La hermana de mi exnovia II

Segunda parte de la trilogía que compone este relato.

Me desperté con las primeras luces del alba. Fuera amanecía un día cualquiera, un jueves más. Yo sin embargo tenía la sensación de que algo había cambiado  en el mundo para siempre.  Extraña sensación esta de creer que el universo al completo evoluciona acorde a las cosas que le pasan a uno mismo.

Adriana y yo habíamos pasado las últimas horas follando, acariciándonos, riendo…en definitiva agarrándonos a una noche que considerábamos nuestra pero que sabíamos efímera, como si la hubiéramos tomado prestada. Ninguno de los dos quiso mencionarlo, aunque ambos éramos conscientes de estar pisando terreno pantanoso.  Ella, la hermana menor de mi ex. Yo, el Ex con mayúsculas de su hermana mayor.

Mi primera impresión al abrir los ojos había sido pensar que todo había sido un sueño. Un cuerpo desnudo, perfecto, de espaldas a mi lado me recordó que esto era más real que nada de lo que me hubiera pasado en la vida antes. Así, viéndola dormir apaciblemente sentí una punzada en el corazón, o había sido en el pulmón izquierdo?

Me levanté en silencio y salí de su habitación. Tras una rápida ducha me marche de casa intentando hacer el menor ruido posible. No sé si fue un acto de cobardía o estaba intentando simplemente no empeorar las cosas. Porque en ese momento hubiera seguido besándola, abrazándola y perdiéndome en sus ojos verdes…

Pasé el día trabajando con la cabeza más lejos de mi oficina de la que hubiera querido. Tenía que entregar un proyecto en breve, pero me fue imposible avanzar lo más mínimo.

Igual que en la anterior ocasión fue ella quien tomo la iniciativa. Me llamo a eso de las 4.

-        Alex, me voy unos días a casa de mis padres. Ya me inventaré alguna excusa. Luego te llamo y te cuento por si mi hermana te pregunta algo.

Quería decirle tantas cosas que era incapaz de decir nada.  Adriana escuchaba en silencio una respuesta que no llegaba.

-        Te parece bien?  - Su voz sonaba insegura.

-        Si, si, quizás sea lo mejor, aunque…no quiero que te sientas comprometida a ello. Si te sientes más cómoda puedo ser yo el que de un paso al lado y se vaya de casa unos días - No supe o no pude decir nada mejor en ese momento.

-        No te preocupes, estos días fuera de casa me vendrán bien. No sé cómo te sientes tú, yo estoy confundida. Sé que he hecho algo que no debería…en realidad no lo  sé, mi cabeza dice eso, pero el resto de mi cuerpo dice que… -  Me pareció intuir que estaba sollozando.

-        Adri, estás bien?

-        Si, es esta extraña sensación de sentirme tan bien y tan mal a la vez. No te preocupes. Te llamo luego. Un beso!

Acordamos una versión oficial en los que pasaría esos días en casa de sus padres porque yo tenía la gripe y no quería contagiarla. Lo difícil fue convencer a Sara de que no viniese a casa a traerme un caldo.

Aquella noche apenas pegué ojo. No dejaba de pensar en Adriana, en su cuerpo, sus labios, sus ojos. Me instale en ese sutil equilibrio entre la negación y la certeza cada vez más rotunda de que me había enamorado de ella.

Decidí que no iba a pasar otra noche igual. Si el amor estaba jugando a ser funambulista sobre mi cabeza se iba a enterar. Lo iba a tumbar de un empujón.

Era tarde, pero cogí el teléfono y marque el número de June. No estaba seguro de que me fuese a coger a esas horas.

Había conocido a June en el gimnasio al que iba. Era el tipo de chica que llama la atención allá donde va. Rubia, un cuerpo esculpido a base de trabajo, una docena de tatuajes y una actitud arrolladora. Sus mallas y tops marcando todo lo marcable se habían convertido en un mito en mi gimnasio. La llamaban la Mamba rubia, porque igual que la serpiente su picadura era mortal. Siempre había dos o tres tíos rondándola, aunque en honor a la verdad, mientras se estaba ejercitando, ella iba a lo suyo, se machacaba como la que más.

