prejuicios!. -Me dio un beso en la mejilla. -Mira, da vuelta en la esquina, es ahí.

Su hermano nos abrió la puerta, y ahí mismo me lo presentó: - Mira, ella es Dorian. Dorian, él es mi novio Roberto. - Ah. Como la novela. ¿Eh?. Le pregunté, notando que era igual de bajita que Leticia. - ¡Si!. Me contestó Dorian, con una sonrisa perfecta que me dejo absorto. Fue una grata sorpresa, Dorian era muy delgada y tenía el cabello rubio platinado muy corto, no necesitaba de una larga cabellera para parecer más femenina, pues tenia los mismos rasgos de Leticia. Tenía una boca pequeña con una encantadora sonrisa, ojos grandes, que con esas pestañas artificiales se veían provocadores. Vestía unos pantalones pescadores de tela blanca muy transparente, y una blusa de color claro, donde se notaban un par de senos de no muy grandes dimensiones, nada exagerado, muy estéticos.

  • Bueno...¡Pásale! ¡¿Qué haces ahí parado?!. Dijo mi novia, interrumpiendo esos segundos de muda estupidez mía, dándome además una mirada que claramente me daba a entender "¡Reacciona!". Seguramente no pensó que yo estaba emocionado al conocer a su atractiva hermana menor, y me supuso un poco nervioso solamente.
  • Si si. Alcancé a farfullar mientras mi novia me daba un jalón del brazo.
  • Siéntate en la sala. Me voy a cambiar de ropa. Dorian, ¡Sírvele una soda por favor!. Decía Leticia cuando desapareció subiendo por las escaleras.

Volví la mirada hacia Dorian, que se dirigía a la cocina. Ahí pude apreciar que ella sabía caminar como toda una zorra. "Le han quedado perfectas las operaciones", pensé por un momento, "¡¿Pero qué estas pensando?! ¡Es el hermano de tu novia por dios!" me decía a mi mismo unos instantes después.

Evitaba los pensamientos sucios de mi mente, cuando vi las piernas de Dorian frente a mi, ella llevaba un par de vasos con refresco, sorbía de uno, y sostenía el otro. Descansaba su peso en una de sus piernas, hinchando con ello una de sus nalgas, que estaba a menos de un metro de mi. No pude evitar verle ese globo que tenía por culo y sentí como instantáneamente mi verga recibía un flujo de sangre que la sacaba de su letargo.

  • Espero que te guste de cola. Me dijo.
  • ¿Perdón?. Repliqué volteándola a ver a los ojos, saliendo de mi libidinosa concentración en su nalga. "¡Carajo!, dos veces me he quedado con cara de estúpido caliente en menos de cinco minutos. ¡Compórtate!". Pensé.
  • ...Si, la soda, de cola. Te iba a servir de naranja, pero ya estaba el otro envase abierto. Continuó diciendo Dorian, con esa bella boquita de delgados labios rosas.
  • ¡Ah! Si, está bien. Dije atropelladamente. "Me tiene intimidado como adolescente" pensaba.
  • Que bueno, te lo dejo aquí. Decía Dorian mientras, dándome la espalda, y sin flexionar las piernas, se inclinaba para dejar mi vaso en la mesa, levantando su carnoso culo por el aire.

"¡No puede ser!¡Esto no esta pasando!" me dije, "¡Me esta poniendo su trasero prácticamente en las narices!". Yo solo podía sentir como otra descarga de sangre inflaba irremediablemente mi miembro, al notar la sexy y pequeña tanga negra que se transparentaba a través de su pantalón. Ella volteó para verme y sonreírme mordiendo su labio inferior con descarada coquetería mientras me ponía sus nalgas a centímetros de mi cara. Me quité rápidamente el suéter y lo puse sobre mi pantalón; lo último que quería era que mi novia viera que la traía parada.