A veces nuestras miradas se cruzaban y entonces nuestras sonrisas también se cruzaban. Me hacía gracia verla con su sequito. Daba la imagen de chica liberal que tiene tan pocos reparos en irse a la cama con un tío como de mandarlo a la mierda, según su apetencia.

Quizás por eso, porque a mí nunca se me ocurrió abordarla, fue ella la que se acerco un día. Me pidió ayuda con un ejercicio que no solía hacer habitualmente y con el que al parecer le daba miedo desequilibrarse y acabar en el suelo. A partir de aquello fuimos hablando cada vez más, congeniamos y acabamos follando unas cuantas veces.

Mientras marcaba su número recordaba nuestra última conversación.

-        Siempre que quieras follar llámame o escríbeme un Whatsapp. Da igual la hora o la circunstancia.

-        Y si estás con otro? - Le dije sonriendo.

-        Lo dejo tirado y voy a donde estés. Te lo digo en serio aunque te rías; me encanta follar, pero me cuesta disfrutar. Quizás por eso soy tan activa. Estoy continuamente a la búsqueda de ese placer esquivo. Sin embargo contigo, es recordar la primera vez que follamos y me mojo entera. - June no se andaba con rodeos.

-        Estoy hablando más de la cuenta pero por ti, sentaría la cabeza. Es decir, dejaría de ir coleccionando tíos y sería una novia fiel. Y probablemente sería feliz. Pero no te preocupes! Sé que no soy para ti. A ti te pega una chica bien. Eso sí, que sea un pibón, como esa ex tuya, como se llamaba…

-        Sara.

-        Si, miss Santander pijo 1989 – Se reía sola con su ocurrencia.

-        Si encuentras alguna que de el perfil avísame – Seguí con la broma.

-        No te hace falta mi ayuda. Además cuanto más tardes en encontrarla más te tendré para mí. Eres perfecto; follas como un actor porno pero con la sensibilidad de una mujer. Nunca le diría estas cosas a otro chico. Ya sois bastante capullos en general para que además nuestros halagos os hagan aun más imbéciles. Pero tú eres un tío listo, si algo me has demostrado desde que te conozco es que sabes lo que eres, para bien o para mal.

Aquella noche pensé que June estaba exagerando, pero en estas circunstancias no se me ocurrió mejor manera de intentar quitarme a Adriana de la cabeza que llamándola.

Una voz alegre respondió al otro lado;

-        Hey guapo.

-        Hola June, qué tal estás?

-        Muy bien, y ahora que me has llamado, aún mejor.

-        Estoy solo en casa y… - no me dejo acabar la frase.

-        No  me digas más, en media hora estoy ahí – June tan directa como siempre.

Cuarenta minutos después la “tentación rubia” llamaba a mi puerta. La recibí vestido únicamente con un pantalón de tela fino, hacía calor. Ella sin embargo llevaba puesta una gabardina, cosa que me sorprendió. Acompañaba el extraño atuendo con uno tacones finísimos de aguja.

No tuve tiempo ni de saludarla. Entrar y plantarme un beso con lengua, húmedo y excitante fue todo uno. Una de sus manos fue a parar sobre mi entrepierna, como si quisiera comprobar que todo estaba en su sitio.

Aun sin decir palabra me tomo de la mano y me llevo al centro del salón, donde puso una silla en  la que me sentó. Paso mis brazos por detrás del respaldo de la silla y en un hábil movimiento me coloco unas esposas que había sacado del bolsillo de la gabardina.

Al parecer mi pantalón, lo único que llevaba puesto, le sobraba en sus planes, y fue lo primero de lo que se deshizo. Aunque mi erección ya en pleno esplendor pudiera decir lo contrario, así atado y desnudo me sentía algo vulnerable. Ella puso una canción en su móvil y  empezó un sensual baile. Dejo caer la gabardina, despacio y pude comprobar que debajo solo llevaba un conjunto de lencería con medias a juego.

Como en el resto de las cosas de la vida, la línea entre algo excitante y cómico es a veces muy fina. Me imagine siendo yo  el que hacia el striptease, y la imagen que mi cabeza me devolvió me pareció ridícula. Sin embargo, June parecía una profesional.