Dorian se incorporó, y camino frente a mi lentamente, hasta que se sentó en la orilla del sofá cruzando las piernas, con una sonrisa que denotaba como estaba disfrutando el aprieto en que me había metido. Metió uno de sus dedos en su bebida, para después saborearlo lentamente con su lengua de fuera. Metiéndolo finalmente en su pequeña boca, chupándolo como si fuera un falo.

Pestañee un par de veces, me di cuenta que tenía que cerrar mi boca y luego sorbí algo de refresco de mi vaso. Intenté hacer un poco de conversación:

  • ¿Qué edad tienes?.
  • Tengo veinte. ¿Qué no se me nota? ¿Y tú?. Contestó ella con desgano.
  • Tengo veintisiete, me dice Lety que trabajas en una estética. Continué.
  • Si, menos los lunes porque nadie va... Me decía eso cuando mi novia finalmente apareció, lista para salir.
  • ¡Vayamos!. Le dije rápidamente. Salimos tan apresurados de la casa, que solo pude despedirme a lo lejos de Dorian, que reía al ver como caminaba yo con mi suéter hecho bolas frente a mi entrepierna. Mi novia estaba tan emocionada con el concierto que ni atención me había puesto.

El concierto se me hizo eterno, pésimo espectáculo. Mi novia si que me estaba saliendo cara.

Al siguiente día, Lety me invitó a su casa a ver una película. Acepté emocionado y me dirigí rápidamente a su casa. Ella misma me recibió, vistiendo en fachas, preparó la película rentada y nos dispusimos a verla en su sala. Ella se acostó a todo lo largo del sillón y descansó su cabeza en mi pierna.

Dorian bajó las escaleras. Traía una falda negra tableada, unas botas negras con altos tacones, y una blusita blanca amarrada por enfrente, que dejaba ver su minúscula cintura y un par de costillas en su torso. Sin embargo, sus piernas no eran delgadas, sino torneadas. "¡Que diferencia en el vestir!. Y luego se preguntan porque los travestis nos llaman la atención." Concluí sin decir palabra.

Dorian me dio un saludo de beso, y aproveche para intentar tocarla en la cintura, ella tomó rápidamente mi mano y se la quitó de encima, sentándose en el sofá, cruzando sus piernas, segura de que Leticia no podría verla.

La película transcurría sin que yo le pusiera mucha atención cuando me atreví a voltear,  y mirar a Dorian. Ella me estaba observando, mordiendo ligeramente uno de sus dedos. De pronto, miró sus piernas, jalando unos centímetros de su falda, dejándome ver un poco más de sus suculentos muslos, para volverme a ver a los ojos. Ella lo repitió en varias ocasiones: me miraba, miraba sus piernas, jalaba su falda, me dejaba ver un poco más de esas piernas esculturales y me volteaba a ver de nuevo.

Sentí que me ruborizaba. Mi miembro, confinado dentro de mi pantalón de mezclilla, me empezaba a doler de tan duro se había puesto. Apenas terminó la película, inventé cualquier pretexto para regresar a mi casa. No quería seguir siendo objeto de esa tortura con mi novia ahí.

Pasé todo el domingo pensando en Dorian, en su delgado cuerpo y sus acariciables nalgas y senos. Empecé a contar las horas para que llegara el lunes, y visitarla en su casa mientras mi novia no estuviera, me reportaría enfermo o inventaría cualquier pretexto para no ir al trabajo. Me imaginaba a Dorian recibiéndome en una bata, que ella la abría para mostrarme su desnudo cuerpo protegido solo por una tanguita negra, mi imaginación volaba mientras me masturbaba en su honor en repetidas ocasiones.

El lunes llegó por fin. Me apresté a reportarme enfermo, para después dirigirme a la casa de Dorian, como a eso de las nueve de la mañana. Toqué la puerta de su casa un par de veces, y cuando lo noté, ya estaba transpirando de la emoción. Sentía una sensación rara en mis entrañas. Apenas podía controlar mis ganas de que ella abriera la puerta y romperle lo que fuera que trajera puesto encima. Mi teléfono móvil comenzó a sonar. Era el número de Leticia, lo apagué torpemente pues se me escapaba de las manos gracias a mi nerviosismo.

Dorian abrió la puerta. Llevaba puesto un pequeñísimo short verde y una ajustadísima camiseta estilo militar, de camuflaje, de donde sobresalían sus exquisitos senos con unos pezones bien parados. Me vio y levantando una ceja, me dijo, con una semblante muy serio.

  • Leticia no está. Fue a trabajar.
  • Ya lo sé. Le contesté.
  • ¿Qué deseas?. Replicó frunciendo el ceño.
  • ¿Puedo pasar?. Le pedí ya un poco desesperado.
  • No puedo evitarlo ¿O sí?. Pasa... me preparaba un café. Dijo con un tono de enfado y desprecio.

Yo estaba sorprendido, tanta coquetería, para que me tratara como basura cuando por fin estábamos solos. ¿Habría yo entendido todo mal? ¿Solo habría imaginado que ella trataba de seducirme y eran todas, señales malinterpretadas?.

Decidí entrar y, confundido, la seguí hasta la cocina, sus shorts eran tan cortos que dejaban ver los pliegues entre sus nalgas y sus piernas, que se marcaban y estiraban con el vaivén de su caminar. Ni siquiera volteó a verme cuando, de pie, recargada en la barra de su cocina, y empinando un poco su trasero, se preparaba un café haciendo sonar una cuchara, mientras me decía:

  • Bueno, ¿Qué pasó?, ¿Qué se te perdió?.

No le respondí, me acerqué y le puse mi verga en su trasero, dándole un pequeño empujoncito hasta situarla exactamente en la raya entre sus nalgas. Sentí riquísimo; por fin podía restregarle mi verga a solas.

Ella volteó en un santiamén, y me puso tremendo bofetón. Fue estruendoso, y la verdad, ¡Me dolió!. Me hizo voltear la cara. Voltee a mirarla, y ella me observaba con sus cejas levantadas, completamente derecha y con una mano en cada costado de su cintura, en posición retadora.

La acerqué violentamente hacia mi, besándole su cuello, manoseando su trasero con una mano, y masajeando uno de sus senos con la otra, mientras ella trataba de safarse empujando mi pecho con sus manos. Le tomé su camiseta, y tirándosela con fuerza, se la quite de un jalón. Me quede asombrado al ver su delgado y blanco torso en donde se dibujaba las siluetas de varias costillas, adornado por ese par de fenomenales tetas; habría jurado que eran naturales. Hice que mi lengua jugara con uno sus pezones mientras le seguía manoseando su generoso trasero. Cambiando su actitud, ella pasaba sus dedos por mi cabello, acariciándolo delicadamente y diciéndome "muérdeme mis tetas".

Ella metió su mano en mi pantalón y dándole un jalón a mi miembro, lo hizo apuntar hacia arriba dándole un respiro. Me desabrocho el cinturón y comenzó a ponerse de rodillas ante mi.

Me sacó mi pene no circuncidado y, sosteniendo cuidadosamente mi prepucio entre sus dientes, se lo metió en su boca lentamente, dejando mi cabeza libre, a merced de su lengua; que jugueteaba con mi glande mientras que con una mano me sobaba mis huevos y con la otra sostenía mi verga frente a su boca. Luego la comenzó a mamar, fijándome la mirada, gimiendo "mmmm-mmmm-mmmm" con cada chupada.

Parecían gustarle mis velludas piernas, pues las acariciaba cuando podía. Sus manos parecían pequeñas junto a ellas. La levanté del brazo. Ella comprendió que era el momento de que me regalara su ano. Se bajó rápidamente su minúsculo short, la hice girar y la incline, le abrí las nalgas y me di cuenta que era un culo que no había sido muy usado. Me arrodillé y no pude evitar la necesidad de morderle sus carnosas nalgas. Le pasé mi lengua por su ano un par de veces. En ese momento ella gimió diciéndome "así, así por favor". Obedecí sin chistar, lamiéndole su culo rosa con rápidos embates de lengua. Sentí como se masturbaba con velocidad mientras yo me daba gusto con el beso negro.