Se acerco a mí, apoyo una pierna en la silla y empezó a deslizar la media poniendo su sexo muy cerca de mi cara. Repitió el mismo movimiento con la otra pierna. Se veía que a ella también le excitaba lo que estaba haciendo y a mí me estaba poniendo a mil. A continuación, se quitó las bragas, bajándolas despacio de espaldas a mí, enseñándome su precioso coño. Las recogió, se volvió hacia mí y las apretó contra mi nariz. Podía oler la humedad y el calor de su sexo en ellas. Hizo una bola y me las metió en la boca.

Se quito el sujetador y ya completamente desnuda se fue acercando a mí a gatas. Así agachada entre mis piernas, cogió el duro mástil que se erguía ante ella y empezó a darle largas lamidas desde los huevos hasta la punta. Muy despacio, cuando llegaba al capullo se lo metía en la boca, le daba una chupada y volvía a empezar. A la cuarta o quinta pasada se metió parte de mi gruesa polla en la boca y empezó a acelerar una mamada celestial. Cada vez más profundo, notaba como llegaba hasta su garganta. La cara de vicio que ponía esa rubia felina que tenía a mis pies me estaba excitando aun más.

De pronto paró. Se levanto y se sentó sobre mí, de espaldas. Empezó a restregarse mi verga por su culo. Llegaba hasta la entrada de su rajita y cuando parecía que dudaba entre metérsela o no, volvía a apresarla con sus glúteos. Tenía la sensación de que estaba luchando entre alargar más el castigo o dejarse penetrar como le pedía su empapado coño. Debió ganar la segunda opción, porque se fue dejando caer sobre mi polla.

Notaba como la iba llenando poco a poco hasta tocar el fondo de su utero. En ese momento ella contraía su vagina, soltaba un gritito, volvía a sacársela hasta la punta y vuelta a empezar. Cada vez que mi falo emergía estaba más bañado en flujos viscosos. Siguió unos minutos así acelerando un poco el ritmo, ensartándose mi pedazo de carne brillante por los fluidos. Así con mi polla llenándola, noté que se contraía aun más como si intentara apresarla para siempre.

-        Aaahhhggg, aaahhhggg, aaaaaahhhhggg!!

Su orgasmo llego de golpe llenando de calor y humedad mis muslos. Sus espasmos eran tan fuertes que por poco vuelca la silla y acabamos los dos en el suelo. June se derrumbo sobre mí, intentando recuperar el aliento. Escuchar su jadeo cerca de mi oído me volvía loco. Mi pene, durísimo e hinchado estaba a punto de explotar, pero aun me quedaban fuerzas para un último round.

Mientras follabamos había conseguido soltarme las esposas. Ahora era libre para retomar el control. La agarré del pelo y la empujé hacia un espejo de cuerpo entero que había en un extremo del salón.  La imagen de June apretada en el espejo conmigo embistiéndola por detrás me encantaba. La tenía bien sujeta con mi brazo derecho rodeándole el cuello.  Sus preciosas tetas bajo las que tenía un enorme tatuaje alado dejaban impresa su forma en el cristal, mientras su respiración entrecortada iba empañándolo. Aproveché la posición para usar mi mano izquierda y jugar con su culito mientras la penetraba. Su ano pronto se dilató y ella pareció leer mi pensamiento.

-        Alex, folláme el culo, pero vete despacio. Con ese pollón me puedes partir.

Seguí sus instrucciones al pie de la letra. Con cuidado al principio, cuando tuve más de la mitad dentro empecé a taladrarla subiendo progresivamente el ritmo. Ver mi verga entrando y saliendo de ese prieto orificio era una delicia. Ella gritaba de gusta, cada vez más fuerte. Pensé que incluso podría despertar algún vecino, pero en ese momento era lo que menos me importaba.

Con mi mano libre estimulaba su clítoris e incluso metí dos dedos en su coñito. Ella estaba a punto de volver a correrse y yo tampoco iba a aguantar mucho más. Aceleré el ritmo hasta que June alcanzo el orgasmo soltando aparatosos chorros sobre el parqué. Estaba a punto de reventar así que saque mi polla de su culo para verla en pleno esplendor, pero dejé el capullo dentro.

Aahhhgg, Aaaahhhgggg, joooder! Una mezcla de fluidos le corrían muslos abajo.

El polvo había sido muy intenso y casi tuve que sujetar a June para que se mantuviera en pie. Le temblaban las piernas, así que la cogí en brazos y la lleve hasta el sofá donde sin nada más que decirnos, quedamos dormidos.