"Métemela ya por favor" me suplicaba, mientras yo no dejaba de morder sus nalgas , saborear su culo y meterle primero un dedo y luego un par."Métemela por favor, quiero venirme. ¿No me la quieres meter?" seguía suplicando cuando yo me incorporaba, y apretando con mi mano la base de mi miembro para que éste no perdiera la dirección ante el estrecho ano que tenía enfrente, le metí mi pedazo de carne y nervios que ella con tanta insistencia pedía.

Ella repetía "Soy-tu-puta, soy-tu-puta" con la misma frecuencia que sus nalgas temblaban al recibir cada acometida de mi cuerpo. Al parecer, tenia un buen tiempo sin que nadie le pusiera  una cogida, pues apenas se la metí un par de minutos, sentí como su cuerpo se tensaba, sus músculos se contraían, y disparos de semen chocaban contra las puertas de los gabinetes de la cocina, y escurrían lentamente hasta caer en el piso.

Su cuerpo se relajaba mientras yo se la seguía metiendo y sacando sin parar. "Ya vente" me decía con una mueca de dolor, volteándome a ver. La acallé besándola por varios segundos hasta que le llené el culo de esperma dándole un empujón final.

La cargué entre mis brazos, y después de subir las escaleras, la aventé sobre una cama de los cuartos del segundo piso. Su pene yacía inerte, bañado en semen, sobre su vientre. Puse sus pies en mis hombros, y mientras me miraba, se la volví a meter, pues su cuerpo me excitaba tanto que ya la traía lo suficientemente dura para una nueva faena.

Ella pasaba sus dedos por mi pecho, y volteaba de un lado al otro cerrando los ojos, mientras que, con la ayuda de mi mano, su miembro se paraba de nuevo. "Co-ge-me, Co-ge-me", alcanzaba a murmurar al ritmo de las impetuosas metidas de verga que recibía.

Unas gotas de esperma salieron disparadas de su pene hasta mi abdomen. Momento en el que yo se la saqué y, masturbándome por unos segundos, le correspondí viniéndome en su pecho. Ella tomó un poco de mi semen con su dedo índice, y lo saboreó sacando la lengua.

Ese día retozamos un par de horas más hasta quedarnos dormidos...

El martes, en la oficina, me recargaba hasta el fondo de mi silla. Poniendo ambas manos en mi nuca, recordando, feliz, el día anterior. Sonó el teléfono, descolgué. Era mi novia Leticia.

  • Veo que ya te entendiste con mi hermana.

Me sobresalté, "¡Esto se fue al infierno!. Ya me quedé sin Lety y sin Dorian... ¡Claro!. Ellas se deben contar todo..." fue lo primero que si vino a mi mente.

  • ¡No es lo que tu piensas!. Alcancé a contestar. "Vaya, que respuesta tan  predecible" me dije, cuando escuché una pequeña risa del otro lado de la línea.

  • No digas más.- Me tranquilizaba Leticia apenas aguantando la risa.- La verdad lo nuestro comenzó cuando me visitó mi hermana al trabajo, hace como un mes. Ella te vio cuando estabas fumándote un cigarro en las jardineras. Le gustaste y me pidió mi ayuda para conocerte. Yo esperé un poco pues quería que me invitaras a dos o tres lugares lindos. Espero que no estés molesto.- Me quedé mudo, no podía salir de mi estupor cuando ella continuó.- Bueno, Dorian me dijo que ya no tienes que faltar los lunes para hacerle lo que le hiciste, eh picarón, y que te espera hoy en la noche. Terminó Leticia, colgando en medio de una ligera risa.

Desde ese día, visito a Dorian cada vez que puedo. Siempre me sorprende con su manera de vestir, siempre coqueta, siempre sensual, siempre dispuesta a ser cogida. Incluso procuro visitarla en la estética donde trabaja, pues sus amigas travestis que trabajan con ella, están para chuparse los dedos también.